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moros de aquella comarca. No tenia fuerzas bastantes para salir con su intento; los demás reyes de España no le podian acudir por estar ocupados, unos en unas guerras, y otros en otras; convínole buscar ayudas de fuera. Por esto luego que ganó la villa de Sintra, como poco antes se tocó, movido por la comodidad de aquel lugar, convidó á los de Alemaña, Ingalaterra y Flandes con grandes partidos que les hizo para que en aquella guerra le acudiesen con sus armadas. Grande es la ayuda que consiste para todo en la amistad de los príncipes y alianza de las provincias cristianas entre sí, como se vió en este caso, ca por el esfuerzo de don Alonso y con las ayudas de fuera aquella muy poderosa ciudad el mismo mes puntualmente se ganó que Almería en el Andalucía. Las armadas se pusieron á la boca del puerto para que no pudiesen por el mar entrar vituallas ni socorros á los cercados. Los reales de los naturales barrearon do al presente está el convento de San Vicente. En los de los extranjeros despues se edificó el monasterio de San Francisco; sitios que en nuestra edad están el uno y el otro comprehendidos dentro de la ciudad. Hobo muchos encuentros y varios trances. Los nuestros peleaban fuertemente por extender su imperio, los enemigos por las vidas. Batieron los muros de la ciudad por muchas partes; alargábase el cerco; últimamente, el dia de san Crispin y Crispinian, resueltos de dar asalto general, con grande esperanza de forzar aquella ciudad, ordenadas las haces, habló el rey don Alonso á los suyos desta manera: «No penseis, amigos, que esta empresa se endereza á combatir una sola ciudad, antes os persuadid que en una plaza tomais á todo Portugal. Aquí está el dinero de los enemigos, que nos será de grande importancia para la guerra; aquí los trabucos, ingenios y toda suerte de armas. Esta es su fortaleza, su granero, su tesoro, en que tienen recogidas todas sus preseas y almacen. Los enemigos son los mismos que tantas veces vencistes en las guerras pasadas, del mismo esfuerzo y industria, sino que las compañías de ciudadanos son mas á propósito para los ejercicios de la paz y para sus granjerías que para menear las armas; ellos mismos se embarazarán en la pelea. Soldados en la ciudad hay pocos, y esos con el cerco continuo de cinco meses muy cansados y en pequeño número. Atreveos pues á vencer, y con el denuedo y esfuerzo á vos acostumbrado, acometed los muros de la ciudad, derribados por tantas partes. Entrad por las ruinas y piedras ; ninguno podrá hacer contraste á vuestro valor.» Dicho esto, todos á una voz pidieron la señal de acometer; dada, arremetieron á la ciudad y á las murallas; lo que hacia mucho al caso para inflamar los soldados, el mismo Rey estaba presente como testigo y juez del esfuerzo de cada cual. El combate fué bravo y sangriento; los nuestros pretendian arrimarse á los muros y forzallos, los cercados tiraban todo género de armas y piedras, sin que alguna cayese en balde, por estar tan cerrados los soldados. Por conclusion, quebrantada la puerta que se llama del Alhama, entraron en la ciudad; la matanza fué grande y la sangre que se derramó; los que se rindieron tomaron por esclavos. El saco se dió á los soldados, que fué mayor de lo que se pensaba. Consagraron la mezquita mayor, segun que era de costumbre, y nombraron por obispo á Gilberto, hombre, aunque forastero, pero

de mucha erudicion y conocida virtud. Tomóse la ciudad de Lisbona á 25 de octubre, otros dicen á 21. En el lugar mismo en que tenian los reales, el Rey á sus expensas edificó un monasterio de canónigos reglares de San Agustin, con nombre de San Vicente, por tener particular devocion á este Santo y para qué juntamente por el nombre fuese memoria á los venideros de aquella tan señalada victoria. Gran número de los soldados extraños se aficionaron á la abundancia de Portugal y á la hermosura, templanza del aire, que tiene el invierno templado, y el estío por los continuos embates del mar no muy caluroso. Estos, determinados de hacer su inorada en aquella provincia y trocar sus patrias con Portugal, se dice que por permision del rey don Alonso edificaron á Almada, Villaverde, Arruda, Zambuya, Castañeda con otros pueblos. El Rey en prosecucion desta victoria con increible felicidad ganó de los mo→ ros á Alanquer, Obidos, Ebora, Yelves, Mura, Serpa, Beja y otros pueblos y villas por toda aquella comarca; todo se allanaba y parecia ser fácil á su esfuerzo y valor; verdad es que la mayor parte destas cosas sucedieron algunos años adelante. Volvamos á nuestro camino y al órden de la historia que llevamos.

