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CAPITULO XXI.

De nuevas alteraciones que sucedieron en Aragon.

que la una de las partes, juntados con los navarros, no le diesen en que entender. Esta fué la causa de tomar asiento con Navarra; y aun otro cuidado le aquejaba mas de volver las fuerzas contra los moros, de donde una cruel tempestad se aparejaba para España si no se acudia al remedio con tiempo, como los hombres prudentes lo sospechaban y comunmente se decia no sin

En el tiempo que estas cosas pasaban en Castilla, Filipe, rey de Francia, que sucedió á su padre san Luis, allegaba á su corona nuevos estados por muerte de Alonso, su tio, y de Juana, su mujer, que murieron á la sazon sin hijos, y eran condes de Potiers y de Tolosa; y no mucho despues Rogerio Bernardo, conde de Fox, fué despojado de su estado no por otra causa mas de que en cierta ocasion no quiso obedecer á los jueces reales; por lo cual las armas aragonesas, á causa que parte del estado de aquel Príncipe era feudo de Aragon, estuvieron para revolverse contra Francia. La prudená cia del rey don Jaime atajó el daño ; á su persuasion el de Fox puso su persona y todo su estado en manos del rey de Francia, con que se sosegaron aquellos debates. Dentro del reino de Aragon tenian sospechas de nuevas alteraciones á causa que el infante don Pedro, hijo primero y heredero del rey de Aragon, estaba desabrido con Fernan Sanchez, su hermano bastardo, por entender, entre otras cosas, que cuando volvió de la TierraSanta fué recebido con gran honra y festejado de Cárlos, rey de Nápoles, y por esto sospechaba habia con él tratado cosas perjudiciales al reino. Hallábase el dicho don Fernando en Burriana; allí don Pedro con buen número de soldados le tomó de sobresalto, y despues que por fuerza entró en la casa y buscó en todos los lugares á su hermano, escudriñó los escondrijos, quebró cerraduras, hinchólo todo de ruido y de alboroto. En el entre tanto don Fernando y doña Aldonza, su mujer, se pusieron en salvo. Estos fueron principios de grandes alteraciones, ca los nobles del reino con esta ocasion de la enemistad de los dos hermanos se dividieron en dos bandos con tan grande obstinacion, que, juntadas las fuerzas, no dudaron los que seguian la parcialidad de don Fernando de mover guerra contra el mismo Rey; de que no resultó otro provecho sino que el vizconde de Cardona y otros señores parciales fueron por esta causa despojados de sus estados. El mismo Fernan Sanchez, cercado en el castillo de Pomar por su hermano, luego que le tuvo en su poder, le hizo ahogar con un lazo y despeñar en el rio Cinga, que por allí pasa, unos decian con razon, otros que injustamente; lo cierto que quitado el capitan y cabeza los demás se sosegaron. Este fué el fruto de aquel parricidio; pero la muerte de Fernan Sanchez sucedió tres años adelante. Dejó un hijo de pequeña edad, llamado don Filipe, de quien desciende el linaje de los Castros en Aragon. A Rugerio de Lauria hizo donacion el rey don Jaime en tierra de Valencia de dos heredades, que se llaman Raelo y Abricat, en premio de su trabajo, porque de lo último de Italia acompañó los años pasados á doña Constanza, su nuera. Fué este caballero en lo de adelante persona de grande ingenio y excelente capitan, mayormente por el mar. Con don Enrique, rey de Navarra, que por morir su hermano el rey Teobaldo sin hijos sucedió en aquel reino, y con quien los aragoneses tenian diferencia por pretender que les quitaran aquel reino injustamente, como en su lugar queda dicho, todavía se concertaron treguas por muchos años. El rey don Jaime via los suyos alborotados, mas inclinados á las armas que á la paz y á la concordia; y por las diferencias que andaban temia

causa.

CAPITULO XXII.

