Imágenes de páginas
PDF
EPUB

llamado Fornellos fué muerto con una saeta que le tiraron. Sucedió esto á 29 de marzo, año de 979; el fin fué conforme á la vida. Lo que con razon se puede en él alabar es que procuró diligentemente de cercar á Santiago de murallas á propósito de poner en defensa aquel tan santo lugar que no le pudiesen forzar los enemigos. El conde Gonzalo Sanchez, nombrado por capitan para aquella guerra, se gobernó mejor. Acometió de sobresalto cerca de la mar á los normandos, que cargados de despojos marchaban sin órden y sin recelo, y hizo en ellos gran matanza. Pereció en la refriega el mismo general de aquella gente, llamado Gunderedo; quitóles la presa y los cautivos; las naves otrosí sin faltar una les fueron, unas tomadas, quemadas otras, con que quedó libre España de gran peligro y cuidado. En Córdoba por el mismo tiempo falleció el rey Alhaca el año de 976, de los árabes 366. Este año el moro Rasis envió sus Comentarios, que escribió en arábigo de las cosas de España á Balharab, miramamolin de Africa, á cuya persuasion y por cuyo mandado los compuso. Dejó Allaca ocho hijos, todos de pequeña edad y muy niños. Los moros no se concertaban en el que debia suceder; remitiéronse al miramamolin de Africa, por cuyo órden Hisem fué antepuesto á suș hermanos, aunque no tenia mas que diez años y cuatro meses. Reinó treinta años y cuatro meses solo de nombre, porque el gobierno y poder tenia Mahomad, hombre sagaz, que se llamó Alhagib, que quiere decir virey, por voluntad de los grandes, y tenia mano en todo. El mismo despues se llamó Almanzor, que quiere decir vencedor, por las muchas victorias que ganó de los enemigos. De aquí nacieron entre aquella gente alteraciones civiles, como es ordinario cuando el rey pasa la vida en ociosidad, en deleites y deportes, y reinan otros en su nombre. Además que con la abundancia de España, templanza del cielo, blandura de los naturales, ya la ferocidad de los ánimos, con que aquella gente vino á España, se habia menguado y quitado mucho de las fuerzas del cuerpo. No pararon estas discordias hasta que llisem fué despojado del reino paterno. El estado de nuestras cosas no era mejor, á causa que por haberse el Rey criado en regalo y entre mujeres tenia las costumbres estragadas y en el ánimo poco valor. Demás desto, la reina doña Urraca, con quien el rey don Ramiro casó el año 981, estaba apoderada de su marido. Menospreciaba los consejus de su madre y de su tia doña Elvira, vírgen consagrada á Dios, por cuyo respeto algun tanto al principio se solia enfrenar. Daba audiencia de mala gana, las respuestas ásperas; con esto irritó los nobles de Galicia, hombres de feroz natural. Destos principios cayó en menosprecio de los suyos, y se dió ocasion á los revoltosos de alterar el reino. Los primeros que se alteraron fueron los gallegos, como los mas desabridos. Don Bermudo, primo del Rey y hijo del rey don Ordoño, tercero deste nombre, se hizo capitan y cabeza de los alterados con esperanza de recobrar por las armas el reino de su padre, que pretendia le quitaran á gran tuerto. El rey don Ramiro, por este peligro al cabo despierto del sueño, acudió á la necesidad. IIí– żose la guerra dos años con diferentes sucesos y trances. Estaban divididas las voluntades del reino entre los dos. Ultimamente, se dió la batalla cerca de un lu