CAPITULO XX.

Cómo se halló el cuerpo de san Eugenio.

En el tiempo que estas cosas se hacian en España, Eugenio, pontífice tercero deste nombre, sucesor de Lucio II, natural de Pisa y de la órden del Cistel, gobernaba bien y prudentemente la Iglesia romana. Las cosas de los cristianos en la Tierra-Santa parecian empeorarse. Estaba en gran parte apagada y menguada la fortaleza militar de los de Lorena. Como algunos animales y semillas, así bien los ingenios de los hombres con el cielo y tierra diferentes, y en particular con la longura del tiempo, degeneran y se estragan. Los bárbaros, que por todas partes los cercaban, tenian puestas las cosas de los cristianos en gran aprieto y peligro. Balduino, tercero deste nombre, hijo de Fulcon, rey de Jerusalem, por sus pocas fuerzas y por la flaqueza de su edad no era suficiente para tan grande carga. El pontifice Eugenio, movido deste peligro y encendido del amor de la cristiana religion, en Francia, donde para esto fué en persona, no cesaba de animar á los príncipes cristianos y exhortallos acudiesen con sus fuerzas á la guerra sagrada. Movió al emperador Conrado y á Luis, rey de Francia, para que con muy buenas gentes partiesen camino de la Tierra-Santa. Para salir mejor con su intento y adelantar estas práticas convocó concilio de todos los obispos del mundo para Rems, ciudad principal de Francia, el año 1148. A este Concilio partió don Ramon, arzobispo de Toledo, desde España. Llegado que fué á Paris, que caia en el mismo camino, por devocion quiso visitar la iglesia de San Dionisio, que está dos leguas francesas de aquella ciudad, en un pueblo del mismo apellido del Santo; y por estar en ella las reliquias de san Dionisio es de no menor devocion que célebre con las sepulturas de los reyes de Francia y asaz embarazada. Allí como mirase con curiosidad el edificio del templo y su hermosura, y con atencion pusiese la vista en cada una de las cosas que se ofrecian, acaso ó advertido de los que le acompaña

ban, consideró en cierta capilla estas palabras grabadas en un mármol:

AQUÍ YACE EUGENIO, MÁRTIR, PRIMER arzobispo de Toledo.

mismo tiempo sobrevinieron de la reina doña Berenguela y del Arzobispo. La Reina falleció el año siguiente de 1149, y fué sepultada en la iglesia de Santiago, con quien en vida tuvo particular devocion. Este año, desgraciado por la muerte de la Reina, fué mas señalado por una lluvia de sangre que cayó en parte de Pory en el señorío de los moros. El año adelante de 1150, miércoles, á 9 dias de agosto, pasó desta vida el arzobispo Raimundo, quebrantado con la edad y con los trabajos de camino tan largo. Créese, mas por conjeturas que por cierta memoria que haya, le enterraron en la misma iglesia mayor de Toledo. Sucedió en el arzobispado don Juan, primero deste nombre, obispo á la sazon de Segovia, varon de grande ánimo y de conocida bondad. Desta manera procedian las cosas de Castilla. Por otra parte, el pontifice Eugenio confirmó el nombre y autoridad de rey á don Alonso, que ya se intitulaba rey de Portugal, y á su ejemplo, pasados algunos años, Alejandro, tercero deste nombre, hizo lo mismo por una bula que promulgó Alberto, cardenal y chanciller de la santa Iglesia romana; ambos pontifices por esta gracia le mandaron pagar cierto tributo á los papas en cada un año: Eugenio cuatro libras de oro, Alejandro dos marcos; tributo que no se sabe si en los primeros tiempos le pagó Portugal; en nuestra era y de nuestros antepasados siempre aquel reino se ha tenido por libre de todo punto y exempto de semejante carga y pension.

