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el castellano; circunstancias que contribuyeron no poco para que la determinacion de Castilla fuese en favor de aquel cuyos derechos el cardenal Luna sustentaba.

Ya antes de ahora hemos hablado de la pretension que el duque de Alencastre tenia á la corona de Castilla, apoyándose en los derechos de D. Constanza hija del rey D. Pedro. Tales derechos habian ya servido de hincapié para que los Ingleses hiciesen guerra al padre y á D. Juan I, y ahora lo dieron tambien para que se entablase otra lucha en la cual entró el rey de Portugal por considerarse asimismo con opcion á la corona de Castilla. La discordancia en órden á cuál de los dos pontífices elegidos era el legítimo dió motivo para armar á los Portugueses contra los Castellanos, pues estos como sabemos se habian declarado por Clemente y reputábanlos por escomulgados en Portugal en donde habian reconocido á Urbano. Apenas tuvo noticia D. Juan de la liga que contra él habian hecho las dos potencias mencionadas, cuando mandó levantar un ejército y aprestar una escuadra con el objeto de llevar la guerra á Portugal, pues bien conocia que en tales empeños el tomar la iniciativa es un grande garante de la victoria. Al frente de sus tropas pues dirigióse al reino vecino, y se puso sobre Almeyda, mientras la escuadra castellana compuesta de diez y seis galeras se encontró con la portuguesa que constaba de veinte, y que en un reñido combate fueron vencidas y presas. Si el almirante castellano supiera entonces sacar fruto de esta victoria, los negocios de D. Juan hubieran tomado un sesgo muy favorable; pero el marino contento con lo ejecutado reunió sus buques é hizo rumbo hácia Sevilla: resolucion prematura que fue muy perjudicial á los negocios de los castellanos, pues por una parte dió á los portugueses oportunidad de rehacerse, y por otra dejó el paso libre á la escuadra de Inglaterra, que no encontrando enemigos con quienes combatir se presentó delante de Lisboa. A despecho de este contratiempo que una sabia previsión pudiera haber evitado, confiando D. Juan en sus fuerzas ofreció la batalla á los ingleses, los cuales si bien no estaban faltos de valor para admitirla, no quisieron arriesgarse porque carecian de caballos para hacer frente á las

tropas que de esta arma tenia en su ejército el castellano. Viendo este que por entonces no se ofrecia ocasion oportuna para medir sus fuerzas con los contrarios, y como por otro lado corrian los mas crudos dias del año 1381, determinó retirarse á Castilla con intento de reunir mas tropas y comenzar formalmente la guerra al romper la primavera del año siguiente.

Con anterioridad á esta época y cuando el monarca por primera vez juntaba sus fuerzas con el objeto de dirigirse contra Portugal habíase alborotado en Oviedo el conde de Gijon su hermano, lo cual obligó al rey á encaminarse á Asturias en donde pudo conseguir que aquel mal aconsejado mozo se sosegara. Debia hacerle variar de conducta el perdon que le concedió su hermano cuando con justicia pudiera castigarle; mas su espíritu naturalmente inquieto no supo agradecer el beneficio, y apenas D. Juan se habia retirado á Castilla despues de su primera entrada en Portugal, cuando el conde renovó sus desmanes. El rey le movió guerra, y desamparado de los suyos hubo de retirarse á Braganza y aun esta vez le perdonó su hermano, gracias á la mediacion que en su favor interpuso D. Alonso de Aragon. A pesar de esto mas tarde se volvió á turbar la paz entre los dos hermanos segun adelante verémos.

Habia comenzado el año 1382, y D. Juan resuelto á llevar á cabo sus intentos reunió sus fuerzas en Simancas, desde donde se fue camino de Badajoz hácia cuyo punto iba llegando tambien el ejército reunido de Portugal é Inglaterra. Prontas estaban las dos huestes á venir á las manos cuando D. Juan envió mensageros haciendo proposiciones de paz, que despues de varias conferencias fueron admitidas, y en virtud de ellas depuestas las armas, se vino á un concierto cuyos pactos mas importantes fueron que D.a Beatriz hija del portugues se casara con D. Fernando que era el segundogénito de D. Juan, aunque con la condicion de que el primer hijo que de este matrimonio naciese fuera rey de Portugal.

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El objeto de este pacto fue impedir que la corona de Castilla asumiese algun dia la de Portugal, para cuyo mismo intento el matrimonio de D.a Beatriz se concertó con D. Fernando

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que era el segundogénito y nó con D. Enrique que era el primero, sin em

TOMO II.

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que la edad de este era mas á propósito para el enlace que la de su hermano. Acordóse tambien la restitucion de los prisioneros y de las galeras apresadas en el combate naval que hemos mentado, y el rey D. Juan se obligó á proporcionar á los ingleses los buques necesarios para restituirse á su patria. La primera de estas condiciones sufrió muy pronto un notable cambio, pues habiendo muerto á muy poco D.a Leonor esposa de D. Juan, se juzgó que el matrimonio concertado entre D. Beatriz y D. Fernando de Castilla podia efectuarse con el padre de este, ya porque la corta edad del infante debia retardar aquel enlace y era posible que ocurriesen en el entre tanto nuevas desavenencias, ya porque siendo pacto espreso que la corona de Portugal no se uniese con la de Castilla, este pacto quedaba bien garantido, puesto que D. Juan tenia hijos de su primer matrimonio á los cuales no podia caber derecho alguno al reinado de Portugal. Asi pues D.a Beatriz fue ofrecida á D.Juan, quien contrajo con ella su matrimonio en la ciudad de Yelves. Para impedir que los castellanos llegasen á mandar en Portugal en el caso de que su rey muriese antes que D.a Beatriz tuviese hijos, se convino en que si esto se verificaba fuese gobernadora del reino la reina viuda hasta que algun hijo de la infanta fuera apto para empuñar el cetro.

