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HISTORIA DE ESPAÑA.

pesado por la edad y por haber quedado cojo de una pierna despues que en Badajoz se le quebró, de tal manera, ir que usaba de coche por no poder andar á caballo, convocados soldados de todo su reino, se apresuró para á Santaren. Dióse la batalla, en que los moros no fueron iguales á los portugueses, porque el padre por frente, y el bijo, que salió de la villa, por las espaldas los apretaron; fué grande la matanza y muchos los que se pusieron en huida; al mismo Rey bárbaro dieron en la batalla una herida mortal, y como quier que pretendiese para escapar pasar á Tajo, que por aquella parte va muy arrebatado y lleva mucha agua, se ahogó en el rio, que fué el año de 1184. Sucedióle en los dos imperios de Africa y de España Abenjuzef, su hermano. Esta victoria se tuvo por muy señalada, y por ella se hicieron grandes regocijos en toda España. Verdad es que la muerte de Armengaudo ó Armengol, conde de Urgel, aguó algun tanto esta alegría; era hijo de Armengaudo Castilla, conde de Barcelona, y tenia por mujer una hermana del rey de Aragon; y no solo poseia gran estado en Cataluña y Aragon, sino tambien en Castilla era señor de Valladolid, por ser bisnieto de don Peranzules, de quien en su lugar se hizo mencion, que fué un gran personaje. Este Príncipe, con deseo de adelantar el partido de los cristianos, con sus gentes particulares rompió por la tierra de Valencia; pero despues de algunos buenos sucesos que tuvo fué muerto por los moros junto á la viIla de Requena en una celada que le pararon y con engaño. Otros dicen que los castellanos le dieron la muerte; la pública voz y fama fué que los morosle mataron; que parece mas probable y es mas justo que se tenga por verdad. Lo cierto es que este desastre sucedió á 11 dias de agosto; dejó un hijo de su mismo nombre por heredero de sus estados. En otra parte don Sancho, de Navarra, se metió por tierras de Castilla, y llegado hasta el lugar de Atapuerca, como llevase gran presa robada por aquellos lugares, el abad de San Pedro de Cardeña, movido por el trabajo y lágrimas de los comarcanos, fué apresuradamente en busca del Rey que se volvia á su tierra; alcanzóle y pidióle restituyese la presa á los que padecieron el daño, pues parecia cosa injusta que los agravios hechos por los reyes los pagase la gente miserable y sobre ellos descargase la saña. Condescendió el Rey á los ruegos del Abad por ser tan justificado lo que le pedia, demás del particular respeto que tuvo al estandarte del Cid, que el Abad y los monjes del templo do le tenian le tomaron y le llevaban delante para movelle mas. Lo cual hizo tal impresion en su ánimo y en tanto grado, que él mismo acompañó el dicho estandarte hasta dejalle en el lugar en que antes le tenian. Sucedieron estas cosas el año de 1185. En este año los reyes de Portugal, padre y hijo, fueron primero á Coimbra, dende se partieron para la ciudad de Portu. Allí celebraron las bodas entre Filipe, conde de Flándes, y doña Teresa, hija del mismo rey don Alonso, á quien los flamencos llaman Matilde. Concluidas las fiestas, volvieron á Coimbra; allí el Rey, agravado de enfermedad y de los años, falleció á 6 del mes de diciembre en edad de noventa y un años. Su cuerpo, segun que éi ordenó en su testamento, sepultaron en la iglesia de Santa Cruz, que él mismo fundó, en una sepultura humilde; de donde por mandado del rey don Manuel, en tiempo de nuestros abuelos, le pasaron á

