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ticular se les señaló la quinta parte de los despojos que se ganasen en la guerra, todo á propósito que tuviesen con que sustentar los gastos y por aquella parte fuesen fronteros de los moros. Guillen, prelado de Aux en la Guiena, y los demás obispos de Aragon con sus sermones encendian los corazones de la gente á tomar la cruz y ayudar con sus personas y haciendas los intentos de aquellos caballeros. Esta fué la primera entrada que los templarios tuvieron en España, este el principio de las grandes rentas que adelante poseyeron, y aun, como se tuvo por cierto, últimamente fueron causa de su total ruina.

poderse defender, despues de ocho meses de cerco
á 18 de diciembre rindieron sobre pleitesía la ciudad. Fué
aquel dia muy alegre para los cristianos, no solo por el
provecho presente, puesto que era muy grande, sino
mucho mas por la esperanza que cobraron de desarrai-
gar el señorío de los moros de todo puuto, quitádoles
aquel fortísimo baluarte. Estaban los nuestros tan cier-
tos que tomarian la ciudad, que tenian antes de toma-
lla consagrado en obispo della á Pedro Librana, que
consagró la iglesia y se encargó del gobierno espiritual.
A los condes Gaston, de Bearne, y Rotron, de Alperche,
en premio de su trabajo dió el Rey por juro de heredad
sendos barrios en aquella ciudad. Tales eran las cos-
tumbres de aquel tiempo ; no tenian por inconveniente
poner muchos señores en un pueblo y en una ciudad.
A la ribera de Ebro, nueve leguas de Zaragoza, estuvo
llamada
antiguamente una noble colonia de romanos,
Julia Celsa, ahora es un lugar desierto, y á una legua
tiene un pueblo, que el dia de hoy llaman Jelsa, que es
el solo rastro que queda de aquella antigüedad. A esta
comarca pasó el Rey con sus gentes luego que la sazon
del tiempo dió para ello lugar. Por allí hicieron correrías
en los campos de los moros al derredor. Dende pasaron
á la Celtiberia, provincia por la aspereza de los lugares
y esfuerzo de los naturales de todo tiempo muy pode-á
rosa y fuerte, cuyos linderos antiguamente, unas veces
se ensanchaban y otras se estrechaban, como sucedian
las cosas. Pero propiamente los celtiberos corrian de
oeste al este desde las fuentes del rio Jalon, que tie-
nen su nacimiento en Medinaceli, que algunos tienen,
aunque con engaño, fué la antigua Ecelesta, hasta Ner-
tobriga, que hoy es Ricla. Por la banda de setentrion
tenian por aledaño á Moncayo, y á la parte de medio-
día las fuentes de Tajo cerca de Albarracin, ciudad que
en otro tiempo se llamó Lobeto; en aquella comarca la
guerra sucedió á los nuestros como suele á los vence-
dores, todo se les rendia y allanaba. Ganaron desta vez
á Tarazona, á Alavona y á Epila, que se tiene llama-
ron antiguamente Segoncia. Asimismo Calatayud vino
á poder de los cristianos, poblacion que fué de moros
y de su capitan Ayub, que la fundó no léjos de la anti-
gua famosa Bilbilis, de que queda rastro en un monte
que cerca de aquella ciudad se empina y hasta el dia de
hoy se llama Bombola. Ariza tambien y Daroca corrie-
ron la misma fortuna; adelante de la cual villa el Rey
hizo edificar un pueblo, que llamó Monreal, en un sitio
muy á propósito para enfrenar las correrías y los inten-
tos de los moros de Valencia. Los monjes cartujos y los
del Cistel, nuevamente fundados, tenian gran fama y
crédito por todas las partes de la cristiandad. Demás
destas órdenes, en Jerusalem los caballeros templarios
y los hospitalarios, conforme á su santo y religioso ins-
tituto, inventado por el mismo tiempo, se empleaban
con todas sus fuerzas en adelantar por aquellas partes
el partido de los cristianos. Los templarios en vesti-
dura blanca traian cruz roja á la manera de la de Ca-
ravaca con dos traviesas. Los hospitalarios, que tam-
bien se llamaban de San Juan, en capa negra cruz blan-
ca. San Bernardo, principal fundador de la órden del
Cistel, que vivia por estos tiempos, y aun se sabe vi-
no á España, persuadió al Rey entregase aquel pue-
blo á los templarios. Hízose así, edificáronles allí un
convento, diéroules asimismo otras reutas, en par-

CAPITULO XI.