Maravillóse primero deste letrero, por estar en España perdida del todo la memoria de san Eugenio y no quedar rastro de cosa tan grande; revolvió diligente-tugal mente los libros de aquella iglesia y memorias antiguas; halló que todo concordaba con la verdad. Hecho esto, muy alegre con nueva tan buena pasó al concilio de Rems, el cual despedido y acabadas á su voluntad todas las cosas que pretendia, volvió á España con la alegre nueva de cosa tan importante, que hinchó de muy grande gozo los ánimos del Rey y de los grandes y de toda la muchedumbre del pueblo. Desta manera sucedió entonces este negocio: El monasterio broniense, que está en los estados de Flandes, en tierra de Namur y tiene advocacion de San Pedro, pretende tener el cuerpo de san Eugenio. Refieren aquellos monjes benitos que fué llevado el año 920, á 18 de agosto, por engaño 6 á ruegos de Gerardo, su fundador, desde San Dionisio á Bronio, do está aquel monasterio. Lo que se entiende es que le dieron una parte del sagrado cuerpo, que fué causa de persuadirse le tenian en su poder todo entero, como es muy ordinario en cosas semejantes. Comenzóse por entonces á procurar que las sagradas cenizas de san Eugenio volviesen á Toledo; pero estas práticas se estorbaron por las muertes que casi en un

LIBRO UNDÉCIMO.

CAPITULO PRIMERO.

Cómo los almohades vinieron á España.

UNA nueva entrada que los almohades hicieron en España, gente bárbara y fiera, hemos de contar; un nuevo reino que en Africa y en España se fundó por estos tiempos, nuevas asonadas de guerras sangrientas, con cuyas olas la república cristiana fué trabajada; maraviHosos y extraordinarios juegos de la fortuna mudable hasta tanto que ganada una victoria señalada, y la mas ilustre que en aquella sazon hobo en el mundo, las fuerzas de los moros mucho se enflaquecieron y quebrantaron. Tenia el imperio de los moros en Africa y en España Albohali, príncipe del linaje de los almoravides, como arriba queda declarado, en el cual tiempo un cierto hombre, llamado Tumerto, en Africa, muy docto, así bien en las demás partes de astrología como señalado en pronosticar por el nacimiento de cada uno la vida, ingenio, costumbres y accidentes que habia de tener, que es una ciencia vanísima, considerado el rostro de un mozo llamado Abdelmon, de cuerpo membrudo y muy animoso y por el aspecto de las estrellas, sin embargo que era de muy bajo suelo, tanto, que su padre era ollero, le pronosticó seria rey de su nacion; que así lo mostraba el cielo y tales eran sus hados, cuya fuerza no poderse quebrantar la gente y nacion de los mo

ros está muy persuadida. Abríanse las zanjas de una fábrica muy grande. Sucedió muy á propósito para sus intentos que un gran predicador de la ley mahometana, en aquella sazon tenido por hombre de santa vida y de doctrina singular, llamado Almohades, introduciendo y publicando nuevas declaraciones de la ley, despertaba y alborotaba los ánimos de la muchedumbre, mudable de ingenio, principalmente en Africa, y deseosa grandemente de novedades. A este como quier que Tumerto persuadiese su pronóstico, y él, ó de verdad lo creyese así, ó lo mostrase, trataron entre sí de mudar el estado de aquel reino. No hay trama mas engañosa en la aparencia que el pretexto y capa de la mala religion cuando se usa della para dar cubierta á otras maldades; ni hay cosa mas perjudicial en la república que alterar la fe y religion que los mayores abrazaron. Así de todo tiempo consideramos haberse destruido grandes imperios por la diferencia en la religion, porque dividido el pueblo en parcialidades, de la contienda y de las palabras se pasa á enemistades descubiertas; y la una parte y la otra defiende sus opiniones con las armas, sin parar hasta arruinallo todo; lo que sucedió al presente, ca Almohades por la mucha autoridad que tenia persua dió á los que le seguian tomasen las armas debajo la conducta de Abdelmon, atropellasen y destruyesen el reino de los almoravides, pues era ilegítimo el seño

