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en la guerra con la aspereza de su condicion y con el aborrecimiento que tuvo á la religion cristiana. Domó los de Dacia, á los cuales dió las dos Mesias para que poblasen; y todos los tiranos que estaban alzados en las provincias sujeto, parte por fuerza, parte por concierto. En particular hizo la guerra valerosamente contra la famosa Zenobia, y la prendió cerca de la ciudad de Palmira, que se le iba huyendo á los persas en camellos de posta, que llamaban dromedarios, cuya persona y presencia por su grande valor hizo que el triunfo con que entró en Roma fuese mas agradable y mas solemne, porque todos los que la miraban se maravillaban que en el pecho de una mujer cupiese tan grande esfuerzo y valor nunca vencido por los males. Este triunfo con que el emperador Aureliano entró en Roma fué el postrero que á la manera antigua se vió en aquella ciudad. Poco tiempo reparó en Roma, ca resuelto de dar guerra á los persas, volvió al oriente, donde en la Tracia, entre Heraclea y Bizancio, fué muerto por traicion de un su privado llamado Menesteo. Tuvo el imperio cuatro años, once meses y siete dias. Hay quien diga que este emperador fundó en la Francia á Orliens, ciudad puesta sobre el rio Loire, y á Génova ó Ginebra, á la ribera del lago Lemano. Mas cierto es que en Girona, ciudad puesta á los confines de España y de Francia, martirizaron á Narciso despues que predicó á las gentes de los Alpes, y con él un diacono llamado Félix. Pero no es este mártir el con quien aquella ciudad tiene particular devocion, sino otro del mismo nombre muerto en otro tiempo; esto se advierte para que nadie se engañe por la semejanza del nombre. El año antes deste en que vamos fué en Roma martirizado el santo papa Félix. Sucedióle Eutiquiano, cuya carta á Juan y á los demás obispos de la Bética ó Andalucía tiene por data el consulado de Aureliano y Marcellino, es á saber, el año de Cristo de 276. Trata de propósito en ella de la santa Encarnacion del Hijo de Dios contra ciertos herejes, que con nuevas opiniones en España pretendian manchar y poner dolo en la sinceridad de la religion católica y cristiana.

CAPITULO XI.

De algunos otros emperadores.

Una contienda muy nueva se siguió despues de la muerte de Aureliano y un extraordinario comedimiento. El ejército pretendia que el Senado nombrase sucesor y emperador; los padres remitian este cuidado á los soldados; en demandas y respuestas se pasaron seis meses; al cabo dellos el Senado, vencido de la modestia del ejército, nombró por emperador á Claudio Tácito, hombre de muchas partes, pero muy viejo, ca era de sesenta y ocho años; así le duró poco la vida y el mando, solos seis meses y veinte dias. Falleció en Tarso, ciudad de Cilicia. Por su muerte, Floriano, su hermano, que allí se hallaba, se llamó emperador, de que se arrepintió muy presto, porque á cabo de tres meses de su voluntad se hizo romper las venas y se desangró y murió. Parecióle que sus fuerzas eran muy flacas para contrastar á las legiones de Oriente, que habian nombrado por emperador á Marco Aurelio Probo, aunque esclavon de nacion, persona aventajada en la cosas del gobierno y de las armas ; de virtud tan conocida, que

