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CAPITULO XX.

De la guerra que se hizo contra Navarra.

Apartóse aquel matrimonio del rey de Leon por causa del parentesco que tenian él y su mujer con dificultad y tarde; pero en fin, se apartó el año de nuestra salvacion de 1200, y luego se comenzó á poner en plática de pedir á la infanta doña Berenguela, hija de don Alonso, rey de Castilla, de la cual se dijo poco antes que estaba concertada de casar con Conrado, duque de Suevia, mas ella se excusaba por las costumbres de los alemanes y por el largo camino, puesto que no menos aborrecia el matrimonio de Leon por el parentesco que con él tenia, causa que el primero se apartase; pero los reyes muchas veces posponen la honestidad y religion á sus particulares. Los halagos de la madre ablandaron el corazon de la doncella, y á su padre parecia que los casamientos de diversas naciones muchas veces suelen ser desgraciados, y que no se debia dejar la ocasion de ganar al rey de Leon que les hacia tantos daños, demás de apartalle de la amistad del rey de Navarra, de quien principalmente deseaba satisfacerse y vengarse, y entendia que desamparado del rey de Leon, no tendria fuerzas bastantes para resistir. Por una epístola de Inocencio III, enderezada al de Compostella, se ve que el de Toledo fué á Roma el año pasado para alcanzar dispensacion del Papa sobre este matrimonio que se trataba, y no la quiso dar. Entre tanto pues que estas cosas se trataban y maduraban, el rey de Castilla don Alonso, con grande desco de vengarse, se apercebia con todo cuidado para aquella guerra; á don Pedro, rey de Aragon, para no poder venir luego, como en la confederacion quedó asentado, impidió la discor dia que tenia con su madre la reina dona Sancha; teniéndola por sospechosa y creyendo que trataba de volverse á Castilla, procuró quitalle los lugares de su dote. Pero á instancia del rey de Castilla se asentó la concordia entre la madre y el hijo; juntáronse los dos reves en Hariza, pueblo asentado á la raya de los dos reinos, donde por medio y diligencia del rey don Alonso y por su voluntad, se determinó que á trueco de Tortosa y de Azcona y de otros pueblos la Reina diese al rey de Aragon los de Hariza, Epila y Embite, que le pertenecian á ella; en que pretendia el Aragonés quitar la entrada por aquella parte al rey de Castilla, si en algun tiempo quisiese acometer las tierras de Aragon; consideraba que las voluntades de los hombres, y mas las de los reyes, son varias y mudables, y por ningun respeto de parentesco se mueven cuando se les muestra esperanza de ensanchar su estado. Don Pero Ruiz de Azagra, señor de Albarracin, se halló en aquellas vistas de los reyes por estar, es á saber, ya reconciliado con ambos. Hízose esta confederacion á 30 de noviembre. En el mismo año doña Berenguela, hermana del rey don Sancho de Navarra, casó con Ricardo, rey de Ingalaterra; así lo dicen las historias de España. Los escritores ingleses refieren que sucedió esto el año pasado, y afirman que en este falleció el mismo Ricardo. El rey don Alonso, con la comodidad de las treguas que tenia con los moros, deseaba reparar los daños que el tiempo pasado se recibieran, y para esto procuraba reparar á Plasencia y á Béjar, y á Mirabel y á Segura en el monte Argentario, á Monfredo y á Moya en la Mancha