gar llamado Portela Arenaria, no léjos de Monterroso. Murieron muchos de ambas partes sin que la victoria se declarase. Despues desta batalla de tal manera se dejaron las armas, que Galicia quedó por don Bermudo, que puso en Compostella el asiento y silla de su nuevo reino. Fué hecho obispo de aquella ciudad por voluntad de don Bermudo Pelayo, obispo que era de Lugo, hijo del conde Rodrigo, hombre de malas costumbres, por donde adelante le quitaron el obispado, y pusieron en su lugar á Pedro Mansorio, monje y abad de conocida virtud. En tiempo deste buen prelado volvieron á la iglesia compostellana todas las cosas y heredades que por las revueltas de los tiempos pasados le quitaron. El conde don Rodrigo, con deseo de restituir á su hijo en aquella dignidad, llamó los moros en su ayuda. Miserable era el estado de las cosas, y grande la afrenta de la religion cristiana. Con el impetu y armas de los bárbaros fué Galicia muy maltratada; la misma ciudad de Compostella fué tomada, y una pared del templo de Santiago echada por tierra. No tocaron en el sepulcro del Apóstol, no se sabe la causa, solo consta que Santiago volvió por su silla y su templo y castigo gravemente aquel desacato; porque con una enfermedad de cámaras que anduvo por todo el ejército, pereció con muchos dolores gran parte de aquella morisma. El mismo Almanzor, como preguntase la causa de tan grande estrago, y cierto hombre le respondiese que uno de los dicipulos del Hijo de María tenian allí sepultado, determinó dejar aquella empresa. No pudo llegar á su tierra, ca murió de la misma enfermedad en Medinaceli, pueblo conocido en los celtíberos, á la raya de Aragon. Por otra parte, con nuevas entradas que hicieron los moros, ganaron muchos lugares de los nuestros, esto es, á Gormaz cerca de Osma, y á Atienza; en Castilla la Vieja Simancas despues de un largo cerco fué tomada, y vencido el rey don Ramiro, que vino á socorrer los cercados. Nunca se vió España en mayor peligro despues que comenzó á levantar cabeza; los nuestros divididos entre sí, grave daño; el Allagib, capitan de gran nombre y que lo gobernaba todo por los reyes de Córdoba, ardia en odio implacable del nombre cristiano. Partidos los moros, la pared de la iglesia de Santiago se reedificó por diligencia del rey don Bermudo y de su prelado Pedro Mansorio; y fué el templo reconciliado con solemne ceremonia, como se acostumbra, por quedar profanado con la suciedad de la supersticion morisca. A Pedro sucedió en aquella iglesia Pelayo Diaz, de juez seglar repentinamente mudado en obispo por malas mañas y fuerza de que usó. Fué pues depuesto este prelado porque era de costumbres insolentes y no daba orejas á nadie. En su lugar sucedió su hermano Vimara, de vida semejante, que, ó acaso, ó por traicion de alguno, murió ahogado en el rio Miño. Eran aquellos tiempos muy estragados; las costumbres de los sacerdotes muy livianas, no solo en España, sino al tanto en las otras partes del orbe cristiano. La misina Roma, cabeza de la Iglesia y albergo de la santidad, padecia un grave cisma. Bonifacio y Benedicto y Juan pleiteaban sobre el pontificado; cada cual tenia sus valedores y razones que en su favor alegaba. Cuánta fuese la corrupcion de las costumbres, de Luitprando, diácono ticinense, que escribió como testigo lo que veia y pa

[merged small][merged small][ocr errors][merged small]

saba, se puede entender. A Vimara sucedió otro del mismo linaje, cuyo nombre no se refiere; algunos códices le llaman Iscuaria; sospecho que la letra está errada. Este, como no fuese nada mejor que sus dos parientes, por mandado del Rey fué preso. Volvamos á don Ramiro, que pasaba en ociosidad y descuido toda la vida; gran perjuicio en los príncipes, cuyo oficio principal es por sí mismos acudirá las armas; en este estado le tomó la muerte; falleció en Leon el año 982. Sepultaron su cuerpo en el monasterio de Destriana, que, como se dijo arriba, le edificó el rey don Ramiro, su abuelo, en el valle ornense con advocacion y en nombre de San Miguel. De allí por mandado del rey don Fernando, segundo deste nombre, como docientos años adelaute le trasladaron á la iglesia mayor de Astorga. Sampiro, obispo de Astorga, de quien hemos tomado muchas cosas en lo pasado, hizo fin á su escritura y historia en este lugar. Pasa adelante Pelagio, obispo de Oviedo, que vivió en tiempo de don Alonso el Emperador. El crédito de entrambos, por haberse hallado en muchas de las cosas que cuentan, es grande, aunque el de Sampiro se tiene por mayor, y él mismo por autor mas grave.

CAPITULO IX.

De don Bermudo el Goloso, rey de Leon.

