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ja. Estas cosas fueron las que principalmente se decretaron en este Concilio. Teuia el Rey en su mujer Cijilona un hijo llamado Witiza ; determinóse su padre de hacelle compañero de su reino. Esto sucedió despues de haber él solo reinado por espacio de diez años. Dan desto muestra algunas monedas que se hallan acuñadas con los nombres destos dos príncipes por reinar ambos juntamente. Cerca de la ciudad de Tuy, en un valle muy deleitoso, de muchas fuentes y arboleda, basta hoy se ven algunos paredones, rastros de un edificio real que levantó Witiza para su recreacion en el tiempo que hizo residencia en aquella ciudad, ca su padre, por evitar alborotos y desabrimientos, le envió al gobierno de Galicia, donde fué el reino de los suevos. Falleció el rey Egica en Toledo de su enfermedad el año quinto adelante, que se contaba del Señor 701 por el mes de noviembre. Acudió su hijo desde Galicia, y sin contradiccion fué recebido por rey y ungido á fuer de los reyes godos á los 15 del dicho mes de noviembre.

CAPITULO XIX.

Del rey Witiza.

El reinado de Witiza fué desbaratado y torpe de todas maneras, señalado principalmente en crueldad, impiedad y menosprecio de las leyes eclesiásticas. Los grandes pecados y desórdenes de España la llevaban de caida y á grandes jornadas la encaminaban al despeйadero. Y es cosa natural y muy usada que cuando los reinos y provincias se hallan mas encumbrados en toda prosperidad entonces perezcan y se deshagan; todo lo de acá abajo á la manera del tiempo y conforme al movimiento de los cielos tiene su período y fin, y al cabo se trueca y trastorna, ciudades, leyes, costumbres. Verdad es que al principio Witiza dió muestra de buen príncipe, de querer volver por la inocencia y reprimir la maldad. Alzó el destierro á los que su padre tenia fuera de sus casas, y para que el beneficio fuese mas colmado los restituyó en todas sus haciendas, honras y cargos. Demás desto, hizo quemar los papeles y procesos para que no quedase memoria de los delitos y infamias que les achacaron y por los cuales fueron condenados en aquella revuelta de tiempos. Buenos principios eran estos si continuara y adelante no se trocara del todo y mudara. Es muy dificultoso enfrenar la edad deleznable y el poder con la razon, virtud y templanza. El primer escalon para desbaratarse fué entregarse á los aduladores, que los hay de ordinario y de muchas maneras en las casas de los príncipes, ralea perjudicial y abominable. Por este camino se despeñó en todo género de deshonestidades, enfermedad antigua suya, pero reprimida en alguna manera los años pasados por respeto de su padre. Tuvo gran número de concubinas con el tratamiento y estado como si fueran reinas y sus mujeres legitimas. Para dar algun color y excusa á este desórden hizo otra mayor maldad; ordenó una ley en que concedió á todos que hiciesen lo mismo, y en particular dió licencia á las personas eclesiásticas y consagradas á Dios para que se casasen; ley abominable y fea, pero que á muchos y á los mas dió gusto. Hacian de buena gana lo que les permitian, así por cumplir con sus apelitos como por agradar á su Rey; que es cierto M-1.

