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espíritu de conquista sino con el objeto de evadir las desiertas e inhospitalarias soledades de Atacama que separan Chile del Perú. La resistencia a los invasores comenzó desde Jujuy. De cinco soldados españoles que se separaron del grueso del ejército, fueron tres despedazados cruelmente por los indios; y cuando la totalidad del mismo ejército atravesaba el citado valle de Chiván, fué atacada por retaguardia con tanta energía, que mataron el caballo del general, escapando difícilmente con vida merced al oportuno socorro que le prestaron sus muy leales soldados. Almagro no pudo vergarse de este insulto. Los indios tomaron las alturas y se burlaron de las fuertes caballerías que destacó en su persecusión. La relación algo confusa e incompleta del Deán, deja lugar apenas para suponer que el ejército de Almagro entró a Chile por la altura del valle de Calchaqui, lo que, según las mejores cartas, cuadra bien con la proposición que hicieron antes, pues en aquella altura termina el desierto de Atacama y comienza el suelo fértil de Chile.

Este ejército español se componía de 570 españoles y 15,000 indios peruanos. Se vé, pues, que para las empresas de conquista se valían los españoles de sus nuevos súbditos, acostumbrados por sus envejecidos usos a invadir tierras extranjeras y a imponerles el uso de su idioma, que era en lo que principalmente hacían consistir los Incas el buen éxito definitivo y la perpetuidad de sus conquista.

No sería extraño, pues, que cuando poco más tarde se concedió la capitanía general a aquel Diego de Rojas, que tanto se había señalado en la conquista de Nicaragua y en otras grandes empresas que supo llevar a cabo con reducidos recursos, nada tendría de extraño, repetimos, que trajese consigo algunos aliados peruanos, aunque no fuesen en el crecido número de 15,000. En esta suposición, y aunque según puede deducirse del historiador que seguímos, el Capitán General Rojas extendió sus conquistas hacia Catamarca, en donde halló una resistencia que le costó la vida, puede creerse, sin embargo, y sin violencia de la razón, que los pobladores de Santiago (entonces y hasta mucho tiempo después comprendidos en la jurisdicción del Tucumán) son

el resultado de la conquista española, como lo presume también el Señor Poucel.

Por qué la influencia de los auxiliares peruanos del conquistador español se fijó de preferencia en aquel punto, no puede tampoco aplicarse de otro modo que lo hace el señor Poucel, es decir, por las afinidades del indígena santiagueño con el peruano, lo que dice mucho a favor del primero, atendiendo al adelantamiento social e intelectual que no puede negarse por entonces a la raza de la lengua quichua. Es de añadir que cuando por los años de 1550, después de la catástrofe de Rojas, recayó la capitanía de Tucumán en otro capitán de la conquista del Perú llamado Juan Núñez de Prado, quién abrió la vanguardia de sus conquistas con 84 soldados y muchos indios amigos. Esta vez los indígenas se convinieron en formar una nación con la de su propio invasor, y los habitantes del valle de Catamarca, ios de los ríos Salado y Dulce, los de la jurisdicción de Santiago y los belicosos Lules se sujetaron con grande docilidad.

Estos hechos posteriores justifican aún más las suposiciones que quedan aventuradas en un punto todavía tan oscuro de nuestra historia. (1)

Volviendo al hecho constante de que la lengua hablada hoy por el pueblo de Santiago del Estero, es la misma llamada por los escritores la lengua general del Perú, tengo motivos para creer que la adulteración que haya podido sufrir en las llanuras distantes de su origen y circundadas

(1) Existen en el valle de Calchaqui, situado al N. O. de la ciudad de Tucumán, vastos enterramientos o huacas a la manera de los peruanos. Estos monumentos son los más característicos de aquella civilización, por cuanto preparaban sus momias de una manera especial y porque enterraban sus muertos con objetos de sus usos, particularmente vasos de una construcción especialísima ya bien conocida en Europa. En el catálogo de los libros y papeles vendidos al Instituto Histórico Brasilero por el Sr. Dn. Pedro de Angelis, se registra la obra siguiente, escrita por un chileno avecindado en la ciudad de Salta: Monumentos del tiempo de los Incas cuyos vestigios se admiran en las provincias que componían la intendencia de Tucumán, por D. Filiberto de Mora. Manuscrito autógrafo. (Catálogo de Angelis, publicado en Buenos Aires en corto número de ejemplores.)

de pueblos que hablan un idioma tan superior como es el casteliano, no es de gran consideración. Conocemos personas cultas de la provincia de Tucumán que han aprendido el quichua en largas residencias que en su juventud hicieron en los linderos de ambas provincias, y que, teniendo después que atravesar el territorio de Bolivia y del Perú a causa del comercio en mulas, se hicieron entender y entendieron perfectamente a los quichuas puros con el idioma que habían aprendido en Santiago.