Del scisma de Burdino, natural de Limoges. Gobernaba por este tiempo la Iglesia de Roma Gelasio, segundo deste nombre, al cual poco antes pusieron en la silla de san Pedro por la muerte del pontífice Pascual. Fué persona de gran corazon, pues no dudó proseguir las enemistades de sus antecesores contra el emperador Enrique, cuarto deste nombre, en defensa de la libertad de la Iglesia y de la majestad pontificia, en que pasó tan adelante, que, como el Emperador viniese Roma y él no se hallase con fuerzas para reprimir sus intentos, en una barca por el Tibre se fué primero á Gaeta, de donde era natural, y de allí pasó en Francia con intento de celebrar un concilio de obispos que tenia convocado para la ciudad de Rems. La muerte atajó sus intentos, que le tomó en el camino en el monasterio de Cluni. Tuvo el pontificado pocos dias mas de un año. En este tiempo dejó concedida una indulgencia á los soldados que estaban sobre Zaragoza y á todos los demás que acudiesen con alguna ayuda para edificar el templo de aquella ciudad. La bula, por ser muy señalada y porque por ella se entiende cómo se concedian las indulgencias antiguamente, pondré aquí vuelta en romance: «Gelasio, obispo, siervo de los siervos » de Dios, al ejército de los cristianos que tiene cerca>> da la ciudad de Zaragoza y á todos los que tienen la » fe cristiana, salud y apostólica bendicion. Hemos vis>> to las letras de vuestra devocion, y de buena gana di» mos favor á la peticion que enviastes á la Sede Apos» tólica por el electo de Zaragoza. Tornando pues á en>> viar al dicho electo, consagrado por la gracia de Dios >> por nuestras manos como si por las del apóstol san >> Pedro lo fuera, os damos la bendicion de la visitacion » apostólica, implorando la justa misericordia del om»> nipotente Dios para que por los ruegos y mereci» mientos de los santos os haga obrar su obra á honra » suya y dilatacion de su Iglesia. Y porque habeis de>> terminado de poner á vos y á vuestras cosas á extre>> mos peligros; si alguno de vos, recebida la penitencia >> de sus pecados muriere en esta jornada, nos, por los >> merecimientos de todos y ruegos de la Iglesia católi>>ca, le absolvemos de las ataduras de sus pecados. De>> más desto, los que por el mismo servicio de Dios ó tra» bajaren ó han trabajado, y los que douan alguna cosa »ó hobieren donado á la iglesia de la dicha ciudad, des>>truida por los sarracenos y moabitas, para ayuda á su »reparo, y á los clérigos que allí sirven á Dios para su >> sustento, conforme á la cantidad de sus trabajos ó >> buenas obras que hicieren á la Iglesia, y á juicio de

