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por ningunas y de ningun valor, mayormente aquellas que se impetraron despues que aquel Rey tomó por yerno al conde de Barcelona. En lo tocante á Navarra se determinó que los linderos de los dos reinos fuesen los que se señalaron en Pamplona y en Vadoluengo en la confederacion que allí se hizo. Don Ramon, luego que se encargó del gobierno de aquel reino y dió asiento en las cosas dél, se fué á ver con el emperador don Alonso; con él en Carrion, pueblo de Castilla la Vieja, trató de reformar las condiciones de la paz que poco antes entre Castilla y Aragon se asentaron. Hizo grande efecto su venida; otorgáronle que todas las tierras de Aragon que están desta parte del rio Ebro quedasen por aquellos reyes como antes las tenian, mas que por ellas fuesen feudatarios de Castilla. Con esto, por el mes próximo de octubre, don Ramon hizo su entrada en Zaragoza; fueron grandes los regocijos y el aplauso del pueblo, que le llamaba padre de la patria, autor de la paz y felicidad del reino. Dió asiento en las cosas de aquella ciudad y de todo lo demás, con que fundó el sosiego tan deseado de todos. En acabar todas estas cosas se señaló mucho Guillen Ramon, senescal de Cataluña, que era lo que ahora llamamos mayordomo mayor; y como tal tenia gran cabida y privanza con el rey don Ramiro. Por sus servicios el conde de Barcelona le hizo merced en Cataluña de la villa de Moucada, principio de donde como de tronco salió y se fundó en aquella provincia la muy noble casa y linaje de los Moncadas.

tar las diferencias entre Castilla y Aragon, como persona que tenia grandes alianzas con el un príncipe y con el otro, demás que le dieron intencion, por medio de don Cajal, hombre principal, de casarle con la infanta doña Petronila y hacerle rey de Aragon. A la ribera de Ebro, tres leguas arriba de Zaragoza, está Alagon; este pueblo señalaron para que los dos reyes se viesen. Acudieron el dia señalado, que fué á 21 del mes de agosto. Acordóse que la ciudad de Zaragoza fuese restituida al señorío de Aragon; quedaron por Castilla Calatayud y Alagon, con los demás pueblos que están desta parte de Ebro. Para mayor seguridad deste concierto el rey don Ramiro dió su hija en rehenes, dado que no se pudo alcanzar casase con don Sancho, hijo mayor del Emperador, por estar prometida al conde de Barcelona, que les venia mas á cuenta, por ser gran señor y caerles lo de Cataluña muy cerca. Además, que se entendia alcanzaria del Emperador todo lo que quisiese por el estrecho deudo y amistad que con él tenia. En todo esto, no solo no se hizo caso de la confederacion que por entrambas partes tenian puesta con el rey de Navarra ; antes uno de los principales capítulos desta nueva avenencia fué que juntarian las armas de Castilla y Aragon para hacer la guerra al Navarro; mas él, avisado de lo que pasaba, se apercebia de todo lo necesario: príncipe de gran corazon y brio, pues contra las armas de los dos reyes tan poderosos, se atrevió, no solo á mantenerse en su reino, sino á procurar de ensanchallo. Casó con doña Mergelina ó Margarita, hija de Rotron, conde de Alperche, y con ella hobo en dote la ciudad de Tudela. Los privilegios y escrituras de aquel tiempo rezan que reinaba en Pamplona, en Najara, en Alava, en Vizcaya y Guipúzcoa. Ayudáronle mucho los franceses con sus fuerzas, porque Luis, rey de Francia, tuvo por cosa honrosa tomar debajo su amparo y favorecer este nuevo y flaco Rey, ayuda con que el Navarro prevaleció, si bien, segun lo tenian concertado, sin dilacion de todas partes sus contrarios acudieron á las armas. Los campos de Castilla y de Navarra se asentaron cerca de los pueblos Gallur y Cortes; no se vino á batalla por rehusar los unos y los otros de ponerse á semejante peligro. Esto es mas verisímil que lo que se publicó por la fama, es á saber, que por reverencia de la Pascua de Resurreccion, que cayó en aquellos dias, dejaron de pelear. Concertóse el casamiento entre don Ramon, conde de Barcelona, y la infanta dona Petronila, á 11 del mes de agosto del mismo año, que se contaba de 1137. Hecho esto, el rey don Ramiro, renunciado el cuidado y gobierno del reino, se recogió en la iglesia de San Pedro de Huesca, deseoso de vida mas susegada. Reservóse solamente el nombre de rey y el poder usar de su autoridad cada y cuando que quisiese. A los alcaides de los castillos y pueblos de todo el reino envió órden para que hiciesen de nuevo homenaje al conde de Barcelona. Y porque en aquellas revueltas y alborotos, como es ordinario, los señores vendieran el servicio que hacian al viejo Rey lo mas caro que podian, por pueblos y castillos que les dió en tan gran número, que divididas las fuerzas del reino y menoscabadas, parecia que al Rey no le quedaba mas que la vana sombra de aquel nombre; se hizo una ley, en que todas aquellas donaciones, como ganadas fuera de tiempo, se revocaron y dieron