El rey don Alonso partió para tomar posesion del imperio. Ardia el rey don Alonso en deseo de ir á Alemaña tomar la corona y insignias del imperio ; tanto mas y con mayor priesa, que por autoridad del papa Gregorio X los señores de Alemaña, cansados de los males que en aquella vacante se padecieron, muchos, muy graves y muy largos, y porque de años atrás era muerto Ricardo, el otro competidor, se aparejaban para hacer nueva eleccion, sin tener cuenta con el rey don Alonso. Alterado él con esta nueva, como era razon, pretendia recompensar la tardanza pasada con abreviar; y por esto, aunque muy fuera de sazon, comenzó á tratar muy de veras de su ida á Alemaña. A las personas prudentes parecia se debia anteponer á esto el sosiego y el cuidado de la república. Los hombres mas livianos y de poca experiencia, hinchados de vana esperanza, le exhortaban á la jornada, sin faltar quien blasonase y dijese era bien aparejar armas, caballos y las demás cosas necesarias para hacer la guerra en Alemaña y para sujetar á los que contrastasen á sus intentos. Algunos tomaban por mal agüero que tantas veces se le hobiese al rey don Alonso desbaratado aquel viaje que tanto deseaba. Era este Rey de su natural irresoluto y tardo, las cosas del reino embarazadas; y si hallara algun buen color, de buena gana desistiera de aquella pretension; pero por miedo de la infamia y mengua de reputacion se resolvió pasar adelante. Con este intento procuró con cualquier partido apaciguar los de Granada y los grandes. En esto el rey de Granada, Alhamar, falleció al principio del año 1273. Fué hombre atrevido, astuto y muy contrario á nuestras cosas. Hobo diferencia sobre la sucesion; prevaleció aquella parcialidad con la cual se juntaron los forajidos y grandes de Castilla, y diéronse las insignias reales á Mahomad, por sobrenombre Miralmutio Leminio, hijo mayor del difunto. Este Príncipe, puesto que era de suyo contrario á nuestras cosas y muchos le movian á hacer guerra; porque las fuerzas de su nuevo reino andaban en balanzas, el rey don Alonso entendia que se inclinaba á la paz y que fácilmente se podria efectuar. Demás desto, algunos de los grandes se reducian á mejor partido y mas sanos propósitos. En particular don Fernando de Castro y Rodrigo de Saldaña sobre seguro vinieron á verse con él á Avila, do se hacian Cortes del reino por el mismo tiempo que en Alemaña procedieron á nueva eleccion apresuradamente; en que Rodulfo, conde de Ausburg, por voto de todos los electores, fué nombrado por rey de romanos. Señor, bien que de poca renta y estado pequeño, pero que descendia del nobilísimo linaje de los antiguos reyes franceses y era en todas virtudes acabado. Los embajadores del rey don Alonso que se

que lo mas presto que pudiese se apresurase á pasar en Italia para coronarse. Al concilio que se tenia en Leon se partió don Jaime, rey de Aragon, aunque en lo postrero de su edad, por ser deseoso de honra y por otros negocios. Desde allí, sin hacer cosa de momento, dió la vuelta á su tierra, desabrido claramente con el Pontífice porque rehusó de coronalle si no pagaba el tributo que su padre el rey don Pedro concertó de pagar cada un año en el tiempo que en Roma se coronó, como queda dicho en su lugar. Al rey don Jaime le parecia cosa indigna que el reino ganado por el esfuerzo de sus antepasados fuese tributario á algun extraño. En este comedio el rey de Granada y los grandes forapor diligencia de la Reina se redujeron al deber; para sosegar á los grandes les prometieron todas las cosas que pedian; el rey de Granada quedó que pagase cada año de tributo trecientos mil maravedís de oro, y de presente gran suma de dineros, en pena de los da

hallaron á la sazon en Francfordia, aunque hicieron contradiccion y sus protestaciones, no fué de efecto alguno; la aficion de antes la tenian ya trocada en desabrimiento y odio que todos le cobraran. Despedidas las Cortes de Avila, se fué el Rey á Requena para tomar acuerdo con el Rey, su suegro, en presencia sobre la guerra de los moros. Allí por el trabajo del camino, ó por el desabrimiento y desgusto con que andaba, adoleció de una enfermedad no ligera. Y porque las demás cosas no sucedian á propósito y la misma priesa por el gran deseo le parecia tardanza, juzgó seria lo mejor intentar de hacer las paces por industria de la Reina y por la autoridad del primado don Sancho. Ellos para tratar desto sin dilacion se partieron para Córdo-jidos ba. Al pontífice Gregorio X despachó á Aimaro, fraile dominico, que despues fué obispo de Avila, y á Fernando de Zamora, canónigo de Avila y chanciller del Rey. Estos en Civitavieja, en que á la sazon estaba el Pontífice, en consistorio declararon las causas por queños y gastos. Demás desto, se concertaron treguas por

