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«Cortad, señor, por donde os diere contento: sola>>mente os acordad que todos los hombres cometemos »yerros, hacemos y tenemos faltas: este peca en una >> cosa y aquel en otra. Por ventura los viejos, no co>>metisteis en la mocedad cosas que podian reprehen» der vuestros padres? piense pues mi padre que yo »say mozo, y que él mismo en algun tiempo lo fue." Despues desto un hombre principal llamado Rodrigo Vidal, enviado de Nápoles sobre el caso á España, trataba muy de veras de concertar aquellas diferencias. Desbarató estos tratados un nuevo caso, y fue que los parciales del príncipe sin embargo que estaba ausente, le alzaron por Rey en Pamplona, que fue causa luego que se supo, de dexar por entonces de tratar de la paz. El Rey de Castilla á instancia del de Navarra, que para el efecto entregó en rehenes á su hijo don Fernando, se partió de la ciudad de Victoria por el mes de marzo, y tuvo habla con él en la villa de Alfaro. Halláronse presentes las Reynas de Castilla y de Aragon, Los regocijos y fiestas en estas vistas fueron grandes, Asentáronse paces entre los dos Reyes. Demas desto por diligencia de don Luis Dezpuch maestre de Montesa, que de nuevo venia por embaxador del Rey de Aragon, y á su persuasion se revocó la liga que tenian asentada entre el de Fox y el Navarro, y todas las diferencias de aquel reyno de Navarra por consentimiento de las partes y por su voluntad se comprometieron en el Rey de Aragon como juez árbitro. La esperanza que todos destos principios concibieron de una paz duradera despues de tantas alteraciones, y que con tanto cuidado se encaminaba, salió vana y fue de poco efecto, como se verá adelante. En el Andalucía los reales de Castilla y la gente estaban cerca de la frontera de los moros. El Rey don Enrique, despedidas las vistas, llegó allá por el mes

de abril. Con su venida se hizo entrada por tierra de moros no con menor ímpetu que antes, ni con menor exército. Llegaron hasta dar vista a la misma ciudad de Granada. Talaban los campos, y ponian fuego á los sembrados. Sin esto cierto número de los nuestros se adelantó sin orden de sus capitanes para pelear con los enemigos, que por todas partes se mostraban. Eran pocos, y cargó mucha gente de los contrarios: asi fueron desbaratados con muerte de algunos, y entre ellos de Garci Lasso, que era un caballero de Santiago de grande valor y esfuerzo. Este revés y la pérdida de persona tan noble irritó al Rey de suerte que no solo quemó las mieses (como lo tenia antes de costumbre) sino que puso fuego a las viñas Ꭹ arboledas á que no solian antes tocar. Demas desto en un pueblo que tomaron por fuerza, llamado Mena, pasaron todos los moradores á cuchillo sin perdonar á chicos ni á grandes, ni aun á las mismas mugeres; que fue grande crueldad, pero con que se vengaron del atrevimiento y daño pasado. Con estos daños quedaron, tan humi❤ Hlados los moros que pidieron y alcanzaron perdon, Concertaron treguas por algunos años, con que paga. sen cada un año de tributo doce mil ducados, y pu siesen en libertad seiscientos cautivos christianos, y si no los tuviesen, supliesen el número con dar otros tantos moros. Erales afrentosa esta condicion; pero el espanto que les entró, era tan grande que les hizo allanarse y pasar por todo. Añadióse en el concierto que sin embargo quedase abierta la guerra por las fronte ras de Jaen, do quedó por general don García Manrique conde de Castañeda con dos mil hombres de á caballo. Para ayuda á esta guerra envió el Papa Calixto al principio deste año (1) una bula de la Cruzada

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1) Alonso de Palenc. año 4 del Rey don Enrique cap. 3.

