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lengua griega, con intento que no se pudiese sin intérprete comunicar con el enemigo ni de palabra ni por escrito. Despues desta victoria naval, muchos pueblos y ciudades de Sicilia se entregaron á Hannon, y la guerra se proseguia con varios trances y sucesos hasta tanto que últimamente el año diez y seis despues que se comenzó, que á la cuenta de Eusebio de la fundacion de Roma fué el de 386, ó como otros mejor dicen de Ja olimpíade 99, año segundo, de Roma 371, Dionisio fué muerto por conjuracion de los suyos. Sucedióle un su hijo, de pequeña edad, llamado asimismo Dionisio, de cuya enseñanza y del gobierno de la república se encargó su cuñado Dion, casado con una su hermana. Eran perversas las inclinaciones que en aquel mozo se descubrian; para criarle y amaestrarle hizo venir desde Aténas al famoso filósofo Platon. Con los de Cartago asentó treguas y hizo capitulaciones; pero toda esta diligencia y la prudencia de este insigne varon no fué bastante para que no se alterase aquella isla. Ca entre Dionisio, que con la edad se hacia mas feroz y mas bravo, y Dion, su cuñado, resultaron sospechas y desabrimientos, por donde Dion fué forzado á desamparar la tierra; dado que en breve se trocaron las cosas, y Dion, hecho mas fuerte por algun tiempo, despojó á Dionisio del reino, y le forzó á dejar á Sicilia y andar desterrado, sin amigos, sin hacienda ni reposo. Esto fué lo que sucedió en Sicilia; volvamos á contar las cosas de España.

CAPITULO IV.

De lo que hizo Hannon.

Ya se dijo cómo al principio de la guerra de Sicilia los cartagineses restituyeron á los de Cádiz en gran parte su libertad. Concluida aquella guerra, enviaron dos gobernadores desde Cartago á España, es á saber, Bostar para el gobierno de las islas Mallorca y Menorca, con órden que procurase ganar la voluntad de los saguntinos y conquistalla con toda muestra de amistad y buenas obras, lo cual él hizo como le era mandado; pero ellos, con deseo de la libertad, tuvieron todas aquellas caricias por sospechosas, y las desecharon constantemente, sin dalle lugar de entrar en su ciudad, con diversas excusas que alegaron para ello. A Hannon fué dado cuidado de gobernar á los de Cádiz; pero como en el Andalucía apretase á los naturales, y con grande codicia metiese la mano en las riquezas, así de particulares como del comun, cosa que le fué mal contada, puso á los españoles en necesidad, comunicado el negocio entre sí, de levantarse contra los cartagineses. Tomaron súbitamente las armas, mataron muchos de los enemigos en los pueblos donde los hallaron derramados, y metieron á saco sus bienes. Hannon, perdida gran parte de los suyos y desamparado de los españoles sus aliados, llamó en su socorro gente de Africa; estos, con correrías que hacian por aquella parte de España que hoy se llama Andalucía, trabajaron grandemente la tierra con estragos y crueldades. Mas sabido que fué en Cartago, enviaron luego sucesor en lugar de Hannon, año de la fundacion de Roma de 398, sin declarar cómo se llamase el sucesor ni qué cosas hiciese en España; por ventura se conformó con el tiempo, y quien quiera que fuese, regalando los naturales, les ganó las voluntades y amansó el odio que tenian contra