la eleccion de Rodulfo pretendian ser inválida. Que no debia el Pontífice moverse por los dichos de aquellos que ponian asechanzas y redes á sus orejas y con engaños pretendian ganar gracias con otros, sino conservarse neutral, como lo pedia la persona y lugar sacrosanto que representaba, y con esto ganar ambas las partes á ejemplo de sus antecesores Urbano y Clemeute, que con igual honra y título, por no perjudicar á nadie, dieron á Ricardo y á don Alonso título de rey de rotnanos. A los electores de Alemaña fué don Fernando, obispo de Segovia, para ponellos en razon y procurar repusiesen lo atentado. Con estas embajadas no se hizo efecto alguno por estar todos cansados de tan larga tardanza. Solo el año siguiente de 1274 desde Leon de Francia, donde, presente el Pontífice, se hacia el concilio general de los obispos para reformar la disciplina eclesiástica, renovar la guerra de la TierraSanta y unir la Iglesia griega con la latina, Fredulo fué enviado por nuncio al rey don Alonso para que le ofreciese los diezmos de las rentas eclesiásticas en nombre del Pontífice para la guerra contra moros, á tal que desistiese de la pretension y esperanza vana que tenia de ser emperador; que parecia cosa injusta con deseo de imperio forastero alterar la paz de la Iglesia, que tan sosegada estaba. En este medio don Enrique, rey de Navarra, muy apesgado y disforme por la mucha gordura de su cuerpo, falleció en Pamplona á 22 de julio. De su mujer doña Juana, hija de Roberto, conde de Artesia y hermano del rey san Luis, dejó una hija, llamada tambien doña Juana, en edad apenas de tres años, que, sin embargo, fué heredera de aquellos estados, así porque el reino la jurara antes, como por testamento de su padre, que lo dejó así dispuesto; de que resultaron nuevas diferencias y discordias, y el reino de Navarra finalmente se juntó con el de Francia. La embajada de Fredulo no fué desagradable al rey don Alonso; respondió que se pondria á sí y toda aquella diferencia en manos del Pontífice para que él la determinase como mejor le fuese visto. Con esta respuesta el Pontífice sin detenerse mas aprobó en público consistorio la eleccion de Rodulfo, á 6 de setiembre, que hasta entonces por respeto de don Alonso se entretuvo; luego escribió cartas á todos los príncipes en aquella sustancia. Al mismo Rodulfo mandó

un año entre los de Guadix y de Málaga con aquel Rey, por estar el rey don Alonso encargado del amparo de aquellas dos ciudades. Fué en aquella edad hombre seDalado en España Gonzalo Ruiz de Atienza, privado del Rey, por cuya diligencia en gran parte y buena maña se concluyó aquel concierto. El rey de Granada y los grandes desde Córdoba partieron en compañía del infante don Fernando, que se halló en todas estas cosas; llegados á Sevilla, el rey don Alonso los acogió benignamente. Ellos, cotejado el un tiempo con el otro, juzgaron les estaba mas á cuento y mejor obedecer á su Príncipe con seguridad que la contumacia con peligro y daño. Concluido esto, las armas de Castilla debajo la conducta del infante don Fernando y por mandado de su padre se movieron contra Navarra para conquistar aquel reino. Don Jaime, rey de Aragon, envió al tanto á don Pedro, su hijo mayor, al cual renunció el derecho que pretendia tener á aquel reino, á ganar las voluntades de los navarros, que de suyo se inclinaban mas á los aragoneses que á Castilla. Ni las mañas de Aragon ni las fuerzas de Castila hicieron efecto, á causa que la Reina viuda se recogió á Francia con su hija al amparo del Rey, su primo, por temer no le hiciesen fuerza si se quedaba en Navarra en tiempos tan revueltos. Solo don Fernando acometió á tomar á Viana; y rechazado de allí por la fortaleza de aquella plaza y por el esfuerzo de los cercados, se apoderó de Mendavia y de otros menores pueblos. Todo lo halló mas dificultoso que pensaba, dado que ningun ejército bastante le salió al encuentro, que era causa de mayor tardanza; si bien las cosas de aquel reino estaban tan revueltas, que los señores, divididos en parcialidades y aficiones, no podian conformarse para acudir á la defensa. Los mas se aficionaban á los aragoneses, en especial Armengaudo, obispo de Pamplona, y Pero Sanchez de Montagudo, hombre principal y gobernador del reino. Don Pedro, infante de Aragon, llegó hasta Sos, pueblo á la raya de los dos reinos; allí alegó de su derecho que por la adopcion del rey don Sancho y por otros títulos mas antiguos se le debia el reino, por lo menos le debian acudir con sesenta mil marcos de plata, que poco antes el rey Teobaldo concertara de pagar. Tratóse el negocio por muchos dias; los nobles acordaron desposar á la niña heredera del reino en au

