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en España los Reyes pretendian fundar el derecho de nombrar los prelados de las iglesias. La revuelta que andaba en Italia, fue causa que en muchas cosas se disimulase con los príncipes; y aun en esta misma sazon se emprendió entre los venecianos y neapolitanos una nueva guerra. La ocasion fue ligera, la alteracion grande por acudir los demas príncipes de Italia, unos á una parte, otros á otra. El principio y causa desta guerra fue que los venecianos pretendian maltratar á Hércules duque de Ferrara, y los de Nápoles acudieron á su defensa por estar casado con una hija de don Fernando Rey de Nápoles. En lo mas recio desta guerra falleció el Papa Sixto a doce de agosto. Sucedióle el cardenal Juan Bautista Cibo, natural de Génova, con nombre que tomó de Inocencio Octavo. En el mismo tiempo pasó otrosí desta vida don Iñigo Dávalos hijo del condestable don Ruy Lopez Dávalos. Tuvo este caballero gran cabida con los Reyes de Nápoles: alcanzó grandes riquezas, y muy señalado bien asi como qualquier otro en las armas De su muger Antonela hija de Bernardo conde de Aquino y marques de Pescara dexó muchos hijos: el mayor se llamó don Alonso y le sucedió en el marquesado, demas dél á Martin, Rodrigo, y Iñigo que fue marques del Vasto: fuera destos a Emundo y una hija llamada doña Costanza, personas de quien descienden muchos príncipes de Italia. En especial don Fernando marques de Pescara hijo de don Alonso con sus muchas hazañas que obró en tiempo de nuestros padres, y con su valor hinchó á Italia y á todo el mundo de su fama, ca fue grande caudillo en la guerra, y se pudo comparar con muchos de los antiguos. Iñigo Dávalos fue padre de don Alonso marques del Vasto, que ganó asi mismo gran fama por su esfuerzo, y por morir su primo sin hijos heredó aquel esta

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dó, y junto con el suyo le dexó á sus descendientes con tal condicion que alternativamente el uno de los sucesores se llamase marques de Pescara y el siguiente marques del Vasto, y que esto se guardase perpétuamente, como vemos que hasta hoy se guarda.

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Que Abohardil se alzó con el reyno de Granada.

A esta misma sazon los soldados de Andalucía y los capitanes asi de su voluntad como por mandado de la Revna trataban con mucho calor de hacer guerra á los moros. Persuadíanse que pues los principios procedian prósperamente y casi sin tropiezo, que lo demas sucederia como deseaban. Con este intento no cesaban de espiar los intentos de los enemigos, sus pretensiones y caminos, sin afloxar ni descuidarse en cosa alguna, ni dexar á los enemigos alguna parte segura. No descansaban de dia ni de noche ni en invierno ni en verano; antes ordinariamente hacían correrías, y todo mal y daño en todos los lugares que podian. Tratabase en Córdova de hacer una nueva jornada, y consultaban por qué parte sería mejor acometer. Y dado que el maestre de Santiago era de contrario parecer, los mas se conformaron con el marques de Cadiz que debian acometer á Alora, que es un pueblo puesto casi en medio del camino que hay desde Antequera á Málaga: un rio pequeño que pasa junto á él, algunos piensan que los antiguos le llamaron Saduca; era esta villa mas fuerte por su sitio, ca está por la mayor parte asentada sobre peñas, que por las murallas ó otra fortificacion. Estaba el exército con esta resolucion á punto de marchar quando el Rey don

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Fernando que partió de Tarazona á postrero de mayo, continuado su camino, sobrevino para hallarse en persona en aquella guerra por ser su presencia de tan grande importancia para todo. Parecióle bien el acuerdo que los suyos tomaron, si bien para mayor disimulacion desmentir á los contrarios que no entendiesen su intento, dió muestra de ir de nuevo á guarnecer á Alhama de gente. Como llegó á Antequera, torció el camiuo y dió al improviso con todas sus gentes sobre Alora: fue grande el miedo de los moradores y la turbacion. Púsose sitio: combatieron las puertas y murallas de aquel lugar, y con la artillería abatieron parte de los adarves con tanto mayor espanto de los moros que no estaban acostumbrados a cosa semejante; rindiéronse á partido que los dexasen ir libres y llevar todas sus alhajas. La toma deste pueblo fue a veinte y uno de junio: la alegria y provecho mas colmado á causa que ningunos de los nuestros fueron muertos, y que los moros se pudieran entretener mucho tiempo; que no les podian quitar el agua del rio por ir cogido entre peñas, y por estar la gente acostumbrada á sustentarse con poco, y usar de la comida y de la bebida mas para sustentar la vida que para regalo y deleyte: venciéronse estas dificultades mas con ayuda del cielo que por industria humana. Acometieron, otros pueblos comarcanos, y por el demasiado brio cerca de un lugar llamado Cazarabonela, do vinieron á las manos con cierto número de enemigos, en un rebate mataron á don Gutierre de Sotomayor conde de Benalcázar en la flor de su edad (y que tenia por muger una dueña parienta del Rey) con una saeta enerbolada que le tiraron. Despues desto dexaron en Alhama trecientos caballeros de Calatrava por cuenta de Garci Lopez de Padilla maestre de aquella orden,