río que se fundara por fuerza destruyendo á los alavecinos, linaje que descendia de Fatima, hija mayor de Mahoma, su profeta. Demás desto, que si no sacudian de sí el imperio de los almoravides, no podrian las opiniones que de la religion tenian abrazadas pasar adelante, que los intentos impíos y insultos de aquella ralea de gente era justo fuesen castigados y vengados con toda diligencia. Movidos por estas razones los del pueblo, se determinaron á tomar las armas; pero como no fuesen diestros en la guerra, al principio quedaron vencidos en batalla por las armas y poder del rey Albohali. Sobrepujó el esfuerzo á la muchedumbre y canalla. Mas en breve juntadas nuevas fuerzas, volvieron á la guerra, y no pararon hasta que, vencidos los almoravides, dieron la muerte al rey Albohali. Abdelmon sucedió en su lugar. En tiempo deste Rey los que seguian á Almohades, de quien se tomó el nombre de los almobades, se apoderaron de aquel reino y mudaron en él las leyes y costumbres antiguas. Demás desto, dado asiento en las cosas de Africa, volvieron sus pensamientos á España. Tumerto se quedó en Africa con intento que sus enemigos no tuviesen lugar de alterarse; el nuevo rey Abdelmon y el profeta Almohades con mucha y muy buena gente pasaron á España, al principio sin hacer daño, porque no desconfiaban que los de su nacion voluntariamente se les rendirian; que si entretenian su esperanza y tomaban consejo diferente, venian determinados no excusar ninguna cosa de las que se pudiesen padecer ó temer, en fin usar de fuerza. Sucedióles como deseaban, que sin dificultad se persuadieron todos los moros que quedaban en España de acomodarse con el tiempo y recebir públicamente las nuevas opiniones y ritos que aquella gente abrazaba, esto con tanta aficion y con tanto odio, así de su antigua supersticion como de la religion cristiana, que todas las cosas ordenadas por los reyes moros pasados las trastrocaban y forzaban á las reliquias de los cristianos, que mezclados con los moros como las estrellas en las tinieblas de la noche resplandecian, y vulgarmente los llamaban mozárabes, con tormentos que les daban de todas maneras para que dejasen la religion de sus padres. Muchos por este miedo se buyeron á tierras de cristianos; entre los demás Clemente, prelado de Sevilla, llegado á Talavera, falleció algunos años adelante por este tiempo en aquel lugar, persona santa y muy ejercitado en la lengua arábiga .Otros muchos, oprimidos con el peso de los males, obedecieron á los vencedores, de tal suerte, que desde este tiempo pocos quedaron entre los moros que de nombre y de profesion fuesen cristianos. Los almohades, contentos de sujetar á su imperio los moros de España, no les pareció por entonces hacer guerra á los cristianos, que eran poderosos por tierra y por mar, antes acordaron dar la vuelta á Africa, donde tenian las principales fuerzas de aquella secta y parcialidad. Falleció el profeta Almohades en breve despues que volvieron, y cerca de Marruecos, silla de aquel reino, por mandado del Rey le edificaron un magnífico sepulcro; la muchedumbre, engañada con la muestra fingida de santidad y con la fama, comenzó á le honrar y hacer romerías á él por devocion. Vinieron á España los almohades año de nuestra salvacion de 1150, del imperio de los árabes 545. El arzobispo don Rodrigo pone seis años menos al fin de la Historia

de los árabes, pero sin duda lleva la razon de los años errada en esta parte.

CAPITULO II.

Cómo murió don García, rey de Navarra.

