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dian con las armas tomar para sí. Hecho esto, casó con dona Isabel, hija menor de san Luis, rey de Francia, que le dió su padre por mujer de buena gana. En MeJun, pueblo de los senones, puesto en una isla pequeña que hace el rio Secana, y de la una parte y de la otra del rio, donde tambien hay edificios, se celebraron las bodas, mas alegres en los principios que en lo de adelante por la esterilidad de la Reina. Tuvo este Rey en doña Marquesa de Rada fuera de matrimonio una hija, que tuvo el mismo nombre que su madre, y adelante casó con don Pedro, hijo del rey de Aragon, habido en dona Teresa, como queda dicho. Matilde, condesa de Bolona, sabida la muerte de dou Sancho, rey de Portugal, acudió por mar á aquella provincia para pretender el derecho de su antiguo matrimonio, si por ventura don Alonso, su marido, pudiese últimamente mudar su dañada intencion. Llegó á Cascaes muy cerca de Lisboa; dende sin que el Rey le diese lugar para podelle hablar, fué forzada á dar la vuelta. Escribióle empero una carta deste tenor: « Llegara mas cerca » y reprehendiera en tu presencia tu felonía, que fuera » bastante recompensa del afan que en el viaje he to>> mado; pero pues no me das lugar para esto, y cono >> ingrato y cruel no pudiste sufrir nuestra presencia » por estar herido de los aguijones de la conciencia y » poseido del demonio, no dejaré en ausencia de hacer >> esto y dar testimonio con esta carta á todo el mundo » del justo dolor que tengo y del agravio que me ha»ces, que será una perpetua memoria de tu desleal>> tad y impiedad. Son ordinariamente ásperos los re» medios que para las enfermedades son saludables; yo » tambien escribo con gemidos y contra mi voluntad >> estas cosas. Mas si va á decir verdad, yo te recebí >> cuando eras pobre, sin tierra, sin bienes, sin espe>> ranza, estoy por decir un hombre bárbaro; y esto » en mi casa y por marido. ¡Oh demasía mia, diré, ó » de los mios, ó de los unos y de los otros y necia >> credulidad! Nuestra opinion y el crédito que de tu >> lealtad teniamos nos engañó para que, en cambio de » que te dimos mas de lo que pedias y mayores cosas » que esperabas, hicieses burla de nos. Acuérdome >> cuando jurabas que no podias vivir sin mí no mas que >> sin tu ánima. ¿Esta es la religion? Esta es la constan>> cia? ¿Qué es esto? Con el reino sin duda has perdido >> el juicio y te has, fementido, mudado en otro varon. >> Olvidado de mí y sin memoria del beneficio recebido, >> estás ocupado en nuevos amores de la que es for» zoso se llame combleza, pues el primer matrimonio » dura, y el nuevo es ninguno. ¿Descontentáronte nues»tro linaje, la hermosura, la edad, las riquezas? O lo >> que es mas cierto, ¿los reyes teneis por santo y por ho>> nesto lo que os viene mas á cuento para reinar? Yo >> todavía soy viva, y viviré hasta tanto que mueva con» lra tí las armas de los príncipes y los odios de todas las >> naciones; como bestia fiera perecerás agarrochado » de todos. El corazon me da que la divina venganza >> está sobre tu cabeza, y que muy presto llegará. El que >> al presente feroz con la maldad y muy contento des>>precias nuestras lágrimas, en breve, afligido con to>> dos los tormentos, pagarás justísimamente la pena de >> nuestro dolor y de tu impiedad. Con esta sola espe>> ranza en estos trabajos me sustentaré, la cual cum» plida ó perdida, de buena gana dejaré la vida; mas de