de Aragon, á Aguilar en tierra de Campos. Estas cosas hacia, y no aflojaba con eso el cuidado de la guerra que pensaba hacer á los navarros, ni cesaba de amonestar al rey de Aragon que juntase con él las fuerzas y las armas. Así en un tiempo las gentes de Aragon y Castilla se movieron contra los navarros. El rey don Sancho, vista la tempestad que cargaba sobre él y que no tenia fuerzas bastantes, como quier que esperase poca ayuda de los príncipes cristianos, que sentia estar enajenados por industria y maña del rey de Castilla, tanto, que se comenzaba á tratar del casamiento entre Luis, hijo de Filipe, rey de Francia, y la infanta doña Blanca, hija de don Alonso, rey de Castilla; determinó por el mar pasarse á Africa para pedir ayuda al miramamolin Abenjuzef; grande afrenta y notable maldad, mayormente que se entendia no dejaria él, como era soberbio, pasar la ocasion que la discordia de los nuestros le presentaba de acometer de nuevo á España. Los historiadores navarros no conforman con lo que de verdad pasó, sino con deseo de excusar aquella jornada, fingen que don Sancho pasó en Africa con intento de socorrer al Rey moro de Tremecen contra el de Túnez; la invencion por sí misma se manifiesta, por no haber entonces reyes en Africa de aquellas ciudades; así, no me pareció era menester refutalla con mas palabras. La verdad es que pasado el rey don Sancho en Africa, los reyes de Castilla y de Aragon se metieron por Navarra como por tierra sin dueño y sin valedor. Aivar y lo de Valderroncal tomó el rey de Aragon. Los pueblos de Miranda y Inzula se dieron al rey de Castilla, que puso tambien cerco sobre Victoria, cabeza de Alava; y porque se defendian los ciudadanos valientemente y el cerco se dilataba, dejando en su lugar á don Diego de Haro para apretallos, el Rey se partió á Guipúzcoa, una de las tres provincias de Vizcaya, la cual, irritada por los agravios de los navarros, estaba aparejada á entregársele, como lo hicieron luego, ca rindieron al Rey todas las fuerzas de la provincia; lo que tambien al fin hizo Victoria, perdida la esperanza de poderse defender, y por su autoridad todas las demás villas de Alava. Solamente sacaron por condicion que no les pudiese el Rey dar leyes ni poner gobernadores, excepto en Victoria solamente y Treviño, lugares y plazas en que se permitia que el Rey pusiese quien los gobernase. Todo era fácil á los reyes de Castilla y de Aragon, por estar toda la provincia de Navarra desamparada de todo socorro y sin fuerzas, fuera de que de nuevo se divulgó por la fama que el rey don Sancho comenzara á estar enfermo de cáncer que le nació en una pierna, sin esperanza de poder sanar. La melancolía, que por la poca esperanza que tenia de remedio se le engendró, fué causa de aquella mala dolencia. Las marinas de Vizcaya, que importaba mucho para conservar el señorío de aquella provincia, fueron fortificadas, reparados los lugares de San Sebastian, Fuenterrabia, Guetaria y Motrico; los pueblos de Laredo, Santander y San Vicente de nuevo se fundaron en las riberas cercanas. Entre tanto que el rey don Alonso de Castilla se ocupaba en hacer estas cosas, don Sancho, rey de Navarra, sin hacer ningun efecto, volvió afrentado á su patria y reino, que halló diminuido y falto en muchas partes, muchos pueblos enajenados. Envió sobre estos agravios á los dos reyes embajadores con toda humil

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HISTORIA DE ESPAÑA.

dad; pero no alcanzaron cosa alguna fuera de buenas
palabras, por no poderse persuadir á restituir lo que
tenian adquirido por el derecho de la guerra, ni les po-
dian faltar razones y títulos con que colorear su codi-
cia y paliarla.

CAPITULO XXI.

Cómo el rey de Aragon fué á Roma.

