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adelante del tambo Arriba, en el mismo año de 1648, de quienes antojósenos que descienden los Parravicini de Bolivia; Bernabé Fiorián posiblemente veneciano, Tomás Carlino, vecino de Tacna en 1657, y arrendatario del tambo del pueblo de San Pedro de Tacna a razón de 11 y 10 pesos por cada un año.

De indubitable procedencia florentina fué el conquistador Martín de Florencia, mencionado por Herrera y Garcilaso de la Vega y demás cronistas de la conquista como militar honrado y de buenos servicios.

Este don Martín entró con Francisco Pizarro en Cajamarca, y se halló presente en la prisión de Atahualpa, de cuyo rescate le correspondieron ciento treinticinco marcos de plata, y tres mil trescientos pesos de oro.

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Por cédula de 28 de Octubre de 1543 e! Emperador Carlos V le concedió título de nobleza, y por armas "un escudo que haya en él tres cuartos, uno alto y dos bajos, que en el un cuarto esté una águila negra, con una corona cabeza, en campo de oro, y en el otro cuarto bajo la mano derecha un peñol, y encima de él una bandera de oro, con una flor de lis colorada en campo blanco, y en el otro cuarto, de la mano izquierda un león de su color,." etc

Dicha cédula menciona al honrado conquistador como vecino de la ciudad del Cuzco.

Cuando la rebelión de Gonzalo Pizarro, Martín de Florencia se trasladó a Lima por no servir bajo aquel caudillo. Apresado más tarde por Francisco de Carbajal, maestre de campo del rebelde, fué ahorcado en un árbol de las afueras de la ciudad.

En 1610 existía en Santiago un Juan Ambrosio de Escalaferma, italiano, una de cuyas hijas fué casada con el capitán Miguel Díaz, natural de Candia, maestre del navío Nuestra Señora de Aranzazu.

Antonio Galán, cuyo verdadero apellido fué Fericho, o Ferreccio, originario de un pueblo de las inmediaciones de Génova, fué vecino de Valparaíso en 1582. y poseyó en el Salto un obraje de paños, teniendo por socio a un Jerónimo de Molina, genovés.

Este último aparece contratando en documentos de dicho año, con un Antonio Guillonda, nieto del italiano Guillermo de Niza, el establecimiento en Vitacura de una fábrica de tinajas, botijas y otros objetos de loza.

De todo lo cual se saca en limpio que la inmigración de extranjeros a Sud-América, que generalmente se ha creído de ayer, tiene de fecha exactamente los años de la conquista de Nuevo Mundo.

R. CUNEO-VIDAL.

LOS DOS CRISTOBAL DE MOLINA

En el escenario del descubrimiento y conquista del Perú y las guerras civiles entre los conquistadores, uno, y de la definitiva organización del virreinato, ambos, figuraron dos personas con idéntica afición: el estudio de las antigüedades del país conquistado; un mismo ideal: la conservación, el bienestar y la civilización de la población indígena; igual profesión: la religiosa, y que, por una de esas rarísimas coincidencias en tiempos en que la ola española invasora era aún tan rala, llevaban el mismo nombre: los dos fueron clérigos y se llamaron Cristóbal de Molina. Esta igualdad de nombre ha sido causa para que los bibliografos e historiógrafos del siglo XIX y de este en que vivimos, hayan confundido lamentablemente la personalidad de ambos, haciendo de los dos una sola persona, y adjudicándoies, recíprocamente, los hechos y las obras del uno al otro. Quienes hasta hoy se ocuparon de estos dos escritores, inclusive los más insignes americanistas, no se detuvieron a comparar la resaltante diferencia que había entre el estilo castizo y casi correcto del uno, y atolondrado e incorrecto del otro; ni tuvieron en cuenta la vida agitada y aventurera del uno, el almagrista, a quien seguiremos llamando así, y la existencia apacible casi burguesa del otro, el cuzqueño, entregado a la enseñanza y conversión de rebaños espirituales de indios. Ni tampoco cayeron en cuenta en que tales Relaciones no podían ser obra de una misma mano ni fruto de un mismo intelecto, pues la una de ellas demuestra profundo conocimiento de la lengua indígena e ignorancia de la pro

pia, mientras la otra, al revés, conocimiento de la propia e ignorancia de la indígena. El erudito bibliógrafo chileno D. Tomás Thayer Ojeda, en la biografía que precede a la Relación de Molina el cuzqueño, publicada en la Revista Chilena de Historia y Geografía (1) ha sido el primero que tuvo sospechas de la existencia de dos Cristóbal de Molina, coetáneos, pero después de analizar fechas, sucesos y documentos, acaba por rechazar esa hipótesis.