En el mismo año que salió el emperador don Alonso al encuentro á los almohades, y talados los campos de Andalucía, puso cerco á Córdoba despues que Abdelmon era vuelto á Africa, como yo sospecho; don García, rey de Navarra, cerca de Lorca, pueblo de su señorío, de una caida de un caballo que dió en la caza sobre una peña, murió á los 21 de noviembre, víspera de santa Cecilia. Iba á la sazon de Estella á Pamplona mal enojado con no muy grande causa contra aquellos ciudadanos y con resolucion de castigarlos; mas este accidente le atajó los pasos y pensamientos. Reinó diez y seis años; los hijos que dejó fueron estos don Sancho, que luego le sucedió en el reino y se coronó en la iglesia mayor de Pamplona, do hizo enterrar á su padre; doña Blanca, nuera del Emperador, y doña Margarita, que casó con Guillermo, rey de Sicilia, por sobrenombre el Malo. Hijos otrosí legítimos del rey don García fueron don Alonso Ramirez, señor de Castro el Viejo, y doña Sancha, que casó primero con Gaston, vizconde de Bearne, despues con don Gonzalo, conde de Molina. La muerte de don García dió ocasion á los otros príncipes de nuevas alteraciones, en especial á don Ramon, príncipe de Barcelona, y al emperador don Alonso, no obstante los muchos vínculos de afinidad que con el muerto y con sus hijos tenia. Es así que los reyes en mas estiman ensanchar su señorío que ser alabados de humanos y de modestos; no hacen caso con el deseo de mandar de lo que la fama puede hablar dellos y pensar los venideros, como si con el poder presente se pudiese tambien apagar la memoria del tiempo adelante. Estos dos príncipes se juntaron en Tudelin, pueblo de Navarra, cerca de los baños que allí hay; hallóse asimismo presente don Sancho, ya dias antes declarado rey de Castilla por el Emperador, su padre. Hicieron dos acuerdos y convenencia con estas condiciones: que todo lo que de nuevo se quitara á Castilla se restituyese enteramente á don Alonso; lo que de Aragon á dọn Ramon; y que el antiguo señorío de Navarra, luego que juntadas las fuerzas le hobiesen quitado al nuevo Rey, le dividiesen entre sí por partes iguales, á cada cual lo que mas le estuviese á cuenta, en particular que Pamplona quedase por don Ramon, Estella por el Emperador, Tudela fuese de ambos, y cada uno pusiese en su parte quien la gobernase; que don Ramon por los pueblos y ciudades que adquiriese en Navarra fuese feudatario de Castilla, renovando en esto la confederacion de don Sancho y don Pedro, reyes de Aragon. Añadióse demás desto que pues el principal cuidado era de hacer guerra á los moros, luego que Valencia con todo lo que hay desde Tortosa hasta Júcar, y tambien Murcia, se ganase de moros, quedase por los aragoneses, como obligados eso mismo y feudatarios á los reyes de Castilla. Juraron los reyes estas condiciones; diéronse las manos entre sí, que conforme á las costumbres de España es una grande atadura de la fe dada y recebida; púsose término y señalóse tiempo para comenzar la guerra de Navarra, pasado el mes de setiem

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los antiguos llamaron Acci, pero no parece salió con estas empresas. Doña Petronila, reina de Aragon, parió un hijo, que en vida de su padre se llamó don Ramon, y despues dél muerto, don Alonso. Es cosa notable que, estando para parir, á 4 dias del mes de abril, otorgó su testamento, en que dejaba el reino paterno al preñado, si naciese varon; pero si fuese hembra, nombraba por heredero á su marido don Ramon; que fué ejemplo bien extraordinario. Nombró por sus albaceas á tres obispos, Guillelmo, de Barcelona; Bernarde Zaragoza; Dodo, de Huesca; y junto con ellos otros hombres principales. Dice en él en particular que deja el reino á sus herederos libre como su tio don Alonso le tuvo, es á saber, pospuesta la confederacion y asiento que poco antes se tomó con Castilla. Por el mismo tiempo falleció don Pedro de Atarés, señor de Borgia; sepultáronle en el monasterio de Veruela, que no léjos de Zaragoza él mismo fundara. Borgia quedó por el rey; á los templarios, á quien el difunto la dejó en su testamento, dió en trueque y recompensa á Ambela y otros pueblos. Item, lo que los moros poseian á las riberas de Segre y Cinga, ó por fuerza ó por voluntad se ganó por los aragoneses. Demás desto, ciertos castillos que caian entre Tarragona y Tortosa en bosques y lugares altos, y por tanto era difícil conquistallos, en fin se venció la dificultad y vinieron á poder del Rey. Lo mismo Miravete, á la ribera de Ebro, pueblo muy fuerte, que se dió á los templarios para que le poseyesen y tuviesen en él guarnicion. En estas guerras se señalaron entre los demás en esfuerzo y diligencia el conde de Urgel y Ramon de Moncada y Poncio Hugon, conde de Ampúrias, que falleció el mismo año. La tercera parte de Tortosa, que conforme á lo asentado cuando se ganó era de los ginoveses, el Rey al presente la compró dellos y la rescató con dinero. Con estas cosas ei nombre de don Ramon comenzó en toda España y tambien acerca de las naciones extrañas á ser muy célebre, si bien él por su modestia ó porque el reino de Aragon le tenia en dote, nunca en toda su vida se quiso llamar rey; solamente se intitulaba príncipe de Aragon, y contento con este apellido, lo gobernaba todo él solo á su voluntad en guerra y en paz. Es cierto que desde este tiempo las armas antiguas de los reyes de Aragon se trocaron en las de los condes de Barcelona, que eran cuatro fajas ó bandas rojas, que á iguales espacios de arriba abajo dividen un campo ó escudo dorado. Don Sancho, el que adelante sucedió en el reino de Portugal á don Alonso, su padre, nació á 11 de noviembre del año 1154, en Coimbra, doude la Reina de buena gana moraba. Hermanas de don Sancho, doña Urraca, que casó en Leon, y doña Teresa, en Flándes. El nacimiento deste infante don Sancho fué la cosa mas señalada que sucedió este año, y juntamente la venida de Luis, rey de Francia, á España, de que se hablará luego.