» tal manera la dejaré, que claramente se entienda faltó » tu deslealtad á lo que era razon y á lo que pensábamos, >> mas aína que á nos la virtud y esfuerzo necesa>> rio. » No se movió el ánimo obstinado del rey don Alonso por esta carta, antes públicamente se gloriaba que el dia siguiente se tornaria á casar y celebraria nuevo matrimonio, si entendiese era á propósito para conservar su reino. Matilde dió la vuelta mal enojada contra el Rey; echaba sobre su cabeza grandes maldiciones. En Francia se fué á ver con el santo rey Luis para tratar de vengar aquel agravio. Al pontifice romano Alejandro IV envió sobre el caso sus embajadores. En el Francés halló poca ayuda por estar su reino lan léjos. El Padre Santo amonestó á don Alonso y le protestó que volviese al primer matrimonio, y recibiese en su gracia y se reconciliase con Matilde, su primera mujer. Advirtióle cuánto peligro corria su salvacion; que no debia con obras tan malas irritar á Dios. A estas voces y amonestaciones las orejas del Rey estaban tapadas, obstinado el ánimo; la codicia y ambicion, consejeros malos, le ponian telarañas delante los ojos para que no viese la luz. El Pontífice, porque no queria obedecer, le descomulgó, puso entredicho en todo el reino de Portugal, que dicen duró doce años, porque ni el Rey se queria emendar, ni los pontifices que se siguieron aflojar en la justa indignacion y castigo. Los pueblos inocentes pagan la pena de los excesos que hacen los reyes; así van las cosas humanas, así lo lleva la condicion de nuestra mortalidad. Por lo demás, el rey don Alonso era de condicion mansa y tratable, muy amigo de justicia. Quitó en toda la provincia los salteadores y libertad de hacer mal, ca por la revuelta de los tiempos y por la flojedad del rey don Sancho prevalecian en todas partes los males. Ordenó leyes, estableció fueros, tuvo con cierta igualdad trabados entre sí los mayores con los medianos, y con estos los mas bajos del pueblo. Esto en su casa y en el gobierno. En la guerra no tuvo menor esfuerzo; con sus armas y por su diligencia se ensancharon los términos de su estado. Ganó de los moros á Faro, Algecira, Albufera y otros pueblos por la comarca de Silves. Fundó y pobló de nuevo á Castro, Portalegre, Estremoz. La ciudad de Beja y otros muchos pueblos y castillos, que por la revuelta del tiempo pasado estaban por tierra ó maltratados, los reparó y reedificó. Hay tambien muestras de su piedad; en Lisbona un excelente monasterio, que por estos tiempos fundó y llevó al cabo, del órden de Santo Domingo. En Santaren otro de monjas de Santa Clara, que edificó á sus expensas desde los cimientos. La liberalidad que usaba con los pobres era tan grande, que muchas veces, consumidos los tesoros, para juntar diuero y remediallos empeñaba las allajas y joyas de su casa. A don Alonso, rey de Castilla, cuya fama volaba por todo el mundo, vinieron por el mismo tiempo embajadores. del soldan de Egipto; traíanle mucha ropa, preciosos tapices y alhombras que le presentaron; demás desto, animales muy extraordinarios y nunca vistos en España. Fué esto el año de 1260; en este año una villa de Guipúzcoa, parte de lo que llamamos Vizcaya, mudó el nombre antiguo de Arrasata en el de Mondragon, como se ve por un privilegio del mismo rey don Alonso de los mas antiguos que se hallan escritos en lengua española; porque fué el primer rey de España que en lugar

de la lengua latina, en que se escribian las escrituras públicas, mandó se usase la española. Hay otrosí una bula del papa Alejandro IV, dada en Anagni á 18 de marzo, el quinto año de su pontificado, en que manda que la ciudad de Segorve, que por este tiempo se ganó, esté sujeta al obispo de Albarracin, que se llamaba obispo de Segorve aun antes que aquella ciudad fuese de los moros ganada. Hay otra bula del mismo Pontífice, dada el sexto año de su pontificado, que es el en que vamos, en que mandaba que el obispo de Segorve, que lo era en aquel tiempo tambien de Albarracin, sea sufragáneo de la iglesia de Toledo. Opúsose don Arnaldo de Peralta, obispo de Zaragoza; alegaba que parte de aquella diócesi era de su iglesia. El Pontífice, vista la resistencia, moderó la primera concesion con otra bula, en que declara ser su voluntad que á los obispos de Zaragoza, no obstante lo susodicho, quedasen salvos sus derechos. El punto desta diferencia consistia principalmente sobre la palabra Segobriga. Constaba que una ciudad deste nombre fué antiguamente sufragánea de Toledo; pero la tal ciudad estaba en la Celtiberia; la Segobriga, es á saber, Segorve, de que se trataba y sobre que andaba el pleito, alegaban los aragoneses estar en los edetanos, bien apartada de la otra. Este parecer, contra lo que tenian antes determinado, prevaleció finalmente los años adelante. El de 1261, á los 27 de octubre, falleció don Sancho, arzobispo de Toledo. Entró en su lugar Pascual ó Pascasio, que era dean de aquella iglesia, el mismo que llevó la cruz delante el arzobispo don Rodrigo en las Navas de Tolosa. Fué natural de Almoguera, pueblo del Alcarria. Debia ser muy viejo, y así parece murió electo por junio luego siguiente. Su sepultura está en la capilla de Santa Lucía, iglesia mayor de la misma ciudad.

