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de Sotomayor maestre de Alcántara cerraban el esquadron. El Rey y en su compañía don Gutierre arzobispo de Toledo y conde de Haro guiaban y regían la retaguardia, cuyos costados forticaban de una parte el prior de San Juan y don Diego de Zúñiga, de otra Rodrigo Diaz de Mendoza mayordomo de la casa real У Pedro de Mendoza señor de Almazan. Estuvieron en esta forma gran parte del dia sin de la villa saque liese ni se moviese nadie. Apenas quedaban dos horas de sol quando mandaron que la gente se recogiese á los reales. Entonces los aragoneses salieron con grande alarido á cargar en los contrarios. Pensaban que la escuridad de la noche que estaba cercana, si fuesen vencidos, los cubriria, y si venciesen, no los estorbaria por ser pláticos de la tierra y por sus muchos caballos. Cerraron los primeros los caballos ligeros. Acudieron los demas, con que la pelea se avivó. Las gentes de Aragon iban en dos esquadrones, el uno que llevaba por caudillo al infante don Enrique, acometió a los del condestable don Alvaro: el de Navarra cargó contra el príncipe don Enrique su yerno. Pelearon valientemente por ambas partes. Adelantáronse el maestre de Alcántara y Iñigo Lopez de Meudoza para ayudar á los suyos que andaban apretados: muchos de ambas partes huían, en quien el miedo podia mas que la vergüenza. En especial los aragoneses eran en menor número, y por la muchedumbre de los contrarios comenzaban á ciar. Gerraba la noche: el de Navarra, y don Enrique su hermano cada qual con su banda particular discurrian por las batallas, socorrian á los suyos, cargaban á los contrarios donde quiera que los veían mas apiñados, acudian a todas partes; mas no podian por estar alterados los suyos ponellos á todos en razon y en ordenanza, ni ser parte para que con la escuridad de la noche que todo lo

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cubre y lo iguala, no se pusiesen en huida. Los infandesbaratados y huidos los suyos, se retiraron á Olmedo: el de Benavente y el almirante se acogieron á otros lugares; el conde de Castro y don Enrique hermano del almirante, y Hernando de Quiñones fueron presos en la batalla y con ellos otros docientos: los muertos fueron pocos, treinta y siete murieron en la pelea y de los heridos mas. Los infantes de Aragon por no fiarse en la fortaleza del lugar la misma noche se partieron a Aragon, sin entrar en poblado porque no los detuviesen. El de Navarra sin lesion, don Enrique en breve murió en Calatayud de una herida le dieron en la mano izquierda : entendióse le atosigaron la llaga, con que se le pasmó el brazo. Fue hombre de grande ánimo, pero bullicioso y que no podia estar sosegado: su cuerpo sepultaron en aquella ciudad. Del segundo matrimonio dexó un hijo de su mismo nombre, que no dará en lo de adelante mucho menos en que entender que su padre. Los vencedores recogieron los despojos, y luego escribieron cartas á todas partes, con que avisaban como ganaran la jornada. Demas desto en el lugar que se dió la batalla por voto del Rey y por su mandado levantaron una ermita con advocacion del Espíritu Santo de la Batalla para memoria perpétua desta pelea muy memorable.

CAPITULO III.

De las bodas de don Fernando hijo del Rey
de Aragon y de Nápoles,

Mejor y mas prósperamente procedian las cosaş de Aragon en el reyno de Nápoles en Italia. El Rey don Alonso en gracia del Padre Santo quitó la Marca de Ancona á la gente de Francisco Esforcia. Ellos

aunque despojados de las ciudades y pueblos de que contra razon estaban apoderados, partido el Rey, no 、se sosegaban por estar ensoberbecidos con la memoria de las cosas que hicieran, muchas y grandes en Italia. Revolvió el Rey de Aragon á instancia del Pontífice Eugenio, y llegado con sus gentes á la Fontana del Pópulo, pueblo no lexos de la ciudad de Theano, mandó que acudiesen alli los señores. Vino con los demas Antonio Centellas marques de Girachi con trecientos de á caballo. Era de parte de padre de los Centellas de Aragon, de parte de madre de los Veintemillas de Nápoles, y en la guerra pasada sirvió muy bien, y ayudó á sugetar lo de Calabria, Basilicata y Cosencia con su buena maña, y con gran suma de dineros que vendidas sus particulares posesiones juntó para pagar a los soldados. Queria el Rey que Enricota Rufa hija del marques de Croton, y heredera de aquel estado, casase con Iñigo Dávalos: casamiento con que pretendia premialle sus servicios. Cometió este negocio á Antonio Centellas para que le efectuase: ganó él por la mano, y quiso mas para sí aquel estado, y casó con la doncella, Aumentó con esto el poder, y creció tambien en atrevimiento. Disimulóse por entonces aquel desacato; pero poco despues en esta sazon fue castigado por todo. Achacában, le que trató de dar la muerte a un cortesáno muy poderoso y muy querido del Rey: él por miedo del cas tigo se partió de los reales que tenian cerca de la Fontana del Pópulo, y no paró hasta llegar á Catanzaro pueblo de su jurisdiccion. Alterado el Rey (como era razon) por este caso, envió a la Marca á Lope de Urrea y otros capitanes, y él mismo porque con disimular aquellos principios no cundiese el mal (ca temia si pasaba por aquel desacato, no le menospreciasen los naturales en el principio de su reynado,