Por la muerte de don Ramiro la sucesion tornó y recayó en don Bermudo, segundo deste nombre, así por derecho de consanguinidad, que era primo hermano del Rey muerto, como por estar por fuerza apoderado de parte del reino. Tuvo el reino diez y siete años, fué enfermo y sujeto á la gota, por la cual causa fué llamado el Gotoso. Confirmó con nuevo edicto que publicó las leyes antiguas de los godos, y mandó que los cánones de los pontífices romanos tuviesen vigor y fuerza en los juicios y pleitos seglares, que fué una ordenacion santísima. Pero antes de comenzar las cosas deste Rey conviene tratar de Garci Fernandez, conde de Castilla, del cual consta que al principio que tomó el gobierno peleó con los moros cerca de Santisteban de Gormaz á la ribera del rio Duero. Murió gran número de moros, los demás se salvaron por los piés. Aconteció en aquella batalla una cosa digna de memoria. Fernan Antolinez, hombre noble y muy devoto, oia misa al tiempo que se dió señal de acometer, costumbre ordinaria suya antes de la pelea; por no dejarla comenzada, se quedó en el templo cuando se tocó al arma; esta piedad cuán agradable fuese á Dios se entendió por un milagro. Estábase primero en la iglesia, despues escondido en su casa temia no le afrentasen como á cobarde. En tanto otro á él semejante, es á saber, su ángel bueno, peleaba entre los primeros tan valientemente, que la victoria de aquel dia se atribuyó en gran parte al valor del dicho Antolinez. Confirmaron el inilagro las señales de los golpes y las manchas de la sangre que se hallaron frescas en sus armas y caballo. Así publicado el caso y sabido lo que pasaba, quedó mas conocida la inocencia y esfuerzo de Antolinez. El conde Garci Fernandez, despues desta guerra y jornada, se dice casó con dos mujeres; la una se llamó Argentina, de cuya apostura se enamoró al tiempo que su padre, hombre noble y francés de nacion, la traia en romería

juntamente con su madre á Santiago. Seis años despues estando el Conde, su marido, enfermo en la cara, ό por aborrecimiento que le tenia, ó con deseo de la patria, se volvió á Francia con cierto francés que tornaba de la misma romería; así lo dicen nuestras historias. El Conde, recobrada la salud y dejando en el gobierno de su estado á Egidio y á Fernando, hombres principales, en traje disfrazado se fué á aquella parte de Francia donde entendia que Argentina moraba. Tenia Argentina una antenada, llamada Sancha, que, como suele acontecer, estaba mal con su madrastra. Esta, con esperanza que la dieron de casar con el Conde 6 por liviandad, como mujer, le dió entrada en la casa. Mató el Conde en la cama á Argentina y al adúltero, y con tanto llevó á la dicha Sancha consigo á España. Hiciéronse las bodas de los dos con grande aparato y regocijo en Búrgos. Muchos tienen todo esto por falso, y afirman que la mujer deste Conde se llamó Oña, movidos por el monasterio de San Salvador de Oña, que dicen el conde Garci Fernandez edificó en Castilla del nombre de su mujer. Otros afirman que se llamó Abla, como lo muestran los letreros antiguos de los sepulcros destos condes que hay en Arlanza y en Cardeña; la verdad ¿quién la averiguará? Mas podemos sin duda mnaravillarnos de tanta variedad que determinar lo que se debe seguir. No tiene mejor fundamento lo que se dice que en una entrada que hicieron los moros en el tiempo que el Conde se ausentó, llegaron hasta Búrgos y destruyeron el monasterio de San Pedro de Cardeña con muerte de los monjes; otros dicen que esto sucedió cien años antes deste tiempo, si por ventura no se padeció este daño dos veces. Eu la Rioja y en un pueblo llamado Bosca, Nunilon y Alodia, hermanas, fueron muertas por la fe. Sus cuerpos dicen algunos que fueron llevados á Boloña, ciudad de Lombardía; otros lo contradicen, como queda arriba dicho. Demás desto, Victor, natural del lugar de Cereso, tierra de Búrgos, y Eurosia, virgen, padecieron por la misma causa. El cuerpo de Eurosia está en la ciudad de Jaca; el sepulcro de san Victor en el lugar de Villorado es honrado con fiesta que cada año le hacen. Los bárbaros en este tiempo no solo con los hombres parecia que traian guerra, sino que peleaban asimismo con el cielo y con la santidad cristiana. No faltaron hombres y mujeres de ánimos excelentes y grandes que se ofreciesen á la pelea por la religion de sus padres, y con su sangre diesen excelente testimonio de la verdad de la fe de Cristo. Dios asimismo á veces castigaba severísimamente la crueldad y arrogancia de aquella gente fiera; ordinariamente con la impiedad se acompañaba la severidad en la venganza para espantar á los malos y animar á los buenos, como por el mismo tiempo aconteció á Alcorreji, rey de Sevilla. En tiempo del rey don Bermudo, con una entrada que hizo por la parte de Lusitania en Galicia, forzó y destruyó la ciudad de Compostella, que es la mas principal de aquella tierra, venerable por la santidad del lugar y su devocion. Este impío atrevimiento fué luego castigado por Dios, porque una peste repentinamente se levantó y extendió por los moros de manera tal, que consumió todo el ejército; muy pocos volvieron salvos á sus tierras para ser pregoneros de la divina venganza y verdaderos testigos del estrago miserable. Pasado este peligro, hobo en España uuevos trabajos,

