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D. FELIPE I, APELLIDADO EL HERMOSO,

Y D. JUANA LA LOCA.

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La muerte de la reina de Castilla trajo algunas novedades y dió motivo á desagradables acontecimientos. Ya sabemos que D. Felipe se habia restituido muy pronto á su pais despues de su viage á Castilla, cuya corte grave y circunspecta se ajustaba mal con su carácter festivo y amigo de diversiones; y aun quizás con la rectitud candor de su ánimo. Sus buenas prendas le y el grangearon afecto de los castellanos cuando vino á concluir su matrimonio con D. Juana; mas á pesar de esto no pudo aficionarse á Castilla, porque como decia él mismo, no gustaba de España. D. Fernando en virtud del testamento de su esposa resolvió continuar gobernando en Castilla, y aunque hizo jurar por reyes á D.a Juana y al archiduque, en las Córtes de Toro reunidas en 1505 fue reconocido por administrador de estos reinos. La misma asamblea declaró el impedimento de D.a Juana y todo se puso en noticia de D. Felipe que residia en Flandes. Cuando este supo la muerte de su suegra juzgó que á fuer de marido de D. Juana y de padre de Cárlos; nadie como él tenia derecho á gobernar el reino, si bien era un obstáculo lo dispuesto en el testamento de D.a Isabel. En España mismo la resolucion de las Córtes no plugo á todos, pues muchos grandes desabridos ya con D. Fernando se le mostraron contrarios y quisieron oponerse á que rigiese el reino. D. Juan Manuel, hombre de mucho ingenio y de no poca audacia, desde la corte imperial en donde estaba como embajador de Fernando, se pasó á Bruselas al lado de Felipe cuya aficion habia sabido grangearse mientras este permaneció en España. En vano quiso el rey Católico que dejando á Bruselas fuese á ocupar su puesto cerca del emperador, pues Manuel lejos de obedecer alentaba los deseos de Felipe y hacia que los grandes se mostrasen hostiles á D. Fernando. Este por su parte envió al hidalgo Lope Conchillos á cuyas instancias D.a Juana escribió á su padre declarándole su voluntad de que tu

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viese el gobierno de España. Interceptose la carta, Conchillos fue metido en un calabozo, y la reina mas estrechamente guardada con grave detrimento de su salud y notorio agravio á su estado y á su clase.

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Los autores andan muy discordes no solo acerca de los intentos. que guiaban á D. Fernando, sino tambien por lo que respecta á los medios de que se valió á fin de llevarlos á cabo. Por esto le achacan algunos que quiso casarse con D. Juana llamada la Beltraneja para hacer revivir los derechos de esta á la corona de Castilla, contra los cuales habia peleado él mismo; mas otros lo contradiceu, y es muy arriesgado decidirse en pro ó en contra de este dictámen, porque dividida la nacion en bandos, no es de admirar que el uno inventase cosas que pudieran afear á D. Fernando, y que las negase el otro aun cuando fueran ciertas. Pretendian varios grandes que el rey Católico se retirase á Aragon dejando el reino de CastiHa á sus hijos, y otros fundándose en la menor edad del príncipe Cárlos en el trastorno mental de D. Juana eran de parecer que le correspondia la administracion y el usufruto de estos reinos. D. Felipe entre tanto hablaba de conciertos con su padre y con el rey de Francia, mezclando en ellos los asuntos del ducado de Milan, todo lo cual aconsejó á D. Feruando que por su parte buscase valedores. A este efecto volviendo sus miras á Francia pidió en matrimonio á Germana de Foix hermana de Luis XII; demanda que mucho agradó al frances, porque como sabemos habia llevado la peor parte en la guerra de Nápoles. Entre los pactos que se concertaron para este enlace fue uno de ellos el que Luis XII ayudaria á Fernando en caso de que el archiduque y el emperador pretendiesen removerle de la gobernacion de Castilla. Este tratado alarmó mucho á Felipe, quien siguiendo el consejo de Manuel hizo entender á su suegro por medio de sus embajadores que queria terminar amistosamente sus diferencias, lo mismo que protesto el rey Católico, mientras uno y otro por bajo mano obraban en muy distinto sentido. A pesar de esto hallándose el rey en Salamanca á 24 de noviembre ajustó una concordia con su yerno pulando que el gobierno de Castilla se ejerceria en nombre de los

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dos monarcas y de la reina; que esta y su esposo serian jurados por reyes al punto que llegasen á España, el rey Católico por gobernador y el príncipe D. Cárlos heredero de la corona: que las rentas se repartirian por mitad entre padre é hijos, y que por mitad tambien conferirian los destinos. Esta concordia desagradó al archiduque, mas aceptóla sin embargo, puso en libertad á Conchillos, y al comenzar el año 1506 al frente de una poderosa escuadra se dirigió á España con su consorte.

