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personas que no habian renunciado al deseo de gobernar el reino. Entre ellas estaban en primer lugar la reina D. María, el infante D. Felipe, y D. Juan el Tuerto, hijo del infante D. Juan que perdió la vida en la última batalla con los moros. Semejante al desacuerdo entre los aspirantes al poder era el que reinaba entre los pueblos que debian sujetarse á su dominio. Dividida Castilla en partidos, cada ciudad abogaba por el pretendiente de quien era mas devota, y en una misma poblacion habia diversas banderías, cual acontece en todas las discordias civiles. En vano la reina D.a María escribió á todas las ciudades recordándoles la lealtad á que estaban obligadas, y amonestándolas para que sacrificasen sus odios particulares al procomunal de la tierra: la falta de inteligencia entre los castellanos databa ya de luengos años, y las discordias habian relajado ya mucho los vínculos de fraternidad para que repentinamente pudiesen de nuevo hermanarse y atender al bien de todos. Asi segregándose las provincias de la union general, la Andalucía llamó por su gobernador á D. Felipe, mientras que Castilla la Vieja se entregaba á D.Juan, y á D.Juan Manuel el reino de Toledo y el territorio de Estremadura. Cada uno de estos gobernadores, deseando arrebatar al otro lo que poseia, no perdonaban medio alguno para ganarse á los pueblos, que incautos siempre é irreflexivos se apartaban del bando á que se habian aficionado primero para alistarse en el contrario.

En tales circunstancias no es difícil concebir el desgobierno de Castilla y de qué manera los usurpadores del poder lo convertian en grangería, y los pueblos contando con la impunidad por parte de los que deseaban hacérselos suyos se entregarian á toda clase de desórdenes.

Este era el estado de las cosas cuando el papà deseando poner término á tan graves daños envió un legado, cuyo primer paso fue procurar una reunion de Córtes en Palencia. Quizás con esto se aquietara aquella tempestad terrible, cuando vino á turbar de nuevo las cosas la muerte de la reina D.a María, acaecida en Valladolid en 1.o de junio de 1322. En efecto, el fallecimiento de esta señora, que en los tres últimos años de su vida puede decirse, aunque

nó rigurosamente, que tuvo confiado el gobierno, fue causa de que se encendieran con mayor viveza las discordias que con mas ó menos porfía fueron sostenidas aun durante cuatro años. Su término estaba reservado para cuando Alfonso Ilegase á la mayor edad. Todos los hombres sensatos que de buena fe se condolian de las desgracias de su patria esperaban aquel momento como la mayor dicha que pudiera sobrevenir al reino. El cansancio de tantas guerras y tantos males que tarde o temprano alcanzaban á todos, la precoz madurez de D. Alfonso, y la necesidad de respirar en paz despues de tan recios afanes, hicieron que en lo general fuese recibida con gusto la decision del monarca de hacerse declarar ma

yor de edad y de regir las riendas del estado en 1326, en que solo tenia quince años. Su mucha prudencia hacia concebir de él las mas lisongeras esperanzas, y por otra parte habian llegado las cosas á tal punto que cualquiera mudanza parecia favorable, cuanto mas la que poniendo el cetro en las manos que debian empuñarle era seguro que cortaria el vuelo de las ambiciones y apaciguaria la bravura de los partidos.

ALFONSO XI,

APELLIDADO EL JUSTICIERO O EL VENGADOR.

Con el principio del nuevo reinado no se calmaron tampoco las tempestades, porque el viento de la ambicion soplaba bravamente por mil puntos; y la licencia á que el pueblo se habia acostumbrado era harto grande para que de pronto pudiese enfrenarse. Sentado Alfonso en el trono de sus antepasados á la corta edad de quince años, se dirigió á los gobernadores del reino, los cuales muy luego se presentaron en Valladolid, deseando cada uno de ellos ser el primero en merecer la gracia del monarca; pero se habian adelantado á todos Garci Laso de la Vega, y Alvar Nuñez Osorio, que gozando ya del favor de D. Alfonso podian reputarse por sus principales consejeros. Terciaba con ellos en la privanza el judío Jusef, que á sus muchos caudales reunia todo el ingenio y

la perspicacia que eran necesarios para buscar recursos con que hacer frente á los gastos del estado á despecho de la escasez que produjeron las pasadas guerras. Estos tres hombres dirigieron desde el primer momento el gobierno de D. Alfonso.

Mientras las ciudades y los pueblos se gozan en la perspectiva de paz que las buenas partes de D. Alfonso les prometen, volvamos la vista hácia Granada, en donde una sangrienta catástrofe ha dado fin con el príncipe reinante. La triste jornada en que murieron peleando contra los moros los dos infantes de Castilla, alentó como debe suponerse la audacia de los infieles que atacaron y se hicieron dueños de varios puntos, entre ellos de la ciudad de Martos, desde donde trajeron á Granada muchos cautivos. Habia entre estos una hermosa jóven á la cual con riesgo de su propia vida libertó del desenfreno de la soldadesca Mohamad ben Ismail, hijo del wali de Algeciras y primo hermano del rey de Granada, quien á pesar del parentesco que con el jóven le unia, y sin estimar en nada los derechos que sobre la esclava habia este adquirido, se la arrebató despóticamente y la hizo llevar á su harem. Ofendido Mohamad apeló de pronto á los ruegos para que la esclava le fuese devuelta; mas como el rey en vez de acceder á su demanda lo rechazase agriamente y con palabras muy duras, el jóven propuso en su corazon lavar con sangre el sufrido ultrage. Hizo entender sus deseos á varios amigos que le prometieron valerle, y con el intento de impedir que el raptor gozase el fruto de su alevosía trató de acelerar el momento de la venganza. Tranquilo estaba Ismail en la Alhambra de Granada sin hacer cuenta con su primo y sin calcular que ningun enemigo es despreciable por pequeño que aparezca, cuando al salir de palacio en el tercer dia de su triunfante entrada en la capital se le acercaron Mohamad y sus amigos con achaque de saludarle; y sacando el primero un puñal que escondido llevaba, clavóselo repetidas veces en la cabeza y en el pecho. A su lado cayó muerto el wasir que quiso defenderle, y cuando la guardia llegó al lugar del asesinato ya los conjurados se habian puesto en salvo. Algunos sin embargo fueron presos y pagaron su complicidad con la vida; mas el segundo wa