CAPITULO XVII.

Que don Alonso, príncipe de Portugal, se llamó rey.

De la alteracion ajena tomaron los portugueses ocasion de aumentar su señorío y ganar mayor renombre. Don Alonso, quién dice infante ó príncipe, quién duque de Portugal, por ser, como era, no menos ilustre en la guerra que en la paz, no cesaba de ennoblecer su estado, acrecentalle y hermosealle de todas las maneras que podia. En la ciudad de Coinbra fundó el monasterio de Santa Cruz, obra muy principal, que escogió para su sepultura. Hízole donacion de Leira, pueblo que por este tiempo se ganó de moros. Principios fueron estos de grandes cosas, porque el año de nuestra salvacion de 1139, con muchas gentes que juutó de todo su estado hizo entrada en tierra de moros, y pasado el rio Tajo, movió guerra á Ismar, rey moro que tenia el señorío de aquellas comarcas. En esta jornada autes que se viniese á las manos falleció Egas Nuñez, ayo del mismo don Alonso, por cuyos consejos hasta entonces se conservaron y gobernaron aquel Príncipe y sus cosas. En la ciudad de Portu hay un monasterio de benitos, llamado vulgarmente de Sosa, fundacion del mismo don Egas, en que se ven las sepulturas deste caballero y de sus hijos. La de doña Teresa, su mujer, está en el monasterio de Cereceda de la órden del Cistel, que asimismo ella fundó á dos leguas de Lamego, á lo que yo entiendo el uno y el otro de los despojos de la guerra. Ismar, avisado del intento que don Alonso llevaba, á toda diligencia levantó y alistó gente en su tierra. Acudiéronle otros cuatro reyes ó señores moros, con que formaron un grueso ejército. Llegaron á vista unos de otros cerca de Castroverde, en una llanura que

