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hay para qué aproballas ni reproballas; cada uno conforme á su juicio les dará el crédito que le pareciere; yo me allego á los que sospechan, y es muy probable, que este decreto se hizo primero en el concilio de Braga, y despues se confirmó en el de Lugo. Averiguase que Martino, ya que era prelado de Braga, envió ciertos capítulos, que él mismo juntó de los concilios griegos, para que los viesen los padres del concilio de Lugo. Tambien es averiguado que aquella iglesia de Lugo, por permision del Rey y á su instancia, se hizo metropolitana, que es tanto como hacella arzobispal, y á su prelado arzobispo ; si bien se ordenó que la tal concesion no parase perjuicio á la iglesia de Braga, antes por esta razon alcanzó autoridad de primado, pues por el mismo caso le quedaba por súbdito el arzobispo de Lugo, bien que en aquel tiempo la dicha iglesia no usó deste nombre de primado. En este mismo tiempo volaba por todas partes la fama de san Millan de la Cogulla por su grande santidad. Siendo mozo se ejercitó en oficio de pastor, dende se pasó á la profesion de la vida monástica. A los principios tuvo por maestro un monje llamado Félix; despues, con deseo de vida mas perfecta, se apartó del trato de la gente, y en la soledad del monte Destercio pasó cuarenta años de su vida. De alli Didimio, obispo de Tarazona, movido de su grande fama, le sacó para ordenarle de presbítero y darle, como le dió, el cuidado de la iglesia virgegiense. Impusiéronle sus compañeros muchas calumnias por no llevar bien la severidad de la disciplina y de la vida que bacia y ejemplo que daba; por esta causa, renunciando aquel cargo, en una capilla ó ermita que levantó cerca de aquel pueblo, pasó lo demás de su edad, que vivió hasta ser de cien años, ocupado en la contemplacion de las cosas divinas. En aquel lugar pasó desta vida y sepultaron su cuerpo; y en el mismo, pasados mas de otros cincuenta años, por su devocion y respeto se levantó un monasterio de su mismo nombre, en riquezas, autoridad y majestad y en anchura de todo el edificio uno de los mas principales y mas nombrados de toda España.

CAPITULO X.

De las dos hermanas Galsuinda y Brunequilde. Dos hijas del rey Atanagildo Galsuinda y Brunequilde, como poco antes queda dicho, casaron en Francia con dos reyes de aquella gente, casamientos que fueron desastrados; así lo mostró el suceso de las cosas. El contento de la una fué breve, ca apenas era casada cuando desastradamente murió. La vida de la otra fué larga, mas sujeta á muchas calamidades. El vulgo á estos trabajos le añadió la infamia y mal nombre de que queremos descargar con argumentos y testimonios concluyentes á esta nobilísima hembra. Tuvo Clotario, primero de aquel nombre, rey de los francos, cuatro hijos, todos reyes. Repartieron entre sí el imperio de su padre en esta forma. Chereberto fué rey de Paris, Chilperico de Soesons, que por quedar apoderado de los tesoros del padre, era mas poderoso que los otros; Guntrano tuvo á Orliens, Sigiberto lo de Metz, de Lorena. Con este casó primero Brunequilde, la menor de las dos hermanas, con el menor de los hermanos, moza elegante en denuedo, de buen parecer,

