Imágenes de páginas
PDF
EPUB

grandes. La Santa hermandad contribuyó eficazmente para este objeto, porque apoderándose de los malhechores en cualquiera parte que se hallasen y entregándolos al poder real que acababa con ellos, disminuia el número de los revoltosos y enfrenaba la audacia de los que quisieran levantarse. Al mismo tiempo y considerando que el inmenso número de fortalezas que con motivo de las pasadas guerras se habian edificado eran lugares á propósito para recogerse los delincuentes, y á fin de amenazar al poder real, fueron demolidas muchas de ellas, dándose con esto un terri-ble golpe al poder feudal. El sistema creado por Isabel y por Fernando protegia al pueblo contra los señores, que perdiendo tambien muchos de sus privilegios hubieron de renunciar al derecho de administrar justicia á sus vasallos á quienes la compartian los magistrados elegidos por los reyes. Con la mira de huir de la necesidad de imponer al pueblo nuevos tributos se recobraron las enagenaciones de territorios hechas en el precedente reinado y que poseian los favoritos de Enrique y sus paniaguados. Por estos medios y otros análogos se disminuyó la prepotencia de los señores, dándose vigor á la autoridad real y librando al pueblo del despotismo de los magnates á quienes odiaba y quisiera ver humillados. Estas prudentes medidas son tal vez las mas dignas de elogio entre todas las dictaron los dos que historia al prede cuya

sente nos ocupamos.

reyes

En 1481 falleció en Portugal D. Alfonso V y le sucedió su hijo D. Juan II apellidado el Perfecto, á tiempo en que en Navarra las cosas habian andado bastante revueltas; mas últimamente por la persuasion y por los consejos de D. Fernando se aquietaron los partidos, y el rey D. Francisco se trasladó á Pamplona á fines de octubre de 1482 en donde fue recibido y coronado con la mayor alegría. Cuando se esperaba que su reinado seria feliz, pues asi lo hacian augurar los principios, falleció en febrero de 1483 dejando el trono á su hermana D.a Catalina.

Aunque en los pasados años habian tenido lugar algunos acontecimientos entre los moros y los cristianos, todavía nos ha parecido oportuno no ocuparnos de ellos en manera alguna hasta que

pudiésemos dar algun asiento á las cosas de Castilla; mas ahora en que concluida la guerra de Portugal, estinguido el bando que sostenia las pretensiones de D.a Juana la Beltraneja, tranquilo el reino de Navarra bajo el cetro de Da Catalina, y unida la corona de Aragon á la de Castilla, los pueblos y los grandes de esta se han sujetado á los monarcas Católicos, y se goza paz en el reino, vamos á ocuparnos seriamente de la guerra con los moros, cuyo relato no interrumpirémos si nos es posible hasta el momento en que tremole sobre la Alhambra el pendon de Castilla.

Habíamos dejado á los cristianos en treguas con el rey de Granada Abul Hasen en 1474 en que falleció D. Enrique el Impotente. El rey moro tenia en su harem dos mugeres predilectas, mora la una de la cual le nació Mohamad Abuabdilah, conocido por Boabdil y tambien por el rey Chico, y entre los moros por Abdalah, y la otra cristiana renegada llamada Zoraida, de la cual tuvo dos hijos á saber Yahiye y Almayar. Estas dos mugeres no contentas con turbar la paz dentro del harem dividieron la nobleza en parcialidades poniendo en guerra la ciudad, á cuyos habitantes tenian cautivados las gracias de Abdalah, y muy desabrido el escesivo rigorismo de Abul Hasen. De esta falta de armonía entre las personas de la casa real tomaron orígen los odios y los bandos que mas tarde trajeron graves males á los moros y aceleraron su absoluta ruina.

El rey Hasen sin respetar los concertados pactos, en abril de 1477 atravesó la frontera de Murcia, cogió personas y ganados, y despues de una feliz correría se restituyó á su tierra. El año siguiente sus embajadores se presentaron en Sevilla solicitando la renovacion de la tregua que tal vez los reyes Católicos les concedieran llanamente á no haber hecho tan á deshora la incursion re

latada; mas sea por esta causa ό porque meditasen ya la empresa de abatir el orgullo de los moros, convinieron en otorgar lo pedido con tal que Abul Hasen pagase á Castilla las parias que algunos de sus antecesores habian satisfecho. Enviados á Grauada varios mensageros para que en tal negocio se pusiesen de acuerdo con Abul, este lejos de acceder á la reclamacion del castellano, contes

tó con soberbia que ya no existian los reyes que habian pagado tributo á los cristianos, y que en Granada no se acuñaba moireda sino que se forjaban hierros de lanza y. alfanges para despedazar á los enemigos. Esta contestacion altiva fuc causa de su desgracia pues si bien por de pronto hubieron de ceder los reyes y otorgar la tregua sin condicion alguna, no fue sin que discurrieran desde entonces la manera de dar principio á aquella guerra, que despues de diez años de recios combates debia terminar con el imperio de los moros. Contribuyó para resolver á los reyes á intentar tan grande empresa la nueva alevosía cometida por los granadinos contra Zahara. En efecto, esta villa que desde mucho tiempo poseian los cristianos fue asaltada de improviso por el rey Abul Hasen en la noche del 27 de diciembre de 1481. Sorprendidos sus defensores no bastaron á rechazar á los moros, y asi gran parte de ellos fueron muertos y los demas reducides á esclavitud y llevados á Gra- ' nada. Los reyes Católicos que supieron este suceso en Medina del Campo mandaron á los gefes de la frontera apercibirse para vengar aquel ultrage y castigar la deslealtad del mahometano.