para vivos ý muertos, cosa nueva en España. Predi cóla fray Alonso de Espina, que avisó al Rey en Palencia do estaba, que el dinero que se llegase, no se podia gastar sino en la guerra contra moros. Traía facultad para que en el artículo de la muerte pudiese el que fuese a la guerra, ó acudiese para ella con docientos maravedís, ser absuelto por qualquier sacerdote de sus pecados, puesto que perdida la habla, no pudiese mas que dar señales de alguna contricion; item que los muertos fuesen libres de purgatorio: concedióse por espacio de quatro años. Juntáronse con ella casi trecientos mil ducados: quán poco de todo esto se gastó contra los moros! Concluida la guerra, vino de Roma a Madrid un embaxador que traía al Rey de parte del Papa um estoque y un sombrero, que se acostumbra de bendecir la noche de Navidad, y enviar en presente á los grandes príncipes qual se entendia por la fama era don Enrique: traía tambien cartas muy honoríficas para el Rey. No hay alegria entera en este mundo: á la sazon vino nueva que el conde de Castañeda como fuese en busca de cierto esquadron de moros, cayó en una celada, y él quedó preso y gran número de los suyos destrozados. Pusieron en su lugar otro general de mas animo, mas prudencia y entereza. El conde fue rescatado por gran suma de dinero, y las treguas mudaron en paces, que fue el remate desta guerra de los moros y principio de cosas nuevas. En Italia estaba la ciudad de Génova puesta en armas, dividida en parcialidades: el Rey de Aragon favorecia á los Adornos; Juan duque de Lorena hijo de Renato duque de Anjou, que se lla maba duque de Calabria, era venido para acudir a los Fregosos bando contrario. El cuidado en que estos movimientos pusieron, fue tanto mayor porque el Rey de Aragon adoleció á ocho de mayo del año

mil y quatrocientos y cincuenta y ocho de una en- 1456. fermedad que de repente le sobrevino en Nápoles. Della estuvo trabajado en Castelnovo hasta los trece de junio: agravábasele el mal, mandóse llevar á Castel del Ovo; las bascas de la muerte hacen que todo se pruebe: no prestó nada la mudanza del lugar, rindió el alma á veinte y siete de junio al quebrar del alba: príncipe en su tiempo muy esclarecido, y que ninguno de los antiguos le hizo ventaja, lumbre y honra perpétua de la nacion española. Entre otras virtudes. hizo estima de las letras, y tuvo tanta aficion á las personas señaladas en erudicion, que aunque era de gran edad, se holgaba de aprehender dellos y que le enseñasen. Tuvo familiaridad con Laurencio Valla, con Antonio Panhormita y con Georgio Trapezuncio, varones dignos de inmortal renombre por sus letras muy aventajadas. Sintió mucho la muerte de Bartholomé Faccio, cuya historia anda de las cosas deste Rey, que falleció por el mes de noviembre próximo pasado. Como una vez oyese que un Rey de España era de parecer que el príncipe no se debe dar a las letras, replicó que aquella palabra no era de Rey, sino de buey. Cuéntanse muchas gracias, donayres y dichos agudos deste príncipe para muestra de su grande ingenio, elegante, presto y levantado, mas no me pareció referillos aqui. Poco antes de su muerte se vió un cometa entre Cancro y Leon con la cola que tenia la largura de dos signos, ó de sesenta grados: cosa prodigiosa, y que segun se tiene comunmente, amenaza á las cabezas de grandes príncipes. Otorgó su testamento un dia antes de su muerte. En él nombró á don Juan su hermano Rey que era de Navarra, por su sucesor en el reyno de Aragon: el de Nápoles como ganado por la espada mandó á su hijo don Fer nando, ocasion en lo de adelante de grandes altera

ciones y guerras. De la Reyna su muger no hizo mercion alguna. Hobo fama, y asi lo atestiguan graves autores, que trató de repudialla y de casarse con una su combleza llamada Lucrecia Alania. Hállase una carta del Pontífice Calixto toda de su mano para la Reyna, en que dice que le debia mas que á su madre, pero que no conviene se sepa cosa tan grande. Que Lucrecia vino á Roma con acompañamiento real, pero que no alcanzó lo que principalmente deseaba y esperaba, porque no quiso ser juntamente con ellos castigado por tan grave maldad. El mayor vicio que se puede tachar en el Rey don Alonso, fue este de la incontinencia y poca honestidad. Verdad es que dió muestras de penitencia en que a la muerte confesó sus pecados con grande humildad, y recibió los demas Sacramentos á fuer de buen christiano. Mandó otrosí que su cuerpo sin túmulo alguno, sino en lo llano y á la misma puerta de la iglesia, fuese enterrado en Poblete, entierro de sus antepasados, que fue señal de modestia y humildad. Falleció por el mismo tiempo don Alonso, de Cartagena obispo de Burgos, cuyas andan algunas obras, como de suso se dixo: una breve historia en latin de los Reyes de España, que intituló Anacephaleosis, sin los demas libros suyos, que la Valeriana refiere por menudo, y aqui no se cuentan. Por su muerte en su lugar fue puesto don Luis de Acuña.

1.

CAPITULO XIX.

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ནས ༣

Del Pontifice Pio Segundo.

Con la muerte del Rey don Alonso se acabó la paz y sosiego de Italia, las fuerzas otrosí del reyno de Nápoles fueron trabajadas, que parecia estar for

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