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tonces sin pasar adelante á causa de la poca edad de los dos. En esta confederacion comprehendieron á los hijos del Emperador, don Sancho y don Fernando. Verdad es que don Alonso el Emperador deseaba mas ser medianero en la paz que movedor de la guerra, y aun estaba mas inclinado al rey de Navarra, de do se mostraba igual esperanza y partido, esto es, de casar con él otra hija, llamada doña Beatriz, habida en su mujer doña Berengaria ó Berenguela, lo cual se efectuó adelante, y entonces se movió este tratado, que no era de menos preciar; por esto con diferentes excusas se entretenia de dia en dia, y alegaba, ya una, ya otra causa de la tardanza para no juntar, como lo tenian concertado, sus armas con los aragoneses; decia que se debia primero de acudir á la guerra sagrada y atajar las pretensiones de los moros, antes que el imperio de los almohades con el tiempo se arraigase mas en España, en especial que por muerte de Abdelmon, su hijo y sucesor Jacob, que otros llaman Juzef, hombre muy soberbio y de grande experiencia en las cosas de la guerra, asentadas las cosas de Africa, con sesenta mil de á caballo y mucho mayor número de infantes era pasado con grande espanto de los fieles en España, llamado de los moros que en ella estaban para ayudar á su gente y vengalla. Aquejábale este cuidado y riesgo; rogó grandemente á don Ramiro, príncipe de Aragon, que juntado un grueso ejército se aparejaba para entrar por tierras de Navarra, que no comenzase la guerra antes de la fiesta de san Martin. Hizose así, que se dilató aquella empresa; solamente por entonces se confirmó con nuevos homenajes en Toledo la confederacion pasada por el mes de febrero del año 1157. Llevó esta tardanza don Ramon con ánimo mas igual á causa que en el mismo tiempo los movimientos de Francia le forzaron á ir de nuevo á Narbona con esta ocasion: Hermengarda, vizcondesa de aquella ciudad, trabajada por las armas de los comarcanos, fué forzada entregarse á sí y á su señorío en la fe y amparo de don Ramon, su tio. El que dió este consejo, Berengario, arzobispo de Narbona, dejada la Francia, la acompañó hasta Perpiñan, donde todas estas práticas se trataron y concluyerou. El emperador don Alonso, determinado de hacer guerra á los moros, convocó á sus dos hijos, á los prelados y señores de todo su estado, y formando un grueso campo, rompió por el Andalucía, taló los campos y quemó los lugares, robólos y saqueólos por todas partes. Era miserable aquella parte de España en este tiempo, por ser trabajada y afligida de la una gente y de la otra, moros y cristianos. Ganóse la ciudad de Baeza, que habia vuelto á poder de moros, Andújar y Quesada; y porque los calores del estío eran grandes y los lugares mal sanos, determinado el Emperador de volver á Castilla, dejó en el gobierno de aquellas ciudades al rey don Sancho, su hijo, porque si quedaban sin tal amparo no volviesen á poder de moros como otras muchas veces. La mayor parte del ejército quedó con don Sancho. El con don Fernando, su hijo, y con los demás volvieron atrás. En este camino, en el mismo bosque de Cazlona y Sierramorena el Emperador cayó enfermo, y como no pudiese sufrir ni disimular mas tiempo la fuerza de la dolencia, por tener el cuerpo quebrantado con tantos trabajos mas que por su edad, cerca del lugar de Fresneda maudó debajo de una encina le armasen una tienda;

hacíale compañía don Juan, arzobispo de Toledo, que le confesó y comulgó; dió la postrera boqueada á 21 del mes de agosto; vivió cincuenta y un años, cinco meses, veinte y un dias; dignísimo príncipe de mas larga vida. No hobo persona mas santa que él siendo mozo, ni vió España cosa mas justa, fuerte y modesta siendo varon; reinó treinta y cinco años, poco mas o menos; tuvo título y majestad de emperador veinte y dos años y seis meses; fué príncipe colmado de todo género de virtudes, y su memoria fué muy agradable á la posteridad por la voluntad que mostró perpetuamente de ayudar á la religion cristiana. Tuvo tres mujeres, doña Berenguela, doña Beatriz y doña Rica. En doña Beatriz no parece tuvo hijos; de doña Rica hobo á doña Sancha; doña Berenguela parió á don Sancho y don Fernando, que sucedieron á su padre, y á doña Isabel y doña Beatriz; demás destos, á don Alonso y don Fernando, como parece por un privilegio de la iglesia mayor de Toledo. Este don Fernando murió niño, y su padre le hizo sepultar en el monasterio de San Clemente que hay de monjas en aquella ciudad, que él edificó; el letrero de la sepultura decia :