sencia con don Pedro, y por dote señalaron la posesion del reino. Añadióse que si aquello no surtiese efecto, pagarian docientos mil marcos de plata para los gastos de la guerra que pretendian hacer de consuno contra las fuerzas de Castilla, si todavía perseverasen en el propósito de darles molestia. Estas cosas se asentaron en Olite por el mes de noviembre. El rey don Alonso, determinado de todo punto de hacer el viaje de Francia, tenia á la misma sazon Cortes del reino en Toledo para, asentadas las cosas, ponerse luego en camino. Encomendó el gobierno del reino á don Fernando, su hijo, á los otros señores repartió diversos cargos, á don Nuño de Lara dió la mayor autoridad, determinó dejarle por frontero contra los moros por si acaso se alterasen. Con estas caricias pretendia ganar á los parciales. Acabadas las Cortes, á lo postrero del año el Rey, la Reina, sus hijos menores y don Manuel, bermano del Rey, comenzaron su viaje. Era grande el repuesto y representacion de majestad; por tanto hacian las jornadas pequeñas. Pasaron á Valencia, de allí á Tortosa y á Tarragona, ca el rey don Jaime desde Barcelona partió para recebillos y festejallos en aquella ciudad. Tuvieron las fiestas de Navidad en Barcelona al principio del año de 1275. Halláronse presentes los dos reyes al enterramiento y honras de fray Raimundo de Penafuerte, de la órden de Santo Domingo, que finó por aquellos dias en aquella ciudad, persona señalada en piedad y erudicion. El mismo año pasó desta vida don Pelayo Perez Correa, maestre de Santiago, de mucha edad, muy esclarecido por las grandes cosas que hizo en guerra y en paz. Su cuerpo enterraron en Talavera en la iglesia de Santiago, que está en el arrabal; así lo tienen y afirman comunmente los moradores de aquella villa; otros dicen que en Santa María de Tudia, templo que él edificó desde sus cimientos, á las haldas de Sierramorena, en memoria de una batalla que los años pasados ganó de los moros en aquel lugar, muy señalada, tanto, que vulgarmente se dijo y entendió que el sol se paró y detuvo su carrera para que el dia fuese más largo y mayor el destrozo de los enemigos y mejor se ejecutase el alcance. Dicen otrosí que aquella iglesia se llamó al principio de Tentudia, por las palabras que el Maestre dijo vuelto á la Madre de Dios: «Señora, ten tu dia. » A la verdad, alterados los sentidos con el peligro de la batalla y entre el miedo y la esperanza ¿quién pudo medir el tiempo? Una hora parece muchas por el deseo, aprieto y cuidado. Demás desto, muchas cosas fácilmente se creen en el tiempo del peligro y se fingen con libertad. El rey don Jaime no aprobaba los intentos de don Alonso, su yerno, y con muchas razones pretendió apartalle de aquel propósito. La principal, que sentenciado el pleito y pasado ya en cosa juzgada, no quedaba alguna esperanza que el Pontifice mudaria de parecer; así con tantos trabajos no alcanzaria mas de andar entre las naciones extrañas afrentado por el agravio recebido. Estos consejos saludables rechazó la resolucion de don Alonso. Dejados pues su mujer y hijos en Perpiñan, pasó á la primavera por Francia hasta Belcaire, pueblo de la Proenza, asentado á la ribera del Ródano, y por tanto de grande frescura, y que le tenian señalado para verse con el Pontífice, que despedido el concilio que de los obispos tuvo en Leon, todavía se detenia en Francia. Allí en

