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1. ESPADA DE FERNANDO EL CATOLICO 。 2. ESPADA DE ISABEL LA CATOLICA. 3.ESPADA DE GONZALO DE CORDOVA.

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enemigos, y discordias civiles; aun se luchará para reprimir el orgullo de los que prevalidos de la flojedad de los anteriores reyes se habian alzado en soberanos; aun se esgrimirán las armas para humillar la soberbia de los moros, que por efecto de una larga costumbre osan desde Granada insultar á Castilla; aun habrá de hacer sacrificios el pueblo español para constituirse en nacion independiente y poderosa; todavía son necesarios muchos esfuerzos para reunir á la corona de San Fernando los trozos de la Península que estan separados de ella desde la venida de Tarif y de Muza; pero al cabo de todos estos trabajos llegarán dias afortunados verémos á la nacion española colocarse en primera línea entre todas las de Europa y tremolar su bandera en mil puntos del globo. Esta obra portentosa será resultado de la piedad, del valor, de las virtudes y del sabio gobierno de la princesa Isabel y de Fernando II de Aragon y V de Castilla.

y

La muerte de Enrique el Impotente dejó vacante el trono al cual fue declarada sucesora D.a Isabel en la venta de los Toros de Guisando el dia 19 de setiembre de 1468. Desde entonces la ambicion de poseer ese trono hizo que fuesen varios los que aspiraron á la mano de esta princesa, y aunque entre ellos no era Don Fernando de Aragon el mas poderoso fue siempre el preferido, y con la proteccion del arzobispo de Toledo se unió para siempre con D.a Isabel en la ciudad de Valladolid, á 19 de octubre de 1469. Sin embargo de que el rey D. Enrique recibió con mucho desagrado la nueva de este enlace, reconcilióse al fin con los esposos, gracias á las instancias del favorito D. Andres de Cabrera. Apazguado ya el monarca de Castilla con su hermana y con el infante aragones, continuaron en buenas relaciones grangeándose los dos últimos la adhesion de los pueblos y haciendo á su favor un gran partido. Todo lo necesitaron para contrarestar en los primeros años de su reinado el bando que sostenia los derechos de D.a Juana, hija de la segunda esposa de D. Enrique el Impotente, y habida segun todas las opiniones de D. Beltran de la Cueva por cuya razon fue llamada la Beltraneja.

De todos los obstáculos triunfaron los dos esposos, que amándo

se siempre tiernamente y acordes en sus empresas y gobierno dieron cima á los mas altos pensamientos. La posteridad entera ha ensalzado de consuno sus raras prendas, sin que ninguna lengua maldiciente se haya atrevido á atacar la buena reputacion que tan justamente supo adquirirse D.a Isabel. Los autores nacionales y estrangeros se han complacido en encomiarla sin empañar sus glorias con borron alguno. Ni era posible que lo hiciesen porque se distinguian en ella las mas singulares calidades, sin estar contrapesadas por vicio alguno. La elevacion de su carácter le hacia estimar la franqueza y la generosidad; desdeñaba los medios rateros y bajos para la consecucion de sus fines, porque á una alma grande como la suya siempre son repugnantes esos medios. A fuer de amante de la gloria y amiga de las letras era aficionada á todos los hombres de talento, y lejos de recelarse de ellos los tenia en mucho y les otorgaba premios. Segura y constante en sus planes, los obstáculos no solo no la arredraban sino que acrecian su firmeza y daban nuevo vigor á su perseverancia. Aunque amara tiernamente á su esposo y le consultase en todos los negocios de importancia, nunca dejó de ser verdadera reina de Castilla, ni de gobernar su reino por sí misma y por sí sola. En medio de tantas cualidades estraordinarias puede achacársele un esceso de piedad, porque tambien en esto puede haber esceso; y el de Isabel sofocando las luces de su espíritu la condujo á sancionar y adoptar medidas que en el fondo y en los resultados estaban en contradiccion con esa piedad misma. A la verdad sostienen algunos que esas medidas fueron dictadas á impulsos de la rigidez de su marido; mas sin contradecir ese dictámen somos de parecer que en ellas le cupo una buena parte al celo religioso de D.a Isabel, llevado hasta un punto estremo.

D. Fernando ha merecido con justicia grandes loores; mas al lado de estos se leen siempre los defectos que ningun historiador le ha disimulado, entre los cuales son verdaderamente reprensibles su estremada suspicacia, su poca fe en los tratados y la pueril vanidad que tenia en burlarse de sus amigos ó confederados. Repútasele tambien por avaro y por escesivamente severo en los castigos

mas estos dos vicios, si son ciertos, pueden perdonarse atendida la escasez de las rentas reales al principio de su reinado, y la libertad de costumbres y el desenfreno general á que hubo de hacer frente. Achácaule los historiadores franceses haberse apoderado del reino de Navarra sin mas derecho que la fuerza: acusacion injusta é interesada que rechazarémos en pocas palabras al llegar al relato de aquel suceso. Por lo demas D. Fernando el Católico puede calificarse de gran monarca, porque sus altas prendas tienen este título bien merecido. Previsor, reflexivo y sagaz para sacar provecho de las circunstancias, jamas acometió empresa alguna sin estar ya seguro del resultado. Efecto de esta prudencia y de esta sabia prevision es el grande fruto de todas sus conquistas, pues si para hacerlas basta el valor, para conservarlas son menester otras virtudes. Con las que el cielo le habia concedido, con las que le inspiró la grande Isabel, y con la eficacia y la preseverancia de entrambos lograron espulsar á los moros de la España entera, y acosarlos hasta su tierra misma, apoderándose de la dilatada costa de Africa de donde habian venido los invasores: conquistaron el reino de Nápoles, descubrieron un nuevo mundo, y reuniendo á la corona de Castilla los territorios de Aragon, Andalucía y Navarra acabaron el plan de unidad comenzado por Pelayo en Asturias.

Desde el principio de su reinado hubieron de trabajar los dos esposos en la consolidacion de su poder, y para esto fue preciso dedicarse á reprimir la turbulencia. de los grandes que tenian avasallados al monarca y al pueblo á un tiempo mismo. La deposicion de Enrique IV puso de manifiesto á Fernando lo que debia temer de la osada ambicion de los nobles. El tiempo habia zapado por la base el poder feudal, y el progreso de las luces acababa de tomar impulso con la reciente invencion de la imprenta. Estos dos ausiliares contribuyeron mucho para que Fernando quedase airoso en el empeño. El pueblo comenzaba á salir de la crasa ignorancia en que estuvo sumergido hasta entonces, y cansado del despotismo de los señores deseaba sostener al trono con tal que el trono enfrenara el orgullo de los grandes y pusiese coto á sus exigencias. Fernando supo utilizar aquel poderoso elemento; y secundado en esto por

TOMO II.

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