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le dieron para seguridad, el marques de Villena don Juan Pacheco volvió á Madrid. Todo era fingido, y él iba apercebido de mentiras y engaños con que apartar á los demas grandes del Rey y de su servicio. Para este efecto le dió por consejo hiciese prender a don Alonso de Fonseca arzobispo de Sevilla, que á menos desto él no podria andar en la corte seguramente. Despues que tuvo persuadido al Rey, con trato doble avisó a la parte del peligro eu que estaba: dió él crédito a sus palabras, huyóse y ausentóse; traza con qué forzosamente se hobo de pasar á los alterados. Con esto quedó mas soberbio don Juan Pacheco, en tanta manera que estando la corte en Ségovia al tiempo de los calores, cierto dia entró con hombres armados en el palacio real para apoderarse del Rey y de sus hermanos. Pasó tan adelante este atrevimiento, que quebrantó las puertas del aposento real, y por no poder salir con su intento a causa que el Rey y don Beltran de la Cueva con aquel sobresalto se retiraron mas adentro en el palacio y en parte que era mas fuerte, determinó de noche (que fue nueva insolencia) llevar adelante su maldad. Ya era llegada la hora, y los sediciosos se aparejaban con sus armas para executar lo tenian acordado; mas el Rey y los suyos fueron avisados: con que las asechanzas no pasaron adelante. Estaba don Juan Pacheco autor de todo esto a la sazon en palacio: los mas persuadian al Rey y eran de parecer que le debian echar la mano y prenderle. Era tan grande el descuido del Rey, que antepuso una vana muestra de clemencia a su salud y vida: decia que no era justo quebrantalle la seguridad que le diera; con que escapó entonces de aquel peligro, y las cosas se empeoraron de cada dia mas, mayormente que por el mismo tiempo por bula del sumo Pontifice don Beltran

*

que

de la Cueva fue nombrado por maestre de Santiago, cosa que al pueblo dió mucha pesadumbre por el agravio que se hacía al infante don Alonso en quitalle aquella dignidad. Las demasías de don Juan Pacheco no parecia se podian castigar mejor que con levantar por este medio a su contrario y competidor don Beltran. Intentó de nuevo el dicho marques de Villena si podia salir con su pretension, y con asechanzas y tratos apoderarse del Rey: con este deseño le hizo fuese á Villacastin para tener alli habla; descubrióse tambien el engaño, y con esto se previno y remedió el daño. Desde Burgos los conjurados, juntados al descubierto y quitada la máscara, escribieron al Rey de comun acuerdo una carta muy desacatada; las principales cabezas y capítulos eran: Que los moros andaban libres en su corte sin ser castigados por maldad alguna que cometiesen: que los cargos y magistrados se vendian: que el maestrazgo de Santiago injustamente y contra derecho se habia dado a don Beltran: la princesa doña Juana como habida de adulterio no debía ser jurada por heredera; que si estas cosas se reformasen, de buena gana dexarian las armas, prestos de hacer lo que su merced fuese. Recibió el Rey y leyó esta carta en Valladolid, sin que por ella mucho se alterase: ciega sin duda el entendimiento la divina venganza quando no quiere que se emboten los filos de su espada. A la verdad este príncipe tenia con los deleytes feos y malos enflaquecidas las fuerzas del cuerpo y del alma. Hallóse presente don Lope de Barrientos obispo de Cuenca, que pretendia con grande instancia se debia con las armas castigar aquel desacato; pero no aprovechó nada, dado que le protestaba, pues no queria seguir el consejo saludable que le daba, que vendria a ser el mas miserable y abatido Rey que hobiese tenido España:

que se arrepentiria tarde y sin provecho de la floxedad que de presente mostraba. Tratóse de nuevo de concierto, pues lo de la guerra no contentaba: para esto entre Cabezon y Cigales pueblos de Castilla la vieja don Juan Pacheco, con qué cara? con qué vergüenza? en fin en un campo abierto y raso habló por grande espacio con el Rey don Enrique. Resultó de la habla que se concertaron Ꭹ hicieron estas capitulaciones: el infante don Alonso heredase el reyno á tal que se casase con la pretensa princesa doña Juana: don Beltran renunciase el maestrazgo de Santiago: que se nombrasen quatro jueces, dos por cada una de las partes, y por quinto fray Alonso de Oropesa general que era de los Gerónimos ; lo que sobre las demas diferencias determinase la mayor parte destos jueces,. aquello se ejecutase. Tomada esta resolucion, el infante don Alonso que era de edad de once años, de Segovia fue traido á los reales del Rey: alli le juraron todos por príncipe y heredero del reyno; quedó en poder de los grandes, de que resultaron nuevos daños. A don Beltran de la Cueva dió el Rey la villa de Alburquerque con título de duque, y juntamente le hicieron merced de Cuellar, Roa, Molina y Atienza demas de ciertos juros que en el Andalucía le señalaron para cada un año en recompensa de la dignidad y maestrazgo que le quitaban. Los alterados señalaron por jueces árbitros á don Juan Pacheco y al conde de Plasencia; el Rey á Pero Hernandez de Ve-lasco y Gonzalo de Saavedra, enemigos declarados de don Juan Pacheco. El arzobispo de Toledo y el almirante se reconciliaron con el Rey: la amistad duró po