dia señalado en presencia del Pontífice y de los cardenales que le acompañaban el Rey les hizo un razonamiento desta sustancia: «Si por alguna diligencia y cuidado mio yo hubiera alcanzado el imperio, muy honrosa cosa era para mí que dejados tantos príncipes, se conformasen en un hombre extraño las voluntades de Alemaña; ¿cuánto menos razon tendrá nadie de cargarme que defienda el lugar en que, sin yo pretendelle, Dios y los hombres me han puesto? Como quier que sea antes cosa torpe no poder conservar los dones de Dios, y de corazon ingrato no responder en el amor á aquellos que en voluntad se han anticipado. Por tanto, es forzoso que sea tanto mas grave mi sentimiento, que por engaño de pocos he oido que deslumbrados los príncipes de Alemaña, ¡ oh hombres poco constantes! se han conformado en elegir un nuevo príncipe sin oirnos y sin que nuestra pretension y pleito esté sentenciado; en que, si en algun tiempo hobo duda, muerto el contrario era justo se quitase. Que no nos debe empecer la dilacion, á que algunos dan nombre de tardanza y flojedad, como mas verdaderamente haya sido deseo de reposo y de sosegar las alteraciones de algunos, amor y celo de la religion cristiana, prevencion contra los moros, que de ordinario hacen en nuestras tierras entradas. Al presente que dejamos nuestro hijo en el gobierno, que ya tiene dos hijos, con vuestra licencia y ayuda, Padre Santo, tomarémos el imperio, apellido sin duda sin sustancia y sin provecho; pero somos forzados á volver por la honra pública de España, y en particular rechazar nuestra afrenta; lo cual ojalá podamos alcanzar sin las armas y sin rompimiento, ca de otra manera determinados estamos por conservar nuestra reputacion y volver por ella ponernos á cualquier riesgo y afan. Yo, padres, ninguna cosa ni mayor ni mas amada tengo en la tierra que vuestra autoridad; desde mis primeros años de tal manera procedí, que todos los buenos me aprobasen y ganase yo fama con buenas obras. Con este camino agradé á los pontífices pasados; por el mismo sin pretendello y sin procurallo me llamaron al imperio. Seria grave afrenta y mengua intolerable quitarme por engaño en esta edad lo que granjeé en mi mocedad y amancillar nuestra gloria con perpetua infamia. Razon es, beatísimo Padre, que vuestra santidad y todos los demás prelados que estais presentes ayudeis á nuestros intentos en negocio que no se puede pensar otro alguno ni mayor ni mas justificado. Procurad con efecto y haced entienda el mundo lo que las particulares aficiones y lo que la entereza y justicia pueden y hasta dónde cada una destas cosas allega; por lo menos, ahora que es tiempo, prevenid que la república cristiana con nuevas discordias que resultaran no reciba algun daño irreparable. » A esto replicó el Pontífice en pocas palabras: declaró las causas por que con buen título pudieron criar nuevo emperador; que la muerte de Ricardo ningun nuevo derecho le dió; que él mismo prometió de ponerse en sus manos, resolucion saludable para todos en comun, y en particular no afrentosa para él mismo, pues no era mas razon que los españoles mandasen á los alemanes que á España los de aquella nacion; que los caminos de Alemaña son ásperos y embarazados, las ciudades fuertes, la gente feroz, las aficiones antiguas trocadas, ningunas fuer