cuando el nombre de Probo, que es lo mismo que bueno, no tuviera de sus padres, le pudiera ganar por sus costumbres y vida. Encargado del imperio, domó los alemanes, que corrian y asolaban la Gallia. Lo mismo hizo con los sármatas ó polonos, que habian rompido por lo de Esclavonia. A Narseo, rey de los persas, puso condiciones aventajadas para sí y de mucha reputacion. A los vándalos y á los godos, de los cuales grandes enjambres andaban haciendo mal y daño por las provincias del imperio, señaló para sosegallos campos en la Tracia en que poblasen. Tuvo dos competidores en el imperio: el uno llamado Saturnino, que mataron en Egipto sus mismos soldados por miedo ó en gracia del verdadero emperador; al otro que se llamaba Bonoso, venció él mismo en batalla cerca del rio Rin, y vencido, le puso en tanto aprieto, que él mismo se ahorcó: Para ganar las voluntades de las provincias, entre otras cosas que hizo, revocó y dió por ninguno el edicto de Domiciano, en que vedaba á los de la Gallia y de España el plantar viñas de nuevo. Grandes eran las muestras que en todo daba de buen Emperador, cuando eu la Esclavonia fué muerto por sus mismos soldados en un motin que levantaron, en sazon que se apercebia para revolver contra los persas, que de nuevo andaban alborotados. Tuvo el imperio cinco años y cuatro meses. La severidad que guardaba en la disciplina militar le hizo odioso y porque se dejó decir que, sosegados los enemigos, en adelante no tendria necesidad de soldados. Entró en su lugar por voluntad y voto del mismo ejército Marco Aurelio Caro el año del Señor de 282; unos le hacen esclavon, otros natural de la Gallia; sus cartas muestran que fué romano. Dos hijos que tenia, es á saber, Carino y Numeriano, nombró luego por sus compañeros en el imperio. Al primero dejó encargado el gobierno de la Gallia y de la España; para hacer guer. ra á los persas llevó consigo á Numeriano. Este en Antioquía la de Orontes, como pretendiese entrar en la iglesia de los cristianos, ó por curiosidad, ca era dado á todas las artes liberales, ó con propósito de burlarse de nuestras cosas, y el obispo, por nombre Babilas, no se lo consintiese, que fué hazaña sin duda heróica, por el mismo caso le mandó matar y martirizar. Hecho esto, pasaron adelante, concluyeron la guerra de los persas á su voluntad; la cual acabada, el emperador Caro fué muerto de un rayo á la ribera del rio Tigris al principio del segundo año de su imperio. No le fué mejor á Numeriano, su hijo; antes Arrio Apro, su suegro, sin consideracion del deudo por el deseo insaciable que tenia de hacerse emperador, le hizo matar dentro de una litera en que iba por tener los ojos malos. Alteróse el ejército con aquella traicion tan fea; nombraron por emperador á Diocleciano, persona de grandes partes; él sin dilacion tomó venganza de Apro, metióle por el cuerpo la espada, díjole al tiempo que le heria: «Alégrate, Apro, la diestra del grande Eneas te mata. » Carino, sin embargo de lo que hicieron los soldados, pretendia apoderarse por derecho de herencia de todo el imperio; pero vencióle en batalla y dióle la muerte Diocleciano. Por este tiempo gobernaba la España citerior un prefecto llamado Marco Aurelio, como se entiende por las letras de algunas piedras que se conservan en España, de donde asimismo se saca que los emperadores, no solo usaban de los títulos de tribunos, pontifices,

cónsules, sino que tambien se llamaban procónsules. En | tierra los templos de los cristianos, quemar los libros sacomprobacion desto se pondrá aquí una letra de una pie-grados, que los cristianos fuesen tenidos por infames y dra que hasta hoy dia está en la plaza pública y mercado de Monviedro, con estas palabras vueltas en castellano:

AL EMPERADOR MARCO AURELIO CARINO NOBILÍSIMO, CÉSAR PIADOSO, DICHOSO, INVICTO, AUGUSTO, PONTIFICE MAX., TRIBUNO, PADRE DE LA PATRIA, CÓNSUL, PROCÓNSUL.

Yaun esta costumbre se entiende que se usaba los tiempos pasados, de que es bastante prueba el letrero de la rotunda de Roma que da el mismo título á los emperadores Septimio Severo y Antonino Pio. Demás desto, los gobernadores romanos, como se comenzó á hacer desde el tiempo del emperador Antonino el Filósofo, se continuaron á llamar cómites ó condes, así bien en España como en las demás provincias. A los mismos, acabado el tiempo de su gobierno, en tanto que llegaba el sucesor, los llamaban legados cesáreos; y en el uno y en el otro tiempo se halla que usaban de título y nombre de presides ó presidentes.

