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pitan Hernando Alvarez de Gadea alcayde de Colomera: con esta ayuda cobró tanto ánimo que no cesaba no solo de defender su partido sino tambien de acometer al enemigo con gran ventaja suya y espanto de los contrarios, y no menos estrago de los ciudadanos que pagaban á su costa la locura de aquellos dos Reyes con la pasion desatinados y sandios.

CAPITULO X.

La ciudad de Málaga se ganó.

Tratábase en Córdova, y consultabase sobre la manera que se debia tener en hacer la guerra á los moros. Los pareceres eran diferentes: unos decian que fuesen sobre Baza, otros que sobre Guadix. El Rey se resolvió de marchar la vuelta de Málaga por ser aquella ciudad á propósito para venir á los moros socorros de Africa, como les venian, á causa que el mar es angosto, y el paso estrecho por aquella parte. Con esta resolucion sin dar á entender lo que pensaba hacer, salió de Córdova a siete de abril: llevas ba doce mil de á caballo y quarenta mil infantes. Llegados que fueron a tierra de moros, el Rey descu brió lo que pretendia: dixo en pocas palabras á los soldados que los llevaba á do tenian la victoria cierta, á causa que hallarian los enemigos desanimados por la discordia que tenian entre sí y por el miedo, y las fuerzas que les quedaban las tenian repartidas en muchas guarniciones. Que si con la alegria acostum brada y su buen talante se diesen priesa, sin duda saldrian con aquella empresa muy honrosa para todos y de aventajado interés; lo qual hecho, y sugetada con esta traza gran parto de aquella provincia, de

mas de los otros pueblos y ciudades que ya les paga ban tributos y les reconocian homenage, qué le quedaria al enemigo últimamente fuera del nombre de Rey? que por sí mismo caería, aunque ninguno le hiciese fuerza; y con todo eso la gloria de dar fin á cosa tan grande se atribuiría á los que se hallasen en la conclusion y remate. Mirasen quanto era el aplauso y quán gran concurso de gente acudian á animallos para aquella jornada; y era asi, que por do quicra que iban, hombres, niños, mugeres les salian al encuentro de todas partes por aquellos campos, y les echaban mil bendiciones: llamábanlos amparo de España, vengadores de las injurias hechas a la religion christiana y de los ultrages: que en sus manos derechas y en su valor llevaban puesta la salud comun y la libertad de todos: que Dios les diese bueno y dichoso viage, y muy presto la victoria deseada de sus enemigos. Hacían sus votos y plegarias á los Santos para tenellos propicios, y á ellos convidaban á porfia, cada uno les hacía instancia que tomasen dél lo que les fuese necesario; al contrario la modestia de los soldados era tan grande, que ni querian ser cargosos ni detenerse, ni apartarse de las banderas para recebir refresco nii regalo. Sabida pues la voluntad deli Rey y su determinacion con mayor esfuerzo y alegria respondieron que los llevase a la parte que fuesel su voluntad y merced, que por su mandado y dehaxo de su conducta no esquivarian de acometer qualquier peligro y afan. Comenzó a marchar el exército: pareció que debian primero combatir á Velez, que es un buen pueblo cerca de Málaga: con esta resolucion hicieron sus estancias junto al rio que por alli pasa. Salieron a escaramuzar los del pueblo, y dieron sobre los gallegos, gente aunque endurecida con los trabajos y poco regalo de su tierra, pero no acostum

y

brada a pelear en ordenanza, sinó repartidos por diversas partes y de tropel como sucedia juntarse; asi fueron maltratados: acudieron otros á su defensa, con que los del pueblo mal su grado se retiraron dentro de las murallas. Ganaron los arrabales, y plantaron la artillería para batir los adarves: acudieron los aldeanos del contorno para dar socorro á los cercados: mas fue el ruido que el provecho. Abohardil luego que supo en Granada el intento de los christianos, determinó socorrer aquella ciudad, en cuyo peligro consideraba se ponia á riesgo todo su estado: con esta resolucion envió á Roduan Vanegas gobernador de Granada y capitan valeroso para que fuese delante, y con él algunas banderas de soldados á la ligera, y espaldas de trecientos de á caballo; prometióles que dentro de pocos dias iria él mismo en persona y los seguiría. Hizose asi. Pretendia Roduan de noche sin ser sentido dar sobre los nuestros y enclavar la artillería: no pudo salir con su intento. Acudió el Rey moro, y asentó sus reales en cierta fragura que hay cerca de aquella villa; tenia veinte mil hombres de á caballo, y de á pie otros tantos. Todavia su exército ni era tan grande ni tan fuerte como el contrario; confiaba empero se podria sustentar con la fortaleza del lugar en que se puso: no le valió su traza á causa que los christianos cargaron sobre él, y le entraron los reales y saquearon el bagage. El rebato fue tal que todos los moros se pusieron en huida, cada qual como pensó ó pudo salvarselo que fue peor, que como vieron á este Rey vencido, los que le eran aficionados le desampararon, y porque volvia sin su exército, los de Granada cerraron las puertas al miserable y desgraciado. Hecho esto, alzaron por Rey de comun consentimiento y dieron la obediencia á Boabdil su competidor; quelá los que huyen todos

