Flecha del cazador dejó sin vida, Del monte, que de gloria tan perdida ODA I. Mira, Filis, furiosa Onda, que sigue y huye la ribera Del agua el peso de la nao ligera. Plantas, que son estériles abrojos, De cárdenos y rojos Ramos lucir ante tus bellos ojos. Vino del Austro frio Invierno verto, y abrasó la hermosa Gloria del valle umbrío, Y derribó la hojosa Corona de los árboles umbrosa. Agora que el Oriente De tu belleza reverbera, agora Que el ravo trasparente De la rosada Aurora Abre tus ojos y tu frente dora: Antes que Ja dorada Cumbre de relucientes llamas de oro Húmeda y argentada, Quede inutil tesoro Consagrado al errante y fijo Coro; Que la concha de Venus hiere; dado El contento pasado, Como el dia de ayer, y el no gozado. Vendrá la temerosa Noche, de nieblas y de vientos llena: Purpúrea; y la azucena " 19 Nevada, mustia tornará de amena. f. ODA II. Tirsis? ah Tirsis? Vuelve y endereza El frio Boreas y el ardiente Noto Clamó la gente mísera, y el cielo ¡Ay que me dice tu animoso pecho ; Al ¿No ves cuitado, que el hinchado Noto Trae en sus remolinos polvorosos Las imitadas mal seguras alas De un atrevido mozo? No ves, que la tormenta rigurosa . Conoce, desdichado, tu fortuna, Y preven á tu mal que la desdicha Tanto como la súbita. ¡Ay que te pierdes! Vuelve, Tirsis, vuelve: Alla se avenga el mar, allá se avengan Miremos la tormenta rigurosa Dende la playa que el ayrado cielo કૈં Con quien se anima menos. ODA III. Viste, Filis, herida Cierva de la saeta, que temiendo Nuevo daño, la vida Cara pierde, vertiendo La roja sangre que dilata huyendo? ¿ Viste resplandeciente Cielo, del cuerpo de las nubes suelto Turbarse. y el ardiente Soplo de Boreas vuelto, Dejar el mundo en sombra y agua envuelto? ¿ Viste de la empinada Cumbre sacar á Febo la cabeza Noche con gran tristeza Salir escureciendo su belleza? Mano, torciendo el vuelo, A quien, o Aurora, fuiste su Lucina, Y á la tierra reclina La corona de hojas mortecina? Así fue mi ventura, Y así, Filis, podria ser tu suerte: No vivas tan segura Del mal; que hasta la muerte No hay estado tan firme, que sea fuerte. Cuando Jupiter tira A las alturas de la humilde tierra, Jamas alcanza su ira Al valle; que en la sierra Yace penando quien le armó la guerra. El ayre se embravece, Y entre los verdes árboles bramando Sopla, y está silvando, Y en el suelo las flores regalando. I. ODA IV. Sale de la sagrada, ¦ Cipro la soberana ninfa Flora, Del color de la Aurora, Con que pinta la tierra, el cielo dora, Frente del levantado monte arroja Del viejo invierno, y moja El nuevo fruto en esperanza y hoja. A Por los hermosos mármoles de Paro Un arroyuelo claro, De la cuesta beldad, del valle amparo. Corre bramando y salta ; Y codiciosamente procurando Adelantarse, esmalta. De plata el cristal blando Con la espuma que cuaja golpeando. A Viste, y ensoberbece Con diferentes hojas la corona De plantas, y florece Las que apenas perdona Furioso rayo de la ardiente zona. El regalado aliento Del bullicioso Zéfiro encerrado En las hojas, el viento Enriquece y el prado, Este de flor, y aquel de olor sagrado. |