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Mientras tanto se verificaban las bodas del rey Católico con D.a Germana, y se disponian las cosas para el recibimiento de los dos reyes. Una tempestad arrojó á estos á las costas de Inglaterra en donde se detuvieron tres meses; mas al fin salidos de allí desembarcaron en la Coruña á 28 de abril. La llegada de Felipe hizo tomar á los asuntos un nuevo rumbo; asi fue que todos los señores que le eran afectos se declararon por él abiertamente, se dió por nula la concordia ajustada en Salamanca y se resolvió escluir del gobierno á D. Fernando. Aunque éste no ignorase lo que se habia pensado, envió á dos caballeros de su parcialidad á visitar á los recien venidos, y él mismo tomó el camino de Leon para hacer otro tanto. Despues de muchas dilaciones y de algunos disturbios entre los señores castellanos adictos á Felipe, y los Flamencos que este trajo; despues de haber juntado el rey Católico muchas tropas so color de poner en libertad á su hija; despues de grandes dificultades acerca del lugar en donde pudieran conferenciar los reyes, últimamente el arzobispo de Toledo por una parte y D. Juan Manuel por otra concordaron aquellas divergencias, y los dos reyes se vieron entre la Puebla de Sanabria y Asturianos, en donde Don Felipe se presentó en son de guerra y con mucho acompañamiento, al paso que D. Fernando no llevaba mas que doscientos hombres desarmados. Al reunirse quiso D. Felipe echar pie á tierra, y besar la mano á su suegro; mas este le abrazó y besó con mucho amor y alegría. Conferenciaron los dos solos y no concluyeron cosa alguna; mas á la postre en 27 de junio se asentó nueva concordia en virtud de la cual el rey Católico dejaba el gobierno de Castilla á su yerno, y se retiraba á Aragon conservando el maestrazgo de

las órdenes y los restantes legados que le hizo D.a Isabel en su testamento. De secreto sin embargo protestó contra aquella concordia como arrancada á la violencia y por temor, en vista del aparato de guerra con que vino Felipe. Esto no obstante en 5 de julio los monarcas se vieron segunda vez en Renedo, hablaron muy amigable y afectuosamente, y desde allí D. Fernando se partió para

su reino.

rey

á

La intencion de Felipe y de los grandes que le seguian era hacer que las Cortes declararan la incapacidad de D.a Juana, á la cual tenian encerrada; mas la asamblea lejos de acceder á este paso que consideraba como un agravio á su soberana, la juró por reina, por su esposo, y por príncipe heredero al hijo de ambos D. Cárlos. A poco tiempo comenzaron á agriarse algunos señores de Castilla por el gran favor y la mucha mano que iban teniendo en el gobierno los flamencos que con Felipe vinieron, y no faltaba quien echase de menos el gobierno de Fernando, que magüer que rígido y algunas veces desconfiado, habia contribuido en gran manera en vida de D.a Isabel á que la nacion llegara al punto de gloria y de riquezas que alcanzó entonces. Tal vez las cosas hubieran tomado un aspecto grave y traido serios desacuerdos, cuando en 25 de setiembre hallándose D. Felipe en Burgos fue asaltado por una violenta calentura en el momento en que acababa de jugar á la pelota, y murió á los veinte y ocho años de edad, y á los nueve meses de su venida á España.

REGENCIA DE D. FERNANDO

EL CATOLICO.

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Fácil es comprender la turbacion que causó aquel fallecimiento las novedades que en consecuencia del mismo se temieron. En efecto, incapaz D. Juana de regir el cetro y ocupada esclusivamente en llorar á su marido, ni podia atender á los negocios ni quiso nombrar persona que en defecto suyo cuidara de ellos. Los castellanos en tal conflicto debian elegir entre el emperador Maxi

miliano padre de Felipe, y el rey D. Fernando padre de D.a Juana. Habíanse ya dispertado las pasiones, ido los grandes muy cerca de un rompimiento sosteniendo unos al emperador y abogando otros por el Católico; cuando se convino en que no se hiciese innovacion alguna, y en que se escribiera á Fernando rogándole que diese la vuelta á Castilla. No todos se conformaron en este último punto; mas sí los principales y de mas valer, á cuya cabeza se hallaba el arzobispo de Toledo Gimenez de Cisneros, que con su mucho talento y empleando halagos y promesas supo disipar la tempestad que se engrosaba.

El rey Católico dejado el gobierno de Castilla y vuelto á Aragon se habia dirigido muy luego á Nápoles y acababa de llegar á Portofino, en territorio de Génova, á principios de 1507, cuando recibió la noticia del fallecimiento de su yerno y las cartas en que sus aficionados le rogaban que se viniese para España. Contestó al mensage encareciendo cuanto les importaba á los castellanos obedecer á la reina y prometiendo volver en el instante en que hubiese arreglado los negocios de aquel reino. Para esto hizo rumbo hácia Nápoles en la que entró, y cuya investidura le concedió en 1510 el pontífice.

El juego en el ínterin habíase revuelto en Castilla en donde todo eran disensiones, armas y partidos que amenazaban grandes trastornos. Comprendiendo D. Fernando, á quien de todo se daba noticia, que las cosas podrian llegar á punto de no ser posible arreglarlas, trató de apresurar la vuelta y salió de Nápoles con intento de avistarse en el camino con el rey de Francia que se encontraba en Italia. Viéronse y habláronse en Saona, y despues de concertar algunas cosas acerca de una empresa contra Venecia, de la cual ya antes se habia tratado, prosiguió el rey su viage y aportó en Valencia á 11 de junio. Con su llegada allanáronse todas las dificultades, y los grandes desabridos hasta entonces se fueron apaciguando y presentándose al nuevo gobernador del reino. Dentro ya de Castilla vióse D. Fernando con su hija D. Juana, y desde luego comenzó á entender en el gobierno sin contradiccion de nadie, pues si bien algunos grandes se habian encastillado en varios pue

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