los de Cartago, sin usar de otras armas ni violencia. En Sicilia, allende de lo dicho, muerto Dion y vuelto Dionisio del destierro, se tornó á alterar la paz; ca los siracusanos hicieron rostro al tirano, y desde Corinto les enviaron socorro y Timoleon por su capitan. Los cartagineses, vueltas sus fuerzas á aquella guerra, es cosa verisímil que dejaron reposar á España, por donde gozó algun tiempo de grande sosiego y paz. Pero toda aquella alegría y buena andauza en breve se deslizo y trocó, á causa de las grandes crecientes con que los rios salieron de madre, y hicieron increibles daños en los ganados, campos y edificios. Luego el año siguiente hobo grandes temblores de tierra, con que muchas ciudades á la ribera del mar Mediterráneo quedaron por esta causa maltratadas, y entre las demás Sagunto recibió tanto mayor daño cuanto ella sobrepujaba en grandeza, hermosura y riquezas á las demás ciudades de España. El año tercero con bravas tormentas del mar y recios temporales sucedieron grandes naufragios en diferentes lugares, que se contaba de la fundacion de Roma 405. Asimismo Hannon, confiado en las grandes riquezas que juntara en Sicilia y España, y indignado por la afrenta de habelle quitado el gobierno, como se ha dicho, trató y acometió por este tiempo de hacerse tirano en Cartago: para esto se determinó de dar yerbas á todo el Senado, al pueblo y á los principales en un convite general que pensaba hacer en las bodas de una hija suya. Tuvieron los cartagineses aviso de lo que se pasaba y se tramaba; pero sin pasar á mayor averiguacion, se contentaron de acudir al peligro con hacer una pragmática, en que se ponia tasa al gasto de los convites. Con esta disimulacion quedó Hannon mas orgulloso; resolvióse de tomar las armas al descubierto, y para matar los principales y apoderarse de la ciudad, armó sus esclavos, que eran valientes y en gran número. Fué al tanto descubierta esta prática; acudieron contra él los ciudadanos, y en un castillo do se habia recogido con veinte mil de los suyos, fué preso; sacáronle los ojos, quebráronle los brazos y las piernas, y despues de bien azotado, le pusieron en una cruz. Sus hijos y parientes, así los que tenian parte en la conjuracion como los que estaban sin culpa, fueron por sentencia condenados á muerte, para que no quedase ninguno de aquella familia y ralea que pudiese imitar aquella maldad ni vengar los justiciados; cosa que parece grande crueldad si la gravedad del delito y el amor de la patria no la excusaran en gran parte.

CAPITULO V.

De una embajada que se envió á Alejandro, rey de Macedonia.

A un mesmo tiempo, por muerte del gobernador que enviado en lugar de Hannon sucedió en Cádiz, Boodes desde Cartago vino al gobierno de España y de Sicilia; certificaban que Dionisio, forzado por los suyos, que se conjuraron contra él, y por Timoleon el de Corinto, desamparada la tierra, con sus tesores particulares se habia retirado y huido á la misma ciudad de Corinto, donde teniendo por mas seguras las cosas y ejercicios mas bajos, pasó la vida torpemente en los bodegones y casas públicas, y la acabó ocupado en enseñar á los niños de aquella tierra las primeras letras como maestro de escuela; que fué notable mudanza y señalado cas

tigo de su vida desordenada. Echado Dionisio de Sicilia, Timoleon se ensoberbeció de tal suerte, que pretendió echar á los cartagineses de toda aquella isla; con este intento revolvió sobre ellos, dióles la batalla junto al rio llamado Crinisio. Venciólos y mató diez mil dellos; tomóles asimismo los reales. La victoria no costó á Timoleon poca sangre; antes por quedar muy maltratado su ejército, ni pudo salir con su pretension de echar los cartagineses de la isla, ni aun tomalles ciudad alguna. En este medio, por muerte de Boodes ó por habelle absuelto del gobierno, Maharbal vino por gobernador de España, del cual no se sabe alguna cosa que en ella hiciese, ni aun tampoco qué gobernadores cartagineses vinieron despues dél en España. Lo que se dice por cierto es que los de Marsella, por haberse multiplicado en gran número y por causa de la contratacion, enviaron en muchas naves una poblacion á España, año de la ciudad de Roma de 419, y que parte desta flota surgió y hizo asiento en las haldas de los Pirineos enfrente de Rosas, y allí poblaron aquella parte de la ciudad de Empúrias (en latin se llamó Emporia, por ser como mercado de muchas partes) que estaba hacia la mar, la cual parte, aunque era de pequeño espacio, pero era dividida de lo restante de aquella ciudad con una muralla que para esto se tiró de una parte á otra. Por donde la dicha ciudad antiguamente en griego se llamó Palaeopolis, que quiere decir ciudad vieja, por lo mas antiguo della, y tambien Diospolis, que signiflca ciudad doblada ó dos ciudades. La otra parte de la armada de Marsella dicen que pasó adelante al cabo de Denia, y allí edificó un pueblo junto al templo de Diana, que allí se via, como arriba queda dicho. Con la venida desta flota, tres cosas se supieron en España memorables, á saber: que los romanos alcanzaban gran poder, y con grande lealtad sustentaban y ayudaban á sus amigos; que los siracusanos, despues de haber vuelto en su libertad, y despues de la muerte de Timoleon, capitan muy famoso, trataban de echar de aquella isla á los cartagineses; demás desto, que Alejandro, rey de Macedonia, el que por sus grandes hazañas tuvo nombre de Magno, y al principio de su reinado, antes de tener veinte años cumplidos, venciera los Esclavones, los Triballos y los de Tracia, y sujetara las ciudades de Grecia, que poco antes eran libres, domadas despues la Asia, la Suria y todo el Egipto, por conclusion, vencido y hecho huir y despues muerto el gran monarca Darío, se habia apoderado del imperio de los persas, sin parar hasta abrir con el hierro y con las armas camino, y á la manera de un rayo llegar hasta la India, donde tenia domadas gentes y reinos nunca oidos; todo en menos tiempo que otro lo pudiera pasar de camino. Con esta nueva, movidos los españoles que moraban á las riberas del mar Mediterráneo, acordaron ganarle la voluntad con una embajada que le enviaron hasta Babilonia; ca pretendian ayudarse dél y valerse de sus fuerzas contra los cartagineses, que abiertamente trataban de oprimir la libertad de aquella provincia. El principal de la embajada se llamó Maurino, segun se lee en Paulo Orosio, el cual de camino, juntándose con los embajadores de la Gallia, que hacian el mismo viaje, últimamente llegó á Babilonia, donde los embajadores de Sicilia, de Cerdeña, de las ciudades de toda Italia y de Africa, y hasta de la misma ciudad de Cartago, estaban