"La afirmación del obispo Medellín-dice- por una "parte, y la muerte de Molina acaecida en Santiago, pare"cen indicar que hubiera sido distinta persona de un Cris"tóbal de Molina, cura de la parroquia de Nuestra Señora "de los Remedios del hospital de los naturales del Cuzco, "autor de una Relación de las fábulas y ritos de los Incas, "dedicada al obispo del Cuzco don Sebastián de Lartaún. "Sin desconocer la importancia de las objeciones cree"mos que no bastan para establecer la dualidad de las "personas, pues si bien Lartaún tomó posesión de su dió"cesis en 1570 (2), cuando Molina estaba por lo menos "cercano a la demencia, pudo escribir la obra mucho tiempo, antes, y ello es tanto más probable cuanto que no te"nemos noticias de su vida precisamente del período que "corresponde a su estada en el Cuzco. Por otra parte, es "difícil suponer en esa época, atendiendo a la escasa po"blación española de estas remotas regiones, la existen"cia de dos personas de un mismo nombre, estado y afi"ciones que hasta hoy son pocos frecuentes." (3)

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Para que pueda juzgarse cuán lamentablemente ha confundido a estos dos insignes varones en virtud y letras, reproducimos el siguiente trozo de un estudio histórico intitulado "Los cronistas jurídicos y religiosos de la conquista" de que es autor el escritor argentino señor Jorge Cabral, palabras textuales de Jiménez de la Espada, que el señor Cabral reproduce sin citarlo:

t. V.

(1) Santiago, 1913, t. V.

(2) El obispo Lartaún tomó posesión de su diócesis en 1573.
(3) Revista Chilena de Historia y Geografía, Santiago, 1913,

"A pesar de sus achaques, el padre Cristóbal de Mo"lina (el almagrista), vivió todavía lo bastante para es"cribir, siendo cura de la parroquia de Nuestra Señora "de los Remedios del Hospital de los Naturales de la ciu"dad del Cuzco, una Relación de las Fábulas y Ritos de "los Incas, dedicada a don Sebastián de Lartáun, del Con"sejo de su Magestad” (4). Pero como no es nuestro ánimo, ni nuestro propósito, señalar ajenos errores sino aclarar un punto histórico obscuro, vamos a hacer un ligero ensayo biográfico de los dos Cristóbal de Molina, lo más sintéticamente que nos sea posible, ya que dentro del estrecho marco de los preliminares de este libro no disponemos de mayor espacio, diciendo quién fué cada uno de los dos, y qué hizo y cuáles fueron sus obras, dando a cada uno lo que es suyo.

Los dos apéndices que publicamos son suficiente prueba para establecer la distinta personalidad de nuestros dos autores. El apéndice A es una provisión del Virrey Toledo a favor de Cristóbal de Molina, el cuzqueño, y ha sido publicada en nuestra Revista de Archivos y Bibliotecas Nacionales; el apéndice B es una carta de Cristóbal de Molina, el almagrista, al Rey, escrita en Lima, a 12 de Junio de 1539 y ha sido publicada en la Colección de Documentos inéditos del Archivo de Indias, de D. Luis Torres de Mendoza, en Los Orígenes de la Iglesia Chilena de D. Crescente Errázuriz y en el tomo V de la Colección de documentos inéditos para la Historia de Chile de D. José T. Medina.

Nada hemos podido averiguar sobre el origen del Padre Cristóbal de Molina, el cuzqueño, ni quiénes fueron sus padres, ni la fecha de su nacimiento. Para nosotros, fué un meztizo, fruto del cruzamiento de español e india, como Valera y como Garcilaso, hijo tal vez de Francisco de Molina, que vivió a raíz de la conquista, viajó por el país y se estableció en Lima, donde recibió

(4) Anales de la Facultad de Derecho y Ciencias sociales, Buenos Aires, 1913, t. III. Véase Apéndice N. 4 en la Guerra de Quito.

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