Imágenes de páginas
PDF
EPUB

desistir del empeño de vencer el mal con el bien, es necesario considereis, como lo esperamos de vuestra prudencia, que nadie fuera de nosotros os dá cuenta de los agravios, que se hacen á la iglesia. Por lo mismo si pensais en dar muerte á los que delatamos, nos retraereis de acudir á vuestro tribunal, y ellos se harán entónces mas insolentes, pues nosotros en todo caso preferirémos ser sacrificados, ántes que presentarlos á que sufran la pena capital."

[ocr errors]

Yo en fin por mi parte os suplico de nuevo que recibais benignamente esta mi exôrtacion, 6 sea representacion y humilde súplica, pues me lisongéo que podría esperar esta gracia, aun quando os hallaseis en puesto mas elevado, y yo no fuera mas que simple particular. Haced sin embargo que entiendan quanto ántes los donatistas que los bandos, que expedisteis contra ellos, y que juzgan que en el dia ya no rigen, aun están en vigor, á fin de que nos dexen sosegar á los católicos. Por lo demas el modo de que sean provechosos nuestros desvelos y afanes por su conversion, será reprimiendo de tal manera con vuestras disposiciones esta secta orgullosa y petulante, que nunca pueda blasonar de que las molestias que se le ocasionan, las sufre por la buena causa; ántes bien es indispensable que despues que se hallen convictos de sus delitos en vuestro juzgado ú otro inferior, se les procure convencer de la verdad de la fe, haciendo que reformen sus opiniones, y contribuyan al desengaño de los demas. Porque no se puede negar que es trabajo perdido obligar á un hombre á que abrace el bien ó se aparte

del mal por grande que este sea, no llevándole por el camino de la persuasion." (1) Hasta aquí S. Agustin.

Tengo por excusado acumular nuevos testimonios de Santos Padres en abono de mi proposicion. Los que acabo de alegar son mas que suficientes para convencernos de que la mansedumbre de Jesucristo con los díscolos, practicada y publicada por los apó toles, fué la contraseña de los doctores de la iglesia, quienes la consig naron en mil parages de sus escritos para enseñanza de la posteridad. Ellos nos evidencian que la conducta de los ministros del evangelio en orden á los que han sacudido su yugo, debe ser muy diversa de la que observaban los antiguos sacerdotes con los que abandonaban la ley de Moises; que el zelo mas puro por la religion cristiana no debe separarse nunca de la mas ardiente y benéfica caridad; que el imperio suavísimo del crucificado reclama constantemente la libertad á favor de los mismos que se someten á él; que la adquisicion de nuevos creyentes y la posesion de los antiguos las aprecia la iglesia católica, quando entran y se mantienen en su gremio por la uncion divina y la persuasion; finalmente que si alguna vez para contener á los malos en la carrera de su perdicion necesario apelar á las potestades de la tierra, debe ser unicamente quando así lo exige la natural defensa de la iglesia, ó la enmienda de los mismos refractarios por medio de una correccion moderada, y que pueda llamarse verdaderamente paternal.

(1) S. August, Epist. C. Tom. II. pág. 270.

es

Sin embargo de estar tan claras y terminan tes á favor de mi asercion las palabras de los Santos Padres arriba citados, creen los de la opinion contraria poderla apoyar en su autoridad. (1) En San Agustin principalmente es en quien les parece hallar un testimonio incontrastable, de que puede la iglesia sin faltar á los deberes de la mansedumbre excitar el zelo de la potestad civil, no solo para que cohiba con penas corporales á los hereges que atentan violentamente contra ella, sino tambien para que los obligue á solicitar su reconciliacion. Es cierto 6