Los santiagueños tienen, como es natural, mucho apego a la lengua que para ellos es materna. El español es el latín de aquellos scitas, la lengua oficial en que no derraman ni los sentimientos internos ni las confianzas íntimas de la familia y de la amistad. La ola creciente de la civilización debe respetar ese rasgo variado de la fisonomía del pueblo argentino. Y lejos de desdeñar la parte culta de Santiago el expresarse en aquella lengua, debe al contrario, esforzarse por llevarle a las fuentes puras de su origen y lavarle allí de las manchas que han de desfigurarla probablemente por las muchas pecaminosas influencias que la combaten. Los sacerdotes, en especial, debían allí aprender en las gramáticas y diccionarios que dejaron de la lengua quichua los misioneros jesuítas ia pureza de que ésta es susceptible para derramar con magestad y eficacia la palabra de Dios entre aquel pueblo tan industrioso y simpático. Si se tratara de algún dialecto pobre y oscuro, encerrado en espacio reducido y empleado como signo de groseras ideas por una tribu poco numerosa, nos guardaríamos de recomendarla como digna de estudio, de conservación y mejoramiento. Pero la lengua de la gran civilización peruana es hablada actualmente por más de dos millones de americanos, y sus excelencias como idioma claro, expresivo y armonioso están atestiguadas por muchos escritores de nota. Nos contentaremos con recordar lo que a este respecto dice un célebre granadino, el malogrado Caldas, a quién cupo en sus montañas natales de América la misma suerte que al francés Lavoissier, pidiendo en vano una tregua a la muerte (que no le mandaba Dios) para terminar un trabajo útil. "Los peruanos siempre exactos, siempre

cuidadosos en dar a las cosas nombres tomados de sus virtudes, (dice el fundador del Semanario de la Nueva Granada) o su figura, de su situación, etc.: llamaron a las yerbas por sus virtudes y por sus usos en la medicina, en las artes y en la sociedad. Cuando se conoce un poco su lengua, esta lengua armoniosa, dulce y flexible, esta lengua que representa en el nuevo Continente a la Toscana del antiguo, entonces se conoce el juicio y la elección que tuvieron los peruanos en la imposición de los nombres a todos los objetos que los rodeaban. Un volcán que arroja de su cima columnas de humo espeso mezclado con llamas, se le nombra Cotopaxi (masa de fuego); otro que larga de su seno nubes de arena, conmueve los fundamentos de la provincia y arruina los templos y los edificios, se le llama el Pichincha (el terrible, el amenazador); una cima inmensa cubierta de nieve y colocada al otro lado de un río se nombra Chimborazo, (nieve al otro lado); una población estableci da en una garganta estrecha que corta la Cordillera, se le impone el nombre de Lacta cunja (garganta estrecha); y en fin, a una planta que fortifica los músculos, que dá vigor, que hace andar a un tullido......le llama calpuchina yuyo (yerba que hace caminar). Los nombres de esta lengua contienen las virtudes de las plantas y las cualidades de todos los objetos. Al oir los nombres de las plantas casi se saben sus virtudes. ¿No es esto más sabio, más importante a la humanidad que esos nombres que ha creado la adulación, el reconocimiento o el interés? Qué idea nos pueden dar de una planta las voces diascorrea, plinia, husfonica, sigesvechia? etc. Para dar alguna idea más de esta lengua, copiamos aquí la exclamación patética de una madre que acababa de perder un hijo tierno: pipurchapi tuyayarca! (a la mitad del día le anocheció). Si faltase armonía a estas dos palabras nadie podrá tacharlas de faltas de elocuencia y de laconismo. (1)

(1) M. A. D'Orbigny hablando de los quichuas se explica con respecto al idioma. . . . . . .“leur langue est remplie de figures gracieuses, des comparaisons justus, de proverbes naifs, et peint avec force, et élégance les passions vives, l'amour surtout, le plus entrainnante de toutes....... Alcide D'Orbigny p. 281 L'homme americain (de l'Amerique méridionale) etc., etc. tom. I. Paris 1839.

Hay una circunstancia digna de tomarse en cuenta y que prueba la excelencia de la lengua quichua. Tal es la de haberse naturalizado muchas de sus palabras en el lenguaje usual de las poblaciones civilizadas, aun en aquellas que por su situación geográfica no están en contacto inmediato con los indígenas que hablan la quichua. Como se verá más adelante, esas palabras inoculadas en el habla de los españoles, es decir de los conquistadores, responden a usos e ideas más adelantadas en el imperio de os Incas que en las sociedades formadas en el molde de la civilización española. En las ciudades de Chile Santiago y Copiapó, por el centro de las cuales corren ríos que las dividen en dos partes: se llama barrio de la Chimba al suburbio que está del otro lado del río. En el fondo del valle de Copiapó y en toda la provincia llamada modernamente de Atacama, centro de afamados labores de metales de plata y cobre, la mayor parte de los términos técnicos de minería que allí se emplean son los mismos que usan los potosinos y demás mineros del Perú, términos que pertenecen a la lengua quichua sin disputa alguna. De estos recordamos los siguientes: apir, poruña, chancar, cancha, etc. Cuando los españoles bajo la bandera del general Valdivia comenzaron la famosa guerra contra el resistente araucano ya estaban allí en uso palabras quichuas que don Alonso de Ercilla consideró tal vez como pertenecientes a la lengua chilena, pues incorporó las palabras ojota, llauto, Palla, etc., en la Declaración que puso al frente de su conocido y famoso poema para inteligencia del lector no familiarizado con las cosas de Indias.

La ciudad de Buenos Aires, situada en el extremo Sur de la parte poblada del Continente español de la América, distante centenares de leguas del Cuzco y de Quito, emporios de la civilización de los Incas, ha dado carta de ciudadanía a muchos palabras de la lengua quichua, sin el auxilio de las cuales, a veces se hallarían muy embarazados sus habitantes para expresar ciertas ideas. Mientras tanto, no goza de la misma prerrogativa la lengua guaraní, que es sin disputa muy bella, muy propia y llena de imágenes, ha sido hablada, y lo es todavía, en lugares inme

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