bre. La liga se hizo á 27 de enero, que tuvo no buen
principio, y fué adelante de ningun efecto, porque el
nuevo Rey, avisado de lo que pasaba, se apercibió con
mucha diligencia, y aunque era de pequeña edad, estaba
muy fortalecido, no mas de socorros de fuera que de la
benevolencia de los suyos, en que sobrepujó á su padre,
príncipe que fué á sus vasallos pesado y comunmente de
los mismos aborrecido. Entre los señores de Navarra,
don Ladron de Guevara, de antigua nobleza y señor de
Aivar, tenia muy grande autoridad, tanto, que por pa-
sar á los otros muy adelante en riquezas y poder, le lla-do,
maron príncipe de Navarra. Al Emperador y á don Rá-
mon entretuvieron otros cuidados para que no pudiesen
con todas sus fuerzas acudir á la nueva guerra, si bien
los aragoneses con entradas que hicieron y correrías
comenzaron á trabajar lo de Valderroncal, las gentes de
Castilla á lo que de Navarra les caia cerca; los unos y
los otros sin hacer cosa notable, mayormente que
don
Ramon se partió para Narbona contra Trencavello, viz-
conde de Carcasona, con quien finalmente se concertó
por el mes de noviembre tuviese en feudo á Carcasona
y Rodes. El emperador don Alonso se hallaba ocupado
en concertar nuevos parentescos y casamientos, ca Luis,
rey de Francia, repudiado que hobo á Leonor, condesa
de Potiers, en quien tenia dos hijas, en su lugar se ca-
só con hija del emperador don Alonso, que unos llaman
dona Isabel, y otros doña Constanza, y pudo tener
entrambos nombres. El Emperador por el mismo tiem-
po casó con Rica, hija de Uladislao, duque de Polonia,
que es parte de la antigua Sarmacia, habida en Berta,
hermana de Oton, obispo frisingense, como lo dice
Radevico en lo que añadió á la historia que escribió el
mismo Oton. Entre tan grandes regocijos y aparatos de
bodas como se hicieron no podian las armas tener lu-
gar, fuera de que los navarros estaban confederados
con los franceses, por lo cual pensamos que el Empe-
rador se amansó mas y comenzó á divertir su ánimo
de aquella empresa, que condenaban las leyes de la
amistad y los juicios de los hombres. Además que á don
Sancho, rey de Navarra, favorecian todos ordinaria-
mente por el excelente natural que en su pequeña edad
mostraba; y el mismo don Alonso era muy amigo de
justicia, aborrecedor de toda insolencia y demasía; vir-
tud que por este tiempo mostró con un ejemplo digno
de memoria. Un cierto soldado de sangre noble y del
número de los que vulgarmente en España llaman in-
fanzones, en Galicia, confiado en que aquella tierra caia
léjos y en la revuelta de los tiempos, despojó á un la-
brador de todos sus bienes. Amonestado por el Rey y
gobernador de la provincia hiciese satisfaccion de lo
que tomara injustainente, no quiso obedecer. Disimuló
el Rey por entonces, y pospuestas todas las demás cosas,
en hábito disfrazado para que la cosa fuese mas secreta,
desde la ciudad de Toledo fué por la dicha causa á lo pos-
trero de Galicia. Llegado, cercó de sobresalto las casas
del soldado, que huyó por miedo del castigo, mas él
le mandó prender y ahorcar delante de las mismas ca-
sas. Con este hecho el Rey ganó autoridad y la inocen-
cia quedó valida, y aquel hombre castigado como su
desatino y soberbia merecia. Valeroso Príncipe, que ni
en paz ni en guerra estaba ocioso, antes vuelto á la guer-
ra contra los moros, este año puso cerco á Jaen, el si-
guiente de 1152 á Guadix, ciudad de Andalucía, que

