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plos de los cristianos en Italia y asolaria la ciudad de Roma y á todos los católicos. Hizo su embajada el Pontífice. Festejóle mucho el Emperador y honróle magníficamente conforme á lo que pedia la razon. Coronó al Emperador de su mano; y dado que le persuadió revocase el edicto, vuelto despues de la embajada, fué por Teodorico encarcelado por sospechar que la honra que le hicieron se enderezaba á entregar á Italia á los griegos y que era aficionado á la parte de los emperadores. Murió el santo Pontífice en la prision. La Iglesia le tiene en el número de los santos mártires, y le hace particular fiesta todos los años el mismo dia que murió. Fueron comprehendidos en esta misma causa Simaco y Boecio, hombres principales que habian antes ido á Constantinopla con embajada. Túvolos hasta este tiempo presos, en que les mandó dar la muerte. Siguióse en breve la venganza de Dios, porque al principio del mes de setiembre próximo el mismo Teodorico murió por juicio divino y en venganza de aquellas injustas muertes. Dejó por sucesor en el reino de Italia á su nieto Atalarico, nacido de su hija Amalasiunta, de cuya flaca edad y del peso de las cosas, por ser muerto ya su padre, la madre, mujer de ánimo varonil, se encargó. Por la muerte de Teodorico el otro su nieto Amalarico comenzó libremente á gobernar el reino de los visogodos, desde el cual tiempo algunos cuentan los años de su reinado, ni hay mucho que hacer caso, ni mucha diferencia en lo uno y en lo otro, pues consta que Teodorico en tanto que él vivió reinó en España, sea en su nombre, sea en el de su nieto, y en todo se hacia su voluntad. Luego que Amalarico se encargó del reino, lo primero de todo asentó paz con los reyes de Francia, casándose él con una hermana dellos, hija de Clodoveo, ya difunto, que se llamaba Crotilde. Diósele en dote el estado de Tolosa, que fué restituirle á los godos, cuyo antes era. La paz asentada desta manera alteró la locura de Amalarico por esta ocasion. Era Crotilde dotada de una virtud singular; su madre, que el mismo nombre tenia, la amaestrara en el culto de la verdadera religion. Esto fué ocasion de exasperar en gran manera el ánimo de su marido, por ser de secta arriano. El vulgo cuando iba á los templos de los católicos la decian afrentas, la ultrajaban y le tiraban cosas sucias. Disimulaba el Rey en esto, y aun cuando volvia la recebia con gesto torcido y airado; á los denuestos y soltura de la lengua añadia golpes y cardenales, tanto, que le hacia muchas veces saltar la sangre. Sufrió ella esta vida tan áspera por mucho tiempo con grande constancia. Confiaba con su paciencia y ejercicios de piedad ablandar algun tiempo y ganar el cruel ánimo de su marido. Mas últimamente, perdida la esperanza y quebrantado su ánimo con los malos tratamientos que hacia, escribió una carta á su hermano el rey Childeberto, y con ella le envió juntamente un lienzo bañado en su misma sangre. Avisábale de las desventuras que dias y noches pasaba ; pedíale que favoreciese á su hermana, que mucho amaba, antes que de todo punto la consumiesen el lloro y lágrimas que vida tan amarga le causaba; con el largo silencio hasta entonces habia disimulado tantas injurias, esperando que la muerte daria fin á tantos trabajos, lo que ojalá sucediera antes que verse puesta en aquella necesidad de revolver sus hermanos con su marido, á lo menos esperaba que mu