»los obispos en cuyas parroquias viven, alcancen remi>>sion de sus penitencias y indulgencia. Dado en Aleste » á 4 de los idus de diciembre. Yo Bernardo, arzo>> bispo de la silla toledana, hago y confirmo esta ab» solucion. Yo, el obispo de Huesca, hago y confirmo es>> ta absolucion. Yo Sancho, obispo de Calahorra, hago >>y confirmo esta absolucion. Yo Guido, obispo las» currense, hago y confirmo esta absolucion. Yo Boso, >>cardenal de la santa Iglesia romana, hago y confir>>mo esta absolucion. » En lugar del papa Gelasio, por voto de los cardenales que á su muerte se hallaron, el año de 1119 á 1.° de hebrero fue elegido Guido, de nacion borgoñon, hermano de don Ramon, y tio de don Alonso, rey de Castilla. Era á la sazon arzobispo de Viena de Francia; llamóse en el pontificado Calixto II, dado que no aceptó la eleccion hecha por los cardenales en su persona hasta tanto que el clero de Roma viniese en lo mismo; y así, no se coronó hasta los 15 de otubre. En el Concilio remense, en que se halló presente, promulgó sentencia de descomunion contra el Emperador; estableció otrosí nuevas leyes contra el pecado de la simonía, que era muy ordinario, tanto, que ni bautizaban los niños ni enterraban los muertos sino por dineros. Procuró que los presbíteros, diáconos y subdiáconos se apartasen de las concubinas, las cuales en tiempos tan revueltos ellos tenian con el repuesto y libertad como si fueran sus mujeres; en España en particular todavía se continuaba la mala costumbre que introdujo el perverso rey Witiza, en especial en Galicia, sin poderla extirpar del todo, bien que se ponia en ello diligencia, de que da muestra un breve que pocos años antes deste tiempo envió el papa Pascual á don Diego Gelmirez, obispo de Santiago, cuyo tenor es el que se sigue: « Pascual, obispo, siervo de los siervos de Dios, » al venerable Diego, obispo de Compostella, salud y >> apostólica bendicion. La iglesia que por voluntad de >> Dios has recebido para gobernar, mucho ha que, aun » pareciendo que tenia pastor, carece del consuelo de >> pastor. Por ende con mayor cuidado debes procurar >> que todas las cosas en ella se dispongan legalmente >> conforme á la regla de la Sede Apostólica. Pon en tu » iglesia tales cardenales, presbíteros ó diáconos, que >> puedan dignamente sustentar las cargas cometidas á » ellos del gobierno eclesiástico. Allende desto, lo que » toca á los presbíteros, se encomiende á los presbíte»ros, lo que es de los diáconos á los diáconos se encar» gue, para que ninguno se entremeta en oficio ajeno. » Si algunos ciertamente antes que fuese recebida la ley >> romana, segun la comun costumbre de la tierra, con>>> trajeron matrimonios, los hijos nacidos dellos no los >> excluimos ni de la dignidad seglar ni de la eclesiástica. » Aquello de todo punto es indecente que en vuestra >> provincia, segun somos informados, moran junta>> mente los monjes y las monjas. Lo cual debe pro>> curar estorbar tu experiencia, para que los que al >> presente están juntos, sean apartados en moradas » muy diversas conforme al juicio de personas religio»sas; y para adelante no se use de semejante libertad. >> Dado en el Laterano, año de la encarnacion del Se»ñor 1103, de nuestro pontificado el cuarto. » La ley romana de que se hace mencion en este breve, segun yo entiendo, era la ley de la continencia impuesta á los del clero. La causa de descomulgar al Emperador en el

Concilio remense fué que luego que el papa Gelasio se salió de Roma, como queda dicho, el Emperador procuró y hizo que en su lugar fuese nombrado por romano pontífice el obispo de Braga, llamado Burdino, con nombre de Gregorio VIII. Principio y ocasion con que, por la discordia de dos que se llamaban pontífices, se alteró la paz de la Iglesia en muy mala sazon. Cada cual de los dos pretendia ser el verdadero papa, y ponia dolo en la eleccion de su contrario, como es ordinario en semejantes casos. Era Burdino natural de Limoges, en Francia; vino á España en compañía de Bernardo, arzobispo de Toledo, como queda dicho de suso. Despues con ayuda del mismo alcanzó el obispado de Coimbra. En él trocó el nombre de Burdino y se llamó Mauricio; pero no se despojó de sus malas mañas y dañadas costumbres. De Coimbra con la misma ayuda de Bernardo fué promovido al arzobispado de Braga. A todos estos beneficios no correspondió con el agradecimiento debido; antes con dineros que de todas partes juntó, en que llevaba mas confianza que en la justicia de lo que pretendia, se partió para Roma con intento de alcanzar del pontífice Pascual absolviese á Bernardo y le quitase la dignidad que tenia, con color que por su vejez no era bastante para el gobierno de aquella iglesia, y esto hecho, le pusiese á él en su lugar y le hiciese arzobispo de Toledo. Acometió el negocio por todos los medios que supo; pero, perdida la esperanza que el Pontífice vendria en cosa tan fuera de razon, como cra sagaz y doblado, acordó tomar otro camino para su acrecentamiento. Supo la discordia y diferencias que tenian el Emperador y el Papa; fuese para el Emperador, y con sus mañas le ganó la voluntad de tal suerte, que con su ayuda se apoderó de la Iglesia de Roma y se hizo falso pontífice. Hay un breve del papa Gelasio para Bernardo, arzobispo de Toledo, en que le avisa que Burdino por sus excesos fué anatematizado por el pontífice Pascual, y le ordena que en su lugar haga poner otro prelado en la iglesia de Braga. Grandes fueron las alteraciones que por causa deste scisma de Burdino se siguieron. Remediólo Dios; que el verdadero Papa usó de diligencia, y el falso pontífice, tres años despues que usurpó aquel apellido, fué en Sutrio preso, y en Roma traido como en triunfo en un camello por las caHes y por las plazas; últimamente, le desterraron á lo postrero de Italia, y en el destierro murió en el monasterio de la Cava, llamado de la Trinidad, en que por sentencia y en pago de sus deméritos le tenian recluso. Este fué el premio de la ambicion de aquel hombre sin mesura; este el fin de grandes movimientos, sospechas y miedos, que tenian suspenso y con cuidado á todo el mundo.

