Imágenes de páginas
PDF
EPUB

partes del septentrion y de qué provincias cada una destas naciones haya venido, qué costumbres, qué ingenios tenian, de qué lengua y leyes usaban; ni faltaria por diligencia si entre tantas tinieblas de opiniones como lay se descubriese algun camino para dar en el blanco. Será forzoso contentarnos con conjeturas, pues la antigüedad de las cosas y el descuido de aquellos tiempos no da lugar á mayor claridad. Plinio pone á los rándalos en aquella parte de Alemaña casi do al presente están los melburgenses y pomeranos, dado que Dion las fuentes de que nace el rio Albis y de donde comienza á regar los campos de Alemaña las pone en los montes Vandálicos. Los burgundiones se han de contar entre los vándalos como parte suya; tomaron este nombre de Búrgos, que quiere decir aldeas, en que estaban divididos y derramados; y como hiciesen asiento en los Heduos, pueblos antiguos, fueron causa que aquella parte de la Gallia se llamase Burgundia ó Borgoña. Dionisio, el que en elegante verso escribió en griego el asiento de las tierras, en particular pone los alanos cerca de los de Dacia y de los Jetas. Marcellino los puso en la Escitia, y dice tenian por bienaventurados á los que morian en la guerra; á los que la vejez consumia ó morian de otra suerte los denostaban y decian mal dellos, como hombres que eran de ingenio feroz é inclinados á crueldad, por caer su tierra muy apartada de las comodidades y humanidad de las otras provincias, y ninguna cosa casi allí aportar de las que suelen ablandar la ferocidad de los corazones y amansarlos. Los silingos es cosa averigada que vinieron á España, y que mezclados con los vándalos asentaron en la Bética ó Andalucía, sin que tuviesen rey particular de su nacion. Pero de qué parte del septentrion hayan venido no se averigua con claridad. Algunos ponen á Jos silingos en Baviera, donde antiguamente hobo una ciudad llamada Salingostadio, á lo que parece del nombre desta gente, á la ribera del Danubio, tres millas distantes de Ingolstadio. No hay duda sino que los francos, que por este tiempo se apoderaron de la Gallia, se llamaban asimismo salios del rio Sala, que riega su tierra, como lo dice Marcellino. Destos salios se dijo la muy famosa ley sálica, que veda á las mujeres suceder en las herencias de los francos. Así se puede entender que los silingos eran los mismos que los sálicos, francos ó franceses, que todo es uno. Esto cuanto á los silingos. Los suevos, segun que lo testifican autores muy graves, antiguamente tuvieron sus asientos cerca del rio Albis, si bien Estrabon pone tambien los suevos á las fuentes y nacimiento del Danubio, en la comarca donde al presente se ve la ciudad de Augusta. Resta decir de los godos, cuya orígen, porque reinaron en España mas tiempo que las demás naciones y se les aventajaron en mas nombre y fama, queremos sacar mas de raíz tomando el principio algo de mas arriba. Algunos pensaron y dijeron que los godos eran los mismos que los getas, los cuales en Plinio y en Herodoto vemos demarcados no léjos de las riberas y de las bocas por donde el Danubio descarga en el mar. No falta otrosí quien diga que los getas y masagetas son los mismos que los divinos libros llaman gog y magog, opiniones que ni hay para qué aproballas en este lugar, ni seria dificultoso refutallas por la autoridad de Plinio, que entre las ciudades de Celesiria cuenta á Magog, y aun

