Imágenes de páginas
PDF
EPUB

alzados, era derrocar á los Padillas y colocarse en su puesto. Creible es que los pueblos no conociesen á punto fijo todas estas cosas, pero las recelaban y entrevian cuando menos, lo cual agregado á que la autoridad del rey en aquellos tiempos era muy respetada y temida, hizo que las Cortes de Burgos concediesen á D. Pedro un servicio estraordinario de dinero para llevar la guerra contra los confederados.

En todas estas contiendas de Castilla, es indispensable no perder de vista las parcialidades de los grandes, la licencia á que se habian acostumbrado en las anteriores revueltas, la conviccion que tenian de que el el odio que rey los necesitaba para las guerras, y naturalmente debieron concebir contra un monarca cuya audacia habia decidido humillarlos. Avezados á mandar, la obediencia era para ellos cosa nueva, y D. Pedro habia resuelto que le obedecieran. En el período de la historia en que nos encontramos es de todo punto necesario tener á la vista estos datos, pues aunque seguramente no basten á justificar la conducta de D. Pedro, sirven sí para que se escuse una buena parte de sus escesos. Si se quiere juzgar á los reyes con justicia, es indispensable conocer la época en que reinaron.

Disueltas las Cortes de Burgos y presos y muertos por orden de D. Pedro en Medina del Campo algunos caballeros, encaminose á Toledo en donde trataban de hacerse fuertes sus hermanos D. Fadrique y el conde de Trastamara. A la noticia de su venida huyeron los dos infantes, y el rey entrado en la ciudad se condujo en ella cruelmente, pues hizo espirar en el patíbulo á una porcion de personas asi nobles como plebeyas. Eu estas ejecuciónes ejerció un acto de atrocidad que revela su carácter. Habiendo sido condenado á muerte un hombre octogenario se presentó al rey un hijo del anciano, que tenia diez y ocho años y le rogó que le permitiese morir en lugar de su padre. D. Pedro con una sangre fria incomprensible admitió el cange, y el hijo espiró en un cadalso. La naturaleza se estremece al ver semejante rasgo. Los que han tomado á su cargo justificar la conducta del rey D. Pedro quizás pudieran salir regularmente de su empeño á no ser este suceso y otro que

puso

mas adelante referirémos; mas todas las sutilezas y toda la elocuencia pierden su fuerza al ver tan solo el sacrificio de este jóven desdichado. Luego se encaminó el rey á Toro en donde estaba la reina madre, y D. Enrique se refugió en Galicia y D. Fadrique se á merced del rey, bajo las seguridades que se le dieron, con lo cual D. Pedro penetró en la plaza al principiar el enero de 1346. En ella dió suelta á la crueldad de su carácter, pues hizo matar á varios señores principales en presencia de su misma madre, la cual horrorizada al ver la barbarie del hijo se retiró á Portugal. D. Enrique despues de detenerse algun tiempo en Vizcaya en donde su hermano D. Tello se sostenia contra las fuerzas del castellano, se pasó á Francia para buscar partidarios á fin de destronar á D. Pedro.

[ocr errors]

Nuestros lectores conocen ya el carácter de este rey, y les hemos dado tambien una idea del que distinguia á D. Pedro IV de Aragon llamado el Ceremonioso. Sin duda no podia entonces presentarse cosa mas temible para los pueblos de Aragon y Castilla que una guerra entre aquellos dos reyes; y tal fue la desgracia que vino sobre ambas naciones. Antes de esponer sin embargo los sucesos de aquella lucha es indispensable dar una idea de lo acontecido en Aragon durante los años que han pasado desde la última vez que hablamos de ese reino. Suspendida quedó su historia en 1350, cuando disuelta la Union aragonesa y la valenciana, sosegados los disturbios que para sostener la libertad habian cubierto de luto al reino, y asegurada la posesion de las Baleares con la muerte de su postrer rey y la prision del príncipe heredero, acababa de nacerle á D. Pedro IV su hijo primogénito D. Juan, habido de Da Leonor de Sicilia que fue su tercera esposa. En el discurso de nuestra narracion hemos visto que una de las principales causas de los trastornos de Aragon y de Castilla era que cada uno de los dos reyes tenia hermanos con los cuales estaba mal avenido. Durante las guerras intestinas de ambos reinos, cada uno de ellos habia servido de asilo á los descontentos del otro, y aunque sobre esto mediaron algunas desavenencias entre los monarcas no llegó sin embargo el instante de romper abiertamente. Estas cosas tenian

agriados uno contra otro á los dos Pedros, y es de creer que mucho antes hubieran remitido sus disensiones á las armas si la paz interior de sus reinos les diera oportunidad para ello. Mas en el año 1356 un accidente al parecer de poca monta fue ocasion de que se arniasen para mutuamente combatirse.