al que eligieron en lugar de Rodrigo Tellez Giron, y por su muerte, con gravamen que se encargase de la defensa de aquel pueblo. El Rey con la demas gente pasó hasta dar vista á Granada: alli asentó sus reales en un lugar fuerte; tenia seis mil de a caballo, los infantes apenas eran diez mil. En la ciudad se decia tenian setenta mil combatientes, gran número y que no se puede creer: siempre es mas lo que se dice en estas cosas que la verdad; la misma mentira empero da a entender que la muchedumbre era grande. Sin embargo el Rey don Fernando talado que hobo toda aquella vega y puesto grande espanto a toda la morisma, gastados en esto cincuenta dias, volvió con su exército sano y salvo, y alegre por los despojos de los moros que llevaba á tierra de christianos. Para la defensa de Alora dexó á Luis Fernandez Portocarrero, y por general de las armadas y del mar nombró á don Alvaro de Mendoza conde de Castro, persona de grande esfuerzo y prudencia. Pretendia con esto que de Africa no pudiese venir socorro á los moros; que por pequeños descuidos se suelen perder empresas muy grandes. Pasados los calores del estío, volvieron á la guerra con el mismo denuedo que antes: batieron un castillo cerca de Málaga llamado Septenil, fuerte y enriscado, Sucedió lo mismo que en Alora, que espantados los de dentro con el ruido y estruendo de la artillería, rindieron la plaza, con libertad que se les dió para irse donde quisiesen con el dinero que les dieron por el trigo y los bastimentos que alli dexaban, conforme a lo que ciertas personas señaladas juzgaron que pódia todo valer. Tras esto se enderezaron los nuestros la vuelta de Ronda, ciudad puesta entre montes muy altos y ásperos, y por esta causa, aunque pequeña, inaccesible y fuerte, en especial que la ma

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yor parte está rodeada del rio que por alli corre, lo restante de peñascos enriscados. Los moradores de aquella ciudad eran diferentes en el trage y vivienda de los demas: moros muy feroces y arriscados, y para todo lo que sucediese, guarnecidos de soldados y de armas, bastecidos de vituallas, tanto que a los lugares comarcanos que son de la misma aspereza, proveían ellos de todo lo necesario para su defensa y guarnicion. Todo esto ponia en los fieles mayor deseo de acometer aquella ciudad por entender que quitado aquel baluarte, todo lo demas hasta Málaga quedaria muy llano. Llegaron á vista de los muros y de aquel sitio tan bravo: dieron el gasto á los olivares y huertas, que las hay por alli muy buenas. No continuaron estos buenos principios; la falta del dinero para hacer las pagas les forzó á no detenerse mucho en aquel lugar: daño que muchas veces impide y desbarata grandes empresas. Enviada la gente á los invernaderos, el Rey y la Reyna se partieron para Sevilla: llegaron a aquella ciudad á dos del mes de octubre, alegres por los buenos sucesos y por la esperanza que tenian de dar fin á aquella empresa qual todos deseaban: era tan grande este deseo que 1485. en medio del invierno por el mes de enero año de mil y quatrocientos y ochenta cinco tornaron a la guerra. El invencible ánimo del Rey no sabía sosegar: tenia esperanza de tomar la ciudad de Loxa de rebato y de noche; mas desistió desta empresa por las muchas aguas y temporales del invierno que forzaron á los nuestros á volver atrás, ademas que un soldado muy plático llamado Juan de Ortega les avisó no solo ser temeridad sino locura intentar cosa semejante. Cada dia acudian nuevas compañías de Castilla y señores: entre otros el condestable Pero Fernandez de Velasco, el duque de Alburquerque don Beltran de la

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