y

dice que por otro nombre se llama Bambice y Hierapolis. Los mas en número y de mayor diligencia en rastrear la antigüedad son de parecer que los godos bajaron de una provincia por nombre Scandia, que los antiguos llamaron Basilia ó Ballia, tierra muy extendida y muy ancha, y que está sobre Alemaña y sobre Sarmalia ó Polonia, pegada por la parte de levante con otra provincia llamada Fimmarquia, rodeada por las otras partes del mar Báltico y Glacial. Tiene Scandia forma de península, muy mas larga que ancha; dividese en la Gotia, la Suecia y la Norvegia; y con esta está pegada otra provincia llamada Lapia. Es así, que por la parte de poniente por donde se extiende el golfo Codano, que los naturales llaman Suconico, y por la parte de Scandia por donde mas brevemente se pasa á la Címbrica Quersoneso y al reino de Dinamarca, se forma otra península menor, pegada con la otra mayor, que llaman Gotia; y divídese en dos partes, es á saber, en los ostrogodos, que en nuestra lengua es lo mismo que godos orientales, y en los visogodos, que quiere decir godos occidentales. Entre los visogodos los baltos, que en aquella lengua quiere decir atrevidos y era apellido de cierto linaje; y entre los ostrogodos los amalos, Ilamados así de un gran rey y capitan por nombre Amalo, se señalaban entre los demás y eran las famillas mas ilustres y reales. Lo demás de Scandia cortan unos montes con sus cordilleras continuadas, que dejan al mediodía la Suecia, provincia de un cielo mas benigno, hácia el septentrion la Norvegia, en que se padecen cruelísimos frios; tanto, que el vino que de otras partes allí se lleva, con la fuerza del frio se aceda luego: cosa que algun tiempo puso á los pontifices romanos en gran cuidado para que se pudiese en los pueblos de aquella tierra conservar la integridad del sacrificio divino de la misa. Son los godos ordinariamente de cabello y barba roja, el color blanco como los demás pueblos de Alemaña, con quienes tienen su lengua semejante y no muy diferente de las demás gentes, que por este tiempo se ha dicho por fuerza de armas entraron en España. Solo de los alanos se puede y suele afirmar que usaron de la lengua de los escitas, y esto mas por conjetura probable que por razones que á ello convenzan. Lo cierto es que en la lengua castellana, de que al presente usa España, compuesta de una avenida de muchas lenguas, quedan vocablos tomados de la lengua de los godos. Entre estos, podemos contar los siguientes: tripas, caza, robar, yelmo, moza, bandera, arpa, juglar, albergar, escanciar, esgrimidor, cangilon, camisa, sábana. De los vándalos otrosí se tomaron otras dicciones y vocablos, como cámara, gozque, azafran. Lo que toca á la religion, todas estas naciones ó en este tiempo ó poco despues recibieron y abrazaron la cristiana; que antiguamente eran dados á diversas supersticiones, mayormente los godos, por persuadirse que no les sucederia prósperamete en la guerra si no ofrecian por el ejército sangre humana, sacrificaban los que prendian en la guerra al dios Marte, al cual principalmente eran devotos, y asimismo acostumbraban á le ofrecer las primicias de los despojos y colgar de los troncos de los árboles las pieles de los que mataban. Tenian otra devocion para el mismo efecto de sacrificar autes de la batalla con solemne aparato caballos, y llevar delante sus cabezas abiertas las bocas y puestas en unas lan

agravio, y amenazaban que muy en breve resultarian alteraciones en España y tendria otros señores que la mandasen, con lo demás que suelen decir los hombres cuando el dolor y saña les suelta la lengua. No salieron vanas estas amenazas, segun que el suceso de las cosas lo mostró y declaró en breve, porque los honoriacos, conforme á su natural inclinacion, Hamaron y trajeron á España á los vándalos, alanos, suevos y silingos, con quien se concertaron secretamente de dalles la entrada que hasta entonces tuvieron cerrada, y poco antes Stilicon los habia hecho entrar en Francia. La causa que se piensa los movió á desamparar la Gallia fué el miedo de los godos, contra cuyo valor y por estar concertados con Honorio, temian no tendrian fuerzas iguales. Poniales junto con esto en cuidado y aquejábalos el poder de Constantino, que estaba apoderado de la mayor parte de la Gallia y aspiraba á lo demás. Era rey de los suevos Hermenerico, de los alanos Atace, de los vándalos y silingos Gunderico. La entrada destas naciones bárbaras fué causa de grandísimas desventuras, porque con fiereza bárbara, sin hacer diferencia ni tener cuenta con nadie, se apoderaron de las haciendas de los españoles y de los romanos. Destruian los campos y los pueblos, por donde luego la hambre se embraveció de tal guisa, que eran forzados los naturales á sustentar la vida con carne humana, no solamente los hombres, sino tambien las bestias con aquella carnice