es

por su mandado aguardando á Alejandro. Él, luego que llegó, señaló audiencia á los embajadores. Los de España le declararon la causa de su venida y lo que les era mandado. Que la fama de su esfuerzo y valor, esparcida por todo el mundo, era llegada á lo postrero de la tierra, que es España, y por ella su nacion se movió para con aquella embajada y por su medio saludarle y pedirle su amistad; cosa que no le seria de poco provecho, si despues de domado el oriente tratase, como era razon, de revolver con sus armas y banderas á las partes del poniente, pues podria á su voluntad servirse de las riquezas de aquella muy rica provincia; que los españoles, trabajados no menos con disensiones de dentro que con guerras de fuera, y muy cercanos al peligró, tenian necesidad de no menor reparo que el suyo; que jamás pondrian en olvido la merced que les hiciese, ni cometerian por donde en algun tiempo se desease en ellos lealtad y toda buena correspondencia; la costumbre de los españoles ser tal, que ni trababan ligeramente amistad con alguno, y despues de trabada, la conservaban constantemente. Esta embajada fué muy agradable á Alejandro, de tal manera, que entonces le pareció haberse hecho señor de todo, como lo dice Arriano, pues desde lo postrero del mundo venian á poner en sus manos sus diferencias. Preguntóles muchas cosas del estado de su república, de las riquezas de la provincia, de la fertilidad de la tierra, de las costumbres y manera de los naturales y de la contratacion que tenian con los extranjeros. Demás desto prometió que por cuanto, ordenadas las cosas de Asia, en breve pensaba mover con sus gentes la vuelta de Africa y del occidente, que en tal ocasion tendria memoria y cuidado de lo que le suplicaban. Con esto y con muchos dones que les dió, los envió contentos á su tierra. Ardia Alejandro en deseo de imitar la gloria de los romanos, y estaba enojado contra los cartagineses, de quien tenia aviso que despues que Tiro fué por Alejandro destruida, y despues que edificó en la misma raya de Africa la ciudad de Alejandría, el miedo que dél cobraron fué tan grande, que le enviaron á Amilcar, por sobrenombre Ródano, para que fingiendo que huia, les sirviese de espía y con todo secreto avisase de los sucesos y intentos que Alejandro tuviese; pero todos estos pensamientos y trazas atajó la muerte, que le sobrevino cuando menos pensaba; ca falleció en Babilonia á los 28 de junio el año primero de la olimpíade 114, el cual año de la fundacion de Roma se contaba 430. Algunos quitan dos años deste número, y es forzoso que la historia, en la cuenta y razon destos tiempos, á las veces vaya con poca luz y casi á tiento. Esta embajada de los españoles es verisímil que desagradó á los cartagineses, contra quien principalmente se enderezaba. Mas no les pudieron dar guerra, por las alteraciones de Sicilia y por el miedo de Agatocles, el cual, sin embargo que era hijo de un ollero y nacido en Sicilia, y que habia pasado la mocedad torpísimamente, por ser diestro en las armas y de mucha prudencia, fué por los siracusanos nombrado por su capitan para que los acaudillase en la guerra que traian contra los eneos, la cual concluida, como se sospechase que pretendia tiranizar aquella ciudad de Siracusa, fué enviado en destierro. Recibiéronle los murgantinos por la enemiga que con los siracusanos tenian; hiciéronle gobernador primeramente de su ciudad, y des

