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llama cl reino de Navarra, del cual si bien hemos hecho memoria por lo complicado que anduvo en los acontecimientos de Aragon y de Castilla, hay que apuntar brevemente algunas circunstancias que no son para omitidas. Reinaba en ella desde 1349 Cárlos II apellidado el Malo, con quien quiso D. Pedro de Aragon casar á una de las hermanas de su esposa, con el objeto de hacer mas estrecha su alianza; mas el navarro temeroso de la vecindad de la Francia, y prefiriendo su amistad á la de Aragon, casóse con Doña Juana hija del monarca de aquel reino. Verificado apenas este matrimonio, entabló demanda á su suegro reclamando varios estados de Francia á los cuales se consideraba con derecho heredado de su madre; mas como el condestable de Francia se mostrase muy acérrimo contra las pretensiones del navarro, fue muerto á traicion por algunos escuderos de este. Semejante audacia dió lugar como era de suponer á serias desavenencias, y asi fue que hallándose Cárlos en Rouan en 1356 fue preso por el rey de Francia, y con él algunos caballeros que muy luego sufrieron la pena de muerte. Por la prision del navarro se procuró por el conde de Foix su pariente que el rey de Aragon se declarase contra la Francia; mas D. Pedro se negó á dar este paso, aunque muy de veras intercedió con el de Francia á favor del prisionero. La esposicion de las desgracias que por ello sobrevinieron no corresponde á esta historia: basta saber que D. Cárlos se escapó de su prision, que fue causa de no pocos disturbios, y que vuelto á su reino tomó las armas contra Cárlos V de Francia que acababa de ceñirse la corona. Despues de una guerra harto desigual y desastrosa, al fin se concertó la paz en 1365, concediéndose al de Navarra algunas posesiones en Francia en cambio de los derechos que pretendia tener á la Borgoña y á la Champaña. Ya antes de esa época y aun despues de ella hemos visto figurar á Cárlos el Malo en las contiendas que mediaron entre D. Enrique de Trastamara, D. Pedro el Cruel y D. Pedro el Ceremonioso; asi es que creemos innecesario añadir cosa alguna á la historia particular de ese reino, y nos trasladamos por lo tanto á Castilla, que tenemos olvidada desde 1369.

D. ENRIQUE II, EL DADIVOSO.

La sangrienta esceua de Montiel dejó vacante el trono de Castilla, que al momento fue ocupado por el conde de Trastamara con el nombre de Enrique II. Triste espectáculo era sin duda ver que empuñase el cetro la misma mano que acababa de soltar la daga fratricida; pero tal debia ser forzosamente el resultado de la horrible lucha que se trabó en la tienda de Beltran de Duguesclin. Dos hermanos contendian por la vida y por el imperio, y era preciso que el vencedor salvando la existencia conquistara una corona. A pesar de tan funesto principio D. Enrique fue recibido con general regocijo, como lo hubiera sido cualquier otro con tal que librara al reino de la ferocidad de D. Pedro, porque muchas veces los gobernantes no son amados por lo que valen sino por el odio que se tenia á sus antecesores. Cualquiera rey es bueno cuando viene á sustituir á un príncipe como el que acababa de fallecer en Castilla. Haríamos sin embargo una injusticia á D. Enrique II si dijéramos que solo fue querido porque su advenimiento al trono era efecto de la muerte del monarca que tanta sangre habia derramado: conocidas eran las buenas partes del de Trastamara, y por ello fue muy grande el contento de los pueblos cuyo regimiento tomaba á su cargo: durante su reinado no engañó las esperanzas que de él se habian concebido, pues á fuer de buen soldado en la guerra y de buen príncipe en la paz supo vencer á sus enemigos en la primera, y trabajar mucho para el bienestar de sus vasallos cuando les hubo dado la segunda.

Sabemos que D. Enrique era bastardo, y esta circunstancia por necesidad debia suscitarle enemigos entre las personas que descendiendo legítimamente de los anteriores reyes de Castilla se creian con mas derecho al trono que el hijo natural que acababa de conquistarlo. D. Pedro ademas habia tenido hijos de D.a María de Padilla, y entre ellos en las Córtes de Sevilla D. Alfonso fue jurado por príncipe heredero, y por su muerte lo fue poco despues Doña

TOMO II.

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Beatriz. Fuera del reino debia contar tambien con adversarios, puesto que el portugues se consideraba con opcion á la corona de Castilla, y el duque de Alencastre reclamaba asimismo sus derechos como yerno del rey difunto. Tantas pretensiones debieron por precision hacer muy borrascoso el principio de aquel reinado.

Apenas murió D. Pedro cuando la villa de Montiel se entregó á su sucesor, y como la ciudad de Toledo estaba sitiada por las tropas de este, segun dijimos á su tiempo, sus vecinos se pusieron al instante á merced del vencedor prestándole el debido homenage; mas nó asi la ciudad de Carmona en donde estaban los hijos y los tesoros del Cruel á cargo del maestre de Calatrava, y aquel fue el único punto de Andalucía que no aclamó á D. Enrique cuando fue desde Montiel á Sevilla. En tales circunstancias, no pudiendo dudarse que los reyes de Aragon y Navarra harian la guerra á lo menos para conservar los puntos de que en las últimas revueltas se habian apoderado, trató D. Enrique de grangearse desde luego el amor de los pueblos, hacerse suyos á los grandes, y satisfacer las obligaciones que tenia contraidas con los estrangeros que le ayudaron para subir al trono. Echó mano á este fin de cuantos medios estuvieron á su alcance, procurando ante todo juntar dinero, y aunque para esto se valió de un recurso que habia sido muy funesto á otros reyes, á saber, de acuñar moneda de baja ley, perdonábasele todo á D. Enrique en gracia de sus rectos intentos, de su condicion apacible y bondadosa y de las muchas mercedes con que sufocando las quejas aun antes que estallasen supo grangearse el título de Dadivoso.

