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mero de soldados, que salian á correr los campos comarcanos, hacer presas de ganados y de hombres. Demas desto crecía la fama de cada dia, y venian avisos que el de Navarra se aprestaba para volver de nuevo a la guerra: cosa que ponia en cuidado á los de Castilla, tanto mas que el Rey moro con intento de ganar reputacion, y á instancia de los aragoneses, con una entrada que hizo por las fronteras del Andalucía, tomára por fuerza á Benamaruel y Benzalema pueblos fuertes en aquella comarca: afrenta mayor que el miedo y que el daño. No se podia acudir á ambas partes: marcharon las gentes del Rey contra los aragoneses por el mes de mayo, y despues que tuvieron cercada á Atienza por espacio de tres meses, se trató de hacer paces. Concertaron que aquellos dos pueblos se pusiesen en tercería, y estuviesen en poder de la Reyna de Aragon doña María hasta tanto que los jueces nombrados de comun consentimiento determinasen á quién se debian entregar. Hecha esta avenencia, el Rey de Castilla fue recebido dentro del pueblo a doce de agosto. Hizo abatir ciertas partes de la muralla y poner fuego á algunos edificios. Los vecinos pretendian se quebrantaran las condiciones del concierto y asiento tomado, y asi no le quisieron recebir en el castillo. Por esto sin acabar nada fue forzado volver atrás, y irse a Valladolid; solamente dexó ordenado que el nuevo arzobispo de Toledo y don Carlos de Arellano quedasen con gente para reprimir los insultos de los aragoneses por aquella parte, y en ocasion se apoderasen de aquellos pueblos. No por esto los aragoneses quedaron amedrentados, antes desde aquellos lugares hacían de ordinario correrías y cabalgadas por todos aquellos campos hasta Guadalaxara, do el de Toledo y Arellano residian. Algunos de los parciales andaban al tanto por toda la

provincia esparcidos y mezclados con los demas que á la sorda alteraban la gente, y eran causa que resultasen nuevas sospechas entre los grandes de Castilla: maña en que el de Navarra tenia mayor fiucia que en las armas. Demas desto don Alvaro y don Juan Pacheco cada qual por su parte con intento de aprovecharse del daño ageno sembraban con chismes y reportes semilla de discordias entre el Rey y su hijo el príncipe, que debieran con todas sus fuerzas atajar: cruel codicia de mandar y ciego ímpetu de ambicion, quan grandes estragos haces! en un delito quán gran número de maldades se encerraban! Pasaron tan adelante en estas discordias, que por ambas partes hicieron levas de soldados. En cierto asiento que se hizo entre el Rey y el príncipe su hijo, hallo que el Rey perdona al conde de Castro; y á sus hijos manda se les vuelvan sus estados y bienes. Don Rodrigo Manrique confiado en estas revueltas mas que en su justicia, por nombramiento del Pontífice Eugenio, y á persuasion del Rey de Aragon, sin tener el voto de los caballeros se llamó maestre de Santiago. Pretendia él por las armas apoderarse de los lugares del maestrazgo, don Alvaro le resistia; de que resultaron daños de una parte y de otra muertes y robos por todas aquellas partes. Estas alteraciones y revueltas fueron causa que pocos cuidasen de lo que mas importaba: asi los moros por principio del año 1447. mil y quatrocientos y quarenta y siete hicieron en

trada en nuestras tierras; llevaron presas de hombres y de ganados, quemaron aldeas, talaron los campos, las rozas y las labranzas, y en particular ganaron de los nuestros los pueblos de Arenas, Huesca, y los dos Velez, el Blanco y el Roxo, que estan en el reyno de Murcia poco distantes entre sí. No tenian bastante número de soldados, ni estaban bastecidos de

vituallas ni de almacen: asi no pudieron mucho tiem po sufrir el ímpetu de los enemigos. Esto y las sos. pechas que todos tenian de mayores males, eran los frutos que de las discordias que andaban entre los grandes, resultaron.

CAPITULO V.

De la guerra de Florencia.