les faltan. Los de Velez, perdida toda esperanza de poderse defender, por medio de Roduan y á su persuasion (ca tenia familiaridad con el conde de Cifuentes desde el tiempo que estuvo preso en Granada) se rindieron á veinte y siete de abril a partido y con condicion que tuviesen libertad de irse do les pluguiese, y llevar consigo sus bienes. Luego que los nuestros quedaron apoderados de aquella plaza sin derramar sangre ni perder gente, un pueblo llamado Bentome que cae alli cerca, á exemplo de Velez se entregó y recibió dentro guarnicion de soldados: el gobierno y guarda deste pueblo se entregó á Pedro Navarro, hombre de baxo suelo y marinero que fue, salió capitan señalado, mayormente los años adelante. Con esto los de Málaga cobraron gran miedo: dudaban de poder entretenerse mucho tiempo á causa que no tenian esperanza, á lo menos muy poca, de les viniese socorro; asi el alcayde y go

que

que

bernador llamado Abenconnixa salió de la ciudad a tratar de rendirse por intervencion de Juan de Robles, que estuvo mucho tiempo cautivo en Málaga. Tuvieron noticia destos tratos y práticas cierto número de soldados berberiscos que alli tenian de guarnicion para defender aquella ciudad: temian no les entregasen á los enemigos, y juntamente indignados de que sin dalles parte se tratase de cosa semejante, acometieron el castillo principal que está sobre aquella ciudad, y se llama el Alcazaba, y se apoderaron dél: echaron fuera y degollaron los soldados que tenia de guarnicion, y entre ellos un hermano del mismo Abenconnixa. Tras esto, acuden a las murallas, cier ran las puertas para que nadie de los ciudadanos pus diese tener habla con los christianos; si alguno se desmandaba pagaba con la vida; castigo con que pretendian escarmentar á los demas. Perdida pues esta

puso á

esperanza el Rey hizo traer tiros mas grues os de Antequera, y con ellos adelantó sus reales y los quince de mayo á vista de Málaga. Está aquella ciudad asentada en un llano sino es por la parte que se levanta un recuesto en que estan edificados dos castillos: el mas baxo se llama Alcazaba, y el que está en lo mas alto se llama Gebalfaro: la ciudad es pequeña de circuito, pero muy hermosa y conforme á su grandeza llena de gente. Tiene puerto y atarazanas por la parte que es bañada del mar: por las espaldas se levantan ciertos montes y collados plantados de viñas y de huertas, en que los ciudadanos tienen muchas casas de placer. Del un castillo al otro van dos muros tirados con que se juntan entre sí, y se pasa del uno al otro. La campiña es hermosa, el cielo alegre, la vista del mar muy ancha, y en aquel tiempo era rica y muy noble por el comercio y contratacion de Africa y de Levante. Hallábanse en los reales del Rey y en su compañía el maestre de Santiago, el almirante de Castilla, el de Villena, el de Benavente, el maestro de Alcántara, y don Andres de Cabrera marques de Moya: demas destos casi todos los señores del Andalucía, y muy buenos socorros que acudieron de aragoneses. Pareció cercar aquella ciudad de mar á mar con foso, con trincheas y albarradas, y poner golpe de gente en el collado en que está el castillo menor: hízose lo uno y lo otro; dióse cuidado de los que pusieron en el collado, al marques de Cadiz. La Reyna otrosí vino al cerco, y en su compañía el cardenal don Pero Gonzalez de Mendoza, y fray Hernando de Talavera por su buena y santa vida de frayle de San Gerónimo (como queda dicho) promovido en obispo de Avila. Antes que se acabasen los fosos valladar salieron algunas veces á escaramuzar los moros, al contrario los chris

TOMO V.

y

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