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estaba ya declarada la guerra. Aun hoy dia la mayor parte de los pueblos no ponen mano en estas combinaciones políticas, las dejan para el príncipe, como una prerogativa real, y esta prerogativa no es difícil conocer de qué modo robusteció el poder del trono en el siglo de que hablamos. Este privilegio lo gozaron Isabel y Fernando como los demas reyes de su tiempo; y asi los vemos tomar parte en los negocios de otras naciones, hacer alianzas y oponerse á las ambiciosas miras de la Francia.

No fueron estos los únicos medios de que echaron mano los reyes Católicos para consolidar su poderio. Pocas veces se ha visto el pueblo tan cargado de contribuciones como al comenzar su reinado, ni el tesoro tan pobre, porque las cantidades ó no llegaban al erario, ó desde allí se distribuian entre pocos que ningun derecho tenian á gozar de ellas. Recobradas por la corona las rentas que los grandes le habian usurpado, puesto algun orden en el sistema rentístico, impulsado el desarrollo de la agricultura y de la industria, los productos se aumentaron sin gravámen de los súbditos, y las rentas de la nación no se destinaron sino á cubrir las cargas que sobre ellas pesaban. Equilibráronse las obligaciones cou los medios de satisfacerlas, se ajustó el cargo con la data, medida sin la cual es imposible que una nacion no retrograde en el camino de su riqueza pública. Esta centralizacion de caudales, este crecimiento de las rentas del erario, hubieron de aumentar necesariamente la importancia de los monarcas, cuyos cuidados y cuya inteligencia las habian producido. Tan feliz resultado hizo al mismo tiempo que las otras naciones respetaran á los príncipes que contaban con uno de los principales medios de contrarrestarlos.

A no dudarlo este es uno de los mayores beneficios que lós reyes Católicos hicieron á nuestra patria, pues el sistema rentístico era uno de los ramos que encontraron no solo en la mayor decadencia sino tambien en el mas escandaloso desorden. Con este paso, con algunos que se dieron para arreglar el intricado laberinto de la legislacion y dar nueva y mas regular forma á la administracion de justicia, España se convirtió en la nacion mas rica, mas

poderosa y de mas grande influencia de Europa. Es innegable; su arreglo interior le grangeó esta preponderancia que no era posible vaticinar en el reinado precedente. Mucho sin embargo contribupor entonces el hallazgo del Nuevo Mundo.

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Este es el último de los tres acontecimientos que en concepto de Chateaubriand son los únicos del universo que merecen calificarse de grandes. Ya hemos presenciado los otros dos, hénos aqui cara á cara del tercero. Este suceso no obstante está ligado con otros que influyeron en la suerte de Europa, del universo entero; y todos ellos dan una fisonomía particular al siglo XV. En él muere la Europa primitiva y aparece la Europa nuestra, la Europa del siglo XIX con las modificaciones que por fuerza han debido producir el discurso de trescientos años, y los efectos del impulso que la Europa recibió entonces. Por esto el hallazgo de las Américas debe contarse entre los acontecimientos que nacidos unos de repente y preparados otros de antemano, vinieron juntos en ese siglo memorable, para distinguirlo de todos los demas, para imprimirle un carácter que es el suyo, para hacerle digno de colocarse al frente de la civilizacion moderna que se está desarrollando todavía, y que necesita aun mucho tiempo para llegar á su perfecto complemento.

Hemos visto los cambios del poder material, veamos ahora lo que en ese siglo hizo la inteligencia humana, y habrémos presen ciado las dos faces bajo las cuales ese siglo debe ser considerado. Al nacer el siglo XV ya encontró á la Iglesia dividida y agitada. Puesta en Aviñon la Sede pontificia, habia comenzado el gran cisma de occidente que desde luego produjo dos papas y que produjo tres en ese siglo. Tratóse no solo de arreglar desórden tamaño sino de hacer una reforma en la Iglesia y de poner cortapisas á la ambicion de la corte romana. Entonces el cisma se hace universal, y mientras la dignidad pontificia triunfa contra los esfuerzos de los concilios, en Francia se ejecuta la reforma eclesiástica y se proclama la Pragmática Sancion de 1438, que muy luego es adoptada por la Alemania, y que si bien sustituida á poco tiempo por el concordato celebrado por Leon X, los principios por

ella sancionados lejos de perecer son defendidos por la opinion y dan orígen á los jansenistas. Al mismo tiempo que los concilios preludiaban la reforma de la Iglesia, el pueblo emprendia la misma tarea con la violencia con que las masas populares suelen comenzar todas las reformas. Pereció el autor de este proyecto y sus discípulos cayeron, pero la semilla de sus doctrinas ya estaba sembrada, y era fuerza que mas o menos tarde produjese su fruto.

Si damos esta rápida ojeada á las novedades religiosas es porque no se efectuaron en nuestra patria, y ni aun las hubiéramos apuntado á no deber contarse entre los acontecimientos notables del siglo XV. En España el establecimiento de la inquisicion esplica por sí solo el estado en que se hallaban las creencias religiosas y el poder que tenia la Iglesia. No debemos olvidar sin embargo este rasgo del siglo, porque es uno de los que le distinguen, uno de los que prueban la audacia con que la inteligencia humana se lanzaba al campo de las mudanzas. No de las mudanzas. No queremos calificar este paso, pero se dió, es un documento histórico de grande interes y no podíamos pasarlo en silencio.