de honestas costumbres, prudente en el consejo, y en las palabras blanda. Sea lícito usar de las mismas palabras de Gregorio, turonense, prelado del mismo tiempo. Dirás que puede mucho el tiempo para mudar las costumbres, y mas de los príncipes; sea así, pasemos adelante. Chilperico de su primera mujer Audovera tuvo á á Meroveo y Sigiberto, sus hijos; despues casó con Galsuinda, hermana mayor de Brunequilde. Fredegunda, amiga deste Rey y que tenia con él gran cabida, demás de atreverse á la nueva casada y tener con ella reyertas, decirle baldones y ultrajes, fué causa de su muerte, porque en el lecho de su marido la hallaron muerta, sin que dejase algun hijo. Entró en su lugar la misma Fredegunda, y llamóse reina. Esta, dado que cometió muchos delitos y maldades, vivió mucho. Fué en aquel tiempo conocida por su desvergüenza, deshonestidad, lujuria y crueldad; porque habiendo por la muerte de Chereberto, rey de Paris, heredado aquel reino Sigiberto, su hermano, le hizo matar por medio de dos homicianos, estando descuidado en la dicha ciudad. Brunequilde, espantada por el desastre y muerte de su marido y cuidadosa de su hijo Childeberto, envióle á aquellas partes de Metz donde tenia favor en la gente y ganadas las voluntades de la provincia. Mas ella vino á poder de Chilperico, y por él fué enviada presa á Ruan; lector, atencion, que son muchos los personajes de que en este capítulo se trata. Movido de su hermosura, Meroveo, hijo mayor de Chilperico, se casó con ella. Era aquel casamiento ninguno, por estar vedado por derecho el casarse con la que fué mujer de su tio. Sin embargo, pudiera alcanzar perdon de su padre por haber errado como mozo, si su madrastra Fredegunda no lo impidiera; asi fué primero hecho fraile, y despues tambien muerto. El mismo fin tuvo Clodoveo, su hermano menor. Pretestato, obispo de Ruan, fué enviado en destierro; el cargo fué hallarse al casamiento de Meroveo y Brunequilde. A estas crueldades y impiedades se allegó la deshonestidad desta mujer; sin tener respeto al Rey, su marido, como deshonesta puso los ojos en Landrico, su condestable. Vino esto á noticia de su marido, y por sospechar castigaria estas deshonestidades mal encubiertas y locos amores, ellos se anticiparon, que fué otra nueva maldad, y como volviese de caza, le procuraron matar junto á un pueblo llamado Cala; hízose así, con que despues fué la vida mas suelta. Hizo Fredegunda guerra en favor de Clotario, su hijo, contra Childeberto, primo del niño, el cual por testamento de Guntrano, su tio, era rey de Borgoña, demás del reino de su padre, que ya de antes tenia. Llevaba Fredegunda por general de su gente al mismo Landrico, que salió con la victoria por permision de Dios. Siguióse tras esto la muerte de Childeberto y de su mujer. Hobo sospecha que con ponzoua que les dieron; no se dice quién, solo consta que de dos hijos que dejó el muerto Teodoberto, el mayor quedó por rey de Metz, y Teodorico, el menor, de Borgoña, debajo la tutela de Brunequilde, su abuela. Estos, siendo de edad, hicieron guerra á Clotario (causas de guerra nunca pueden faltar entre los comarcanos); las historias de Francia dicen que á persuasion de Brunequilde, con intento que tenia de acrecentar con nuevas honras á Protadio, un italiano amigo suyo; si con verdad, ó por odio que la tenian por ser

española, aun no lo determinamos. Añaden que pasó tan adelante en esto, que revolvió á Teodorico contra Teodoberto, su hermano, con decir que el dicho Teodoberto era hijo de un hortelano y que se habia apoderado de los tesoros de su padre. No pararon estas alteraciones y odios hasta tanto que los dos hermanos se hicieron guerra, y Teodoberto fué en Colonia muerto á traicion; otros dicen que su hermano despues de vencido le dejó con la vida y envió preso á Chalion. El vencedor, repudiada antes desto Hermemberga, hija de Weterico, como se dirá en otro lugar, hobo en su poder á una hija de su hermano muerto y dos hermanos suyos. A los infantes mató Brunequilde; así lo dicen. La doncella era de excelente hermosura; y como quier que su tio la quisiese tomar por mujer y la abuela no viniese en esta maldad, dicen que con la espada desnuda la quiso matar, y lo hiciera si no acudieran los criados de su casa y la libraran del peligro. Dicen mas, que ella, en venganza desta injuria, mató al dicho Teodorico, su nieto, con una bebida mortal que le dió al salir del baño; pero autores muy graves testifican que murió de cámaras. Con su muerte, tal cual fué, recayó el reino en Clotario, hijo de Fredegunda, que á esta sazon ya era muerta de enfermedad. Este se disgustó con Brunequilde, porque con nueva injuria trataba de dar el reino de Teodorico á un hijo que el difunto dejó, por nombre Sigiberto, si bien era bastardo. Pasó el negocio á las armas, y siendo Sigiberto desamparado de los suyos y puesto en huida, dos hermanos suyos, llamados Corbo y Meroveo, y la misma Brunequilde vinieron á poder de Clotario; lo que dicen sucedió el año de 616. Corbo fué luego muerto; á Merovco quiso dar el vencedor la vida por haberle en el bautismo sacado de pila. Contra Brunequilde, dicen, usó de mayor severidad, porque cuatro veces la hizo azotar, despues desto, atada por los cabellos á la cola de un caballo por domar, la hicieron pedazos, sin embargo que era mujer de grande edad. Poco se movió el pueblo á compasion, á causa que dicen por sus engaños y embustes perccieron diez reyes y grande muchedumbre del pueblo. En particular escriben que á Desiderio, obispo de Viena, y á Columbano, varon santo, á este desterró, y al otro dió la muerte, que son todas fábulas mal forjadas. En tanta manera los escritores franceses se descuidaron á divulgar patrañas y el vulgo á recebillas, vergonzoso descuido, si no entendieron que la mentira se podia descubrir; y si lo entendieron, fué desvergüenza notable. Buenos autores afirman que todo esto es una pura tragedia, tomada sin juicio de los rumores y hablillas del pueblo. Yo entiendo que las maldades de Fredegunda y el castigo que le dieran, si los austrasianos fueran vencedores, mintiendo como suele la fama y trocando los nombres, se han atribuido á Brunequilde, princesa religiosa y buena, como lo muestran dos cartas de san Gregorio, papa, para ella llenas de verdaderas alabanzas, además de muchos templos magníficos edificados y adornados en Francia á su costa y gran número de cautivos rescatados con su dinero. Por ventura & negarás que esto sea así? Mostrarém os memorias ciertas de todo ello. Por ventura ¿creerá alguno que tales cosas hayan sido hechas por mujer impia y cruel? No lo parece. Allégase á esto otro argumento mas fuerte, y es no hacer en su Historia de Francia Gregorio, turonen