rey

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otro sepulcro de mármol blanco de labor muy prima.
Fué varon admirable, acabado en todo género de vir-
tudes, del reino de Portugal no solo fundador, sino con-
quistador en gran parte. Pasó su larga edad y reinado
casi sin ningun tropiezo. En las cosas de la guerra y en
las artes de la paz se señaló igualmente, junto con el
celo que tenia á la religion, de que dan muestra mu-
chos templos que en Lisbona y en Ebora y en otros lu-
gares edificó. Corria á las parejas en piedad y devocion
su mujer doña Malfada, hacia en todo el reino edificar
á sus expensas muchos monasterios y iglesias; señales
muy manifiestas de la virtud que ambos tenian. Hallá-
base España en sosiego despues que entre los reyes se
concertaron las paces y por la muerte del rey Jacob de
los almohades. Solo comenzaba por otra parte una nue-
va guerra y un nuevo miedo, que ponia á muchos en
cuidado. Era cosa muy honrosa á don Pedro Ruiz de
un tan pequeño estado como el que tenia sin reconocer
Azagra que en los ojos de tan grandes reyes conservase
á nadie vasallaje. Acudia él de buena gana á ayudar á
los reyes en la guerra contra los moros, y arriba queda
dicho lo mucho que hizo cuando se ganó la ciudad de
Cuenca ; pero no se podia persuadir á hacer homenaje
á ninguno, y para mostrar su exempcion se llamaba
vasallo de Santa María, que era el nombre de la iglesia
mayor de Albarracin. La causa de conservarse tanto
tiempo, cuanto no sé si alguno de los capitanes anti-
guos, entiendo fué la fortaleza del sitio y la emulacion
y contienda que los reyes tenian entre sí por desear cada
cual la presa, hacerle su vasallo y que no lo fuese del
otro. El año pues luego siguiente de 1186, por el mes
de enero, los reyes de Castilla y de Aragon se junta-
ron para tomar acuerdo sobre este caso en Agreda.
En las vistas de comun consentimiento hicieron una
deudos y aliados del dicho don Pedro que siguiesen
ley en que desterraban de los dos reinos á todos los
su partido; con este principio de rompimiento se con-
tentaron por entonces. En el principio del año siguien-
te Gaston, vizconde de Bearne, á ejemplo de sus ma-
yores, hizo en Huesca homenaje al rey de Aragon, año
desgraciado por la prision de Guidon, rey de Jerusa-
lem. Saladino, grande enemigo de cristianos, le pren-
dió á él y al maestre de los templarios en la ciudad de
Tiberiade; y se apoderó por concierto de la misma ciu-
dad de Jerusalem á 2 dias del mes de octubre, que fué
un daño y mengua notable y sin reparo. En Castilla el
rey don Alonso, vuelto el pensamiento á las cosas de la
paz, con muy buenas leyes y estatutos ordenaba y en-
derezaba la milicia y órden de Calatrava en el mismo
tiempo que don Fernando, su tio, rey de Leon, falleció
en Benavente el año que se contó de 1188; reinó por
en la capilla real. Fué tenido por mas aventajado y mas
espacio de treinta y un años. Sepultáronle en Santiago
á propósito para la guerra que para el gobierno. Las
señaladas partes que tuvo de cuerpo y ánimo pareció
mente en la menor edad del rey de Castilla, su sobri-
estragar la insaciable sed de reinar que mostró, mayor-
no. Por lo al sufria mucho los trabajos, su ingenioagu-
do, prudente y provido, y en los peligros tuvo cora-
zon animoso y grande. Martin, presbítero de Leon, por
estos tiempos florecia por la erudicion y por la su vida
muy santa que hacia. Ocupábase en escribir muchos li-
bros, si bien era persona idiota y sin letras; mas de re-

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pente le hizo muy aventajado en letras una extraordinaria vision en que san Isidro, en cuyo monasterio vivia, entre sueños le dió á comer un libro en señal de la mucha doctrina que por aquel medio le comunicaba; desde entonces comenzó á señalarse en el conocimiento de las divinas letras y escritura sagrada. A nuestras manos no ha venido cosa alguna de aquellos sus libros. Dicese que los canónigos de aquella iglesia y convento los guardan con grande cuidado como un precioso tesoro de y para testimonio muy claro de lo que sucedió y aquel milagro.

CAPITULO XVII.

De varias confederaciones que se hicieron entre los reyes.