CAPITULO III.

De la venida á España de Luis, rey de Francia,

Tenia Luis, rey de Francia, llamado el mas Mozo, un gran deseo de ver á España y visitar á su suegro. Era menester buscar algun color para tan larga jornada; pareció el mas á propósito ir en romería á Santiago por

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voto que él tiempo pasado habia hecho. Esta era la voz que se decia en público; de secreto otra puridad le aguijonaba mas, como lo dice el arzobispo don Rodrigo, que los escritores franceses no hablan desto. Esta era informarse y saber en presencia si su mujer era nacida de legítimo matrimonio, porque algunos malsines, hombres malos, cuales tienen muchos los palacios de los príncipes, que todo lo tuercen, afirmaban al Rey que la Reina, su mujer, era bastarda, y por el mismo caso con aquel casamiento se disminuia y afeaba la majestad real de Francia. No dejaba él de dar oidos á estos chismes, porque á ejemplo de madama Leonor, su primera mujer, parece buscaba ocasion de repudialla, por haber tambien ella parido dos hijas y ningun hijo varon. Que Filipe, por sobrenombre Augusto, hijo deste rey Luis, nació de Alisa, hija que fué del señor de Bles, con quien este Rey se casó últimamente despues de la muerte de doña Isabel. El Emperador, su suegro, sin saber lo que pasaba, acompañado de sus dos hijos y de don Sancho, rey de Navarra, salió al encuentro á su yerno hasta Búrgos. Acudieron de toda España de las partes comarcanas, de las que caian léjos y de las postreras, así señores como gran muchedumbre de hombres, á ver tantos reyes en unas mismas casas y morada. Sacaban arreos, galas, libreas, finalmente, todo lo que en España era hermoso y magnífico, como para hacer alarde y muestra de su grandeza acerca de los franceses, que tenian por pobreza todo lo de acá. Con este aparato llegaron desde Búrgos á Santiago, y cumplidos enteramente sus votos, volvieron á la ciudad de Toledo para donde de las dos naciones, moros y cristianos, que obedecian al Emperador, tenia convocadas Cortes con intento de hacer ostentacion de mayor grandeza y poderío. Vino entre otros á la fama y al llamado don Ramon, príncipe de Aragon, con muy lucido acompañamiento. El rey Luis, considerado el arreo, atuendo y atavío, así de los grandes como del pueblo, que acudió en tan gran número cuanto nunca en la ciudad real se vió antes; demás desto, sabida la verdad del negocio por que era venido, dijo no haber en Europa ni en Asia visto corte mas lucida ni arreada; provincias en que se hallara en el tiempo que fué á la guerra de la TierraSanta. Que daba gracias a Dios por tener por mujer hija del emperador don Alonso, sobrina de don Ramon, príncipe de Aragon. Hiciéronse juegos con gran magnificencia y presentes al Rey, huésped de gran estima; mas no quiso tomar cosa alguna, fuera de un carbunco muy grande y de gran valor, y con tanto se volvió alegre á su tierra. Acompañóle don Ramon hasta Jaca, en que los recibieron con aparato real y toda muestra de alegría, como testifican las historias de Aragon. Falleció el conde de Urgel á 28 dias del mes de agosto; fué ħieto de don Peranzules, y del lugar donde se crió y para diferencialle de otros del mismo nombre, le llamaron Armengol de Castilla. El año siguiente 1155, á 11 de noviembre, viernes, como dicen los Anales toledanos, nació á don Sancho, rey de Castilla, de doğa Blanca, su mujer, un hijo, llamado don Alonso, heredero que fué adelante del reino de su padre y abuelo. Habíase tratado en la alianza que se hizo en Tudelin de repudiar á esta dona Blanca por no ser aun de edad para casarse; pero las leyes de la equidad, el amor del marido y la inocencia de aquella señora prevalecieron para que no