á la sazon se llamaba Uriquio, y al presente Cabezas de Reyes, y pareció á propósito para dar la batalla. Riega aquellos campos el rio de Palma, llamado otro tiempo Chalibs; por tierra de Beja, do tiene su nacimiento, lleva poca agua; pero con otros rios que se le juntan, poco a poco se engruesa de tal suerte, que cuando llega al mar y al golfo salaciense, cerca de Alcázar de Sal, tiene hondo bastante para navegarse. Don Alonso, vista la muchedumbre de los enemigos, al principio estuvo congojado; por una parte se le representaba el riesgo á que ponia todo su estado, por otra la afrenta y mengua suya y de los suyos, si volvia atrás, mas pesada que la misma muerte. Venció el deseo de la honra al recato cobarde, en especial que sus soldados dos dias antes que la batalla se diese, que fué á 25 de julio, dia del apóstol Santiago de aquel mismo año, con grande resolucion y regocijo, tan animados estaban, en los reales dieron al príncipe don Alonso nombre de rey. Esto le hizo de todo punto resolverse y probar la suerte de la batalla, por no parecer, si la excusaba, que amancillaba aquella nueva dignidad y ditado. Llegado pues el dia, ordenadas sus haces en guisa de pelear, les habló en esta sustancia: «Las palabras, amigos mios, no hacen á los hombres valientes. Los corazones que se avivan con el razonamiento del capitan, luego que se viene á las manos vuelven á su natural. El esfuerzo de cada cual en el peligro le descubre. El estado en que todos nos hallamos, bien así como yo, lo veis todos. La muchedumbre de los enemigos y el sitio en que estamos no da lugar para que ninguno pueda volver atrás. Vuestro esfuerzo, valientes soldados, os servirá de reparo. ¿Qué cosa hay mas torpe que poner en los piés la esperanza quien tiene empuñadas las armas? Qué volver las espaldas á los que no se atreverán á mirar vuestros rostros y denuedo? Afuera el miedo y cobardía. La alegría que veo en vos da bastante muestra de vuestro esfuerzo y valor. Yo determinado estoy de cumplir con lo que debo, sea con la muerte, sea con la victoria; lo primero no lo permitirá Dios ni sus santos, lo al en vuestras manos está. Contra esta canalla que tantas veces vencistes al presente habeis de pelear. Los ánimos pues de los enemigos y vuestros será como de vencidos á vencedores; el de ellos bajo, medroso y cobarde, el vuestro alegre y denodado. De mí no espereis solamente el gobierno, sino el ejemplo en el pelear. Parad mientes no parezca me distes el apellido de rey para afrentarme en este trance.» Dichas estas palabras, dió señal de acometer, mandó que los estandartes se adelantasen; lo mismo hicieron los enemigos. Trabóse una brava pelea, como de los que contendian por la honra, por la vida y por el imperio de todo Portugal. Ultimamente, la muchedumbre de los moros fué vencida por la fortaleza de los cristianos; muchos quedaron muertos, y no pocos presos. Los cinco estandartes de los reyes vinieron en poder de los vencedores. Principio y ocasion de las armas de que usaron en adelante los reyes de Portugal, en escudo y campo azul cinco menores escudos. Otros dan diversa interpretacion, y pretenden que significan las cinco plagas de Cristo, hijo de Dios; pero no sé si con fundamento bastante. En tiempo de don Sancho, segundo deste nombre, rey de Portugal, á las armas antiguas añadieron castillos por orla, no siempre en un mismo número, al presente ponen siete.

Esta fué aquella batalla tan celebrada con razon por los historiadores portugueses, de las mas memorables que se vieron en aquella era, despues de la cual en breve el poder y fuerzas de Portugal se aumentaron en grande manera. Verdad es que todo lo escurecia y afeaba la prision tan larga de su madre. Avisado desto el pontífice Inocencio II, que todavía lo era por estos tiempos, procuró apartalle de aquel propósito y hacer que se reconciliasen. Con este intento envió desde Roma con muy grandes poderes al obispo de Coimbra, cuyo nombre no se dice. El no cesó de amonestar al Rey que hiciese oficio de hijo para con su madre; esquivase la mala voz que corria de aquel hecho; que era cosa de muy mala sonada tenella, no solo despojada de su estado y dote, sino privada de la libertad; ninguna causa bastante se podia alegar para hacer tan grande injuria y tal desacato á la que le engendró. Las orejas del Rey estaban sordas á estas palabras; tanta vez tiene la indignacion concebida contra lo á que obliga la ley natural. El Obispo, puesto entredicho en aquella su ciudad, se salió de Portugal. Por esta misma causa vino de Roma cierto cardenal, mas no hizo efecto alguno, antes forzado por las amenazas del Rey, alzó el entredicho que en todo el reino tenia puesto. Era en aquella sazon don Manrique ó Amalarico de Lara muy principal en riquezas y en nobleza, y por merced de los reyes de Castilla era señor de Molina. Don Alonso, rey de Portugal, procuró casarse con una hija deste caballero, que se llamaba Malfada. Quién hace á doña Malfada hija ó hermana de Amedeo, conde de Mauriena y de Saboya; y aun debe ser lo mas cierto, atento que el arzobispo don Rodrigo dice que casó con Malfada, hija del conde de Mauriena. Nacieron deste matrimonio don Sancho, doña Urraca y doña Teresa, aquella que casó adelante con Filipe, conde de Flandes. Demás destos hijos tuvo este Rey otro hijo bastardo, llamado don Pedro. Hecho los regocijos destas bodas, volvieron los portugueses á la guerra. Santaren, villa principal de aquel reino, está á la ribera de Tajo. Llegaron de improviso los nuestros, y antes de amanecer sin ser sentidos la escalaron y echaron della los moros. De los despojos desta guerra fundó aquel Rey el monasterio de Alcobaza de monjes bernardos, por voto que hizo al pasar por donde está de hacello así, caso que ganase aquella plaza. Sobre el imperio de Africa contendian con gran porfía Albohali, que era del linaje de los almoravides, y Abdelmon de los almohades, nuevo linaje y secta que entre los moros se levantaba. Estas diferencias dieron ocasion que los moros de España fuesen por los nuestros maltratados; á la verdad en esta sazon mas se conservaban por estar los cristianos ocupados en guerras civiles que por su mismo esfuerzo. Y aun por este tiempo en algunas partes gozaban los moros de tanto sosiego, que tenian lugar para darse muy de propósito al estudio de las letras, en especial en Córdoba, madre que siempre fué de buenos ingenios, hobo en esta sazon varones esclarecidos y excelentes en todo género de filosofía. Avicena fué uno, al cual algunos tienen por hombre principal y hijo de rey, otros pretenden que no fué español, ni jamás aportó en España. Averroes fué otro nobilísimo comentador de Aristóteles, él mismo dice de sí que escribia los Comentarios sobre los libros de Coelo de Aristóteles