se, que vivió en aquel tiempo, mencion alguna destas maldades. ¿Podráse pensar que hizo esto por respeto de Brunequilde un escritor francés y varon de grande autoridad? Por ventura el que declaró todas las maldades y engaños de Fredegunda y las puso por escrito ¿ perdonará á una mujer extranjera? No lo creo yo. Dirás que el rey godo, por nombre Sisebuto, en la vida de san Desiderio, obispo de Viena, cuenta muchas maldades de Brunequilde y testifica que hizo morir á aquel mártir, y que últimamente por venganza de Dios pereció arrastrada de caballos. Fuerte argumento es este si se probase bastantemente que el autor de aquella vida fué el rey Sisebuto, y no mas aína otro del mismo nombre mas moderno, que afirma recogió aquellos rumores del vulgo con menor autoridad y diligencia que si fuera rey. Quede pues por cosa cierta que Brunequilde fué buena princesa, y que sin embargo en aquellos tiempos muy perdidos la cargaron de pecados ajenos, segun el Bocacio lo consideró primero que nos, escritor de ingenio poético, pero de grande diligencia y cuidado en rastrear la antigüedad; y despues dél Paulo Emilio en su Historia de Francia. Esto baste en este propósito; volvamos con nuestro cuento á las cosas de España.

CAPITULO XI.

De los reyes Liuva y Leuvigildo.

Despues de la muerte de Atanagildo, rey de los visogodos, que falleció en Toledo, como queda dicho, Liuva, así se halla escrito el nombre deste rey en las monedas antiguas, hombre muy poderoso y de grande experiencia de cosas, fué declarado por rey en Narbona, do hasta entonces tuvo el gobierno como virey que era de la Gallia Gótica. Sucedió esto el año segundo del emperador Justino, el mas mozo, que tenia el imperio romano, y fué el primero que envió á Longino con nombre de Exarco para que en lugar de Narsete gobernase la Italia. Comenzó Liuva á reinar el año de Cristo de 567. No hay cosa que de contar sea deste Rey, salvo que el segundo año de su reinado declaró á Leuvigildo, su hermano, por compañero del reino con igual poder. Tomó para sí el señorío de la Gallia Gótica por haber allí vivido mas de ordinario, y aun don Lúcas de Tuy dice tuvo el imperio de la Gallia por espacio de siete años antes que fuese rey de España. Las demás provincias sujetas á los godos encomendó á su hermano, por cuyo medio esperaba que la república, en muchas partes caida, volveria en su antiguo lustre. Si bien tenian entre las manos grande guerra contra los romanos, que estaban apoderados de gran parte de aquella anchísima provincia y la defendian, no solo con sus armas, sino eso mismo con el esfuerzo y ay de algunos de los godos, los cuales, por las parcialidades que entre sí tenian, se recogian á los romanos como á refugio comun. Tenia Leuvigildo dos hijos de su mujer Teodosia, hija que fué de Severiano, duque y gobernador de la provincia Cartaginense, hermana de Leandro, Fulgencio, Isidoro y Florentina. Los hijos de Leuvigildo eran Hermenegildo y Recaredo. Muerta Teodosia, Leuvigildo casó con Gosuinda, que estaba viuda del rey Atanagildo, en el mismo tiempo que por su hermano fué llamado á la compañía del reino. Hecho rey,

