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con mucho gusto aquella plática, y la encomendó á la memoria. Añaden á esto algunos que el Rey moro, advertido del peligro y del descuido, para ver si dormia le mandó echar plomo derretido en la mano, y que por esta causa le llamaron don Alonso el de la mano horadada. Invencion y hablilla de viejas, porque cómo podian tener tan a mano plomo derretido, ni el que mostraba dormir, disimular tan grave dolor y peligro? la verdad, que le llamaron asi por su flaqueza y liberalidad extraordinaria. Otro dia refieren que estando en presencia del Rey, se le levantó el cabello, y se le erizó de manera que aunque el Rey por dos o tres veces se le allanó, todavia se tornaba á levantar. Los moros como gente que miran mucho en estos agüeros, avisaron que aquello era pronóstico de grande mal, que se apoderaria de aquel reyno, si no ganaban por la mano con darle la muerte para asegurarse. Quién podrá desbaratar los consejos de Dios? el Rey era de suyo muy humano, y tenia buena voluntad á don Alonso; por esto no se dexó persuadir de los agoreros, ni vino en quebrantar por su causa leyes del hospedage: contentose con que don Alonso le hiciese de nuevo pleyto homenage que le sería amigo verdadero y leal. Esto pasaba en Toledo: por otra parte el Rey don Sancho feroz y ufano por la victoria que ganó, tomaba posesion del reyno de Leon, en que unas ciudades se le rendian de voluntad, de otras se apoderó por fuerza de armas. En particular la ciudad de Leon al principio le cerró las puertas; pero al fin con un cerco que tuvo sobre ella muy apretado, á exemplo de las demas ciudades se allanó. Concluido esto a su voluntad, revolvió contra Galicia, do el otro hermano revnaba con pocas fuerzas por tener el reyno dividido en bandos, y estar disgustados contra él los naturales á causa de los mu

chos tributos que les imponía, de cada dia mayores y mas graves: el mayor daño, que se dexaba gobernar á sí y á todas sus cosas públicas y particulares de un criado que tenia con él gran cabida, que suele ser un grave daño en los príncipes. De ordinario las mercedes que los príncipes hacen, se atribuyen á ellos mismos; y si en alguna cosa se yerra, cargan á los ministros y a los tienen a su lado, que que suelen pagar con la vida la demasiada privanza, como sucedió en este caso: ca los caballeros indignados por aquella causa dieron la muerte a aquel su criado en su misma presencia, y aun pasaron tan adelante que por sospecharse de muchos eran participantes en aquel delito, para asegurarse tomaron las armas y alborotaron el reyno: menospreciaban es á saber al que vian dexarse gobernar por hombre semejante; y sin duda es señal que el príncipe no es grande quando sus criados son muy poderosos. En este estado se hallaba Galicia al tiempo que el Rey don Sancho acometió á tomalla. Don García visto que por estar los suyos alborotados no podria contrastar a las fuerzas de su hermano, con solos trecientos soldados que le siguieron, desamparada la tierra, acudió á los moros de Portugal. Persuadiales le ayudasen con sus fuerzas; que si bien andaba fuera de su casa, todavía le acudirian sus vasallos. Que se apiadasen de su trabajo, y biciesen rostro á la ambicion de su hermano, si quiera por asegurar sus cosas, y no tener por vecino enemigo tan poderoso, que si salia con aquella pretension, no pararia hasta enseñorearse de todo. Representabales los intereses que podian esperar de aquella guerra, que todos serían para ellos mismos, y él se contentaria con recobrar su estado y vengar aquel agravio, "A estas razones respondieron los moros que les pesaha de su mal; pero que no les venía á cuento meter

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en peligro sus cosas por ayudarle, y mucho menos fiar de promesas de hombre que no se supo conservar en lo que tenia. Despedido deste socorro, todavia quiso probar ventura alentado con otros muchos que le acudieron, unos por odio del Rey don Sancho, otros por tener parte en la presa, parte moros, parte christianos. Con esta gente rompió por las tierras de su reyno: los pueblos y ciudades de Portugal facilmente se le rendian. Acudió el Rey don Sancho para atajar esta llama: llegó con su gente hasta Santaren que antiguamente fue Scalabis. Juntáronse los dos campos, dióse la batalla de poder a poder, el campo quedó por el Rey de Castilla, el estrago y matanza de los contrarios fue grande, muchos prisioneros, y entre los demas el mismo don García, que llevaron al castillo de Luna en Galicia, donde pasó en prisiones lo que restó de la vida, pobre y despojado de su estado. Era de suyo hombre descuidado y floxo, suelto de lengua, y no bastante para tan grandes olas y tormenta como contra él se levantaron.