género de servicio y adulacion imitar los vicios de los príncipes, y los mas ponen su felicidad y contento en la libertad de sus sentidos y gustos. Hízose otrosí una ley en que negaron la obediencia al Padre Santo, que fué quitar el freno del todo y la máscara y el camino derecho para que todo se acabase y se destruyese el reino, hasta entonces de bienes colmado por obedecer á Roma, y de toda prosperidad y buenandanza. Para que estas leyes tuviesen mas fuerza se juntaron en Toledo los obispos á Concilio, que fué el décimo octavo de los toledanos. La junta fué en la iglesia de San Pedro y San Pablo del Arrabal, donde á la sazon estaba un monasterio de monjas de San Benito. Era Gunderico arzobispo de Toledo. Los decretos deste Concilio no se ponen ni andan entre los demás concilios, ni era razon por ser del todo contrarios á las leyes y cánones eclesiásticos. En particular, contra lo que por leyes antiguas estaba dispuesto, se dió libertad á los judíos para que volviesen y morasen en España. Desde entonces se comenzó á revolver todo y á despeñarse; porque dado que á muchos daba gusto el vicio, casi todos juzgaban mal dél, y en particular se desabrieron todos aquellos que eran aficionados á las leyes y costumbres antiguas, y muchos volvieron los ojos al linaje y sucesion del rey Chindasvinto para les volver la corona y poner remedio por este camino á tantos males. No se le encubrió esto á Witiza, que fué ocasion de embravecerse contra los de aquella casa, y lo que comenzó en vida de su padre, que fué ensangrentar sus manos en aquel linaje, continuarlo como podia y llevarlo al cabo. Vivian dos hijos de Chindasvinto, hermanos del rey Recesvinto, que se llamaban el uno Teodefredo y el otro Favila. Teodefredo era duque de Córdoba, do para su entretenimiento edificó un palacio á la sazon y aun despues muy nombrado. Estaba determinado de no ir á la corte por no asegu➡ rarse del Rey y pasar su vida en sus tierras y estado. Favila era duque de Cantabria ó Vizcaya, y en el tiempo que Witiza en vida de su padre residia en Galicia anduvo en su compañía con cargo de capitan de la guarda, al cual los godos en aquel tiempo llamaban protospatario. Matóle á tuerto Witiza con un golpe que le dió de un baston, y aun algunos sospechan para gozar mas libremente de su mujer, en quien tenia puestos los ojos. Quedó de Favila un hijo llamado don Pelayo, el que adelante comenzó á reparar los daños y caida de España, y entonces acerca de Witiza hacia como teniente el oficio de su padre. Mas por su muerte se retiró á su estado de Cantabria, y el conde don Julian, casado con hermana de Witiza, fué puesto en el cargo de protospatario. Estas fueron las primeras muestras que Witiza en vida de su padre dió de su fiereza y de la enemiga que tenia contra aquel nobilísimo linaje. Hecho rey, pasó adelante, y volvió su rabia contra don Pelayo y su tio Teodefredo; al tio, magüer que retirado en su casa, privó de la vista y le cegó; á don Pelayo no pudo haber á las manos, dado que lo procuró con todo cuidado, como tambien se le escapó don Rodrigo, hijo de Teodefredo, que despues vino á ser rey. Don Pelayo por no asegurarse en España dicen se ausentó, y con muestra de devocion pasó á Jerusalem en romería. Eu confirmacion desto por largo tiempo mostraban en Arratia, pueblo de Vizcaya, los bordones de don Pelayo y su compañero, de que usaron en aquella larga peregrinacion. Resultó des

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familia y de la otra. Dejó Chindasvinto de su mujer Riciberga estos hijos: Recesvinto, el mayorazgo, que le sucedió en el reino, Teodefredo y Favila y una hija, cuyo nombre no se sabe. Recesvinto falleció sin dejar sucesion. Así los grandes del reino pusieron en su lugar á Wamba. La hija de Chindasvinto casó con un conde llamado Ardebasto, griego de nacion, el cual, aunque desterrado de Constantinopla, por su valor y nobleza emparentó con el Rey, y tuvo por hijo á Ervigio, el que dió principio y fué causa de grandes males por apaderarse del reino y quitarle, como le quitó á Wamba, con malas mañas y engaño. El rey Ervigio de su mujer Liubigotona tuvo una hija, por nombre Cijilona, que casó con el rey Egica, deudo que era del rey Wamba, casamiento que se enderezaba á quitar enemistades y soldar la quiebra de disensiones entre aquellas dos casas. Deste matrimonio nació Witiza, el mayorazgo, Y Oppas, prelado de Sevilla, y una hija, que, como dicen autores graves, casó con el conde don Julian. Hijos de Witiza fueron, como poco antes se dijo, Eva y Sisebuto. Teodefredo el segundo, hijo de Chindasvinto, hobo en su mujer Ricilona, señora nobilísima, á don Rodrigo, peste, tizon y fuego de España. De Favila, hijo tambien de Chindasvinto, nació don Pelayo, bien diferente en costumbres de su primo, pues por su esfuerzo y valor comenzaron adelante á alzar cabeza las cosas de los cristianos en España, abatidas de todo punto y destruidas por la locura de don Rodrigo. De don Pelayo traen su descendencia los reyes de España, sin jamás cortarse la línea de su alcuña real hasta nuestro tiempo, antes siempre los hijos han heredado la corona de sus padres, 6 los hermanos de sus hermanos, que es cosa muy de notar.

