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que al presente esta la audiencia real, se desposaron un miércoles á diez y ocho de octubre: luego el dia siguiente se velaron con dispensacion del Papa Pio Segundo en el parentesco que tenian; asi hallo que el arzobispo de Toledo dixo estaban dispensados, creo por conformarse con el tiempo para que no se reparase en aquel impedimento: invencion suya, como se dexa entender por la bula que los años adelante sobre esta dispensacion expidió el Papa Sixto Quarto. Era don Fernando de poca edad, que apenas tenia diez y seis años, pero de buen parecer y de cuerpo grande robusto. Escribieron los nuevos casados sus cartas al Papa y al Rey don Enrique, y á los demas príncipes y grandes: la suma era escusarse de haber apresurado sus bodas. El aparato no fue grande, la falta de dinero tal que les fue necesario buscalle para el gasto prestado. Por el mismo tiempo don Enrique hijo del infante don Enrique de Aragon fue hecho duque de Segorve por merced del Rey de Aragon su tio, que dió tambien a don Alonso su hijo bastardo con título de conde á Ribagorza, ciudad de Cerdania a los confines y á la raya de Francia. A los seis de diciembre finó en Roma don Juan de Carvajal, cardenal y obispo de Plasencia su natural (1): yace en San Marcello de Roma. Fue auditor de Rota, despues legado de tres Papas a diversas partes, hombre de negocios, de vida y casa exemplar. En la Estremadura labró sobre Tajo una famosa puente que hoy se llama del Cardenal.

'(1)· Gerón. Garimb. en las vidas de los card.

CAPITULO XV.

Que doña Juana se desposó con el duque de Berri.

Ocupabase el Rey en Sevilla en asentar las diferencias que traían alterada aquella ciudad, quando el maestre de Santiago desde Cantillana donde se quedó cerca de aquella ciudad, le envió aviso del casamiento de su hermana: el desabrimiento que dello recibió, fue en demasía grande; sin dilacion mandó aprestar lo necesario para ir á Truxillo. Pretendia entregar aquel pueblo, que está á los confines del Andalucía, y hacer dél merced á dou Alonso de Zúñiga conde de Plasencia en remuneracion de lo mucho que en el tiempo de sus trabajos le sirvió. Cosa tan grande no pudo estar secreta: los moradores, hombres que son animosos y esforzados, comunicado el negocio con Gracian Sesse alcayde del castillo, se determinaron a contradecillo. Su resolucion era tal que se resolvieron de defender con las armas la libertad que sus antepasados les dexaron. No era cosa segura usar con ellos de fuerza: asi el Rey se resolvió en dar al conde en trueco la villa de Arévalo, que está en Castilla la vieja no lexos de Avila, á la ribera del rio Adaxa, la qual villa tenia el conde empeñada, que se la dió en prendas el infante don Alonso hasta que le hiciesen pagado de cierta suma de dineros que le prestára, y porque el trueco era desigual, y Arévalo no valía tanto, diósele por alguna recompensa título y armas de duque de aquella villa. En aquella ciudad de Truxillo se otorgó perdon al maestre de Alcántara, ca si guió la voz del infante don Alonso, y á Gutierre de Cáceres y Solís su hermano hizo el Rey merced de la ciudad de Coria, ó se la restituyó como la tenia del infante su hermano: tal era la condicion del Rey don

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Enrique, que muchos por lo que merecian ser castigados, eran remunerados con grande liberalidad y demasía. Demas desto le vinieron cartas de la infanta doña Isabel su hermana comedidas, pero graves. En ellas despues de contar como no quiso admitir el reyno que le ofrecian por la muerte de don Alonso su hermano, se escusaba por su edad y por el olvido del Rey de haber apresurado sus bodas: que por grandes razones debió anteponer el casamiento de Aragon á los demas que le traían a decia asi mismo que no queria, hacer, mencion, antes poner en olvido los agravios que ella y su madre muchos y graves recibieran: ofrecia que ella y su marido le servirian como hijos, si fuese servido de tratallos con amor y obras de padre. Leidas estas cartas en una junta, no se les dió otra respuesta sino que llegado que, el Rey fuese á Segovia, para donde caminaba, tendria cuenta con lo que se le presentaba: desta manera fue despedido el mensagero. Tornaron de nuevo a enviar otros embaxadores a Segovia al principio del año mil y qua1470. trocientos y setenta para que hiciesen instancia con el Rey don Enrique diese licencia á los nuevos casados para podelle hacer reverencia: prometian de recompensar el disgusto pasado con señalados servicios, y ayudar con todas sus fuerzas á remediar los daños del reyno el tiempo pasado trabajado y afligido. Tampoco á estos embaxadores se dió otra respuesta sino que negocio tan grave se debia comunicar con los grandes. Este era el color que tomó como quier que en hecho de verdad por tenerse por ofendido de doña Isabel tenia vuelta su aficion á doña Juana su hija (como él la nombraba) la qual con una nueva embaxada que el Rey Luis de Francia le envió, pedia por muger para Carlos su hermano, que poco antes en lugar de los estados que tenia de Bria y de Campaña, hizo duque