tanto, que ningunos mayores despues que ella comenzó á volver en sí. La causa destos males fué la discordia obstinada de los dos príncipes, el rey don Bermudo y el conde don García, que fuera mas justo se acordaran en ayudar á la república. Gobernaba en Córdoba las cosas de los moros á su voluntad en nombre del rey Hisem el Albagib Mahomad, capitan de gran nombre, de singular prudencia en guerra y en paz. Tenia este moro gran deseo de destruir los cristianos; llevaba muy mal que su imperio en España se dilatase y que se envejeciesen las fuerzas de los moros, y su nacion se menoscabase, su crédito y sus fuerzas. Ponia leña al fuego y atizábale don Vela, aquel de quien se dijo que en tiempo del conde Fernan Gonzalez se huyó á tierra de moros. No tenia algun respeto á la religion de sus padres por deseo de su provecho particular y de vengarse. Juntadas pues las gentes de los moros, con un escuadron de cristianos que acompañaban á don Vela acometió las tierras de cristianos, y pasado el rio Duero, que por largo tiempo fué frontera entre las dos nacio nes, de que se dijo aquella parte Extremadura, apellido que adelante se trasladó y trasfirió á otra comarca, si bien está léjos del rio Duero, del cual al principio se forjó el nombre de Extremadura, asentó sus reales á la ribera del rio Astura ó Estola, que pasa por Leon. El rey don Bermudo, dado que en fuerzas era mas flaco, juntado arrebatadamente su ejército, acometió de sobresalto á los enemigos, que estaban sin centinelas, y de ninguna cosa menos cuidaban que de la venida de los nuestros, que entraron los reales enemigos. La pelea fué sin órden ni concierto á manera de rebato; muchos porestar sin armas fueron muertos; los demás moros, como acaso cada uno se juntaba, peleaban, ó delante de los reales, ó entre el mistno bagaje; unos huian, otros tomaban las armas, gran parte fueron heridos y muertos. En este estado y en este peligro el capitan moro reparó el daño con su prudencia; recogió los que pudo, púsolos en otra parte en ordenanza, y con ellos cargó contra los cristianos, que no fueron bastantes á resistir en aquel trance, por ser pocos en número, estar desparcidos por todos los reales y cansados con el largo trabajo de la pelea. Finalmente, en un instante se trocó la fortuna de la batalla; los que parecia haber vencido se pusieron en huida; siguieronlos los bárbaros, y ejecutaron el alcance de guisa que pocos de los nuestros sanos, gran parte mal heridos volvieron á Leon. Fuera aquella ciudad tomada por los enemigos si no les forzara el invierno y el trabajo del frio y de las lluvias á partirse del cerco con gran honra que ganaron en esta jornada y cargados de despojos y presa, determinados otrosí de volver á la guerra luego que el tiempo abriese y les diese lugar. El rey don Bermudo, por el peligro que amenazaba y por la poca fortaleza de la ciudad, hizo trasladar á Oviedo las reliquias de los santos y los cuerpos de los reyes que allí yacian, porque no fuesen escarnecidos de los enemigos si la tomaban. El mismo se fué á aquella ciudad; el cuidado de fortificar y defender á Leon dejó encargado al conde Guillen Gonzalez. Concurrió esta batalla de Astúrias con el año 984, en el cual Miron, obispo de Girona, hijo de Miron, conde de Barcelona, falleció. Demás desto, un grueso ejército de moros que andaba por aquella comarca, tan grande era el coraje que tenian, vencieron en batalla cerca del cas

