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CAPITULO IX.

Como el Rey de Aragon y sus hermanos fueron presos.

Con las muertes del senescal Juan Caracciolo, y de Ludovico duque de Anjou y de la Reyna doña Juana parecia que al Rey de Aragon se le allanaba del todo el camino para apoderarse del reyno de Nápoles por estar sin cabeza, sin fuerzas, sin conformidad de los naturales, y sin ayudas de fuera, y como dado en presa a quien quiera que le quisiese echar la mano. Muchos de los señores sea por entender lo que se imaginaba era forzoso, sea por el odio que tenían al gobierno del pueblo que en ninguna cosa sabe templarse, comunicado entre sí el negocio, se apoderaron de Cápua con su castillo: ciudad muy a propósito para hacer la guerra. Desde alli por medio de Raynaldo de Aquino, que enviaron sobre el caso a Sicilia, ofrecieron sus fuerzas y todo lo que podian al Rey de Aragon con tal que se apresurase, y no los entretuviese con esperanzas, pues era forzoso usar de presteza antes que la parcialidad contraria se apercibiese de fuerzas. Hallabanse con el Rey de Aragon tres hermanos suyos, todos de edad muy a propósito y de naturales excelentes. Don Pedro quedó en Sicilia para recoger y juntar toda la demas armada: el Rey con el de Navarra y don Enrique solamente con siete galeras del puerto de Mecina se hizo a la vela. Tomó primero la isla de Ponza, despues la de Ischia, y finalmente llegó á Sessa, do gran número de señores eran idos desde Cápua á esperar su venida; el mas principal de todos era Antonio Marsano duque de Sessa. Tratóse en aquella ciudad de la manera como debian hacer la

guerra : acordaron de comun parecer en primer lu gar poner cerco sobre la ciudad de Gaeta. A siete de mayo se juntaron sobre ella la armada de Aragon y la gente de tierra que seguía a los señores neapolitanos, con que la sitiaron por mar y por tierra. Vino eso mesmo con sus gentes el príncipe de Taranto. El Rey de Aragon se apoderó del monte de Orlando que está sobre la ciudad, con que tenia gran esperanza de tomalla por hallarse a la sazon los cercados no menos faltos de vituallas que llenos de miedo. Inclinábanse ellos á entregarse; mas los ginoveses que eran en gran número, a causa de sus mercadurías y tratos de que aquella nacion saca grandes intereses, se resolvieron con gran determinacion de defender la ciudad. Tomaron por su cabeza á Francisco Espinula hombre principal, y que en gran manera atizaba a los demas: con este acuerdo hicieron salir de la ciudad toda la gente flaca, á los quales el de Aragon recibió muy bien. Hízoles dar de comer y enviólos (salvos á los lugares comarcanos: humanidad con que: ganó grandemente las voluntades asi de los cercados como de toda aquella provin→ cia y nacion. Avisado el senado de Génova del aprie to en que los suyos estaban, y porque asi lo mandaba Philipo duque de Milán, acordaron enviar de so corro. una armada guarnecida de gente y bastecida de trigo y de municiones. Señalaron por general de la armada á Blas Assareto, hombre a quien la destreza en las armas, y conocimiento de las cosas del mar, de lugar muy baxo, y de muy pobre que era en su mocedad, levantó á aquel cargo: llevaba doce naves gruesas, dos galeras y una galeota. El Rey de Aragon, avisado de la venida desta armada de Génova, le salió al encuentro con catorce naves grue sas y once galeras. Embarcaronse con él y por su

