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<< Y en otro cabildo que la dicha Justicia y Regimiento de la dicha ciudad hizo, ante mí, en veintinueve del mes de Diciembre del dicho año de mil seiscientos seis, entre otras cosas que en el dicho cabildo se trataron y vieron, y acordaron, fué lo siguiente:

«Propuso don Diego de Portugal, alcalde, y dijo que cuando se hizo la traslación de los huesos del Marqués don Francisco Pizarro, como persona que la tuvo a su cargo, halló que con ellos estaban enterradas su espada y espuelas, y que por parecerle deberse tener en la memoria y estimación que merecen, por haber sido de tal persona, sacó la espada y las espuelas y las trajo a la casa de Cabildo, para que por cosa tan antigua y memorable se tengan er la pieza de él; y habiéndolo visto en dicho cabildo, pareció se haga ansí, por ser tan justo y se mandó hacer una caja de hoja de lata y en la que todo esté y se tenga en esta pieza en la parte y lugar que pareciere más a propósito, y ansí mismo dijo el dicho don Diego de Portugal, que aunque ha deseado y procurado que la dicha espada y espuelas se aderezasen y dorasen de nuevo, y mostrádolas para ello a oficiales prácticos, no ha podido tener efecto, porque todos han dicho que por su antigüedad y ser tan maltratadas, se desharán y consumirán en poniéndole las manos, según consta y parece los dicho cabildos, a que me refiero; y para que conste doy la presente, en los Reyes, en cinco días del mes de Abril de mil seiscientos veintitres años.

por

« Alonso de Carrión.-Escribano de cabildo e público».

Muy poderoso señor:

IV

El bachiller don Diego Ampuero Barba, capellán de la capellanía del Marqués don Francisco Pizarro, en los autos sobre que se pongan los huesos de dicho Marqués en parte decente, y donde sclían estar en la iglesia mayor de esta ciudad, digo que en los dos cficios de los escribanos de Cámara de esta Real Audiencia se ha buscado si hay una cédula de S. M. que trate en razón de la traslación de los huesos del dicho Marqués, y no se ha hallado.

Sólo hay una noticia, que la dió el doctor don Juan de la Roca, chantre de la dicha iglesia, cuando fué cura de ella, que

en la caja donde están los huesos dichos está la orden que tuvo el señor doctor Arias de Ugarte, por orden de esta Real Audiencia, y el señor don Diego de Portugal, por escrito, ante Antonio de Nájera Medrano, escribano de Cámara que fué de ella, difunto, para trasladar los dichos huesos a la parte y lugar donde habían de estar permanentes, y también es fuerza que esté en el libro de acuerdos donde se escriben y asientan los votos, y para que agora se vea el orden que tuvieron, se saque un testimonio para ponerlo con estos autos, y se vuelva en original a la dicha caja como se sacaron, supuesto que la llave no parece por haberla entregado el dicho señor doctor Arias al dicho chantre don Juan de la Roca, el cual dice que no sabe dónde está y que la ha perdido con el discurso de tantos años que ha que pasó.

«A V. A. pido y suplico que uno de los señores oidores de esta Audiencia, con uno de los alcaldes ordinarios, vayan a decerrajar la dicha caja porque no parece la llave, y se mande buscar la espada y espuelas del dicho Marqués que se llevó a la sala del Cabildo de esta ciudad, visto el orden que tuvieron y el fin para que se hizo la dicha traslación se provea y mande a lo que tengo pedido y hago presentación de estos recaudos sacados con esta.

«De vuestro fiscal pido justicia y testimonio en lo necesario. El bachiller don Diego de Ampuero Barba».

Lima, MCMXIX.

R. CUNEO-VIDAL.

IDOLATRIAS

DE LOS

INDIOS HUACHOS Y YAUYOS

Refundido en un tomo de manuscritos de la Biblioteca Nacional, entre varias cartas annuas del Colegio de la Compañía de Jesús de Huamanga, algunas de las cuales publicamos en el tomo V de nuestra Revista de Archivos y Bibliotecas Nacionales, se halla el documento que reproducimos en seguida, bajo el título de Misión de las provincias de los Huachos y Yauyos. Consta de cuatro hojas de papel de oficio, escritas por ambas caras con la menuda letra que estilaban los jesuítas; es un borrador y a la vuelta de una quinta hoja, en blanco, que le sirve de cubierta, se lee esta anotación Anua del año de 1613, y como se halla entre las cartas annuas del mencionado colegio de los años de 1613 y 1614, hay que suponer que es un anexo a la primera de esas cartas. Superfluo sería ponderar la importancia de esta relación, que contiene noticias de las idolatrías de los indios de aquellas provincias, no relatadas por Arriaga, Dávila ni Villagómez, cuyas investigaciones sobre la materia viene a completar, en cierta manera, el documento que aquí reproducimos.

He aquí el documento:

J.H.S.

MISION DE LAS PROVINCIAS DE LOS HUACHOS Y YAUYOS.