CAPITULO XIII.

Cómo los reyes de Aragon y de Sicilia emparentaron. Falleció en Tarento, ciudad en lo postrero de Italia, algunos años antes deste tiempo el emperador Federico, aquel cuyo nombre por haber perseguido á los pontífices romanos fué aborrecido en los siglos adelante y siempre tenido por infame. Su hijo Conrado, que le sucedió en sus estados, cuatro años adelante, como de Suevia hobiese pasado en Italia y en Sicilia, dió fin á sus dias de su muerte natural, ó lo que se dijo por la fama, con yerbas que le dió Manfredo, su hermano bastardo. Este, no obstante que el difunto nombró por su heredero á Conradino, su hijo, habido en una hija del duque de Baviera, que por ser de pequeña edad le dejara en Suevia, provincia de Alemaña, encendido en deseo de reinar, y no haciendo caso por su pequeña edad de su sobrino, se apoderó con las armas y por fuerza de Sicilia y del reino de Nápoles contra derecho y contra voluntad de los pontifices romanos, cuyo feudo eran aquellos reinos desde su primera institucion, y que por esta causa claramente amenazaban, si no desistia, le harian todo mal y daño; mas él no hacia caso ni se movia por estas palabras, ni temia las censuras eclesiásticas, ni aun hacia caso ni tenia cuenta con la fama que de sus cosas corria; el deseo que tenia de reinar lo atropellaba todo. Antes hizo guerra en Toscana, donde era grande el poder de los guelfos, parcialidad aficionada á los pa

pas, de la cual provincia fácilmente, vencidos los contrarios, se apoderó. Con estos principios y aumento las cosas de Manfredo se aseguraron de tal guisa, que con dificultad se pudieran mudar en contrario, si el señorío y estado ganado por malas mañas pudiera ser duradero. Los papas intentaban todos los caminos para abatir aquel reino que contra justicia y contra razon se fundara. Enviaron predicadores por todas las partes, que no cesaban de reprehendelle en sus sermones, como impío y enemigo de la religion cristiana. Poca ayuda tenia el Papa en los demás príncipes y poco le prestaban todas aquellas diligencias. Carlos, hermano legítimo de san Luis de Francia, y él por sí conde de Anjou y de la Proenza, fué convidado á pasar á Italia con esperanza que se le dió de hacelle rey de Sicilia. Manfredo, avisado destas práticas y intentos y visto, si esto se hacia, cuán gran riesgo corrian sus cosas, trataba para afirmarse de buscar socorros de todas partes, y porque los cercanos le faltaban, determinó acudir á los de léjos. En primer lugar acometió á aliarse con don Jaime, rey de Aragon, cuya fama de sus hazañas y la gloria de las cosas por él hechas volaba de tiempo atrás por todas partes. Parecióle para mas obligalle trabar con él parentesco. Ofreció á Costanza, su hija, para que casase con don Pedro, su hijo mayor y heredero. Euvió sobre el caso embaja dores á Barcelona. Al rey de Aragon no le parecia aquel partido de menospreciar, mayormente que con la doncella de presente le ofrecian de dote ciento y veinte mil ducados, suma muy grande para aquel tiempo, demnás de la esperanza cierta de heredar el reino de Sicilia y juntalle con el de Aragon á causa que Manfredo no tenia hijos varones. Asentado el negocio y concertado, despachó en embajada al pontífice Alejandro fray Raimundo de Peñafuerte, de la órden de Santo Domingo, varon prudente, erudito y santo, para que con la mucha autoridad que tenia reconciliase con el Pontífice á Manfredo y se compusiesen las diferencias pasadas. El Pontífice no se movió por las palabras ni razones de fray Raimundo, antes hizo grandes amenazas contra Manfredo. Cargóle que no solo contra justicia tenia usurpados aquellos estados, sino que era bastardo y hombre impío; avisábale de muchos excesos, en particular que publicó fingidamente que era muerto Conradino, su sobrino; por engaño y por este camino se apoderó del reino y tomó las armas contra la Iglesia. «No se puede, dice, ni se debe conceder alguna cosa al que hace guerra y tiene empuñadas las armas; por ventura se podria condescender en algo, si con humildad rogase. Esto dirás á tu Rey, y amonéstale de mi parte que no mezcle sus cosas con un hombre tan malvado; que de otra manera podrá temer la venganza de Dios y nuestra indignacion, que en la tierra tenemos sus veces.» Esta respuesta tuvo dudoso y suspenso el ánimo del rey de Aragon; pero prevaleció el provecho y útil contra lo que fuera razon y honesto. Hiciéronse los desposorios en Mompeller en la iglesia de Santa María el año 1262 con toda muestra de alegría, juegos y regocijos. De allí, vuelto el Rey á Barcelona, á 21 del mes de agosto dividió entre sus hijos sus reinos y estados en esta forma. Cataluña desde el Cabo de Creus, que los antiguos llamaban promontorio de Vénus, y todo Aragon y Valencia se adjudicó á don Pedro, su hijo; á don Jaime lo de Ruisellon, lo de Cerdania, Colibre, Confluencia, Valespira, á tal que