la

daria aquel hombre la condicion y se trocaria; pero' que todo sucedia al revés, ca unas injurias se trababan de otras, y de cada dia le daba mas triste y desventurada vida; los regalos y caricias recompensaba con crueldad; las buenas obras con que muchas veces se amansan las fieras trocaba en fiereza; que todo esto le venia no por otra causa sino por perseverar constantemente y tener firme en la religion de sus mayores, y que su madre dulcísima le enseñara; sacudiesen aquel yugo tan grave y tiránico que con voz de casamiento pusieron sobre sus espaldas; pusiesen los ojos en Dios, que esperaba no faltaria á tan justa querella y tan buena demanda; que Amalarico no era hombre sino, debajo de figura humana, una bestia fiera, compuesto de crueldad y soberbia y de todos los males; si no creian á sus palabras, por lo menos les moviese la vista de su sangre, que suele embravecer los toros y leones; si por el deudo no se movian, el respeto de la humanidad los despertase, pues en ninguna cosa los reyes mas semejan á Dios que en levantar á los caidos y injustamente maltratados, mayormente si son mujeres nacidas de sangre real y desde su primera edad criadas con mejores esperanzas. El reino de los francos estaba en esta sazon dividido entre los hijos del rey Clodoveo en esta forma: Childeberto era señor de Paris, Clotario de Soesons, Clodomiro de Orliens, á Teodorico obedecian los de Metz de Lorena; todos se llamaban reyes. Estos, como tuviesen compasion de la desventura de Crotilde, su hermana, y encendidos por esta causa en furor cont: a el Visogodo y contra la injusticia que le hacia, juntaren sus fuerzas y movieron en busca del enemigo. Hallábase Amalarico desapercebido y en el negocio culpado; la conciencia de sus maldades le atemorizaba; determinó ponerse en huida. Pudiera escapar y salvarse, sino que, ciego por castigo de Dios con la codicia de las piedras preciosas que dejaba en sus tesoros, volvió de priesa á la ciudad, que se entiende fué Barcelona. Quita la divina venganza el seso á los que quiere derribar; y así fué que, como la ciudad fuese ya entrada y estuviese en poder de los francos, Amalarico, sin saber que hacerse, quiso retirarse á sagrado y valerse de un templo de la religion católica que él habia violado con tantas injurias. No le valió, ca en el mismo camino pereció pasado de un bote de la lanza de un soldado. San Isidoro escribe que Amalarico fué muerto en Narbona y que se dió alli la batalla. Nosotros tenemos por mas cierta la opinion y autoridad de Gregorio Turonense, que fué algun tanto mas antiguo, y refiere el caso como queda puesto. Adon, vienense, dice que los francos discurrieron por toda España en prosecucion de la victoria, y que echaron por el suelo despues de largo cerco á Toledo, ciudad puesta en medio de España y de asiento muy fuerte. Añade que ganaron muchos otros pueblos y ciudades con el mismo curso de la victoria. Procopio dice que quitaron toda la Gallia Gótica á los godos; el silencio en esta parte de los otros escritores hace que no se pueda poner esto por cierto, y porque consta que los reyes siguientes de los visogodos extendian su imperio y jurisdiccion en la Gallia hasta el rio Ródano, Consta otrosí que Amalasiunta, despues de la muerte de Teodorico, su padre, dió la Proenza á Teodoberto, hijo de Teodorico, rey de Lorena, ya difunto, y esto porque los francos no llevasen mal el poseer los ostrogodos alguna par