Estas cosas sucedian en España en el tiempo que Ricardo, rey de Ingalaterra, en prosecucion de la guerra que emprendió en Francia, con que mucho tiempo trabajó aquella provincia, en el cerco que tenia sobre Limoges, ciudad muy fuerte, fué muerto con una saeta que le tiraron desde los adarves. Sucedió en el reino su hermano de padre y madre, llamado Juan. Filipe, por sobrenombre Augusto, rey de Francia, con intento de derribar al nuevo Rey y desbaratar sus intentos antes que cobrase fuerzas, hizo grandes juntas de gentes. Acometió á la Normandía, á la Bretaña y á los de Anjou, estados que eran de los ingleses en Francia; apoderóse de las ciudades, de unas por fuerza, de otras de grado. Contra su poder no tenia el nuevo Rey ni le quedaba alguna esperanza, por ser desigual en fuerzas y no hallar camino para defenderse de contrario tan bravo y ejecutivo. Enviáronse el uno al otro embajadas, y por este medio, para que los reyes se viesen, señalaron á Butavento, pueblo de Normandía. Hizose allí confederacion y alianza, mas necesaria que honrosa para los ingleses, en que dejaban al Francés las ciudades de que se apoderara, solo con una condicion y gravámen, que una hija del rey de Castilla casase con Luis, hijo de Filipe, rey de Francia, sin llevar otra dote alguna. Este color se tomó y esta capa por ser sobrina del Inglés, bija de su hermana. Solo lo de Anjou se restituyó á los ingleses. Enviáronse embajadores al rey de Castilla de todo lo que pasaba. El, alegre con la nueva y con el concierto que demás del bien comun Je traia á él tanto provecho, vino en lo que le pedian. Tenia el rey don Alonso cuatro hijas, las tres en edad de casarse; estas eran doña Berenguela, doña Urraca, doña Blanca. Doña Berenguela por este mismo tiempo casó con el rey de Leon. A los embajadores que de Francia vinieron sobre el caso dieron á escoger entrø las dos que restaban. Doña Urraca era mas apuesta y de mas edad. Sin embargo, ellos ofendidos del nombre doña Urraca, escogieron á doña Blanca. En Búrgos se hicieron los desposorios, dende acompañada del padre fué la doncella llevada á la Guiena, por estar en poder de los ingleses; de allí con acompañamiento de grandes de Francia pasó adonde estaba su esposo. Los ingleses quedaron muy sentidos de que con aquella confederacion se hobiese escurecido la majestad de aquel reino, en tanto grado, que pasado el Rey á Ingalaterra, le miraban de mala gana y con malos ojos, y al entrar en las ciudades no le hacian las aclamaciones que suelen y acostumbran. Sucedieron estas cosas el año de 1201. En el mismo año falleció Teobaldo, conde de Campaña; dejó por heredero el preñado de su mu❤ jer doña Blanca; parió despues de la muerte de su marido un hijo del mismo nombre. Doña Berenguela, hija de don Alonso, rey de Castilla, últimamente casó con don Alonso, rey de Lcon. Era cosa muy honrosa para

don Alonso, rey de Castilla, casar dos hijas casi en un
mismo tiempo con dos reyes sin dote ninguna, porque
á doña Berenguela dió solamente los lugares que por
las armas quitó poco antes á su marido, restituyéndo-
selos por las condiciones del casamiento. Celebráronse
las bodas en Valladolid, do los reyes se juntaron, con
grandes fiestas y muestras de alegría. Entre don Alon-
so, conde de la Proenza, en Francia, y don Guillen,
conde de Focalquer, aunque era tio de doña Garsenda,
mujer del mismo don Alonso, se levantó guerra, que
forzó á don Pedro, rey de Aragon, para ponellos en
paz de pasar en Francia. En Aguasmuertas, pueblo
en las marinas de la Gallia Narbonense, que los antiguos
llamaron Fosas Marianas, por la diligencia del Rey se
trató de la concordia, y hechas sus avenencias, se
apartaron de las armas. Deseaba el rey de Aragon con
cuidado de hacer la guerra á los mallorquines, por es-
tar aquellas islas en poder de moros. Para este efecto
era menester ganar la voluntad de los ginoveses y pi-
sanos, que en aquella sazon eran poderosos por el mar.
La autoridad de Inocencio III, pontífice máximo, era
muy grande, y no menor el deseo de ayudar á los ara-
goneses, como lo mostraba en muchas ocasiones. Par-
tido pues el Rey de la Proenza, en una flota se fué á Ro-
ma á verse con el Pontífice; recibióle él con grande
aparato, y para honralle mas en la iglesia de San Pan-
cracio, que está de la otra parte del Tibre, el año de
nuestra salvacion de 1204, á 21 de noviembre fué un-
gido por Pedro, obispo portuense, y por la misma ma-
no del Pontífice con solemne ceremonia recibió la co-
rona y las demás insignias reales. Concedió otrosí para
adelante que los reyes de Aragon pudiesen ser corona-
dos en sus tierras y que hiciese el oficio y toda la ce-
remonia el arzobispo de Tarragona, como vicario del
pontífice romano. Hay bula de todo esto, mas no pare-
ció ponella en este lugar. Aun no se acostumbraba en
aquel tiempo que los reyes de Aragon luego despues
de la muerte de sus padres tomasen las insignias rea-
final-
les, sino cuando á la manera usada entre los españoles
los armaban caballeros ó se casaban; entonces,
mente, usaban del nombre y insignias reales. Por esta
merced que hizo á Aragon el Papa, el rey de Aragon
hizo su reino feudatario á los pontifices romanos, con-
certó y prometió de pagar cada año cierta cantidad de
oro; cosa que llevaron mal los naturales que se me-
noscabase con aquel color y capa el derecho de la li-
bertad y se diese á los pontifices poder y ocasion y en-
trada con esto para intentar mayores cosas en Aragon.
Este sentimiento se aumentó por un tributo que el año
que vulgarmente se llamaba monetal. En Huesca al fin
siguiente el Rey impuso sobre el reino muy pesado,
del mes de noviembre se promulgaron los tales edic-
tos, en que no solamente el vulgo, sino tambien todos
die. Reprehendian al Rey y extrañaban que en particu-
los nobles y hidalgos se comprehendian sin sacar á na-
lar fuese pródigo y en público codicioso para suplir
con tales imposiciones públicas y comunes lo que der-
ramaba sin propósito. No se habia el Rey casado por
este tiempo, y estaban con cuidado que dejase suce-
sion pera heredar el reino. Procuró el pontífice roma-
no Inocencio que madama María, hija de Isabel, reina
de Jerusalem, que venia á suceder en aquel reino, ca-
sase con el rey de Aragon. Tenian este negocio para