tas crueldades y de las demás torpezas y desórdenes deste Rey que se hizo muy odioso á sus vasallos. Él, perdida la esperanza de apaciguarlos por buenos medios, acordó de enfrenarlos con temor y quitarles la manera de poderse levantar y hacer fuertes. Para esto mandó abatir las fortalezas y las murallas de casi todas las ciudasy des de España, digo casi todas, porque algunas fueron exemptas deste mandato, como Toledo, Leon y Astorga, sea por no querer aceptalle, ó porque el Rey se fiaba mas dellas que de las demás. Ultra desto, por las mismas causas deshizo las armas del reino en que consiste la salud pública y la libertad. El color que daba á mandatos tan exorbitantes era el sosiego del reino y deseo que se conservase la paz, como quier que los tiranos luego que dellos se apodera la maldad temen sus mismos reparos y ayudas, y los que ni la vergüenza retira de la torpeza, ni el temor de la crueldad, ni de la locura la prudencia, estos por asegurarse se suelen enredar y caer en mayores caños. Era por este tiempo arzobispo de Toledo Gunderico, sucesor de Félix, persona de grandes prendas y partes si tuviera valor y ánimo para contrastar á males tan grandes, que hay personas á quien, aunque desplace la maldad, no tienen bastante ánimo para hacer rostro al que la comete. Quedaban o'rosí algunos sacerdotes, que como por la memoria del tiempo pasado se mantuviesen en su puridad, no aprobaban los desórdenes de Wiliza, á estos él persiguió y afligió de todas maneras hasta rendillos á su voJuntad, como lo hizo Sinderedo, sucesor de Gunderico, que se acomodó con los tiempos y se sujetó al Rey en tanto grado, que vino en que Oppas, hermano de Witiza, ó como otros dicen, bijo, de la iglesia de Sevilla, cuyo arzobispo era, fuese trasladado á Toledo. De que resultó otro nuevo desórden encadenado de los demás, que hobiese juntamente dos prelados de aquella ciudad contra lo que disponen las leyes eclesiásticas. La muerte de Witiza fué conforme á la vida, si bien los autores en la manera della se diferencian. El arzobispo don Rodrigo dice que fué muerto por conjuracion de don Rodrigo, que se ayudó para esto, así de los de su valía como de Jus romanos, á los cuales se recogió cuando cegaron á su padre. El deseo de venganza y el miedo del peligro en que andaba le dieron ánimo para quitar la vida al que así le trataba. Su padre lo que le quedó de la vida pasó en Córdoba condenado á perpetuas tinieblas y cárcel. Otros autores muy diligentes afirman que Witiza murió de enfermedad en Toledo el año deceno de su reinado, que se contaba de Cristo 711. Dejó dos hijos, llamados el uno Eva, y el otro Sisebuto; á estos como quier que unos los favoreciesen y otros al contrario, se levantaron en el reino recios temporales y torbellinos, cuyo remate fué la mas miserable desventura de cuantas se pudieran pensar.

CAPITULO XX.

De la genealogía destos reyes.

La misma cosa pide que pues por la disension de los godos y por estar divididas las voluntades entre dos linajes, el uno de Chindasvinto, y el otro de Wamba, que pretendian ambos tener derecho a la corona, las cosas de España se despeñaron por este tiempo en su total perdicion; declaremos en breve la genealogía de la una

CAPITULO XXI.

De los principios del rey don Rodrigo.