zas. Entre estos devaneos acertaban en tener por cierto, opinion recibida de sus mayores, que las ánimas humanas eran perpetuas y que despues de la muerte habia premios y castigos. Cuando tronaba tiraban saetas en alto para con esto ayudar á Dios, por pensar se le hacia fuerza y que le echaban del reino. Celebraban á la vihuela con cantos y tonadas los hechos de sus mayores y sus proezas, como al presente se hace en España. Algunos afirman que las armas de los godos eran un leon levantado y vuelta la cabeza en un escudo ondeado y de azul la mitad; otros que tres leones puestos uno sobre otro á la manera que los tienen los reyes de Dacia; mas en esto no hay para qué detenernos, mayormente que nuestro principal intento es declarar mas copiosamente, como arriba se dijo, la ocasion que á tantas gentes y tan bárbaras abrió la puerta para entrar en España. En aquella confusion de cosas y caida del imperio romano, de que se ha hecho mencion, un cierto Marco en Bretaña, hoy Ingalaterra, fué por las legiones saludado y alzado por emperador, y poco despues no con menor liviandad ellas mismas le mataron. Pusicron en su lugar á Graciano, que tambien con la misma inconstancia fué muerto dentro de cuatro meses. Sucedióle Constantino, no por señalarse en valor y hazañas entre los demás, sino solo le dieron el imperio movidos del nombre de Constantino, que aquellas gentes tenian por bien afortunado. Sucedió esto, como se puede conjeturar de Paulo Orosio, el año de nuestra salvaría se hacian mas fieras, y á cada paso acometian á los cion de 411, en que fué cónsul Teodosio el Menor la cuarta vez, emperador del oriente, en lugar de su padre Arcadio, que falleció tres años antes deste. Siguieron á Constantino gran parte de la Gallia y de España por estar los ánimos de todos irritados con las demasías de los romanos y con los gravísimos tributos que de cada dia les ponian mayores y mas graves. Sin embargo, algunos se conservaban en la obediencia de los emperadores verdaderos. Entre estos, Didimo y Veriniano, parientes de Honorio, como quier que perseverasen en España en su devocion, con un ejército que arrebatadamente juntaron, pretendieron con mayor ánimo que fuerzas impedir á Constantino, que de la Gallia se decía aparejarse para pasar en España, la entrada de los Pirineos. Pero fueron vencidos en batalla y muertos, así ellos como sus mujeres, por Constante, hijo del tirano, al cual, sacado por su padre de un monasterio y nombrado por césar, envió delante á España. Teodocillo y Lagodio, hermanos destos muertos, desconfiados de sus fuerzas, huyeron del peligro, y se fueron á los emperadores Honorio y Teodosio. El ejército de Constante por la mayor parte era compuesto de aquellas naciones que bajaran de Alemaña en Francia, y por cierto concierto que con Honorio hicieron los llamaran honoriacos. Estos, por permision de Constante, talaban á España y todos los campos hasta Palencia, ca pretendia él con la miseria ajena ganar las voluntades del ejército bárbaro. A estos mismos, queriéndose él vol-paña se levantaron nuevas alteraciones á causa que un ver á Francia, dió el cuidado de guardar las estrechuras y entradas de los Pirineos. Llevaron mal esto los españoles que los soldados extranjeros y mercenarios, y por consiguiente poco seguros, fuesen preferidos á su conocida lealtad, por donde de tiempo muy antiguo les confiaban la guarda de aquellas entradas de toda la provincia. Sentian mucho esta afrenta. Quejábanse del

hombres por sustentarse. Despues de la hambre, como acontece, se siguió una peste gravísima, con que murió gente innumerable en toda la provincia. Eran los males tan grandes, que los que escapaban tenian envidia á los que morian por sufrir ellos mas graves cuitas que la misma muerte. Pasó el mal tan adelante, que la provincia quedó en gran parte yerma de moradores, y con tanto los bárbaros hicieron sus asientos en diversas partes della. A los suevos y á parte de los vándalos cupo Galicia, á la sazon mas ancha de términos de lo que es en nuestra edad, porque comprehendia en su distrito todo lo que es Castilla la Vieja. Los alanos poblaron en la Lusitania y en la provincia Cartaginés, fuera de los carpetanos, que es el reino de Toledo, y los celtíberos, que se mantuvieron en la sujecion de los romanos. La Bética tomaron para sí los vándalos y los silingos. Hecha esta distribucion, pusieron concierto con los romanos, con que se tornó á labrar y morar la tierra y las ciudades en gran parte. Los españoles tenian por mejor esta nueva servidumbre que el imperio de los romanos y su severidad. Dado que algunos, conservándose obstinadamente en la libertad antigua, no querian sufrir el yugo de los bárbaros, principalmente en Galicia, donde los suevos imperaban. Entre tanto que esto pasaba en España, Honorio desde Italia envió en la Gallia contra el tirano un grueso ejército debajo la conducta de un su capitan, llamado Constancio. En Es