Estas dos provincias de los indios Huachos y Yauyos están entre la ciudad de Castrovirreina y la villa de Huancavelica; la una acude a servir a las minas de azogue en este pue

blo, y la de los Yauyos, por ser mayor parte, sirve en el tragín del azogue de Huancavelica al puerto de Chincha, y parte sirve en las playas y servicio del pueblo de Cañete. Están cercadas de muy altos y empinados cerros, y en estas dos provincias hay sólo dos sacerdotes: el uno tiene a su cargo la doctrina de la provincia de los Huachos, que tiene siete pueblos llamados S. Cristóbal, Arma, Tantarai, Huanaco, Huamantambo, Cíntar, Cocas. El otro sacerdote, de la provincia de los Yauyos, tiene a su cargo doce pueblos que son: S. Pedro Huácra, Santiago de Chupamarca, Viña, Huangasca, Chocos, Aco, Apure, Tanai, Ongos Cacha, Chavin, Tsaca. Por ser tantos los pueblos y tan llenos de gente, apartados y de malos caminos no han sido bien doctrinados y enseñados en las cosas de nuestra fé, ni perdieron sus antiguos ritos y ceremonias gentílicas de sus huacas y villcas; antes con la poca predicación y enseñanza de los clérigos, fueron creciendo en sus idolatrías y supersticiones; y cuando los predicaban y enseñaban no se imprimía en sus corazones, porque luego sus maestros y licenciados (que así los llaman entre sí) volvían a predicarles y persuadirles lo contario; y con esto cobraban gran aborrecimiento a las cosas de la fe y a los sacerdotes. A un curaca principal, proprio y natural, por haberse criado entre españoles y bebido la leche de la buena doctrina, por no venir ni consentir con ellos en sus idolatrías, le persiguieron y mataron con ponzoña; y a otros dos curacas y sacerdotes hicieron lo mesmo porque les iban a la mano en sus vicios y borracheras, lo cual descubrieron a uno de los nuestros. Por muerte de uno destos sacerdotes fué otro, el cual un día de carnestolendas viendo hacer grandes fiestas y borracheras con vestidos galanos y inusitados, sintió interiormente un impulso grande y voz interior que le decía, agora es tiempo que vuelvas por la honra de Dios, con lo cual despertando como de un sueño y cobrando aliento y celo de la honra de Dios, inquirió la causa de las fiestas y borracheras y por medio de unos muchachos supo que públicamente estaban en una casa principal de un curaca haciendo la fiesta y adoración de la huaca principal llamada Mamacuri(1), sacrificándole unos cuyes y otros animales. Dióse tan buena maña, que estando ya bien embriagados los indios, les

(1) Mamacuri (Mama-Cocri).-Señora Oro o Matrona Oro. Posiblemente fué también nombre propio de mujer.

cogió esta huaca, y con este principio con halagos y amenazas comenzó a descubrir muchos ídolos y huacas; hizo información del caso y de todos los culpados, que serían como 150. Dió aviso al Sr. Obispo del Cusco y a otras personas religiosas, y por orden y comisión de su señoría los llamaron a la ciudad de Castrovirreina y los sacaron en auto, y delante dellos quemaron las huacas, ídolos con los instrumentos de sus hechicerías y a ellos los castigaron, aunque se procedió con gran misericordia, porque la pena más rigurosa no pasó de 50 azotes, cortarles el cabello y que sirviesen dos años en el hospital de Castrovirreina. Destos los más obstinados, y ciegos y engañados del demonio murieron otro día después 14, y dentro de tres o 4 días otros 16. Espantó el caso a todos y para saber la causa de tantas y tan precipitadas muertes, mandó el gobernador abrir algunos de ellos, y certificaron los médicos que sin duda ninguna habían tomado y bebido algún tósigo y ponzoña para matarse, por las señales y efectos que hallaron en el corazón, hígado y intestinos; y aunque algunos se confesaron, y dieron algunas señales de su conversión, algunos no tuvieron lugar para hacerlo; y assí enterrando 14 de los primeros que murieron juntos en un hoyo grande, al cubrirlos, la tierra les faltó y fué necesario traer de otra parte gran golpe de tierra para llenar la sepoltura en que se enterraron los 14. Lo cual se atribuyó a milagro, y caso muy raro, que nunca suele suceder en las sepolturas de los finados, sino antes sobrar mucha tierra.

En esta ocasión y tiempo fueron a esta misión destos idólatras del colegio de Huamanga el P. Pablo de Prado y el H. Gonzalo Ruíz, por orden del P. Provincial y a instancias del Sr. Obispo del Cusco, que lo pidió varias veces. Haciendo el dicho P. Pablo una relación de lo sucedido por allí al P. Rector de Huamanga, dice desta manera: Aunque en el camino. se nos ofrecieron muchas cosas del servicio de N. Sr. en qué emplearnos, por los muchos enfermos que hay con la peste que va cundiendo por todas partes, y por no haber sacerdotes que los confiesen, fuí confesando a los enfermos que hallaba en los caminos, haciendo muchas confesiones generales, principalmente en Castrovirreina, donde por la peste andaba con más rigor y morían muchos españoles e indios me detuve algunos días, donde prediqué y confesé mucha gente. Pero como corría la mesma causa de la peste y con esto más urgente nece

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