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por las dichas ciudades fuese sujeto al rey de Aragon y le hiciese homenaje. Demás desto, que todas ellas se gobernasen por las leyes de Cataluña, y no pudiesen en particular y por su autoridad batir moneda. Demás desto le dió á Mallorca con título de rey y á Mompeller en la Francia. Por esta manera puso el padre en paz á los dos hermanos, que comenzaban á tener diferencias sobre la sucesion y juntamente alborotarse. Los grandes, divididos en bandos, sin cuidado ninguno de hacer el deber, antes con deseo cada cual de adelantarse y mejorar sus haciendas, avivaban el fuego y la llama de la discordia entre aquellos dos príncipes, mozos y hermanos.

CAPITULO XIV.

Que los Merinos se apoderaron de Africa.

Entre tanto que estas cosas se hacian en España, una nueva guerra muy grave y la mayor de todas las pasadas parecia de presente amenazalla, á causa de un nuevo imperio que se fundó estos años en Africa. Vencidos los Almohades y muertos, el linaje de los Merinos levantaba por las armas y despertaba el antiguo esfuerzo de su nacion, que parecia estar abatido y flaco por la flojedad de los reyes pasados. Trataban otrosí de pasar la guerra en España con esperanza cierta de reparar en ella la antigua gloria y el imperio de su nacion, que casi estaba acabado. Despues que Mahomad, por sobrenombre el Verde, fué por las armas de los cristianos vencido en las Navas de Tolosa, y despues que murió de su enfermedad, sucedió en su lugar Arra sio, su nieto, hijo de Busafo, que finó en vida del Rey, su padre, en tiempo que el imperio de los Alinohades se extendia en Africa desde el mar Atlántico, que es el Océano, hasta la provincia de Egipto. Pusieron por gobernador de Tremecen, ciudad puesta á las marinas del mar Mediterráneo, en nombre del nuevo Rey un moro, llamado Gomaranza, del linaje de los moros Abdalveses, muy noble y poderoso en aquellas partes. Este, por hacer poco caso de su Rey ó por fiarse mucho de sus fuerzas, fué el primero que se determinó de empuñar las armas contra él. Arrasio acudió con su ejército á aquellas alteraciones, pero fué muerto á traicion. Ningunas asechanzas hay mas perjudiciales que las que se arman debajo de muestra de amistad ; un pariente de Gomaranza, que salió del castillo con muestra de dar aviso al Rey de lo que pasaba, fué el que le dió la muerte y el ejecutor de tan grave maldad. Muerto el Rey, las gentes que le seguian fueron vencidas y desbaratadas con una salida que el traidor levantado hizo del castillo Tremesesir, en que el Rey le tenia cercado. Los que escaparon de la matanza se recogieron á Fez, que caia cerca de aquella parte de Africa que se llama el Algarve, que es lo mismo que tierra llana. Recogió y acaudilló estas gentes Bucar Merino, gobernador que era de Fez, confiado y deseoso de vengar á su señor; con que en una nueva batalla deshizo á los traidores, y en premio de su trabajo y porque no pareciese hacia la guerra con su riesgo y en provecho de otro, se determinó mudar el nombre de gobernador en apellido de rey y apoderarse para sí y para sus decendientes, como lo hizo, del imperio de Africa. Por esta manera, no vengada la traicion, sino trocado el traidor, Bucar Merino se hizo fundador de un nuevo imperio en Africa. Porque Almor