rido; así lo refiere Justino. Con la ida de Pirro los de Siracusa encargaron el gobierno de su ciudad á Hieron; despues le hicieron su capitan contra los cartagineses, y finalmente rey. Fué hijo de Hieroclito, que decendia del linaje de Gelon, antiguo tirano de aquella isla; su madre fué mujer baja y aun esclava. Era grande el esfuerzo y las partes de Hieron, y no era menester menos reparo contra los cartagineses, que fortalecian con muy gruesas guarniciones muchas ciudades de que estaban apoderados, y aspiraban al señorío de toda la isla.

pues su capitan ; con que tuvo manera para apoderarse de Lentini, y tambien tomó á Siracusa por traicion de Amilcar Cartaginés, al cual ella llamara en su ayuda contra el poder de Agatocles; deslealtad y traicion de que fuera castigado y pagara con la cabeza, que así estaba decretado y acordado por voto de todo el Senado de Cartago, si antes de volver á su tierra no falleciera en la misma Sicilia. Sucedióle otro del mismo nombre, es á saber, Amilcar, hijo de Gisgon. Pasó en Sicilia con nuevo ejército de Africa y nuevos socorros que de España le acudieron. Llegado á la isla, fué en busca de Agatocles; dióle al principio una rota, con que le encerró y cercó dentro de Siracusa. El peligro y el daño derriba á los cobardes y anima á los valientes; fué así, que Agatocles en aquella estrechura usó de una osadía maravillosa, ca despues que persuadió á los suyos á sufrir el cerco animosamente, él con su flota pasó en Africa: notable resolucion, pues el que no tenia fuerzas para una guerra, ayudado del consejo, salió vencedor en dos. Venció en batalla á Hannon, capitan de los cartagineses, que le saliera al encuentro, y le mató. Despues, destruidos los campos, las villas y los pueblos abrasados y robado gran número de hombres y de ganados, puso en gran temor y cuita á los de Cartago, en cuyos ojos las alquerías de la ciudad, sus labranzas y sus campos, todo el regalo y riqueza de los ciudadanos con el fuego humeaban. Demás desto, de Sicilia se supo que Artandro, hermano del tirano, que quedara en el cerco, con una salida que hizo, dió una arma tan brava sobre los enemigos, que descuidados estaban, que mató á su capitan, y puso á los demás en huida. Con esta nueva Juego Agatocles dió vuelta á Sicilia, y allí por todas partes apretó á los cartagineses de suerte, que con muerte de muchos dellos, echó á los demás de toda aquella isla, y él quedó en todo sosiego. Fué esta paz de poca dura, á causa que Pirro, rey de Epiro, que hoy es Albania, llamado por los de Taranto, pasó en Italia, y en ella afligió y trabajó el poder de los romanos con dos rotas que les dió, una tras otra. De Italia pasó á Sicilia, año de la fundacion de Roma de 476, con esta ocasion. Falleció Agatocles en Siracusa rico y dichoso; su mujer é hijos, como él se lo dejó mandado, recogidos sus tesoros y preseas, se fueron á Egipto. Los de Cartago, sabido lo que pasaba, entraron en pensamiento de apoderarse de nuevo de toda aquella isla, para lo cual se apercibieron de un grueso ejército, y en particular nuestros historiadores afirman que de España llevaron en una flota para este efecto cinco mil peones y ciento y cincuenta caballos, todos españoles, con mas setecientos honderos mallorquines, y que sacaron otrosí de sus fortalezas los soldados que tenian de guarnicion para llevarlos á esta empresa, y pusieron en su lugar soldados españoles que guardasen aquellas plazas. Los siracusanos, al coutrario, para contrastar á las fuerzas y intentos de Cartago, llamaron en su ayuda á Pirro, que por esta causa se nombró rey de Epiro y de Sicilia. Llegado, rompió una batalla de tierra á los cartagineses, que aun no tenian juntas todas sus fuerzas; pero llegados los socorros de España, ya que Pirro trataba de volverse á Italia, fué desbaratado en una batalla de mar y forzado á desamparar á Sicilia, y aun poco despues de Italia pasó á su tierra, perdido el senorio de Sicilia, tan presto como le habia adqui