CAPITULO XII:

De los emperadores Diocleciano y Maximiano. La provincia de Esclavonia engendró á Diocleciano de padres libertinos, que es lo mismo que de casta de esclavos; y sin embargo, le dió por emperador á Roma, señora del mundo, el año de nuestra salvacion de 284. Púdose por su valor y hazañas comparar con los príncipes mas aventajados del mundo si no afeara su imperio y ensuciara sus manos con tanta sangre como derramó de cristianos, con que quedó su nombre odioso perpetuamente. El año segundo de su imperio declaró por su compañero á Maximiano Hercúleo; y para acudir á todas partes poco despues nombró por césares á Galerio Maximino y á Constancio Cloro. A Galerio dieron por mujer una hija de Diocleciano, llamada Valeria; Constancio por su mandado repudió á Elena, hija de un rey de Bretaña o Ingalaterra, madre del gran Constantino, para casar, como lo hizo, con Teodora, antenada de Maximiano. Repartieron las provincias de tal manera, que Diocleciano en Egipto, Maximiano en Africa, Constancio en Bretaña, apaciguaron los movimientos y alteraciones de aquellas gentes; los sucesos y trances fueron varios, los remates prósperos. A Galerio enviaron contra los persas, donde porque no se gobernó bien, Diocleciano en Mesopotamia, do le vino á ver, le hizo ir corriendo delante de su coche por espacio de una milla, que fué afrenta y castigo notable. Pero como despues volviese con la victoria, le salió á recebir con acompañamiento y pompa muy semejante, á triunfo. Es así, que el castigo y el premio, el miedo y la esperanza son las dos pesas con que se gobierna el reloj de la vida humana; el miedo no da lugar á la corbadía; la industria y la diligencia son hijas de la esperanza. El año doceno de su imperio movió guerra muy cruel contra los cristianos, y vuelto á Roma despues de las empresas sobredichas, ocho años adelante apretó grandemente y embraveció con nuevos y muy crueles edictos, que fué el año de Cristo de 303, en que fueron consules Diocleciano la octava vez, y Maximiano la setena, segun que lo refiere san Agustin. En aquellos edictos se mandaba echar por

incapaces de las honras y oficios públicos; añadióse despues desto que diesen la muerte á los presidentes de las iglesias. Grande fué este aprieto, cruelisima carnicería, en que murieron en Roma el pontifice Cayo y su hermano Gabino con una su hija por nombre Susanna. En Sevilla fueron acusadas y muertas las santas vírgenes Justa y Rufina como quebrantadoras de la religion, por haber derribado por tierra la estatua de la diosa Salambona, que era lo mismo que Vénus. En Tánger de la Mauritania martirizaron á Marcello Centurion, natural de Leon de España; lo que le achacaron fué que por amor de la religion cristiana renunciara el cíngulo, que era la insignia de soldado. Agricolao, prefecto del pretorio, fué el que le sentenció á muerte, cuyo nombre se lee, no solo en nuestras historias, sino tambien en los Códices de Teodosio y Justiniano. Grande y señalado fué este santo mártir, así por lo que él padeció como por doce hijos que tuvo, de quien se dice padecieron muerte todos por la verdad, bien que no en un mismo tiempo ni lugar. Quién pone en este cuento de los hijos del mártir Marcello á Claudio, á Lupercio, á Victoriano, á Emeterio, á Celedonio, á Servando, á Germano, á Ascisclo y tambien á Victoria, todos mártires bienaventurados; quién añade á los sautos Fausto, Janua❤ rio, Marcial. Demás desto, se entiende que santa Marina padeció por este tiempo en Galicia, no léjos de la ciudad de Orense, donde está su santo cuerpo en un templo de su nombre, ocho millas de aquella ciudad. Todos estos y otros muchos santos padecieron en España por estos tiempos antes que el impio y cruel Daciano viniese á ella enviado por Diocleciano, su señor, á derramar lanta sangre como derramó de cristianos. Este, con gran furor y rabia, comenzando de los Pirineos, atravesó toda esta provincia por lo ancho y por lo largo de levante á poniente, y de mediodía á septentrion. Parece que Daciano fué presidente de toda España por un mojon de términos que está entre las ciudades Beja y Ebora cerca de una aldea llamada Oreola con estas palabras en latin:

A NUESTROS SEÑORES, ETERNOS, EMPERADORES CAYO AURELIO VALERIO JOVIO DIOCLECIANO Y MARCO AURELIO VALERIO HERCULEO PIADIOSOS, FELICES Y SIEMPRE AUGUSTOS, TÉRMINO ENTRE LOS PACENCES Y LOS EBORENSES, POR MANDADO DE PUBLIO DACIANO, V. P. PRESIDENTE DE LAS ESPAÑAS, DE SU DEIDAD Y MAJESTAD DEVOTÍSIMO.