AQUÍ ESTÁ EL MUY ILUSTRE DON FERNANDO, HIJO DEL EMPERADOR DON ALONSO, QUE HIZO ESTE MONASTERIO; pÚsole aquí pOR

HONRALLE.

CAPITULO V.

Cómo don Sancho y don Fernando sucedieron á su padre. Don Sancho y don Fernando, hijos del difunto Emperador, mozos el uno y el otro muy escogidos y aventajados, como su padre lo dejó señalado y dispuesto, así dividieron sus estados. El reino de Leon y los gallegos quedaron por don Fernando; don Sanchio, que era el hermano mayor, poseyó á Castilla y á las demás provincias que andaban con ella; ambos fueron buenos príncipes en tiempo de paz y diestros en la guerra, de tal manera, que parece querian imitar á porfía las virtudes de su padre. Don Sancho era mas amado del pueblo, por ser de condicion blanda y benigna; por esto y porque murió antes de tiempo le llamaron don Sancho el Deseado; don Fernando daba orejas á los malsines, que tienen por costumbre torcer las palabras y los servicios de otros, con que se enajenó las voluntades de los grandes. Era otrosí sospechoso naturalmente, enfermedad que si no se reprime con la razon, acarrea mal y daño. Por esta causa como no se fiase de su hermano, antes que hiciesen las honras á su padre y antes que le sepultasen, acudió á Leon para tomar la posesion de aquel reino. Al contrario don Saucho, sabida la muerte de su padre, á grandes jornadas llegó á Fresneda, donde, acompañado de los prelados y grandes llevó el cuerpo de su padre difunto á Toledo, do le sepultaron con aparato real, y muy célebre por las lágrimas de todo el pueblo, en la iglesia mayor de aquella ciudad. A esta sazon don Sancho, rey de Navarra, á quien con la edad por la grandeza de las cosas que hizo y por la erudicion de su ingenio dieron sobrenombre de Sabio, por parecerle tenia buena ocasion de vengar las injurias pasadas, juntado el ejército de los suyos que tenia apercebido para defenderse, pasó hasta Búrgos haciendo mal y daño. Parecia haber con esto hecho lo que bastaba para sustentar el cré

dito y opinion, pues acometia á sus contrarios el que apenas se entendia seria bastante para defenderse de los intentos de tan grandes reyes que le pretendian derribar. Para muestra de lo cual traia este Rey por blason en campo rojo una banda dorada con dos leones, que por una parte y otra la despedazaban á porfia. Hecha pues esta entrada, con la misma presteza dió la vuelta para su tierra. Los moros de Andalucía, por quedar las plazas, que en la guerra pasada les habian sido tomadas, desamparadas de la ayuda de don Sancho, sin dilacion las tornaron á recobrar. Era necesario acudir á entrambas partes; pareció reprimir primero el atrevimiento del rey de Navarra, porque disimulando la injuria, no se disminuyese la autoridad y majestad del nuevo Rey, dado que de su condicion se inclinaba mas á la paz que á la guerra. Hacia sus apercebimientos de armas, dinero y soldados. Sucedió muy á propósito que Ponce, conde de la Minerva, el mas principal de los señores leoneses, y que fué paje de armas del emperador don Alonso, agraviado por el rey don Fernando que le despojó de su estado, dejado Leon, se pasó á Castilla. Era grande el crédito de su esfuerzo, y muy aventajado el ejercicio que en las armas tenia. Por esto y porque don Sancho estaba ocupado en dar asiento en las cosas del reino, recebido que hobo benignamente al Conde, y dádole esperanza de alcanzarle perdon de su señor, le hizo general y le dió cuidado de la guerra de Navarra. Aceptó el cargo, y con un grueso ejército que llevaba, por tierra de Briviesca llegó á la Rioja en busca del enemigo. Hay una llanura no léjos del lugar de Bañares, llamada Valpiedra, en que se dió la batalla. Los navarros ordenaron sus huestes desta manera. Don Lope de Haro iba en la avanguardia, don Ladron de Guevara en la retaguardia, el mismo rey don Sancho en el cuerpo de la batalla. Las gentes de Castilla, como en número así en