el año 530 de los árabes, que concurre con el año de Cristo de 1135. Avenzoar asimismo fué señalado en aquella ciudad en los estudios de matemáticas y astrología. Esto en Córdoba. En Portugal con gentes que juntaron ganaron los cristianos por fuerza de armas la villa de Sintra, asentada junto al promontorio que los antiguos llamaron Artabro y no léjos de aquella parte por donde el rio Tajo desagua en el mar. Era el lugar muy á propósito para llamar socorros extraños. Por esta causa, á persuasion del Rey, vinieron gruesas armadas de Francia, Ingalaterra y Flandes. Las ayudas fueron tales, que se determinó de poner cerco sobre Lisbona, ciudad en aquella comarca muy populosa y lo mas principal de Portugal. Pero antes que declaremos el fin que tuvo este cerco muy famoso, volverémos la pluma á lo que se queda atrás.

CAPITULO XVIII.

Cómo los fieles ganaron á Almería.

Entre tanto que estas cosas pasaban en Portugal, los navarros y aragoneses traian guerras entre sí. Don Alonso el Emperador tenia en su mano la guerra y la paz; el que de los dos reyes fuese el primero á ganar su amistad se prometia seguramente la victoria de su contrario; así, á porfía los unos y los otros la pretendian. El primero, don Ramon, conde de Barcelona, encargado que se vió del nuevo reino de Aragon, y por el mismo caso envuelto en graves dificultades, con intento de granjearle la voluntad y atraelle á su parecer, fué á Carrion, villa de Castilla, como queda dicho. La ida no fué en vano, porque alcanzó que Zaragoza, Tarazona, Calatayud y los demás pueblos de la corona de Aragon que están de esta parte de Ebro, y á la sazon tenian guarnicion de castellanos, se le entregasen como á feudatario de los reyes de Castilla. De don García, rey de Navarra, dado que con ordinarias entradas que hacia molestaba los aragoneses por toda la comarca que hay desde Tudela á Zaragoza, por entonces no se hizo mencion alguna; pero dos años adelante, que fué el de 1140, don Ramon, movido por aquellos desaguisados, y confiado en la amistad de don Alonso, vino segunda vez á verse con él en el mismo lugar de Carrion, donde entre aragoneses y castellanos se hizo liga contra el de Navarra, y se concertó que los pueblos de la corona de Aragon que tenian usurpados los navarros volviesen á los aragoneses, asimismo que los que del señorío de Castilla poseian desta parte de Ebro, luego que fuesen ganados del comun enemigo, se restituyesen fielmente á Castilla. Tocante al reino mismo de Navarra, acordaron que la tercera parte quedase por el Emperador, las otras dos partes se adjudicaron á don Ramon con nombre otrosí por ellas de feudatario de Castilla. Repartian los despojos antes de matar la caza. Despedidas estas vistas, como si hobieran tocado al arma, acudieron por ambas partes á la guerra. A don Ramon entretenian otros cuidados; así don Alonso el Emperador fué el primero que ido á Búrgos, con un grueso ejército que levantó y juntó de todas partes, pasados los montes Doca, rompió por tierras de navarros. El ruido y el espanto fué mayor que el efecto que se hizo; con embajadas que de una y de otra parte se enviaron y por medio de los prelados que acompa