En el cuento de los santos mártires que hizo morir Daciano los primeros fueron Félix y Cucufato, nacidos en Africa, pero que con deseo de adelantar las cosas del cristianismo eran venidos á España. Félix fué martirizado en Girona, Cucufato en Barcelona, donde padeció tambien santa Eulalia, vírgen, diferente de otra que del mismo nombre fué muerta en Mérida. En Zaragoza diỏ la muerte á santa Engracia; Prudencio la llama Eueratis; desde lo postrero de la Lusitania pasaba á Ruisollon á verse con su esposo; pero antes que allí lle_as le halló mejor y mas aventajado. Padecieron con ella diez y ocho personas que la acompañaban, fuera de otra muchedumbre innumerable de aquellos ciudadanos quo por la misma causa dieron las vidas, y por el cuchillo pasaron a las coronas y gloria. Sus cuerpos, porque no viniesen á poder de los cristianos y no los hourasen,

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de España; clara muestra de su grande piedad y re-
ligion.

CAPITULO XIII.

En qué parte de España está Elbora.

EL PADRE JUAN DE MARIANA. quemaron junto con los de otros facinerosos. Pero las cenizas de los santos se apartaron de las otras por virtud de Dios, y juntadas entre sí, las llamaron masa cándida ó masa blanca. Prudencio refiere que sucedió lo mismo á las cenizas de trecientos mártires que fueron muertos en Africa y echados en cal viva el mismo dia que padeció san Cipriano, y que los llamaron masa cándida. Echaron otrosí mano y prendieron al santo viejo Valerio, obispo de Zaragoza, y al valeroso diácono Vincencio; y presos los enviaron á Valencia para que allí se conociese de su causa. Pensaban que los trabajos del camino ó el tiempo serian parte para que mudasen parecer. Pasaron grandes trances; últimamente, Valerio fué condenado en destierro, en que pasó lo demás de la vida en los montes cercanos á las corrientes del rio Cinga. Por ventura tuvieron respeto á su larga edad para no ponelle en mayores tormentos. Con Vincencio procuraron que mudase parecer y entregase los libros sagrados, que era ser traidor, que así llamaban los cristianos á los que los entregaban, de la palabra latina traditor, que significa traidor y entregador. Pero como no se doblegase ni viniese en hacer lo uno ni lo otro, emplearon en él todos los tormentos de hierro y de fuego que supieron inventar, con que al fin le quitaron la vida. Su sagrado cuerpo por miedo de los moros, que todo lo asolaban, y profanaban, fué los años adelante llevado al promontorio Sagrado, que por esta causa se llama hoy cabo de San Vicente, de donde últimamente en tiempo del rey don Alonso, primero deste nombre y primer rey de Portugal, por su mandado le trasladaron á Lisbona, ciudad la mas principal de aquel reino, segun que en su lugar se relatará mas por menudo. En Alcalá de Henares padecieron los santos Justo y Pastor, tan pequeños, que apenas habian salido de la edad de la infancia. Maláronlos en el campo loable, en que el tiempo adelante en su nombre edificaron un sumptuoso templo, ilustre al presente por los muchos y muy doctos ministros y prebendados que tiene. Sus cuerpos en el tiempo que las armas de los moros volaban por toda España se llevaron á diversos lugares, hasta que últidon mamente, el año de nuestra salvacion de 1568 el rey Felipe II de las Españas, de Huesca, do estabau, los hizo volver á Alcalá y poner en el mismo lugar en que derramaron su bendita sangre. Pasó la crueldad adelante; porque llegado Daciano á Toledo, prendió á la vírgen Leocadia, la cual, por miedo de los tormentos y el mal olor de la cárcel, junto con la pena que recibió con la nueva que vino poco despues del martirio de santa Olalla, la de Mérida, y de Julia, su compañera, rindió su pura alma á Dios. El oficio mozárabe la llama confesora, el romano mártir; en que no hay mucho que reparar, porque antiguamente lo mismo significaban y eran confesores que mártires. Los monjes benitos de San Gislen, cerca de Mons á Henao, mostraban el sagrado cuerpo de santa Leocadia; si de la española ó de otra del mismo nombre algunos los años pasados lo pusieron en disputa; pero ya no hay que tratar desto, porque se hallaron muy claros argumentos y muy antiguos de la verdad cuando, al mismo tiempo que escribiamos esta historia, de aquel destierro con increible concurso y aplauso de gentes que acudieron de todas partes á la fiesta, á 26 de abril el año de 1587 fué restituida á su patria por diligencia y autoridad del rey don Felipe II