canda, que era del linaje de los Almohades, y en Marruecos sucediera en lugar de Arrasio, como saliese en busca de Bucar, fué vencido en una batalla cerca de un pueblo llamado Merquenosa, que está una jornada de la ciudad de Fez. Resultó que de un imperio en Africa se hicieron dos, que duraron por algun tiempo, el de Marruecos y el de Fez. A Bucar sucedió su hijo Hiaya. Por muerte deste, que falleció en su pequeña edad, su tio Jacob Abenjuzef, que gobernaba el reino en su nombre, hombre de gran ingenio y de gran experiencia en las armas, no solo quedó por señor de lo de Fez, sino con facilidad increible ganó para su familia y decendientes el imperio de Marruecos y casi de toda la Africa, Ninguna nacion hay en el mundo mas mudable que la africana, que es la causa porque ningun imperio ni estado puede entre aquella gente durar largo tiempo. Budebusio, que era del linaje de los almohades, moro de grande poder, por estar sentido que Almorcanda le hobiese sido preferido para ser rey de Marruecos, que no era mas pariente que él ni tenia deudo mas cercano con los reyes almohades difuntos, se determinó probar ventura si podia salir con aquel imperio, y como le faltasen las demás ayudas, acudió á Jacob, rey de Fez. Prometióle, si le ayudaba, mas tierras de las que tenia y en particular todo lo que hay desde tierra de Fez hasta el rio Nadabo. No era de desechar este partido, en especial que se ofrecia ocasion por la discordia de los almohades de apoderarse él de todo el imperio de Africa, bastante motivo para intentar la nueva guerra. Así que, juntadas sus gentes, marcharon contra el enemigo. Almorcanda, que no estaba bien arraigado en el imperio ni tenia fuerzas bastantes, desamparada la ciudad de Marruecos, dejó tambien el reino á su contrario. Con esta victoria apoderado de aquel estado, no quiso pasar por lo que concertó con Jacob, aunque muchas veces le hizo sobre ello instancia, y ordinariamente los que en el peligro se muestran mas humildes, en la prosperidad usan de mayor ingratitud, en tanto grado, que el nuevo rey Budebusio daba muestras de querer acometer con las armas la ciudad de Fez. Por esta manera una nueva guerra se despertó y se hizo por espacio de tres años. El pago de quebrantar la palabra fué que Jacob, ganado que hobo una victoria de su enemigo y contrario, se apoderó de Marruecos; despues desto, como quier que todo le sucediese prósperamente, quedó por rey de toda Africa, sacadas dos ciudades, la de Tremecen y la de Túnez. En aquella revuelta dos señores del linaje y secta de los almohades las tomaron, y con las fuerzas de su parcialidad y por caer léjos, así ellos como sus decendientes las defendieron con nombre de reyes, bien que de poco poder y fuerzas. Deste linaje sin que faltase la línea decendió Mulease, rey de Túnez, aquel que pocos años ha, echado de su reino, si con justicia ó sin ella no hay para qué tratallo aquí, pero ahuyentado y que andaba desterrado sin casa y sin ayuda, el emperador Cárlos V con las armas y poder de España le restituyó en el reino de sus padres despues que echó de Túnez con una presteza admirable á Aradieno Barbaroja, gran cosario, por merced de Soliman, emperador de los turcos, y en su nombre señor de aquella ciudad y reino; ocasion, á lo que parecia, para hacer que toda Africa volviese al señorío de cristianos.

CAPITULO XV.

Que se renovó la guerra de los moros.