(1) Ménos el Nuevo Reflexionador, quien en su carta al Anti-apologista de la Inquisicion incomodándose de que se haga uso de la escritura y Santos Padres para impugnarla, le dice en la pág. 17: „, ¿ Escritura y Santos Padres para probar que la Inquisicion debe abolirse? Está vmd. en su juicio? Pues que los autores sagrados pudieron impugnar un establecimiento que no conocieron ?" De aquí infiero yo que tampoco querrá el Nuevo Reflexionador asociarse á los de su partido, quando traen la escritura y Santos Padres en su favor, pues en este caso corre la misma paridad. Pues que le contextaré yo volviéndole la pregunta) ¿no puede sostenerse ó impugnarse un establecimiento religioso con argumentos tomados de los autores sagrados, porque estos le sean anteriores? ¿Como ha podido proceder (le volveré a preguntar ) el tribunal de la Inquisicion en las causas de nuevos sectarios, sino ha recurrido para calificar sus doctrinas à la escritura y la tradicion? Sera tal vez que en sus juicios habrá llevado por regla las opiniones dominantes del tiempo, ó mas bien el capricho de los que dominaban? Así habrá sido sin duda, pero estamos ya en el caso de que se remedie este mal.

que este Santo Padre confiesa de sí mismo, que habiendo llevado ántes la opinion de que á los donatistas no se les debía perseguir con otras armas que el argumento, fueron tantos y tan convincentes los exemplares, que le presentaron algunos obispos de Africa de conversiones hechas con el rigor de las leyes, que se vió en la precision de abandonar su primer dictámen. Conozco la oportunidad de esta objecion, pero estoy tan distante de desistir por ella de mi empeño, como ageno de creer con Baile, Basnage, Le Clerc, Barbeyrac, y Mosheim que en esta ocasion atendió S. Agustin á la aparente utilidad que resultaba á la iglesia de una proteccion ilimitada por parte de los reyes, y no á la verdadera piedad y justicia en que debía cimentarse esta proteccion. No se me hace verosímil, vuelvo a repetir, que un sabio de primer órden, que tan abiertamente sostenía que la conversion del corazon es obra de la gracia y don de Dios, afirmase en el sentido que se quiere suponer, que á los hereges se les debe convertir con multas, destierros, y la pena capital.

Para desvanecer el argumento que los panegiristas del rigor sacan de esta retractacion de S. Agustin, y la imputacion de parcialidad que hacen al mismo los autores mencionados, bastará exâminar las razones por las que graduó de sincera la conversion de los donatistas, y que son propiamente las únicas que le obligaron á mudar de parecer. Digo las únicas, porque las que alega el santo doctor tomadas del antiguo y nuevo testamento, no tanto deben llamarse pruebas sólidas de la verdad de su proposicion, quanto

una amplificacion ó exôrnacion de la idea que contiene, siendo todas ellas á qual mas débiles, como deberá confesarlo qualquiera que las lea sin prevencion. En una palabra S. Agustin hace uso de estas pruebas no como lógico sino como orador, cuidando mas de la elegancia en proponerlas, que del peso que pudieran añadir á una opinion, que en su concepto su concepto estaba ya demostrada por la experiencia. (1) Esto supuesto, dice contextando al donatista Vincencio que le reconvenía acerca de su nuevo modo de pensar.

,,En otro tiempo era yo de dictámen que á nadie se le debe hacer fuerza para que vuelva al gremio de la iglesia, fundado en que no debemos usar de otras armas que las palabras; qué nuestra peléa no debe ser otra que la disputa; y que tan solo debe estimarse por victoria, la que se gana en fuerza de la conviccion, pues de lo contrario pasarían á ser católicos simulados, los que antes eran hereges conocidos. Mas despues algunos de mis compañeros me estrecharon no con razones sino con hechos, que me citaban en gran número, en términos que no pude ménos de aderirme á su opinion. Porque en primer lugar se me arguyó con el exemplo de la ciudad de mi residencia (Hipona), que habiéndose decidido antiguamente á favor de la

(1) Los argumentos, que toma S. Agustín de la escritura para probar que es lícito usar del castigo corporal con los hereges, para que vuelvan al gremio de la iglesia, los reproducen mas no en su verdadero sentido los apologistas de la Inquisicion, siendo los mas fuertes de todos los que quedan disueltos en la reflexion anterior.

« AnteriorContinuar »