Tal era el estado de las cosas de España á la sazon que don Rodrigo, excluidos los hijos de Witiza, se encargó del reino de los godos por voto, como muchos sienten, de los grandes ; que ni las voluntades de la gente se podian soldar por estar entre si diferentes con las parcialidades y bandos, ni tenian fuerzas bastantes para contrastar á los enemigos de fuera. Hallábanse faltos de amigos que los socorriesen, y ellos por sí mismos tenian los cuerpos flacos y los ánimos afeminados á causa de la soltura de su vida y costumbres. Todo era convites, manjares delicados y vino, con que tenian estragadas las fuerzas, y con las deshonestidades de todo punto perdidas, y á ejemplo de los principales los mas del pueblo hacian una vida torpe y infame. Eran muy á propósito para levantar bullicios, para hacer fieros y desgarros, pero muy inhábiles para acudir á las arinas y venir á las puñadas con los enemigos. Finalmente, el imperio y señorío, ganado por valor y esfuerzo, se perdió por la abundancia y deleites que de ordinario le acompañan. Todo aquel vigor y esfuerzo con que tan grandes cosas en guerra y en paz acabaron, los vicios le apagaron, y juntamente desbarataron toda la diciplina militar, de suerte que no se pudiera hallar cosa en aquel tiempo mas estragada que las costumbres de España, ni gente mas curiosa en buscar todo género de regalo. Paréceme á mi que por estos tiempos el reino y nacion

de los godos era grandemente miserable; pues como quier que por su esfuerzo hobiesen paseado gran parte de la redondez del mundo y ganado grandes victorias y con ellas gran renombre y riquezas, con todo esto no faltaron quien por satisfacer á sus antojos y pasiones con corazones endurecidos pretendiesen destruirlo todo; tan grande era la dolencia y peste que estaba apoderada de los godos. Tenia el nuevo Rey partes aventajadas y prendas de cuerpo y alma que daban claras muestras de señaladas virtudes. El cuerpo endurecido con los trabajos, acostumbrado á la hambre, frio y calor y falta de sueño. Era de corazon osado para acometer cualquiera hazaña, grande su liberalidad, y extraordinaria la destreza para granjear las voluntades, tratar y llevar al cabo negocios dificultosos. Tal era antes que le entregasen el gobernalle; mas luego que le hicieron rey se trocó y afeó todas las sobredichas virtudes con no menores vicios. En lo que mas se señaló fué en la memoria de las injurias, la soltura en las deshonestidades y la imprudencia en todo lo que emprendia. Finalmente, fué mas semejable á Witiza que á su padre ni á sus abuelos. Hállanse monedas de oro acuñadas con el nombre de don Rodrigo; su rostro como de hombre armado y feroz y por reverso estas palabras: Igeditania Pius, mote puesto, como se entiende, mas por adulacion que por él merecerlo. Esto en general. Las cosas particulares que hizo fueron estas: lo primero con nuevos pertrechos y fábricas ensanchó y hermoseó el palacio que su padre edificara cerca de Córdoba, segun que ya se dijo; por donde los moros adelante le llamaron comunmente el palacio de don Rodrigo; así lo testifica Isidoro, pacense, historiador de mucha autoridad en lo que toca á las cosas deste tiempo. Demás desto, llamó del destierro y tuvo cerca de sí á su primo don Pelayo con cargo de capitan de su guarda, que era el mas principal en la corte y casa real. Amábale mucho, así por el deudo como por haber los años pasados corrido la misma fortuna que él. Por el contrario, el odio que tenia contra Witiza comenzó á mostrar en el mal tratamiento que hacia á sus hijos, tanto grado, que así por esto como por el miedo que tenian de mayor daño, se resolvieron de ausentarse de la corte y aun de toda España y pasar en aquella parte de Berbería que estaba sujeta á los godos y se llamaba Mauritania Tingitana. Tenia el gobierno á la sazon de aquella tierra un conde, por nombre Requila, lugarteniente, como yo entiendo, del conde don Julian, persona tan poderosa, que demás desto tenia á su cargo el gobierno de la parte de España cercana al estrecho de Gibraltar, paso muy corto para Africa. Asimismo en la comarca de Consuegra poseia un gran estado suyo y muchos pueblos, riquezas y poder tan grande como de cualquiera otro del reino, y de que el mismo Rey se pudiera recelar. Estos fueron los primeros principios y como semilla de lo que avino adelante, ca los hijos de Witiza antes de pasar en Africa trataron con otras personas principales de tomar las armas. Pretendian estar malamente agraviados. Asistíales y estaba de su parte el arzobispo don Oppas, persona de sangre real y de muchos aliados. Otros asimismo les acudian, quién con deseo de vengarse, quién con esperanza de mejorar su partido, si la feria se revolvia, que tal es la costumbre de la guerra, unos bajan y otros suben. Fuera justo acudir