te en la Gallia; lo demás dejó á los visogodos, contenta con el imperio de Italia. Lo mas cierto que Childeberto se apoderó de los tesoros de Amalarico, entre los cuales halló ornamentos de iglesia, que eran de oro; y que, recobrada su hermana, se volvió á su tierra. Murió Amalarico año del Señor de 531; reinó cinco años, bien que si queremos tomar el principio de su reinado desde Ja muerte de Gesaleico, habrémos de confesar que tuvo el imperio veinte años. Crotilde, su mujer, murió en el mismo viaje. Un cierto autor dice que la antigua Abdera fué reedificada por Amalarico con nombre de Almería, que es apellido algo semejable, así al del Rey como al antiguo que tenia. Tambien es averiguado que el año quinto del reino de Amalarico se celebró el concilio Toledano segundo por siete obispos; entre los demás fueron Nebridio, bigerrense, y Justo, urgelitano. Mandése en aquel Concilio que los mozos que por voluntad y voto de sus padres se recebian y entraban en los colegios eclesiásticos y los ordenaban de la primera tonsura de clérigos, cuando viniesen á la edad de diez y ocho años en público les preguntasen si querian guardar castidad; si consintiesen y viniesen en ello, que de allí adelante no pudiesen, dejada su profesion, enlazarse en las ataduras del matrimonio; si no consintiesen, tuviesen libertad de casarse; mas si los tales venidos á mayor edad, con voluntad de sus mujeres, quisiesen apartarse todavía de su comunicacion, pudiesen ser ordenados de órden sacro. Yerran los que por ocasion deste decreto piensan lo que no fué, que los sacerdotes españoles por este tiempo se casaban. Presidió en este Concilio Montano, prelado de Toledo y metropolitano de la primera silla de la provincia Cartaginense. Hállanse dos cartas de Montano, la una á los ciudadanos de Palencia, la otra á Toribio, monje, en que, como metropolitano, dice le incumbia el cuidado de la ciudad de Palencia, y que por ciertas razones queria que al obispo de aquella ciudad estuviesen sujetas Coca y Britalbo. San llefonso en el libro que escribió de los Claros varones de España hace mencion destas cartas y dice corria muy gran fama que Montano, siendo acusado de deshonestidad, para muestra de su inocencia tuvo en el seno ascuas vivas en tanto que decia la misa, sin que las vestiduras se quemasen ni sin que se apagase el fuego. Deste principio parece que tuvo orígen en España aquella costumbre generalmente recebida en otros tiempos, y della diversas veces se trata en las leyes de los godos, pero contraria á las divinas, de la compurgacion vulgar para descargarse de hurtos, adulterios y otros delitos, cuando á alguno se les imponian. Hacíase desta manera y por este órden. El reo primeramente se confesaba de sus pecados; encendian un hierro ó traian un vaso de agua hirviendo ; bendecia el hierro ó agua un sacerdote despues de dicha su misa; el que tocado el hierro ó bebida el agua escapaba del peligro, era dado por libre de la sospecha ó infamia que le cargaban. Usóse esta costumbre, no solo entre los godos, sino tambien fué establecida por leyes de los otros reyes de España y de las demás naciones que tenian el nombre cristiano, hasta tanto que Honorio III, pontífice romano, trecientos y cincuenta años ha, con una ley que hizo en este propósito revocó de todo punto este género de compurgacion vulgar. Florecieron por estos tiempos en España cuatro hermanos, claros por

los estudios de la sabiduría y por la dignidad episcopal que todos tuvieron. Estos fueron Justo, urgelitano, cuya declaracion y exposicion sobre los Cánticos anda; Justiniano, obispo valentino, este compuso un libro en que declara cinco cuestiones á él propuestas por un cierto llamado Rústico, es á saber, del Espíritu Santo, de los Bonosiacos, que por otro nombre eran Fotinianos, de la Trinidad, y que el bautismo cristiano no se ha de iterar, y que difiere del bautismo de san Juan; el tercero fué Nebridio, obispo agatense, vivió en la Gallia Gótica; el cuarto fué Elpidio, del cual no se sabe donde fué obispo. Fuera destos vivió en esta era Aprigio, obispo de Beja, en Portugal, famoso por los Comentarios que escribió sobre el Apocalipsi, que hemos visto, y claro por el testimonio del mismo san Isidoro.

CAPITULO VIII.

De los reyes Teudis y Teudiselo.

Por la muerte de Amalarico, como quier que no tuviese hijos, faltó de todo punto la alcuña de los reyes visogodos, y el reino vino á parar en Teudis, de nacion ostrogodo. Los principales de los visogodos procuraron que fuese su rey por ser excelente en las artes de la guerra y de la paz y por la experiencia de cosas que tenia y su singular prudencia ; demás que habia ganado la voluntad de muchos en el tiempo de su gobierno, que tuvo en la menor edad de Amalarico, y mando sobre la república á su voluntad. Su mujer, por ser persona muy poderosa y de lo mas noble de España, le trajo en dote un estado de que se podian armar dos mil combatientes. Todo esto fué como escalon para que en este tiempo alcanzase el reino. El rey Teodorico, ostrogodo, con el cuidado en que le ponian las cosas de su nieto, trató los años pasados de hacer que Teudis volviese á Italia con muestra de querer honrarle ; pero él, entendido este artificio, procuró con todo cuidado divertirlo. En el tiempo que reinó Teudis en España se mudó en Roma la forma de gobernar la república, porque se quitó el nombre y poder de cónsules el año de 541, en que Basilio, llamado Junior, sin compañero fué el postrero que tuvo el consulado. El año siguiente Childeberto, rey de los francos, y Clotario, su hermano, por no estar del todo satisfechos con la venganza pasada, tornaron á hacer guerra á España; y despues que por todas partes talaron la provincia Tarraconense, pusieron cerco sobre Zaragoza. Los ciudadanos en aquel peligro hicieron recurso á san Vicente, mártir, á quien tenian por patron; los varones enlutados, las mujeres sueltos los cabellos y cubiertas con ceniza andaban en procesion todos los dias al rededor de los muros de la ciudad, en que llevaban la túnica de san Vicente, con lo cual y con lágrimas imploraban la ayuda del cielo. Childeberto pensó al principio que aquel lloro femenil era á propósito de algunas encantaciones y hechicerías que hacian; despues, sabida la verdad de uno que prendieron, y con recelo de algun castigo del cielo por este respeto si pasaba adelante, templó su saña y cesó de hacerles mas agravio. Diéronle los ciudadanos á su instancia la vestidura ó orario de san Vicente; él, como si fueran grandes despojos de los enemigos, la llevó á Paris, donde edificó un templo en el arrabal en nombre deste santo, que al presente se llama de San Ger