concluirse, cuando el Rey, á persuasion de sus grandes, casó con madama María, hija y heredera de Guillen, señor de Mompeller, por la comodidad de aquel estado. Con esto los deseos piadosos del Pontifice quedaron burlados, que con aquel casamiento pretendia hacer que las fuerzas de Aragon se empleasen en la guerra de la Tierra-Santa. Doña Urraca, tercera hija de don Alonso, rey de Castilla, que pretendia antes casar con el Aragonés, perdida esta esperanza, casó el año 1206 con don Alonso, hijo primogénito de don Sanchio, rey de Portugal. Este año, postrero de febrero, hobo grande eclipse del sol, tanto, que por espacio de seis horas el dia se mudó en escura noche. A 1.o de julio dió el Rey al arzobispo de Toledo don Martin el oficio de chanciller mayor de Castilla. Los rios con las continuas lluvias crecieron tanto, que Tajo en Toledo, á 27 de diciembre, principio del año siguiente, sobrepujó la puerta del Almofala un estado de hombre. Esto dicen los Anales de Toledo. La puerta del Almofala puede ser que fuese la que hoy se llama de San Isidoro. El rey de de Navarra, perdida la esperanza de rehacerse, vino á verse con el rey de Castilla á Guadalajara, donde hicieron treguas por cinco años. Para mayor seguridad se dieron como en relienes algunos pueblos de la una parte y de la otra ; y en particular se concertó que el rey don Alonso procurase que el de Aragon entrase en la misma confederacion. El año adelante de 1208 fué señalado por la muerte de muchos príncipes y señores. A 28 de agosto murió don Martin, arzobispo de Toledo; sucedióle algo adelante don Rodrigo Jimenez, navarro de nacion, natural de Puente de Rada, su padre Jimeno Perez de Rada, su madre doña Eva. Tuvo por hermana á doña Guiomar de Rada, por sobrino á don Gil de Rada, á quien él mismo dió la tenencia de algunos castillos. Todo consta de papeles de la su iglesia de ToJedo, y fué primero obispo de Osma; de allí le trasladaron á Toledo. Las raras virtudes y buena vida, y la erudicion, singular para en aquellos tiempos, hicieron que, sin embargo que era extranjero, subiese á aquel grado de honra y á aquella dignidad tan grande; y porque las treguas entre los reyes se concluyeron en gran parte por su diligencia, tenia ganada la gracia de los príncipes y las voluntades de la una y de la otra nacion. Por el mes de noviembre falleció dona Sancha, madre del rey de Aragon, en el monasterio de Jijena, que cra de monjas, y ella le fundó á su costa debajo de la obediencia y gobierno de los comendadores de San Juan, y en el mismo, cansada de las cosas del mundo y con deseo de vida mas perfecta, habia tomado aquel húbito. En Toledo el mismo dia de San Martin falleció don Estéban Illan; fué enterrado en la iglesia de San Roman; persona señalada en todo género de virtud y que tenia el gobierno de la ciudad y la tenencia de los alcázares en premio del servicio que hizo los años pasados al Rey cuando le apoderó de Toledo. Fué piadoso para con Dios, de ánimo liberal con los pobres; las riquezas que alcanzó igualaron á su ánimo. Demás desto, falleció el conde de Urgel; de su mujer doña Elvira dejó una sola hija, llamada Aurenbiasis. Esta doncella, Gerardo de Cabrera, hijo de Ponce, despertadas diferencias y pleitos pasados, como quier que por ser mujer la trabajase y tratase de despojarla, por voluntad de doña Elvira, su madre, dió el estado de Urgel y le

entregó al Rey, y ellas se pusieron debajo de su amparo. Con esto la sucesion del gran Borello, antiguamente conde de Barcelona y de Urgel, cayó del señorío de aquella ciudad, si bien su padre mandó y dejó en su testamento la mitad de su villa de Valladolid al pontifice Inocencio con intento que amparase á su hija en lo demás; pero no entiendo que el Papa entró en posesion de aquella manda y legado.