Partió Daciano de Toledo, y en un pueblo llamado Elbora hizo sus diligencias y pesquisa para si en él se hallaba algun cristiano. Presentaron delante dél un mancebo llamado Vincencio; reprehendióle ásperamente el Presidente; pero como tuviese recio en su creencia y no aflojase punto en su constancia, le hizo poner en la cárcel, de do se huyó á la ciudad de Avila, y allí derramó la sangre junto con dos hermanas suyas, Sabina y Cristeta, que le persuadieron que huyese, y en la huida le acompañaron. Hasta aquí todos concuerdan. Lo que tiene dificultad es qué pueblo fuese Elbora, en qué parte de España, qué nombre al presente tiene, si destruido, si en pié, si léjos de Toledo, si cerca; que son todas cuestiones tratadas con grande porfía y contienda entre personas muy eruditas y diligentes. Los portugueses hacen á san Vicente su natural, nacido en Ebora, ciudad en aquel reino muy conocida por su antigüedad, lustre y nobleza. Otros van por diferente camino, ca pouen Elbora en los pueblos Carpetanos, que al presente son el reino de Toledo; y aun en particular señalan que es la villa de Talavera, pueblo no menos conocido y muy principal en aquellas partes. Por los portugueses hace la semejanza de los nombres Elbora y Ebora; la tradicion de padres á hijos que así lo publica; los rastros de la antigüedad, es á saber, la piedra en que san Vicente puso sus piés con la huella que á la manera que si fuera de cera dejó en ella impresa; las casas de sus padres, que en aquella ciudad se muestran y tienen en gran reverencia; que si estos son flacos argumentos, neguémoslo todo, quememos las historias, alteremos las devociones de los pueblos y atropellemos todo lo al antes que trocar el parecer que tenemos. Estas son las razones que hay por esta parte, muy claras y de grande fuerza, ¿quién lo negará? Quién no lo echará de ver? Pero por la parte contraria hace la vecindad que hay entre Toledo de donde partió el Presidente, y Talavera donde los mártires fueron hallados, y Avila hasta donde él mismo los siguió y les hizo dar la muerte. Porque ¿quién podrá pensar que el presidente de España desde Ebora la de Portugal viniese en persona en seguimiento de un mozo y de dos doncellas? O¿cómo se puede entender que para ir á Mérida, beza entonces de la Lusitania, primero pasase á Ebora, que está tan fuera de camino y mas de cien millas adelante? Pero todo el progreso del camino que hizo Daciano y los lugares por que anduvo se entienden mejor por la historia de la vida y muerte de santa Leocadia, como está en los libros eclesiásticos muy antiguos, escrita por Braulio, obispo de Zaragoza, segun que muchos lo sienten; la cual no ponemos aquí á la larga por evitar prolijidad. Basta decir en breve lo que en ella se relata á larga, que Daciano de la Gallia por Cataluña y Zaragoza llegó á Alcalá y á Toledo, desde allí pasó á Elbora y á Avila, do el dicho san Vicente fué martirizado. Dirá alguno que está bien, pero que ¿cómo se podrá fundar que Talavera se llamó en otro tiempo Elbora? Respondo que muchas legendas de breviarios lo dicen

