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do el siglo de la pobreza y de la miseria. Citó asi mismo en apoyo de sus ideas varias obras, pero con la mayor inoportunidad: Herrera, y algunos otros autores españoles de que hizo mencion, jamás consideraron esta materia como nosotros; solo hablaron de ella como agricultores, no como politico-economistas. El marqués de Marabeau, en su Amigo de los hombres, tampoco trató de este asunto; y aunque lo hubiera tratado, todos sabemos que en sus principios económicos cometió mil errores, cómo que pertenecia à aquella especie de secta política, conocida con el nombre de economistas, en la cual aunque habia hombres sabios llenos de los mejores deseos, estaban muy lejos de haber descubierto y adoptado los buenos y sanos principios de la economia pública.—Otros señores ha habido, que al paso que aprobaban el de la comision hubieran deseado, para evitar la destruccion de la ganadería, que se obligase á los agricultores á tener cierto número de cabezas de ganado en proporcion á la propiedad territorial que disfrutasen; pero yo me opongo absolutamente á que se ponga esta restriccion; ella es un contraprincipio; es querer dirigir el interés individual y volver á caer en los mismos errores de que procuramos separarnos. Destrůyanse los privilegios de la ganaderia, y entonces todos los labradores hallarán utilidad en mantener ganado, y el ganadero la tendrá en poseer un terreno. Déjese à todo agricultor el libre uso de su propiedad; él consultará mejor que nadie sus intereses para ver si le conviene mas destinarla á pasto ó á labor: déjesele que se dedique à la cria de ganado ó al cultivo de semillas: no se proteja ni se trabe mas una cosa que otra, y cada uno sabrá el modo de aumentar sus producciones y de enriquecerse, porque así como en un estado, y particularmente en la situacion del de España, deben dejarse las tres fuentes de la riqueza pública, agricultura, indústria y comercio, libres sin obstáculos para que ellas se nivelen por si, y reciprocamente se ayuden y fomentén, asi tambien de

ben dejarse libres los ramos subalternos en que cada una de aquellas se divide, y por tanto deben protegerse sin distincion ni predileccion en la agricultura sus dos principales ramos, ganaderia y labranza.-Los mismos señores eran de opinion de que se prohibiese á los grandes capitalistas el comprar estos terrenos, y yo igualmente me opongo á esta resolucion como contraria á la libertad y prosperidad nacional. No debe coartarse de manera alguna el derecho que todos los ciudadanos tienen a la adquisicion de estos terrenos. El que los grandes capitalistas lleguen à comprarlos y á ser sus poseedores, seria un mal, siempre que se les permitiese amortizarlos ó amayorazgarlos; prohibase esto, y resultarán las mayores ventajas å la agricultura. Los grandes capitalistas están en el caso de mejorar infinitamente mas sus posesiones que los pequeños; y aunque la multiplicacion de estos últimos aumenta inmediatamente la poblacion, las mejoras de aquellos adelantan la indústria, y por consiguiente la riqueza; y á su muerte, como deberán dividirse entre sus hijos ó herederos sus propiedades, conseguiremos la doble ventaja de la me jora en la propiedad, y la division de ella entre muchos. Conque asi dejemos libertad de comprar á los grandes Y pequeños capitalistas, que tanto unos como otros contribuirán á su modo, y segun su naturaleza á la mayor prosperidad del estado, con tal que no les sea permitido amortizar ni amayorazgar sus bienes. Si los ricos y poderosos, como dijo algun señor diputado, se han opuesto al repartimiento y venta de baldios, no tanto ha dependido del mal que podria ocasionárseles como de su ignorancia y preocupaciones. Temieron que decayese el valor de sus rentas si llegaba á ser mayor el número de propietarios, y mayores los productos; pero no se hicieron cargo que entonces aumentaria el consumo y el número de los consumidores; y que siendo la nacion mas rica, necesariamente habia de refluir sobre ellos; de manera que si los productos de sus capitales les valian co

mo cuatro, eu adelante aumentarian su valor en proporcion de lo que creciese la riqueza nacional. Acuérdome sobre esto de un suceso parecido que refiere Smith, padre, en estas materias. Dice que tratándose en Inglaterra, hacia cosa de cincuenta años, de estender los caminos carreteros hasta los condados mas lejanos de Londres, los inmediatos á esta capital representaron al parlamento quejándose de que se les iba á perjudicar si esto se realizaba, y á menguar el valor de sus produc ciones. El parlamento, obrando sabiamente, desatendió estas peticiones, y al cabo de algún tiempo se vio que los. condados lejanos se enriquecieron y multiplicaron sus. productos, y los cercanos à Londres aumentaron considerablemente su prosperidad. Apruebo, pues, el dictamen de la comision en casi todas sus partes: solo me opongo á que la medida que se adopte para el repartimiento que deba hacerse à los militares sea la de fanegas de tierra. Esta medida es muy inexacta, porque el valor de los terrenos no es igual en todas las provincias. En el norte de España tienen un valor mucho mas subido que en el mediodia, y al que se le premiase, allá con igual o poco menor número de fanegas que acá, saldria infinitamente mas ganaucioso. Asi me parece que aunque no haya medida que se pueda Hamar exacta, podria adoptarse la del dinero que lo es mucho mas, y decirse que á los militares se les premiará con tanta cantidad de dinero en tierras, porque es sabido que el dinero en un corto número de años no altera su valor, y que asi como el trigo es la mejor medida en épocas lejanas, asi lo es el dinero en periodos cortos. Por tanto quisiera que en esto modificase la comision su informe conformándome eu lo demas con su modo de pensar.»