CAPITULO VI.

Do la primera guerra púnica contra Cartago. Estando las cosas en este estado, se encendió de repente una nueva guerra, con que el poder y buena andanza de los cartagineses fué abatido por los romanos, los cuales entraron en Sicilia con esta ocasion. Los mamertinos, que así se llamaban del nombre del dios Marte, por atribuirse á sí la gloria de las armas y tenerse por mas valientes que los demás, moraban en aquella parte de Italia que se llama Campania ó Tierra de Labor, desde donde fueron llamados por los ciudadanos de Mecina, ciudad puesta sobre el estrecho de Sicilia, con un muy bueno y seguro puerto, contra el poder de Agatocles, que con lo demás pretendia enseñorearse de aquella plaza. Los mamertinos, llegados á Sicilia, bicieron muy bien su deber; pero en premio de su trabajo, quitaron la libertad á los ciudadanos antiguos de aquella ciudad, y se hicieron señores de todo; demás desto, dilataron su señorío por aquella isla, crecieron en tanta manera en riquezas y orgullo, que se atrevieron á tomar las armas, primero contra Pirro, rey de Epiro, y despues acometer y hacer agravios á los de Siracusa; pero como fuesen vencidos en una batalla que se dió junto al rio dicho Longano por Hieron, capitan de los contrarios, fué tan grande la rota y matanza que en ellos se hizo, que los demás mamertinos, reducidos dentro de la ciudad, apenas se podian defender con las murallas sin confiarse de sus fuerzas, por donde determinaron buscar socorro de otra parte. No fueron todos de un parecer, ca parte de aquellos ciudadanos llamó en su socorro á los cartagineses, los cuales, porque estaban cerca, acudieron presto, y fueron recebidos en la ciudad y pueblos comarcanos. Otros enviaron embajadores á Roma, por ser grande la fama que corria de su esfuerzo, justicia y buena andanza. Los que fueron enviados, señalada que les fué audiencia, declararon en el Senado á lo que eran venidos. Tratado el negocio, muchos fueron de parecer que no era lícito hacer guerra á los cartagineses, que ninguna causa ni disgusto les habian dado. Los demás decian que no era bien esperar hasta tanto que, apoderados de Sicilia, pasasen en Italia, pues nadie se contenta con lo que tiene, y todos cuanto son mas poderosos, tanto quieren pasar mas adelante. Resolviéronse que debian acudir á los mamertinos, principalmente que en cierto asiento antiguo tomado con Cartago en el consulado de Publicola, y renovado ya por tres veces, se habia puesto por condicion que ni los unos ni los otros se entremetiesen en las cosas de Sicilia; lo que decian haber quebrantado los de Cartago. El cónsul Apio Claudio fué enviado en socorro con algunas compañías el año pri