cierto Máximo en la España citerior fué saludado y alzado por emperador. Un conde, llamado Geroncio, fue el autor desta nueva trama por odio que tenia al primer tirano Constantino, sin embargo que habia seguido antes sus partes. Lo que en esto pretendia era en nombre de otro reinar él y mandarlo todo. Con este intento dejando á Máximo en Tarragona, él con ejército pasó en

[merged small][ocr errors]

la Gallia, y apoderado de la ciudad de Viena, mató en ella á Constante el César, que le vino á las manos. No pasó adelante por entender que venia contra él Constancio y por miedo suyo. Vuelto en España, ó por desprecio que tuvieron dél, ó con deseo de agradar á Honorio, los españoles de noche acometieron su casa, y dado que se defendió valientemente, con fuego que pegaron á la casa pereció dentro della. Máximo desamparado de la ayuda de Geroncio, que era el que le conservaba, dejadas las insignias imperiales, huido pasó miserablemente lo que le duró la vida, que fué hasta el tiempo de Paulo Orosio, como el mismo lo testifica. En este medio, al tiempo que estas cosas se hacian en España, Constantino, el tirano, y Juliano, su hijo, fueron por esfuerzo de Constancio muertos en Arles; y no mucho despues Jovio y Sebastiano tuvieron el mismo fin, los cuales sucesivamente se rebelaron en la Gallia contra el imperio. Con esto toda la Gallia volvió á la sujecion de Honorio, que fué el año de nuestra salvacion de 413. Los godos, para defensa de la una y de la otra provincia, es á saber de Francia y de España, con voluntad de Honorio y conforme al asiento que con él tomaron, se apoderaron dos años despues de las ha'das de los Pirineos. Gente que muchas veces antes destos tiempos, derramada de sus antiguos asientos y acometiendo las provincias del imperio romano, habia ganado gran crédito por su valentía, en tauto grado, que se tuvo por cierto que Alejandro Magno, rey de Macedonia, huyó de encontrarse con ellos; Pirro, rey de Epiro, los temió; Julio César rebusó la pelea con ellos, segun que lo dice Orosio. No es de nuestro propósito contar todas las entradas y guerras desta gente ni relatar por menudo sus hazañas, que seria mas largo cuento de lo que sufre esta obra. Lo que hace al propósito es que el emperador Valente, como de suso se dijo, dió á los visogodos, que salidos de sus antiguos asientos y tierra maltrataban las gentes del imperio, la provincia de Mesia donde morasen, con tal condicion que estuviesen á sueldo del imperio romano y recibiesen la creencia de Cristo, nuestro Señor, por donde algo despues la secta de Arrio, con que los inficionaron y á que Valente era dado, fué causa de grandes desventuras y alteraciones en España. Las tierras que les entregaron sustentaron ellos hasta el imperio de Arcadio y Honorio, y ensancharon sus términos hasta Panonia, hoy Hungría, que sucedió poco antes que rompiesen por Italia despues de haber destruido la Tracia. Fué la ocasion desta entrada que Stilicon, suegro de Honorio, con intento de hacer emperador á su hijo Euquerio, movió aquella gente de suyo inquieta y bulliciosa á tomar las armas. Estaba casado Stilicon con Serena, sobrina de Teodosio y hija de Honorio su hermano; della tuvo por hijos á Euquerio, María y Termancia. Casó con Euquerio Galla Placidia, hermana de los emperadores Honorio y Arcadio. Demás desto, Honorio, emperador, casó sucesivamente con María, y despues con Termancia. No ha mucho que en tiempo del pontífice Paulo III se halló en Roma el sepulcro de María en la iglesia de San Pedro en el Vaticano, y en él piedras de gran valor, mucho oro y plata, con los nombres de Honorio y de María esculpidos en un joyel, segun que en la descripcion de la ciudad de Roma lo relata Marliano mas en particular. Muertas pues la una y la otra mujer de Honorio, dado que no falta

