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co esperarle, salieron á su encuentro en número de cuatro mil infantes y tres mil caballos, y soltando las acequias que atravesaban los prados los convirtieron en pantanos. Los turcos que en sus filas militaban temiendo que se habian mancomunado con los de Atenas para acabar con ellos no quisieron tomar parte en la lucha; mas los nuestros lejos de amilanarse por esto atacaron á los contrarios, y metiéndolos á viva fuerza en los lodazales hicieron en ellos una terrible carnicería, ayudados por los turcos que al ver el encarnizamiento de la pelea, no pudieron dudar que no se trataba de dañarlos á ellos. En la refriega murió el duque; y los nuestros vencedores en pocos dias se apoderaron de las ciudades de Tebas de Atenas, y de todo el territorio que constituia su ducado. La victoria puso en sus manos las riquezas y las haciendas de los vencidos, casáronse con las mugeres principales de la provincia, y despues de trece años de incesante guerra y de inauditas hazañas fundaron el principado de Atenas, en cuya capital tremoló durante un siglo y medio la bandera aragonesa.

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Tal fue el término de aquella espedicion memorable que referida por el historiador griego Niceforo y por nuestro paisano Muntaner, testigo de vista y persona muy notable en el ejército, ha llegado hasta nuestros dias dispertando, en cuantos tienen noticia de ella, aquel sentimiento de admiracion que producen siempre los grandes hechos (1).

(1) Sepultada yacia esta célebre empresa en las crónicas de nuestro pais, sin que la trompa épica hubiera hecho resonar su fama, cuando la Academia de Buenas letras de Barcelona', deseosa de premiar el talento y de que sean conocidas las glorias de nuestra patria, atendió nuestra humilde propuesta abriendo á principios del año 1841 un certamen poético en que ofreció dos premios á los dos vates que mejor cantaran en lengua de Castilla ó en la misma en que la espedicion fue escrita, la heroica jornada de los Catalanes y Aragoneses que humillaron el poder de los Turcos y Griegos. Cuatro fueron los que se presentaron en la lid, y en el momento en que escribimos la Academia va á ceñir con la corona del vencimiento à dos de ellos, cuyos nombres. estarán ocultos, como en tales certámenes acontece, hasta el dia muy cercano ya en que públicamente se galardonará el mérito de las composiciones.

CONTINUA EL REINADO DE D. FERNANDO IV.

Gozábase paz en Castilla, habíala en Aragon, estaban tranquilos los Portugueses, acababa de morir D. Juana dejando el trono de Navarra á su hijo Luis el Hutin, y corria el año 1305, cuando cortamos nuestra historia.

Despues de las muchas desavenencias que hemos visto y de los distintos partidos que siguió D. Juan Nuñez de Lara, llegó como dijimos á tener mucha privanza con el rey Fernando. Cansado este de su valido lo hubiera alejado de sí con mucho gusto para sustituirle D. Lope de Haro, á no entender que convenidos entre sí estos dos caballeros se preparaban para trastornar de nuevo el sosiego del reino. Entonces á trueque de que este no se turbara hizo mercedes y prodigó riquezas, y al fin pudo contentar al de Lara que de pronto se habia rebelado abiertamente contra su rey.

Las intestinas discordias de los moros vinieron por entonces á ofrecer á los cristianos una ocasion propicia para combatirlos á menos costa. Ello fue que Soliman Aben Rabie, gobernador de Almería, se alzó contra su señor el rey de Granada, contando al parecer con la ayuda de D. Jaime de Aragon, sin embargo de lo cual Mohamad acometió la plaza y se hizo dueño de ella. No le faltaban á Soliman partidarios, y por lo mismo si el de Granada le venció no pudo aquietar de pronto el bando que en su favor se habia levantado; y esto si no produjo una guerra civil fue un grave obstáculo para que Mohamad pudiera salir ileso de la liga concertada contra él por los cristianos. En efecto, D. Jaime y D. Fernando acordaron hacerle la guerra, echándose aquel sobre Almería y atacando este á Algeciras, mientras que favoreciendo al rebelde Soliman la escuadra aragonesa se dirigia contra Ceuta que poco antes conquistó el rey de Granada. Los Aragoneses fueron felices en esta empresa, pues tomaron aquella ciudad que quedó en poder de Soliman.

En la alternativa de á cuál de los dos riesgos acudiria primero,

determinó el rey moro defender á Almería que ya D. Jaime tenia cercada; mas aunque con mucha gente presentó la batalla á este para forzarle á levantar el sitio, fue vencido y rechazado por dos distintas veces con pérdida muy considerable. El empeño de los aragoneses no fue sin embargo cual debiera, porque sin causa alguna aparente despues de ocho meses de cerco se retiraron de la vista de Almería en febrero de 1310.

Mas provechosa fue la jornada del castellano, pues aunque desistió tambien del sitio de Algeciras en que hubo de perder la vida D. Diego Lope de Haro, fue para llevar su ejército á Gibraltar, de cuyo punto se hizo dueño por medio de una capitulacion, en virtud de la cual se concedió á los moros la vida y la libertad de salir con sus bienes muebles y de retirarse al Africa, que fue el partido que muchos abrazaron. En el sitio de Gibraltar murió aquel D. Alonso Perez de Guzman, apellidado el Bueno, á quien vimos defender con tanto denuedo la plaza de Tarifa. Cuéntase que al salir de Gibraltar un moro ya entrado en dias y que fue comprendido en la capitulacion, encarándose con el rey D. Fernando le dijo: Grande es, señor, la desdicha mia, la cual Labré merecido ,,sin duda por mis culpas. Triste es por cierto tener que andar to„da la vida desterrado, mudando de domicilio á cada paso, y ha,,ciendo alarde de mi desventura en todas partes. D. Fernando tu bisabuelo me echó de Sevilla, y entonces me recogí en Jerez ; tu ,, abuelo D. Alfonso tomó aquella plaza, y hube de refugiarme en ,,Tarifa: en ella penetró tu padre D. Sancho y me asilé en Gibraltar, donde al fin pensaba acabar en paz mis dias, cuando hé ,,aqui que tú conquistas la plaza y me arrojas fuera. Ya no me ,, queda otro recurso que pasar al Africa para ver si hallaré un „, rincon en que pueda terminar con sosiego mi larga y trabajosa vida."

