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CAPITULO XVII.

El santo oficio de la inquisicion se instituyó
en Castilla.

Mejor suerte y mas venturosa para España fue el establecimiento que por este tiempo se hizo en Castilla de un nuevo y santo tribunal de jueces severos y graves á propósito de inquirir y castigar la herética pravedad y apostasía, diversos de los obispos á cuyo cargo y autoridad incumbia antiguamente este oficio. Para esto les dieron poder y comision los Pontífices romanos, y se dió orden que los príncipes con su favor y brazo los ayudasen. Llamáronse estos jueces inquisidores, por el oficio que exercitaban de pesquisar y inquirir: costumbre ya muy recebida en otras provincias, como en Italia, Francia, Alemania y en el mismo reyno de Aragon. No quiso Castilla que en adelante ninguna nacion se le aventajase en el deseo que siempre tuvo de castigar excesos tan enormes y malos. Hállase memoria antes desto de algunos inquisidores que exercian este oficio, á lo menos á tiempo; pero no con la manera y fuerza que los que despues se siguieron. El principal autor y instrumento deste acuerdo muy saludable fue el cardenal de España, por ver que á causa de la grande libertad de los años pasados, y por andar moros y judíos mezclados con los christianos en todo género de conversacion y trato, muchas cosas andaban en el reyno estragadas. Era forzoso con aquella libertad que algunos christianos quedasen inficionados: muchos mas, dexada la religion christiana que de su voluntad abrazáran convertidos del judaismo, de nuevo apostataban y se tornaban á su antigua supersticion, daño que en Sevilla mas que en otra parte, prevaleció; asi en aquella ciu

dad primeramente se hicieron pesquisas secretas y penaron gravemente á los que hallaron culpados. Si los delitos eran de mayor cantía, despues de estar largo tiempo presos, y despues de atormentados los quemaban; si ligeros, penaban á los culpados con afrenta perpétua de toda su familia. A no pocos confiscaron sus bienes, y los condenaron á carcel perpétua: á los mas echaban un Sambenito, que es una manera de escapulario de color amarillo con una cruz roxa á manera de aspa, para que entre los demas anduviesen señalados, y fuese aviso que espantase y escarmenta, se por la grandeza del castigo y de la afrenta; traza que la experiència ha mostrado ser muy saludable, magüer que al principio pareció muy pesada á los naturales. Lo que sobre todo estrañaban, era que los hijos pagasen por los delitos de los padres: que no se supiese ni manifestase el que acusaba, ni le confron tasen con el reo, ni hobiese publicacion de testigos; todo contrario a lo que de antiguo se acostumbraba en los otros tribunales. Demas desto les parecia cosa nueva que semejantes pecados se castigasen con pena de muerte, y lo mas grave, que por aquellas pesquisas secretas les quitaban la libertad de oir y hablar entre sí, por tener en las ciudades, pueblos y aldeas personas a propósito para dar aviso de lo que pasabas cosa qué algunos tenian en figura de una servidumbre gravísima y á par de muerte. Desta manera entonces hobo pareceres diferentes: algunos sentian que a los tales delinqüentes no se debia dar pena de muerte; pero fuera desto confesaban era justo fuesen castiga-: dos con qualquier otro género de pena. Entre otros fue deste parecer Hernando de Pulgar (1), persona

(1) En sus Claros varon.

en el

pecar,

de agudo y elegante ingenio, cuya historia anda impresa de las cosas y vida del Rey don Fernando: otros; cuyo parecer era mejor y mas acertado, juzgaban que no eran dignos de la vida los que se atrevian á violar la religion, y mudar las ceremonias santísimas de los padres; antes que debian ser castigados, demas de dalles la muerte, cou perdimiento de bienes y con infamia sin tener cuenta con sus hijos, ca está muy bien provcido por las leyes que en algunos casos pase á los hijos la pena de sus padres, para que aquel amor de los hijos los haga á todos mas recatados: que con ser seereto el juicio se evitan muchas calumnias, cautelas y fraudes, ademas de no ser castigados sino los que confiesan su delito, ó manifiestamente estan dél convencidos: que a las veces las costumbres antiguas de la iglesia se mudan conforme a lo que los tiempos demandan; que pues la libertad es mayor es justo sea mayor la severidad del castigo. El suceso mostró ser esto verdad y el provecho que aventajado de lo que se pudiera esperar. Para que estos jucces no usasen mal del les dagran poder que ban, ni cohechasen el pueblo, ó hiciesen agravios, se ordenaron al principio muy buenas leyes y instrucciones: el tiempo y la experiencia mayor de las cosas ha hecho que se añadan muchas mas. Lo que hace mas al caso, es que para este oficio se buscan personas maduras en la edad, muy enteras y muy santas, escogidas de toda la provincia, como aquellas en cuyas manos se ponen las haciendas, fama y vida de todos los naturales. Por entonces fue nombrado por inquisidor general fray Thomás de Torquemada de la orden de Santo Domingo, persona muy prudente y docta, y que tenia mucha cabida con los Reyes por ser su confesor, y prior del monasterio de su orden de Segovia. Al principio tuvo solamente autoridad en

