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que el de la mansedumbre y sufrimiento; péro que habiendo variado las circunstancias con la conversion de los emperadores al cristianismo, debía variar tambien la disciplina en quanto al punto en question. (1) Esto quiere decir, há- lọi que se dexa entender, que si los cristianos en la primitiva iglesia manifestaban dulzura y caridad hasta con sus mismos perseguidores, era por que no tenían la fuerza necesaria para hacerse respetar y aun temer.

Quimérica evasion es esta por cierto, y tan contraria á la verdad de la historia, como injuriosa á la memoria de los mártires, cuya intrepidez, serenidad en los tormentos, y generosidad con sus enemigos al paso que manifiestan el carácter divino de la religion que predicaban, desmienten tambien la calumnia con que se quie re mancillar su virtud heróica, dándole el colorido de hipocresía y debilidad. Si tales sentimien tos pudieran suponerse en los antiguos cristianos, si fuera cierto que era su ánimo dar muerte pudiendo á los enemigos de la iglesia, y creyendo hacer en esto un obsequio á la fé; no sé yo que tuviese mas de admirable la muerte de un

(1) Así Muzarelli en su Buen uso de la Lógica (Tom. III. Opusc. XIII.) quien, respondiendo espe cialmente al testimonio de S. Hilario citado arriba, dice que este santo doctor declamaba contra los obispos de su tiempo que propendían al rigor con los hereges, porque siéndolo el emperador Constancio, baxo cuya dominacion vivían, debía continuar por entonces el sistema de mansedumbre, hasta que se consolidase del todo la proteccion de los principes a favor de la religion católica.

mártir que la de un malhechor, ni como podría - afirmarse de ellos que eran enviados como ove-jas centre Jobos segun expresion del mismo Jesu-cristo, quando ningun animal fiero dexa de serlo, porque siendo cachorro le falten aun las armas, con que en lo succesivo se ha de ensangrentar. (1) Pero nada tan á propósito para refutar este absurdo, como el testimonio de dos -célebres escritores de los tiempos de persecucion, -de que resulta que los cristianos no carecían de fuerzas para vengarse de sus enemigos si lo hubiesen intentado, y se demuestra de un modo irrefragable que su espíritu era el de mansedumibre recibido de los apóstoles y del Salvador. El -primero es Tertuliano, quien hablando á los gentiles en su Apología de la religion, dice así.

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Los que por principios de religion debemos

De la misma comparacion se vale S. Agustin contra los donatistas, que perseguidos por sus opiniones hacían alarde de mansedumbre y tolerancia con los católicos, contra quienes si no empleaban entonces su furor no era por falta de voluntad sino de poder. (Ibid. B. II) En esta inteligencia, no podrá ménos de parecer extraño, que siendo S. Agustin quien ridiculiza en los donatistas el que blasonasen de pacíficos quando no podían dexar de serlo, sea él mismo quien subministra á los partidarios del rigor la idea de que si los primeros cristianos no usaban de la fuerza contra los enemigos de la iglesia, era porque los monarcas aun no habian abrazado, la fé. (Ibid. n. 9.) Esta contradiccion de principios, que tal parece á primera vista, es una nueva confirmación, de que la mente del santo doctor en toda la carta á Vincencio no es otra que la que llevo insinuada, á saber, que con los hereges podía emplearse alguna correccion.