CAPITULO XII.

De las paces que se asentaron entre Aragon y Castilla.

La eleccion del papa Calixto dió mucho contento á su sobrino el rey de Castilla, y para toda España fué muy saludable, ca todos entendian favoreceria sus cosas con muchas veras, mayormente las de Castilla, por el deudo que en ella tenia; donde á la sazon las principales ciudades y castillos mas fuertes se tenian por Aragon con guarniciones que en ellas ponian, sin otro mejor derecho que el que los reyes suelen poner en las armas y en la fuerza. Los castellanos comunmente, unos por la

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larga costumbre de servir y obedecer, otros por diversos respetos y obligaciones que tenian á los aragoneses, poco caso hacian del menoscabo y afrenta de todo el reino, y muy poco les movia el deseo de la libertad. Era el rey de Castilla, aunque de pocos años, igual en grandeza de ánimo á cualquiera de sus antepasados; no podia sufrir los agravios que su padrastro le hacia y la mengua de su reino. Enviáronse de una parte á otra embajadas sobre el caso. El de Aragon ni claramente rebusaba de hacer lo que se le pedia, ni venia Juego en ello. Solo de dia en dia, con varias excusas que alegaba, dilataba la ejecucion y entretenia á su antenado. Llegóse á los postreros plazos y términos, que fué enviar reyes de armas para pedir los castillos y plazas; y caso que no se hiciese así, denunciar y romper la guerra á los contrarios. El de Aragon, por la continua prosperidad que en sus cosas tenia y por la pequeña edad de su antenado, hacia poco caso destas amenazas, y parecia estar olvidado de la poca firmeza que tienen las cosas de la tierra. Vinieron á las armas, juntaron grandes huestes por la una y por la otra parte. El rey de Aragon, como se hallaba mas apercebido de todas las cosas necesarias, fué el primero que salió en campo, rompió por la parte de Navarra y entró por los campos de la Rioja. Dicen que el que acomete vence. Parecíale otrosi mas á propósito para ganar reputacion y salir con la victoria ofender que defenderse, y forzar á los enemigos en sus mismas tierras á poner á riesgo sus haciendas, sus casas, hijos y mujeres y todas las demás cosas que suelen estimar los hombres mas que la misma vida. Grandes males y estragos amenazaban á España por cualquiera de las partes que la victoria quedase. Acudieron personas de buena vida y prelados del uno y del otro reino, pusiéronse de por medio á mover tratos de paz, bien que poca esperanza tenian de salir con ello por las muchas veces que en balde se intentara. Mas como quier que los corazones de los príncipes están en las manos de Dios, todo sucedió mejor que pensaban, porque el rey de Aragon dió oidos á estas pláticas y se dejó persuadir de las razones que le pusieron delante. Estas eran que el de Castilla pedia justicia en sus pretensiones; ofrecian tendria al Aragonés en lugar de padre sin le enojar en cosa alguna. Por el contrario, los aragoneses no harian bien ni razon si mas tiempo detuviesen los castillos y ciudades de Castilla, pues la excusa que alegaban de la pequeña edad del Rey y el derecho que pretendian por el casamiento de dona Urraca, su madre, de todo punto cesaban; pues por una parte aquel matrimonio era ninguno, y como tal estaba apartado, y por otra don Alonso era ya rey y señor de todo con beneplácito de su madre y voluntad de todo el reino. Que por sola fuerza sin razon ni derecho tener oprimido el reino ajeno, sus amigos y deudos, era cosa de mala sonada, y que no se podria tolerar. Finalmente, le advirtieron que los sucesos de la guerra suelen ser desgraciados, por lo menos muy dudoso su remate, mayorinente que está á cuenta de Dios el amparar la inocencia y la justicia contra los que á tuerto la atropellan. Vinieron pues á concierto; las condiciones fueron que por los aragoneses quedase todo lo que hay desde Villorado á Calahorra, á que pretendian tener derecho por razones y escrituras que declaraban pertenecia aquella comarca á los reyes de