Celebradas apenas estas bodas sublevóse otra vez en Asturias el conde de Gijon que tambien fue reducido á su deber, y muy luego falleció en 1383 el rey de Portugal suegro del de Castilla. Esta muerte tuvo consecuencias muy fatales, dió principio á grandes disturbios en Portugal mismo, y fue orígen de una nueva guerra con Castilla. Los Portugueses odiaban naturalmente el yugo de los Castellanos y querian teuer rey propio; mas aunque de público no se recatabau de manifestar estos deseos, imponíales el poder del rey D. Juan y no osaban emprender cosa alguna que pudiese encender su enojo. Por mas que fuese una misma la voluntad de los Portugueses no faltaban personas que conociendo cuán fácil era que D.Juan se apoderase de grado ó por fuerza del reino, mantenian con él secretas relaciones, y aun le instaban para que al frente de un ejército fuese á apoderarse de la herencia de su esposa. Enton

ces como en todos tiempos habia hombres que postergaban el bien procomunal, si de hacerlo podian grangearse honores, favor y riquezas, y quizás esos mismos eran los que con mas energía inflamaban el odio de sus compatricios contra el castellano, para ponerse á cubierto de sospechas, y dar mas valor para con D. Juan al servicio que con solicitar su venida le prestaban. En todas las guerras civiles hay por desgracia muchos hombres que benefician en su provecho la disposicion del pueblo, que inesperto siempre é incapaz de penetrar el fondo de las cosas abomina de los que le aconsejan para su bien y se entrega ciego á los que lo venden. Tales hombres son lo mas terrible de cuanto consigo traen las intestinas discordias. Los Portugueses aunque estaban acordes en el punto principal, esto es, en que no los mandaran los Castellanos, discordaban acerca de la persona que debia gobernarlos. Unos se decidian por la reina viuda, obedeciendo en esto la voluntad del difunto D. Fernando, otros abogaban por el infante D. Juan que era su legítimo hermano, y otros finalmente quisieran ser regidos por otro D. Juan, gran maestre de la órden de Avis, hijo natural del rey difunto. El derecho militaba indudablemente á favor de la reina D.a Leonor; pero el maestre de Avis tenia grande partido y estaba adornado de muchas y muy grandes calidades. El rey de Castilla, pacífico de suyo y aficionado á llevar las cosas por buenos términos, calculaba con mucha madurez lo que debia ejecutarse, mientras los Portugueses con aquella loca efervescencia que caracteriza las guerras civiles, trabajaban fervorosamente para hacer triunfar el partido en cuyas banderas se habian alistado. Referir las lamentables escenas á que dió ocasion la divergencia de opiniones, los interiores disturbios que en Portugal se vieron, los delitos que se cometieron, las profanaciones, las intrigas y los desafueros que desquiciaron al reino entero no corresponde á nuestro actual trabajo; cosas son estas cuya esposicion toca á la historia de Portugal, y que procurarémos no olvidar cuando la escribamos. Para cumplir nuestro presente empeño basta relatar los hechos principales porque son los únicos que afectan á la historia de Castilla.

que

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Su monarca ante todo encerró en el alcázar de Toledo á D. Juan hermano del difunto rey D. Fernando, y desde luego tomó el camino de Portugal, y fue recibido y proclamado con regocijo en el pueblo de la Guardia. El tio del muerto Fernando le juró tambien por rey con consentimiento y voluntad de la reina D.a Leonor, cuyo partido si bien era el legítimo, estaba tan distante de ser el mas poderoso, como que la misma reina no considerándose segura en Lisboa se trasladó á Santarem, á donde en 1384 fue á conferenciar con ella para ponerse de acuerdo acerca de lo que convenia ejecutar el mismo rey de Castilla. La entrada de este en Portugal acabó de embravecer la tempestad movida, de manera bien pudo adivinarse cuan imposible se hacia que las cosas se terminasen pacíficamente. Pocas eran las tropas que habiau acompañado á D. Juan cuando penetró en el reino vecino, por lo cual y en vista de la manera con que los negocios se encaminaban, Castilla reunia fuerzas para engrosar la hueste que al monarca habia seguido. Precisos erau para llevar la guerra adelante muchos recursos pecuniarios y esta necesidad corria parejas con las dificultades que para reunirlos se ofrecian. No habiendo medio sin embargo entre procurarlos ó renunciar á la lucha, y siendo imposible abrazar el último partido, hubo de apelarse á un espediente estraordinario, que fue echar mano de las muchas riquezas que las piadosas ofrendas de los fieles habian llevado al Santuario de la iglesia de le Virgen de Guadalupe. Trabajábase al mismo tiempo para que D. Cárlos de Navarra hijo de su rey acudiese con algunos ausilios, ya que el de Aragon ocupado por entonces en otras guerras no podia favorecer al de Castilla. Amistado este con la reina viuda acordaron que renunciase en él la gobernacion del reino, cuya medida lejos de ser favorable á los intereses del castellano empeció su partido, ya porque con esto se contravenia abiertamente á la disposicion testamentaria del difunto D. Fernando, ya porque se allanaba el camino de que los Castellanos mandasen á los Portugueses, cosa que á estos tan enojosa parecia. Ademas de semejantes razones militaban á favor de Portugal los pactos asentados en el último concierto de paz, uno de los cuales hemos dicho

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