mero de la olimpíade 129, que de la fundacion de Roma se contaba 490. Sabido esto en Mecina, parte de los ciudadanos tomaron las armas, con que echaron de su ciudad la guarnicion de los cartagineses. Por este agravio, que fué muy notable, irritados los cartagineses, se concertaron con Hieron, y juntadas con él sus fuerzas, pusieron por mar y por tierra cerco á los de Mecina, con intento así de apoderarse de la ciudad como para impedir el paso del Estrecho á los romanos; pero ellos luego que llegaron, cubiertos de la escuridad de la noche, pasaron el Estrecho, y recebidos que fueron dentro de la ciudad, salieron á dar la batalla al enemigo, en que vencieron á Hieron, y tomaron los reales de los cartagineses. Siguieron el alcance y la victoria hasta la misma ciudad de Siracusa, donde tuvieron algun tiempo cercados á los sicilianos que de la matanza escaparon; asimismo á los cartagineses quitaron no pocas ciudades y pueblos. Trocadas las cosas desta suerte, Hieron tambien se apartó dellos y tomó asiento con los romanos. No desmayaron por esto los cartagineses, antes tanto con mayor diligencia y brio juntaron una nueva y gruesa armada, y levantaron nuevas compañías en España y por las marinas de la Gallia y por la Liguria, que hoy es lo de Génova, segun que Polibio lo testifica. Con este aparato tornaron á la guerra contra los romanos, que fué larga y dificultosa; pero no hace á nuestro propósito declarar todo lo que en ella sucedió, pues es bastante carga la que tomamos de relatar las cosas de España, de la cual refieren nuestros escritores, sin señalar ni lugares ni nombres, que por este tiempo era trabajada de una guerra cruel y civil, sin perdonar ni excusar muertes, robos y quemas que de todas maneras sucedian. En Sicilia la guerra entre romanos y cartagineses se proseguia; los trances y sucesos fueron varios, ya los vencidos vencian, ya eran vencidos los vencedores, hasta tanto que se dió una batalla naval, año de la fundacion de Roma de 502, en que las fuerzas de los romanos fueron trabajadas; ca el general romano Cecilio Metello fué vencido y puesto en huida con pérdida, si creemos á Eusebio, de noventa naves. Al contrario, los mallorquines se rebelaron contra los gobernadores de Cartago, y muerta la guarnicion de cartagineses, con un granizo de piedras forzaron á la armada que estaba surta en el puerto á salirse dél y echar áncoras en alta mar; y como la furia de aquellos hombres salvajes no se amansase, les fué necesario hacerse á la vela la vuelta de Cartago. Para sosegar aquella revuelta y ganar aquellos isleños era menester esfuerzo, autoridad y maña, por donde acordaron en Cartago de enviar para este efecto un varon de conocida prudencia y de gran fama en las armas, por nombre Amilcar Barquino. Este, con la autoridad y destreza que tenia, juntó y se ayudó de grande afabilidad en su trato; así, sin usar de rigor ni de fuerza, redujo toda la isla al reposo y obediencia de antes. En este tiempo, en una isla llamada Ticuadra, cercana á Mallorca, nació á Amilcar un hijo, por nombre Aníbal, aquel que con la grandeza de sus hazañas y con la fama de su valor hinchó la redondez de la tierra. Plinio sin duda, si la letra no está errada, hace á Ticuadra patria de Aníbal. Nuestros coronistas añaden que nació de madre española, y que el gran Amilcar, su padre, nombrado que fué por general para continuar la guerra contra los

