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de hablarse el Rey don Enrique y el marques de Villena. Fue mucho lo que se prometió, ninguna cosa se cumplió solamente persuadieron al Rey que pues sus tesoros no eran bastantes para tan grandes gastos, deshiciese el campo; que en breve el infante don Alonso, dexado el nombre de Rey, con los demas grandes se reduciria a su servicio. Desta manera derramaron los soldados por ambas partes; y á los grandes que estaban con el Rey, aunque no sirvieó poco, se dieron en Medina del Campo premios muy grandes. Particularmente a don Pedro Gonzalez de Mendoza obispo de Calahorra hizo el Rey merced de las tercias de Guadalaxara y toda su tierra: al marques de Santillana su hermano dió la villa de Santander en las Asturias, al conde de Medinaceli dió a Agreda, al de Alba el Carpio, al de Trastamara la ciudad de Astorga en Galicia con nombre de marques, sin otras muchas mercedes que la misma sazon se hicieron á otros señores y caballeros. Los alborotados se partieron para Arévalo: con su ida Valladolid volvió al servicio del Rey. Tenian al infante don Alonso como preso, y porque trataba de pasarse á su hermano, le amenazaron de matalle: miserable condicion de su reynado! dél estaban apoderados sus subditos, y él en lugar de mandar forzado á obedecellos. Con todo se tornó á tratar de hacer paces: prometian los alterados que si la infanta doña Isabel casase con el maestre de Calatrava, se rendirian asi el maestre como su hermano el de Villena, en cuyas manos y voluntad es

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taba la guerra y la paz. Daba este consejo el arzobispo de Sevilla don Alonso de Fonseca. El Rey vino en ello, y con esta determinacion despidieron de la corte al duque de Alburquerque y al obispo de Calahorra por ser muy contrarios al dicho maestre, que

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para el dicho efecto hicieron llamar. La infanta sentia esta resolucion lo que se puede pensar: su pesa→ dumbre grande, sus lágrimas contínuas: consideraba y temia una cosa tan indigna. Su camarera mayor İlamada doña Beatriz de Bovadilla con la mucha privanza que con ella tenia, le preguntó qual fuese la causa de tantas lágrimas y sollozos. «No veis (dice »>ella) mi desventura tan grande; que siendo hija y >>nieta de Reyes, criada con esperanza de suerte mas >> alta y aventajada, al presente (vergüenza es deci »llo) me pretenden casar con un hombre de prendas >> en mi comparacion tan baxas? ó grande afrenta y >> deshonra! no me dexa el dolor pasar adelante. No >> permitirá Dios, señora, tan grande maldad (respon dió doña Beatriz) no en mi vida, no lo sufriré. Con >> este puñal (que le mostró desenvainado) luego que » llegare, os juro y aseguro de quitalle la vida quan >> do esté mas descuidado." Doncella de ánimo varonil! mejor lo hizo Dios. Desde su villa de Almagro se apresuraba el maestre para efectuar aquel casamiento quando en el camino súbitamente adolesció de una enfermedad que le acabó en Villarrubia por principio del año de nuestra salvacion de mil y qua- 1466. trocientos y sesenta y seis: su cuerpo sepultaron en Calatrava en capilla particular. Díxose vulgarmente que las plegarias muy devotas de la infanta, que abor recia este casamiento, alcanzaron de Dios que por este medio la librase: estábale aparejado del cielo casamiento mas aventajado y muy mayores estados. En los bienes y dignidades del difunto sucedieron dos hijos suyos: don Alonso Tellez Giron el mayor. conforme al testamento de su padre quedó por conde de Ureña; don Rodrigo Tellez Giron el segundo hobo el maestrazgo de Calatrava por bula del Papa que para ello tenia alcanzada; sin estos tuvo otro

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tercer hijo llamado don Juan Pacheco, todos habidos fuera de matrimonio. Poco antes de la muerte del maestre se vió en tierra de Jaen tanta muchedumbre de langostas que quitaba el sol: los hombres atemorizados, cada uno tomaba estas cosas y señales como se le antojaba conforme á la costumbre que ordinariamente tienen de hacer en casos semejantes pronósticos diferentes, movidos unos por la experiencia de casos semejantes, otros por liviandad mas que por razones que para ello haya. En este tiempo Rodrigo Sanchez de Arévalo castellano que era en Roma del castillo de Santangel, escribia en latin una historia de España mas pia que elegante, que se llama Palentina, por su autor que fue adelante obispo de Palencia. Dióle aquella iglesia á instancia del Rey don Enrique al qual intituló aquella historia, el Pontífice Paulo Segundo, con quien puesto que era español, el dicho Rodrigo Sanchez tuvo mucho trato y familiaridad.