Estos eran los linajes de los moros que estaban apoderados de Africa. En España Mahomad Alliamar era rey de Granada, de Murcia Hudiel; pequeñas sus fuerzas, muy menoscabada la majestad de su estado, y el uno y el otro eran tributarios de don Alonso, rey de Castilla. Estos, cansados de la amistad de los nuestros y con esperanza del socorro de Africa á causa que el nombre de Jacob, rey de Marruecos, comenzaba á cobrar gran fama, trataron entre sí de levantarse. Los que poco antes eran competidores y enemigos muy grandes, al presente se confederaron y hicieron alianza, como suele acontecer que muchas veces grandes enemistades con deseo de hacer mal á otros se truecan en benevolencia y amor; quejábanse de los agravios que se les hacian, de los tributos muy graves que pagaban, de la miseria de su nacion; que se hallaban reducidos á grande estrechura y á un rincon de España los que poco antes eran espantosos y bienaventurados. Que no les quedaba sino el nombre de reyes, vano y sin reputacion; miserable estado, servidumbre intolerable estar sujetos á las leyes de aquellos á quien antes las daban. Además que cuidaban no pararian los cristianos hasta tanto que con el odio que los tenian echasen de España las reliquias que de su gente quedaban. Menguado y envejecido el esfuerzo con que sus antepasados vinieron á España, lo que ellos ganaron no lo podian sustentar sus decendientes; falta y afrenta notable. Concluian que el linaje de los Merinos nuevamente se despertara en Africa, y allí prevalecian; que seria á propósito hacellos pasar en España, pues ellos solos podian dar remedio y reparar sus pérdidas y trabajos. Trataban estas cosas en secreto y por embajadores, porque si el negocio fuese descubierto, no les acarrease su perdicion, por no estar aun apercebidos de fuerzas bastantes. El rey don Alonso, ó por no ignorar estas práticas y intentos, ó con deseo de desarraigar los mores de todo punto de España, de dia y de noche pensaba cómo volveria á la guerra contra ellos. Pretendia con las armas en el Andalucía sujetar algunas ciudades y castillos que rehusabau obedecer y no se le querian entregar, y era razon sujetallos. Para este efecto el pontífice máximo Alejandro IV dió la cruzada, que era indulgencia plenaria para todos los que, tomada la señal de la cruz, fuesen á aquella guerra y la ayudasen á sus expensas. Tratóse con los reyes comarcanos que enviasen socorros, y en particular por sus embajadores pidió al rey de Aragon, con quien tenia inas parentesco que con los demás, diese licencia á sus vasallos para tomar las armas y con ellas ayudar intentos tan santos, pues constaba que en la confederacion hecha en Soria poco antes quedó este punto asentado. El rey de Aragon, ni precisamente negó lo que se le pedia, ni otorgó con ello absolutamente; solo sacó desta cuenta á los señores que por sus estados ó por tirar gajes dél los tenia obligados; pero concedió que, así los vasallos destos como los demás del pueblo, si quisiesen, pudiesen tomar para el dicho efecto las armas y alistarse. Pretendia en esto este Príncipe, como viejo y astuto, que los grandes, de cuya voluntad no estaba muy asegurado, si pasaban á Castilla, no se aper