como quier que fuese de grande esfuerzo y señalado por la prudencia, así en guerra como en paz, sin alguna dilacion movió guerra á los romanos. Juntáronse las huestes de la una parte y de la otra. Dióse la batalla en los pueblos bastetanos, que era donde hoy está Baza. Perdieron la jornada vencidos los romanos, con que fueron echados de toda aquella region. Demás desto, la comarca de Málaga fué puesta á fuego y á sangre; Medinasidonia, cerca del Estrecho, tomada de noche por entrega que hizo de aquella ciudad un hombre llamado Framidanco. La ciudad de Córdoba estaba levantada y no queria reconocer vasallaje despues que venció al rey Agila, como queda dicho; acudió allá, púsola debajo de su obediencia, y con ella muchos pueblos y ciudades al derredor y aldeas con gran daño de la gente, mayormente del campo, que son los que mas padecen en el tiempo de las guerras. La comarca de Sabaria, que no se sabe en qué parte de España cayese, fué asimismo maltratada con robos y talas y puesta á sujeción. Estaba ocupado Leuvigildo en estas cosas cuando falleció en la Gallia Liuva, su hermano, el año de 572; reinó solos cinco años, y aun algunos deste número quitan dos años. Leuvigildo, sosegadas las cosas de la Bética y echados los romanos de todas aquellos provincias, dió vuelta hacia la Cantabria ó Vizcaya, en que tomó por fuerza á Amaya (otros la llaman Aregia, y otros Varegia, ciudad sin duda situada entre Burgos y Leon). Lo demás de la Cantabria, que se extendia hasta Anaya, fué destrozado y maltratado con robos y talas, muchos revoltosos muertos, y en este número un sacerdote, á quien san Millan de la Cogulla antes habia denunciado la muerte, porque en una junta de los principales de Cantabria no quiso dar fe á su profecía en que les avisaba de la destruicion que se aparejaba á toda aquella provincia. Desde Cantabria pasó con las armas en Aquitania, do Aspidio, que en la ciudad Agerense, que hoy es Agen, no queria obedecer, aprendió mal su grado cuán peligroso sea probar la fuerza de los reyes, ca vinieron á poder del Rey, así él como su mujer y hijos, despues de haber perdido sus bienes. El abad biclarense dice que Aspidio era en aquella comarca senior, que es lo mismo que el mas viejo, dado que aquella palabra la toma en significacion de señorío y principado; y es cosa averiguada que los mas viejos deben imperar, de donde en lo de adelante, así en las memorias de España como en las acciones de los concilios, principalmente los que en tiempo de Carlo Magno se tuvieron en Francia, los señores y príncipes se comenzaron á llamar seniores, costumbre que desde aquel tiempo pasó á las lenguas vulgares de España, Italia y de Francia, que esto quiere decir señor. En el mismo año que murió Liuva, Miro, ó como otros escriben Ariamiro, gobernaba la nacion de los suevos, y era rey por muerte de su padre, que sucedió dos años antes. En este mismo tiempo se tuvo el segundo concilio Bracarense en Braga; halláronse en él doce prelados de Galicia. Tuvo el primer lugar y mayor autoridad entre los demás Martino, dumiense, ya metropolitano de Braga. Con los decretos deste Concilio se confirmaron los suevos en la religion recebida. Ayudó otrosí un milagro que sucedió por aquellos tiempos en esta manera. Salió el Rey de un templo que con advocacion de san Martin, obispo de Turs, dijimos edificó su padre. Un truhan contra la vo