man, y es á manera de alcázar con foso y con adarves, sus troneras y traviesas, apartado de los demás edificios. Fuéle esta rica joya agradable, así por la devocion que él tenia al mártir como por la venganza que con esto parecia tomar de las injurias pasadas, y porque serviria esta prenda en adelante como de memoria de la victoria que ganaron. Si bien, como Isidoro escribe, los francos á la vuelta se vieron en extremo peligro por estar apoderado Teudiselo con parte de los godos de las hoces, estrechuras y pasos de los Pirineos. El rey Teudis, á causa de tener menos fuerzas y por estar desapercibido de todas las cosas, temia en lugar abierto presentar la batalla, y pretendia con aquella ventaja de lugar por medio de Teudiselo aprovecharse de sus contrarios. Sucedió como pensaba, que los francos fueron en aquellas estrechiuras cercados por todas partes, maltratados y destrozados en tanto grado, que, compradas las treguas á dinero, apenas últimamente con voluntad de Teudiselo pudieron encumbrar aqueIlos montes y salir á campo raso. A esta guerra se siguió una peste, con que innumerables hombres en espacio de dos años, que fué el tiempo que duró este mal, perecieron en España. Teudis, con deseo de satisfacerse de la afrenta recebida, ó por pretender con alguna notable empresa extender la fama de su nombre, ó lo que mas creo, por ayudar á los vándalos, que ya de tiempo atrás corrian peligro de perder el imperio de Africa, pasado el Estrecho, puso cerco á Ceuta, ciudad que está en frente de España á la entrada del Estrecho, donde, como por guardar el dia del domingo cesase el combate, con una repentina salida que los cercados hicieron recibió muy grande daño. Los que estaban en los reales sin faltar uno fueron muertos; el Rey con parte del ejército se salvó en la armada que tenia en el mar, y le fué forzoso volver á España. Esto sucedió en el mismo tiempo que Belisario, por mandado de Justiniano, emperador que era de las provincias de oriente, quitó Africa á los vándalos, cuyos señores fueran por espacio de cien años. En la prosecucion desta guerra sucedió un caso notable. Fuscia y Gotio fueron por Gilimer, rey de los vándalos, enviados con embajada á Teudis para pedirle socorro. Tardaron mucho en la navegacion, tanto, que llegó antes que ellos la nueva de lo que pasaba; y los que venian en una nave de Africa, como testigos de vista, avisaron de un gran lloro y trabajo de Africa que Cartago era tomada, el rey de los vándalos Gilimer preso y el reino de los vándalos acabado. Los embajadores no sabian desto nada; preguntados por el rey Teudis en qué estado quedaban las cosas de Gilimer, respondieron que en muy bueno. Fuéles mandado que sin tardanza volviesen á Africa y que allí esperasen la respuesta de todo lo que pedian. Ellos, sospechosos que el Rey estaba tomado del vino por haberlos festejado con un gran convite en que largamente se bebió, el dia siguiente tornaron á referir su embajada. Como les fuese respondido lo mismo, cayeron en la cuenta del mal y daño sucedido, y tuvieron por cierto que, mal pecado, el reino de los vándalos era destruido y Africa reducida al poderío del imperio romano. Volvieron á Africa, y presos no léjos de Cartago por los soldados romanos, dieron noticia á Belisario de todo lo que pasaran. Despues desto vinieron nuevas de Italia que por el esfuerzo, primeramente de Belisario,