cibiesen de fuerzas y ayudas contra él. Con esta respuesta el rey don Alonso se irritó en tanta manera, que dejada la guerra de los moros, trataba de emplear sus fuerzas contra Aragon; detúvole de romper el respeto del provecho público y el deseo que tenia de dar principio á la empresa contra los moros. Con esta determinacion los castillos que en la confederacion de Soria quedó concertado diese para seguridad, y hasta entonces se dilatara, sin embargo, por la instancia que sobre ello le hacian, los entregó á don Alonso Lopez de Haro; para que los tuviese en fieldad le alzó el homenaje, como era necesario, con que estaba obligado á los reyes de Castilla. Los castillos eran Cervera, Agreda, Aguilar, Arnedo, Autol. Entre tanto que con estas contiendas se pasaba la buena ocasion de comenzar la guerra, los moros, que no ignoraban dónde iban á parar tantos apercebimientos, acordaron ganar por la mano y se apoderaron del castillo de Murcia y de otros pueblos por aquella comarca en que tenian puestas guarniciones de cristianos. Sobornaron otrosi á los moros de Sevilla que con engaño ó por fuerza dentro del palacio real matasen al Rey. Como este intento se estorbase porque los santos patrones de España apartaron tanto mal, ellos con gentes que de todas partes juntaron, por otra parte acometieron las tierras de cristianos con tal denuedo y priesa, que la ciudad de Jerez, Arcos, Béjar, Medina Sidonia, Roda, Sanlúcar, todos estos pueblos volvieron en un punto á poder de moros. En esta guerra se señaló mucho el esfuerzo y lealtad de Garci Gomez, alcaide de la fortaleza de Jerez, que, muertos ó heridos todos los soldados que tenia de guarnicion, no quiso todavía entregar la fortaleza ni le pudieron persuadir á hacello por ningun partido que le ofreciesen, puesto que ninguna esperanza le quedaba de podella defender; hombre señalado y excelente. Los moros, maravillados de tan grande esfuerzo, sin mirar que era enemigo, con deseo que tenian de salvar la vida al que de su voluntad con tanta obstinacion se ofrecia á la muerte, con un garfio de hierro que le echaron le asieron, y derribado del adurve, con gran diligencia y humanidad le hicieron curar las heridas y le salvaron la vida. El rey don Alonso, que era ido á lo inas dentro de España con intento de aprestar lo necesario para la guerra, el año siguiente acudió con gentes á aquel peligro. En este viaje no léjos de las ruinas de Alarcos, en una aldea que se llamaba el Pozuelo de San Gil, en los oretanos, una legua del rio Guadiana, en un muy buen sitio rodeado de muy fértiles campos y apacibles, por la comodidad del sitio fundó un pueblo bien grande con nombre de Villareal, nombre que adelante don Juan el Segundo, rey de Castilla, le mudó en el que hoy tiene de Ciudad-Real. Pretendia en esto el Rey que, por estar este pueblo asentado en la raya del Andalucía, sirviese como de un fuerte baluarte para impedir las entradas de los bárbaros y para que dende los nuestros hiciesen correrías y cabalgadas. De aquel lugar pasó á tierra de moros; con su entrada todos los pueblos y campos por do pasaba fueron trabajados; en especial el año 1263 los moros en todos los lugares padecieron mucho mal y daños sin cuento. En este año gran número de soldados aventureros acudieron, convidados de la franqueza que les prometian de un tributo que se llamaba martiniega, a tal que con armas y ca

ballo cada un año por espacio de tres meses á su costa siguiesen la guerra y los reales del Rey. Los reyes moros por entender que no podrian ser bastantes para tan grande avenida de los nuestros, tan gran pujanza y tantos apercebimientos, lo que antes intentaron y lo tenian acordado, de nuevo y con mayor instancia importunaron al rey de Marruecos para que les ayudase en la guerra. Declaráron le por sus embajadores el riesgo grande en que se hallaban si no les acudia brevemente. Oyó aquel Rey su demanda y otorgó con ellos; envióles mil caballos ligeros de Africa, los cuales con cierto motin que levantaron pusieron en peor estado las cosas de los moros, tanto, que Jerez con todos los demás pueblos que antes se perdieron volvieron á poder del rey don Alonso. Junto al puerto de Santa María, que los antiguos llamaron puerto de Mnesteo, se edificó un pueblo de aquel nombre, reparados los edificios antiguos, cuyas ruinas y paredones todavía quedaban como rastros de su grandeza y antigüedad. En Toledo otrosí á expensas del Rey se edificó la iglesia de Santa Leocadia detrás del alcázar. Concluidas estas cosas, el año de 1264 volvió el Rey á Sevilla; las gentes, porque se llegaba el invierno, parte enviaron á invernar, los mas con licencia que les dieron se volvieron á sus casas. La fama, que suele hacer todas las cosas mayores, corria á la sazon, y por dicho de muchos se divulgaba que los enemigos llamaban de Africa, no ya socorros, sino ejército formado, cuidadosos de la guerra que los fieles les hacian y con esperanza cierta de reparar su antiguo imperio en España. Estas nuevas y rumores pusieron en grande cuidado á los castellanos y aragoneses, que estaban más cercanos al peligro y eran los primeros en quien descargaria aquella tempestad y contra quien se enderezaban las fuerzas de los contrarios. El rey don Alonso, aquejado del recelo desta guerra, fué el primero que convidó al rey don Jaime de Aragon para que juntase con él sus fuerzas. Que pues el peligro era comun y aquellas gentes amenazaban á ambas naciones y coronas, era justo que de entrambas partes se acudiese al reparo. Que si no le movia el parentesco y amistad, á lo menos le despertase el peligro y afrenta de la religion cristiana. Don Pedro Yañez, maestre de Calatrava, enviado con esta embajada, en Zaragoza á los 7 de marzo propuso lo que por su Rey le fué mandado; llevaba cartas de la reina doña Violante, en que suplicaba á su padre con grande instancia ayudase á la cristiandad, á ella, que era su hija, y á sus nietos en aquel aprieto. Era cosa muy honrosa al rey don Jaime que un Rey tan poderoso se adelantase á pedille socorro y á convidalle que hiciesen liga. Las cosas de Aragon no estaban sosegadas ni sus hijos bastantemente apaciguados en la discordia que entre sí tenian; los grandes del reino divididos en estas parcialidades, y el pueblo otro que tal; de que resultaban latrocinios y libertad para toda suerte de maldades y desafueros tan grandes, que forzó á las ciudades puestas en las montañas de Aragon á ordenar entre si hermandades para reprimir aquellos insultos, y con nuevas leyes y severas que se ordenaron hacer rostro al atrevimiento de los hombres facinorosos; la grandeza de los castigos que daban á los culpados hacia que todos escarmentasen. Por cualquier delito, puesto que no muy grande, daban pena de muerte. Los pecados ligeros

