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que mas sangre y mas vidas costaron fueron sin duda los del año 1391. Cual si la mayor parte de los pueblos de España se hu bieran puesto de acuerdo para esterminar en un solo dia á aquella raza proscrita, la conflagracion fue casi general en todos los reinos de España y particularmente en las provincias que componian la corona de Aragon. Esta vez no fueron escogidos para aquella ejecucion sangrienta los dias de la semana santa, sino el 5 de agosto. A la misma hora, sin duda aplazada de antemano, fueron atacados con una ferocidad increible los barrios en que vivian los judíos de Toledo, Logroño, Toro y otras ciudades de Castilla, y en Aragon los que habitaban en las ciudades de Zaragoza, Huesca, Valencia, Lérida, Gerona, Barcelona y Palma, capital de las Baleares. Asaltadas las aljamas, allanadas las sinagogas, perdido todo respeto á la ley, pospuesto el temor de Dios y sufocados de todo punto los sentimientos de humanidad, se representó en todos esos pueblos y en otros de menor importancia la mas cruenta escena de cuantas hasta entonces habian inmolado á los desventurados He-' breos. ¡Quién pudiera referir los desastres de aquella jornada cuya relacion conservada por la historia estremece todavía! Barcelona fue el punto en donde se cometieron mas horrores. Al saqueo y la mortandad de aquel dia sucedieron otras escenas lamentables, porque el odio que en Cataluña se conservaba á los castellanos, y la circunstancia de haber sido cogidos entre los autores del motin algunos de estos contra quienes la autoridad tomó medidas, hizo que algunos de los alborotadores fuesen condenados á muerte. La noticia de que debian ser ejecutados sublevó de nuevo á la muchedumbre, que gritando mueran todos y viva el rey y el pueblo, el dia 7 puso en libertad á los presos á pesar de la fuerza armada, y atacó el castillo nuevo en donde se habian encerrado los judíos que se libertaron del pasado motin, y como no pudo penetrar en la fortaleza tocó á somaten, y acudieron los campesinos de los pueblos inmediatos, quienes pasaron toda la noche cometiendo escesos de otra clase. A la mañana siguiente los amotinados asaltaron el castillo y repitieron las pasadas escenas; y si en aquel horrible campo de batalla no quedaron mas de trescien

á

que

tos cadáveres, fue porque los judíos entre las ausias de la muerte imploraban la compasion de sus verdugos prometiendo bautizarse. De aquel hecho se siguieron otros escesos que no hacen á nuestro objeto, pues este se dirige solo á manifestar los crueles lances en los Judíos fueron víctimas alevosa y cobardemente inmoladas por el pueblo. Ya hemos señalado antes de ahora las varias causas que en nuestro concepto impulsaban esas convulsiones populares, y al echar una ojeada á aquellos siglos, al ver la especie de relaciones que mediaban entre cristianos y judíos, y al considerar los adelantos y las riquezas de estos y el carácter y la crasa ignorancia de aquellos, es forzoso decir que todas estas causas vinieron al ausilio del mal entendido celo religioso, que fue sin duda el que dió el primer impulso.

Maltratados de este modo, robados, desapiadadamente asesinados y faltos de proteccion y de justicia vivieron en España los judíos hasta la época en que tenemos nuestra historia En ella fue resuelta su espulsion absoluta. Los autores han andado muy discordes acerca del número de los judíos que hubieron de ausentarse de España, , pues unos suponen que fueron medio millon de personas, y otros que llegaron á ochocientas mil. Como quiera que sea se ve que el número fue grande, y con este destierro se dió el primer paso hacia la despoblacion de España. Mayor que la pérdida de las personas fue la que con este motivo sufrieron la riqueza y la industria del pais, pues esta la ejercian esclusivamente los Judíos, y en cuanto á aquella si no poseian la territorial eran dueños de la pecuniaria. Las provincias en donde particularmente se dedicaban á ella quedaron sin ninguna, y solo en parte pudo reponerse con el transcurso de dos siglos. Si con aquella medida dieron los reyes Católicos una insigne prueba de su celo religioso, cometieron por otra parte un error muy grande en política, causaron un grave daño á los intereses de su pueblo, y no es fácil que se les haya perdonado ni se les perdone el haberlo desconocido todo so pretesto de servir á la religion, cuando esta pudo ser servida á mucho menos costa y con mejores resultados. Aquella multitud arrojada de la Península tomó varios caminos hacia el Africa y hácia diver

sos puntos de Europa. Muchos se embarcaron para Africa y algunos de ellos fueron saqueados y muertos en los mismos buques que los conducian. Otros se pasaron á Italia y á Grecia, y un gran número se trasladó á Portugal, cuyo rey D. Juan II les permitió residir en el reino pagando ocho escudos de oro por cabeza.

La resolucion tomada en España con respecto á los Judíos aunque individualmente perjudicó á muchísimos de ellos, sin embargo no produjo cambio alguno en la suerte general de aquel pueblo, que desterrado de su patria desde el principio de la era cristiana' continuó proscrito entonces, lo continua en nuestro siglo, y no es dable conjeturar si algun dia alzará Dios el anatema que lanzó sobre su cabeza. No es lícito al hombre arrojarse á cálculos tan temerarios.