ñaban á los reyes, finalmente se hicieron paces entre aquellas dos naciones. Para concluir acordaron que los dos príncipes se hablasen; las vistas fueron á la ri– bera de Ebro, entre Calahorra y Alfaro. Hallóse presente en esta junta doña Berenguela, mujer del Emsino perador; allí, no solo se concertaron las paces, tambien para mayor firmeza acordaron que don Sancho, hijo mayor del Emperador, casase con doña Blanca, hija del Navarro. La Infanta, bien que de muy fué poca edad para que estuviese como en rehenes, desde luego entregada á su suegro. Hízose esta confederacion á 24 del mes de octubre del año susodicho. Desta mudanza tan repentina del emperador don Alonso no hallo bastante causa, ni que satisfaga del todo, si bien entiendo que no fué inconstancia ni li-. viandad, porque ¿qué Príncipe hobo en aquel tiempo ni mas grave ni mas santo? A la verdad era muy fuera de propósito que los aragoneses ocupados en otros negocios, y que poco le podian ayudar, se llevasen el fruto del peligro ajeno y de su trabajo; asi determinó en particular mirar por lo que le estaba bien, ca gravísimos cuidados dentro y fuera de su estado apartaban á don Ramon y le impedian de la guerra de Navarra. Primeramente tenia mucho en que entender con los moros de su distrito, de quien en esta sazon los capitanes y fronteros de Aragon ganaron, á las riberas del rio Cinga, los pueblos de Calamera y Alcolea. Demás desto, los caballeros jerosolimitanos, por el testamento de don Alonso, rey de Aragon, que fué muerto los años pasados, todavía pretendian tener derecho al reino; y era razon contentallos en alguna manera y dar algun corte en esto, mayormente que Raimundo, maestre de la caballería de San Juan, era venido por este respeto á España. Por cuya diligencia, últimamente despues de largos debates sobre el caso,

se asentó que los caballeros jerosolimitanos en Zaragoza, Calatayud, Huesca, Barbastro y Daroca, con todos los demás pueblos que se ganasen de moros, tuviesen de cada una de las tres naciones, cristianos, moros y judíos, un vecino por vasallo, que les acudiesen con sus tributos y á su llamado y debajo de su conducta cuando se hiciese guerra con sus personas y armas. Fuera desto, en todo el reino les señalaron otras rentas y beredamientos muy grandes con que sustentasen la vida y los gastos de la guerra, si bien fuesen muy grandes. En Jaca y en otros lugares les dieron sitios para hacer sus conventos. Púsose otra condicion muy principal, que si dou Ramon muriese sin hijos, el reino volviese á los caballeros. En estas práticas y en asentar estos conciertos pasaron algunos años. El asiento Guillermo, patriarca de Jerusalem, y los demás caballeros de San Juan interesados aprobaron en Jerusalem, á 29 de agosto del año de 1141, y de todo otorgaron escritura pública. Vino tambien en ello y dió su consentimiento Fulcon, rey de Jerusalem, y últimamente aprobó todo esto el papa Adriano IV, que algunos años adelante comenzó á gobernar la Iglesia de Roma. En esta avenencia comprehendieron eso mismo las otras dos órdenes militares, y en particular los templarios, á los cuales don Ramon tenia mas devocion por causa que su padre, don Ramon Berenguel, tomó el hábito de aquella religion y la profesó los años: pasados. Por esto fueron aventajados á los demás, ca