despues de Narsete, que le sucedió en el cargo de general por el imperio, el reino de los godos quedaba deshecho, vencidos en batalla y muertos Teodato, Vitiges, Ildebaldo, Ardarico, Totila y Teya, todos por órden reyes de Italia despues de Teodorico. Con esto la república romana, como juntados en un cuerpo todos sus miembros antes destrozados, despues de largo tiempo comenzaba á reducirse en su antigua dignidad y resplandor en tiempo y por el valor del emperador Justiniano, en cuyo imperio tuvieron fuerza las armas contra los extraños, bien así como el consejo y prudencia en su casa. En lo que mas se señaló fué que, con ayuda principalmente del jureconsulto Treboniano, hizo reducir la muchedumbre de leyes que andaban derramadas casi en dos mil libros con buen órden á pocos volúmenes. Lo primero que se compuso fué el Código, á ejemplo del de Teodosio, despues la Instituta y Digestos; diligencia que le acarreó, así bien como cualquiera otra cosa que hiciese, gran renombre y fama. Por el mismo tiempo los arrianos dieron la muerte en Marsella á san Laureano, varon admirable, húngaro de nacion y que en Milan se ordenó de sacerdote. Perseguia en aquella ciudad la secta arriana con grande libertad. Pretendió darle la muerte el rey Totila, que á la sazon era rey de Italia; huyó por escapar de aquel peligro sin parar hasta llegar á Sevilla. Allí dió tales muestras de su virtud, que despues de la muerte de Máximo le eligieron en obispo de aquella ciudad. Hacia grandes diligencias Totila para darle la muerte. Amonestóle en sueños Dios del peligro que corria, embarcóse en una nave para ir á Roma. Refieren que en aquel camino dió la vista á un ciego, y que llegado á Roma, el Pontifice le hizo mucha honra. Desde á poco dió la vuelta á Marsella, ciudad que en este tiempo estaba en poder de los romanos. Allí, finalmente, los arrianos le dieron la muerte. El obispo de Arles procuró que su cuerpo fuese sepultado en Besiers de Francia. La cabeza llevaron á Sevilla, y con su llegada aquella ciudad quedó luego libre de la hambre y de la peste que padecia, segun que el mismo á su partida profetizó que sucederia. Siguióse tras esto en breve la muerte de Teudis, que fué el año de Cristo de 548; tuvo el reino por espacio de diez y siete años y cinco meses. Un cierto hombre, no se sabe por qué causa, se resolvió de matar al Rey ó morir en la demanda. Para salir con esto fingió y daba muestras de estar loco. Dejáronle entrar do estaba el Rey; embistió con él y metióle una espada por el cuerpo. En este postrer trance conoció el Rey y confesó ser aquella justa venganza de Dios por cierta muerte él en otro tiempo dió á un su capitan, debajo cuya bandera en su mocedad militaba, y le tenia jurada fidelidad. Llegó á tanto su contricion, que mandó á los que presentes estaban no hiciesen algun mal á su matador. Este ejemplo de benignidad entre los otros males que tuvo se puede alabar en la vida y muerte deste Príncipe, junto con que permitió á los obispos católicos, si bien era de diversa secta, que se juntasen en Toledo y hiciesen concilio para determinar lo que les pareciese acerca de la fe y de lo tocante á la religion. Gobernaba la Iglesia romana despues de Juan el Segundo y de Agapito y de Silverio el pontifice Vigilio, en cuyo tiempo muerto Teudis, Teudiselo por su valentía, de que dió muestra en la guerra de los francos, y