tillo de Moncada á Borello, primo del obispo Miron; mas de quinientos de los fieles perecieron, los demás con el conde Borello se retiraron huyendo á Barcelona. El año siguiente de 985 fué señalado por el desastre que avino á dos principales ciudades, Leon y Barcelona. A Barcelona sitiaron los moros 1.o dia de julio, que fué miércoles, indiccion tercera, aquellos mismos que en batalla vencieron á Borello; tomáronla á 6 de aquel mes; muchos de los ciudadanos fueron llevados á Córdoba por esclavos, mas en breve la ciudad volvió al señorío de los cristianos. Salióse Borello antes que la tomasen para juntar gente de socorro; levantó gentes en Manresa y en los lugares comarcanos, con que formó un buen ejército y con él recobró la ciudad. Murió el buen conde Borello ocho años adelante; dejó de dos mujeres, llamadas Ledgardi y Aimerudi, dos hijos, que fueron Raimundo y Armengaudo; el mayor quedó con el principado de Barcelona, á Armengaudo nombró y hizo por su testamento conde de Urgel, y fué principio de la familia nobilísima en Cataluña de los Armengaudos ó Armengoles, que el tiempo adelante dió muchos y excelentes capitanes para la guerra. Por otra parte, el Alhagib Mahomad, juntado que hobo un grueso ejército de nuevo, hecho mas insolente y feroz por lo que sucedió en la guerra pasada, volvió sobre Leon con voluntad determinada de tomarla. Casi un año estuvo aquella ciudad cercada; batian ordinariamente los muros con las máquinas y ingenios, hicieron entradas por la parte de poniente y mediodía. De cuánto momento sea el esfuerzo de un valeroso caudillo se echo bien de ver por lo que el conde Guillen Gonzalez, que era el capitan, hizo. Por el continuo trabajo de tantos meses, quebrantadas las fuerzas, yacia en su lecho enfermo; avisáronle del peligro en que en cierto aprieto se hallaban; hízose llevar en una silla á aquella parte del muro donde era mayor el trabajo y el combate mas recio; amonesta á los suyos que resistan con grande ánimo, que lugar de huir no quedaba ni aun para los cobardes; por tanto con las armas defendiesen las vidas, patria, religion, libertad, mujeres y hijos, que de otra suerte ninguna esperanza les restaba, por estar los enemigos irritados con tan largo trabajo y ellos sin acogida ninguna ;* muchas veces gran muchedumbre de moros en batalla quedaron vencidos por pocos cristianos; llamåsen el ayuda de los santos, que á su tiempo sin duda no faltaria. Con estas palabras animados los soldados tres dias impidieron la entrada á los enemigos; estos pasados, como el capitan viese entrada la ciudad y que él con pocos no podia resistir, no olvidado de su esfuerzo pasado y de lo que debia á buen cristiano, se metió en lo mas recio de la pelea y murió con las armas en la mano. Los bárbaros, irritados por la muerte de los suyos y largura de aquel cerco, sin tener cuenta ni hacer diferencia entre hombres, niños y mujeres, todos los pasarón á cuchillo; la ciudad fué saqueada, abatidas las murallas y todas las fortificaciones y baluartes echados por tierra. El inismo desastre padecieron Astorga, Valencia del Campo, el monasterio de Sahagun, Gordon, Alba, Luna y otros lugares y aldeas, que fueron unos quemados y destruidos, parte tomados por fuerza y saqueados. Revolvieron contra Castilla, y en ella asimismo tomaron, quemaron y saquearon á Osma, Berlanga, Atienza; no se podia resistir en parte alguna. Sin embargo, era tan