todo género de cortesía al general Ponce. El agrado llegó á tanto, que con deseo de restituirle en su patria y en su estado, como lo tenia prometido, revolvió contra las tierras de Leon, y llegó con su ejército y con sus gentes hasta Sahagun, determinado hacer la guerra á don Fernando, su hermano, si no venia en lo que parecia justo y él queria. El rey don Fernando, visto el peligro que corria, vino desarmado á verse con su hermano el rey don Sancho; con estas vistas se acabaron los desabrimientos, mayormente que don Fernando, no solo prometia de restituir al conde don Ponce su estado y perdonalle, sino de hacelle mucho mayores honras y mercedes. Ofrecia otrosi para mayor muestra de humildad de hacer pleito homenaje á su hermano y ponerse en su poder y en sus manos; cortesía que don Sancho, trocado el enojo en humanidad, como acontece sosegada la contienda, dijo que no sufriria que el hijo del Emperador fuese sujeto ni reconociese homenaje á imperio de ningun príncipe ni monarca.

CAPÍTULO VI

De los principios de la caballería de Calatrava

El lugar de Calatrava está puesto en los oretanos, cerca de Almagro, en un sitio fuerte y á la ribera de Guadiana. En el tiempo que se ganó de los moros le entregaron para fortificarle y guardarle á los templarios, soldados de cuyo esfuerzo y valentía se tenia grande crédito; pretendian que sirviese como de fuerte para reprimir las correrías de los bárbaros; pero ellos, por aviso que tuvieron que los moros con grande esfuerzo en muy gran número le querian poner cerco, perdida la esperanza de podelle defender, le volvieron al Rey. No se hallaba entre los grandes alguno que de su voluntad ó convidado por el Rey se ofreciese y atreviese á ponerse al peligro de la defensa; solos dos mon

valor sobrepujaban; ordenaron tambien ellos sus hajes del Cistel, que venidos por otras causas á la corte,

ces, y presentaron la batalla al enemigo ; cerraron los escuadrones con igual denuedo. Los castellanos al principio fueron echados de su lugar, despues mudandose la fortuna de la pelea, quedaron con la victoria. Los navarros volvieron las espaldas desapoderadamente. La matanza fué menor que conforme á la victoria. Muchos se acogieron y salvaron en los pueblos y castillos comarcanos, que eran suyos. Hizoles daño no esperar los socorros que de franceses les venian. Sin embargo, luego que llegaron, cobrado el Rey ánimo de nuevo, no temió ponerse al trance de la batalla. En el mismo lugar y en el mismo llano tornaron á pelear. La batalla fué muy brava, ca los unos peleaban como vencedores, los otros por vencer. Finalmente, los navarros, atemorizados con la matanza pasada y daño recebido, quedaron vencidos, y el campo por los contrarios. Muchos de los mas nobles quedaron presos, que trató don Ponce benignamente. Decia no era venido á hacer guerra con los prisioneros y con su miseria, sino á vengar solamente la temeridad del Rey. Soltólos demás desto, y dejólos ir libres; humanidad que fué entonces muy alabada, en especial que, no solo dió libertad á los navarros, sino tambien á los franceses. Gauada esta victoria, volvió á Búrgos; el Rey, despues de alabar el esfuerzo de los soldados y hacerles mercedes segun los méritos de cada cual, mas que á todos honró con