Los hijos sucedieron á sus padres, don Sancho á don Alonso, rey de Portugal; á don Fernando, rey de Leon, don Alonso, noveno deste nombre, que se volvió con la nueva de la muerte de su padre del camino que llevaba, porque se queria ausentar y se iba para su tio el nuevo rey de Portugal por miedo del odio y asechanzas de su madrastra. Llevaba ella mal que don Alonso, hijo bastardo, como ella decia, solo por ser de mas edad y porque se le antojaba á su padre, fuese preferido á sus hijos, y tratado como quien habia de suceder en aquella corona. De aquí resultaron desabrimientos perpetuos, de que avino que dado que el Rey, su antenado, al principio le dejó los lugares de su dote por respeto y contemplacion de su padre, pero en fin la puso en necesidad de retirarse á Najara, do pasó lo restante de su vida. En el monasterio de Santa María el Real de aquella ciudad están en una capilla, que se llama de Santa Cruz, dentro del claustro, las sepulturas desta señora y de sus hermanos, que fueron don Lope, obispo de Segovia, y don Martin de Haro. Don Alonso, rey de Leon, fué casado dos veces: la primera con doña Teresa, hija de don Sancho, rey de Portugal, en quien tuvo tres hijos: á doña Sancha, á don Fernando, que vivió poco, y á doña Dulce; despues, por mandado de los pontífices, se apartó de doña Teresa á causa que era su parienta, y casó con doña Berenguela, hija de don Alonso, su primo, rey de Castilla. Don Sancho, rey de Portugal, primero deste nombre, que llamaron el Poblador y el Gordo, casó los años pasados con doña Aldonza Dulce, hermana del rey de Aragon. Deste matrimonio tuvo muchos hijos, es á saber, á don Alonso, el mayorazgo, á don Fernando, don Pedro, don Enrique, que murió mozo ; cinco hijas, doña Teresa, doña Malfada, doña Sancha, doña Blanca, doña Berenguela. Y muerta la mujer, tuvo en otras dos concubinas seis hijos, parte varones, parte hembras: de la primera, por nombre Juana, á doña Urraca y á don Martin; de la otra, que se llamó María, á doña Teresa, don Egidio, doña Constanza y don Rodrigo. Doña Teresa casó con Alfonso Tello, el que fundó y pobló la villa de Alburquerque; tales eran las costumbres de aquel siglo, que no tenian por torpe cualquier antojo de los reyes, en que don Alonso, rey de Castilla, fué muy mas medido y juntamente dichoso en sucesion, porque de un solo matrimonio tuvo once hijos; entre los demás doña Blanca fué la mas dichosa, porque casada con Luis, rey de Francia, octavo deste nombre, con dichoso parto dió al mundo un hijo del mismo nombre

de su padre, el que por la conocida bondad de su vida y por su piedad muy señalada alcanzó renombre de santo y se llamó san Luis. Despues de doña Blanca se siguieron doña Berenguela, don Sancho, doña Urraca y don Fernando, que consta haber nacido el año 1189, á 29 de noviembre, dia miércoles. Despues dél se siguieron doña Malfada y doña Constanza, y luego adelante dos ó tres hermanas, cuyos nombres no se saben; demás destos doña Leonor y el menor de todos don Enrique, que con maravillosa variedad de las cosas vino á suceder en el reino á su padre, como se mostrará en otro lugar. Fuera de los muchos hijos que el rey de Castilla tuvo, se aventajaba á los demás príncipes sus vecinos en la grandeza del señorío, muy mayor que el de los otros, por do ponia espanto á todas las provincias de España. El, aunque se via rodeado de lantas riquezas y ayudas, no se daba al ocio ni á la flojedad, antes extendia con las armas los términos de su señorío y los dilataba; en que asimismo sobrepujaba á los demás reyes de su tiempo; y en ingenio y maña y en riquezas, gracia y destreza igualaba á sus antepasados. Con esto sustentaba la autoridad real y se hacia temer. Nunca el poder de los príncipes es seguro á los comarcanos, por ser cosa natural buscar cada uno ocasion de acrecentar sus estados, sea justa, sea injustamente. Por esta causa los demás reyes de España se hermanaban contra el rey de Castilla, y se confederaban y prometian que tendrian los mismos por amigos y por enemigos. Procuraban traer á esta confederacion al rey de Leon, si bien pareció estar mas aficionado y obligado al rey de Castilla, don Alonso, su primo. Y es así que luego que tomó la posesion del reino paterno, con deseo de ganar su amistad, de su voluntad fué á las Cortes de Castilla, que se tenian en Carrion, el año 1188. Armóle allí caballero á la manera que entonces se usaba; y para muestra de darle la obediencia le besó la mano; cortesía en que pareció diminuir la majestad de su reino y reconocer á su primo por mas principal, como lo era. Halláronse en aquellas Cortes Conrado, hijo del emperador Federico, llamado Barbaroja, que aportó á España en peregrinacion, y Raimundo Flacada, conde de Tolosa; el uno y el otro tuvieron por cosa honrosa que el Rey los armase caballeros con las ceremonias que en España se usaban. Fuera desto, se concertó casamiemto entre Conrado y doña Berenguela, hija del Rey; pero no vino á efecto por esquivar la doncella de ir á Alemaña, sea por aborrecer las costumbres de aquella nacion, sea por el largo y trabajoso camino, porque, ¿á qué propósito mudar la templanza de España y el arreo de su patria y trocalle por el cielo áspero de Alemaña y otras condiciones asaz diferentes de sus naturales? Finalmente, este desposorio se apartó por autoridad de don Gonzalo, primado de Toledo, y de Gregorio, cardenal de Santangel. Los demás reyes, entre tanto que esto pasaba, consultaban entre sí por sus embajadores qué era lo que debian hacer, en especial el de Aragon, que llevaba mal que todas las cosas estuviesen en el albedrío de su cuñado, el rey de Castilla, y don Sancho, rey de Navarra, que pretendia recobrar por las armas lo que por fuerza le quitaron los años pasados. Con este intento el año de Cristo 1190 se juntaron de propósito en Borgia por el mes de setiembre; en esta habla hicieron entro