luntad del Rey extendió la mano para coger uvas de una parra muy hermosa que tenian delante la puerta del templo, secósele súbitamente la mano; enojado el Rey, mandó se la cortasen; rogóle el pueblo por él, y al fin alcanzó le perdonase. Hizo otrosí oracion al Santo, que, sin embargo de la ofensa, le tornó la mano al ser de antes, milagro y merced por la cual todos glorificaron á Dios y á su Santo. En este mismo concilio de Braga, ó como algunos sienten, en el que poco despues se juntó en Lugo, dividieron los obispados de Galicia, sus aledaños y distritos. Division muy famosa, y que la confirmó el rey Wamba en la que él adelante hizo de todos los obispados de su reino. Nótase en la division de los obispados de Galicia, reino de los suevos, que al obispo dumiense, que por estar aquella iglesia junto á la ciudad de Braga no tenia distrito alguno, señalan por feligreses solo la familia del Rey. Que debia tener la corte y casa real su obispo particular, costumbre que pasó asimesmo al reino de los godos, y algunos pretenden se debria renovar en nuestro tiempo por razones que para ello alegan, ni frívolas ni de todo punto concluyentes; así nos parece. Las palabras del Concilio, repetidas en la division de Wamba, son estas: A la sede dumiense pertenezca la familia real. El año siguiente, segun que lo pone Sigiberto, los españoles celebraron la fiesta de la Pascua á los 12 de las calendas de abril, que es á 21 de marzo; los franceses á los 14 de las calendas de mayo, es á saber, á 18 de abril, en el cual dia dice que las fuentes del lugar Oseto, que se solian por sí mismas todos los años henchir, manaron como era de costumbre, señal que los franceses acertaron y se engañaron los de España, milagro con que muchas veces por estos tiempos, como lo dice Gregorio, turonense, escritor desta era, se mostró y entendió la verdad sobre este punto, ca gran diversidad de opiniones sobre el dia en que se debia de celebrar la Pascua hobo entre estas dos naciones, por no estar asentada del todo la razon del cómputo eclesiástico. Y aun por las tablas de Dionisio, abad, que son las mismas de Juan Lucido, se ve que los franceses acertaron. Contemporáneo de Gregorio fué Donato, un monje, el que con otros setenta compañeros de Africa pasó en España, y con la ayuda y riquezas de una mujer poderosa y rica, llamamada Minicia, edificó en Játiva, segun que muchos entienden, el monasterio servitano. Fué el primero, como dice san Illefonso, que introdujo en España la forma de la vida monástica; hase de entender la que milita debajo de cierta regla en conventos y en comunidad, porque de monjes en las acciones de los concilios de España se halla hecha mencion antes destos tiempos, mas, ó no estaban atados con alguna obligacion de votos, ó esparcidos por los bosques hacian vida solitaria. Volvamos con nuestro cuento á Leuvigildo, el cual, sosegadas las alteraciones de Aquitania, hoy Guiena, dió la vuelta á España con determinacion de echar por tierra el imperio de los suevos, que en ella durara tanto tiempo. El rey Miro, temiéndose del poder de ics godos, que ya se metian haciendo daño por Galicia, con embajada que les envió para pedir paz, alcanzó solamente treguas por cierto tiempo. Otorgólas el Godo, lo uno porque no tenia bastante causa para hacer guerra á los suevos ni otra ocasión mas de la mudanza de religion en mejor, lo otro porque Leuvigildo estaba