se hallaban á la sazon en Toledo, se atrevieron á esta empresa; estos eran fray Raimundo, abad de Fitero, junto al rio de Pisuerga (yerran los que atribuyen esta loa á otro monasterio de Fitero que está en Navarra cerca de Tudela, pues consta que no estaba edificado en este tiempo), y el compañero que traia, llamado fray Diegs Velazquez; este habia sido soldado viejo del emperador don Alonso, afamado por muchas cosas que en la guerra hiciera, despues cansado y por menosprecio de las cosas humanas se metió monje, y al presente, como era de gran corazon, con muchas y buenas razones persuadió al abad se encargase de la defensa de aquella plaza; consejo, al parecer, temerario, pero en efecto inspirado de Dios, como yo pienso, porque contra tantas dificultades como se presentaban, ninguna razon ni prudencia era bastante. Fué esta oferta muy agradable, primero al Rey, despues á don Juan, arzobispo de Toledo, que estaban antes tristes y faltos de consejo en aquel aprieto tan grande. El dicho Arzobispo demás desto, porque Calatrava era de su diócesi, ayudó con sus dineros, y desde el púlpito persuadió así á los nobles como á los del pueblo que debajo de la conducta del Abad se ofreciesen al peligro y á la defensa, porque no pareciese que desamparaban en aquel trance y faltaban al deber y á las cosas de los cristianos; cuanto menos perdonasen á sí y á sus haciendas, tanto esta

CAPITULO VII.

Cómo el rey don Sancho de Castilla falleció.

rian y serian mas seguros; perdido aquel pueblo, que era como baluarte, la llama y el fuego pasaria á las haciendas particulares y tierras de cada cual. Sucedieron estas cosas al principio del año 1158. El Rey hizo donacion del señorío de Calatrava y de su tierra á Santa María, de la órden del Cistel, y en su nombre al abad Raimundo y compañeros para siempre. Es de grande momento la fama para cualquier negocio; que las mas veces es mayor que la verdad. Así, como se divulgase el ruido deste apercebimiento que se hacia para defender aquel pueblo, los moros, perdida la esperanza de ganalle ó embarazados en otras cosas, no vinieron sobre Calatrava. Este fué el principio dichoso y bienaventurado de aquella milicia y órden, porque muchos soldados siguieron al Abad y tomaron el hábito que él les dió, señalado y á propósito para no impedir el uso de las armas; y luego vuelto á Toledo, hinchó al Rey y á los ciudadanos y corte de alegría por lo que acometiera y hiciera; juntamente de su monasterio, do era prelado, trajo gran copia de ganado, y de los lugares comarcanos hasta veinte mil personas, á quien repartió los campos y pueblos cercanos á Calatrava para que en ellos poblasen y viviesen, por estar yermos de moradores. Con esta diligencia el pueblo de Calatrava quedó muy bien fortificado para cualquier cosa que sucediese. El abad Raimundo falleció algunos años despues en Ciruelos, aldea en que tambien estuvo sepultado. La gente de aquel lugar, por la diligencia que usó en defender á Calatrava, le hace tanta honra, que se persuade haber hecho milagros, y le ponen en el número de los santos. Dende fué trasladado el año 1471 á Nuestra Señora de Monte Sion, monasterio de bernardos, junto á Toledo, por bula de Paulo II, expedida á instancia del doctor Luis Nuñez de Toledo, arcediano de Madrid y canónigo de Toledo. Diego Velazquez, despues que vivió muchos años adelante, falleció en Gumiel en el monasterio de San Pedro, en que está enterrado. Destos principios la sagrada milicia y órden de Calatrava ha llegado al lustre que hoy tiene y vemos. Alejandro III la confirmó con su bula, siendo un caballero, llamado don García, el primer maestre de aquella órden, que fué el año 1164; á don García sucedió Fernando Escaza, á este don Martin Perez, á don Martin Nuño Perez de Quiñones, á estos otros. El convento que la primera vez fué puesto en Calatrava, despues le pasaron á Ciruelos, y mas adelante á Bujeda, y de alli á Corcoles y á Salvatierra, últimamente á Covos en tiempo de Nuño Fernandez, el maestre duodécimo de aquella órden. Hay otros menores conventos de aquella órden fundados en otros lugares, pero este es el principal. Esta milicia adquirió adelante riquezas, autoridad y señorío de muchos lugares por sus servicios y por la gran liberalidad de los reyes. Estos lugares y encomiendas se daban antiguamente á los soldados viejos de aquella órden para que con aquellas rentas sustentasen honestamente la vida, sin que los pudiesen dejar en su testamento á los herederos; al presente con la paz, mudadas de lo antiguo las cosas, sirven por voluntad de los reyes á los deleites, estado y regalo de los cortesanos; así ordinariamente las cosas de la tierra de buenos principios suelen trocarse con el tiempo y alterarse.