CAPITULO XXII.

De las paces que se hicieron entre los reyes.

Espiraba el tiempo de las treguas asentadas con los moros, y el deseo de volver á hacerles guerra tenia á todos puestos en cuidado, mas que á todos al rey de Castilla, como el que caia mas cercano al peligro. Era menester sosegar las diferencias entre los cristianos y los movimientos, y concertar los reyes entre sí para que de buena gana hiciesen liga contra el comun enemigo, poderoso con la junta de tantos reinos, feroz con tantas victorias y que amenazaba á nuestras tierras. Los reinos comarcanos, mayormente si los reyes son bulliciosos, no pueden largamente estar sosegados, por nacer cada dia entre ellos nuevas causas de guerras y pleitos trabadas unas de otras. Don Alonso, rey de Leon, fué el primero que por acometer los lugares que tenia en dote su madrastra turbó el reposo comun. Reprehendia á su padre y quejábase que por ser liberal con sus mujeres diminuyó la majestad del reino y enflaqueció las fuerzas. Don Diego de Haro, por ser hermano de la Reina viuda, como hiciese rostro á los intentos del Rey, despertó contra sí las armas de Leon y de Castilla de tal guisa, que ni pudo defender el estado y derecho de su hermana, y él, ofendidas las voluntades de los dos reyes, fué forzado á retirarse á Navarra. Hacia desde allí ordinariamente correrías en los campos de Castilla; sobrevinieron los reyes, que le vencieron cerca de la ciudad de Estella y le forzaron á meterse dentro de aquel pueblo, que era muy fuerte, por las murallas y baluartes; así, no trataron de combatille. Todavía los cuatro reyes de Castilla, Leon, Navarra y Aragon, con seguridad que entre sí se dieron, se juntaron á vistas en Alfaro, en que hicieron entre sí las paces; don Diego de Haro, desamparado de todos y desconfiado de sus fuerzas, se fué á Valencia á valerse de los moros. Avino que el rey de Aragon, con el cuidado que tenia de la guerra contra los moros y porque así quedó en la habla concertado, entró por las tierras de Valencia. Matáronle el caballo en cierto encuentro, y sin duda viniera en poder de los moros si don Diego de Haro, que se halló con ellos, movido de su humanidad y olvidado de las injurias, no le diera un caballo, con que se libró del peligro; cosa que á él fué causa de grande odio, y le fué mal contado entre los bárbaros, tanto, que para purgarse y aplacallos le fué necesario pasar á Africa y dar razon de sí al Miramamolin y defender por derecho y por las leyes su inocencia. Concluido el pleito por una parte, y por otra aplacados los reyes cristianos, volvió dende á Castilla el año, como yo pienso, de 1209. Sea lícito en la razon de los tiempos á veces andar á tiento, porque otros dicen que la confederacion de los reyes en Alfaro se hizo dos años antes deste, á instancia y por grande diligen

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en la

HISTORIA DE ESPAÑA.