encendido en deseo de hacer guerra y destruir un ejército de los romanos, al cual Justino, emperador, encomendara la guerra de las fronteras de España. Lo primero que hizo Leuvigildo fué entrar por los montes de Orospeda, que á las haldas de Moncayo se comienzan á empinar, y pasando por Molina, Cuenca y Segura y por la comarca de Granada, se terminan en el estrecho de Cádiz. Ciertos montañeses, confiados en la aspereza de los lugares y de los montes, no le querian obedecer; mas él con las armas y guerra los sujetó. Con esto se hizo mayor el poder de los godos, y el de los romanos se disminuyó, porque poseian solamente y conservaban, con poca esperanza de se sustentar y prevalecer, un pequeño pedazo de tierra lácia el mar, como yo pienso, Mediterráneo. Antes que Leuvigildo comenzase esta guerra dió primero órden en las cosas de su reino y de su casa, y con intento de quitar á los grandes la costumbre muy recebida de elegir por sus votos los reyes, juntamente con deseo que tenia de que el reino se continuase en su familia y descendientes, declaró por sus compañeros en el reino á sus hijos Hermenegildo y Recaredo. Para esto dividió la provincia y señorío en tres partes: á Hermenegildo encomendó el gobierno de Sevilla, si bien Gregorio Turonense dice que de Mérida. Del nombre de Recaredo fundó la ciudad llamada Recopolis, que es tanto como ciudad de Recaredo, en aquella parte donde Guadiela se junta con el rio Tajo, no lejos de la villa de Pastrana, como lo atestigua el moro Rasis. Esta fundacion fué el año de 577. Sin embargo, otros muchos pretenden que aquella ciudad de Recopolis se fundó en la Celtiberia, do al presente está Almonacir, vulgarmente llamado de Zorita, de sitio por su naturaleza muy fuerte y agrio. Lo mas cierto que Leovigildo puso la silla de su reino en Toledo, por donde desde aquel tiempo se comenzó á llamar ciudad Regia, y en lo de adelante fué cabeza y asiento del reino de los godos, como hasta esta sazon hobiese estado en Sevilla. Destos principios se abrió puerta para que aquella ciudad alcanzase la dignidad de primacía sobre las demás iglesias y ciudades de España, segun que en sus lugares se declarará mas amplamente. Gobernaba la Iglesia de Roma por estos tiempos el pontífice Benedicto, sucesor de Juan el Tercero; el imperio romano poseia Tiberio, segundo deste nombre, sucesor de Justino, llamado el mas Mozo; por este mismo tiempo Miro, rey de los suevos, hizo guerra á los de la Rioja; no se sabe por qué causa, solo se refiere los venció y despojó de sus bienes, y por conclusion los sujetó á su señorío. Llamábase antiguamente aquel pedazo de tierra Rucones, por lo menos así la llama el arzobispo don Rodrigo; es grande su fertilidad y frescura, los campos tan á propósito para sembrarlos de trigo, que muchas veces acuden veinte por uno.

CAPITULO XII.

Dc la guerra de Hermenegildo.

Ingunde, hija de Sigiberto, rey de Lorena y de Brunequilde, casó con Hermenegildo, año de nuestra salvacion de 579. Era esta señora nieta de la reina Gosuinda y de Atanagildo, por donde con este casamiento emparentaban entre sí aquellas dos familias reales, traza con que el rey Leuvigildo pretendia asegurar su reino y el

de sus hijos, mayormente que á este nuevo parentesco se allegaba juntamente el de los reyes francos, con quien asimismo emparentaba. Vino Ingunde de Francia con grande acompañamiento. Su abuela Gosuinda la tuvo consigo algun tiempo con muestras de amor y de alegría muy grande; hacíale todas las caricias que podia á propósito de ganarle la voluntad y obligarla con estos halagos á que, dejada la religion católica, abrazase la secta de Arrio y de nuevo se bautizase, como lo tenian de costumbre los arrianos. Ingunde no daba orejas á esto ni quiso venir en manera alguna en lo que su abuela pretendia; decia que conforme á la costumbre cristiana habia recebido el santo bautismo debajo la invocacion de la Santa Trinidad, y que en esta fe y creencia pretendia mantenerse hasta lo postrero de su vida. La abuela, como mujer que era soberbia y cruel, y no menos fea en las costumbres que en el cuerpo, ca le faltaba el uno de los ojos, no pudo sufrir que aquella moza hiciese poco caso de sus amonestaciones; embravecióse en gran manera, pasó tan adelante, que le dijo muchos baldones, ultrajes y denuestos, y aun cierto dia puso en ella las manos, y asiéndola por los cabellos, la arrastró por el suelo hasta hacerla reventar la sangre; otra vez la hizo caer en una piscina ó estanque á grande riesgo de la vida. Ingunde no se movia por estos malos tratamientos, ni aflojó por ellos en lo que debia, antes se entiende que por su diligencia mas que por otra causa Hermenegildo, su marido, comenzó á tratar de hacerse católico. Allegáronse á esto las amonestaciones de san Leandro, obispo de Sevilla, que, como le sintiese inclinado á lo mejor, le animó y enseñó todo lo que á la verdadera religion pertenecia. Tuvieron comodidad para comunicarse de espacio á causa que el rey Leuvigildo se era ido á lo mas interior de España, que es el reino de Toledo. Estaba por este tiempo desposada con Recaredo una hija del rey Chilperico de Francia y de Fredegunde, llamada Ringunde; venia á verse con su esposo, segun lo tenian concertado; llegó hasta Tolosa, donde por un aviso que vino de la muerte de su padre, que le mató Landrico, su condestable, como arriba queda dicho, de repente se volvió á su tierra sin pasar adelante. Perdida pues la esperanza de que aquel casamiento se hobiese de efectuar, Recaredo casó adelante con una señora, por nombre Bada, cuyo linaje y nacion no se sabe; quién dice que fué de la nobilísima sangre de los godos, su padre Fonto, conde de los patrimonios. Solo consta que á la misma sazon que el rey Leuvigildo se ocupaba en dar órden en estos casamientos, Hermencgildo, su hijo, de todo punto se pasó á la parte de los católicos. La mudanza deste Príncipe en la religion, dió ocasion á una guerra muy pesada y muy larga entre padre y hijo. Gosuinda, que debiera terciar bien y aplacar el ánimo de su marido, parte por la braveza de su corazon, parte por ser como era inadrastra, encendia mas el fuego y irritaba el corazon del Rey, que de suyo estaba muy apasionado por aquella causa. Antes que viniesen á las manos y que los desabrimientos llegasen á rompimiento, intentó el padre de reducir su hijo por buenos medios á su voluntad. Despachóle embajadores y escribióle una carta desta sustancia: «Mas »>quisiera, si tú vinieras en ello, tratar de nuestras ha>>ciendas y diferencias en presencia que por carta; por