A este tiempo don Ramon, príncipe de Aragon, por entender que con la muerte del Emperador espiró la confederacion pasada, en cuya virtud tenia como en feudo la parte de Aragon que cae desta parte del rio Ebro, acordó de verse con el rey don Sancho. Señalaron para estas vistas un pueblo llamado Najama; allí en presencia de los grandes y de don Juan, primado de Toledo, se trató desta diferencia. El Aragonés pretendia que Zaragoza, Calatayud y otros pueblos y ciudades quedaban libres de toda jurisdicion de Castilla; mas como quier que no pudiese alcanzar esto, por conclusion se concertaron que el de Castilla no poseyese en aquella comarca algunos castillos ó lugares, y sin embargo, los reyes de Aragon les hiciesen homenaje por aquellas ciudades y fuesen obligados cuando los llamasen de venir á las Cortes del reino de Castilla ; demás desto, la liga que tantas veces se hiciera contra el rey de Navarra se renovó y confirmó, sin que fuese de mayor efecto que antes, dado que la fresca memoria de la guerra pasada estimulaba á don Sancho, á don Ramon el dolor de habelle quitado á sin razon aquel reino. Acabadas estas vistas, que fueron por el mes de febrero, los aragoneses movieron guerra contra el rey de Navarra. Las armas de Castilla no pudieron acudir, como quedó concertado, á causa de las muertes, que sucedieron casi á un mismo tiempo del Rey y de la Reina. La Reina falleció á 24 de junio el año 1158 de Cristo. Fué sepultada en Najara en el monasterio real de Santa María, en que estaban los sepulcros de los reyes de Navarra; y ella poco antes le habia hecho donacion de un pueblo llamado Nestar, por la cual causa todos los años le hacen allí un aniversario el dia de su muerte. El Rey, aquejado del dolor que recibió muy grande por la muerte de su mujer ó de otra dolencia que le sobrevino, falleció en Toledo, postrero de agosto luego siguiente, en sazon que se apercebia para la guerra sagrada, que juntados socorros y gentes de todas partes, con todo su poder pensaba hacer contra los moros. Sepultáronle junto al sepulcro de su padre en la iglesia mayor de la misma ciudad, á la cual iglesia dejó á Illescas y Hazaña. Reinó un año y once dias; fué esclarecido en la guerra y en la paz, y que se igualara con la gloria de sus antepasados si tuviera mas larga vida. Dejó sin duda increible deseo de sí, que parece encendieron mas las desventuras y alteraciones del reino, que por su muerte resultaron y se siguieron. Con todo esto, las gentes que tenia apercebidas, con la divisa que cada uno llevaba de la cruz, y por tanto espantosas á los enemigos de la religion cristiana, aunque el Rey era fallecido, luego que entraron por el Andalucía, vencieron en una grande batalla á Jacob, miramamolin, que iba la vuelta de Sevilla. Fué grande el destrozo de la morisma; el Moro, pasado este peligro, rehaciéndose de fuerzas, acometió á otros reyes moros que no le querian obedecer, y dando la vuelta, hizo guerra al rey de Valencia y de Murcia; mas no pudo salir con su intento, porque le defendió don Ramon, príncipe de Aragon y Barcelona, á cuya devocion estaba. Desde allí, vueltas sus fuerzas contra Albagio, rey de Mérida, le puso en término, que se le rindió, aparejado á hacer lo que