Navarra. Demás desto, que en Vizcaya quedase por los mismos lo que se llama Guipúzcoa y Alava, provincias que pocos años antes el rey don Alonso el Sexto quitara por fuerza á los navarros. Cuanto á las demás ciudades y fuerzas de Castilla, acordaron se quitasen las guarniciones que tenian de aragoneses, y nombradamente de Toledo. Bien entiendo que en todo esto se tuvo respeto á dar contento al pontífice Calixto; y todavía no sabría determinar á cuál destos dos príncipes se deba mayor loa y prez en este caso. Parece que cada cual de los dos se señaló y se la ganó al otro en modestia y en blandura. El Aragonés se mostró muy liberal por dejar lo que tenia, sin embargo de razones aparentes que para continuar no faltaban, como es ordinario. El de Castilla se señaló en paciencia y en prudencia mas que llevaba su edad, pues con parte de su reino quiso comprar la paz tan deseada de todos. Concertadas estas diferencias, que avino el año de Cristo 1122, si bien algunos añaden á este cuento mas años, en adelante estos dos reyes, como si fueran dos hermanos ó padre y hijo, se mantuvieron en grande concordia y se gobernaron con gran prudencia; defendieron sus reinos de las tormentas y guerras que amenazaban de diversas partes. Lo primero sin dilacion revolvieron contra los moros. El de Aragon rompió por aquella parte que bañan y abrazan los rios Cinga y Segre, donde el pueblo de Alcolea, que era vuelto á poder de moros, se recobró. Pasaron al reino de Valencia, y de la otra parte del rio Júcar entraron asimismo por la comarca de Murcia. Revolvieron sobre la ciudad de Alcaraz, pero aunque la combatieron, no pudieron salir con ella por la fortaleza de su sitio. De allí pasaron á lo mas adentro de Andalucía, en que los pueblos y ciudades á porfia se les rendian, y se ofrecian á pagar cierto tributo cada un año porque no les talasen los campos ni les robasen ni quemasen la tierra. Vinieron á batalla con el rey de Córdoba y otros diez señores moros, que se dió junto á un pueblo llamado Arenzol el año 1123. La victoria y el campo quedó por los nuestros. Por otra parte, el año luego siguiente ganaron por fuerza de los moros á Medinaceli, villa puesta en un collado empinado en aquella parte por do partian términos la Celtiberia y la Carpetania. Desta manera procedian las cosas de Aragon. El rey de Castilla, con el mismo deseo de hacer mal á los moros y huir la ociosidad, con que las fuerzas se enflaquecen y marchitan, acometió las tierras de Extremadura. Allí recobró la ciudad de Coria, que despues de la muerte del rey don Alonso, su abuelo, volviera á poder de moros. Dió el Rey órden y asiento en las cosas de aquella ciudad. Don Bernardo, por la autoridad que tenia de primado y legado apostó➡ lico, concertó lo que tocaba á la religion y culto divino. Dende corrieron todas las tierras que se extienden largamente entre los dos rios Guadiana y Tajo, y son parte de la antigua Lusitania. Las talas de los campos y las presas de hombres y ganados fueron muy grandes, con que el ejército, alegre por el buen suceso, rico y cargado de despojos, dió la vuelta y se fueron los soldados á descansar á sus casas. Con estos principios ganó el Rey reputacion, y dió bastante prueba de aquellas virtudes, fe, liberalidad, constancia, culto muy puro de la religion, en que apenas tuvo par. Era muy devoto de Bernardo, abad á la sazon de Claravalle, al cual la co

