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to en los moros, y á los fieles en grande euidado. Los moros por ver los contrarios llegaron tan cerca de la ciudad de Granada, se recelaban de mayores daños, y temian no fuese venido el fin de aquel principado y reyno. Congoxabanles algunas señales vistas en el cielo y un viejo adevino luego que los moros tomaron á Zahara, refieren dixo en Granada á gritos: «Las ruinas deste pueblo (oxalá yo mienta.) caerán >> sobre nuestras cabezas. El ánimo me da que el fin >>de nuestro señorío en España es ya llegado." Todo esto fue causa que con mayor diligencia hiciesen gente por toda aquella provincia: el mismo Rey Albohacen apresuradamente acudió la vuelta de Alha→ ma con tres mil de á caballo que llevaba, y como cincuenta mil de a pie. Atemorizaba á los nuestros este exército tan grande: las cosas las tenian tan adelante que no podian sin daño y mengua desistir de aquella empresa, ni volver atrás. Despacharon mensageros á todas partes á pedir y requerir les socorriesen, y en el entretanto ni de noche ni de dia no cesaban de fortificar aquella plaza, y reparar las partes de la muralla que ó de nuevo quedaron maltratadas por la batería pasada, ó de antes eran flacas. Dioles la vida que los enemigos por la priesa no traxeron artillería ni los demas ingenios á propósito de batir: asi toda su porfia salió en vano, ca los nuestros desde la muralla se defendian valientemente, ti. raban dardos, saetas, piedras y todo lo demas que les venia a las manos. El mayor debate fue cerca del rio que por alli pasa: los del lugar á causa que no tenian dentro fuentes ni cisternas, eran forzados a salir al rio á proveerse de agua; los moros al contrario pretendian sacarle de madre y echarle por otra parte con que (no sin dificultad y sangre de muchos que les hirieron y mataron) últimamente salieron.

La gente del Andalucía movida por el riesgo que los suyos corrian, acudieron al socorro; en particular desde Córdova mil caballos y tres mil infantes debaxo la conducta de don Alonso de Aguilar. Tenian los enemigos tomados los pasos y atajados los caminos:: asi fueron forzados á volver atrás. La esperanza que daba en don Enrique de Guzman duque de Medina Sidonia, bien que flaca á causa que demas de las enemistades particulares que tenia con el marques de Cadiz, de nuevo le irritáran con intentar cosa tan grande como era aquella sin darle parte. El amor de la patria prevaleció en su noble ánimo, y la grandeza del peligro comun hizo que se uniesen los que antes andaban discordes y desgustados. Determinó pues.de irra socorrer á los cercados: sacó el estandarte de Sevilla, y juntose con otros señores, en especial con don Rodrigo Giron maestre de Calatrava y don Diego Pacheco marques de Villena. Llevaban cinco mil de á caballo, y como quarenta mil infantes que de todas partes les acudieron en gran número por el gran deseo que tenian de pelear contra los moros enemigos de Dios. El Rey don Fernando el mismo dia que tuvo aviso de la toma de Alhama y del riesgo de los nuestros, de Medina del Campo, dexado orden, que la Reyna fuese en pos dél, se partió para allá á grandes jornadas, Escribió á los grandes que en su auseneia no innovasen ni entrasen en tierra de moros, que era necesario llevar mayores fuerzas y mayor número de gente el negocio le tenian tan adelante que no po→ dian seguir este orden, mayormente que en la tardanza corrian gran peligro los cercados por la gran falta de agua que padecian; fue este acuerdo que tomaron saludable y acertado. Los bárbaros no esperaron á que los nuestros llegasen, antes sin venir á las manos alzaron el cerco los cercados, idos los enemigos, salieron á