se le mandase y ayudar y servirle en todas las cosas. Pusieron sus asientos, con que dos hijos de Alhagio, rey de Mérida, llamados Fadala y Omar, ayudados de la gente de Jacob, en una entrada que hicieron por tierra de cristianos, se metieron por las comarcas de Plasencia y de Avila; y dada la vuelta hácia tierra de Talavera, como por todas partes hobiesen puesto espanto, cargados de despojos se volvian á Mérida. En esto las gentes de Avila y sus capitanes, Sancho y Gomez, hijos de don Jimeno, que eran de la mas principal nobleza de Avila, los alcanzaron, y en una batalla que les dieron en un lugar que se llama Siete Vados, los vencieron y desbarataron, quitáronles otrosí toda la presa y cautivos que llevaban. Diestros y grandes capitanes en este tiempo fueron los ya dichos Sancho y Gomez, pues cuatro años adelante con una entrada que hicieron por aquella parte de Extremadura en que están los campos de la Serena, tierra de abundosos pastos, robaron muchos ganados y vencieron en un encuentro los moros que salieron contra ellos; con que trujeron á sus casas muy grandes despojos. Del linaje destos capitanes vienen los señores de Villatoro y los marqueses de Velada, caballeros en riquezas, aliados y deudos; demás desto, en la privanza de los príncipes esclarecidos y señalados, en especial en nuestra era y la de nuestros padres. El rey don Sancho cuando estaba á la muerte encomendó su hijo don Alonso, que era de cuatro años, á don Gutierre Fernandez de Castro, que otro tiempo fué su ayo. Los demás señores mandó que tuviesen en su poder las ciudades y castillos que á su cargo estaban, hasta tanto que el Rey fuese de quince años cumplidos, acuerdo y consejo en lo uno y en lo otro poco acertado; pero la prudencia humana es corta para prevenir los inconvenientes todos, y muchas veces lo que parecia estar saludablemente determinado, reveses que suceden lo desbaratan. Dióse sin duda con esto ocasion y fuerzas para revolver el hato á los que mal pensaban. Los demás señores, no menos nobles que don Gutierre, llevaron mal que el peso del gobierno fuese puesto en los hombros de uno solo, y que en su poder quedase el Rey en aquella edad flaca y deleznable.

CAPITULO VIII.

De nuevos movimientos que se levantaron en Castilla. Entre los grandes y ricos hombres de Castilla por este tiempo dos casas se aventajaban á las otras, las mas principales en estados, riquezas y aliados; los Castros y los de Lara. Estos tuvieron por largo tiempo la primera voz y voto en las Cortes del reino. Entre los Castros, don Gutierre, á quien se encomendó la crianza del Rey, alcanzaba grande autoridad, que le daba su larga edad y la grandeza de las cosas que por él pasaron. Carecia de hijos y sucesion. Su hermano menor, por nombre don Rodrigo, tenia cuatro, que eran don Fernando, don Alvaro, don Pedro y don Gutierre, una hija, por nombre doña Sancha, que casó con don Alvaro de Guzman, por donde era de poco menos autoridad y poder que su hermano. Los de Lara eran tres hermanos; don Enrique, don Alvaro y don Nuño; á las riberas del rio Duero tenían grandes heredamientos y lugares. Fué padre de todos estos el conde Pedro de Lara, de quien

