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fesion del mismo gobierno. Y siendo esto asi, el gobierno mismo nos dice, que la Constitucion no puede tener un carácter legal; porque cosa legal, y ausencia de la voluntad general del pueblo, es una contradiccion palpable en el sistema de la soberania popular.

Tiempo tendremos de ecsaminar en estas reflecsiones que concepto debe formarse de los temores manifestados por el pueblo. Por ahora ciñámonos á observar que en el mismo año de 1820 se sublevaron tambien contra sus legítimos gobiernos los ejércitos de Nápoles, Portugal y Cerdeña, y que su primer paso, despues de la rebelion, fue publicar y jurar la Constitucion de España. La diferencia notable de la estension, poblacion, situacion, industria, y sobre todo, carácter, costumbres, é inclinaciones de los habitantes de estos estados, no hay seguramente un hombre que la desconozca; y por lo mismo no hay uno que no convenga en que sus constituciones políticas deben ser muy diferentes unas de otras para ser acomodadas. ¿ Como pues se publicó en todos ellos la misma de España? La respuesta es bien clara: porque la referida Cons

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titucion es una teoría general ú sistema de gobierno independiente de las circunstancias particulares de los paises; ó lo que es lo mismo, porque la referida Constitucion, no es mas que una Constitucion de papel, y le falta todo lo que se necesita para que sea un código de verdaderas leyes; pues como decia Demóstenes, escribir las leyes no es nada; el asunto está en hacerlas querer.

En efecto, todas las tropas imitadoras de las españolas parece que lo sintieron asi ellas mismas, pues en el juramento prescrito al pueblo se reservaban la facultad de hacer las variaciones convenientes. Ahora estas variaciones, que no podian ser otras, que las que hicieron las córtes convocadas con arreglo á la misma Constitucion, es bien claro, que tampoco podian ser sino muy accidentales, y siempre conformes al espíritu democrático del cuerpo reformador; y de hecho la esperiencia lo ha ido acreditando asi. No se aspiraba con esta reserva á arreglar en lo sucesivo una Constitucion conforme á las circunstancias de cada reino; porque en este caso habria sido mucho mas natural asi como se obligaba ante to

das cosas á los Monarcas á jurar la de España, obligarlos á congregar unos estados nacionales, donde se formase aquella obra, sin el inconveniente de trastornar todo el gobierno para volverlo á trastornar dentro de poco. Se publicaba la Constitucion de España, porque se queria todo el fondo de ella; y se reservaba la facultad de reformar, para disfrazar su identidad en cada reino con algunas variaciones accidentales; porque la total, uniformidad era, sin necesidad de mas, un proceso que la dejaba sin defensa. Y en fin esta reserva con respecto á los principales directores de las novedades, supone otras miras de mas trascendencia.

Porque no se necesita reflecsionar mucho para conocer que los ejércitos no han sido otra cosa que instrumentos en las revoluciones ocurridas en 1820. La uniformidad de sus mo¬ vimientos, de su marcha, de su fin; su concordancia misma en proclamar en todas par tes una forma de gobierno esencialmente enemiga de la gloria y prosperidad de su profe sion, prueban que el proyecto ha nacido de una causa superior que ha tenido la habilidad

de deslumbrarlos, de traerlos á sus banderas, entusiasmándolos y conduciéndolos sin perder tiempo al campo de batalla. Se creyó en los años de 1814 y 1815, que los sucesos estraordinarios de los Monarcas aliados habian puesto fin á la revolucion: mas la revolucion no estaba reducida á la persona de Bonaparte, ni á su causa. Es verdad que acaso en aquella feliz reunion de circunstancias, que dificilmente volverá, se le pudo dar un ataque tan decisivo que por lo menos la hubiera enterrado para la presente generacion y nadie mejor que la revolucion misma conoció la gravedad del peligro que la amenazaba mas ella tuvo en aquel momento tanta presencia de ánimo, tanta sagacidad y disimulo, tanta actividad, tanta fortuna; que con asombro de sí misma logró desarmar el brazo de sus vencedores, y ocultarse de su vista. La tempestad pasó y la revolucion quedó en pie. Desde que se vió libre no pensó mas que en recobrar lo perdido. Sus numerosos agentes descarriados, sobresaltados, ocultos por toda la estension de la Europa, recibieron luego cartas de consuelo y órdenes de reunion. Las sociedades se

cretas se pusieron en movimiento en todas partes, y su número se aumentó prodigiosamente. Convencidas de que las fuerzas de sus contrarios estaban principalmente en las tropas, trataron de dirigirse á ellas y probar su fidelidad. Los primeros ensayos se hicieron con el ejército austriaco acantonado en el reino Lombardo-veneto; y no fueron del todo înfructuosos: sin embargo la vigilancia del gabinete de Viena traslució las maniobras, las inutilizó y trató de perseguir al enemigo por sus conductos subterráneos; y su diligencia y habilidad han conseguido hasta el presente que no haya vuelto á tomar alas en sus estados. Pero entretanto los ensayos de Milan se repetian en todos los reinos del medio dia, y por desgracia con una felicidad increible. Desde el año de 1819 no podia desconocerse que una mina profunda estendia sus ramales desde los confines de Italia cuando menos hasta Prusia, Inglaterra y España, y que sin una autoridad y energia estraordinarias de parte de los gobiernos, la revolucion en todo este espacio era inevitable. En efecto, en primero de enero de 1820, se dió fuego á los hornillos de

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