TOMO II.

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sir conociendo los resultados que podia tener aquella trama, y recelando que muerto el rey, aquel suceso parase en una guerra civil, aseguró que las heridas del monarca eran leves, y llamó á los principales dignatarios diciéndoles que el rey queria hablarles. Reunidos todos en palacio se presentó el segundo wasir llevando por la mano á Mohamad hijo de Ismail, y príncipe de edad muy temprana, y les manifestó que este queria que le jurasen por sucesor suyo. Todos los congregados lo ejecutaron sin la menor repugnancia, y entonces el wasir les comunicó la muerte del soberano. Publicóse la noticia por la ciudad toda, y el nuevo rey fuc proclamado con universal regocijo. Por su corta edad de doce años rigió el gobierno el wasir Abul-Hasan, y por muerte de este Almahruc, cuyo despotismo logró oprimir á sus iguales, humillar á la nobleza, oscurecer el mérito donde quiera que se hallase, desterrar á Almería á Ferrag, y enviar al Africa á Ismail, hermanos ambos del rey Mohamad, apellidado Abu-Abdala. Llegado ́este á la mayor edad depuso al ambicioso wasir, y empuñando el cetro que el regente dejaba comenzó á gobernar los estados de su padre.

Mientras su mando nada particular ofrece que tenga relacion con los cristianos, acudamos á las cosas de estos que andan asaz de complicadas. Aunque durante el reinado de D. Fernando IV y la

menoría de Alfonso XI hemos hablado distintas veces de D. Jaime II de Aragon, no olvidamos que quedó suspendida su historia particular en el año 1310, y en el momento en que acababa de retirarse del sitio de Almería. Aqui darémos cuenta de lo demas que se refiere al mismo hasta su muerte, con el objeto de esponer despues desembarazadamente el reinado de D. Alfonso XI de Castilla. Tomando pues las cosas en el punto en que quedaron entonces, dirémos, que habiendo fallecido en Barcelona en 14 de octubre de 1310 D. Blanca esposa de D. Jaime II, á los cinco años de viudez contrajo nuevo matrimonio con D. María hija del rey de Chipre Hugo III; y la prematura muerte de esta señora acaecida en Tortosa á los cuatro años de su enlace dió lugar á que se casara otra vez en Tarragona, y el dia de navidad de 1322 con D. Elisenda

de Moncada hija de D. Pedro de Moncada, de la cual no tuvo hijo alguno.

Renunciadas por D. Jaime hijo la primogenitura y la sucesion á los reinos de su padre, y convocadas las Córtes generales en Zaragoza, en 15 de setiembre de 1320 fue jurado por primogénito y sucesor el segundogénito D. Alfonso. A los dos años de este acontecimiento y en el mismo dia en que D. Jaime II se unió con D.a Elisenda, el infante D. Alfonso por disposicion de su padre, levantó su estandarte en la ciudad de Barcelona con el objeto de dirigirse hácia Cerdeña de donde queria el rey arrojar á los Pisanos. Habíanle ya prometido su concurso para esta empresa los Catalanes, cuyo ejemplo imitaron los Aragoneses á solicitud del mismo infante, que fue á Aragon con el doble objeto de alcanzar socorros y de poner fin á las discordias que habia entre las comunidades de varios pueblos. Las solicitudes del rey de Aragon no pudieron recabar del papa que le ausiliase en su proyecto, y sin contar con este apoyo se rompió la guerra en el año 1323, y en junio del mismo partió el infante D. Alfonso para Cerdeña. Los habitantes del pais fácilmente se avinieron á tratar con el príncipe; mas nó asi los lugares en que mandaban los Pisanos, los cuales seguian haciendo la guerra contra el rey de Aragon aunque nó con próspera fortuna. Despues de varios hechos de armas y de muchos trabajos y penalidades que los nuestros sufrieron, ya por efecto de la guerra, ya con motivo de muy graves enfermedades que causaron la muerte á no pocas de las personas de mas valía que con el infante estabau, al fin se ajustó la paz con la señoría de Pisa concediéndole en feudo algunos castillos de la isla, y quedándose el infante en posesion de lo restante.

Asentadas asi las cosas se vino D. Alfonso á Cataluña, mas como algun tiempo despues los Pisanos rompiesen la paz se enviaron nuevas fuerzas, las cuales pusieron en tanto estrecho á los de Pisa, que estos solicitaron nuevamente la paz que les fue concedida aunque perdiendo todo su señorío en Cerdeña. En tal estado se hallaban los negocios generales del reino cuando en 2 de noviembre de 1327, y á la edad de sesenta y seis años falleció en Barcelona

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