ca

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así, el antiguo de Avila, el de la órden de Santiago, el de Plasencia; y entre nuestros historiadores don Lúcas de Tuy atestigua lo mismo. Dirás que no hay que hacer caso dél por su poca diligencia y juicio. No quiero detenerme en esto; los libros que escribió no dan muestra de ingenio grosero ni de falta de entendimiento. Por lo menos Ptolemeo le da nombre de Libora, y cerca della pone á Ilurbida, que se puede entender estuvo donde al presente una dehesa llamada Lorviga, una legua de Talavera, de la otra parte de Tajo y en frente de do se le junta el rio Alverche, que se derriba de los montes de Avila. Demás desto, Tito Livio en los Carpetanos, que es el reino de Toledo, pone un pueblo, que él llama Ebura, muy notable por la batalla muy memorable que cerca dél Quinto Fulvio Flaco, pretor de la España citerior, dió á los celtiberos, y por la victoria que dellos ganó. En el libro cuarenta de su historia cuenta con la elegancia que suele lo que pasó, con tales particularidades y circunstancias, que todos los que algo entienden y lo consideran atentamente se persuaden concurren en los campos del dicho pueblo que tiene por la parte de poniente. Las palabras no quise poner aquí, para nuestro propósito basta saber que el pueblo de que se trata en Ptolemeo, por la demarcacion y distancia de los lugares, es Libora, y que en tiempo de los romanos en el reino de Toledo estuvo un pueblo llamado Ebura. Que estos nombres se hayan trocado en el de Elbora ¿qué maravilla es? ¿Quién dudará en ello? Quién no sabe la fuerza que el tiempo y la antigüedad tienen en trocar y alterar los nombres y en cuántas maneras se revuelve todo con el tiempo? De lo que en contrario se alega no hay que hacer mucho caso. Cuánta vanidad haya en cosa deste jaez, cuántas sean las invenciones del vulgo, con muchos ejemplos se pudiera mostrar. Demás que Elbora la de los Carpetanos contrapone otros rastros y memorias, no menos en número ni menos claras que destos santos tiene. Lo primero, las casas destos santos, donde hoy está el hospital de San Juan y Santa Lucía, la plaza de San Esteban, así dicha de un templo desta advocacion que allí estaba, en que se tiene por cierto que san Vicente fué presentado delante el Presidente. Demás desto, á cuatro leguas de Talavera en el Piélago, monte muy empinado entre los montes de Avila, hay una cueva enriscada y espantosa, con la cual todos los pueblos comarcanos tienen grande devocion, por tener por averiguado y firme que los santos, cuando huyeron de Elbora, estuvieron allí escondidos; y en menoria desto allí junto edificaron un templo y un castillo con nombre de San Vicente, señalado antiguamente por la devocion del lugar y las muchas posesiones que tenia. Todo el monte es muy fresco, un aire templado en verano y puro, asimismo de mucha arboleda. Dícese comunmente que aquel templo fué de los templarios; al presente no quedan sino unos paredones viejos y una abadía, que se cuenta entre las dignidades de Toledo, sin embargo que el castillo está puesto en la diócesi de Avila. Estas son las razones que militan por la parte de Talavera, largas en palabras; si concluyentes, el lector con sosiego y sin pasion lo juzgue y sentencie. Si nuestro parecer vale algo, así lo creemos. Y así lo dice Dextro el año de Cristo de 300 por estas palabras: S. Christi Martyres Vicentius, Sabina et Christeta ejus sorores, qui nati in eborensi oppido Carpetaniae. De los obispos de Elbo

ra hay mucha mencion en los concilios toledanos, y monedas de los godos se hallan acuñadas con el nombre de Elbora, de oro muy bajo, como son casi todas las de aquel tiempo. A cuál de las dos ciudades se haya de atribuir lo uno y lo otro, no nos pone en cuidado, ni queremos sin argumentos muy claros sentenciar por ninguna de las partes. Antes de buena gana dejarémos á los portugueses la silla obispal de Elbora como sufragánea á la de Mérida, segun que se halla por las divisiones de las diócesis que hicieron en España, primero el emperador Constantino Magno y despues el rey Wamba. Ni pretendemos que la ciudad de Ebora en tiempo. de los godos no se llamase tambien Elbora, conforme á la libertad con que se mudó el nombre de Talavera, y con la que el tiempo suele trocar los nombres y apellidos de los pueblos y lugares. Puédese dudar cómo se mudaron los nombres antiguos deste pueblo en el que hoy tiene de Talavera; sospecho que Tala en la lengua antigua de España es lo mismo que pueblo, como Talavan, Talarrubia, Talamanca lo dan á entender, y que de Tala y Ebura primero este pueblo se llamó Talebura ó Talabura, y de aquí con pequeña mudanza se forjó el nombre de Talavera.

CAPITULO XIV.

La descripcion de Elbora.