*

su

y con la esperanza de no ser castigados creciese el atrevimiento) dió la vuelta á Nápoles, desde donde para justificar mas su causa envió personas que reduxesen á Antonio Centellas; pero él hacíase sordo á los que le amonestaban lo que le convenia. Vinieron a las armas: el mismo Rey pasó á Calabria, y de primera llegada tomó á Rocabernarda, y á Bellicastro. Croton sufrió el cerco algunos dias: despues por miedo de mayor mal abrió las puertas y se rindió. Desde alli marchó el Rey la vuelta de Catanzaro, do Antonio Centellas se hallaba con su muger y hijos y todo el menage y repuesto de su casa. No se vino á las manos á causa que perdida la esperanza de defenderse, y por ver que los otros grandes no se movian en su ayuda, bien que en prometer liberales, mas mostrábanse recatados en el peligro, trató de pedir perdon y alcanzóle con condicion que se rindiese á sí y á sus cosas á voluntad del Rey. Hizose asi: mandó el Rey le entregase aquella ciudad y el castillo de Turpia, y él fue enviado á Nápoles con su muger y hijos y toda su recámara ; que fue un grande aviso para entender que en la obediencia consiste la seguridad, y en la contumacia la total perdicion. El principal movedor desta alteracion fue un milanes por nombre Juan Muceo, que á la sazon residia en Cosencia. Tuvo el Rey orden para habelle a las manos: perdonóle al tanto; si bien poco despues pagó con la cabeza sus malas mañas, ea el duque de Milán, do se acogió, le hizo dar la muerte por otra semejante deslealtad. Por esta manera se conoció la providencia y poder de Dios en castigar los delitos; y aquellas grandes alteraciones que tenian suspensa y a la mira toda Italia, tuvieron remate breve y facil. Festejóse y aumentóŝe la alegria de haber sosegado todo aquel reyno con las bodas de don Fernando hijo del Rey, que casó en Nápoles

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a treinta de mayo dia domingo con Isabel de Claramonte, con la qual antes estaba desposado. Pretendíase con aquellas bodas ganar de todo punto al príncipe de Taranto, tio de parte de madre de aquella doncella, , porque hasta entonces parecia andar en balanzas. En medio destos regocijos vinieron nuevas tristes y de mucha pesadumbre, esto es que las dos Reynas hermanas del Rey, y don Enrique de Aragon fallecieron, como queda dicho. Demas desto que vencido el de Navarra, le echaran de toda Castilla; tal es la condicion de nuestra naturaleza, que ordinariamente las alegrias se destemplan con desastres. Al embaxador que envió el Rey de Navarra para avisar desto, y de su parte hacía instancia que el de Aragon volviese a España, dió por respuesta que la guerra de la Marca estaba en pie, por tanto que ni su fé ni su devocion sufria desamparar al Pontífice y faltar en su palabra: acabada la guerra, que él iria á España, pero avisaba que de tal manera se asegurasen de su ida, que no dexasen por tanto de apercebirse dé todo lo necesario: que nombraba en lugar de la Reyna para el gobierno al Rey de Navarra, y por sus consejeros á los obispos de Zaragoza y de Lérida y otras personas principales que no sería dificultoso con las fuerzas de Navarra y de Aragon resistir á las de Castilla; en conclusion otorgaba que con los moros de Granada ( lo qual pedia asi mismo el Rey de Navarra) se concertasen treguas y confederacion por un año: ciudad y nacion en que por el mismo tiempo hobo mudanza de Reyes. Dado que Mahomad por sobrenombre el Izquierdo con las guerras civiles de Castilla tuvo sosiego algunos años, de la paz como es ordinario resultaron entre los moros grandes discordias. Los tiempos eran tan estragados, que no podían sosegar por largo espacio: si faltaban enemigos de fuera nacian dentro de casa,

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