que

por la nobleza de su linaje, que era hijo de una hermana de Totila, rey de los ostrogodos, por voto de los principales sucedió y fué hecho rey de los visogodos. Los principios de su reinado y las esperanzas que dél tenian por su valentía en las armas en breve se escurecieron y trocaron por derramarse en deshonestidad. Muchos de los suyos, procurándolo él, fueron muertos de secreto; á otros levantaron falsos testimonios y condenaron en juicio; todo á propósito de tomalles sus mujeres para hartar su lujuria. Por esta causa fué de tal manera aborrecido y incurrió en desgracia del pueblo y de los principales, que se conjuraron contra él y le mataron. En tiempo de Teudiselo se decia comunmente que en un lugar cerca de Sevilla, que hoy se llama Oseto, y Plinio le llama Oset, en un templo de los romanos y católicos, así hasta los mismos arrianos para hacer diferencia los llamaban, las fuentes del bautismo, aunque cerradas por el obispo en presencia del pueblo y selladas con diligencia, el jueves de la Semana Santa, que por traer á la memoria los tormentos que padeció Cristo se llama tambien la Semana Grande, luego el sábado siguiente cada un año acostumbraban á henchirse de agua sin que nadie supiese de dónde aquel agua procedia ó manaba. El rey Teudiselo, movido por la fama deste milagro y por sospecha que era engaño, ca era él de secta arriano, como una y otra vez pusiese guardas, y sin embargo las fuentes se hinchesen, mandó que al derredor del templo, porque no viniese el agua ocultamente encañada, se tirase un foso de veinte y cinco piés en ancho y otros tantos en alto. En esta obra estaba ocupado cuando los suyos se hermanaron contra él y le dieron la muerte. Este milagro de las fuentes, como lo refiere san Isidoro, Pascasio, obispo, en una carta que escribió á san Leon el Magno, dice que acontecia en Sicilia. Puede ser que, como es ordinario, trastrocadas las cosas por la fama, lo que sucedia en una provincia se atribuyese á otra. Lo que en este caso es mas de maravillar, que san Isidoro no haya hecho mencion alguna de milagro tan ilustre; y que conforme á lo dicho, sucedió en España casi en su mismo tiempo, mayormente que refiere lo que hemos dicho del milagro de Sicilia. La muerte deste Rey pasó en esta manera: en Sevilla acometieron los conjurados la casa real, y al tiempo que yantaba le dieron la muerte. Reinó diez y ocho meses y trece dias. El reino de los francos, que por muerte de los otros reyes de Francia se juntara en Clotario, muerto él, se dividió á esta misma sazon en cuatro partes entre cuatro hijos que dejó. Lo de Paris se dió á Chereberto, lo de Metz y Lorena á Sigiberto, lo de Soesons á Chilperico, lo de Orliens tuvo Guntrano; todas estas fueron ciudades reales, y ellos se llamaron reyes.

CAPITULO IX.

De los reyes Agila y Atanagildo.

En lugar de Teudiselo por eleccion de los principales sucedió en el reino Agila. Gobernó los godos cinco años y tres meses; fué trabajado de adversos sucesos, que se continuaron hasta el fin de su vida. A los principios puso un cerco muy apretado y de mucho tiempo sobre la ciudad de Córdoba que no le queria obedecer. Los cercados al improviso hicieron una sa