romanos, año de la fundacion de Roma de 507, llevó á Sicilia en su armada dos mil españoles y trecientes honderos, con intento de recobrar el señorío de aquella isla, que los suyos habian perdido. Con estas gentes costeó y aun acometió las riberas de Italia, y últimamente surgió con su flota en aquella parte de Sicilia donde está puesta la ciudad de Palermo, con una ensenada y cala que allí tenia, no mala para las naves. Está allí cerca un monte empinado, que por todas las partes tiene áspera la subida; debajo dél se extendia y extiende una llanura de doce millas en circuito, muy fresca, hermosa y fértil á maravilla. En aquel monte se fortificó Amilcar, y en él puso sus gentes, con intento que no le forzasen á venir á las manos y dar la bata-. lla de poder á poder; ca no queria aventurar el resto en una pelea, y solo pretendia trabajar al enemigo con escaramuzas y rebates, convidar á los pueblos y ciudades comarcanas á tomar otro partido, y junto con esto hacerse señor de la mar. Contra estos intentos, el. cóusul Cayo Luctacio, enviado que fué de Roma con una gruesa armada, llegó y dió fondo junto al promontorio Lilibeo, donde está asentada la ciudad de Trapana. Asimismo, á instancia de Amilcar, partió de Cartago una nueva armada, y por general della un hombre principal, que se llamaba Hannon. Vinieron a las manos las dos armadas cerca del dicho promontorio Lilibeo ó cabo de Trapana; la batalla fué brava y de las inas famosas del mundo. La victoria quedó por los romános, la armada cartaginesa destrozada, ca sesenta naves fueron tomadas por los romanos, y otras cincuenta echadas á fondo; el número de los muertos y prisioneros fué conforme al número de las naves y grandeza de la victoria, El temor de la ciudad de Cartago, cuando se supo la rota, fué tan grande, que se determinaron y trataron de tomar asiento con los romanos. Dióse el cuidado y comision de hacer los conciertos y capitular á ' Amilcar, capitan de no menor valor para sufrir los reveses de la fortuna, que de esfuerzo para hacer la guerra. Hobo vistas de los dos generales, en que se trató de las condiciones, y últimamente se concluyó la paz en esta forma y con estas capitulaciones: los cartaginese's saquen sus huestes y 'soldados de Sicilia y de las islas comarcanas; no hagan algun agravio ó molestia á Hieron ni á los demás confederados de los romanos; paguen á ciertos tiempos y plazos dos mil y docientos talentos euboicos, y esto por castigo y por los gastos hechos en la guerra; suelten los cautivos que tuvieren, sin rescate. Estas condiciones no agradaron al pueblo romano, por lo cual diez varones, enviados con autoridad de corregir y concluir este tratado, añadieron mil talentos á la suma que estaba concertada; demás desto mandaron que los cartagineses, no sólo saliesen de Sicilia, sino tambien de las otras islas que caen entre Sicilia é Italia. Con tanto se dejaron las armas, y se concluyeron las paces el año veinte y dos despues que la guerra se comenzó; pero de tal manera, que todos entendian no faltaba voluntad á los cartagineses de volver á la guerra y á las armas, y que lo harian, luego que tuviesen fuerzas bastantes, con mayor brio y porfía que antes. Las condiciones que les pusieron eran muy pesadas; y por tanto se persuadian no las guardarian mas de cuanto les fuese forzoso. Fué este año desgraciado para España por la seca que padeció

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Cómo Amilcar vino otra vez á España.

Nunca las adversidades paran en poco, antes vienen de ordinario enlazadas unas de otras, como se vió en la ciudad de Cartago, que le sobrevinieron nuevos desastres y daños, y fué que á un mismo tiempo en Africa y en Cerdeña se amotinaron los soldados cartagineses porque no les daban las pagas que de mucho tiempo se les debian. En Africa los soldados que salieron de Sicilia, luego que se amotinaron, nombraron por sus capitanes á Coto, africano, y á Sependio, italiano de nacion; eran como sesenta mil hombres; la ciudad no les podia satisfacer por estar sus tesoros acabados con los gastos de aquella desastrada guerra; volvieron su rabia contra los pueblos y los campos comarcanos, con que pusieron en gran cuidado y cuita á los de Cartago. Los de Cerdeña, además de amotinarse, pasaron tan adelante, que sus mismos soldados se conjuraron contra su capitan Hannon, sin parar hasta ponerle en una cruz por haberse con ellos ásperamente. Fuera enviado este capitan para apaciguar el motin que allí se habia levantado; con su muerte se juntaron los soldados de Hannon con los amotinados de antes, y por algun tiempo tuvieron el señorío y mando de la isla, hasta tanto que, echados por los naturales de ella, se huyeron y pasaron á los romanos, de los cuales de tal manera fueron recebidos y amparados, que no los tornaron á enviar á Cerdeña; mas, por otra parte, ellos armaron muchas naves para quitar á los cartagineses, como lo hicieron, la posesion de aquella isla. Fué este grave sentimiento para los de Cartago, que consideraban cuántas fuerzas perdian con haberles quitado á Sicilia y al presente despojado de Cerdeña. Los romanos se excusaban con el concierto y capitulaciones pasadas, por donde pretendian que los de Cartago debian partir mano y salirse de la una y de la otra isla. Para mitigar esta pena usaron de blandura y de maña; y fué que sin ser requeridos enviaron trigo á Cartago para remedio de la hambre, que se padecia gravísima en aquella ciudad, causada de la falta de labor por los alborotos, que no dieron lugar á sembrar los campos; dado que Amilcar Barquino, nombrado de los suyos por capitan contra los amotinados de Africa, los habia quebrantado y cansado con paciencia de tres años, y vencido despues en una señalada batalla que les dió. Reparadas las cosas con esta victoria, y disimulado el dolor de habelles quitado á Cerdeña, tornaron á tratar de lo de España; donde por caer tan lejos de Roma pensaban podrian extender su señorío, y con mayores ventajas recompensar los daños pasados. Nombraron á Amilcar para aquel cargo con autoridad suprema de hacer y deshacer; el cual, al partirse de Cartago, segun la costumbre, hizo primero sus votos, y ofreció sus sacrificios; hallóse presente su hijo Aníbal, niño de nueve años, porque le queria llevar consigo á España. Hízole tocar al altar y que jurase por expresas palabras que, en siendo de edad, vengaria su patria contra los romanos y tomaria contra ellos las armas. Tenia Amilcar otros tres hijos me→