zas se podrian igualar á las de los alemanes, si se conformasen; la infamia, si se perdiese la empresa, seria notable; si venciese, pequeño el provecho; que era mejor conservar lo suyo que pretender lo ajeno; la gloria ganada con lo que obrara era tan grande, que en ningun tiempo su nombre y con ninguna afranta se podria escurecer. Hiciese á Dios, hiciese á la religion este servicio de disimular por su respeto, si en alguna cosa no se guardó el órden debido y se cometió algun yerro. Dichas estas palabras, abrazóle y dióle paz en el rostro, como persona que era el Papa de su condicion amoroso, y por la larga experiencia enseñado á sosegar con semejantes caricias las voluntades de los hombres alterados. Con esto se dejó aquella pretension, intentó, empero, otras esperanzas. Pretendia en primer lugar que era suyo el señorío de Suevia despues de la muerte de Corradino, por venir de parte de madre de los príncipes de Suevia; que Rodulfo, demás de quitalle el imperio, en tomalle para sí le hacia otro nuevo agravio. Alegaba eso mismo que el reino de Navarra era suyo por derechos antiguos de que se valia; que los franceses hacian mal en apoderarse del gobierno de aquel reino; por conclusion, pedia que por mandado del Pontífice el infante don Enrique, su hermano, fuese puesto en libertad; que Cárlos, rey de Sicilia, se

excusaba para no hacello con la voluntad del Pontífice, que no lo queria. Sin embargo, como quier que el Pontífice y los cardenales se hiciesen sordos á estas sus demandas tan justas á su parecer, bufaba de coraje. Finalmente, mal enojado se partió de Francia en sazon que el estío estaba adelante y cerca el otoño. Vuelto en España, no dejó de llamarse emperador ni las insignias imperiales, hasta tanto que el arzobispo de Sevilla, por mandado del Papa con censuras que le puso, hizo que desistiese; solamente le otorgaron los diezmos de las iglesias para ayuda á los gastos de la guerra de los moros. Vulgarmente las llamamos tercias á causa que la tercera parte de los diezmos, que acostumbraban gastar en las fábricas de las iglesias, le dieron para que della se aprovechase; y aun, como yo creo, y es así, no se las concedieron para siempre, sino por entonces por tiempo determinado y cierto número de años que señalaron. Este fué el principio que los reyes de Castilla tuvieron de aprovecharse de las rentas sagradas de los templos; este el fruto que don Alonso sacó de aquel viaje tan largo y de tan grandes afanes; esta la recompensa del imperio que á sinrazon le quitaron, alcanzado sin duda sin soborro y sin dinero, de fin y rcmale desgraciado.

LIBRO DÉCIMOCUARTO.

CAPITULO PRIMERO.

Cómo el rey de Marruecos pasó en España.

A esta misma sazon el rey de Marruecos Jacob Abenjuzef, como se viese enseñoreado de Africa, sabidas las cosas de España, es á saber, que por la partida del rey don Alonso el Andalucía quedaba desapercebida y sin fuerzas, estaba dudoso y perplejo en lo que debia hacer. Por una parte le punzaba el deseo de vengar las injurias de su nacion, tantas veces por los nuestros maltratada, por otra le detenia la grandeza del peligro; demás que de su natural era considerado y recatado, mayormente que para asegurar su imperio, que por ser nuevo andaba en balanzas, se hallaba embarazado con muchas guerras en Africa, cuando una nueva embajada que le vino de España le hizo tomar resolucion y aprestarse para aquella empresa. Fué así que Mahomad, rey de Granada, como quien tenia mas cuenta con su provecho que con lo que habia jurado ni con la lealtad, conforme á la costumbre de aquella nacion, luego que se partió de la presencia del rey don Alonso, con quien se confederó en Sevilla, vuelto á su tierra, sin dilacion propuso en sí de abrir la guerra y apoderarse de toda el Andalucía, hazaña que sobrepujaba su poder y fuerzas. Quejábase que lo que de su gente quedaba estaba reducido en tanta estrechura, que apenas tenia en qué poner el pié en España, y eso á merced de sus eneinigos y con carga de parias que les hacian pagar cada un año. Que los de Málaga y Guadix, confiados de las