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HISTORIA DE ESPAÑA."

si confederacion y asiento contra las fuerzas de Casti-
lla. Los leoneses otrosí y los portugueses entraron en
esta liga, atraidos á ella por industria de los dos reyes.
EG Huesca se hallaron los embajadores de los otros
reyes. Tratóse del negocio con el rey de Aragon, que
hacia sus veces y las del Navarro. Allí, no solo se con-
certó paz entre los cuatro reyes y se ligaron para las
guerras, sino demás desto se añadió expresamente
que ninguno en particular sin que los otros lo supie-
sen y viniesen en ello por sus particulares intereses
hiciese paz ó tregua con el enemigo, ni aun tuviese
licencia sin el tal consentimiento de hacer guerra
nadie ni comenzalla. Estas cosas se concluyeron por el
mes de mayo, año de 1191, en que falleció en Roma
Clemente, tercero deste nombre, á 25 de marzo. Su-
cedió en su lugar cuatro dias despues Celestino III, lla-
mado antes que fuese papa Jacinto Bobo. Fué natu-
ral de Roma, y en España mucho tiempo legado de los
pontifices pasados. Don Gonzalo, arzobispo de Toledo,
pasó asimismo desta vida á 29 del mes de agosto luego
siguiente. En su tiempo el rey don Alonso dió á él y á
su iglesia de Toledo á Talamanca y Esquivias. En su
lugar fué puesto don Martin Lopez, que por la gran-
deza de su ánimo, y por las excelentes cosas que hizo,
tuvo por sobrenombre y se llamó el Grande; tuvo antes
el obispado de Sigüenza; su patria se llamó Pisorica;,
sus virtudes, don Rodrigo que le sucedió en la digni-
dad, las celebró y contó muy en particular. Este mis-
mo año el rio Tajo se heló en Toledo; cosa que por la
templanza de la region y del aire suele acontecer muy
pocas veces.

CAPITULO XVIII.

Cómo se perdió la jornada de Alarcos,

En el mismo tiempo del arzobispo don Martin vivia
Diego Lopez de Haro, señor de Vizcaya; en riquezas,
prudencia y autoridad sobrepujaba claramente á los de-
más grandes de Castilla. Tenia en nombre del rey de
Castilla y por su mandado el gobierno de Briviesca, Na-
jara y Soria, como se muestra por las escrituras de
aquellos tiempos. Este persuadió al Rey que se hiciesen
Cortes de todo el reino de Castilla en Carrion, el año de
nuestra salvacion de 1192, para resolverse en hacer
guerra á los moros, que por la flojedad de los nuestros
confirmaban sus fuerzas y eran espantosos á los cristia-
nos. Impedia estos excelentes intentos y empecia la
discordia y enemiga que andaba entre el rey de Casti-
lla y los leoneses y navarros; teinian que si por aquellas
partes acometian á Castilla como por las espaldas, for-
zarian á dejar las armas contra los moros y volver atrás;
parecia seria lo mas acertado primeramente asentar
amistad con aquellos reyes; con embajadas que de una
parte y de otra se enviaron, al fin se hizo y se concluye-
ron las paces. Despues se mandó á don Martin, arzo-
bispo de Toledo, que con buen número de soldados hi-
ciese guerra en el Andalucía, que fué el principio de
otra mas grande guerra que se siguió y emprendió por
aquella parte. Entre tanto que se tenian las Cortes en
Carrion, se tiene por fama, confirmada por el testimo-
nio de muchos, que el rey de Castilla á la raya de su
reino edificó á Navarrete, pueblo bien conocido. Yo
entiendo que le reedificó ó aumentó, porque el arzo-