Portugal y Aragon fueron los primeros puntos en donde se encendió la guerra, y los primeros á que acudió el rey, enviando hácia el segundo algunas tropas que recobraron parte de lo perdido; é invadiendo en persona el otro, apoderóse de Braga y Braganza, y despues de haber causado otros daños á su enemigo se restituyó á Castilla. Quizás entonces mismo tuviera que deplorar el portugues nuevos males, si los moros de Granada no llamaran la atencion de Enrique hácia otro punto. Sabemos que Mohamad habia sido aliado de D. Pedro y como tal le envió algunas fuerzas

para combatir á su hermano, y en marcha estaba desde Granada un ejército mas poderoso, cuando la muerte del de Castilla suspendió de repente aquel alarde. Mohamad entonces queriendo aprovechar lo embarazoso de las circunstancias en que Castilla se hallaba y so color de la amistad que con el difunto rey habia tenido, desechó la demanda de paz que por D. Enrique le fue dirigida, pasó la frontera, y al año siguiente 1370 fue sobre Algeciras, tomóla á viva fuerza, y despues de haberla destruido de alto á bajo se retrajo á su tierra. Las nuevas de esta desgracia y la necesidad de atender á los negocios interiores obligaron á D. Enrique á descuidar por entonces la empresa de Portugal, cuyo rey desde Ciudad-Rodrigo molestaba á Castilla. Inútiles fueron los esfuerzos hizo el de Trastamara para contener la audacia del portugues; y asi con el objeto de juntar recursos que le pusiesen en estado de hacer rostro á tantos contrarios, convocó Córtes en Medina del Campo, en las cuales el reino le ofreció un socorro de mucha cuantía.

que

La Navarra que no habia hecho hasta entonces demostraciones hostiles, llegado el año 1370 trató de confederarse con Aragon, y aunque Cárlos el Malo hubo de pasar á Francia para terminar sus diferencias con su monarca, llevaron adelante el entablado negocio la reina D. Juana gobernadora del reino, durante la ausencia de su esposo, y los consejeros que este le habia dejado. Si bien el pretesto de la alianza fue la mutua defensa contra cualesquiera enemigos, el verdadero intento era armarse contra D. Enrique; porque bien conocian cuán provechoso podia serles sacar partido de la complicacion y de lo engorroso de las circunstancias en que estaba envuelto el castellano. Entre tanto la retirada que este hubo de hacer á causa del ataque del rey moro, habia aumentado la audacia de los Portugueses, que saliendo de su territorio se apoderarou de Compostela, Tuy y del puerto de la Coruña, mientras que su escuadra en la costa de Andalucía causaba muchos recelos, tanto mas cuanto seguia en rebelion la ciudad de Carmona. Circuido por tantos enemigos, mucho hubo de meditar D. Enrique para resólver hácia qué punto acudiria con preferencia. Político á un

tiempo y guerrero, quiso emplear las armas y las negociaciones, y asi mientras enviaba á Galicia un buen golpe de gente al mando de su hermano D. Tello, despidió las Córtes, fuese á Sevilla, y por medio del maestre de Calatrava asentó paces con el granadino. En Sevilla echó á la mar una armada que reunida con la que hizo venir de Vizcaya pudo hacer rostro á la portuguesa, la cual despues de haber sufrido algun descalabro se retiró á las costas de Portugal, cuyo rey estaba entonces mismo concertando una alianza con D. Pedro de Aragon para guerrear de consuno al de Castilla.

Temeroso D. Enrique de los resultados de esta nueva liga, y asiendo la oportunidad de estar en paz con el rey moro, bien entendió que lo mas urgente por entonces era hacerse dueño de Carmona, porque al fin era el lugar de cita para todos los adictos al rey D. Pedro. Cercóla pues con un buen ejército al rayar la primavera de 1371, y despues de un largo sitio y de no pocos hechos de armas entróla finalmente y se apoderó de los hijos y de los tesoros de su predecesor, y este feliz desenlace coincidió con las muchas ventajas que el ejército castellano obtuvo sobre el portugues al cual arrojó de Galicia. Los resultados de tan dichosa campaña fueron asentar la paz entre Portugal y Castilla, pactándose entre otras cosas que D. Fernando se casaria con D. Leonor hija de D. Enrique; pero los amores con D. Leonor de Meneses que ya desde mucho tiempo tenian cautivado el corazon del portugues, fueron un obstáculo para aquel enlace, mas nó para la concordia, puesto que el de Castilla admitió como buenas las esá fin de no verificar el matrimonio le dió el que debia ser su yerno.

cusas que

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Concluida la lucha con Portugal era preciso sostenerla con Navarra, y resuelto asi en las Córtes de Toro, á poco tiempo tomó el ejército castellano la via de aquel reino. Las hostilidades sin embargo se concluyeron apenas comenzadas, porque la reina gobernadora convino con D. Eurique en que los pueblos sobre cuya posesion se contendia, fuesen puestos en poder del papa Gregorio XI para que los entregara á aquel á quien correspondiesen. En verdad á poco tiempo de este acuerdo invadiendo el castellano la

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