nocida bondad de su vida y los grandes trabajos que sufrió por la religion puso adelante en el número de los santos. Era de nacion borgoñon, como el Rey lo era de parte de su padre, y así por su consejo hizo edificar muchos monasterios de cistercienses, que son casi los mismos que en este tiempo en toda aquella parte de España se ven fundados con magnificos edificios y heredados de gruesas rentas y posesiones. Contentábanse con poco al principio aquellos religiosos por el menosprecio que profesaban de las cosas humanas; despues en poco tiempo, por la ayuda que muchos á porfía les dieron, persuadidos que con esto servian mucho á Dios, juntaron grandes riquezas. Que san Bernardo viniesé á España á lo postrero de su vida se entiende por una carta suya á Pedro, abad de Cluni. Aumentó otrosí el Rey con gran liberalidad los demás templos y monasterios que por todo su señorío estaban fundados, como lo muestran escrituras antiguas y privilegios, que por toda España fielmente se guardan en los archivos antiguos de Santo Domingo de la Calzada, de San Millan de la Cogulla, de San Miguel del Pedroso, de Santo Domingo de Silos; templos en aquella sazon muy célebres por su devocion y por el concurso de la gente que á ellos acudia. Alcanzó del Pontífice, su tio, que la ciudad de Zamora y su iglesia fuese catedral. Bernardo, arcediano de Toledo, de nacion francés, como arriba queda declarado, fué puesto por prelado el primero en aquella ciudad. Sucedióle Estéban, en cuyo tiempo por dicho de un pastor que tuvo dello revelacion, se descubrió y conoció el lugar en que el cuerpo de san Illefonso, arzobispo de Toledo, yacia del todo olvidado por la perturbacion de los tiempos. Verdad es que sus palabras por entonces fueron menospreciadas por ser él persona tan baja; mas en tiempo del rey don Alonso VIII se averiguó la verdad de aquella revelacion, y que el pastor no andaba deslumbrado, cuando en tiempo de don Severo, obispo de aquella ciudad, la iglesia de San Pedro, que se caia y estaba maltratada, se comenzó á reedificar; en cuyos cimientos al abrirlos ballaron un sepulcro de mármol con el nombre de san Illefonso, de que salió un olor de maravillosa fragrancia. Averiguado todo el negocio, los sagrados huesos fueron puestos en una caja junto al mismo altar de San Pedro. La iglesia otrosí de Santiago á la misma sazon por concesion del mismo Pontífice y á instancia del Rey fué hecha arzobispal; y para este efecto y para que tuviese mayor autoridad trasladaron á ella los derechos y privilegios de la iglesia de Mérida, que estaba todavía en poder de moros, como consta todo esto por un privilegio que el Rey otorgó en esta razon. Señalaron doce obispos que fuesen sufragáneos del nuevo arzobispo; los de Salamanca, Avila, Zamora, Ciudad Rodrigo, Coria, Badajoz, Lugo, Astorga, Orense, Mondoñedo, Tuy; el tiempo adelante añadieron el de Plasencia. El arcediano de Ronda dice que los obispados de Zamora, Avila y Salamanca en tiempo del arzobispo don Bernardo eran sufragáneos de Toledo, y que al presente los pasaron á Santiago; no sé cuánta verdad tenga esto. El nuevo arzobispo don Diego Gelmirez fué nombrado por legado apostólico en las provincias de Braga y de Mérida; de que hay breve deste Papa en el libro 2 de la Historia compostellana, su data á 28 de febrero, aùo 1120, indiccion trece,año segundo de su pontificado,

cosa que sintió mucho el arzobispo de Toledo don Bernardo. Hízole contradiccion, pero salió con el pleito su contrario, y por el poder que tenia, celebró un concilio en la ciudad de Santiago; acudieron á su llamado los obispos y abades de las dos provincias emeritense y bracarense. Por esta manera y con estos principios se echaban los cimientos de la grandeza que hoy tiene la iglesia de Santiago; en todo esto se tuvo respeto á la grandeza de aquel santuario, y á que don Ramon de Borgoña, padre del Rey y hermano del Pontífice, estaba allí sepultado. Sucedió esto por los años del Señor de 1124. En el mismo año por el mes de diciembre pasó desta vida el mismo papa Calixto. Sucedióle en el pontificado Honorio, segundo deste nombre. El año siguiente hobo guerras civiles en Francia por causa que Alonso, conde de Tolosa, primo hermano que era del rey de Castilla, y su mujer, la condesa Faidida, pretendian tener derecho al condado de la Proenza y apoderarse dél por las armas. El conde de Barcelona defendia con todas sus fuerzas aquel estado, como dote que era de doña Dulce, su mujer. Resultó que despues de grandes diferencias y debates se vino á concierto; acordaron que Argencia y Belicadro, pueblos sobre que la duda era mayor á cuál de las partes pertenecian, y aquella parte de la Proenza que está entre los rios Druencia y Isara, quedasen por el conde de Tolosa; los demás pueblos y ciudades y la mayor parte de Aviñon, ciudad puesta á la otra parte del rio Ródano, populosa y rica, se adjudicaron á los condes de Barcelona. Concertaron otrosí que, así elios como sus decendientes, á trueco se probijasen unos á otros para efecto de sucederse, caso que alguna de las partes muriese sin dejar hijos.