en

á estos principios y desbaratar la semilla de tanto mal; pero antes en lugar desto de nuevo se enconaron las voluntades con un nuevo desórden y caso que suce lió y dió ocasion á los bulliciosos de cubrir y colorear la maldad, que hasta entonces temerian de comenzar, con muestra de justa venganza. Era costumbre en España que los hijos de los nobles se criasen en la casa real. Los varones acompañaban y guardaban la persona del rey, servian en casa y á la mesa; los que tenian edad iban en su compañía cuando salia á caza, y seguíanle á la guerra con sus armas; escuela de que salian gobernadores prudentes, esforzados y valerosos capitaues. Las hijas servian á la reina en su aposento; allí las amaestraban en toda crianza, hacer labor, cantar y danzar cuanto á mujeres pertenecia. Llegadas á edad, las casaban conforme á la calidad de cada cual. Entre estas una hija del conde don Julian, llamada Cava, moza de extremada hermosura, se criaba en servicio de la reina Egilona. Avino que jugando con sus iguales descubrió gran parte de su cuerpo. Acechábalas el Rey de cierta ventana, que con aquella vista fué de tal manera herido y prendado, que ninguna otra cosa podia de ordinario pensar. Avivábase en sus entrañas aquella deshonesta llama, y cebábase con la vista ordinaria de aqueIla doncella, que era la parte por do le entró el mal. Buscó tiempo y lugar á propósito; mas como ella no se dejase vencer con halagos ni con amenazas y miedos, llegó su desatino á tanto, que le hizo fuerza, con que se despeñó á sí y á su reino en su perdicion, como persona estragada con los vicios y desamparada de Dios. Hallábase á la sazon el conde don Julian ausente en Africa, ca el Rey le enviara en embajada sobre negocios muy importantes. Apretaba á su hija el dolor, y la afrenta recebida la tenia como fuera de sí; no sabia qué partido se tomase, si disimular, si dar cuenta de su daño. Determinóse de escribir una carta á su padre deste tenor: « Ojalá, padre y señor, ojalá la tierra se me abriera an>> tes que me viera puesta en condicion de escribiros estos >> renglones, y con tan triste nueva poneros en ocasion de >> un dolor y quebranto perpetuo. Con cuántas lágrimas >>escriba esto, estas manchas y borrones lo declaran; » pero si no lo hago luego, daré sospecha que, no solo el >> cuerpo ha sido ensuciado, sino tambien amancillada el >> alma con mancha y infamia perpetua. ¿Qué salida ten>>drán nuestros males? ¿Quién sin vos pondrá reparo á »> nuestra cuita? ¿Esperarémos hasta tanto que el tiempo >> saque á luz lo que ahora está secreto, y de nuestra >> afrenta haga infamia mas pesada que la misma muerte? >> Avergüenzome de escribir lo que no me es lícito callar, »joh triste y miserable suerte! En una palabra; vuestra » hija, vuestra sangre y de la alcuña real de los godos, >> por el rey don Rodrigo, al que estaba, mal pecado, » encomendada, como la oveja al lobo, con una maldad >> increible ha sido afrentada. Vos, si sois varones, ha>> réis que el gusto que tomó de nuestro daño se le vuel» va en ponzoña, y no pase sin castigo la burla y befa que » hizo á nuestro linaje y á nuestra casa. » Grande fué la cuita que con esta carta cayó en el conde y'con estas nuevas; no hay para qué encarecello, pues cada cual lo podrá juzgar por sí mismo. Revolvió en su pensamiento diversas trazas, resolvióse de apresurar la traicion que poco antes tenian tramada, dió órden en las cosas de Africa, y con tanto sin dilacion pasó á España,