lida, en que le desbarataron con muerte de su hijo y pérdida de otros muchos de los suyos y del bagaje. Con esto alzó el cerco y no paró hasta Mérida. Conocióse en este desastre el poderío del mártir Ascisclo, cuyo templo, que estaba cerca de Córdoba, él habia profanado, ca metió en él sus caballos; así se persuadia el pueblo que era castigo del cielo y pena de aquel desacato por la devocion que al mártir tenian. Y san Isidoro escribe que como por aquella afrenta y revés comenzase á ser despreciado, no paró el daño en esto; y es ordinario que en pos de la fortuna va el favor y disfavor de los hombres. Alzóse pues contra él Atanagildo, y para mas fortificarse con una embajada que envió al emperador Justiniano, prometió que si le acudiese y socorriese, en pago de la ayuda le entregaria no pequeña parte de España para que volviese á la obediencia del imperio romano. Fué enviado de la Gallia Liberto, patricio, título y nombre que antes era de nobleza, ya en este tiempo lo era de dignidad, inventada por Constantino Magno, con muchos privilegios que le dió. Entre los demás, uno en particular era muy notable, que tenia mejor asiento que los prefectos del Pretorio. Con la venida de Liberto se dió la batalla cerca de Sevilla, do entendemos fué el principio de aquella rebelion. Quedó la victoria por Atanagildo, y con esto Agila fué muerto en Mérida por los mismos principales que le seguian, año del Señor de 554. Pesábales, es á saber, que con las guerras civiles se quebrantasen las fuerzas y perdiesen las riquezas de los godos que en tantos años se juntaran. Temian juntamente, á ejemplo y imitacion de Italia y de Africa, que por aquel camino los romanos no recobrasen á España de todo punto. El mismo año en Constantinopla por diligencia del emperador Justiniano se tuvo un concilio general de ciento y setenta y cinco obispos contra muchos que seguian las opiniones de Orígenes, ajenas de la verdadera piedad. En aquel Concilio, que entre los generales es el quinto, se determinó que los muertos podian ser descomulgados; y al contrario de lo que Orígenes enseñó, que ni el sol ni las estrellas ni las aguas que están sobre los cielos son ciertas virtudes animadas y racionales. Fué tambien reprobado lo que Teodoro, mopsuesteno, habia dicho y las respuestas de Teodorito y una epístola de Iba, edeseno, que fueron los tres capítulos sobre que despues resultaron grandes debates, tanto, que por esta causa muchos no recebian este Concilio. Presidieron en este Concilio Mena, obispo de Constantinopla, y muerto él, el que le sucedió, que fué Eutiquio; que Vigilio, pontifice romano, el cual preso que fué en Roma, por mandado del Emperador le llevaron, y á la sazon se haIlaba en Constantinopla, nunca se quiso hallar presente á las acciones del Concilio; pero confirmó por sus cartas lo que los padres determinaron y decretaron, y en particular se dice que el dicho Pontífice condenó á Orígenes. Jornandes, obispo de los godos, continuó la historia de aquella nacion hasta estos tiempos, en que Atanagildo, por la muerte de su contrario, quedó sin contradiccion por rey de los godos. Tuvo este Rey mucho que hacer por toda la vida, y emprendió guerras muy trabadas, en que á las veces le sucedió prósperamente, á las veces al contrario; porque, olvidado de lo que prometiera, procuró luego echar á los romanos de

toda España, los cuales, así por el asiento que poco antes se tomara como por fuerza de armas, estaban apoderados de una parte no pequeña della, tanto, que su imperio se extendia del un mar al otro. Tuvo de Gosuinda, su mujer, dos hijas: la una se llamó Galsuinda, que casó con Chilperico, rey de Soesons, en Francia; la otra, Brunequilde, que era la menor, casó con Sigiberto, rey de Metz, en Lorena, hermano de Chilperico. Estas dos señoras, por diligencia de los obispos de Francia y por medio de su doctrina, dejada la secta arriana, que profesaran desde su tierna edad, fueron instruidas en la religion católica; y aun no falta quien diga que Atanagildo de secreto seguia la religion católica, dado que por respeto del tiempo en público profesó la secta arriana, por miedo, á lo que se entiende, de no alterar los ánimos de su gente. Reinó quince años y seis meses; murió en Toledo de su enfermedad, año de 567. Máximo, cesaraugustano, dice que este Rey fundó en aquella ciudad el monasterio agaliense, así dicho de una alquería que se llamaba Agalia, distante de San Pedro y San Pablo Pretoriense ducientos y cincuenta pasos entre occidente y septentrion. Yo creo se debe leer entre oriente y septentrion, por lo que adelante se dirá. En Portugal, cuatro leguas de Guimaranes, pueblo que los antiguos llaman Idania, á la ribera del rio Vicela, hay una aldea con nombre de Atanagildo, por ventura fundada por este tiempo; en ella se ven cimientos y ruinas de edificios que muestran fué obra de godos, muy diferente de la fábrica romana y de la manera y primor que tenian los romanos en edificar. Despues de la muerte de Atanagildo se siguió una vacante de cinco meses; don Lúcas de Tuy dice de cinco años y cinco meses. La causa fué que los principales de los godos, divididos en parcialidades y pasiones, no venian de conformidad en nombrar algun particular que con fuerzas y ingenio sustentase la república que se iba á caer. Poco caso hacian de los daños públicos por cumplir con sus pasiones particulares. Gobernaba la Iglesia romana, despues de Vigilio y de Pelagio, Juan, tercero deste nombre. Los suevos á la misma sazon, señores que eran de Galicia, volvieron á la católica religion, que antes dejaran, renunciada la secta arriana que habian mucho favorecido y trabajado de todas maneras á los católicos en aquella tierra por espacio de casi cien años. Ayudó mucho para reducillos la diligencia de Martino, dumiense; era húngaro de nacion, y con grandes peregrinaciones que hizo, anduvo las provincias de oriente, y se hizo muy docto y muy aventajado en el estudio de las divinas letras. Este insigne varon, venido en España, dió gran muestra en Galicia de su bondad y sabiduría; de su erudicion la dan bastante los libros que escribió, su mucho lustre y elegancia de palabras, las hermosas sentencias de que están esmaltados. Anda un tratado suyo De ird, otro de Humildad cristiana, otro De moribus, y últimamente, de la diferencia de las Cuatro virtudes cardinales, en los cuales, porque con las muchas sentencias y agudeza del estilo se llega mucho á la semejanza del de Séneca, los dos postreros libros andan en algunas impresiones en nombre de aquel filósofo puestos entre sus obras. Edificó desde sus cimientos el monasterio dumiense; y mudado despues en obispado, de abad dumiense se llamó obispo del mismo títu