CAPITULO X.

De la batalla de Olmedo.

Muy revueltas andaban las cosas en Castilla, y todo estaba muy confuso y alterado: no la modestia y la razon prevalecian, sino la soberbia y antojo lo mandaban todo; veíanse robos, agravios y muertes sin temor alguno del castigo, por estar muy enflaquecida la autoridad y fuerza de los magistrados. Forzadas por esto las ciudades y pueblos se hermanaron para efecto que las insolencias y maldades fuesen castigadas: a las hermandades (con consentimiento y autoridad del Rey) se pusieron muy buenas leyes para que no usasen mal del poder que se les daba y se estragasen. Comunmente la gente avisada temia no se

volviese á perder España, y los males antiguos se renovasen por estar cerca los moros de Africa, como en tiempo del Rey don Rodrigo aconteció. La ocasion no era menor que entonces, ni menos el peligro á causa de la grande discordia que reynaba en el pueblo, y la deshonestidad y cobardía de la gente principal. Pasaron en esto tan adelante que vulgarmente llamaban por baldon al arzobispo de Toledo don Oppas; en que daban á entender le era semejable, y que sería causa a su patria de otro tal estrago qual acarreó aquel prelado. Estas discordias dieron avilenteza al conde de Fox, que con las armas pretendia apoderarse del reyno de Navarra como dote de su muger, y que se le hacía de mal aguardar hasta que su suegro muriese. Conforme al comun vicio y falta natural de los hombres hacía él lo que en su cuñado culpaba, el príncipe don Carlos; y aun pasaba adelante con su pensamiento, ca queria hacer guerra á Castilla y forzar al Rey don Enrique le entregase los pueblos de Navarra en que tenia puestas guarniciones castellanas. De primera entrada se apoderó de la ciudad de Calahorra y puso cerco sobre Alfaro. Para acudir á este daño despachó el de Castilla á Diego Enriquez del Castillo su capellan y su coronista, cuya coronica anda de los hechos deste Rey. Llegado acometió con buenas razones á reportar al conde; mas como por bien no acabase cosa alguna, juntadas que hobo arrebatadamente las gentes que pudo, le forzó á que alzado el cerco de priesa, se volviese y retirase: asi mismo la ciudad de Calahorra volvió á la obediencia del Rey, ca los ciudadanos echaron della la guarnicion que el de Fox alli dexó. Desta manera pasaban las cosas de Navarra con poco sosiego. En Cataluña se mejoraba notablemente el partido arago-, nes: los contrarios en diversas partes y encuentros

que

don

fueron vencidos, y muchos pueblos se recobraron por todo aquel estado. Lo que hacía mas al caso, Pedro el competidor yendo de Manresa á Barcelona, falleció de su enfermedad en Granolla un domingo á veinte y nueve de junio: su cuerpo enterraron en Barcelona en nuestra Señora de la Mar con solemne enterramiento y exequias. El pueblo tuvo entendido le mataron con yerbas, cosa muy usada en aquellos tiempos para quitar la vida á los príncipes: yo mas sospecho que le vino su fin por tener el cuerpo quebrantado con los trabajos, y el ánimo aquexado con los cuidados y penas que le acarreó aquella desgraciada empresa. Este fue solo el fruto que sacó de aquel principado que le dieron y él aceptó poco acertadamente, como lo daba á entender un alcotan con su capirote que traía pintado como divisa en su escudo y blason en sus armas, y debaxo estas palabras: molestia por alegria. Dexó en su testamento á don Juan príncipe de Portugal su sobrino hijo de su hermana aquel condado en que tan poca parte tenia; además que los aragoneses con la ocasion de faltar a los catalanes cabeza se apoderaron de la ciudad de Tortösa y de otras pueblos. Para remedio deste daño los catalanes en una gran junta que tuvieron en Barcelona, nombraron por Rey á Renato duque de Anjou, perpétuo enemigo del nombre aragones; resolucion en que siguieron mas la ira y pasion que el consejo y la razon: a la verdad poca ayuda podian esperar de Portugal; y llamado el duque de Anjou, era caso forzoso que los socorros de Francia desamparasen al Rey de Aragon, y por andar el conde de Fox alterado en Navarra entendian no tendria fuerzas bastantes para la una y la otra guerra. Por el contrario por miedo desta tempestad el Rey de Aragon convidó al duque de Saboya y á Galeazo en lugar de su padre Fran

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