con

quien diga que repudió á Termancia luego que la traicion de Stilicon se descubrió, como quitadas las prendas y ataduras de la lealtad, Stilicon se determinó de poner en ejecucion la maldad que mucho antes en su corazon tenia forjada. Con esta determinacion hizo que los vándalos, de cuyo linaje él venia, y los alanos, promesa que les hizo de grandes premios, hiciesen entrada en la Gallia. A los godos negó el sueldo que les daban con la misma astucia, traza con que ellos tomaron las armas, y en lugar de Atanarico, saludado que hobieron por rey á Alarico, talaron la Tracia y la Italia; finalmente, despues de largo cerco se apuleraron de la misma cabeza del mundo, Roma, á 2 de agosto. Eran cónsules Flavio Vararo la primera y Tertullo la cuarta vez. El descuido de Honorio, cuyo oficio era acudir á la necesidad, fué tal, que diciéndole cómo Roma era perdida, pensó que hablaban de un gallo que él llamaba Roma, y poco antes, como solia de ordinario, se habia deleitado en verle pelear con otro. Muerto poco despues Alarico, caudillo de los godos, en lo postrero de Italia, Ataulfo que le sucedió, ablandado con los regalos de Galla Placidia, su mujer, la cual en Roma fuera presa, se inclinó á la paz y tomó asiento con llouorio, con que el ejército de los godos, sacado de Italia, hizo su asiento en los confines de la Gallia y de España. La silla del reino puso esta gente en Narbona año de nuestra salvacion de 415. De aquí vino y procedió que aquella parte se llamó Gallia Gótica, dado que no siempre tuvo los mismos términos, antes se variaban muchas veces conforme al vario suceso de las guerras que con los francos comarcanos y con los romanos tuvieron los godos. Esta fué la ocasion que trajo asi las demás gentes ya dichas como los godos á España.

CAPITULO II.

Cómo los godos vencieron á las demás naciones bárbaras en España.

Estaba España dividida en muchos reinos, diferentes entre sí en leyes, costumbres y religion. Los romanos y los españoles abrazaban la religion católica, á los godos tenia inficionados la peste de los arrianos. Las demás naciones bárbaras no habian aun recebido la religion cristiana, antes seguian las supersticiones de sus antepasados. Todos con deseo de conservarse en la parte de que se apoderaran en aquella turbacion y ravueltas, cada cual por su parte pretendia hacer paces y concertarse con los romanos. Godigisco rey de los vándalos, al cual algunos llaman Gunderico, y Joruandes Giserico, lo que sin duda es falso, fué el primero á concertarse con estas condiciones: que viviesen en España sin hacer mal y daño á los antiguos moradores, y no pudiesen por título de prescripcion de treinta años valerse en algun tiempo contra los romanos para efecto de retener lo que violenta é injustamente hobiesen usurpado. Palabras con que se daba á entender que aquella paz no era tanto por voluntad como por fuerza, y que no duraria mas de cuanto tuviesen posibilidad para volver á la guerra y á las manos. De aquel concierto sin duda procedieron entre aquellas gentes nuevas sospechas, y por ellas luego se encendió nueva guerra. Los alanos, como mas feroces, acometieron á los vándalos y á los silingos, y los pusieron en