Rota por este la tregua repitió sus cabalgatas y en el siguiente año 1482 atacó los pueblos de Castellar y Olbera, de que no pudo apoderarse, porque los cristianos escarmentados con lo acontecido en Zahara tenian mayor vigilancia de la que acostumbraron, y supieron defenderse. No contentos los cristianos con haber burlado por esta vez las amenazas de Hasen quisierou por su parte dar algun golpe que resarciese el descalabro sufrido anteriormente, y á este fin juntada en Sevilla una hueste de cuatro mil infantes y dos mil caballos se dirigieron hácia Alhama, cuya guarnicion sobre ser escasa poco se recelaba de aquella empresa. Llegados á sus inmediaciones esperaron la noche, y en su silencio subieron con escalas al castillo y dueños de él abrieron la puerta para que el ejército entrase. Sobrecogidos los moros recogiéronse al pueblo y levantaron palizadas en sus calles para impedir que los nuestros se apoderasen de la villa. Aunque los primeros cristianos que quisieron verificarlo perdieron la vida, no por esto desmayaron los otros pues entendian que solo la actividad podia dejarlos airosos, ya que

hallándose aquel pueblo á ocho leguas de Granada era seguro que desde esta se enviarian socorros apenas llegase la noticia de aqueHa arremetida. Trabóse la pelea en varios puntos de la poblacion, mantúvose la victoria indecisa durante todo el dia, mas al cerrar la noche prevalecieron los cristianos, y tomaron sangrienta venganza de la pérdida de Zahara.

El asalto de Alhama espantó á Granada, pues era de temer que habiendo los españoles llegado tan cerca de esta, osasen acometerla el mejor dia, mucho mas cuando era público que los reyes Católicos se disponian muy poderosamente para aquella guerra. Movido por estas causas Abul Hasen allegó su ejército, y con tres mil caballos y cincuenta mil infantes se dirigió á Alhama. Este grande alarde no produjo sin embargo resultado alguno, porque los nuestros de pronto se defendierou con bizarría y ausiliados luego desde Sevilla y Córdoba obligaron á los moros á restituirse á Granada. Desde allí salió el rey á pocos meses con el mismo objeto que la vez pasada, y aunque logró escalar los muros de Alhama hubo de regresar á la capital porque allí se tramaba contra él uua conjuracion temible. Durante estos acontecimientos habian llegado los reyes á Córdoba y en ella determinaron guarnecer cumplidamente á Alhama, y cercar la ciudad de Loja que estaba bien defendida y á cargo del moro Aly Atar. Puesto el sitio á la plaza hicieron los cercados una salida con la cual lograron penetrar hasta los reales de los cristianos, desbaratarlos enteramente, y hacer que abandonasen el campo.

La conjuracion de Granada tenia por objeto entronizar á Boabdil que estaba al frente de ella, y á quien de pronto pudo Hasen no solo contener en sus intentos sino cogerlo y encerrarlo en una cárcel mas como su madre temiese que el rey le diera muerte logró hacerlo evadir, y apenas estuvo libre cuando fue proclamado monarca con no pòca zambra y alboroto. El partido del padre y el del hijo batallaron bravamente por las calles, y solo fue capaz poner fin á la lucha la noticia de que los cristianos estaban en Loja. Ausiliado Aly Atar por el rey Hasen rompió como hemos dicho á los cristianos con la salida practicada de aquella plaza, y

de

supo que

cuando conseguido el objeto de su marcha volvia el rey á Granada toda la ciudad estaba por Boabdil y se retiró á Málaga. Los reyes Católicos entonces dieron la vuelta á Castilla, y en las Cortes reunidas en Madrid se les concedieron muchos socorros para proseguir la guerra de Granada despues de lo cual hubo Don Fernando de dirigirse á varios puntos de su reino á fin de sosegar los alborotos que en ellos se habian levantado. Mientras el rey estaba ausente de Andalucía el maestre de Santiago, el marques de Caliz y el conde de Cifuentes reunieron en 1483 sus tropas, y penetrando en el territorio de Málaga talaron sus campos, pusieron fuego á quintas y pueblos, y osaron llegar hasta las puertas de la ciudad. Abdalah hermano del rey Hasen que estaba en ella, salió con buen golpe de gentes, y acometiendo en una angostura á los cristianos que se retiraban los desbarató del todo, causándoles una pérdida tal que fue la de mayor importancia que hubo en aquella guerra. Esta derrota causada por los partidarios de Hasen escitó la envidia de su hijo Boabdil, el cual para acallar las públicas hablillas y robustecer su bando determinó salir á campaña y apoderarse de la plaza de Lucena. Sostuviéronse los sitiados dando tiempo para que el conde de Cabra viniese con socorros, y entouces hicieron una salida tan afortunada que no solo desbarataron á los moros y dieron muerte al caudillo Aly Atar, y á todos los caballeros que defendian la vida de Boabdil, sino que prendieron á

este.

Llegada á la capital la noticia de semejante desgracia los parciales del rey Chico se desalentaron de manera que temiendo perderlo todo á manos de los adversarios hicieron causa comun con los que se habian mantenido fieles al rey Hasen. Por consejo de su hermano Abdalah presentóse este en Granada mientras desde ella la madre de Boabdil pedia la libertad de su hijo al rey D. Fernando. De Madrid habíase trasladado este á Córdoba al tener noticia de los últimos sucesos, y reuniendo allí un poderoso ejército taló la vega de Granada y puso su campo cerca de ella. En sus reales estaba cuando recibió una embajada en que se le ofrecia en cambio de Boabdil la entrega del conde de Cifuentes y de otros muchos 24

TOMO II.

« AnteriorContinuar »