arriba se ha hecho mencion y dijimos fué muerto en el cerco de Bayona. Madre de los mismos era una señora, llamada doña Aba, que estuvo casada la primera vez con don García, conde de Cabra; y por haber nacido deste matrimonio don García Acía, heredero de aquel estado, era ocasion que el poder de los tres hermanos se aumentase mucho mas. Estos mostraron llevar mal que siéndoles antepuesto por juicio del rey don Sancho don Gutierre de Castro, se hobiese escurecido el lustre y resplandor de su casa. Extrañábanlo en público y en secreto; decian que los Castros quedaban por reyes; que esto solamente entre las cosas que el rey don Sancho mandó no se debia ejecutar; ni sufririan ellos que al albedrío de uno se revolviese el estado del reino, ni otro alguno reinase fuera de aquel que era rey natural. Esto decian con tanta porfía, que mostraban deseo de llevar el negocio por las armas y llegar á las puñadas. Don Gutierre, con deseo del bien comun y con ejemplo señalado de modestia mas que de prudencia, fácilmente se dejó persuadir que entregase el Rey en poder de don García Acia, hombre sin duda templado, pero de mas sencillo ánimo que parece requeria el estado de las cosas, en tanto grado, que con excusa de los gastos que le era forzoso hacer en la crianza del Rey, por no estar las rentas reales del todo desembarazadas, entregó el Rey niño á don Manrique de Lara, su hermano de madre, para que él le criase, que era concederle todo lo que en esta porfía pretendia y deseaba. Quejábase don Gutierre que con esto le quebrantaban la palabra; y por el testamento del rey don Sancho pretendia tornarse á encargar de la crianza del Rey. Burlábanse los contrarios; y claramente por esta via se tramaban alteraciones y bullicios de guerra. Don Fernando, rey de Leon, movido por esta discordia con que todo el reino se dividia en parcialidades y pretendiendo se le hizo injuria en no le nombrar para el gobierno y crianza de su sobrino, tomadas las armas, entró por las tierras de Castilla muy pujante, principalmente hacia mal y daño en aquella parte por do corre Duero y donde la casa de Lara tenia muy grande señorío. Don Manrique y sus hermanos por miedo de don Fernando llevaron el Rey á Soria para que estuviese muy lejos y mas seguro del peligro de la guerra. Falleció á la sazon don Gutierre de Castro; sepultáronle en el monasterio de Encas, que tiene nombre de San Cristóbal. Don Manrique de Lara, hecho mas insolente con el poder, requirió á los herederos del difunto, sobrinos suyos, le entregasen las ciudades y castillos que tenian encomendadas. Excusábanse ellos con el testamento del rey don Sancho. Decian que antes de la legítima edad del Rey niño no podian licitamente hacer lo que les demandaban. Con esto el cuerpo de don Gutierre por mandado de don Manrique fué desenterrado, como de traidor y que habia cometido crímen contra la majestad. Nombráronse jueces sobre esta diferencia, que dieron sentencia en favor de don Gutierre, por ser cosa inhumana embravecerse y mostrar saña contra los muertos; así por su mandado fué vuelto á la sepultura y á enterrar. Entre tanto que esto pasaba, las armas de don Fernando, rey de Leon, volaban libremente por toda la provincia, sin que se juntase para resistir algun ejército señalado en número 6 en esfuerzo, por no tener capitan y estar el reino dividido en bandos. No se

puede pensar género de trabajo que los naturales no padeciesen, cansados no mas con el sentimiento de los males presentes que con el miedo de los que amenazaban, en tanto grado, que el mismo don Manrique, perdida la esperanza de poderse defender y movido por el peligro que sus cosas corrian, fué forzado hacer homenaje al rey don Fernando que le entregaria el gobierno del reino y las rentas reales, que las tuviese por espacio de doce años juntamente con la crianza del Rey. Para que esto se confirmase con comun consentimiento del reino llamaron Cortes para la ciudad de Soria, do guardaban al Rey niño. En este peligro que amenazaba mayores males, la resolucion y esfuerzo de un hombre noble, llamado Nuño Almexir, sustentó y defendió el partido de Castilla. Este, viendo llevar el niño á su tio, le arrebató á los que le llevaban, y cubierto con su manto le llevó al castillo de San Estéban de Gormaz, con la cual diligencia quedaron burlados los intentos del rey don Fernando, porque los tres hermanos de Lara, con muestra de querer seguir y alcanzar al niño Rey, despedidos de don Fernando, hicieron para mayor seguridad fuese el niño llevado á Atienza, plaza muy fuerte. Segun esto, arrepentidos del consejo y asiento que tomaran, últimamente andando con él huyendo por diversas partes, pararon en Avila, ciudad muy fuerte. Alli con grande lealtad los ciudadanos le defendieron hasta el año onceno de su edad. Por este hecho los de Avila se comenzaron á llamar vulgarmente los fieles. El rey don Fernando, burlada su esperanza, con que se prometia el reino de Castilla, y por esta razon movido á furor, acusó primero á don Nuño de Lara, despues á don Manrique, su hermano, de habelle quebrantado la fe y palabra; envió para esto reyes de armas para desafiallos; pero la revuelta de los tiempos no dió lugar á que defendiesen por las armas su inocencia ni se purgasen en el palenque de lo que les era impuesto, como era de costumbre. Recelábanse que si les sucedia alguna desgracia, se pondria en cuentos y peligro todo el reino. Solamente respondieron á don Fernando que la conciencia de lo hecho y lealtad que guardaron con el Rey niño, si no á los otros, á lo menos á sí mismos daban satisfaccion bastante. Era grande el regocijo que tenia todo el reino por ver el Rey niño escapado de las asechanzas de su tio; pero en breve toda aquella alegría se desvaneció, porque toda Castilla fué trabajada con las armas del rey don Fernando. Las ciudades y los lugares, ó por fuerza ó de grado, á cada paso se ponian en su poder y le hacian homenaje, en tanto grado, que fuera de una pequeña parte del reino que perseveró en la fe del niño, todo lo demás quedó por el vencedor. Toledo tambien ciudad real, y don Juan, su prelado, siguieron las partes de don Fernando, creo por algun desabrimiento que tenian ó por acomodarse al tiempo. Hay un privilegio del rey don Fernando dado en Atienza, 1.o de febrero, año 1162, en que entre los otros grandes y ricos hombres y obispos firma tambien el arzobispo don Juan; demás desto, consta de los Anales de Toledo que el rey don Fernando entró en Toledo á 9 del mes de agosto luego siguiente. Allegóse á estas desgracias una nueva guerra que hicieron los navarros, porque el rey don Sancho de Navarra despues de grandes alteraciones se concertó con el Aragonés. Hecho esto, por entender que era buena ocasion para vengar