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exemplo casi todos los señores con cierta esperanza. que llevaban de la victoria. Los aragoneses llegaron á la isla de Ponza, la armada de los enemigos sur gió á la ribera de Terracina. Avisaron los ginoveses con un rey de armas que enviaron al Rey de Aragon, que su venida no era para pelear, sino para dar socorro á sus ciudadanos y proveellos de vitua llas ; que si esto les otorgaba y les daban lugar para hacello, no sería necesario venir á las manos. Fue grande la risa de los aragoneses, oida está embaxada, y no pocos los denuestos que sobre el caso dixeron. Con esto tomaron las armas y ordenaron los unos y los otros sus baxeles. Antes de comenzar la pelea tres naves de los ginoveses apartadas de las demas se hicieron al mar, con orden que se alargasen, y quando la batalla estuviese trabada, acometiesen á los contrarios por las espaldas. Los aragoneses por pensar que huían, sin ningun orden acometieron á -las demas naves enemigas no de otra suerte que si la presa y la victoria tuvieran en las manos; solamente temian no se les escapasen por la ligereza. El Rey de Aragon con su nave embistió la capitana contraria. El general ginoves con gran presteza dió vuelta con su nave, y con la misma cargó por popa la real con saetas, dardos y piedras en gran número, que por su gran peso y por el lastre estaba trastornada. Con el mismo denuedo se acometieron entre sí las demas naves y se abordaron: trabadas con garfios peleaban no de otra manera que si estuvieran en tierra. Sobrepujaban en número de gente y de naves los aragoneses, pero su muchedumbre los embarazaba, ayĩ muchos por estar mareados nas eran estorbo que de provecho; los ginoveses por estar acostumbrados al mar asi marineros como soldados en destreza y pelear se aventajaban. Las galeras no hicieron efecte

alguno por estar las naves entre sí trabadas, y ser de muy mas alto borde. La pelea se continuaba hasta muy tarde, quando las tres naves de los ginoveses, que al principio parecia que huían, dando la vuelta acometieron de través las reales, causa de ganar la victoria. Entraron los enemigos y saltaron en la real: amonestaban a los que en ella peleaban, se rindie-› sen. Era cosa miserable ver lo que pasaba, la vocería y alaridos de los que mataban, y de los que morian: ninguna cosa se hacía con orden ni concierto, todo procedia acaso. La nave del Rey con los golpes del mar hacía agua: avisado del peligro en que estaba, dixo que se rendia á Philipo duque de Milán, bien que ausente. En la mesma nave prendieron al príncipe de Taranto y al duque de Sessa; en otras doce naves que vinieron en poder de los enemigos, otro gran número de cautivos, entre ellos el Rey de Navarra, al qual al principio de la pelea libró de la muerte Rodrigo Rebolledo que tenia a su lado. Fue preso asi mismo don Enrique de Aragon: de don Pedro no concuerdan los autores, unos dicen halló que se en la batalla, y que escapó con tres galeras cubierto de la escuridad de la noche; otros que con la demas armada que traía de Sicilia, llegó a la isla de Ischia al mismo tiempo que se dió la batalla. Fueron demas de los dichos presos Ramon Boil virrey que era de Nápoles, don Diego Gomez de Sandoval conde de Castro con dos hijos suyos Fernando y Diego, don Juan de Sotomayor, Iñigo Dávalos hijo del condestable don Ruy Lopez Dáva los, junto con un nieto del mismo, hijo de Beltran su hijo, que se decia Iñigo de Guevara, y desde España acompañaron a los Reyes para esta guerra de Nápoles. Despues de la victoria, que fue tan seña lada y memorable, los de Gaeta con una salida que t

hicieron, ganaron los reales de los aragoneses, y saquearon el bagage, , que era muy rico por estar alli las recámaras de príncipes tan grandes: las compa-, ñías que quedaran alli de guarnicion, y los soldados parte fueron presos de los enemigos, otros huyeron por los despoblados y por sendas desusadas. Quién no pensára que con esto el partido de Aragon y sus cosas quedaban acabadas, perdida aquella jornada y la victoria que parecia tenian entre las manos? entendimientos ciegos de los hombres, consejos impróvidos, y varias mudanzas y truecos de las cosas! Todo fue muy al contrario, que este revés sirvió á los vencidos de escalon para recobrar mas fácilmente el reyno, y perder la libertad les fue ocasion de mayor gloria: quién tal creyera? quién lo pensára? Desta manera los pensamientos de los hombres muchas veces se mudan en contrario, gobernados y encaminados no por la loca fortuna, sino por mas alto y mas secreto consejo. Dia viernes á cinco de agosto se dió esta batalla cerca de la isla de Ponza, que fue de las mas señaladas del mundo.

CAPITULO X.

Como el Rey de Aragon y sus hermanos fueron puestos en libertad.

Dada que fue la batalla, los vencedores dieron la vuelta á Génova: alli quedó la mayor parte de los cautivos que se tomaron, como por premio del trabajo y del gasto. Los Reyes y muchos de los nobles presos que llegaban á trecientos, llevaron á Milán: el mismo general ginoves con ellos hizo su entrada á mane. ra de triumpho nobilísimo, y qual de mucho tiempo atrás no se vió en parte alguna. Toda Italia estaba sus

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