bispo don Rodrigo hace mencion de aquel lugar antes
deste tiempo. En Aragon el conde de Urgel, que des-
pues de la muerte de su padre anduvo fuera de aquel
reino por enemistad particular que tenia con Ponce de
Cabrera, hombre poderoso, en fin, en este tiempo vol-
vió á la obediencia de su Rey y á sosegarse. Con don
Gaston, conde de Bearne, casó una hija de Bernar-
do, conde de Cominges, y con ella hobo en dote el se-
ñorío de Bigorra, como feudatario y vasallo del rey de
Aragon; asimismo don Berengario ó Berenguel, ar-
zobispo de Tarragona, fué muerto á 16 de febrero,
año de nuestra salvacion de 1194. Dicese que le mató
don Guillen de Moncada, dado que no se saben las cau-
sas de aquellas enemistades. En Pamplona tambien don
Sancho, séptimo deste nombre, rey de Navarra, siendo
ya de larga edad y muy esclarecido por sus hazañas y
grande prudencia, por lo cual y por ser en las letras mas
que medianamente ejercitado, tuvo renombre de Sabio,
falleció á 27 del mes de junio. Su cuerpo sepultaron en
la iglesia mayor de aquella noble ciudad con enterra-
miento y honras y aparato real. Reinó por tiempo de
cuarenta y tres años, siete meses y seis dias. De su mu-
á don Fernando, don Ramiro, doña Berenguela, doйa
jer doña Sancha, tia que era del rey de Castilla, dejó
Teresa, doña Blanca, sus hijos, y sin estos el mayor de
todos, que le sucedió en el reino, conviene á saber, don
por la grandeza de su ánimo y por sus excelentes hazañas
Sancho, rey de Navarra, octavo deste nombre, el que
en la guerra tuvo sobrenombre de Fuerte. Tambien le
llamaron don Sancho el Encerrado, porque en lo último
de su vida, por causa de una cruel dolencia que padecia
de cáncer, se estuvo retirado en el castillo de Tudela del
trato y conversacion de los hombres, sin dar lugar á
que ninguno le visitase ó hablase. Hay grandes rastros y
muestras de su magnificencia y liberalidad, en parti-
cular sacó á Ebro de su madre antigua para que pasase
por Tudela, y edificó sobre él un puente para comodi-
dad de los moradores. Fundó á su costa dos monaste-
rios del Cistel, llamados de Fitero y de la Oliva; demás
desto, en Roncesvalles una iglesia con nombre de Santa
María, donde él y sus decendientes se enterrasen. Ca-
só con doña Clemencia, hija de Raimundo, conde de
Tolosa, cuarto deste nombre. En ella tuvo á don Fer-
nando, que en vida de su padre murió de una caida
que dió de un caballo andando á caza. Su cuerpo enter-
raron en Tudela en la iglesia de Santa María. En el
tiempo que este don Sancho comenzó á reinar toda
España estaba suspensa por el temor de una grande
arzobispo
guerra que la amenazaba. Don Martin,
Toledo, como le era mandado, rompió por los campos
de Andalucía, destruyó por todas partes todo lo que se
le puso delante; muchos hombres, ganados y otras
cosas fueron robadas, quemados los edificios, los luga-
res y los campos destrozados; y por no salirle al encuen
tro algun ejército de moros, se volvió con el suyo á su
tierra sano y salvo y rico. Los moros, movidos por el do-
de soldados en toda la provincia. El mismo miramamo-
lor de esta afrenta y daño, hicieron grandes juntas de
lin Abenjuzef Mazemuto, avisado de lo que pasaba, con
gran número de gentes y con deseo de venganza pasó
en España; no solo los almohades, sino tambien los
etíopes y alárabes con la esperanza de la presa de Es-
paña seguian sus reales, Con esta muchedumbre pasaron