De lo que se ha dicho se entiende claramente que el pueblo de que tratamos, hoy llamado Talavera, muy abundante en todo género de regalos y mantenimientos y de campiña muy apacible, fresca y fértil, antiguamente tuvo muchos apellidos. Ptolemeo le llamó Libora, Tito Libio Ebura, en tiempo de los godos se llamó Elbora, y aun algunos en latin le dan nombre de Talabrica, engañados sin duda por la semejanza que tiene este nombre con el de Talavera. Nos en estos Comentarios, como viniere mas á cuento le darémos ora uno, ora otro de estos apellidos; esto se avisa para que ninguno se engañe ni tropiece en la diversidad y diferencia de los nombres. Está asentada esta villa en los confines de los Vectones, de los Carpetanos y de la antigua Lusitania, en llano y en un valle que por aquella parte tiene una legua de anchura, pero mas arriba hácia levante se ensancha mas. Cortánle y bañan muchos rios; el mas principal y que recoge todos los otros el rio Tajo, muy famoso por sus aguas muy suaves y blandas y por las arenas doradas que lleva, con muy ancha y tendida corriente pasa por la parte de mediodía y baña las mismas murallas de Talavera, que son muy antiguas y de muy buena estofa, de ruedo pequeño, pero erizadas y fuertes con diez y siete torres albarranas puestas á trechos á manera de baluartes muy fuertes. Las torres menores y cubos son en mayor número con su barbacana, que cerca el muro mas alto por todas partes. En fin, ningunas de las murallas antiguas de España so igualan con estas. Dúdase en que tiempo se levantaron. Comunmente se tiene por obra de los romanos, y así da muestra lo mas antiguo de las murallas, con que no hacen trabazon las torres albarranas; otros las tienen por mas modernas á causa que por la mayor parte son de mampostería, y algunas letras romanas que se ven en ellas están puestas sin órden ni traza. Por tanto es forzoso confesar que es obra de los godos ó de los mo

dueblo de los montes de Toledo, santa Quiteria, donde
dicen que el rey Wamba edificó un templo en su nom-
bre. Fuera destos otros muchos, cuyos nombres y mar-
tirios, si por menudo se hobiesen de contar, no ha-
Ilariamos fin ni suelo. Tampoco se puede averiguar dón-
de estén los sagrados cuerpos de todos estos santos,
dado que de algunos se tenga noticia bastante. Las di-
versas opiniones que hay en esta parte escurecen la
verdad, que procedieron, á lo que sospecho, de que las
sagradas reliquias de algunos santos se repartieron en
muchas partes, y con el tiempo cada cual de los luga-
res que entraron en el repartimiento pensaron que te-
nia el cuerpo todo; engaño que ha en parte diminuido
la devocion para con algunos santuarios. Eusebio refie-
re que vió por este tiempo á las bestias fieras,, ni por
hambre ni de otra manera, poder irritarlas para que
acometiesen á los mártires; y que la ocasion para que

la disciplina eclesiástica relajada. Tambien es cosa cierta
que destas olas y destos principios se despertó en Africa
la herejía de Donato. Fué así que Donato, númida 6
alarbe de nacion, ayudado de una mujer llamada Lu-
cilla, que vivia en Africa y era española y muy rica, acu-
só falsamente á Ceciliano, obispo de Cartago, que en-
tregara á los gentiles los libros sagrados, delito muy
grave, si fuera verdad. En esta acusacion pasó tan ade-
lante, que no paró hasta hacelle deponer de su digni- .
dad. Del mismo delito acusaron en España al gran Osio,
obispo de Córdoba. En lugar de Ceciliano fué primero
puesto Mayorino, despues otro Donato, hereje y natu-
ral de Cartago. Grandes fueron estas revueltas, y que
se continuaron por muchos años, como se irá notando
adelante en sus lugares.