CAPITULO XIII.

De los principios del reino de Portugal.

En la parte de España que hoy se llama Portugal, y casi es la misma que la antigua Lusitania, un nuevo reino se fundaba por estos tiempos en su distrito no muy ancho, en el tiempo el postrero entre los reinos de España, en hazañas y valor muy noble y muy dichoso; pues no solo antiguamente pudo echar de toda aquella tierra los moros enemigos de cristianos, sino los años adelante en tiempo de nuestros abuelos y de nuestros padres mostraron tanto valor los portugueses, que con increible esfuerzo y buena dicha abrieron camino para pasar á todas las partes del mundo, y sujetar en la Africa y en la Asia muchos reyes y provincias, y hacellas tributarias á su imperio. La luz de la verdadera religion y del Evangelio la llevaron y la mostraron entre naciones y gentes muy apartadas y bárbaras; gran gloria de su nacion y acrecentamiento de la religion cristiana: Tiéndese la provincia de Portugal largamente por las riberas del mar Océano occidental en lo postrero de España; tiene por sus aledaños á mediodía y á setentrion los rios Guadiana y Miño; es larga mas de cien leguas, la anchura es mucho menor; por la parte que se tiende mas pasa de treinta y cinco leguas, por la que mas se estrecha tiene mas de veinte. Dividese en tres partes, los de aquende y allende Tajo, y la comarca que está entre Duero y Miño, que es la mas fértil y alegre, do está situada ia antigua ciudad de Braga; de

su

la una parte de Tajo está Lisbona, de la otra Ebora, todas tres ciudades arzobispales. El terreno por la mayor parte es estéril y delgado, tanto, que de ordinario se sustentan de acarreo ó por la mar. La gente es muy deseosa de honra y muy valiente entre todas las de España, señalada en la templanza del comer y del vestido, dada á la piedad y á los estudios de sabiduría, de toda humanidad y policía. Una parte pequeña desta provincia, que los reyes de Castilla tenian ganada de moros, se dió á don Enrique de Lorena, como queda dicho de suso, con nombre de conde y en dote con doña Teresa, su mujer, que fué hija, bien que fuera de matrimonio, del rey don Alonso el Sexto. Sus hijos, don Alonso, doña Elvira y doña Sancha; don Enrique, padre, teniendo ya estos hijos despues de la muerte de Jofre, rey de Jerusalem, encendido en deseo de ayudar á Balduino, hermano del difunto, que era de su nacion y aun su deudo, como algunos piensan, pasó por mar á la Tierra-Santa, consejo y acuerdo, si se iniran las razones humanas, ni prudente ni recatado, por dejar á su mujer y hijos en peligro y tener tanto que hacer en su tierra contra los moros. Su ida no fué de algun efecto notable en levante; así, dió la vuelta á España. Vuelto, trató con el arzobispo de Toledo don Bernardo, á cuyo cargo por ser primado estaba el estado de las cosas eclesiásticas, que las ciudades de Braga, Coimbra, Viseo, Lamego y Porto, que caian todas en su distrito, volviesen á su antigua dignidad y pusiesen en ellas obispos. La reparacion de Braga y qué ciudades tenia sujetas mejor se entenderá por una bula de Calixto II, cuyo fragmento me pareció engerir en este lugar, que dice asi: «Que la iglesia de Braga haya antiguamente sido »>insigne en los reinos de España por muchos títulos de »dignidad y gloria esclarecida, así los indicios de su >>antigua nobleza como los testimonios de antiguas es>>crituras lo comprueban. Pero porque quiso Dios cas>>tigar los pecados del pueblo que en ella vivia con la »entrada de los moros ó moabitas, así la dignidad ar>>zobispal fué diminuida, como confundidos los térmi»nos de sus parroquias. Mas despues de largos espacios »de tiempos, la divina misericordia de nuevo se ha dig»nado restituir la metrópoli y librar en gran parte las » parroquias de la tiranía de los infieles. Por donde >>nuestro predecesor, de santa memoria, el papa Pas>>cual, la restituyó enteramente en su antigua dignidad, »y la tornó á juntar todos sus miembros por el privile»gio de la Sede Apostólica. Nosotros pues, siguiendo >>sus pisadas, hermano carísimo y coepiscopo nuestro »de la iglesia de Braga, Pelagio, do por voluntad de »Dios presides, por la escritura deste presente privile»gio confirmamos la misma ciudad de Braga toda con »el coto ó término entero que á la misma iglesia dieron >>el conde don Enrique y doña Teresa, su mujer, como >>se contiene en la descripcion del sobredicho señor. Y »á la misma metrópoli de Braga restituimos la provin»cia de Galicia, y en ella las ciudades catedrales; item >>Astorga, Lugo, Tuy, Mondoñedo, Orense, Portu, >>Columbria y los pueblos que hoy tienen nombre de Dobispales, que son: Viseo, Lamego, Egitania, Britonia, >>con todas sus parroquias.» Hasta aquí son palabras de Calixto. Catorce años antes deste tiempo en que vamos pasó desta vida don Enrique en Astorga, ciudad de Galicia, donde era ido para sosegar las guerras civiles de