grande el furor y locura que se apoderara de los ánimos de los cristianos, que sin respeto de tan gran guerra como tenian de fuera, vueltas contra sí las armas, como locos y sandios no miraban el peligro que todo corria por causa de sus desgustos y diferencias. Fué así, que luego el siguiente año siete nobilísimos hermanos, que vulgarmente llaman los Infantes de Lara, fueron muertos por alevosía de Ruy Velazquez, su tio, sin tener cuenta con el parentesco, que eran hijos de su hermana doña Sancha, y de parte de padre venian de los condes de Castilla y del conde don Diego Porcellos; de cuya hija, como de suso queda dicho, y de Nuño Belchides nacieron Nuño Rasera, bisabuelo del conde Garci Fernandez, y otro hijo llamado Gustio Gonzalez. Este caballero fué padre de Gonzalo Gustio, señor de Salas de Lara, y sus hijos estos siete hermanos conocidos en la historia de España, no mas por la fama de sus proezas que por la desastrada muerte que tuvieron. En un mismo dia los armó caballeros el conde don García conforme á la costumbre en aquellos tiempos recebida, en particular en España. Aconteció que Ruy Velazquez, señor de Billaren, celebraba sus bodas en Búrgos con doña Lambra, natural de tierra de Briviesca, mujer principal, y aun prima carnal del conde Garci Fernandez. Las fiestas fueron grandes y el concurso á ellas de gente principal. Halláronse presentes el conde Garci Fernandez y los siete hermanos con su padre Gonzalo Gustio; encendióse una cuestion por pequeña ocasion entre Gonzalo, el menor de los siete hermanos, y un pariente de doña Lambra, que se decia Alvar Sanchez, sin que sucediese algun daño notable, salvo que Lambra, como la que se tenia por agrayiada con aquella riña, para vengar su saña en el lugar de Barbadillo, hasta donde Jos hermanos por honralla la acompañaron, mandó á un esclavo que tirase á Gonzalo un cohombro mojado ó lleno de sangre; grave injuria y ultraje conforme á la costumbre de España. El esclavo se quiso valer de su señora doña Lambra; no le prestó, que en su mismo regazo le quitaron la vida. Ruy Velazquez, que á la sazon se hallaba ausente ocupado en cosas de importancia, luego que volvió, alterado por aquella injuria, y agraviado por la afrenta de su mujer, comenzó á tratar de vengarse de los hermanos. Parecióle conveniente con muestra de paz y benevolencia, cosa la mas perjudicial, armar sus lazos á los que pretendia matar. Primeramente dió órden que Gonzalo Gustio fuese á Córdoba; la voz era para cobrar ciertos dineros que el Rey bárbaro habia prometido; la verdad, para que fuese muerto léjos de su patria, como Ruy Velazquez rogaba al Rey que hiciese, con cartas que le escribió en esta razon en arábigo. El Moro, ó por compasion que tuvo á las canas de hombre tan principal, ó por dar muestra de su benignidad, no le quiso matar; contentóse con ponerle en la cárcel. Era la prision algo libre, con que cierta hermana del rey tuvo entrada para comunicalle. Desta conversacion dicen que nació Mudarra Gonzalez, principio y fundador del linaje nobilísimo en España de los Manriques. No se contentó el feroz ánimo de Ruy Velazquez con el trabajo de Gonzalo Gustio; llevó adelante su rabia. Cerca de Almenara, en los campos de Araviana, á las haldas de Moncayo, metió con muestra de hacer entrada en la tierra de los moros en una celada á los siete hermanos, bien descuidados