les consignó á Monzon y otro gran número de pueblos y castillos, la décima parte de las rentas reales y la quinta de todo lo que se ganase en la guerra de los moros. Finalmente, todos los caballeros quedaron exemptos de tributos y de la juridicion real, en particular se concertó y juró por expresas palabras que sin su consentimiento no se harian en tiempo alguno paces con los moros. Estos conciertos se hicieron en Girona, presente el cardenal Guidon, legado del Pontífice romano, que interpuso su autoridad en ello, y fué á 27 de noviembre, año de 1143. Siguióse una nueva guerra en Francia contra los Baucios, linaje en aquel tiempo muy poderoso en riquezas y aliados. La causa fué que Raimundo Baucio estaba casado con doña Estefania, hija de Gilberto, conde que fué de Aimillan y de la Proenza, hermana de doña Dulce, madre de don Ramon y de don Berenguel, como arriba se ha mostrado. Este pues por el derecho de su mujer pretendia apoderarse de una parte de la Proenza, si no pudiese por bien y por via jurídica, á lo menos por las armas. No le faltaban entre aquella gente aficionados por la aversion que tenian á don Berenguel como á príncipe extranjero, además que la gente popular, como suele, pensaba que las cosas nuevas serian mejores que las presentes. Esta guerra se comenzó en tiempo del susodicho don Berenguel, y por su muerte se encendió mas contra su hijo, que se llamó don Ramon Berenguel. La edad deste Príncipe era poca, las fuerzas no bien aseguradas, en tanto grado, que don Ramon, conde de Barcelona, se determinó, pospuesto todo lo al, tomar el amparo de aquel mozo, su sobrino; y aun, á lo que yo creo, para tener mayor autoridad, se llamó marqués de la Proenza. La guerra se comenzó, que fué brava; con ella los contrarios se vieron apretados de manera, que Raimundo Baucio, despojado de casi todo su estado paterno, de su voluntad vino á Barcelona para entregar á sí y á sus cosas á la voluntad y merced de aquel Príncipe. Hiciéronse las paces entre estas dos casas con buenas condiciones; con que Baucio fué restituido en todo lo que le quitaron en el discurso de la guerra. Demás desto le dieron á Trencatayo, que es un pueblo principal en aquella comarca, á tal que fuese por él feudatario de los condes de la Proenza. Estas fueron las dificultades y negocios que tenian embarazado á don Ramon; con que don García, rey de Navarra, tuvo comodidad y espacio de reforzarse; y en particular con intento de granjear al emperador don Alonso, que tenia el mando de todo y mayor poder que los demás, por ser muerta doña Mergerina, su primera mujer, casó el Navarro con doña Urraca, hija bastarda del Emperador. El año 1144, á 24 de junio, se celebraron las bodas con real magnificencia en la ciudad de Leon. Hobo justas y torneos, corriéronse toros. Entre los otros juegos que hicieron era uno de mucho gusto: en un lugar cerrado soltaban un puerco, seguíanle por el gruñido dos ciegos armados con sendos bastones, y sus celadas en las cabezas; el que le mataba era suyo. Avenia que por herirle muchas veces el golpe del un ciego por yerro descargaba sobre el otro, con grande risa de los que se hallaban presentes. La madre de doña Urraca se llamó Gontroda, mujer muy noble en las Astúrias, cuyo sepulcro con su letrero está en Oviedo en un monasterio de monjas, llamado de Vegua, que