Ocupándonos ahora de la reforma intelectual que tuvo lugar en el siglo XV, naturalmente acuden á nuestra memoria las letras. Aunque no hemos indicado la suerte de ellas en España, conociendo su historia no es árduo comprender el espantoso atraso en que esto se encontraba. Inoportuna pareceria en este lugar una reseña de nuestra literatura; mas no es dable traspasar este período sin decir que en la época de que vamos hablando se desarrolló el saber en otras naciones de Europa, y que ese fue uno de los impulsos que con mas fuerza obraron sobre ese siglo. Los griegos que huyendo de su patria conquistada por Mahometo II trajeron á Europa y sobre todo á Italia las obras de sus abuelos, de que apenas se tenia noticia, desplegaron conocimientos que no habia, hicieron admirar las bellezas de aquella literatura y de aquella filosofía griegas, que aun hoy ocupan el primer lugar entre las producciones del espíritu humano. Lo repetimos: nuestra patria apenas apercibió cosa alguna de todas estas novedades, pues aun cuando su situacion lo hubiera permitido el sistema de Fernando y de Isabel era

poco á propósito para esto. El que creaba la inquisicion no podia alentar el amor al saber, ni secundar el vuelo del entendimiento. Obra fueron sin embargo del siglo XV esas novedades, por mas que nuestra patria se manifestase estraña á las mismas, y no por esto dejaron de producir su efecto en ella. Cuando en el universo moral se verifica una revolucion, no hay punto á donde no llegue, porque el pensamiento vuela y es invisible, y por esto ni los tiranos ni los verdugos del saber lograrán nunca encerrarlo dentro de un territorio fijo.

Con ese nuevo amor á las ciencias, con ese reciente vuelo del espíritu, coincidió un hecho que bien puede por lo menos ocupar el cuarto lugar entre los acontecimientos grandes del universo. Hablamos de la invencion de la imprenta, verificada en el corazon de ese siglo. Inútil reputamos encarecer hasta qué punto ese invento debia derramar los conocimientos humanos, y hacer una revolucion completa en las ideas y en las cosas del mundo. Sobre esta materia han hablado muchos antes que nosotros, y no sabríamos añadir nada á lo que los demas han dicho. Bastan para imponernos silencio las admirables reflexiones de Victor Hugo en su capítulo Ceci tuera cela de su obra Notre Dame de Paris; y cualquiera que desee tener una idea justa de lo que habia de producir esa invencion, debe leer ese capítulo que es suficiente para formar la reputacion de un escritor. La imprenta pues es hija del siglo XV y es su hija predilecta, la que debia traer mas reformas, la que habia de causar mas novedades y mas espantosos cambios en el

mundo.

No nos cansarémos de decirlo el siglo XV es el siglo grande, el siglo memorable, el mas famosó de cuantos han trascurrido desde la venida de Jesucristo. Ya hemos visto cuántas cosas tuvieron lugar en él, y todavía no hemos acabado de referirlas, porque cuanto mas lo consideramos tantos mas acontecimientos vemos que lo distinguen de todos los otros. Durante el mismo el intrépido Vasco Gama dobla osadamente el cabo de Buena Esperanza descubierto en 1483 por Bartolomé Diaz; y los Portugueses se derraman por las costas de Africa, mientras los Españoles conquistan un

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mundo, y unos y otros dan una estension inmensa y una importancia incalculable al comercio y á la navegacion, que con el invento de la brújula se hace segura y breve y se atreve á surcar todos los mares.

El siglo XV pone fin á las sangrientas batallas que se daban con arma blanca, porque generalizado en el el uso de la pólvora de cuyo invento ya hemos hablado, se economiza la vida de los hombres y las guerras toman un carácter mas humano y mas noble, que da lugar á la pericia y hace que el choque entre dos fuerzas brutales se convierta en un choque dirigido por la inteligencia. El elemento de la guerra era la sola fuerza, y desde entonces esta fuerza está subordinada al espíritu.

En el mismo tiempo las bellas artes se generalizan y toman un carácter noble que no tenian y que era una de las grandes causas de su abandono. Mientras se descubren y nacen tantas cosas, muere otra, la última que quedaba de los pasados siglos. En efecto, en medio de tales novedades, en medio de ese asombroso vuelo del espíritu humano, no podia subsistir el feudalismo, y cayó. Dicho tenemos que el feudalismo era el régimen único que podia fundarse al morir la barbarie, era el eslabon entre la sociedad muerta entonces y la que habia de crearse, un vínculo que las unia á entrambas preséntase la sociedad nueva y el eslabon desaparece, perdiéndose en la oscuridad de lo pasado como se habia perdido la sociedad á que estaba unido por el otro estremo. Se ha verifica

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ya todo lo que anunciamos en nuestra prímera ojeada general:

ha trascurrido el período que comenzaba entonces, y hé aqui que se presenta rodeada de magestad y grandeza la nueva sociedad, producto de los elementos combinados en ese dilatado período.

Tal fue el siglo XV. Sus obras serán eternas, y todo lo que hoy vemos, todas las invenciones de nuestros dias, ese pasmoso grado de perfeccion á que han llegado muchas de las obras de los hombres no son mas que efectos del impulso dado á la humanidad por ese siglo. Resumamos. Durante él se prepararon las reformas religiosas; el poder real sofocando á todos los restantes poderes se hizo formidable; murió el feudalismo dejando á la sociedad mo

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