de

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á Sierramorena y llegaron al lugar de Alarcos, que poco antes los nuestros edificaran. Don Alonso, rey de Castilla, avisado del apercebimiento de los moros y del peligro de los suyos, en ninguna manera perdió el ánimo; antes avisado que hobo á los reyes de Navarra y de Leon que le acudiesen, con los cuales poco antes se concertó, él primero que nadie con su ejército particular acudió á Alarcos y puso sus reales cerca de los enemigos, cuya muchedumbre era tan grande, que con sus tiendas ocupaban todos aquellos campos y collados; por esto algunos juzgaban que se debian reportar y con astucia y maña entretener al enemigo hasta tanto que los otros reyes viniesen, que se decia llegarian muy presto. Otros eran de parecer que se viniese luego á las manos, porque los navarros y leoneses no tuviesen parte en la victoria y en la presa, que arrojada y temerariamente al cierto se prometian. Este parecer prevaleció como el que era el mas honrado, dado que el Rey no ignoraba que aquellos consejos en la guerra son mas saludables que mas seguros, y que menospreciar al enemigo y confiar en sí mismos es daño igualmente perjudicial á los grandes reyes, como el suceso de esta batalla lo dió á entender. Ordenaron los reyes sus gentes. Dióse la batalla junto á Alarcos, á 19 de julio, que fué miércoles, el año de 1195. Fué grande el coraje y denuedo de entrambas las partes; pero el esfuerzo de los nuestros fué vencido por la muchedumbre de los enemigos, porque mereciéndolo así los pecados del pueblo y por voluntad de Dios amedrentados los nuestros, les faltó el ánimo y corazon en la pelea. Muchos, así en la batalla como en la huida, fueron muertos, entre ellos Martin Martinez, maestre de Calatrava. Quién dice que don Martin, arzobispo de Toledo, se halló en esta batalla. De don Diego de Haro, que fuera el principal movedor desta guerra, se decia mostró cobardía, ca se retiró de la pelea y volvió á Alarcos al principio de la batalla, sea por no tener confianza de salir con la victoria, sea, como hobo fama, por estar agraviado del Rey, que en cierta ocasion igualó los caballeros del Andalucía con los nobles de Castilla en esfuerzo y destreza del pelear. Los moros, ensoberbecidos con tan grande victoria, no solo se apoderaron de Alarcos, que luego se les rindió, sino pasaron adelante, y metiéronse por las tierras del reino de Toledo. Llegaron hasta Yévenes, que está seis leguas de aquella ciudad; desde allí, hechos muchos daños, volvieron atrás. En nuestra edad solamente restan algunos paredones de Alarcos y un templo bien antiguo, con nombre de Santa María, con que los comarcanos tienen mucha devocion. Entiéndese que el Rey bárbaro hizo echar por tierra aquel pueblo y abatir sus murallas. Túvose por cierto que con aquel desastre tan grande castigó Dios en particular un pecado del Rey, y fué que en Toledo, menospreciada su mujer, se enamoró de cierta judía, que fuera de la herninguna otra cosa tenia de estimar. Era este trato, no solo deshonesto, sino tambien afrentoso á la cristiandad. Los grandes, movidos por tan grande indignidad y porque no se esperaba emienda, hicieron matar aquella mujer. Andaba el Rey furioso por el amor y deseo. Un ángel que de noche le apareció en Illescas le apartó de aquel mal próposito; mostrósele en aquella forma que tenia en una pintura y imágen del mismo Rey, á manera de mancebo con rostro hermoso, mas

mosura,

grave, que le amenazaba si no volviese en sí, y le apercebia esperase el premio de la castidad si la guardase, y temiese el castigo si la menospreciase. En la iglesia de Illescas, á la mano derecha del altar mayor, hay una capilla, llamada del Angel, con un letrero que declara ser aquel el lugar en que se apareció el ángel al rey don Alonso el Bueno, que así le llaman. La verdad es que sabido el desastre de Alarcos, los reyes de Leon y de Navarra desistieron del propósito de ayudar en aquella empresa. El rey de Leon acudió á visitar al rey don Alonso, sea con ánimo llano, sea fingidamente; don Sancho, rey de Navarra, sin saludar al Rey se volvió á su tierra. La memoria desta descortesía quedó en el pecho del rey de Castilla fijada mas altamente que ninguno pudiera pensar; y desde aquel tiempo, congojado con la saña y con el miedo, comenzó á tratar y aparejarse para vengar el agravio y satisfacer aquel su sentimiento, no solo contra los moros, sino tambien contra los navarros.

CAPITULO XIX.

De lo que sucedió en Portugal.