nores que Aníbal, es á saber, Asdrúbal, Magon y Hannon. Hízose Amilcar á la vela, y luego que llegó á Cádiz, los turdetanos, que sin hacer mudanza se habian conservado en la amistad de Cartago, enviaron embajadores á dalle la bien venida y ofrecelle sus gentes y fuerzas, si las hobiese menester. Con esta ayuda Amilcar, no solo recobró lo que antiguamente los suyos poseian en tierra firme, pero aun se apoderó de toda la Bética, parte por fuerza, y parte por voluntad de los naturales, que fué el año de la fundacion de Roma de 516. Era esta gente por aquel tiempo tan rica, que, como dice Estrabon, usaban de pesebres y de tinajas de plata. Añaden que, costeando con su armada las riberas del mar Mediterráneo, se metió por Ebro arriba, donde fundó un pueblo, que antiguamente llamaron Cartago la Vieja, y hoy se entiende que sea Cantavecha, pueblo pequeño de los caballeros y órden de San Juan, distante de la ciudad de Tortosa, entre poniente y septentrion, por espacio de diez leguas, en los pueblos dichos antiguamente Ilercaones, donde sin duda la puso Ptolemeo; por donde claramente se entiende cómo se engañan los que sienten que Cartago la Vieja fuese, ó la misma ciudad de Tortosa, ó tres leguas hacia el levante donde sale el sol, una aldea llamada Perelló, por ciertos paredones que allí hay, rastros manifiestos de edificio antiguo. El año siguiente se apoderó de todas las marinas, donde los Bastetanos y Contestanos se extendian hasta el mar, comarcas do hoy están las ciudades de Baza y Murcia; y no dista mucho de allí la de Sagunto, de donde vinieron embajadores á Amilcar para darle el parabien de las victorias y traerle presentes, si bien los de aquella ciudad estaban muy léjos de entregársele, aunque fuese con muy honestos y aventajados partidos. Despidiólos pues benignamente y con buenas palabras; pero el deseo que tenia de apoderarse de aquella ciudad era muy grande. Era menester buscar algun color para hacello y para cubrir su mal ánimo con capa de honestidad. Acordó de persuadir á los turdetanos que en los términos de Sagunto edificasen una ciudad, la cual consta se llamó Turdeto, y algunos quieren que sea Tiruel, apartada veinte leguas de Sagunto; esto sienten movidos solo por la semejanza del nombre, conjetura las mas veces engañosa y flaca. Resultó de aquel principio y por aquella causa diferencia entre aquellas dos naciones ó ciudades; ocasion á propósito para lo que pretendia Amilcar, que era apoderarse de los saguntinos y quitalles la libertad; ellos por sospechar lo que era, se resolvieron de no alborotarse ni tomar las armas contra los turdetanos. A la boca del rio Ebro hicieron los cartagineses fiestas y alegrías por todas las victorias pasadas, junto con celebrarse las bodas de Himilce, hija de Amilcar, con Asdrúbal, deudo del mismo, el año que se contaba de la ciudad de Roma 521. Hacíanse estos regocijos, y no por eso el capitan cartaginés se descuidaba de lo que á la guerra tocaba, antes desde allí envió embajadores á los principales de la Gallia para ganarles las voluntades, por tener entendido que su amistad podria ser muy á propósito para la guerra que, en teniendo á España sujeta, pensaba hacer contra los romanos. Granjeólos con dádivas y con oro, de que ellos eran muy codiciosos, y España muy abundante. Luego el año siguiente movió con su gente y armada hácía los Pirineos; corrió y su

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