120

le fué forzoso dar la vuelta á España y en ella tomar
asiento con Constancio. Las condiciones del concierto
fueron que entregase á Placidia, mujer que fué de
Ataulfo, que por voluntad del Emperador, su hermano,
estaba prometida al dicho Constancio; y que los godos
hiciesen la guerra en España á las otras naciones bár-
baras en pro del imperio romano para que todo lo que
se ganase quedase por suyo, y ellos se contentasen con
lo que en las haldas de la Gallia y de España antes po-
seian. Hízose esta paz el año de 418, segun que lo re-
fiere Paulo Orosio, presbítero tarraconense, muy co-
nocido por su erudicion y por la amistad que tuvo con
los santos Augustino y Jerónimo. Prosiguio este autor
la historia de las cosas romanas y hizo fin en el año
luego siguiente despues deste, en que fueron cónsules
Flavio Monaxio y Flavio Plinta. A Constancio demás
de casalle con Placidia hizo Honorio su compañero en
el imperio. A Walia dió graciosamente y añadió el se-
ñorío de la Guiena en premio de la guerra que hizo y
de haber sujetado, como se concertó, las gentes hár-
baras. Es la Guiena un pedazo principal de la Gallia,
que tiene aledaños por la una parte los montes Pi-
por
rineos y por la otra el rio Garona. Las ciudades mas
principales son Tolosa dentro en la tierra, y junto al
mar Océano la ciudad de Burdeos. La guerra entre los
godos y las otras naciones se hizo y pasó en esta ma-
nera. Desde la Celtiberia hasta do llegó Constancio con
cuidado de acudir á las cosas de España, los godos,
tomado que hobieron el cargo de la nueva guerra, aco-
metieron á los alanos, feroces por el buen suceso que
tuvieron poco antes, tanto, que no contentos con las
primeras tierras y términos, aspiraban al imperio de
toda España. Mataron en una batalla á su rey Atace con
otros muchos, y forzaron á los demás que escaparon,
que dejada la Lusitania se pasasen á Galicia, do mez-
clados con los suevos perdieron el nombre de su gente
y reino. Algunos sospechan que Alanquer, pueblo en
tierra de Lisboa, y otro que se llama Alanin, en los
montes de Sevilla, tomaron estos nombres de los ala-
nos, porque Alanquer antiguamente se dijo Jerabrica.
La conjetura que hay para decir esto es sola la seme-
janza de los nombres, ni cierta ni del todo vana. Con
el mismo ímpetu desta guerra fueron maltratados los
silingos y domados en una batalla que se dió cerca de
Tarifa. Quedaron con esto tan oprimidos, que les pu-
sieron por gobernadores personas de la nacion de los
godos. Escarmentados con esto los vándalos y los sue-
vos, con retencion de lo que tenian, se sujetaron á los
romanos, en cuyo nombre se hacia la guerra, aunque
con las armas, trabajo y peligro de los godos. Preten-
dian los suevos otrosí ganar sueldo de los romanos; ellos
nó quisieron venir en ello porque no les quedase con
las armas poder de alborotarse. Walia, habiendo en bre-
ve concluido tan grande guerra y dejando á España su-
jeta y sosegada, como volviese á la Gallia, falleció de
su enfermedad año de 419. Reinó solos tres años, en
el cual tiempo acabó cosas tales y tan grandes, que
ilustró grandemente su nombre y el de su nacion, ade-
más de la Guiena que, como queda dicho, le dieron do
nuevo en premio de sus hazañas.

EL PADRE JUAN DE MARIANA. necesidad de desamparar la Bética y hacer recurso á Galicia para que, juntando sus fuerzas con las de los suevos, reprimiesen el atrevimiento de los alanos y recobrasen sus asientos, de que los habian echado. Dieron los alanos la vuelta contra los celtiberos y la Carpetania; ganaron de los romanos muchos pueblos y ciudades. Los godos eso mismo, el año siguiente despues que asentaron en Francia, pasaron en España, donde con su llegada y ayuda Atalo usurpó el nombre de emperador, título vano y dañoso, pues poco despues, falto de consejo y fuerzas, como procurase huir por la mar, fué preso por Constancio, que con gruesas armadas poseia aquellas riberas. Envióle á Honorio; por su mandado le cortaron el pulgar y el dedo segundo, y fué llevado en destierro á la isla de Lipara. Ataulfo, rey de los godos, ó por su natural condicion cansado de tantas guerras, ó por el nuevo parentesco que con el Emperador tenia, aficionado á los romanos, se inclinaba á dejar las armas y concertarse. Llevaba su gente esto mal por ser feroces y bravos. Acordaron de conjurarse contra él y darle la muerte, como lo hicieron en Barcelona, do tenia hecho su asiento. Ejecutó este caso tan atroz un hombrecillo llamado Vernulfo, de pequeña estatura, pero muy atrevido y muy privado del Rey. Este, como hallase buena ocasion, con la espada desnuda le atravesó por el costado. Olimpiodoro, uno de los autores de la Biblioteca de Focio, le llama Dobio, y dice que dió la muerte á Ataulfo en venganza de la que él antes habia dado á su amo. El letrero de la sepultura deste rey, cuya parte hoy se ve en Barcelona, da á entender que seis hijos de Ataulfo perecieron juntamente con él; al cual letrero cuánta fe se haya de dar otros lo podrán juzgar; á nos parece mas moderno que conforme á la antigüedad de aqueIlos tiempos. Añade Olimpiodoro que un niño llamado Teodosio, que tuvo Ataulfo en Placidia y murió en su primera edad, estaba sepultado en un oratorio cerca de Barcelona en una caja de plata; demás desto, que á otros hijos de Ataulfo, habidos del primer matrimonio, mató Sigerico, sucesor suyo, sacándolos de las faldas y regazo del obispo Sigesaro; últimamente, que Placidia con otros cautivos fué forzada á ir corriendo por largo espacio; que tales son las mudanzas de las cosas y los reveses del mundo. En lugar pues de Ataulfo pusieron á Sigerico por voto de la nacion, por ser persona de industria y de esfuerzo conocido en guerra y en paz. Fuera desto, era alto de cuerpo y de buena aparencia, dado que de una caida de un caballo renqueaba de la una pierna. Este, como quier que siguiese las pisadas de Ataulfo en lo que era inclinarse á la paz, dentro del primer año de su reinado murió tambien á manos y por conjuracion de los suyos. Sucedióle Walia, hombre inquieto y belicoso. Deste escriben que al principio de su reinado con una armada que juntó quiso pasar en Africa, sea perdida la esperanza de sustentarse en España por el espanto que Constancio de una parte y las naciones bárbaras de otra le causaban, sea por el deseo que él mismo tenia de apoderarse de la Mauritania, provincia en aquellos tiempos sujeta y moviente de España, sea por cualquiera otra ocasion. Lo que sucedió es que con la fuerza de una tempestad deshecha que le sobrevino en lo mas angosto del Estrecho se desrotó toda la armada de tal suerte, que