espaldas que el rey don Alonso les hacia, nunca cesaban de maquinar cosas en daño suyo, y que no dudarian de movelle nueva guerra luego que el tiempo de las treguas fuese pasado. Puesto en estos cuidados, via que no tenia fuerzas bastantes contra la grandeza y riquezas del rey don Alonso, puesto que ausente. Resolvióse con una embajada de convidar al rey de Marruecos para que se juntase con él y le ayudase, príncipe poderoso en aquel tiempo y muy señalado en las armas. Decia ser llegado el tiempo de vengar las injurias y agravios recebidos de los cristianos; que los grandes imperios no se mantienen y conservan con pereza y descuido, sino con ejercitar los soldados y entretenellos siempre con nuevas empresas; que el derecho de los reinos y la justicia para apoderarse de nuevos estados consiste en las fuerzas y en el poder; mantener sus estados es loa de poco momento; conquistar los ajenos oficio de grandes príncipes; que si ellos no acometian y amparaban las reliquias de la gente mahometana en España, forzosamente serian acometidos en Africa; en cuanto se debia estimar con sujetar una provincia poner casi en otro mundo los trofeos de sus victorias y de su gloria, y en un punto juntar lo de Europa con lo de Africa. Movido por esta embajada el rey de Marruecos determinó hacer guerra á España. Mandó levantar gente por todas sus tierras. No se oia por todas partes sino ruido de naves, soldados, armas, caballos y todo lo al. Ninguna cosa le aquejaba tanto como la falta del dinero el cuidado de encubrir sus intentos, por temor que si

los nuestros fuesen sabidores dellos, los hallaria apercebidos para la defensa y para rechazar los contrarios. Por el uno y por el otro respeto con embajadores que envió el rey don Jaime de Aragon le pidió dineros prestados, con color que se le habia rebelado un señor Moro, su vasallo, y entrado en Ceuta, cosa que por el sitio de aquella plaza, que está cerca del estrecho de Gibraltar, era de consideracion, y si no se prevenia con tiempo, podria acarrear daño á las marinas de Africa y de España. Cuanto mayor era el cuidado de encubrir estos deseños, tanto la inal enfrenada fama se aumentaba mas, como acontece en las cosas grandes, que fué la causa para que ni el rey de Aragon le enviase dineros ni los de Castilla se descuidasen en apercebirse de lo necesario. Verdad es que todo procedia de espacio por la ausencia del rey don Alonso y porque su hijo don Fernando se detenia en Búrgos, donde aportó despues que visitó el reino. Envió pues el Moro en primer lugar desde Africa alcaides que se apoderasen y tuviesen en su nombre las ciudades de Algecira y Tarifa, segun concertó que se las entregaria el rey de Granada para que sirviesen como de baluartes, asiento y reparo de la guerra que se aparejaba. Despues desto echó en España gran gente africana, en número diez y siete mil cabaIlos, y dado que no se refiere el número de los infantes, bien se entiende fueron muchos, conforme á la hazaña que se emprendia y al deseño que llevaban. Lo primero que procuró fué de reconciliar todos los moros entre sí y hacer olvidasen las discordias pasadas; lo cual con la autoridad del rey de Marruecos y á su persuasion se efectuó, que se avinieron los de Málaga y Guadix con el rey de Granada. Tuvieron junta en Málaga para resolver en qué forma se haria la guerra. Fueron de acuerdo que la gente se dividiese en dos partes, porque no se embarazasen con la multitud y para con mas provecho acometer las tierras de cristianos. Con esta resolucion el rey de Marruecos tomó cargo de correr la campaña de Sevilla. El de Granada se encargó de hacer entrada por las fronteras de Jaen. Era don Nuño de Lara frontero contra los moros. Avisó al infante don Fernando que con toda presteza enviase toda la mas gente que pudiese, porque el peligro no sufria dilacion. El mismo arrebatadamente con la gente que pudo se metió en Ecija, por do era forzoso pasase el rey de Marruecos, ciudad bien fuerte y que no se podia tomar con facilidad. Concurrió otrosí gran nobleza de las ciudades cercanas, movidos por la fama del peligro y convidados por las cartas que don Nuño les enviara. Coufiado pues en la mucha gente y porque los bárbaros no cobrasen mayor esfuerzo si los nuestros daban muestras de miedo, salió de la ciudad, do se pudiera entretener, y puestos sus escuadrones en ordenanza, no dudó de encontrarse con el enemigo. Trabóse la pelea, en que si bien los moros al principio iban de caida, en fin vencieron por su muchedumbre y los fieles fueron desbaratados y puestos en huida. El mismo don Nuño murió en la pelea, y con él docientos y cincuenta de á caballo y cuatro mil infantes. Los demás se recogieron á la ciudad, que caia cerca, como á guarida; lo que tambien dió á algunos ocasion para que no hiciesen el postrer esfuerzo. La cabeza de don Nuño, varon tan esforzado y valiente, enviaron al rey de Granada en presente, que le dio poco gusto por acordarse de la antiM-1.