Usaron otros diputados de la palabra, apoyando mas ó menos integramente el dictámen de la comision, y no estando conforme con él habló el señor Aner diciendo:

Es cierto que son para algunos verdades demostradas lo que para otros son errores manifiestos. Hasta de aho

ra he visto sostener el dictámen de la comision como cosa la mas favorable á la prosperidad nacional, y como medio único de aumentar la agricultura, que en el concepto de algunos señores preopinantes parece lo único que debe llamar la atencion del Gobierno. Yo accedería gustoso á la opinion de los señores de la comision y demas que han bablado en favor de su sistema, si se hubiese probado de un modo convincente que los baldíos habian sido una de las causas de la despoblacion, y que con la medida que se propone se aumentará considerablemente la riqueza de la nacion. Todos se han esforzado en probar la necesidad de reducir à dominio particular los baldios, para que de este modo prospere la agricultura, aunque sea en perjuicio y destruccion de la ganadería y de la indústria. Ninguna nacion compuesta de solos agricultores se ha reputado por rica hasta ahora. Para llegar una nacion à ser opulenta necesita hermanar en sí las tres fuentes de riqueza, que son la agricultura, la indústria y el comercio, y en proporcion que estos tres ramos se fomenten se aumentará la riqueza nacional. Para demostrar esta verdad basta considerar el diferen⚫ te estado de riqueza de la Polonia, v. g., con la Inglaterra; y sin salir de España la diferencia que vemos entre la prosperidad y riqueza de las provincias de Cataluùa, Valencia, Galicia, etc., y la de otras del reino, y no puede consistir en otra cosa sino que aquellas en proporcion que son agricultoras son industriosas y comerciantes. Se ha querido manifestar que si todos los baldios se redujesen á dominio particular no por eso se disminuiria la cria de ganados, porque cada propietario criaría un cierto número, en proporcion del terreno que cultive. Aunque esto podria ser cierto hasta cierto punto, es indudable, sin embargo, que las grandes cabañas se perderian, porque faltándoles, en la estacion correspondiente, los pastos de los baldíos y dehesas comunes de Estremadura, no podrian mantenerse sino aquella) parte del año que pastan en las montañas de Leon, As

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turias, etc. De la destruccion de las cabañas resultaria la desmejora de las lanas que tanta superioridad nos dan sobre las demas naciones, porque en mi concepto la calidad de las lanas depende de los pastos, y la de estos de ser naturales o artificiales. Ahora bien, si reduciendo todos los baldios y propios à dominio particular se destruyen gran parte de nuestras cabañas y se pierden las lanas, ¿no habremos perdido con ello un ramo de comercio, y hasta la esperanza de fomentar nuestras fábricas? Pero aunque de reducir todos los baldíos y propios à dominio particular no se siguiesen los perjuicios que dejo anunciados, no deberia procederse á esta medida si de ella no les resultase utilidad. La agricultura debe ser proporcionada á los brazos que pueden emplearse en ella. Es indudable, en mi concepto, que en la mayor parte de las provincias de España hay mas terreno reducido á cultura del que puede cultivarse. El fomento de la agricultura no depende de cultivar mucho sino de cultivar bien; y en esto se nota gran diferencia entre unas provincias y otras. (1) Y si es cierto, como en mi concepto lo es, que en muchas provincias no se cultivan bien los terrenos laborables por falta de brazos, ¿qué será finalizada esta guerra, en la que habremos perdido una parte de los que se empleaban en la agricultura? Y si por esta razon deberán quedar incultos la cuarta parte de los terrenos, ¿será prudente hacer novaciones, dejando eriales los terrenos cultivados? Cuando será preciso adoptar todas las medidas posibles para suplir la falta de brazos en la agricultura por medio de canales, caminos, plantios, etc., y para desterrar de algunas partes la ociosidad, ¿nos empeñamos en que se reduzcan á propiedad particular todos los baldíos y realengos, y los propios y arbitrios, en una época en que, como dejo manifestado, es imposible

(1) Y como los braceros cultivan mejor un poco de terreno propio que Jos grandes labradores, claro es que la agricultura sera tanto mas productiva cuanto más distribuidas esten las propiedades. El senor Anér se habria convencido de esto visitando los pueblos y la clieza de los labriegos.

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