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estan de él! La vivacidad, la soltura, a variedad, la concision, la mezcla exquisita y delicada de censura y de alabanza, el abandono amable, y la efusion amistosa que encantau Ꭹ desesperan en su admirable modelo; todas les faltan, y acusan la condescendencia excesiva ó el defecto de gusto con que sus contemporáneos les dieron el título de Horacios. La facilidad de rimar les hacia encadenar tercetos sin fin, en que si no se encuentran ripios de palabras, hay muchos de pensamientos. Esto hace que sus sátiras y epístolas parezcan frecuentemente prolijas, y aun á veces cansadas. Horacio, por ejemplo, hubiera aconsejado á Lupercio que abreviase la entrada de su sátira á la Marquesilla, y otros muchos pasages prolijos que hay en ella; á Bartolomé que suprimiese en la fábula del Aguila y la Golondrina la larga enumeracion de las aves, inútil é importuna para un poeta, superficial y escasa para un naturalista; hubiera en fin advertido á uno y otro, que los rasgos satíricos, semejantes á las flechas, deben llevar plumas y volar, para herir con ímpetu y certeza. Es triste por otra parte ver que no salgan jamas de aquel tono desabrido y desengañado que una vez toman; sin que la indignacion hacia el vicio los exalte, ni la amistad ó admiracion les arranque un sentimiento ni un aplauso. Elige uno amigos entre los autores que lee, como entre los hombres que trata: yo confieso que no lo soy de estos poetas, que á juzgar por sus versos, parece que nunca amaron ni estimaron á nadie.

Discípulo del menor Argensola fue Villegas, que si al talento natural hubiera hermanado al

guna parte del juicio y sensatez de su maestro, nada dejára que desear en los géneros que cultivó. Él fue el primero que nos dió á conocer la anacreóntica; y si en sus cantinelas y monóstrofes se ofende á veces el gusto con los falsos conceptos, los equívocos y retruécanos que encuentra, mas frecuentemente se agrada con la vivacidad, la ligereza y la gracia que la anima, con aquella libertad y travesura tau propias de un muchacho, con aquella cadencia en fin, y aquel acento que halagan y cautivan el oido, y hacen perdonarlo todo. No sucede lo mismo con sus versos mayores: fácil generalmente y numeroso en ellos, rima con deshago y maestría, y descubre de cuando en cuando un seso y una doctrina muy superiores á sus pocos años. Pero que son idilios sin sencillez y sin afectos, elegías sin melancolía ni ternura, odas sin elevacion ni entusiasmo? Aun cuando estuviesen, libres de estos defectos capitales, siempre perderian mucho de su valor por la contínua afectacion y pedantería, por las locuciones viciosas, antítesis y falsas flores de que abundan. (*)

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(*) Pues qué diré del ganadero Anquises?
Mas pregúntalo á Venus Citerea
Quien es el hortelano de sus lises,
O el pincel en el Ida de su idea:
Agricola de mares no era Ulises,
Pues como de Calipso gozó dea?

¡Que ridícula gerigonza! ¿Podrá nadie creer que estos versos son del mismo autor, y de la composicion misma donde se hallan estos otros?

Ven, pues, serrana, ven y no te escondas,

Serás, con ser esposa de este rio,

Tetis feliz de las mejores ondas

Otra novedad intentó, que pedia para arraigarse mas fuerzas que las suyas. Probóse á componer sáficos, exámetros y disticos castellanos: y aunque las muestras que publicó no sean del todo infelices, especialmente en los sáficos por su analogía con nuestro endecasílabo, no ha tenido despues quien le siga en esta empresa. Pide el exametro una prosodia mas determina-. da y fija que la qué tiene nuestra lengua para contentar el oido; y por lo mismo su imitacion es tanto mas dificil, por no decir imposible. Sin duda hubiera ganado el arte en el establecimiento de esta novedad; pero para ello se necesitaba que hubiese estado entonces en sus principios; que la lengua dócil y flexible se prestase á la voluntad del poeta, y que éste tuviese un genio colosal que subyugase á los otros, y les hiciese una ley de versificar como él. Era mal tiempo de introducir otros ritmos aquel en que se conocian tan bellos versos endecasílabos de Garcilaso, Leon ý Herrera; y la consistencia y fijacion` que tenian la lengua y la poesía, no las permitian retroceder á su infancia, como era preciso para adiestrarse en el manejo de la versificacion latina.