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de Guiena. Las cabezas desta embáxada eran el cardenal Albigense, que primero se llamaba Atrebatense, y el conde de Boloña. Demas desto pedia al Rey don Enrique juntase con él sus fuerzas para hacer un concilio de obispos de todo el orbe christiano contra el Papa Paulo con quien andaba encontrado. En esto llanamente no quiso venir el Rey de Castilla por ser muy cierto principio y seminario de discordias, y fuente de algun scisma desgraciado, de que los años pasados se vieron muchos exemplos; á lo del casamiento dió por respuesta le parecia se difiriese para otro tiempo, creo por miedo de nuevas alteraciones. Los grandes y el pueblo por las pasadas tan graves se hallaban muy cansados, en especial que no estaban del todo apaciguadas: á la verdad en el mismo tiempo que estos tratos andaban en Segovia, don Alonso de Aguilar en Córdova puso las manos en el mariscal don Diego de Córdova que venia descuidado al regimiento; y esto sin tener cuenta con la amistad que a instancia del Rey pusiera poco antes con el conde de Cabra padre del agraviado. Mariscal conforme a lo antiguo era lo que hoy es maestre de campo. Llevóle pues preso él despues que á instancia del Rey fue puesto en libertad, por pensar que á causa de su poca autoridad y su natural descuido no haria castigar aquel exceso tan grave, se retiró á Granada. Alli con consentimiento del Rey moro retó a su contrario á hacer campo con él, confiado en su mocedad y deseoso de vengarse: señaló para el combate la vega de Granada, y aplazó el dia en que le esperaria en el palenque. El dia señalado como don Diego hasta puesta de sol hobiese esperado con las armas, y el contrario no compareciese, arrastró á la cola de su caballo por afrenta su estátua: tras esto envió cartas á todas partes afrentosas contra don Alonso, y un retrato que por

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ultrage representaba todo lo que pasó. Por otra parte los caballeros de Alcántara no querian obedecer á su maestre: llegó el negocio al rompimiento y á las armas. El maestre no tenia bastantes fuerzas para contrastar él solo con tantos: hizo recurso á la ayuda de Gutierre de Solís su hermano. Faltábales dinero para el sueldo prestóles don Garci Alvarez de Toledo conde de Alba, con quien emparentáran, cierta suma, y en prendas hasta que se la contasen la ciudad de Coria. Con esta ocasion los condes de Alba (que des pues se llamaron duques) adquirieron el señorío de aquella ciudad, que con aprobacion de los Reyes hasta este tiempo se ha conservado en su casa. En aquella guerra no sucedió cosa alguna memorable fuera de que las gentes del maestre no pudieron pasar el rio Tajo por la resistencia que les hicieron los contrarios: con esto poco despues sin hacer algun efecto se desbandaron. El maestre despojado de su estado, y afligido de una enfermedad que le ocasionó aquella congoxa y desabrimiento, en breve falleció los años siguientes. En su lugar por voto de los caballeros, cuya mayor parte grangearon con dádivas ó con amenazas, fue puesto don Juan de Zúñiga hijo del duque de Arévalo, que fue el postrero en la cuenta de los maestres de Alcántara hizo adelante de aque→ la cesion por Ila dignidad en la persona del Rey don Fernando. El maestre de Santiago don Juan Pacheco por el mismo tiempo se entretenia en Ocaña a causa de una dolencia de quartanas que le aquexaba: la privanza y autoridad era mayor que jamás, tanto que se decia tenia cnhechizado al Rey, cosa que aunque era mentira, se hacía probable por causa que despues de tantos deservicios y agravios como le hizo, se ponia á sí y á sus cosas en sus manos para que él lo gobernase todo; y aun se rugía y murmuraba pasó la corte á Madrid

que

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