castigaban con azotes 6 con otra afrenta, con que los malhechores quedaban castigados, y la grandeza de la pena avisaba á los demás que se guardasen de pecar. Demás desto, las voluntades de los grandes estaban enajenadas del Rey; extrañaban mucho que las honras y cargos se daban á hombres extraños ó bajos; que los fueros no se guardaban ni la autoridad del justicia de Aragon, que está por guarda de su libertad y leyes; que con los tributos, no solo el pueblo, sino tambien los nobles y hidalgos, se hallaban cargados y oprimidos; que antes sufririan la muerte que pasar por que les quebrantasen sus fueros y derecho de libertad. Estas eran las quejas comunes. Demás desto, cada cual donde le apretaba el calzado tenia su particular dolor y desabrimiento. Por esta causa como el Rey en Barcelona para juntar dinero pidiese en las Cortes le concediesen el bovático, don Ramon Folch, vizconde de Cardona, hizo contradiccion con grande resolucion y porfía. Afirmaba que si el Rey no mudaba estilo y desistia de aquellos agravios, no mudaria él de parecer ni se apartaria de aquel intento. Hiciéralo como lo decia, si los otros caballeros no le avisaran que en mala sazon alborotaba la gente, que era mejor aguardar un poco de tiempo que dejar pasar aquella buena coyuntura de ayudar al comun, principalmente que con el ejemplo de los catalanes convenia mover á los aragoneses, gente mas determinada y mas constante en defender sus libertades. Tuviéronse Cortes en Zaragoza con el mismo intento de juntar dinero; pero gran parte de los señores y nobleza hicieron contradiccion á la voluntad del Rey. Fernan Sanchez, hijo del Rey, y don Simon de Urrea, su suegro, fueron los que mas se señalaron como caudillos de los alterados. Pasaron tan adelante, que dejadas las Cortes, se aliaron entre sí en Alagon contra las pretensiones y fuerzas del Rey. La cosa amenazaba guerra y mayores males, si no fuera que personas religiosas se pusieron de por medio para que la diferencia se compusiese por las leyes y tela de juicio sin que se pasase á las manos y á rompimiento. El mismo Rey, fuese de corazon ó fingidamente, no rehusaba, á lo que decia, emendar todo aquello en que hasta entonces le cargaban; como prudente que era y mañoso consideraba que la furia de la muchedumbre es á manera de arroyo, cuya creciente al principio es muy brava y arrebatada, pero luego se amansa. Hiciéronse treguas. Señaláronse jueces sobre el caso, que fueron los prelados de Huesca y de Zaragoza, que con su prudencia compusieron aquellos debates; sobre todo la astucia de Rey, que daba la palabra de hacer todo aquello que pretendian y sobre que aquellos nobles andaban alborotados. Sosegado el alboroto, se hicieron levas de soldados para comenzar por aquella parte la guerra, año de nuestra salvacion de 1265. El rey don Alonso con sus gentes entró por las tierras de Granada muy pujante. El rey don Jaime se encargó de hacer la guerra contra el rey de Murcia. Todo lo hallaron mas fácil que pensaban, ca no hallo que de Africa viniese algun número de gente señalado; la causa no se sabe, sino que no hay que fiar en los moros ni en sus promesas, que tienen la fe colgada de la fortuna y de lo que sucede. El rey don Jaime, por la parte del reino de Valencia entrado que hobo en las tierras de Castilla, ganó á Villena de los moros, y se la restituyó á don Manuel,

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