CONTINUA EL REINADO

DE FERNANDO Y DE ISABEL.

Fenecida la conquista de Granada, terminado con ella el imperio de los Arabes en España, y proscritos de la misma los Judíos, calmóse por de pronto el estruendo de las armas, quedó sentada la paz, y á beneficio de ella pudieron dedicarse los monarcas á robustecer el imperio de la ley, y á dar autoridad á sus administradores. Atendiendo a! mérito y á los talentos, sin dar gran cabida á la diferencia de cuna, confiaron los destinos á persona capaces de desempeñarlos, y asi fue que con su celo y con la cooperacion de los hombres que habian escogido para mandatarios suyos, el buen gobierno y la recta justicia comenzaron á conocerse en España, se enfrenó la licencia, y fueron establecidos en todas partes un órden y una seguridad que no se veian desde mucho tiempo. Verdaderos bienes que los monarcas pueden ofrecer á sus pueblos y que han descuidado con harta frecuencia prefiriendo unas veces hacer conquistas á costa de la sangre de los súbditos, y olvidando otras que el poder que Dios permite que ejerzan sobre las naciones es para que ante todo den á esas naciones la paz, la seguridad

y

el órden, sin los cuales no puede haber en la tierra ni un dia de ventura. ¡Desdichado el pueblo cuyo gobierno no tiene por sistema proporcionar estos tres dones!

Los reyes que procuraban ensanchar á costa de los moros sus dominios, no podian ver con indiferencia que desde el tiempo de D. Juan II de Aragon, continuasen enagenados de su territorio los condados de Rosellon y Cerdaña. Quizás no tan fácilmente alcanzaran su intento de recuperarlos á no concurrir los deseos que el monarca de Francia tenia de apoderarse del reino de Nápoles por las razones que apuntarémos mas adelante, pues esos deseos le obligaban ante todo á procurarse la paz con aquellos que pudieran ofrecerle resistencia. Temiendo que uno de estos fuese D. Fernando trató de hacer la restitucion de los condados, y para acelerarlo los reyes Católicos salieron en junio de Granada, y pasando por Zaragoza vinieron á Barcelona. Finalmente en 18 de enero de 1493 se sentó concordia entre Francia y España, escluyendo de ella á todos los príncipes escepto al papa, y conviniendo en que el rey no pudiese casar á sus hijas sin consentimiento del de Francia, y que este restituyese aquellos dos condados de Rosellon y Cerdaña. Despues de allauarse muchas y grandes dificultades y de largas dilaciones, verificóse la entrega en setiembre del mismo año.

Presentadas de este modo las cosas de España, y antes de entrar en la esposicion de la guerra de Nápoles que ocupó muy seriamente á los monarcas Católicos, es indispensable dar noticia de uno de los mas portentosos acontecimientos de que hacen memoria los hombres. Habemos dicho antes de ahora que en concepto de Chateaubriand, solo tres cosas grandes han acaecido en el mundo, á saber, el establecimiento de la religion cristiana sobre las ruinas del paganismo, las cruzadas, y el descubrimiento de América. De las dos primeras hablamos en sus lugares correspondientes, y en cuanto era menester siguiendo el plan que para nuestra obra nos propusimos, y vamos ahora á dar noticia de la tercera.

DESCUBRIMIENTO DEL NUEVO MUNDO.

Antes de referir este suceso nos parece del caso dar noticia de cómo fueron conocidas las islas Canarias. A la verdad deberíamos haberlo ejecutado hace mucho tiempo, porque el descubrimiento de las Canarias tiene ya una fecha muy larga; pero como nada especial ofrecen para la historia, no quisimos hablar de ese acaecimiento hasta que lo hiciéramos del hallazgo del Nuevo mundo, en cuyo viage desde nuestra patria son las Canarias un punto de descanso.

Dase por cierto que aquellas islas fueron conocidas por los antiguos con el nombre de Fortunatas; y si bien en tiempo de la dominacion de España por los Arabes se hablaba de ellas, era de un modo muy vago, que si no ofrecia ocasion á dudar de su existencia, prueba á lo menos que no se tenia de ellas noticia exacta y que no se les daba importancia. Hácia mitad del siglo XIV comenzó España á ocuparse de ellas: La primera espedicion la intentaron algunos vizcainos y andaluces, los cuales fueron á la isla de Lanzarote, y sin hacer mas conquista que arrebatar lo que con un golpe de mano les fue posible, se volvieron á España.

En 1348 D. Luis hijo de D. Alfonso de la Cerda aprestó para el mismo objeto una poderosa armada en la costa de Cataluña, á cuyo fin le dió permiso y favor el rey de Aragon, y autoridad el pontífice, concediéndole este las islas Canarias con título de rey, aunque con la obligacion de convertir á los isleños á la fe de Jesucristo. D. Luis sin embargo no llevó a cabo su empresa, porque las guerras de Francia llamaron la atencion general hácia otra parte.

Durante algunos años quedó olvidado aquel proyecto, hasta que en 1417 el frances Juan de Bethencourt emprendió su conquista con permiso de D. Juan II de Castilla, quien cedió á Bethencourt las islas con pacto de tenerlas en feudo por el mismo rey. El frances se apoderó desde luego de dos de ellas, y como no corriese de

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