El año luego siguiente, que se contaba de Cristo 1196, fué desgraciado en España por la muerte del rey don Alonso de Aragon, que entre los reyes de España tenia el segundo lugar en autoridad y señorío, y en esfuerzo no daba ventaja á ninguno. Falleció en Perpiñan, á 25 de abril, en tiempo que todo su señorío gozaba de gran paz y el reino de Aragon florecia en geute, riquezas y fama. Nombró por heredero á don Pedro, su hijo mayor, segundo deste nombre; á don Alonso mandó en su testamento el condado de la Proenza y los demás estados que dél dependen. A don Fernando, el menor de todos, mandó que en el monasterio de Poblete del Cistel, que su padre comenzó y él le dejó acabado, y está puesto entre Tarragona y Lérida, en que pensaba hacer el enterramiento suyo y de sus sucesores, tomado el hábito, se ocupase en rogar á Dios por las ánimas de sus antepasados. Las tres hijas infantas, doña Constanza, doña Leonor y doña Dulce, nombró y sustituyó á la sucesion del reino, si sus hermanos muriesen sin herederos, mudada en esta parte y corregida la voluntad de doña Petronilla, su madre, que excluyó las hembras de la herencia de aquellos estados, como arriba queda señalado. Este año, en que sucedió la muerte del rey de Aragon, fué tambien desgraciado por la hambre y peste, males que Cataluña principalmente padeció. Demás desto, con una nueva entrada que hizo el Rey bárbaro; Cáceres y Plasencia fueron tomadas, talados los campos de Talavera y puesto fuego á los olivares, que se dan allí muy buenos. La villa no pudo ser entrada por la fortaleza de los adarves y esfuerzo de los moradores, echó por tierra empero los lugares de Santolalla y Escalona, que están mas adelante. La misma ciudad de Toledo estuvo cercada espacio de diez dias. En Castilla la silla obispal de Najara, en que hasta entonces estuvo, se trasladó á la iglesia de Santo Domingo de la Calzada, la cual de una excelente fábrica se comenzara diez y seis años antes, y á la sazon se acabó, de tanta grandeza y anchura, que compite con las principales de España. Lo uno y lo otro se hizo por diligencia de don Rodrigo, obispo de Calahorra. El año siguiente de 1197

HISTORIA DE ESPAÑA.

hobo nuevos movimientos en Cataluña, por estar la provincia dividida en parcialidades; unos seguian á Armengaudo, conde de Urgel; otros favorecian á Raimundo Rogerio, conde de Fox; por la cual parcialidad la ciudad de Urgel fué cercada y tomada por fuerza. El moro Abenjuzef, soberbio por la victoria pasada y la prueba que hizo de sus fuerzas y fortuna, con orgullo se prometia en su pensamiento el señorío de toda España. Relaciéndose pues de fuerzas y juntadas mas gentes, volvió otra vez á Toledo; no tenia esperanza de apoderarse de la ciudad por la fortaleza del sitio; taló los campos, saqueó los lugares comarcanos, hizo grandes robos, llegó con las talas hasta Madrid y Alcalá, y á mano izquierda hasta Ocaña, Uclés, Huete y Cuenca, destrozando todo lo que encontraba. Los nuestros por los daños del año pasado y por el miedo presente estaban sin consejo y sin saber qué partido tomarian para defender la patria. Era extremo el peligro en que las cosas de los cristianos se hallaban, porque el Moro, efectuadas tan grandes cosas, se volvió al Andalucía con su ejército sano y salvo, determinado de tornar á la guerra el año siguiente con mayor furia. Don Alonso, rey de Castilla, rodeado de tantos males, por no tener fuerzas iguales al enemigo, trataba de buscar socorros y ayudas de fuera. Poca esperanza tenia que los leoneses y navarros hiciesen cosa de provecho, pues demás del desacato pasado, en tiempo tan trabajoso acometian por diversas partes las tierras de Castilla, sin tener cuenta con la cristiandad ni considerar lo que la fama diria dellos. Fué así, que el rey de Navarra trabajó las tierras de Soria y Almazan, por do entró á robar con sus soldados; el rey de Leon, puesta confederacion y alianza con los bárbaros que moraban en Extremadura en las tierras que caen entre Tajo y Guadiana, se metió por tierra de Campos, en que taló toda la campaña. En solo don Pedro, rey de Aragon, llamado el Católico, quedaba alguna esperanza. Convidole el rey de Castilla para hacer confederacion y juntar las fuerzas contra los enemigos comunes. Vino el Aragonés en ello. Hecho este concierto, pareció primero vengar las injurias del rey de Leon, despues los agravios que hicieron los navarros ; con esto de primera instancia fueron tomados del rey de Leon los pueblos de Bolaños, Castroverde, Valencia y el Carpio. Contra los navarros no se pudo hacer la guerra como lo tenian acordado, á causa que Abenjuzef se apercebia para hacer nueva guerra, como aquel que estaba acostumbrado demasiadamente á hacer entradas por nuestras tierras; con todo esto, los castellanos y aragoneses con la gente que fuera justo acometer á los bárbaros, sin ningun cuidado de la cristiandad, revolvieron contra el rey de Leon, causa de todos los males, como ellos decian; tornaron á entrar por sus tierras el año de 1198 y llegaron hasta Astorga; destrozaron la tierra de Salamanca, apoderáronse de la una y de la otra Alava, y de Monterey con otros lugares; despues desto tornaron á tratar de vengarse del rey de Navarra, que no menos agravios tenia hechos, y esto con tanta voluntad de los reyes de Castilla y Aragon, que olvidados de su reputacion y sin moverse por el peligro de la cristiandad, se determinaron hacer concierto con Abenjuzef, comun enemigo de cristianos, y no tuvieron por cosa fea ser los primeros á convidalle con la confederacion. El Bárbaro no deja