que el dolor de la afrenta le aguijaba y espoleaba. Era hombre mañoso, atrevido, sabia muy bien fingir y disimular. Así, llegado á la corte, con relatar lo que habia hecho y con acomodarse con el tiempo, crecia en gracia y privanza de suerte, que le comunicaban todos los secretos y se hallaba á los consejos de los negocios mas graves del reino, lo cual todo no se hacia solo por sus servicios y partes, sino mas aína por amor de su hija. Para encaminar sus negocios al fin que deseaba persuadió al Rey que pues España estaba en paz, y los moros y franceses por diversas partes corrian las tierras de Africa y de Francia, que enviase contra ellos á aquellas fronteras todo lo que restaba de armas y caballos, que era desnudar el reino de fuerzas para que no pudiese resistir. Concluido esto como deseaba, dió á entender que su mujer estaba en Africa doliente de una grave y larga enfermedad; que ninguna cosa le podria tanto alentar como la vista de su hija muy amada; que esto le avisaban y certificaban por sus cartas, así ella como los de su casa. Fué la diligencia que en esto puso tan grande, que el Rey dió licencia, sea forzado de la necesidad, mayormente que prometia seria la vuelta en breve, sca por estar ya cansado y enfadado, como suele acontecer, de aquella conversacion. En la ciudad de Málaga, que está á las riberas del mar Mediterráneo, hay una puerta llamada de la Cava, por donde se dice, como cosa recebida de padres á hijos, que salió esta señora para embarcarse. A la misma sazon el Rey, que por tantos desórdenes era aborrecido de Dios y de las gentes, cometió un nuevo desconcierto, con que dió muestra de faltarle la razon y prudencia. Habia en Toledo un palacio encantado, como lo cuenta el arzobispo don Rodrigo, cerrado con gruesos cerrojos y fuertes.candados para que nadie pudiese en él entrar, ca estaban persuadidos, así el pueblo como los principales, que á la hora que fuese abierto, seria destruida España. Sospechó el Rey que esta voz era falsa para efecto de encubrir los grandes tesoros que pusieron allí los reyes pasados. Demás desto, movido por curiosidad, sin embargo que le ponian grandes temores, como sean las voluntades de los reyes tan determinadas en lo que una vez proponen, hizo quebrantar las cerraduras. Entró dentro, no halló algunos tesoros, solo una arca, y en ella un lieuzo y en él pintados hombres de rostros y hábitos extraordinarios con un letrero en latin que decia: «Por esta gente será en breve destruida España. » Los trajes y gestos parecian de moros; así, los que presentes se hallaron quedaron persuadidos que aquel mal y daño vendria de Africa; y no menos arrepentido el Rey, aunque tarde, de haber sin propósito y á grande riesgo escudriñado y sacado á luz misterios encubiertos basta cutonces.con tanto cuidado. Algunos tienen todo esto por fábula, por invencion y patraña; nos ni la aprobamos por verdadera ni la desechamos como falsa; el lector podrá juzgar libremente y seguir lo que le parecicre probable. No pareció pasalla en silencio por los muchos y muy graves autores que la relatan, bien que no todos de una manera.