»que ¿qué cosa no alcanzara de tí si estuvieras delante, »quier te mandara como rey, quier te castigara como »padre? Trajérate á la memoria los beneficios y regalos pasados, de que parece con tu inconstancia te burlas By haces escarnio. Desde tu niñez, puede ser con demasiada blandura, te crié y amaestré con cuidado, como quien esperaba serias rey de los godos en mi lugar. En tu edad mas crecida antes que lo pidieses, y Daun lo pensases, te di mas de lo que pudieras espeBrar, pues te hice compañero de mi reinado y te puse Den las manos el sceptro para que me ayudases á llevar ala carga, no para que armases contra mí las gentes Dextrañas, con quien te pretendes ligar. Fuera de lo »que se acostumbraba, te di nombre de rey para que, »contento de ser mi compañero en el poder, me dejases >el primer lugar, y en esta mi edad cargada me sir»vieses de arrimo y me aliviases el peso. Si demás de todo esto deseas alguna otra cosa, decláralo á tu pa»dre; pero si sobre tu edad contra la costumbre allen»de tus méritos te he dado todo lo que podias imaginar, "¿por qué causa como ingrato impiamente ó como malvado fuera de razon engañas mis esperanzas y las trueecas en dolor? Que si te era cosa pesada esperar la muerte deste viejo y los pocos años que naturalmen»te me pueden quedar, ó si por ventura llevaste mal que »se diese parte del reino á tu hermano, fuera razon que >>me declararas tu sentimiento primero, y finalmente, te »remitieras á mi voluntad. La ambicion sin duda y de>>seo de reinar te des peña, que suele quebrantar las leDyes de naturaleza y desatar las cosas que entre sí esta»ban con perpetuos ñudos atadas. Excúsaste con tu conciencia y cúbreste con el velo de la religion, bien »lo veo, en lo cual advierto que, no solamente quebran»tas las leyes humanas, sino que provocas sobre tu ca>beza la ira de Dios. ¿De aquella religion te apartas, »guiado solo por tu parecer, con cuyo favor y amparo >el nombre de los godos se ha aumentado en riquezas »y ensanchado en poderío? ¿Por ventura menospreBciarás la autoridad de tus antepasados, que debias »tener por sacrosanta y por dechado sus obras? Esto >>solo pudiera bastar para que considerases la vanidad »de esa nueva religion, pues aparta el hijo del padre, y »los nombres de mayor amor muda en odio mas que »mortal. A mí, hijo, por la mayor edad toca el acon»sejarte que vuelvas en tí, y como padre mandarte que, » dejado el deseo de cosas dañosas, sosiegues tu cora>>zon. Si lo haces así, fácilmente alcanzarás perdon de »las culpas hasta aquí cometidas; si acaso no condesDciendes con mi voluntad y me fuerzas á tomar las ar»mas, será por demás en lo de adelante esperar ni im>plorar la misericordia de tu padre. » Dió esta carta mucha pesadumbre á Hermenegildo, como era razon; pero determinado de no mudar parecer, respondió á su padre, y le escribió una deste tenor: «Con pacien»cia y con igual ánimo, rey y señor, he sufrido las namenazas y baldones de tu carta, dado que pudieras »templar la libertad de la lengua y la cólera, pues en >>ninguna cosa te he errado. A tus beneficios, que yo >>tambien confieso son mayores que mis merecimientos, >>deseo en algun tiempo corresponder con el servicio »que es razon y permanecer por toda la vida en la re»verencia que yo estoy obligado á tener á mi padre. Mas »en abrazar la religion mas segura, que tú para hacerla