ba de dar orejas á esta plática, por tener gran deseo de
volver sus fuerzas contra el rey de Portugal, que tenia
hecho en los bárbaros grande estrago, fuera de que es-
taba con cuidado de las cosas de Africa. Asentáronse
treguas con los moros por diez años. En este tiempo
don Sancho, rey de Portugal, parte de su cuidado y
diferentes pueblos, de donde ganó el renombre y fué
pensamiento ocupaba en reparar ó edificar de nuevo
llamado don Sancho el Poblador; en este número se
cuentan Valencia de Miño, Montemayor el Nuevo, Va-
llelas, Peñamacor, Sortella y Penella con otros, parte
de los cuales por donacion del Rey se dieron á los caba-
lleros de Santiago, parte á los de Avis, que por este
tiempo comenzaron en Portugal á tener fama. El ma-
yor cuidado que tenia era de echar los moros de toda
aquella provincia ; y así, se apoderó de la ciudad de Sil-
ves, que está al promontorio Sacro ó cabo de San Vi-
cente, ayudado de una gruesa armada que vino de Fran-
cia y Ingalaterra. En particular el conde Filipe, cuñado
del Rey, envió en su ayuda veinte y siete naves, y en
ellas muy escogidos soldados de Flandes. En la razon
del tiempo en que esto sucedió no concuerdan los es-
critores; algunos señalan el año de 1199, otros lo po-
nen diez años antes, que fué en el tiempo que los reyes
de promover y sustentar la cristiandad que estaba para
Enrique, de Ingalaterra, y Filipe, de Francia, con deseo
Santa, despues que tuvieron primero vistas en los ve-
perderse, se determinaron de pasar por mar á la Tierra-
llocases, donde está la villa de Gisors, cabeza que es de
los pueblos que llaman vergasins; pero el Inglés, mu-
dada la voluntad, se quedó en su tierra y envió en su lu-
gar á su hijo Ricardo. Hizo compañía á los reyes Enri-
que, á la sazon conde de Campaña, en Francia; despues
por casar con doña Isabel, hija del rey Amalarico, fué
rey de Jerusalem. Hijo deste Enrique, de la primera
mujer, fué Teobaldo, conde de Campaña, con quien
por estos tiempos casó doña Blanca, hermana de don
Sancho, rey de Navarra, madre de otro Teobaldo que el
tiempo adelante vino á ser rey de Navarra. Los corazo-
nes de los mortales, trabajados con tantos males y aque-
prodigios, que se vian como anuncios de grandes males.
jados de miedos, tenian otrosí atemorizados muchos
En Portugal hobo peste y hambre gravísima, y en el
cielo se vieron otras señales; el vulgo, inclinado á pen-
sar lo peor y dado á supersticiones, decia ser venganza
del cielo y ira de Dios, porque el matrimonio de don
Alonso, rey de Leon, y de doña Teresa, infanta de Por-
tugal, si bien era ilegítimo y por las leyes ninguno, no
se apartaba; dado que Inocencio, pontifice tercero deste
nombre, sucesor de Celestino, que habia comenzado á
gobernar la Iglesia romana, lo procuraba con todo cui-
dado de tal suerte, que puso entredicho en todo Portu-
gal y pena de excomunion á todos los que no obedecie-
sen á su mandato. Acrecentóse este miedo por perderse,
como se perdió á la sazon, la ciudad de Silves, destrui-
dos y talados los lugares y campos de aquella comarca;
lo uno y lo otro por las armas y esfuerzo de Abenjuzef,
que pretendia por esta manera satisfacerse de las inju-
rias y daños que el rey de Portugal le tenia hechas el
tiempo pasado,

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