ella edificó á sus expensas y en que pasó lo mas de la vida; del rey don García y de doña Urraca fué hija doña Sancha, que casó dos veces; la primera con Gaston, vizconde de Bearne; la segunda, muerto este sin hijos, casó con don Pedro, conde de Molina; deste matrimonio nació Aimerico, que el tiempo adelante fué señor de Narbona. En esta sazon Africa andaba alborotada con guerras civiles. En España, asimismo se levantaron entre los moros grandes alteraciones por estar divididos en tres parcialidades. Zefadola, señor de Rota, pueblo asentado á la boca del rio Guadalquivir, sin embargo que era de la antigua sangre de los reyes moros, favorecia á los cristianos por sus respetos, que debajo de su conducta hicieron entrada hasta dar vista á Sevilla. Azuel, gobernador de Córdoba, y Abengamia, gobernador de Valencia, tenian entre sí diferencias; pero Abengamia era mas poderoso en fuerzas, y no paró hasta echar de Córdoba á su contrario. Entre los cristianos parece habia mas sosiego; solo don Ramon y el rey don García no tenian del todo compuestas sus diferencias. Tocaban ambos al emperador don Alonso en estrecho parentesco demás de la alianza que con ellos tenia puesta. Porque no se pasase tan buena ocasion de hacer la guerra á los moros, que estaban muy apoderados del Andalucía, los convidó y rogó por sus letras y embajadores para que se viesen con él en Santistéban de Gormaz. Hiciéronse estas vistas el año 1146, por el mes de noviembre; en ellas, si bien no se pudieron concertar paces perpetuas, negocióse que entre las dos naciones, aragoneses y navarros, se hiciesen treguas. Añadieron que por cuanto el emperador don Alonso pretendia hacer guerra á los moros, y para este efecto tenia apercebido un ejército muy escogido, don García por tierra y don Ramon por mar con una gruesa armada suya y de ginoveses ayudasen sus intentos. A la primavera del año siguiente los tres reyes hicieron guerra en el Andalucía, saquearon y quemaron los pueblos, talaron los campos, pasaron hasta Córdoba, ciudad muy principal y muy grande á la ribera de Guadalquivir, asentada en un llano, poderosa en armas y riquezas, demás desto muy señalada por haber tenido no mucho tiempo antes el imperio de casi toda España cuanto se extendia el señorío de los moros. Los campos son muy fértiles en todo género de esquilmos cuanto los mejores de España. Tenia el gobierno desta ciudad Abengamia en nombre del rey de Marruecos. Este, espantado de tan.grande aparato de guerra, entregó luego la ciudad, ofreciéndose á obedecer y ayudar á los cristianos con mantenimientos y dinero. Raimundo, arzobispo de Toledo, por mandado del Rey, consagró con las ceremonias acostumbradas la mezquita mayor, que era la mas rica y vistosa de España. Resolucion apresurada y antes de tiempo, pues se partieron sin dejar en la ciudad alguna guarnicion de soldados. Recelábanse que si dividian el ejército se diminuirian las fuerzas y no les quedarian gentes bastantes para guerra tan grande como pretendian hacer, ni la ciudad por su grandeza se podia guarnecer sin mucha gente, ni era tanta la que tenian que se pudiese acudir á todo, mayormente que la gente de la tierra se apellidaba para hacelles rostro. Acordaron pues de dejar aquella ciudad sin guarda; solo hicieron que Abengamia, tocado el Alcoran, que es la ceremonia mas

que tenian parte de Aragon con las islas Baleares, boy Mallorca y Menorca. Prometió para mas animallos de darles la tercera parte de lo que en la guerra se ganase, demás que en todos los pueblos que se tomasen de los moros tendrian los ginoveses templo y juzgado aparte; lo que era mas, que todos los mercaderes de aquella nacion serian libres de tributos. Eran estas condiciones aventajadas; acordaron de aceptallas. Revolvieron sobre las marinas de Cataluña, y. con su ciudad buena maña ganaron de consuno á Tortosa, muy noble, y que por estar asentada á la boca del rio Ebro era muy á propósito para las contrataciones y comercio del mar. Estas cosas sucedieron el año siguiente, y luego el año adelante Lérida y Fraga vinieron á poder de cristianos, pueblos muy conocidos, el primero por la victoria que antiguamente cerca dél ganó Julio César y por el cerco que sobre él tuvo ; el otro por el desastre fresco y muerte desgraciada de don Alonso, rey de Aragon. Lérida se dió al conde de Urgel en premio de lo mucho que en aquella guerra bizo y trabajó. A Guillen Perez, obispo de Roda, nombraron por obispo de Lérida con retencion de las ciudades Roda y Barbastro, que ordenaron se comprehendiesen en aquella diócesi; y aun se halla que algunos obispos de Lérida en el tiempo adelante se intitulaban obispos de Roda y de Barbastro.

CAPITULO XIX.

Cómo la ciudad de Lisbona se ganó de los moros.