Castilla y Aragon. Su cuerpo sepultaron en Braga en una capilla humilde; que la grandeza ó locura de los sepulcros que hoy se usan y de los gastos intolerables que en esto se hacen no se habia introducido en aquella edad. La condesa doña Teresa, su mujer, despues de muerto su marido, no tuvo mucha mas cuenta con la honestidad que su hermana doña Urraca, porque casó con el conde de Trastamara Fernan Paez, casamiento por lo menos humilde, si ya no fué del todo ilícito por ser clandestino. Dicen oìrosí que tuvo conversacion con un hermano del mismo, llamado Bermudo, y que, sin embargo, le dió por mujer á doña Elvira, su hija; y la otra hija, llamada doña Sancha, casó con Fernando de Meneses. Pudo ser que por odio se impusiesen falsamente algunas cosas de las sobredichas contra la honestidad desta Señora. La verdad es que Fernan Paez alcanzó mucha cabida con la Condesa, y gobernaba lo mas alto y lo mas bajo, y lo trastrocaba todo á su voluntad. El hacia la guerra, él gobernaba en tiempo de paz sin hacer caso de su antenado. Sufrió él con paciencia este desaguisado y la mengua de su casa por la poca edad que tenia; pero adelante, como quier que por el odio y torpeza de su madre se le arrimase mucha gente, determinó de tomar las armas. No se descuidó su padrastro, hicieron levas de gente, diéronse vista y juntáronse los campos. Dióse la batalla en la vega de Santibañez, cerca de Guimaranes, que se entiende fué la antigua Araduca, asentada do se juntan los rios Avo y Viscella. Quedó la victoria por don Alon. so, y con ella hobo en su poder á Fernan Paez y á doña Teresa, su madre. Al padrastro soltó sobre pleitesia que saldria de todo Portugal, á su madre puso en una estrecha prision. Ella, embravecida por aquel desacato, envió á convidar y rogar al rey de Castilla, su sobrino, la ayudase contra los intentos crueles de su hijo. Prometióle de darle el condado de Portugal, que era muy justo quitar á su hijo por su inobediencia. Condescendió el de Castilla á los ruegos de su tia, sea por compasion y lástima que la tenia, ó con deseo de ensanchar su señorío. Juntó un buen ejército, con que se metió por las tierras de Portugal; acudió su primo, dióse la batalla, que fué muy herida, en la vega de Valdeves, puesta entre Monzon y la puente de Limia. Fueron los castellanos vencidos y forzados á retirarse á Leon. El orgullo que por causa desta victoria cobraron los portugueses fué tan grande, que sin mirar lo de adelante y sin tener cuenta con sus pocas fuerzas, se tenian y publicaban por libres y exemptos del señorío de Castilla. El rey don Alonso, con deseo de satisfacerse y reprimir la lozanía de los contrarios, juntado que hobo mas fuerzas, revolvió sobre Portugal con mayor furia que antes. Los portugueses, por no tener fuerzas bastantes, se encerraron dentro de Guimaranes para con la fortaleza de aquella plaza defenderse del enemigo poderoso y bravo. Pusiéronse los castellanos sobre ella, determinados de no partirse de allí antes de tomalla y vengar la afrenta pasada. Estaba dentro con el Infante, que otros llaman duque de Portugal, Egas Nuñez, su ayo, persona de mucha prudencia, y que con su buena crianza cultivó maravillosamente el buen natural de aquel Príncipe, y fué causa que sus buenas inclinaciones se mejorasen y diesen el fruto de virtudes aventajadas. Este caballero, habida licencia, salió á

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