cia de doña Sancha, madre del rey de Aragon, que aun no era difunta á la sazon, segun dicen. La verdad es que los dos reyes don Sancho, de Navarra, y don Pedro, de Aragon, que tenian entre sí mayores diferencias, se juntaron á vistas y habla este mismo año en una llanura cerca del lugar llamado Mallen. En aquel lugar, á 4 del mes de junio, se hicieron las paces, y por muestra de amistad don Sancho prestó al rey de Aragon veinte mil ducados, con prendas de cuatro lugares que consignó el Aragonés para que los tuviese en tercería don Jimeno de Rada, que sospecho era pariente de don Rodrigo, arzobispo de Toledo, que tenia el mismo sobrenombre, ca se llamó don Rodrigo Jimenez de Rada. Pusieron si al tiempo señalado no se pagase que por condicion la deuda, él entregase aquellos lugares en poder del rey de Navarra. Don Alonso, rey de Castilla, fué el principal movedor y causa destas paces, que se asentaron entre los reyes por el miedo que de fuera amenazaba, que suele entre ciudadanos y parientes muchas veces quitar grandes diferencias. Procuraba tambien hacer venir socorros de Francia; pero impidió estos intentos y práticas la guerra que entre ingleses y franceses, mas brava que antes, andaba de nuevo encendida, dado que con deseo de pacificar aquellos reyes entró armado en la Guiena con intento de emplear sus fuerzas contra la parte y nacion que no quisiese venir en las paces. Su trabajo fué en balde, porque toda la Francia ardia en guerras y discordias, sin mostrarse alguna esperanza de paz. Además que los apercebimientos que hacian los moros para la guerra le pusieron en necesidad de dar la vuelta para España. En el tiemá persuasion po que las treguas duraron con los moros, del arzobispo don Rodrigo, se fundó una universidad en Palencia por mandado del Rey y á sus expensas para la enseñanza de la juventud en letras y humanidad; ayuda y ornamento de que solo hasta entonces España carecía, á causa de las muchas guerras que los tenian ocupados. De Italia y de Francia, con grandes premios y salarios que les prometieron, trajeron catedráticos para enseñar las facultades y ciencias. En las Huelgas otrosí, cerca de la ciudad de Búrgos, se edificó á costa del Rey un monasterio muy grande de monjas con nombre de Santa María, para que fuese enterramiento de los reyes, y junto con él un hospital. Doña Constanza, hermana del rey de Aragon, que quedara viuda de Eimerico, rey de Hungría, del cual parió un hijo, llamado Ladislao, á persuasion del pontífice Inocencio III, casó con don Fadrique, rey de Sicilia, y este mismo año en una flota la llevaron á su marido. Festejaron los sicilianos asaz estas bodas, si hien fueron desgraciadas por la muerte del conde de la Proenza y de otros grandes que acompañaron la casada hasta Sicilia, que fallecieron en Palermo. El cielo y aire de España y Francia son muy sanos; aquellos lugares de Sicilia no tan saludables, á lo menos para extraños; esta mudanza les acarreó este daño.

CAPITULO XXIII.

Cómo se comenzó la guerra contra los moros.
Este era el estado de las cosas en España. Las paces
hechas entre los príncipes cristianos despues de tantas
discordias henchian los ánimos de los naturales de es-
peranza muy grande y alegría. Que todos consideraban

don

cuánta ayuda y fuerzas hay en la agradable compañía
y alianza entre los príncipes comarcanos. Dado que
Alonso, rey de Leon, en sazon por cierto muy mala, re-
pudió á doña Berenguela, su mujer, por causa del paren-
tesco y por mandado del pontifice Inocencio, y la envia-
ra á su padre. Hay una carta del mismo Inocencio sobre
esto á don Alonso, rey de Castilla, que hacia contradicion
al divorcio, grave y llena de amenazas. Por otra del mis-
mo se entiende puso entredicho en el reino de Leon, por-
que no se apartaba aquel matrimonio, y tuvo descomul-
gado aquel Rey sobre el caso. Los moros con su rey Ma-
Abenjuzef, su hermano, entraron en grande esperan-
homad, el cual los años pasados sucediera en lugar de
za de apoderarse de toda España, que determinaban de
seguir hasta el cabo y deshacer el nombre cristiano y
desaraigalle de toda ella. A los fieles no les faltaba áni-
mo ni brio para defender lo que tenian ganado, ni vo-
luntad de echar los moros de la tierra. Los unos y los
otros con gran resolucion y igual esperanza se movieron
á las armas y entraron en este debate. Los cristianos se
aventajaban en esfuerzo y en la prudencia del capitan;
los moros sobrepujaban en muchedumbre, y con gran-
de diligencia juntaban en uno para aquella guerra las
fuerzas de Africa y de España. En el mismo tiempo las
armas de Castilla y de Aragon se movieron contra los
moros. En el reino de Valencia se apoderó el rey don
Pedro de Aragon de Adamuz y de otros lugares. Hizo
donacion de Tortosa á los templarios en premio de lo
que trabajaron y sirvieron en las guerras pasadas. En-
trególa al maestre de aquella órden, que se llamaba don
Pedro de Montagudo. Don Fernando, hijo de don Alonso,
de
rey de Castilla, por mandado de su padre acometió las
tierras de Andalucía, taló las campañas de Baeza,
Andújar y de Jaen por todas partes, cautivó hombres,
hizo robos de ganados. En el mismo tiempo que Maho-
mad, rey de los moros, que llamaron el Verde, del tur-
bante ó bonete que acostumbraba á traer desta color,
se apoderó por fuerza del lugar de Salvatierra; los mo-
radores, parte fueron pasados á cuchillo, parte tomados
por esclavos. Por el mes de junio del año de Cristo
de 1210 sitiaron el lugar y el mes de setiembre le toma-
ron; iba don Alonso, rey de Castilla, con gente escogida
de los suyos á socorrer los cercados; mas llegado que
hobo á Talavera, don Fernando, su hijo, que volvia de la
del Andalucía, le hizo tornar del camino dándo-
empresa
le á entender el peligro en que se ponia y que era me-
nester mayor ejército para hacer rostro á los enemigos.
Los intentos del Rey que tenia concebidos en favor de la
religion cristiana no poco alteró y entretuvo la muerte
del mismo infante don Fernando, que se siguió el año lue-
go adelante, dia viérnes, á 14 del mes de octubre. Fué tan-
to mayor el sentimiento de su padre y el lloro de toda la
provincia, que daba ya asaz claras muestras de un
grande y valeroso príncipe. Su cuerpo llevaron desde
Madrid, donde falleció, á las Huelgas; acompañóle el
arzobispo don Rodrigo y su hermana la reina doña Be-
renguela para horralle mas. Esta fué la causa por qué
la empresa contra los moros se dilató hasta el año si-
guiente. Solamente se hicieron por entonces Cortes del
reino en la ciudad de Toledo para aprestar las cosas que
la
En estas Cortes se hi-
guerra.
eran necesarias para
cieron premáticas contra los demasiados gastos, por-
que
las costumbres se iban estragando con los deleites.