CAPITULO III.

Del reino de Teodoredo.

Despues de la muerte de Walia sucedieron dos cosas de mucha incomodidad. La primera que el emperador Constancio, sosegadas la España y la Gallia y vuelto á Italia, murió en Ravena año de nuestra salvacion de 421. Dejó de su mujer Placidia un hijo de pequeña edad, llamado Valentiniano; su tio el Emperador procuró se criase como quien le habia de suceder en el imperio. La otra cosa fué que las naciones bárbaras comenzaron á levantarse en España y á recobrar la jurisdiccion y autoridad que antes tenian; principalmente los vándalos, cuyo esfuerzo entre las demás naciones era muy conocido y singular, con su rey Gunderico pensaban apoderarse de toda España. Con este intento acometieron á los suevos; las causas no se saben, solo consta que los forzaron á recogerse á los montes Ervasos, confiados mas en la fortaleza de los lugares que en su valentía. Algunos piensan que estos montes son los que en este tiempo se llaman Arvas, puestos entre Leon y Oviedo, conocidos por un antiguo monasterio que allí hay; y aun dicen que son los mismos que Ptolemeo llama Narbasos. Retirados en estos montes, cualesquiera que hayan sido, los suevos, como nunca quisiesen pelear con el enemigo, los vándalos, perdida la esperanza de alcanzar victoria, en una armada que juntaron pasaron á las islas Mallorca y Menorca y las pusieron á fuego y á sangre. Desde allí dieron la vuelta á tierra firme; echaron por tierra á Cartagena, que poco antes habia sido quitada á los alanos y volviera al señorío de los romanos. Sucedió esto seiscientos años despues que los cartagineses la fundaron para que fuese en España asiento y fortaleza del imperio cartaginés. Despues de esta destruicion se redujo á caserías; mas en el tiempo adelante, por la comodidad del buen puerto de que goza, se tornó á babitar. En nuestra era apenas hay en ella seiscientos vecinos. Lo que mas hace al caso es entender que desde aquel tiempo los privilegios de la ciudad de Cartagena, que llamaban Cartago la Nueva, se pasaron á Toledo, como lo testifica un antiguo escritor de las cosas de España; y algunos lo entienden de la dignidad del metropolitano cartaginés, otros de la audiencia en que se administraba á los pueblos la justicia, que dicen antes estaba en Cartagena, y desde allí se pasó á Toledo. Las razones por una y otra parte no son concluyentes. Quedará el juicio libre al letor para resolverse por lo que en otros hallare. A mí mas me parece que lo que se trasladó fué la autoridad eclesiástica y la dignidad de metropolitano. Gunderico, rey de los vándalos, destruida Cartagena, acometió á los silingos, que seguian el partido de los romanos. Dió la tala á los campos, y apoderándose por fuerza de Sevilla, que estaba en poder desta gente, y puéstola á saco, como pretendiese con sobrado atrevimiento saquear el templo de San Vicente, que en aquella ciudad en riquezas y religion era muy notable, fué muerto en la misma puerta del temp'o; castigo muy justo de Dios en venganza de aquel desacato cometido contra la religion. Sucedióle Genserico, su hermano bastardo; otros le llaman Guntaris. Todas estas cosas acontecieron dentro del mismo año que murió el emperador Constancio. Ea el mismo tiempo Jovino y Máximo se llamaron em