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amar á nuestros enemigos á quien podremos aborrecer? Los que no podemos vengar los agravios, porque miramos la venganza como un atertado á quien podremos ofender? De esta benignidad tan poco usada fuera del cristianismo con vosotros mismos atestiguo, los que como magistrados nos habeis vexado tantas veces, parte por dar cumplimiento á las leyes, parte por desahogo de vuestra inclinacion feroz. Con tan inhumanos tratamientos, decid, ¿que conspiracion habeis descubierto de parte de los cristianos ó en que se han vengado unos hombres tan resueltos á morir? y ciertamente no es por falta de oportunidad, quando sobran teas para incendiar, si quisieramos, en una noche toda la ciudad. Pero léjos de nosotros el desvarío, de que una religion que tiene por autor al mismo Dios haya de vengarse con fuego encendido por el hombre, ó que reusemos padecer trabajos, en los que se acrisola la virtud. Aun diré mas. Si quisiéramos vengarnos como enemigos declarados acaso nos habían de faltar exércitos con que verificarlo? Ayer aparecímos, y ya llenamos todo el imperio, las ciudades, las islas, los castillos, las villas, las aldeas, los reales, las tribus, las decurias, el palacio, el senado, el foro. Solos los templos os dexamos desocupados. ¿Que batalla pudiera ocurrir en que faltase valor aun con fuerzas desiguales á unos hombres, que en lo tormentos se dexan despedazar con tanta serenidad, si nuestra disciplina militar no fuera morir mas bien que matar á otro?" (1)

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(1) Tertul. Apologet. Cap. XXXV1I.

---Tal era el lenguage de los cristianos, y tal el espíritu de mansedumbre, que los animaba en el siglo segundo y tercero de la iglesia, en qua vivía Tertuliano; esta virtud no se les puede disputar, sin que á este célebre escritor se le atribuya una ligereza sin igual, pues lo hubiera sido proclamar por comunes unos sentimientos á que se resistia la opinion comun. Por lo que respecta al siglo quarto oígase á Lucífero obispo de Cáller escritor de aquel tiempo, quien hablando de Constancio en nombre de todos los católicos, le dice de esta manera. Enhorabuena que nos combatan de órden tuya encrespadas elas, y violentos torbellinos; nosotros permane◄ ceremos cada vez mas inmobles, y lejos de zo zobrar en la borrasca, tomaremos mas aliento, al paso que sean mayores los peligros que nos cerquen; pues el cristiano no cede facilmente á la maldad, degradándose con el abatimiento que la acompaña, ántes bien descubre mas su grandeza de alma, quanto mas se empeñan los tiranos en envilecerle. Crece la persecucion pero tambien crece, ó emperador, la gloria de los soldados de Jesucristo, y léjos de que los tormentos nos retraigan de la palestra, hacen que volemos mas ligeros á ella. Que esto sea verdad lo confesarás tu mismo, quando veas á los cristianos presentarse y defender la fe con igual denuedo en todo el imperio, sin que tus detestables alagos los engañen, ni tus amenazas los aterren, ni los venza la crueldad de los tormentos, estando fortalecidos por aquel Señor, que nos prometió estar con nosotros hasta la consumacion de los siglos."

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(1)

to,

,,Seguiremos pués adelante, hasta que destru yas nuestro cuerpo, así como hemos seguido hasta ahora, cubiertos con el escudo de Jesucris revestidos con la cota de su piedad y guiados por su divino espíritu, manteniéndonos in→ flexibles á toda sugestion, que se dirija á hacer→ nos olvidar nuestra dignidad. Padecemos no hay duda, quando se atormentan nuestros cuerpos, pero tambien enseñamos con nuestro exemplo que ninguna violencia basta á separar al sabio de su opinion y propósito con mengua de su carácter, y que tiene grandes ventajas el padecer por Dios, que es la misma verdad. Por lo demas. nada importa me hagas morir traspasada la cabeza con un clavo, ó el pecho con una lanza, atadas las manos por detras, estendidos ó jun tos los brazos por delante, boca abaxo, encor bado, de pie, ó levantado del suelo; que me mandes matar en mi lecho, ó cortarme la cabeza fuera de él con la espada, ó con la segur reclinado sobre un tajo; ó que me empales, pongas en cruz, ó me quemes á fuego lento, que me entierres vivo, me precipites de un peñasco, ó me sumerjas en el profundo mar. Ni me da cuidado que despues sea mi cadáver pasto de las aves y los perros en el campo, ó que á vista tuya y con una complacencia cruel le despedacen las fieras, y le devoren hasta que no queden sino los mondos huesos, porque al fin me he de hallar salvo y sin lesion delante de Dios." (1)

Estos eran los sentimientos de los fieles relativamente al modo de portarse con los enemi

(1) Lucif. Calar. Moriendum esse pro filio Dei.

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