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esta canalla su orígen y principio en Arabia, y á Mahoma por caudillo, el cual primeramente engañó mucha gente con color de religion. Despues se apoderó de las partes y provincias de levante; desde allí se extendió hácia mediodía, y en breve espacio de tiempo llegó hasta las postreras tierras de occidente. Consideró el emperador Heraclio el peligro que amenazaba; y así, despues que venció á Cosroes, rey de Persia, y se apoderó de la Asia, procuró con maña atajar en sus principios esta peste; dió sueldo á cuatro mil sarracenos de los mas nobles y valientes. Mostró con esto querer sy honrallos y hacer dellos confianza, como quier que á la verdad pretendiese tenerlos cerca de sí para seguridad que no levantasen, segun que habian comenzado, nuevas alteraciones y guerras. Sucedió que pidieron cierto vestido debido á los soldados por una ley de Justiniano, que hasta hoy se conserva. Nególes su peticion el prefecto del Fisco, que en tiempo tan estragado era un eunuco; díjoles palabras afrentosas, es á saber: «¿Qué sobra á los soldados romanos que se pueda dar á estos canes?» Irritáronse ellos con aquella respuesta y palabra de aquel hombre afeminado. Levantaron sin dilacion sus banderas, y vueltos á su tierra, se apoderaron de muchas ciudades comarcanas del imperio romano. Sujetaron á Egipto y á los Persas, flacos á la sazon y sin fuerzas por las victorias que poco antes sobre ellos ganaron los romanos; y no solo los sujetaron como vencedores, sino tambien los compelieron á que profesasen la ley y tomasen el nombre de sarracenos. Con el mismo ímpetu tomaron toda la Suria, y diversas veces acometieron la Africa, en que los trances fueron diferentes, ca veces vencian, y á veces al contrario; mas últimamente salieron con la empresa. Fué así que el rey desta gente, por nombre Abimelech, con un grueso ejército se metió por Africa y se puso sobre Cartago; tomóla y echóla por tierra, pero sin embargo fueron vencidos y echados de toda la Africa por Juan, prefecto del Pretorio, gobernador á la sazon de aqucllas partes. Tornábanse á relacer para entrar de nuevo con mas fuerzas y mas bravos. Por este respeto Juan se embarcó y pasó á Constantinopla para pedir gente de socorro al emperador Leoncio, que fué el año del Señor de 700, poco mas á menos. Las legiones romanas que en Africa y en Cartago quedaban, cansadas de esperar ó con deseo de novedades, alzaron por emperador á un Tiberio Apsimaro, y para apoderalle del imperio pasaron con él á la misma ciudad de Constantinopla. Con esto quedó Africa desapercebida y flaca; acometiéronla de nuevo y sujetáronla los sarracenos. Pasaron adelante, y hicieron lo mismo en la Numidia y en las Mauritanias sin parar hasta el mar Océano y Atlántico, fin y remate del mundo. Era señor de toda aquella gente y de aquel imperio Ulit, llamábase Miramamolin, que era apellido de supremo emperador. Gobernaba en su nombre lo de Africa Muza, hombre feroz, en sus consejos prudente, y en la ejecucion presto. El conde don Julian, luego que alcanzó licencia del Rey para pasar en Africa, de camino se vió con las cabezas de la conjuracion para mas prendallos; hablóles conforme al apetito de cada cual, prometia á unos riquezas, á otros gobiernos, con todos blasonaba de sus fuerzas, y encarecia la falta que dellas el Rey tenia. No Jéjos de la villa de Consuegra está un monte llamado Calde

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rino, y porque este nombre en arábigo quiere decir monte de traicion, los de aquella comarca se persuaden, como cosa recebida de sus antepasados, que en aquel monte se juntaron el Conde y los demás para acordar, como acordaron, de llamar los moros á España. Llegado en Africa, lo primero que hizo fué irse á ver con Muza; declaróle el estado en que las cosas de España se hallaban; quejóse de los agravios que el Rey tenia hechos sin causa, así á él como á los hijos del rey Witiza, que demás de despojarlos de la herencia de su padre, los forzaba á andar desterrados, pobres y miserables y sin refugio alguno; dado que no les faltaban las aficiones de muchos, que llegada la ocasion se declararian. Que era buena sazon para acometer á España y por este camino apoderarse de toda la Europa, en que hasta entonces no habian podido entrar. Solo era necesario usar de presteza para que los contrarios no tuviesen tiempo de aprestarse. Encarecíale la facilidad de la empresa, á que se ofrecia salir él mismo con pequeña ayuda que de Africa le diesen, confiado en sus aliados. Que por tener en su poder, de la una de la otra parte del Estrecho, las entradas de Africa y de España, no dudaria de quitar la corona á su contrario. No le parecia al bárbaro mala ocasion esta, solo dudaba de la lealtad del Conde, si por ser cristiano guardaria lo que pusiese. Parecióle comunicar el negocio con el Miramamolin. Salió acordado que con poca gente se hiciese primero prueba de las fuerzas de España y si las obras del Conde eran conforme á sus palabras. Era Muza hombre recatado; hallábase ocupado en el gobierno de Africa, empeñado en muchos y graves negocios. Envió al principio solos ciento de á caballo y cuatrocientos de á pié repartidos en cuatro naves. Estos acometieron las islas y marinas cercanas al Estrecho. Sucedieron las cosas á su propósito, que muchos españoles se les pasaron. Con esto de nuevo envió doce mil soldados, y por su capitan Tarif, por sobrenombre Abenzarca, persona de gran cuenta, dado que le faltaba un ojo. Para que fuese el negocio mas secreto y no se entendiese dónde encaminaban estas tramas, no se apercibió armada en el mar, sino pasaron en naves de mercaderes. Surgieron cerca de España, y lo primero se apoderaron del monte Calpe y de la ciudad de Heraclea, que en él estaba, y en lo de adelante se llamó Gibraltar, de gebal, que en arábigo quiere decir monte, y de Tarif, el general, de cuyo nombre tambien, como muchos piensan, otra ciudad alli cerca, llamada antiguameute Tartesó, tomó nombre de Tarifa. Tuvo el rey don Rodrigo aviso de lo que pasaba, de los intentos del Conde y de las fuerzas de los moros. Despachó con presteza un su primo llamado Sancho (hay quien le llame Iñigo) para que le saliese al encuentro. Fué muy desgraciado este principio, y como pronóstico y mal agüero de lo de adelante. El ejército era compuesto de toda broza, y como gente allegadiza, poco ejercitada; ni tenian fuerza en los cuerpos ni valor en sus ánimos; los escuadrones mal formados, las armas tomadas de orin, los caballos, ó flacos ó regalados, no acostumbrados á sufrir el polvo, el calor, lás tempestades. Asentaron su real cerca de Tarifa; tuvieron encuentros y escaramuzas, en que los nuestros levaron siempre lo peor; últimamente, ordenadas las haces, se dió la batalla, que estuvo por algun espacio