fue mas

el

reyno

de Castilla: quatro años adelante se estendió al de Aragon, ca removieron del oficio de que alli usaban á la manera antigua, los inquisidores fray Christóval Gualbes, y el maestro Ortes de la misma orden de los Predicadores. El dicho inquisidor mayor al principio enviaba sus comisarios á diversos lugares conforme a las ocasiones que se presentaban, sin que por entonces tuviesen algun tribunal determinado: los años adelante el inquisidor mayor con cinco personas del supremo consejo en la corte, do estan los demas tribunales supremos, trata los negocios mas graves tocantes a la religion; las causas de menos momento y los negocios en primera instancia estan á cargo de cada dos ó tres inquisidores repartidos por diversas ciudades. Los pueblos en que residen los inquisidores en esta sazon y al presente, son estos: Toledo, Cuenca, Murcia, Valladolid, Santiago, Logroño, Sevilla, Córdova, Granada, Ellerena; y en la corona de Aragon, Valencia, Zaragoza, Barcelona. Publicó el dicho inquisidor mayor edictos en que ofrecia perdon á todos los que de su voluntad se pre

sentasen: con esta esperanza dicen se reconciliaron hasta diez y siete mil personas entre hombres y mugeres de todas edades y estados; dos mil personas fueron quemadas, sin otro mayor número de los que se huyeron á las provincias comarcanas. Deste principio el negocio ha llegado á tanta autoridad y poder que ninguno hay de mayor espanto en todo el mundo para los malos, ni de mayor provecho para toda la christiandad: remedio muy a propósito contra los males que se aparejaban, y con que las demas provincias poco despues se alteraron; dado del cielo, que sin duda no bastara consejo ni prudencia de hombres para prevenir y acudir á peligros tan grandes como se han experimentado y se padecen en otras partes.

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CAPITULÓ XVIII...

De la muerte del Rey don Juan de Aragon.

Partieron de Sevilla los Reyes don Fernando y doña Isabel. Antes de la partida dexaron mandado al duque de Medina y al marques de Cadiz que no pudiesen entrar en aquella ciudad: con tanto quitadas las cabezas de las parcialidades, todo quedó apaciguado. Por otra parte Lope Vasco portugues de nacion se apoderó en nombre del Rey don Fernando del castillo de Mora, cuyo alcayde era: está situada esta fuerza en Portugal á la raya de Castilla. Hecho esto, dió aviso para que le enviasen socorro. Tenia el Rey don Fernando gran deseo de hacer en persona guerra á Portugal por parecelle que con esto ganaba reputacion, pues mostraba en ello tener tantas fuerzas y ánimo que no solo defendia su reyno sino acometia las tierras de sus contrarios: intento que ni al Rey de Aragon su padre, ni á los mas prudentes pareció bien; porque á qué propósito sin gran esperanza poner á riesgo su persona? á qué fin aventurar su estado, que tenia pacífica posesion, y ponello todo al trance de una batalla? Encargó pues el cuidado de aquella guerra al maestre de Santiago don Alonso de Cárdenas: dióle mil y quinientos caballos y quince mil infantes, esto por el mes de agosto. El ruido fue mayor que el provecho, mayormente que don Juan príncipe de Portugal recobró á Mora, con que todos aquellos intentos se desbarataron. Importaba mas confirmar en su servicio á Truxillo: a esta causa despues por Córdova los Reyes pasaron allá. En este tiempo en Francia en un pueblo llamado Laudo en la comarca de Cahors, a once de setiembre por medio de embaxadores que se enviaron sobre el caso, se concertó

de

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