lo, y mas adelante fué prelado de Braga con retencion de la iglesia dumiense, que unieron con el nuevo obispado que le dieron. Despues de muerto, por la mucha fama de su santidad en Galicia y en parte de la Lusitania le tuvieron y tienen por sauto hasta hacerle fiesta á 20 de marzo. Cuando los suevos abrazaron la religion católica tenian por rey á Teodomiro. Qué reyes despues de Remismundo, de quien se habló de suso, antes deste tiempo hayan tenido los suevos no se sabe, ca las antiguas memorias y historias de aqueIlos tiempos han faltado. La ocasion de reducirse fué esta acaeció muy á propósito que el hijo mayor de Teodomiro, que le habia de suceder en el reino, estaba doliente de una grave enfermedad. Volaba por el mundo la fama de los milagros de san Martin, turonense. Envió el Rey á su sepulcro embajadores en romería para alcanzar salud para su hijo, que llevaron tanto peso de oro y plata cuanto era el del cuerpo de aquel mozo. Como ninguna cosa se alcanzase por este medio, entendió su padre que diferenciarse en la religion y seguir la secta de Arrio era la verdadera causa de nò alcanzar de Dios lo que tanto deseaba por las oraciones de san Martin. Envió nuevos embajadores, que le trajeron parte del manto de que san Martin usaba en vida. En el entre tanto el hijo alcanzó la salud deseada; y sin embargo, por voto que habia hecho su padre y con que se obligara si alcanzase lo que deseaba y pedia á Dios, mandó luego edificar en nombre de san Martin un templo. Algunos piensan que este templo se hizo en Orense á causa que la iglesia mayor de aquella ciudad se llama del nombre de san Martin. No paró en esto la devocion del Rey, antes por su diligencia los suevos se redujeron públicamente á la religion católica, y para mas confirmarlos en aquella religion por amonestacion de san Martin, dumiense, se juntó un concilio en Braga de los obispos de Galicia el año tercero del reino de Teodomiro. En los actos deste Concilio, que fué el primero entre los bracarenses, se lee el nombre del rey Ariamiro, pero está la letra errada. Fué esto el año de Cristo de 563. Lucrecio, obispo de Braga, sucesor de Profuturo, tuvo el primer lugar entre ocho obispos que allí se hallaron. Despues dél Andrés, obispo del Padron, Martin, dumiense, Lucencio, conimbricense; demás destos Coto, Hilderico, Timoteo y Malioto, sin declarar en qué iglesias eran obispos. En aquel Concilio confirinaron la religion católica, y reprobaron la secta de Priscilliano. Vedóse, conforme á la costumbre antigua, que los cuerpos de los difuntos no se enterrasen dentro de los templos. Señaláronse los términos á cada una de las diócesis de Galicia hasta donde cada cual se extendia, como lo dice Itacio en la Crónica de los suevos, vándalos y godos. No hay duda sino que por estos tiempos hobo diversos escritores, llamados itacios ó idacios; y entre otros uno que cien años antes del en que vamos escribió una historia de las cosas de España. Algunos entienden que la distincion de los términos ya dicha se hizo en el concilio Lucense ó de Lugo, que dicen se tuvo luego el siguiente año, movidos por memorias que hay desto en los archivos de la iglesia de Lugo. Esto sigue don Lúcas de Tuy en particular; otros se persuaden por razones que para ello alegan que entre estos dos concilios hobo espacio de seis años. Mas todas estas opiniones son inciertas, ni

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