ros en el tiempo que fueron señores de España; y dado
que algunos las atribuyen á los godos, parece que dan
muestra de edificio mas nuevo si se cotejan aquellas
murallas, mayormente las dichas torres, con la parte
de los muros de Toledo que edificó el rey Wamba. Esto
testifica el moro Rasis, que levantaron los moros aque-
lla fuerza á propósito de impedir las correrías que ha-
cian los cristianos por aquella parte el año de los ára-
bes 325, que concurrió con el 937 del nacimiento de
Cristo. Sus palabras son estas: «En tierra de Toledo,
que es de las mas anchas de España, hay muchos pue-
blos y castillos, entre los cuales castillos es uno Tala-,
vera, que edificaron los griegos sobre el rio Tajo, y
despues ha sido fuerte y frontera, segun que las cosas
de los moros y cristianos variaban. El muro es alto y
fuerte, las torres empinadas. El año de los moros de 325
el Miramamolin, hijo de Mahomad, cortado el pueblo
en dos partes, mandó edificar un castillo do estuviese levantase tan brava tempestad fué la corrupcion de
sen los capitanes. Este castillo entendemos es todo
aquel circuito de la muralla sobredicha; y dado que
parezca grande, en Italia y en Francia hay otros no
mucho menores; porque el alcázar menor que está
dentro destos muros á la parte del rio, de obra mas gro-
sera y que por la mayor parte está arruinado, se edificó
adelante en tiempo de don Alonso el Emperador, como
consta de una escritura que tiene el monasterio de
monjas de San Clemente de Toledo, en que se les hace
recompensa por ciertas casas que para el sitio de aquel
alcázar les tomaron. Desde este alcázar sale y se conti-
núa otro muro menos fuerte, ca por la mayor parte es
de tapiería y con grandes vueltas abraza el primer muro
casi todo, si no es por do le baña el rio Tajo. Con este
está pegado otro tercer muro, que ciñe un grande arra-
bal por la parte de poniente con un arroyo, por nombre
la Portiña, que le divide de los demás del pueblo, ar-
royo que suele á las veces hincharse con las lluvias y
grandes avenidas y salir de madre. Este muro.se debió
edificar de priesa en algun aprieto, pues con ser el mas
moderno, está caido de manera, que quedan pocos ras➡
tros dél. Dentro deste muro habitan los labradores,
dentro del segundo los oficiales, mercaderes y la ma-
yor parte de la gente mas granada; y la plaza y merca-
do lleno de toda suerte de regalos y abundancia. Den-
tro del muro menor y mas fuerte viven los caballeros,
que son en mayor número y de mas renta que en otro
cualquiera pueblo de su tamaño. Los demás vecinos
tienen pobre pasada, por ser enemigos del trabajo y de
los negocios y no quererse aprovechar del suelo fértil
que tienen. En aquella parte está una iglesia colegial de
canónigos, y con ella pegado un monasterio de jeróni-
mos, edificio de don Pedro Tenorio, arzobispo de To-
ledo, á propósito de recoger en él los canónigos para
que viviesen regularmente. Pero como esto no tuviese
efecto por la contradiccion de la clerecía y del pueblo,
llamó y puso monjes de san Jerónimo en aquella parte,
á los cuales dió grandes heredamientos y renta. Otras
cosas hay en este pueblo dignas de consideracion que
se dejan por brevedad. Volvamos al cuento de los sa-
grados mártires. En esta persecucion padecieron, en
Lisbona los mártires y hermanos Verisimo, Máximo y
Julia; en Braga san Victor, en Córdoba san Zoylo con
otros diez y nueve, cerca de Búrgos las santas Centolla
y Elena, en Sigüenza santa Liberata, en Melgeriza,

CAPITULO XV.

De los emperadores Constancio y Galerio.

Cansado Diocleciano del gobierno y perdida la esperanza de salir con lo que tanto deseaba, que era deshacer el nombre y religion de los cristianos, á cabo de veinte años que tenia y gobernaba el imperio, le renunció en Milan y se redujo á vida de particular. Lo mismo á su persuasion hizo su compañero Maximiano en Nicomedia do estaba, que fué uno de los raros ejemplos que en el mundo se han visto. Con esto quedaron por emperadores y señores de todo Constancio y Galerio el año de Cristo de 304. Constancio se encargó de la Gallia, Bretaña y España; príncipe de singular modestia, tanto, que á su mesa se servia de bajilla de barso. Fué otrosí muy amigo de cristianos, de que dió muestras harto notables. Galerio quedó con las demás provincias del imperio. Este, para mas asegurarse, nombró por Césares á Severo y Maximino, sobrinos suyos, hijos de una su hermana. A Maximino encargó lo de levante, á Severo lo de Italia y lo de Africa, y él se quedó con la Esclavonia y la Grecia. Atajó la muerte los pasos á Constancio, que falleció en Eboraco, ciudad de la Bretaña ó Ingalaterra, el año de Cristo de 306. Imperó un año, diez meses y ocho dias. Dichoso por el hijo y sucesor que dejó, que fué el gran Constantino, fuera del cual de Teodora, su segunda mujer, antenada de Maximiano, dejó á Constancia y á Annibaliano, padre de Dalmacio, césar, y á otro Constantino, cuyos

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