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A la orilla del Rímac bullicioso,
Teatro en otro tiempo el más sangriento
De las iras de Marte belicoso

Y hoy de la dulce Paz seguro asiento,

con lo que parece referirse a la época de Croix, muy serena y pacífica en verdad.

Tirsi y Amphriso están enamorados de una misma pas

tora:

Amphriso receloso en su contento,

De penas y dolor Tirsi cercado;
Ambos amantes de Florida hermosa,
Pastores ambos de esta vega umbrosa;
De contrarios afectos animados,
En su ciega pasión adormecidos,
A la majada llevan sus ganados
Que en los montes vagaban esparcidos.
Sus ánimos cargados de cuidados
Al yugo del amor iban rendidos,

De Amor que, en mal y penas, ha igualado

Al amante feliz y al desdichado.

Hay un hermoso torneo entrambos amadores, hasta que llega Palemón, que aconseja paciencia a los jóvenes. La Egloga prosigue en tercetos endecasílabos:

¿Quién gustos en amor nunca ha tenido?
Si el principio y origen de él miramos,
¿Qué dolor es querer sin ser querido?,

verso, este último, que-anacrónicamente trae a mi memoria unas Coplas de don Manuel González Prada:

Un dolor jamás dormido,

una gloria nunca cierta,
una llaga siempre abierta

es amar sin ser querido.

Revela D. Toribio, por boca de Palemón, su profundo conocimiento de la Eneida; y termina la composición con el relato que de las veleidades de la pastora hace el viejo Palemón.

Las traducciones que siguen a esta Egloga son agradabilísimas, sobre todo una de Metastasio.

A continuación está la Egloga que los amigos de D. Toribio conpusieron a su muerte. Los personajes son los mismos de la Egloga anterior; más Silvio que pronuncia la in vocación:

Pastores que por estos matorrales conducís vuestras cabras y ganados, venid a lamentar los funerales

del bello Amintas, gloria de estos prados

Venid, pues, Tirsi, Palemón, Amfriso,
que fuísteis sus continuos compañeros

No parece, pues, sino que D. Toribio hubiese formado parte de una Academia literaria, de las tantas de la época, con el pseudónimo de Amintas. En los albores del siglo XVII, Antonio Falcón, Diego Mexía de Fernangil (Delio). el Capitán Pérez de Rincón (Criselio), y Gaspar de Villarroel y Caruña, tuvieron, también, una Academia Antár

tica. Y esta fué práctica muy corriente en el Perú, tanto que, probablemente el Virrey Príncipe de Esquilache y -éste, sí, con seguridad, -el Marqués de Castell-dos-Ríus sostuvieron Academias en Palacio de Gobierno. Y así, en diversas casas particulares hubo Academias de ese juez.

Acaso D. Toribio fué compañero, en esa supuesta Academia, de los futuros miembros de la Sociedad de los Amantes del País, ya que a Arris le dedicó su Egloga; y de no morir a tan temprana edad, hubiera sido de los que, desde las páginas de Mercurio, sembraron la inquietud en el Virreinato y prepararon inconscientemente la revolución.

El soneto con que termina la Egloga fúnebre reza así:

Yace Amintas en estos despoblados
Entre los Mirtos y marchitas flores:
Lo lloran sin consuelo los pastores
Que habitan estas vegas y collados.

Se atrajo su atención y sus cuidados
Por el noble esplendor de sus mayores,
Por su amabilidad y sus favores
Y por sus pensamientos ascendrados.

Pero ya su Nobleza paró en nada,
Sus prendas se entregaron al Olvido,
Y sus luces las apagó la muerte.

Si así pasa la vida tan amada,
No resta que tomar otro partido
Sino el de lamentar la humana suerte.

Sigue a este soneto un detestable elogio anónimo a la señora doña Petronila Bravo de Zavala Mogrovejo,hermana de D. Toribio, escrito después de muerto éste y antes del matrimonio de doña Petronila con el Marqués de la Puente y Sotomayor.

Lima, Abril de 1920.

LUIS ALBERTO SANCHEZ.

EL PADRE MIGUEL CABELLO BALBOA

Bien poco es lo que tenemos que decir del autor de la Miscelánea Austral, que llena el segundo volumen de la segun. da serie de nuestra Colección de Libros y Documentos referentes a la Historia del Perú, Padre Miguel Cabello de Balboa. Apenas sabemos que fué natural de Archidona, en la provincia de Málaga, en España; que siguió la carrera militar, tomando parte en las guerras con Francia; que luego abrazó la eclesiástica y en seguida se vino a América hacia 1606, pero no tan entrado en años como dice Ternaux-Compans, ni de «edad provecta», como pretende Markham, pues nuestro autor vivía aún hacia 1606, esto es, cincuenta años después de su venida a América, lo que prueba que no vino tan viejo como suponen estos dos americanistas. A su venida a Indias, el P. Cabello Balboa se estableció en Santa Fe de Bogotá, donde hizo conocimiento con un fraile franciscano llamado Juan de Orozco, quien le mostró las obras que tenía escritas sobre el origen y antigüedades de los indios. Después de diez años de residencia en Santa Fe pasó a Quito, donde se dedicó empeñosamente a investigar el pasado de los indios, sirviéndole de base los trabajos del P. Orozco y los del clérigo cusqueño Cristóbal de Molina, según él mismo lo declara. Balboa cosechó ópimos frutos en sus investigaciones entre los naturales, dejándonos su interesantísima Miscelánea, que terminó a 9 de Julio de 1586.

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