Mandose que en todo el reinose hiciesen procesiones para aplacar á Dios. A los reyes despacharon embajadores para requerilles no faltasen de acudir con sus gentes al peligro comun. Don Rodrigo, arzobispo de Toledo, fué á Roma por mandado de su Rey para alcanzar indulgencia y cruzada para todos los que conforme á la costumbre de aquellos tiempos, tomada la señal de la cruz, acudiesen á sus expensas á la guerra sagrada. El mismo con grande cuidado se apercebia de caballos, armas, dineros y vituallas. Los moros al contrario, avisados de tan grandes apercebimientos y de la determinacion de los cristianos, fortificaban con muros y baluartes cuanto el tiempo daba lugar, y ponian guarniciones en los lugares de su señorío, que tenian en el reino de Toledo y en el Andalucía y hacia el cabo de San Vicente, por tener entendido que el primer golpe de la guerra descargaria sobre aquellas partes. Demás desto llamaban nuevas gentes de socorro desde Africa. Don Alonso, rey de Castilla, en tanto que se juntaban todas las gentes, con deseo de poner espanto al enemigo, rompió por las tierras de los moros, y á la ribera de Júcar les ganó algunas plazas. Con tanto dió la vuelta á la ciudad de Cuenca, que cae por aquellas partes. Allí se vió con el rey de Aragon, y comunicó con él sus haciendas, todo lo que á la guerra tocaba. Don Sancho, rey de Navarra, por sus embajadores que envió, avisó que no faltaria de hallarse en la jornada. El arzobispo don Rodrigo dejó en su lugar para el gobierno del arzobispado y iglesia de Toledo á don Adam, obispo de Palencia; y él en Italia y en Francia, con esperanza de la indulgencia que alcanzó del pontífice Inocencio III, y inostrando el peligro si no socorrian á España, no cesaba de despertar á los grandes y prelados para la empresa sagrada, asímisino á la gente popular. Decia ser tan grande la soberbia del Bárbaro, que á todos los que adoraban la cruz por todo el mundo amenazaba guerra, muerte y destruicion: afrenta del nombre cristiano intolerable y que no se debia disimular; hízose gran fruto con esta diligencia. Tan grande era el deseo de pelear contra los enemigos de la religion cristiana y en lanto grado, que dicen se juntaron de las naciones extranjeras cien mil infantes y diez mil caballos, gran número y que apenas se puede creer; la verdad ¿quién la podrá averiguar? Como quier que en otra parte halle que fueron doce mil caballos, cincuenta mil peones los que de fuera vinieron. A todos estos, porque con la junta y avenida de tantas naciones no se alterase Toledo, donde se hacia la masa, señalaron la huerta del Rey, que es de muy grande frescura, y con ella otros lugares cerca de la ciudad á la ribera de Tajo para sus alojamientos. Comenzaron estas gentes á venir á Toledo por el mes de febrero, año de nuestra salvacion de 1212. Levantóse un alboroto de los soldados y pueblo en aquella ciudad contra los judíos. Todos pensaban hacian servicio á Dios en maltratallos. Estaba la ciudad para ensangrentarse, y corrierran gran peligro si no resistieran los nobles á la canalla, y ampararan con las armas y autoridad aquella miserable gente. Don Pedro, rey de Aragon, acudió y fué recebido en la ciudad con pública alegría de todos y con procesion la misma fiesta de la Trinidad. Venian con él desde Aragon veinte mil infantes, tres mil y quinientos caballos. Don Sancho, rey de Portugal, no pudo hallarse en la guerra sagrada,