No será fuera de propósito (como yo pienso) declarar en breve las causas y el suceso de la guerra de Florencia que por el mismo tiempo se emprendió en Italia. Blanca hija de Philipo duque de Milán casó con Francisco Esforcia: el dote sesenta mil escudos, y entretanto que se la pagaban, en prendas á Cremona ciudad rica de aquel ducado; la qual el yerno con esperanza que tenia de suceder en aquel estado, aunque le ofrecia el dinero, no quiso restituir á su suegro, confiado en la ayuda de venecianos, en aquella sazon por sí mismos, y por la liga que tenian con florentines y ginoveses, poderosos por mar y por tierra. Envió Philipo por su embaxador al obispo de Novara para que tratase con el Rey don Alonso moviese guerra á los florentines, para con esto recobrar él á Cremona sin embargo del favor que daban á su yerno los venecianos. El Pontífice Eugenio era contrario á los venecianos y á sus aliados y intentos, y por el contrario amigo del duque Philipo. Por esta causa atizaba y persuadia al Rey hiciese esta guerra, dado que no era menester por lo mucho él mismo debia al duque: asi hizo mas de lo que pedian. Envió por una parte al estado de Milán á Ramon Buil, excelente capitan y de fama en aquella era; él mismo por otra sin mirar que era invierno,

que

le

pasó á Tibur cerca de Roma. Entretanto que alli se entretuvo para ver como las cosas se encaminaban, y que los florentines hacían buenas ofertas por divertir la guerra de su casa, los venecianos con las armas se apoderaron de gran parte del ducado de Milán. Por esta causa fue forzado el duque de recebir á su yerno en su gracia: lo mismo hizo el Rey don Alonso á su instancia y aun envió al duque dinero prestado. Hallábanse las cosas en este estado, cuando súbitamente mudado el duque de voluntad convidó al Rey de Aragon y le llamó para entregalle el estado de Milán. Resistió el Rey á esto, y no aceptó la oferta por juzgar era cosa indigna que príncipe tan grande se reduxese á vida particular y dexase el mando. Estas demandas y respuestas andaban, quando el Papa Euge‐ nio que era tanta parte para todo, falleció en Roma á veinte y dos de febrero: apresuróse el cónclave, y salió por Pontífice dentro de diez dias el cardenal Thomás Sarzana natural de Luca en Toscana, con nombre en el pontificado de Nicolao Quinto: buen Pontífice, y que la baxeza de su linage, que fue grande, ennobleció con grandes virtudes; y por haber sido el que puso en pie y hizo se estimasen las letras humanas en Italia, es justo que los doctos le amen y alaben. Fue admirable en aquella edad no solo en la virtud, sino en la buena dicha con que subió á tan alto estado, tan amigo de paz quanto su predecesor de guerra. En el estado de Milán se hacía la guerra con diferentes sucesos. El duque Philipo pasado que ho bo con su exército el rio Abdua, congoxado de cuidados y desconfiado de sus fuerzas, trató de veras con Ludovico Dezpuch embaxador del Rey don Alonso de renunciar aquel estado y entregalle á su señor, ca estaba determinado de trocar la vida de príncipe, Hena de tantos cuidados y congoxas, con la de particu

gar

lar mucho mas aventurada: sobre todo deseaba castilos desacatos de su yerno. Decia que á causa de su vegez ni el cuerpo podia sufrir los trabajos ni el corazon los cuidados y molestias : que sería mas á propósito persona de mas entera edad y mas brio, para que con su esfuerzo y buena dicha reprimiese la lozanía y avilenteza de los venecianos. En el entretanto que Ludovico con este recado va y vuelve, el duque Philipo falleció en el castillo de Milán á los trece de agosto de calenturas y cámaras, y principalmente de la pesadumbre que le sobrevino con aquellos cuidados que le apretaron en lo postrero de su edad: aviso que la vida larga no siempre es merced de Dios. Mas qué otra cosa sugetó á aquel príncipe poco antes tan grande á tantas desgracias sino los muchos años? de manera que no siempre se debe desear vivir mucho, que los años sugetan á las veces los hombres á muchos afanes, y el fallecer en buena sazon se debe tener por gran felicidad. Aquel mismo mes se celebraron las bodas del Rey de Castilla doña Isabel en Madrigal: las fiestas no fueron grandes por las alteraciones que andaban todavia entre los grandes. La suma es que entre el Rey y la Reyna sin dilacion se trató de la manera que podrian destruir á don Alvaro de Luna, negocio que aun no es taba sazonado, dado que él mismo por no templarse en el poder caminaba á grandes jornadas a su perdi cion: este fue el galardon de ser casamentero en aquel matrimonio. El Rey don Alonso, como lo tenian tratado, fue por el duque Philipo nombrado en su tes, tamento por heredero de aquel estado. En esta com→ formidad Ramon Buyl, uno de los comisarios del Rey en Lombardía, en cuyo poder quedó el un castillo de aquella ciudad, hizo que los capitanes hiciesen los homenages y juramento al Rey don Alonso como du

á

y

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