de semejante traicion. Bien que Nuño Salido, su ayo, por sospechar el engaño procuró apartallos para que no corriesen á su perdicion; pero fué en vano, porque así lo quiso ó lo permitió Dios. Iban con ellos docientos de á caballo, pocos para el gran número de los moros que cargaron. Descubierta la celada, los siete hermanos pelearon como buenos, dieron la muerte á muchos, pretendian vencer si pudiesen ó por lo menos vender sus vidas muy caro y dejar á los enemigos la victoria á costa de mucha sangre, resueltos de no dejarse prender ni afear con el cautiverio la gloria y nobleza de su linaje y sus hazañas pasadas. Murieron todos siete y juntamente Salido, su ayo. Las cabezas enviaron á Córdoba en presente agradable para aquel Rey; pero muy triste para su padre viejo, ca se las hicieron mirar y reconocer sin embargo que llegaron podridas y desfiguradas. Verdad es que sucedió en provecho suyo en alguna manera, ca el Rey, por compasion que le tuvo, le dejó ir libre á su tierra. Mudarra, habido en la hermana del Rey fuera de matrimonio, ya que era de catorce años, por persuasion de su madre se fué para su padre, y adelante véngó las muertes de sus hermanos con dalla á Ruy Velazquez, causa de aquel daño. Doña Lambra, su mujer, ocasion de todos estos males, fué apedreada y quemada. Con esta venganza que tomó de las muertes de sus hermanos ganó las voluntades de su madrastra doña Sancha y de todo su linaje de tal guisa, que heredó el señorío de su padre. Prohijóle otrosí doña Sancha, su madrastra; la adopcion se hizo en esta manera, aunque grosera, pero memorable. El mismo dia que se bautizó y fué armado caballero por el conde de Castilla Garci Fernandez, su madrastra, resuelta de tomalle por hijo, usó desta ceremonia: metióle por la manga de una muy ancha camisa, y sacóle la cabeza por el cabezon; dióle paz en el rostro, con que le pasó á su familia y recibió por su hijo. Desta costumbre salió el refran vulgar: entra por la manga y sale por el cabezon; dícese del que siendo recebido á trato familiar cada dia se ensancha mas. Hijo de Mudarra fué Ordoño, y nieto Diego Ordoñez de Lara, aquel con quien los hijos de Arias Gonzalo, para librar á su patria de la infamia de traicion que le cargaban por la muerte del rey don Sancho, que le mató con un venablo Vellido Dolfo, pelearon en desafío y hicieron con él campo. Deste Diego Ordoñez fué hijo el conde don Pedro, conocido por los amores y aficion que la reina doña Urraca le mostró. Su nieto fué Amalarico de Lara, señor de Molina, de quien procedió el linaje de los Manriques y aun de los reyes de Portugal de parte de madre, por haber casado Malfada, hija de Amalarico, con don Alonso, primero deste nombre y primer rey de Portugal, si bien hay quien diga que Malfada fué de la casa de Saboya; pero destas cosas se tornará á hablar adelante. En el claustro del monasterio de San Pedro de Arlanza se muestra el sepulcro de Mudarra. Sobre el lugar en que los siete hermanos fueron sepultados hay contienda entre los monjes de aquel monasterio y de San Millan de la Cogulla; ¿qué juez los podrá poner en paz? Estaba sosegada España cansada de tantos males, y mas faltaban tuerzas que voluntad de alterarse.Duró este sosiego hasta tanto que el sétimo año despues que fueron muertos los Infantes de Lara, que fué el año 993 de nuestra salvacion, los moros, toma

das de nuevo las armas, destruyeron las tierras de la Lusitania; y por aquella comarca entrados en Galicia, tomaron de nuevo por fuerza y pusieron fuego á la ciudad de Compostella. Grande era la enemiga que tenian con aquel santo lugar. No perdonara aquella malvada gente al sepulcro del apóstol Santiago si un resplandor que de repente fué visto no reprimiera por voluntal de Dios sus dañados intentos. Verdad es que las campanas, para que fuesen como trofeo y memoria de aquella victoria, fueron en hombros de cristianos llevadas á Córdoba, do por largo tiempo sirvieron de Jámparas en la mezquita mayor de los moros. Siguióse luego la divina venganza; muchos perecieron, parte con enfermedad de cámaras, parte con peste que les sobrevino, parte tambien porque el rey don Bermudo, tomadas las armas, les iba picando por las espaldas, y en todas partes los trabajaba; los daños fueron de suerte, que pocos volvieron salvos á su tierra. El capitan de toda esta jornada, Mahomad Alhagib, que tantas veces libremente acometió las tierras de los cristianos, fué uno de los que escaparon. El mismo año falleció el rey de Navarra don García. Sucedió en su lugar su hijo Garci Sanchez, llamado el Trémulo, como y por la causa que arriba queda tocado. Reinó por espacio de siete años, muy esclarecido por las victorias que ganó en las guerras; fué liberal, ó por mejor decir, pródigo en dar, en que si no hay templanza, suele acarrear daño por agotar la fuente de la misma liberalidad, que son los tesoros públicos, como sucedió á este Rey, y entrar en necesidad de inventar nuevas imposiciones para suplir esta falta. En los archivos de San Millan hay privilegios deste Rey; mas cuánto crédito se les haya de dar, cada uno por sí mismo lo podrá juzgar. Allí se dice que tuvo un hermano llamado Gonzalo, y que junto con su madre dona Urraca tuvo el reino de Aragon; lo que si fué verdad, ó aquel estado y principado duró poco tiempo, ó por morir él sin hijos recayó el señorío en su hermano y decendientes. Alegre don Bermudo, rey de Leon, y ufano por el destrozo que hizo de los moros, entró en pensamiento que si los cristianos, de cuyas discordias tantos males resultaban, se confederasen y juntasen en uno sus fuerzas, podrian aprovecharse de los moros y deshacer su poder. Despachó en este propósito sus embajadores al rey de Navarra y al conde de Castilla don García para amonest alles hiciesen liga con él. Decíales que debian moverse por el comun peligro de los cristianos, y si en particular tenian algunos desgustos perdonallos por el bien de la patria; que con las armas comunes, juntos todos, vengasen y enfrenasen los intentos impíos de aquella bárbara gente. A estas embajadas y justísimas demandas fácilmente se acordaron aquellos príncipes. Con esto, de todas las tres naciones formaron un ejército muy grueso. El rey de Navarra no se halló presente por estar ocupado, á lo que se entiende, en concertar las cosas de su nuevo reino. El rey don Bermudo, dado que enfermo de gota, en una litera, y con él el conde don García movieron contra los moros, de quien tenian aviso que, con deseo de rehacerse del daño pasado, levantaban nuevas gentes y eran salidos de Córdoba, y que talado que hobierou los campos de Galicia y saqueado los pueblos, revolvian hacia Castilla. Cerca de un pueblo llamado Calacanazor, situado en la frontera de Castilla y de Leon,

