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misma doctrina, se les proponen unos propios misterios, se les intiman los mismos preceptos, se les llama á una sola Religion verdadera, y que como santa reprueba en todas el vicio, manda la práctica de las virtudes, castiga la culpa y premia las buenas obras, Judea y Samaria, la Palestina y Egipto, Roma y Cartago, ven á estos inocentes corderos entrarse intrépidos en medio de los carnívoros lobos, y oyen que con voz entera intiman á unos borrar las antiguas y ya abolidas tradicciones de sus mayores, y á los otros que incendien y aborrezcan las fabulosas deidades, los falsos númenes que impiamente habian robado sus adoraciones; á unos y otros que reconozcan, veneren y reverencien en espíritu y verdad, por Hijo de Dios vivo, -por Dios y Hombre verdadero, por Criador, Redentor y Salvador del género humano aquel Señor Jesus. que murió crucificado como un criminal entre dos facinerosos; pero que resucitó por su propia virtud y poder al tercer dia como lo habia predicho, Poderosos en obras y en palabras, lo que no alcanzaban con estas, lo lograban con aquellas, A su querer y voluntad se retiraban las enfermedades, daban vista á los ciegos y oido á los sordos, aptitud á los miembros que estaban yertos, y mandaban retirar la lepra; á su mandado, la muerte restituia la vida á los que ya eran cadáveres; los clamores y forzada confesion que hacian los demonios del poder de los Apóstoles, cuando estos los espelian de los cuerpos, con todo género de portentos, señales y maravillas, confirmaba su celestial doctrina, y la santidad de esta era el testimonio de la verdad y realidad de sus milagros. Atenas, Grecia toda oyó de Pablo estas cortas palabras: El Dios, á quien por desconocido habeis consagrado aras, y á quienes vengo á hacer conocer, os manda que le ameis sobre todas las cosas, y al prójimo como á vosotros TOM. IV.

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mismos, y con ellas solas aprendió mas, que cuanto habian alcanzado y podrian alcanzar todos sus sábios hasta el fin del mundo. Enarbóla Pedro la Cruz en Roma, y á vista de este trofeo en que el Salvador triunfó del demonio, de la muerte y del pecado; la dominadora, la altiva, la gran Roma rinde sus armas, cesa el ronco rumor de sus instrumentos bélicos, despedaza sus saetas, lima el filo de sus fa langes, arroja de sí el error y se abraza fuertemente con la verdad; la parca, que risueña seguia sus huestes, vé absorta á Roma pacífica y humana, la vuelve las espaldas, y se retira de ella llorosa, desesperanzada de hacer por ella mas víctimas. Dobla Roma sus pendones, sus banderas, sus flácmulas y gallardetes, y con los innumerables laureles que habia cortado en los campos de Marte, las guirnaldas que la tegió Palas, y las coronas con que le honró Belona, se rinde, se postra, besa humilde el pie y lo pone todo bajo las plantas de un pescador, de Simon, gran Sacerdote, Pontífice sumo de la ley de gracia: de Pedro, Vicario de Jesucristo y cabeza del apostolado. Fija Pedro allí su cátedra, pone su Silla, y en ella no faltará quien le suceda legítimamente hasta la consumacion de los siglos. Es Jesucristo la Piedra angular de la Iglesia, y los Após. toles son piedras fundamentales de la misma; y ya por esto, y ya porque todos ellos enseñan en el mun. do lo que aprendieron del Hijo de Dios y de su santo Espíritu, sin variacion, alteracion, ni diferencia en la doctrina, la cual ha llegado á nosotros conforme ellos la predicaron, y se transmitirá infaliblemente de generacian en generacion, hasta el último mortal, y por esto se llama apostólica.

La Iglesia de Dios se titula tambien Romana.

Despues que se ha hecho una suscinta reseña de

las notas que el santo y eucuménico concilio primero de Nicea, insertó en el Símbolo de nuestra fe, para que los fieles conociesen con toda evidencia la Iglesia de Jesucristo, en quien únicamente pueden unirse estas sublimes circunstancias: es del todo necesario, que aunque sea con la misma precision se diga por qué la llamamos tambien Romana. Nada hay mas sabido que la historia de esta ciudad y de sus hijos, y no es de nuestro intento recordar su fundacion, sus adelantos en lo material y formal, su civilizacion y cultura, sus progresos en las ciencias y en las artes, su Religion y sus leyes, sus costumbres, y relaciones con las potencias estrangeras, su política esterior é interior, la cruel y constante variacion y pruebas que hizo de todo género de gobiernos, sus casi no interrumpidas guerras, en las que sufrió descolabros y consiguió tantos triunfos, que logró dominar casi todo el mundo conocido; y con esto se hizo tambien depositaria de todos los cultos que inventó la idolatría mas grosera, y de todos los númenes que forjó el gentílismo mas ciego. Con todo, no es ageno del presente propósito traer á la memoria, que cuando fue destruida y aniquilada la célebre Babilonia, figura espresa del infierno, como se lee en el Apocalipsis, por su grande confusion, por sus desórdenes y execrables vicios, porque era habitacion de demonios, y guarida de los espíritus inmundos; fue cuando se fundó Roma, que habia de ser un dia cabeza del orbe, ciudad santa por esce-> lencia, nueva Sion y reino eterno de Dios. Parece que ordenó la Providencia, cuyos juicios son inapeables, que cuando vino á tierra la corte de los soberbios caldeos y asirios, saliese de cimientos, y se elevase á la mayor grandeza la ciudad que habia de ser metrópoli del humildísimo Pedro y sus sucesores, que tienen el mayor placer en titularse siervos de los siervos del Señor. Es muy justo y debido que