las injurias pasadas y recobrar por las armas lo que los reyes de Castilla le tomaron en la Rioja y en lo de Bureva, con un grueso ejército que de los suyos juntó se apoderó de Logroño, de Entrena, de Briviesca y de otros lugares por aquellas partes. Tenia soldados muy buenos y ejercitados en muchas guerras. Los señores de Navarra eran personas muy escogidas. Entre los demás se cuentan los Davalos, casa muy noble y poderosa, como lo muestran las escrituras y memorias de aquel tiempo. Con esto no tenian fin ni término las guerras ni los males, todo andaba muy revuelto y alterado.

CAPITULO IX.

De la muerte de don Ramon, príncipe de Aragon. Estaba Castilla encendida con alteraciones civiles en un tiempo muy fuera de propósito por quedar en la provincia gran número de gente bárbara; solo con las armas de Portugal y de Aragon eran los moros apretados; mas en el Andalucía, donde tenian mayor señorío, vivian con todo sosiego, y el poder de aquella nueva gente de los almohades con el tiempo se arraigaba mas de lo que fuera razon. En este tiempo Italia era trabajada con no menores males y discordias que lo de España. Dos se tenian en Roma por pontífices, y cada cual pretendia que él era el verdadero, y el contrario no tenia razon ni derecho alguno. Estos eran Alejandro III, natural de Sena, y Victor IV, ciudadano romano; á este ayudaba mucho el emperador Federico Barbaroja por la grande amistad que con él tenia. A Alejandro nombró por pontífice la mayor y mas sana parte de los cardenales; pero como no tuviese bastantes fuerzas para resistir al Emperador, que se apoderaba de las ciudades y lugares de la Iglesia, en una armada de Guillermo, rey de Sicilia, se huyó á Francia, y en ella para sosegar estas discordias y este scisma juntó en Turs, el año 1163, un concilio muy principal. Acudieron á su llamado ciento y cincuenta obispos, y entre ellos don Juan, primado de Toledo. Por el mismo tiempo don Ra. mon, aragonés, era muy nombrado por la fama de las cosas que acabó y su perpetua felicidad, tanto, que tenia por sugeto en España á Lope, rey moro de Murcia, y á los Baucios en Francia, que movian guerra en la Proenza, los trabajaba con muchos daños que les hacia, porque, no solamente defendió la Proenza sobre que contendian, sino tambien les quitó de su estado antiguo treinta castillos, y la villa de Trencatayo, que era muy fuerte, tomado que la hobo por fuerza, la allanó y arrasó el año 1161. Con aquella victoria quedaron de todo punto quebrantadas las fuerzas de los Baucios. El emperador Federico, que parecia favorecer á los enemigos y contrarios, con nueva confederacion que con él hizo quedó muy su amigo. Trajo dou Ramon de Castilla á Aragon á Rica, viuda del emperador don Alonso, y á su hija doña Sancha, que estaba desposada con el hijo del mismo don Ramon. A instancia pues del emperador Federico se concertó que Rica, que era deuda suya, casase con don Ramon Berengario ó Berenguel, conde de la Proenza; y que los aragoneses y proenzales jurasen por pontifice y diesen la obediencia al que él ayudaba. Con esto les hacia merced que, no solo quedasen con el principado de la Proenza, que se comprehendia y extendia desde el rio Druenza hasta el mar, y desde el rio

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