se le hiciese tal agravio. Siguióse una guerra en aquella parte de la Gallia Narbonense que se llama la Proenza por esta ocasion; Hugon Baucio y sus hermanos, hijos que eran de Raimundo Baucio y nietos de Gilberto, ganaron el tiempo pasado un privilegio de los emperadores alemanes Conrado y Federico, en que les concedian todo lo que el conde Gilberto, su abuelo, habia poseido. Fundados en este privilegio, pretendian toda la Proenza; y fortificándose en el pueblo Trencatayo, trabajaban todos los lugares comarcanos. Don Ramon, con el cuidado que tenia de su sobrino, marchó para allá con un grueso ejército, con que abatió el atrevimiento y orgullo de los Baucios y en breve los redujo á obediencia. En el mismo tiempo el cardenal Jacinto, legado en España, sosegaba las contiendas y daba asiento en el estado de las iglesias, en particular á instancia de Juan, arzobispo de Toledo, pronunció sentencia en Najara en favor del primado de Toledo contra los arzobispos de Santiago y de Braga. Fué esta legacía de Jacinto muy señalada y famosa en esta era. Envióle Anastasio IV, pero llegó á España en tiempo que era ya pontífice el que le sucedió, que fué Adriano IV. En el tiempo que Luis, rey de Francia, estaba en Toledo, sucedió hacerse mencion de san Eugenio, primer arzobispo de Toledo, cuyas reliquias poco antes se dijo tenian en la iglesia de San Dionisio cerca de Paris; pedian que los sagrados huesos se trasladasen á España; llevaban mal los franceses esta demanda; alcanzóse solamente que les enviasen una parte. El rey Luis, vuelto á su patria, hizo esto y lo cumplió enteramente, que envió el abad de aquel monasterio á su suegro con el brazo derecho del mártir. Ya que llegaba cerca de Toledo, salieron en procesion á recebirle el emperador don Alonso, los dos reyes, sus hijos, los grandes, el pueblo y varones sagrados. La sagrada arca fué en hombros del Emperador y de sus dos hijos llevada á la iglesia mayor, y puesta en el sagrario della á 12 dias de febrero el año de nuestra salud de 1156. Los demás huesos del sagrado cuerpo se trujeron á Toledo á instancia de don Felipe II, rey de las Españas, y por diligencia de don Pedro Manrique, canónigo de Toledo, que para este efecto fué enviado por embajador á Cárlos IX, rey de Francia, cuatrocientos y nueve años, nueve meses y seis dias mas adelante, con igual ejemplo de piedad, pompa y aparato el mayor que se vió en España; y se pusieron en el mismo templo debajo del altar mayor en capilla particular y devota.

CAPITULO IV.

De la muerte del emperador don Alonso.

Con las vistas destos príncipes parecia ser acabadas las guerras civiles entre cristianos; pero el haberse apartado y desmembrado el reino de Navarra del de Aragon, como se hizo los años pasados, tenia puesto en mayor cuidado á don Ramon, príncipe de Aragon, que fácilmente lo pudiese olvidar. Solicitó al Emperador para que renovado el asiento y liga hecha en Tudelin, juntas las fuerzas acometan á don Sancho, rey de Navarra, enemigo comun. Como prendas deste concierto y para mayor seguridad se concertó casamiento entre doña Sancha, hija del Emperador, habida en Rica, su mujer, y el hijo de don Ramon. Acordóse esto por en

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