porque falleció en este mismo tiempo en Coimbra; hizose allí el enterramiento en el monasterio de Santa Cruz en un humilde sepulcro, de donde en tiempo del rey don Manuel le trasladaron á otro mas magnífico. Sucedióle don Alonso, su hijo, segundo deste nombre, que ya tenia dos hijos infantes en su mujer doña Urraca, llamados don Sancho y don Alonso; don Fernando, tio del nuevo Rey, hermano del difunto don Sancho, el año pasado casó con madama Juana, condesa de Flándes, hija y heredera de Balduino, emperador de Constantinopla. Todavía de Portugal vino un buen golpe de soldados movidos de sí mismos ó enviados de socorro por su Rey. A toda la muchedumbre de soldados señaló el rey de Castilla sueldo para cada dia, á cada uno de los infantes cinco sueldos, á los hombres de á caballo veinte; á los príncipes conforme á cada cual era y á su dignidad se hicieron presentes muy grandes. Tenian apercebidas vituallas en abunduncia y almacen para que no faltase alguna cosa necesaria á tan grande ejército, en tanto grado, que solo para llevar el bagaje tenian juntados sesenta mil carros, como lo testifica el arzobispo don Rodrigo,que fué testigo de vista en toda la empresa, y puso por escrito para memoria de los venideros todo lo que en ella pasó; otros dicen que fueron bestias de carga hasta aquel número. Lo uno y lo otro fué cosa de gran maravilla en tan grande apretura de tiempos y pobreza de los tesoros reales; pero no hay cosa tan dificultosa que con diligencia no se alcance, y las naciones y príncipes extranjeros á porfía enviaban caballos, mulos y dinero. Partieron de Toledo á 21 de junio. Regia la avanguardia don Diego de Haro, en que iban las naciones extranjeras. En el segundo escuadron el rey de Aragon, y por caudillo de la retaguardia el rey de Castilla don Alonso, en que se contaban catorce mil de á caballo. La infantería apenas se podia contar, porque de toda Castilla los que eran de edad á propósito eran forzados todos á tomar las armas. El tercero dia llegaron á Malagon, lugar que tenia guarnicion de moros y está distante de Toledo catorce leguas. Los bárbaros por miedo de tan grande muchedumbre fueron forzados á desamparar el lugar y recogerse á la fortaleza que tenian en un cerro agrio; pero por el esfuerzo y ímpetu de las naciones extranjeras, tomado el castillo por fuerza á 23 dias de junio, todos sin faltar ninguno fueron degollados; tan grande era el deseo que tenian de destruir aquella nacion impía. A 1.° de junio, Calatrava, lugar muy fuerte puesto de la otra parte del rio Guadiana, se ganó por entrega que dél hicieron los moradores y vecinos que consideraban el extremo peligro que sus cosas corrian y que no tenian esperanza alguna de socorro. Los soldados extranjeros, conforme á su condicion, querian pasar á cuchillo los rendidos, y apenas se pudo alcanzar que se amansasen por intercesion de los nuestros, que decian cuán justo era y razonable se guardase la fe y seguridad dada á aquella gente, bien que infiel; y que no era razon con la desesperacion, que suele ser la mas fuerte arma de todas, exasperar mas y embravecer los ánimos de los enemigos. El pueblo se restituyó á los caballeros de Calatrava, á quien los moros le habian tomado; los despojos se dieron á los aragoneses y soldados extraños, á los cuales los desacostumbrados calores, cielo malsano y falta de todas cosas, segun ellos decian, forzaban, dejada aque

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