gua amistad y que por su 'medio alcanzó aquel reino que tenia. Así la envió á Córdoba para que junto con el cuerpo fuese sepultada. Esta desgracia tan señalada, que sucedió el año de 1275 por el mes de mayo, causó gran tristeza en todo el reino, no tanto por el daño presente cuanto por el miedo de mayor peligro que amenazaba. Algun consuelo y principio de mejor esperanza fué que el Bárbaro, aunque victorioso y feroz, no se pudo apoderar de la ciudad de Ecija; pero sucedió otra nueva desgracia. Esta fué que don Sancho, arzobispo de Toledo, con el triste aviso desta jornada, juntado que hobo toda la caballería que pudo en Toledo, Madrid, Guadalajara y Talavera, se partió á gran priesa para el Andalucía. Los moros de Granada talaban los campos de Jaen, robaban los ganados, mataban y cautivaban hombres, ponian fuego á los poblados, finalmente, no perdonaban á cosa ninguna que pudiese dañar su furor y saña. A estos pues procuró de acometer el Arzobispo con mayor osadía que consejo; hervíale la sangre con la mocedad, deseaba imitar la valentía del Rey, su padre, pretendia quitar á los moros la presa que llevaban, y dado que los mas cuerdos eran de parecer que debian de esperar á don Lope de Haro, que sabian marchaba á toda furia, y en breve llegaria con buen escuadron de gente; que no era justo ni acertado acometer con tan poca gente todo el ejército enemigo; prevaleció el parecer de aquellos que decian, si le esperaban, á juicio de todos seria suya la gloria de la victoria. So color de honra buscaron su daño; trabada la batalla, que se dió cerca de Mártos, á los 21 de octubre, fácilmente fueron los fieles vencidos, así por ser menos en número como por ser soldados nuevos, los moros muy ejercitados en el arte militar. La huida fué vergonzosa, los muertos pocos para victoria tan señalada. Prendieron al arzobispo don Sancho, y como quier que hobiese diferencia entre los bárbaros sobre de cuál de los reyes seria aquella presa y estuviesen á punto de venir á las manos, Atar, señor de Málaga, con la espada desnuda le pasó de parte á parte, diciendo: «No es justo que sobre la cabeza deste perro haya contienda entre caballeros tan principales.» Muerto que fué, le cortaron la cabeza y la mano izquierda, en que tenia el anillo pontifical. Este estrago fué tanto de mayor compasion y lástima, que pudieran los bárbaros ser destruidos en aquella pelea, si los nuestros tuvieran un poco de paciencia y no fueran tan amigos de su honra; porque don Lope de Haro sobrevino poco despues, y con su propio escuadron volvió á la pelea, y con maravillosa osadía forzó los moros á retirarse, pero no pudo vencellos á causa de la escuridad de la noche, que sobrevino. El cuerpo, mano y cabeza del arzobispo don Sancho, todo rescatado á precio de mucho oro, enterraron en la capilla real de Toledo, título de Santa Cruz, en que estaban sepultados el emperador don Alonso y su hijo don Sancho el Deseado. Sucedióle don Hernando, abad de Covarrubias, en el arzobispado; y amovido este á cabo de seis años por mandado del Padre Santo, que nunca quiso confirmar ni aprobar esta eleccion, antes él mismo renunció al arzobispado, sucedió en la silla de Toledo por eleccion del papa don Gonzalo, segundo deste nombre, que primero fué obispo de Cuenca y despues de Búrgos. Este dicen que fué cardenal y Onufrio lo afirma; en Santa María la mayor en Roma hay un se

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