se dieron vista y juntaron las huestes. Dióse la batalla, que fué muy reñida, hasta que cerró la noche; cayeron muchos de la una parte y de la otra sin quedar declarada la victoria; solo por partirse los moros aquella noche á cencerros atapados dieron muestra que llevaron lo peor y que fueron vencidos por el esfuerzo de los nuestros, especial que la partida fué á manera de huida, como se entendió por los despojos que dejaron en los reales y cosas que por el camino con deseo de apresurarse arrojaban. El pesar que deste revés recibió el Alhagib, general de los moros, fué tal, que de coraje se dice murió en el valle Begalcorax sin querer comer bocado, lo cual sucedió el año 998. Gobernó este capitan las cosas de los moros por espacio de veinte y cinco años por su Rey, que vivia ocioso sin cuidar mas que de sus deportes. Fué hombre animoso, enemigo del ocio, acometió las tierras de los cristianos cincuenta y dos veces, y muchas dellas quedó vencedor. El dia mismo que en Calacanazor se dió la batalla, uno en traje de pescador en Córdoba á la ribera de Guadalquivir, con ser tan grande la distancia de los lugares, se dice que cantó en voz llorosa algunas veces eu metros arábigos, otras en españoles. En Calacanazor Almanzor perdió el tambor; por donde sospecharon que el demonio en figura de hombre publicó la victoria, en espe cial que, como pretendiesen los de Córdoba echarle mano, se desapareció y se les fué como sombra. El cuerpo del general difunto llevaron á Medinaceli. Sucedió en el gobierno de aquel reino su hijo Abdelmelic el inismo año que murió su padre, que se contaba de los árabes 393; tuvo aquel cargo y mando por espacio de seis años y ocho meses. Desde este tiempo el reino de los moros, que por esfuerzo de Mahomad se conservara (de tan grande momento es muchas veces una buena cabeza), comenzó manifiestamente á declinar y ir de caida. Las discordias domésticas, peste de los grandes imperios, y el poco gobierno fueron causa deste mal. Abdelmelic, mas amigo de ocio que de guerra, mostró no hacer caso de las semillas y principios de aquella discordia, que debiera al momento atajar. Verdad es que luego que murió su padre acometió á hacer guerra á los cristianos y puso grande espanto; mayormente en la ciudad de Leon todo lo que quedaba entero de la destruicion pasada ó de nuevo se reedificara lo echó Abdelmelic por tierra y lo abatió. Todavía los principios desta guerra fueron para los moros mas alegres que el remate, porque acudió el conde don García, y con su venida forzó los moros á volver las espaldas, y muertos muchos dellos, tornar en pequeño número á su tierra. La desconfianza y miedo que les entró despues deste daño fué tan grande, que no trataron mas de hacer guerra en tanto que Abdelmelic tuvo aquel cargo. La alegría deste buen su❤ ceso no fué pura, antes se aguó y destempló con la carestía de mantenimientos que causó la falta de las lluvias. Gudesteo, obispo de Oviedo, estaba preso por mandado del Rey, iba en tres años. Acostumbraba este Príncipe á dar oidos á los chismes de hombres malos. Esto se persuadia el pueblo era la causa del daño, y los hombres santos decian ser la hambre castigo del cielo por el agravio que se hacia al Obispo inocente, y anunciaban que si no habia emienda se seguiria alguna grave peste. Temíase algun alboroto, porque la

« AnteriorContinuar »