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recebir á los que le venian de socorro. Saludáronse y abrazáronse con lágrimas que por la alegria les saltaban. El marques de Cadiz fue el primero á abrazar al duque de Medina Sidonia: dixéronse palabras muy corteses, con que se sosegaron las diferencias que por muchos años traían entre sí aquellas dos casas. Dicho so principio de que algunos pronosticaban, que conforme a él sería el remate próspero y alegre de to da la guerra; sin embargo faltó poco para no enturbiarse aquella alegria por un debate que se levantó entre los soldados. La gente que vino de socorro, queria tener parte en los despojos que se ganaron en aquel pueblo decian era justo participasen del fruto de la victoria los que se pusieron á tanto riesgo pa. ra socorrer á los cercados. De las palabras llegaran á las manos, si el duque avisado del peligro no amansára los ánimos de los suyos con pocas palabras que les dixo: «Quédense (dixo) soldados con los des>>pojos aquellos a quien la fortuna los dió: nos por >>la honra y por la salud comun hemos trabajado. >>>Este sea el fruto de presente, que para adelante, >> pues se ha de proseguir la guerra, yo os aseguro >> serán vuestras con vuestro esfuerzo y valor todas >> las riquezas de los moros y del reyno de Granada.” Con estas palabras se sosegó la riña: dexaron nue va guarnicion en el pueblo de soldados, y con tanto las demas gantes volvieron atrás. No faltó el Moro á la ocasion que se le presentaba, antes volvió luego al cerco con mayor corage que antes, ansi mismo diversås bandas de moros entraron á robar por los campós comarcanos del Andalucía. La parte mas alta de Alhama por su sitio y ser la subida agria fue ocasion de descuidarse en guardalla: los contrarios convida dos desta ocasion una noche á veinte de abril al ama→ necer la subieron. Despertaron los christianos: acu+

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dieron al peligro, pelearon valientemente, y cargaron sobre los contrarios con tal furia que algunos de los bárbaros perdieron las vidas, otros por las salvar se echaron de los adarves abaxo: desta manera ́escaparon los nuestros deste gran peligro. Los que mas se señalaron en esta refriega y rebate, fueron dos ciudadanos de Sevilla llamados el uno Pedro Pine da, y el otro Alonso Ponce.

CAPITULO II.

Como el Rey Albohacen fue echado de Granada.

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Al mismo tiempo que Alhama estaba cercada, y los moros la batian con todas sus fuerzas, en Córdo va los Reyes luego que llegaron, comenzaron á tra tar de la manera cómo se debia hacer aquella guerLos mas recatados eran de parecer que desampa rasen á Alhama por estar rodeada de enemigos y los socorros lexos, ademas que de ordinario el suceso de la guerra es dudoso y sus trances variables. La Reyna con ánimo varonil juzgó la debian defender: hacíasele de mal desamparar aquella plaza por ser la primera que en su tiempo se ganó de moros; qué otra cosa sería hacerlo, sino dar muestra de miedo muy feo, con qué los enemigos se animarian, y al contrario los nuestros perderian el brio? Este pareeer prevaleció, y aun para ganar mayor reputacion acordaron de tomar una nueva empresa, y si bien en esto los pareceres tambien eran diferentes, siguieron el de Diego de Merlo, de quien el' Rey hacía mucho caso, y fue poner cerco sobre Loxa, ciudad muy fuerte en aquella comarca, y que no cae muy lexos de Alhama. Dióse orden que la masa del exército se hiciese en Ecija: juntáronse cinco mil de á caballo y

ocho mil infantes: número pequeño para intento lan grande. Con parte destas gentes, ya partidos los moros, llegó el Rey á Alhama á veinte y nueve de abril, guarnecióla de nuevos soldados, y por su general á don Luis Portocarrero señor de Palma, guerrero de fama y de cuenta en aquel tiempo. Luego despues desto, talado que hobo la vega de Granada, sin recebir daño alguno se volvió á Córdova para dar or den en las demas cosas que eran necesarias para la guerra, mayormente que la Reyna estaba cercana al parto, y queria hallarse presente. Parió dos criaturas a veinte y nueve de julio, la una en tiempo que se llamó doňa María, la otra por nacer antes de tiempo no vivió. El vulgo tomó desta ocasion para hablar diversamente, y hacer pronósticos sobre aquella guerra, unos de una manera y otros de otra, como á cada qual se le antojaba. El temor que muchos tenian, se aumentó por una tristeza extraordinaria que se veía en los que llevaban los estandartes reales á la iglesia mayor para que alli los bendixesen: otros se burlaban de todo esto como de cosas vanas y que suceden acaso. El dia siguiente el Rey partió para Ecija acompañado de muchos señores: casi ninguna persona de cuenta había que no desease ayudar en aquella empresa. Conforme á lo que tenían acordado y pretendian, fueron sobre Loka. Llegados a aquella ciudad, asentaron sus estancias, y las barrearon junto á los arrabales entre los olivares por la parte que pasa el rio Xenil tan conocido y acanalado que apenas se puede vadear, y por sus riberas que son muy altas: el lugar era estrecho y no á propósito para estenderse la caballería, y por estar los ciudadanos apoderados de la puente con dificultad podian pasar de la otra parte del rio. Está alli cerca un ribazo ó cuesta llamada de Albohacen, de que por ser á pro

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