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Con la toma de Gibraltar y con la entrega de algunas plazas al rey Fernando, hizo este la paz con Mohamad, y despidiendo el ejército dió la vuelta á Sevilla. Esta paz sin embargo fue poco duradera para el infeliz rey de Granada, quien si logró conjurar la tempestad que por parte de los reyes cristianos le habia amenaza

do, no pudo hacer rostro á los partidos que contra él se alzaron

entre los suyos.

saquear

Mientras el rey se ocupaba en defender y gobernar su estado, se levantó en Granada un bando á favor de su hermano Nazar, so pretesto de que estando el rey casi ciego no era capaz de dirigir las cosas del reino cual convenia. Concertados pues los principales. caballeros, arreglaron una conjuracion con tanto sigilo que no se traslució cosa alguna hasta que en la mañana de uno de los dias del año 1309, el pueblo se reunió en torno del alcázar gritando viva el rey Nazar, mientras que por otro lado gran muchedumbre de gentes penetrando en la casa del primer wasir la saquearon de alto abajo, haciendo pedazos cuanto no pudieron llevar consigo. No saciados con esto fueron al palacio real en busca del wasir á quien mataron delante del mismo rey, comenzando luego á la morada de este. Los caudillos de la sedicion intimaron éntonces á Mohamad que abdicase la corona ó se resolviera á perder la vida, puesto que el pueblo proclamaba por rey á su hermano Nazar. Mohamad en tal conflicto abandonado de los suyos y no viendo recurso alguno, accedió á la demanda de los conjurados é hizo la abdicacion solemnemente. Nazar fue proclamado y Mo-. hamad recluso en un castillo. No habia trascurrido mucho tiempo desde que Nazar empuñó el cetro, cuando violentamente atacado de un accidente de aplopejía hizo desesperar de su vida, en términos que los amigos de Mohamad corrieron á su encierro y á viva fuerza lo llevaron á Granada con ánimo de sentarle otra vez en el trono. Sus intentos sin embargo no surtieron efecto, pues Nazar se habia restablecido y fingió creer la escusa dada por Mohamad de que habia venido á visitarle, porque tuvo noticia de su dolencia. Poco tiempo despues de este suceso murió Mohamad, con lo cual Nazar vino á ser rey legítimo, puesto que aquel no dejó hijos.

Dada noticia de estas revueltas entre los moros, fijemos otra vez nuestra atencion en Castilla, cuyos pueblos jubilaban en gran manera por el nacimiento del infante D. Alfonso que vino al mundo en 3 de agosto de 1311, y el cual muy luego debia suceder á su

padre. Elegido árbitro el rey de Aragon para zanjar algunas discordias que sobre la pertenencia de varios lugares de la frontera se habian suscitado entre los reyes de Portugal y de Castilla, se fue este á Valladolid para donde convocó Córtes generales, á fin de qué le concediesen los socorros indispensables con el objeto de salir de nuevo á campaña contra los moros, segun poco antes habian acordado de hacerlo con el monarca aragones. Las Cortes, cuyo primer anbelo era teuer el territorio español libre de enemigos esteriores, por mas que vieron los menguados frutos` que las antecedentes espediciones habian producido, no se mostraron escasas en conceder recursos, porque la ocasion les parecia favorable, y contando con la amistad y con la concurrencia del rey D. Jaime confiaban con justo motivo que aquellos sacrificios serian provechosos. Tales esperanzas aunque fundadas salieron fallidas, nó por negligencia de los hombres sino porque Dios en su incomprensible sabiduría dispuso que de nuevo cayeran sobre Castilla los males que tantas veces hemos deplorado.

Apenas asomó la primavera de 1312, cuando el ejército ya reunido se encaminó á sitiar á Alcaudete hácia donde fue D. Fernando. Poco antes habia sido muerto en Palencia al salir de palacio un caballero de la casa de Benavides, y como el rey quisiese castigar aquel homicidio, hallándose en Martos cuando se dirigia hácia Alcaudete mandó prender á D. Juan y á D. Pedro Carbajal, de quienes se sospechaba que podian haber sido los matadores. La historia, por consentimiento casi unánime de todos los que la han escrito, nos demuestra que en esta circunstancia el rey no procedió con el pulso ni con la madurez que semejantes negocios requieren, dejándose transportar por el contrario del deseo de castigar aquel delito. Los dos acusados presentaron sus descargos, y aunque no fueron vencidos en juicio se los declaró reos del crímen de lesa magestad, y sin que cosa alguna bastase á calmar el enojo del monarca, ambos hermanos fueron arrojados de lo alto de la famosa peña de Martos. Mientras los conducian al lugar del suplicio pro testaban de su inocencia diciendo á voz en grito que se los conde naba á tuerto; mas viendo que no podian alcanzar la justicia á que

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