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CAP. XIII. De las cosas de Portugal... ..... 615 CAP. XIV. De la muerte del Rey don Fernan

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do de Nápoles.. CAP. XV. De la muerte del duque de Gandía. 624 CAP. XVI. Del casamiento del príncipe don Juan......

CAP. XVII. Que los portugueses pasaron á la

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India Oriental.....

630

CAP. XVIII. De lo que Vasco de Gama hizo en
Calicut......

638

tugal.......

CAP. XIX. Como Vasco de Gama volvió á Por

CAP. XX. De la navegacion que hoy se hace á la India Oriental......

643

.....

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En sosiego estuvo España los años pasados á causa

de hallarse cansada de las muchas guerras que mucho la trabajaron, y porque los Reyes estaban emparentados entre sí, y trabados en muchas maneras con deudo y afinidad: : con los moros de Granada tenian treguas, ó guerras y encuentros de poca conside racion y importancia, dado que no faltaba á los nuestros deseo de desarraygar y deshacer del todo aquella nacion malvada, para lo qual se ofrecia buena ocasion por estar a la sazon los moros divididos entre sí en parcialidades y bandos, y por el consiguiente alborotados y á punto de perderse; pero desbarató estos intentos una nueva guerra que por este tiempo se emprendió entre los tres Reyes de España, el de Aragon y el de Navarra de una parte, y de otra el de Castilla, de mayor ruido y porfia que de notable y señalado remate. Lo que aqui pretendemos, es poner

TOMO V.

por escrito las causas y motivos desta guerra, el fin y suceso que tuvo, los juegos de la fortuna variable, y la caida con que don Alvaro de Luna de la cumbre de prosperidad en que estaba, comenzó la segunda vez á despeñarse sin saberse reparar, que fue justo castigo de Dios por ser el principal atizador y causa de todos estos inales y discordias, porque pretendiendo él conservarse por qualquier camino en el poder y grandeza que con buenas ó malas mañas alcanzara, luego que volvió a la corte y fue restituido en su primer lugar y privanza, persuadió al Rey que á los grandes, que debiera antes grangear con servicios y cortesía, los hiciese salir de su casa real y de su corte, y los mandase retirar á sus casas y estados: consejo muy errado y muy perjudicial, principalmente al que le daba. Pedro Fernandez de Velasco y Pedra de Zúñiga, y don Rodrigo Alonso Pimentel conde de Benavente junto con los maestres de Calatrava y Alcántara, sabida la voluntad del Rey, sin dilacion se partieron para sus casas. Quedaban los infantes de Aragon señores de mayor autoridad que pudiesen fácilmente echallos y despedillos contra su voluntad; mas fue tan grande la temeridad de don Alvaro que se determinó tambien a enbestir y chocar con ellos. Primeramente acometió al de Navarra, de quien no solo el pueblo, sino las personas principales decian en público y en secreto que era justo se fuese á su reyno: que cuidaba de las cosas agenas, y se descuidaba de las propias, en lo qual la culpa era doblada, y éra igualmente digno de ser por lo uno y por lo otro reprehendido. Estas murmuraciones y dichos daban gusto, a don Alvaro de Luna, y no menos al Rey de Castilla, porque conforme a la costumbre y inclinacion de los príncipes llevaba mal que en su reyno hobiese

ninguno que en honra y título se le igualase, y a quien debiese tener respeto. Fuéle intimado por personas que para esto le enviaron, lo que el Rey de Castilla, pretendia. La Reyna doña Blanca su muger al tanto, como la que barruntaba la borrosca, que se levantaba, y con el cuidado que el amor que á su marido tenia, le causaba, envió á Pedro de Peralta por su embaxador para que de su parte solicitase la partida, que asi lo pedian todos los estados del reyno de Navarra, y que esto sería saludable y á propósito asi para sus particulares intentos, como para el bien comun de sus vasallos. Llevaba mal el Navarro los embustes y mañas de don Alvaro de Luna: todavia visto que era forzoso sugetarse á la necesidad, habló con el Rey en Valladolid, do a la sazon se hacían las cortes de Castilla. Renovóse la confederacion en esta habla, puesta entre los tres Reyes el de Navarra, el de Aragon y el de Castilla. Pusiéronse por escrito las capitulaciones, que por el presente confirmaron con sus juramentos y firmas los dos Reyes. Al de Aragon que ausente estaba, para que hiciese lo mismo enviaron un tanto de lo capitulado y de las condiciones por medio del doctor Diego Franco, hombre prudente, y docto en derechos, demas desto del consejo real. Asentadas las cosas en esta forma, el Rey de Navarra se partió á su reyno: el de Aragon despues de muchas dilaciones de que usó antes de responder a lo que Diego Franco le proponia y representaba, últimamente en Barcelona dió por res puesta que aquellas condiciones no le contentaban, que le parecia se debian reforinar algunas dellas. Junto con esto, pareciéndole aquel embaxador persona á propósito para sus intentos, envió con él un recaudo secreto á don Alvaro, en que le avisaba que Pedro Manrique era el que atizaba todas aquellas di

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