ó como decia el vulgo, fue invencion, y querer temporizar. Andaban los quatro jucees árbitros alterados y entendíase que si llegaban á pronunciar senten-. cia, dexarian á don Enrique solo el nombre de Rey

y le quitarian todo lo demas por esto mandó él de secreto al maestre de Alcántara y al conde de Mede-, Ilin, personas de quien mucho se fiaba, que con las más gentes que pudiesen, se viniesen á él, y desbaratasen aquellos intentos. Gonzalo de Saavedra, que, era uno de los jueces, y Alvar Gomez secretario del Rey, al qual hiciera merced en la comarca de Tole-, do de Maqueda y de Torrejon de Velasco y de San Silvestre, fueron por el Rey llamados. Pusiéronles algunos grandes temores asi á ellos como al maestre de Alcántara don Gomez de Solís y al conde de Medellin: avisaronlos que los querian prender, y que sus malos tratos eran descubiertos; con esto les per suadicron se declarasen y públicamente con sus gentes se pasasen á los conjurados. El Rey avisado de todo esto, puso tachas á los jueces árbitros, y alegó, que los tenia por sospechosos: mandó otrosí á Pedro Arias ciudadano de Segovia (cuyo padre fue su contador mayor) que por fuerza se apoderase de Torrejon: asi lo hizo, y dexó aquella villa á los condes de Puñonrostro sus descendientes. Pedro de Velasco se juntó tambien con los conjurados, dado que su padre el conde de Haro se quexaba mucho desta su liviandad, tanto que ni con soldados ni con dineros le ayudaba, y le era forzoso andar entre los otros grandes muy desacompañado y desautorizado. Por este mismo tiempo á catorce de agosto falleció en Ancona ciudad de la Marca el Papa Pio Segundo: pretendia, despues de convocados los príncipes de todo: el mundo para tomar las armas contra los turcos, pasar el mar Adriático y ser caudillo en aquella guerra sagrada, que fue una grande determinacion; y con este intento, bien que doliente, se hizo llevar a aque-; Hla ciudad: atajóle la muerte y cortóle sus pasos. Durole poco tiempo el pantificado, solo espacio de seis

años: su renombre por sus virtudes y pensamientos altos, y por sus letras será inmortal: con su muerte todos aquellos apercebimientos se deshicieron. Pusieron en su lugar con grande presteza al cardenal Pedro Barbo de nacion veneciano á treinta del mismo mes de agosto: llamóse Paulo Segundo; era de quarenta y siete años quando fue electo en lo mejor de su edad. Mostróse muy aficionado á las cosas de España, y asi ayudó con su autoridad y diligencia al Rey don Enrique en sus grandes trabajos.

CAPITULO VIIL

De las guerras de Aragon.

Con la venida á Barcelona de don Pedro condestable de Portugal los catalanes cobraron mas ánimo que conforme a las fuerzas que alcanzaban: mayor era el miedo todavia que la esperanza, como de gente vencida contra los que muchas veces los maltrataron: la obstinacion de sus corazones era muy grande, que mas que todo los sustentaba. La ciudad de Lérida despues que por el Rey estuvo cercada, largo tiempo, y despues que le talaron y robaron los campos al derredor, finalmente fue forzada á entregarse., En muchas partes en un mismo tiempo la llama de la guerra se emprendia con daño de los pueblos y de los campos, rozas y labranzas: miserable estado de toda aquella provincia. El principal caudillo en esta guerra era don Juan arzobispo de Zaragoza, que fue otre hijo bastardo del Rey de Aragon, mas á propósito para las armas que para la mitra y roquete. Philipo duque de Borgoña por el contrario envió a don Pedro una banda de borgoñones, ayuda de poco momento para negocio tan grande. Con su venida la

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