la virtud abata, confunda y se señoree sobre el vicio, y así fue tambien conveniente se edificase Roma sobre las ruinas y escombros de Babilonia..

Esta Roma no es ciertamente tan célebre por sus victorias, por sus triunfos y glorias terrenas, cuanto lo es por la gloria espiritual á que Dios quiso elevarla. El profeta Balaan antevió á esta ciudad famosa, y dijo hablando de ella: Vendrá una gente en galeras desde Italia: vencerá á los asirios, destruirá á los hebreos, y al fin tambien ella misma perecerá. Esta profecía, que se lee en el libro de los Números (1), se halla confirmada con toda espresion y claridad en el libro de Daniel (2), y asi lo declaran varios intérpretes y espositores. Quiso el Señor que los romanos subyugasen por las armas temporalmente á los de Siria, Mesopotamia y de otras mus chas regiones, para que despues por su doctrina celestial y su fe sujetase Roma á su imperio pacíficamente todo el mundo, contenplándola todas las gentes como centro de unidad y capital del universo religioso. Por su dominacion temporal y espiritual fue figurada Roma en la estátua que vió Nabucodonosor, é interpretó Daniel, cuya última parte era enigmáticamente de hierro. Asi como nada se resiste á este metal, todo lo doma, todo lo rompe y todo lo destroza; del mismo modo el imperio espiritual de Roma sujeta todas las gentes, y rinde á sus pies á todo el mundo. Aquel anuncio de Balaan, de que al fin Roma tambien pereceria, se esplica muy bien por el contesto de Daniel en la estátua dicha, cuyos dedos eran parte de hierro y parte de barro. Esta destruccion de la gente romana, se verificó á la letra, y en la forma y modo que anunció David cuando dijo: Periit memoria eorum cun sonitu (3).

Numeroa, cap. 24, v. 24.
v. 30.

Dan. cap. II, (3) Salm. 9, v. 7.

La dominacion y memoria de los romanos gentiles, desapareció al sonido de la trompeta del Evangelio: con la predicacion de los Apóstoles, anunciando la Religion verdadera, quedó destruida Roma en sus antiguas idolatrías y en su dominacion terrena, simbolizada en la parte de barro, que formaba los dedos de la estátua; pero en su dominacion espiritual, en su poderío por la fe del Altísimo, figurado en el hierro el imperio romano, es sólido, firme é incontrastable: jamás será destruido, ni será presa de otra nacion; él quebrantará á los reinos que se le opongan, porque reinando invisiblemente en Roma el Señor Dios de Israel, dominará de generacion en generacion, como dice David (1); é imperando visiblemente allí mismo el Vicario de Jesucristo, su silla será inmovible hasta la consumacion de los siglos (2). Por esto Jesucristo nuestro Señor congratulaba à su Padre diciendo: Te confesaré, Padre mio, en la Iglesia magna, y te alabaré en medio del pueblo magestuoso y grave. Oyendo esto Baruc, esclamó lleno de admiracion: ¡Oh Israel, cuán grandiosa es la casa de Dios, y qué inmensas sus posesiones! Y viendo á Roma desde lejos, la dijo: Levántate, Jerusalen (es Roma la nueva Jerusalen terrestre), y ocupa el lugar mas elevado; estiende desde él tu vista, y mira como tus hijos se reunen en tu rededor, viniendo alegres del Oriente y del Ocaso del sol, atraidos de la suavidad y dulzura de la palabra santa de Dios. Levántate, repite, y pon tú asiento en lo escelso: levántate del polvo de la tierra, quiso decir el Profeta, en que yacias antes del advenimiento ó publicacion de la ley de Gracia. Ponte en el lugar eminente que corresponde á la elevacion de tu doctrina, la cual enseña por todo el orbe

1) Psalmo 145, V. 10.

(2) S. Mateo, cap. 28, v. 20.

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