306 grave que los moros usan en sus juras, hiciese homenaje que tendria aquella ciudad por el Emperador, y en su nombre la gobernaria con toda lealtad. El miedo no es maestro duradero de virtud, ni es acertado hacer confianza de los desleales á Dios. Apenas los nuestros se partieron de aquella ciudad cuando el gobernador moro faltó en la fe y palabra. Pasó el campo de los cristianos á Baeza, donde tenian los moros juntadas las fuerzas de toda la tierra con determinacion de venir á batalla. El peligro era grande; aquejaba el cuidado y recelo al emperador don Alonso. Aparecióle san Isidoro entre sueños con muestra de majestad mas que humana, así se tuvo por cierto, y le animó y quitó la duda y el miedo. El suceso dió á entender que la revelacion no fué vana. El dia siguiente con el sol se trabó la pelea, en que los moros fueron destrozados y puestos en huida; la ciudad se rindió, y en ella, mudado parecer, dejaron guarnicion de soldados, porque á ejemplo de los de Córdoba no se rebelasen, además que no convenia dejar á las espaldas algun pueblo enemigo. En la toma y cerco desta ciudad se señaló entre todos el esfuerzo y diligencia de Rodrigo de Azagra, señor que era de Estella de Navarra. Pedro Rodriguez de Azagra fué su hijo; y entre los de aquel linaje de Azagras el primer señor de la ciudad de Albarciudad racin. En aquella sazon Almería era tenida por muy fuerte. Está asentada á la ribera del mar Mediterráneo, á los confines del Andalucía y del reino de Murcia; llamóse antiguamente Abdera ó Puerto Grande. Della se derramaban muchas fustas á robar. Esta ciudad pretendieron ganar los nuestros, y con este intento se adelantaron con todas sus gentes en el mismo tiempo que los de Génova y los de Barcelona, conforme al órden que llevaban que costeasen aquellas riberas poco a poco con su armada, doblado el cabo de Gatas, dieron vista á la ciudad. Asentados los reales, combatieron los muros por mar y por tierra, y despues de algunas salidas y escaramuzas que se hicieron, con la batería abrieron entrada y forzaron algunas torres; dende lo demás de la ciudad se ganó por fuerza á 17 de octubre del año 1147. Veinte mil moros, que tomada la ciudad se retiraron al castillo, fueron forzados á comprar sus vidas por dineros. Desta manera se quitó aquel nido de cosarios, que ponia espanto á las riberas cercanas y distantes de España, Francia y Italia, que fué la causa principal de apresurar esta empresa. Los despojos se repartieron entre los soldados. A los ginoveses se dió en premio un plato de esmeralda muy grande, que ellos entonces juzgaron debian preferir á toda la demás presa, y al presente le guardan entre sus tesoros. Otros escriben se halló en la Suria cuando por fuerza se tomó Cesarea: El vulgo dice que Cristo, hijo de Dios, cenó en él la postrera vez con sus discípulos; opinion sin autor ni fundamento. Clemente, alejandrino, por lo menos dice que Cristo cenó en un plato de poca estima. La sazon del tiempo se acercaba al invierno; los soldados por ende dieron vuelta á sus tierras, no menos alegres por la venganza que tomaron de los moros, que por el interés que de la victoria sacaron. Con ocasion de aquella armada gruesa que traje ron los ginoveses en aquel tiempo muy poderosos por el mar, don Ramon, príncipe de Barcelona, se concertó con ellos que á la vuelta le ayudasen contra los moros

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Las cosas de los moros iban de caida, las de los cristianos en pujanza, y su nacion en España florecia en riquezas, caballos, armas y toda prosperidad. A cada paso se apoderaban de nuevos castillos, pueblos y ciudades. Casi en medio de Portugal, á la boca del rio Tajo, por do descarga con sus corrientes en el mar Océano, está un puerto contrapuesto al viento de poniente; la barra tiene angosta y peligrosa, dentro es muy ancho y capaz. A la ribera deste puerto, á la parte del norte, se extiende grandemente Lisbona, ciudad la mas noble y mas rica de Portugal. A las espaldas se levantan poco a poco unos collados, que tienen la subida fácil, y están cubiertos de los edificios de la ciudad. Su anchura es menor que conforme á su longura. El ruedo de los muros antiguos no es muy grande; la poblacion de los arrabales es mucho mayor, en especial en este tiempo, en que por la mucha gente que acude al trato de las Indias Orientales y á feriar la especiería que de levante viene todos los años se ha mucho acrecentado. Los barrios y las calles en gran parte son mal trazadas, angostas y no tiradas á cordel, sea por la desigualdad del sitio, que tiene altos y bajos, sea por el descuido en edificar, mayormente en el tiempo que estuvo en poder de moros, gente poco curiosa en esta parte. Los edificios nuevos y las calles son mucho mas hermosas. Los ciudadanos gente principal y honrada, los mercaderes ricos, las ganancias grandes, el sustento y arreo de los naturales muy templado. Goza de campos muy buenos, aldeas y alquerías que tiene por todas partes; muchas quintas ó casas de recreacion, que parecen edificios rea les. Don Alonso, rey de Portugal, deseaba por todas estas causas apoderarse de aquella ciudad, y en espe→ cial por ser como castillo y reparo del señorío de los

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