»odiosa llamas nueva, nos conformábamos con el juicio »de todo el mundo, además de otras muchas razones >>que hay para abonalla. No trato cuál sea mas verdade>>ra; cada cual siga lo que en esta parte le pareciere, á >>tal que se nos conceda la misma libertad. Atribuyes la >>buenandanza de nuestra nacion á la secta arriana que »siguen, por no advertir la costumbre que tiene Dios de »dar prosperidad y permitir por algun tiempo que pasen >>sin castigo los que pretende de todo punto derribar; y >>esto para que sientan mas los reveses y el trocarse su >>buenandanza en contrario. Y que la tal prosperidad >>no sea constante ni perpetua lo declara bastantemente wel fin en que por semejante camino han parado los »vándalos y los ostrogodos. Que si te ofendes de la»ber yo mudado partido sin consultarte primero, séa>>me lícito que yo tambien sienta que no me dés lugar »y licencia para que estime en mas mi conciencia que >>todas las cosas, por lo cual, si necesario fuere, estoy >>presto de derramar la sangre y perder la vida; ni es »justo que el padre pueda con su hijo mas que las leyes »><divinas y la verdad. Suplico á nuestro Señor que tus >>consejos sean saludables á la república, y no perjudi»ciales á nos, que somos tus hijos; y que te abra los »ojos para que no des orejas á chismerías y reportes con »>que tú tengas que llorar toda la vida, y á nuestra casa »resulte infamia y daño irreparable por cualquiera de >>las dos partes que la victoria quedare.» Estaba el pucblo dividido en dos parcialidadas: los católicos, que eran en gran número, y tenian menos fuerzas, seguian el partido de Hermenegildo, quién en público, quién de callada. Los arrianos eran mas poderosos, y tomaron la voz de Leuvigildo. Gregorio Turonense dice que Hermenegildo cuando le ungieron en la frente y le confirmaron, que era la manera como recebian en la Iglesia á los arrianos, mudó el nombre antiguo que tenia en el de Juan. Contra esto hacen las monedas de oro batidas como parece en lo mas recio de la guerra para que sirviesen, á lo que se entiende, como de insignias y divisas á los soldados; que son de buen oro, y tienen de una parte el nombre y rostro de Hermenegildo, y por reverso una imágen de la victoria con estas palabras: « Hombre, huye del Rey »; aludiendo á la sentencia de San Pablo, en que manda que el hereje despues de una segunda monicion sea evitado. Buscaron los católicos socorro de léjas tierras, y para esto Leandro fué por mar á Constantinopla, do estaba Tiberio Augusto. Leandro de monje benito fué promovido en prelado de Sevilla; era persona de singular erudicion y aprobacion de costumbres y no menor suavidad en su trato; la elegancia en el estilo y en las palabras era muy grande, cosa que en aquel tiempo se podia tener por milagro. Poco efecto y provecho hizo á lo que parece la ida de Leandro en lo que se pretendia; pero hallóse en un concilio de obispos en aquella ciudad, y trabó familiaridad grande con san Gregorio, que tuvo despues renombre de Magno, y entonces era legado en Constantinopla del papa Pelagio II. La semejanza de la vida y de los estudios fué causa que trabasen la amistad, de que dan muestra los libros de los Morales, que á persuasion de san Leandro y en su nombre san Gregorio publicó. Los principios desta guerra concurren con el año de 580; año que fué desgraciado al pueblo cristiano y aciago porque en él nació en Arabia

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