Qucjábase el de Aragon de que sus dos hermanos hubiesen hallado favor en Castilla; y sobre todo de que D. Fernando que era el uno de ellos, con achaque de asegurar su fidelidad al castellano le hubiera entregado las fortalezas de Alicante y de Orihuela. D. Pedro por su parte plañíase del aragones porque favoreció á D. Tello y á D. Enrique de Trastamara, y porque agasajaba á los grandes que huyendo de él se recogian en Aragon. Dispuestos estaban pues los dos reyes á venir á las manos, cuando hallándose el de Castilla en Cádiz para ver la pesca de los atunes, aconteció que habiendo ido á aquel puerto algunas galeras de Aragon y visto que en él habia dos naves gruesas, se apoderaron de ellas diciendo que eran de genoveses con quienes Aragon estaba en guerra. Gravemente irritó al rey de Castilla esta audacia, y deseando vengarse mandó prender á todos los mercaderes catalanes que habia en Sevilla y confiscarles los bienes, al mismo tiempo que pedia satisfaccion al Ceremonioso; mas como este no se la diera cual el deseaba se rompieron las hostilidades en las fronteras de ambos reinos. Hiciérouse entradas por una y otra parte en territorio ageno, causando horrorosos estragos y quemando pueblos con un furor que bien revelaba el carácter de los dos combatientes. El conde de Trastamara aprovechando la coyuntura se vino de Francia, hízose vasallo del rey de Aragon y comenzó á guerrear por cuenta de este. Semejante ejemplo fue seguido por muchos grandes, que disgustados, de su rey y temiendo siempre los efectos de su crueldad, se marchaban de Castilla para engrosar las filas de los aragoneses. Encendida por demas andaba la guerra en el punto en que con intervencion de un legado del papa y despues de no pocos mensages, al fin en mayo de 1357 se ajustaron treguas para un año y trés meses, y se convino en que las plazas que mutuamente se habian quitado fuesen puestas en poder del legado hasta que otra cosa se

resolviese. Cumplieron los Aragoneses por su parte lo que habian prometido; mas nó asi el castellano quien se retuvo algunos pueblos, porque harto desvanecido á la sazon con sus nuevos amores con D.a Aldonza Coronel, poco curaba de dejar airosa su palabra: Fijóle el legado pontificio un término para que llevase á efecto lo pactado; y como transcurrido aquel tiempo sin haberlo hecho se le requiriese por parte del de Aragon para que diese su sentencia, hallándose el cardenal en la iglesia de Santa María de Tudela, 26 de junio ante varios obispos y magnates escomulgó á D. Pedro de Castilla y puso su reino en entredicho.

en

Declaracion fue esta muy suficiente para encender de nuevo el amortiguado enojo del de Castilla, y como el aragones estaba muy dispuesto á resolver con las armas lo que antes se transigió amigablemente, no tardaron en romper otra vez las hostilidades para las que ambos monarcas se procuraron aliados fuera de su reino. Por la del rey de Aragon se reunieron Córtes en Cariñena á fin de que el reino concediese ausilios, y al mismo tiempo se concordó con su hermano D. Fernando, que vino á servirle y que obtuvo la procuracion general del reino. Los dos monarcas ciegos por el odio que recíprocamente se tenian no repararon en los medios, y asi fue que el castellano se avino con el rey moro de Granada que le envió algunas fuerzas, mientras el otro negociaba el ausilio del de Marruecos. En vano el sumo pontífice hizo ver á entrambos cuán desacordados andaban en aliarse con los infieles para destruirse uno á otro, pues los dos lo hubieran sacrificado todo para satisfacer su ira y saciar su venganza. El de Castilla furioso cual nunca al ver que D. Fernando de Aragon se habia pasado á su enemigo, y sospechando que su hermano D. Fadrique mantenia relaciones con los Aragoneses para verificar lo mismo, lo hizo matar en su presencia hallándose en el alcázar de Sevilla. No contento con un fratricidio voló hácia Vizcaya para cometer otro en la persona de D. Tello; mas este supo prevenir el riesgo pasándose á Francia y desde allí á Aragon para militar al lado de su hermano el de Trastamara. Chasqueada la cólera del rey hubo de satisfacerse en otra parte, y teniendo en su poder al infante de Aragon

D. Juan lo hizo matar en Bilbao, y algunos autores añaden que lo remató por su propia mano. Presas entonces mismo la esposa del infante y su madre D.a Leonor fueron llevadas al castillo de Castrojeriz, y á esta injusticia se siguió la muerte de varios personages. Soltadas las riendas al enojo, preparábase D. Pedro para ensangrentarse mas todavía, cuando vino á refrenarle la repentina entrada que hicieron en su territorio D. Enrique de Trastamara y D. Fernando de Aragon, que á su enemistad contra el de Castilla juntaron la ira que dispertó en ambos el asesinato de sus respectivos hermanos.

El de Aragon por entonces envió á desafiar al de Castilla, proponiéndole que se economizase la sangre de los inocentes y que se pusiera fin á las discordias por medio de un combate de veinte contra veinte, cincuenta contra cincuenta, ó ciento contra ciento, mas el castellano no quiso admitir el ofrecimiento, y comenzando la guerra se multiplicaron mas que nunca las desolaciones y las muertes. Mientras ausiliado por los Genoveses aprestaba una armada para llevar la guerra á las plazas marítimas del Ceremonioso, en la villa de Almazan declaraba rebeldes y enemigos de la patria á sus hermanos D. Enrique y D. Tello y al infante D. Fernando de Aragon, y hacia matar en la cárcel á la madre de este D.a Leonor, en Sevilla á D.a Juana de Lara, y trasladaba á Jerez de la Frontera á D.a Isabel hermana de esta y á su misma esposa Da Blanca de Borbon.

a

Las armadas que ambos reyes habian aparejado á fin de hacerse la guerra por mar, se vieron en las aguas de Valencia, Mallorca y Barcelona, y en la playa de esta última trabaron un sangriento combate en que fueron vencidos los castellanos. Aquel aparato de guerra sin embargo no produjo los efectos que debian temerse, pues si esceptuamos la batalla dada en las aguas de Barcelona no se empeñaron en ninguna otra. No aconteció lo mismo por tierra, pues habiéndose encontrado en setiembre de 1359 en las faldas de Moncayo las fuerzas enemigas batallaron bravamente, y los hermanos D. Enrique y D. Tello al frente de los aragoneses rompieron á los castellanos cuya pérdida fue considerable. La

« AnteriorContinuar »