CAPITULO IX.

Como el Rey don Sancho murió sobre Zamora.

Concluido que hobo el Rey don Sancho con los dos hermanos, luego que se vió señor de todo lo que su padre poseia, quedó mas soberbio que antes y mas, orgulloso. No se acordaba de la justicia de Dios, que suele vengar demasías semejantes, y volver por los que injustamente padecen; ni consideraba quanta sea la inconstancia de nuestra felicidad, en especial la que por malos medios se alcanza. Prometíase una larga vida, muchos y alegres daños, sin recelo alguno de la muerte que muy presto por aquel mismo cami

no se le aparejaba. Despojados los hermanos, sole quedaban las dos hermanas, que pretendia tambien desposeer de los estados que su padre les dexó. El color que para esto tomaba, era el mismo del agravio que pretendia se le hizo en dividir el reyno en tantas partes: la facilidad era mayor a causa de tener ya él mayores fuerzas, y aquellas señoras ser mugeres y flacas. La ciudad de Zamora estaba muy pertrechada de muros, municiones, vituallas y soldados que tenian apercebidos para todo lo que pudiese suceder. Los moradores era gente muy esforzada y muy leal, y aparejados a ponerse a qualquier riesgo por defenderse de qualquiera que los quisiese acometer. Acaudillabalos Arias Gonzalo, caballero muy anciano, de mucho valor y prudencia, y de cuyos consejos se valia la infanta doua Urraca para las cosas del gobierno y de la guerra. El Rey visto que por voluntad no vendrian en ningun partido, ni se le querian entregar, acordó usar de fuerza. Juntó sus huestes, y con ellas se puso sobre aquella ciudad, resuelto de no alzar la mano hasta salir con aquella empresa: el cerco se apretaba, combatian la ciudad con toda suerte de ingenios. Los ciudadanos comenzaban á sentir los daños del cerco; y el riesgo que todos corrian, los espantaba y hacia blandear para tratar de partidos. En este estado se hallaban quando un hombre astuto llamado Vellido Dolfos, si comunicado el negocio con otros, si de su solo motivo no se sabe, lo cierto es que salió de la ciudad con determinacion de dar la muerte al Rey, y por este camino desbaratar aquel cerco. Negoció que le diesen entrada para hablar al Rey: decia le queria declarar los secretos y intentos de los ciudadanos, y aun mostrar la parte mas flaca del muro y mas a propósito para darle el asalto y forzalla. Creen los hombres fa

-cilmente lo que desean: salió el Rey acompañado de solo aquel hombre para mirar si era verdad lo que prometia, Hizo, dél mas confianza de lo que fuera razon, que fue causa de su muerte, porque estando descuidado y sin recelo de semejante traycion, Vellido Dolfos le tiró un venablo traia en la mano, que con que le pasó el cuerpo de parte á parte: estraño atrevimiento y desgraciada muerte, mas que se le empleaba bien por sus obras y vida desconcertada. VeIlido luego que hizo el golpe, se encomendó a los pies con intento de recogerse á la ciudad. Los solda.dos que oyeron las voces y gemidos del Rey que se -rebolcaba en su sangre, fueron en pos del matador, by entre los demas el Cid que se hallaba en aquel cerco. La distancia era grande y no le pudieron alcan-zart; que las guardas le abrieron la puerta mas cercana, y por ella se entró en la ciudad. Esto dió ocasion para que los de la parte del Rey se persuadiesen fue aquel caso pensado, y que los demas ciudadanos ó muchos dellos eran en él participantes. Los soldados de Leon y de Galicia no sentian bien del Rey muer« ni les agradaban sus empresas, y asi sin detenerse mas tiempo desampararon las banderas y se fueron á sus casas. Los de Castilla, como mas obligados y mas antiguos vasallos, parte dellos con gran sentimiento llevaron el cuerpo muerto al monasterio de Oña, do le sepultaron y hicieron sus honras, que no fueron de mucha solemnidad y aparato; la mayor parte se quedaron sobre Zamora, resueltos de vengar aquella traycion. Amenazaban de asolar la ciudad, y - dar la muerte á todos los moradores como á traydores y participantes en aquel trato y aleve. En parti.cular don Diego Ordoñez de la casa de Lara, mozo de grandes fuerzas y brio, salió á la causa. Presentó se delante de la ciudad armado de todas armas y en

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