La reputacion de este poeta no correspondió entonces á las esperanzas orgullosas de que se alimentaba cuando publicó su libro. En él insultó á Cervantes, motejó á Góngora, se burló de Lope de Vega; y, creyéndose un astro superior que iba á eclipsar á sus contemporáneos, se representó al frente de sus Eróticas como sol

Que bajan á dar lustre al mar sombrío;

Mira

que es justo que al amor respondas Con dulce agradecer, no con desvio.

naciente que amortigua con sus rayos á las estrellas, llevando el arrogante lema: Sicut sol matutinus: Me surgente, quid isto? Aun cuando hubiera reunido en sí los talentos de Horacio, Pindaro y Anacreonte en toda su extension y pureza, de lo que estaba máy lejos, siempre era imperdonable esta jactancia, que ni aun puede disculparse con sus pocos años. El público es siempre mayor que cualquiera escritor por grande que sea; y es preciso presentarse delante de él con modestia, á menos de querer pasar ó por loco ó por necio. Villegas pues irrító impertinentemente à sus iguales, no hizo sensacion ninguna en el público, y se atrajo los sarcasmos groseros y mordaces de Góngora, y la reprension justa y moderada de Lope. (*) Sepultado en olvido hasta la aparicion del Parnaso español, en cuya coleccion tuvo gran lugar, fue reimpreso por aquel tiempo con un discurso al frente en que su autor don Vicente de los Rios le atribuyó la primacía de la poesía lírica entre nosotros. Semejante condescendencia en un hombre de la erudicion y gusto exquisito de Rios pareció tan extraña como excesiva. Las Eróticas á la verdad, consideradas como produccion de un jóven de 23 años, son

(*) Anacreonte español, no hay quien os tope Que no diga con mucha cortesía,

Que ya que vuestros pies son de elegía,
Que vuestras suavidades son de arrope.....
Con cuidado especial vuestros antojos
Dicen que quieren traducir del griego,
No habiéndolo mirado vuestros ojos.

Aunque dijo que todos se escondiesen,
Cuando los rayos de su ingenio viesen,

GÓNGORA.

LOPE.

una muestra bien extraordinaria de talento; pero de aquí al Ingar preeminente en que las coloca aquel elegante humanista, hay una distancia muy grande. Así es que una crítica mas severa y mas justa no ha conservado despues á Villegas la palma que tan liberalmente le concedió su biógrafo.

Habian cultivado nuestros poetas hasta este tiempo casi todas las especies de versificacion italiana. La octava numerosa y rotunda, el terceto exacto y laborioso, el artificioso soneto, la impertinente sextina, la cancion en sus infinitas combinaciones, el verso suelto, aunque por lo comun pésimamente manejado (*), eran los instrumentos de sus composiciones todas; las cuales venian á ser reflejos mas o menos luminosos de la poesía antigua y la toscana. Algunas coplas y trobas se hacian, bien que poquísimas, en que duraba el gusto anterior á Garcilaso; pero cuando el uso del asonante se generalizó en el último tercio del mismo siglo XVI, el gusto y aficion á los Romances se generalizó tambien, y con ellos se continuó, y como que vino á perpetuarse la antigua poesía castellana. (**)

Desnudos verdaderamente del artificio y violencia á que precisaba la imitacion en los otros géneros, cuidándose poco sus autores de que se

(*) La égloga de Tirsi, de Figueroa, y la traduccion del Aminta por Jáuregui son las únicas excepciónes de esta decision general, y los únicos ejemplares que pueden citarse entre nuestros antiguos poetas de versos sueltos bien construidos.

(**) Este juicio de nuestros Romances ha sido publicado ya por el colector en otro opúsculo suyo; así como el de Quevedo, que sigue mas adelante, aunque con alguna alteracion.

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