peradores en España. Estas nuevas alteraciones forzaron al emperador Honorio á hacer nuevas levas de gentes y con ellas enviar á Castino, un excelente capitan, así contra los tiranos, que se intitulaban emperadores, como contra los vándalos. Jovino y Máximo, porque tenian pocas fuerzas y se confiaban mas en la revuelta de los tiempos que en otra cosa, en breve fueron presos y muertos. La empresa contra los vándalos era mas dudosa. Así Castino, desconfiado de sus fuerzas, llamó á España al conde Bonifacio, persona por lo mucho que sabia de la guerra y de la paz, no menos conocida que por la amistad que tuvo con san Agustin. Hizo pues que viniese desde Africa, donde era gobernador; llegado, nació entre los dos discordia, como es ordinario entre los que son iguales en poder, con extremo peligro y daño, así de España como de las cosas romanas. Volvióse Bonifacio á Africa. Castino, privado de aquella ayuda, sin hacer cosa que de contar sea contra los vándalos, fué forzado á volverse á Italia el año de 423, en que el emperador Honorio pasó desta vida á 15 dias del mes de agosto. Tuvo el imperio veinte y ocho años, once meses y diez dias. Señalóse, así en la constancia de la religion como por la caida é infelicidad del imperio, que sucedió en su tiempo. Su cuerpo enterraron en la iglesia de San Pedro en el Vaticano. En su lugar sucedió Valentiniano el Tercero, hijo que era de Constancio, y á la sazon niño de pequeña edad y de fuerzas no bastantes para llevar tan gran carga. Con esta ocasion Flavio Joan intentó de apoderarse del imperio y de despojar dél á Valentiniano. Sucedieron diferentes trances, y por conclusion, pasados dos años, le vencieron los leales y mataron en batalla. Gobernaba la república en nombre de su hijo la emperatriz Placidia. Tenia con ella grande autoridad y cabida Accio, capitan de mucho nombre. Bonifacio, el que gobernaba á Africa, envidioso y celoso desta privanza y con deseo, parte de satisfacerse, parte de mirar por sí, concertó con Genserico, rey de los vándalos, que de España pasase en Africa. Pretendia de mantenerse en el gobierno de Africa con las fuerzas destos bárbaros, y entregalles en recompensa del trabajo una parte de aquella provincia, segun que de comun acuerdo la señalaron. En tanta manera la peste de la ambicion ciega á los hombres, que ni el amor de la república, ni la lealtad que debia, ni el celo de la religion, á que singularmente era aficionado, fueron parte para enfrenar á un hombre, por lo demás tan señalado en bondad, para que no ejecutase su malp l propósito y saña. Genserico, con acuerdo de los suyos, resuelto en no dejar aquella ocasion de apoderarse del imperio de Africa, partió mano de la esperanza que se le presentaba de apoderarse de toda España; y desamparando la Bética ó Andalucía, pasó allende el mar con ochenta mil combatientes, que fué el año de 427, en que fueron cónsules en Roma Hierio y Ardaburio. Los silingos se quedaron en España, en especial en aquella parte de la Bética donde está Sevilla, que fué el principio, por contarse ellos entre los vándalos y estar mezclados con ellos, que en el tiempo adelante el nombre antiguo de la Bética se mudase en el de Vandalosía, y al presente de Andalucía, si bien los aledaños destas provincias Bética y Andalucía no se corresponden puntualmente. Los vándalos en Africa al principio juntaron sus fuerzas con Bonifacio, con que su

« AnteriorContinuar »