en peso sin declarar la victoria porninguna de las partes, pero al fin quedó por los moros el campo. Sancho, el general, muerto, y con él parte del ejército; los demás se salvaron por los piés. Pasaron los bárbaros adelante engreidos con la victoria, talaron los campos del Andalucía y de la Lusitania, tomaron muchos pueblos por aquellas partes, en particular la ciudad de Sevilla, por estar desmantelada y sin fuerzas. Sucedió esta primera desgracia el año 713, en el cual Sinderedo, arzobispo de Toledo, por la revuelta de los tiempos ó por la insolencia del Rey se ausentó de España. Pasó á Roma, do los años adelante se halló en un Concilio lateranense, que se celebró por mandado del papa Gregorio III. Por su ausencia los canónigos de Toledo trataron de elegir nuevo prelado por no carecer de pastor en tiempo tan desgraciado. No hicieron caso de don Oppas, como de intruso y entronizado contra derecho. Dieron sus votos á Urbano, que era primiclerio de aquella iglesia, que era lo mismo que chantre, persona de conocidas partes y virtud. Pero porque su eleccion fué en vida de Sinderedo, y parece no fue confirmada por quien de derecho lo debia ser, los antiguos no le contaron en el número de los prelados de Toledo, como se saca de algunos libros antiguos en que se pone la lista y catálogo de los arzobispos de aquella ciudad.

CAPITULO XXIII.

De la muerte del rey don Rodrigo.

Cosas grandes eran estas y principios de mayores males, las cuales acabadas en breve, los dos caudillos, Tarif y el conde don Julian, dieron vuelta á Africa para hacer instancia, como la hicieron, á Muza que les acudiese con nuevas gentes para llevar adelante lo comenzado. Quedó en rehenes y para seguridad de todo el conde Requila, con que mayor número de gente de á pié y de á caballo vino á la misma conquista. Era tan grande el brio que con las victorias pasadas y con estos nuevos socorros cobraron los enemigos, que se determinaron á presentar la batalla al mismo rey don Rodrigo y venir con él á las manos. El, movido del peligro y daño y encendido en deseo de tomar emienda de lo pasado y de vengarse, apellidó todo el reino. Mandó que todos los que fuesen de edad acudiesen á las banderas. Amenazó con graves castigos á los que lo contrario hiciesen. Juntóse á este llamamiento gran número de gente; los que menos cuentan dicen fueron pasa los de cien mil combatientes. Pero con la larga paz, como acontece, inostrábanse ellos alegres v bravos, blasonaban y aun renegaban; mas eran cobardes á maravilla, sin esfuerzo y aun sin fuerzas para sufrir los trabajos y incomodidades de la guerra; la mayor parte iban desarmados, con hondas solamente ó base tones. Este fué el ejército con que el Rey marchó la vuelta del Andalucía. Llegó por sus jornadas cerca de Jerez, donde el enemigo estaba alojado. Ascotó sus reales y fortificólos en un llano por la parte que pasa cl rio Guadalete. Los unos y los otros deseaban grandemente venir á las manos; los moros orgullosos con la victoria; los godos por vengarse, por su patria, hijos; mujeres y libertad no dudaban poner á riesgo las vidas, sin embargo que gran parte dellos sentian en

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