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pulcro de mármol, suyo segun se dice, con esta letra :

HIC DEPOSITUS FUIT QUONDAM DOMINUS GONSALVUS EPISCOPUS ALBANENSIS. OBIIT ANNO DOMINI M. CC. LXXXXVIII.

Quiere decir: Aquí yace don Gonzalo, obispo que ya fué albanense. Finó año del Señor 1299. Fué natural de Toledo, del linaje de los Gudieles, á lo que se entiende. El año en que vamos, por estos desastres aciago, le hizo mas notable la muerte del infante don Fernando; murió de enfermedad en Villareal por el mes de agosto. Iba á la guerra de los moros, y esperaba en aquella villa las compañías de gente que se habian levantado, cuando la muerte le sobrevino. No es menos sino que todo el reino sintió mucho este desman y falta, endechas y lutos asaz; su cuerpo enterraron en las Huelgas. Su muerte causó al presente gran tristeza, y adelante fué ocasion de graves discordias, como quiera que el infante don Sancho, su hermano, porfiase que le venia á él la sucesion del reino por ser hijo segundo del rey don Alonso, que todavía vivia; si bien don Fernando dejó dos hijos de su mujer la infanta doña Blanca, llamados don Alonso y don Fernando, encarecidamente encomendados al tiempo de su muerte á don Juan de Lara, que fué hijo mayor de dou Nuño de Lara. El infante don Sancho, como mozo que era de ingenio agudo y de grande industria para cualquier cosa que se aplicase, en aquel peligro de la república se hizo capitan contra los moros, y con su valor y diligencia refrenó la osadía de los enemigos. Puso guarniciones en muchos lugares, y excusó la pelea con intento que el ímpetu con que los bárbaros venian se fuese resfriando con la tardanza, que fué un consejo saludable. Tambien se alteraron los moros de Valencia, que nunca fueron fieles; y entonces, perdido el miedo por la vejez del rey don Jaime y llenos de confianza por lo que pasaba en el Andalucía, al principio de aquella guerra se estuvieron quedos y á la mira de lo que sucedia. Como supieron que los suyos vencian, se resolvieron juntar con ellos sus fuerzas, y á cada paso en tierra de Valencia se hacian conjuraciones de inoros, si bien don Pedro, infante de Aragon, por mandado de su padre era ido con un escuadron de soldados á las fronteras de Murcia, y destruia los campos de Almería con quemas y robos. Las cosas de los navarros no andaban mas sosegadas en aquel tiempo. Como Filipe, rey de Francia, hobiese concertado á doña Juana, heredera de aquel reino, con su hijo Filipe, que le sucedió despues y tuvo sobrenombre de Hermoso, envió por virey de Navarra á Esteban de Belmarca, de nacion francés, quitado aquel cargo á Pedro de Montagudo. No tenia bastante autoridad un hombre forastero para apaciguar los alborotos que andaban y aquellas parcialidades tan enconadas, mayormente que Pedro de Montagudo, movido de la afrenta que se le hizo en removelle del gobierno, y García Almoravides, que siempre se mostró aficionado á los reyes de Castilla, se declararon por caudillos de los alborotados. Dentro de la misma ciudad de Pamplona se trabaron pasiones y vinieron á las manos el un bando con el otro. La porfía y crueldad fué tal, que se quemaban las mieses y batian á las paredes los hijos pequeños con mayor daño del bando que seguia á los franceses. Al mismo Pedro de Montagudo que, pasado el primer desgusto, inclinaba al bando francés, y que

ora fuese por deseo de quietud, ora á persuasion de otros, ya tenia pensado de pasarse á su parte; como lo entendiesen los del bando contrariode mataron. Indigno de tal desastre por sus muchas virtudes, de que ningun ciudadano de su tiempo era mas adornado, varon noble, rico, de buena presencia, prudente y de grandes fuerzas corporales.

CAPITULO II.

De la muerte del rey don Jaime de Aragon.

El año siguiente, que del nacimiento de Cristo se contaba 1276, fué señalado por la muerte de tres pontífices romanos; estos fueron Gregorio X, Inocencio V y Adriano V. El pontificado de Inocencio fué muy breve, es á saber, de cinco meses y dos dias; el de Adriano de solos treinta y siete dias, en cuyo lugar sucedió Juan, vigésimoprimero deste nombre, natural de Lisboa, hombre de grande ingenio, de muchas letras y doctrina, mayormente de dialéctica y medicina, como dan testimonio los libros que dejó escritos en nombre de Pedro Hispano, que tuvo antes que fuese papa. Hay un libro suyo de medicina, que se llama Tesoro de pobres. Su vida no fué mucho mas larga que la de sus antecesores. A los ocho meses y ocho dias de su pontificado en Viterbo murió por ocasion que el techo del aposento en que estaba se hundió. Sucedióle Nicolao III, natural de Roma y de la casa Ursina. En este mismo tiempo en Castilla se abrian las zanjas y echaban los cimientos de guerras civiles, que mucho la trabajaron. Fué así, que el infante don Sancho granjeaba con diligencia las voluntades de la nobleza y del pueblo, usaba de halagos, cortesía y liberalidad con todos, como quiera que todo esto faltase en el Rey, su padre, por do el pueblo habia comenzado á desgraciarse. Aumentó este disgusto la jornada de Francia tan fuera de sazon y propósito, y casi siempre acontece que á quien la fortuna es contraria le falta el aplauso de los hombres. Deseaba el vulgo novedades, y juntamente, como acontece, las temia; algunos de los principales á punto de alborotarse, otros por ser mas recatados se entretenian, disimulaban y estaban á la mira. Don Lope de Haro, que era de tanta autoridad y prendas, se habia reconciliado en Córdoba con el infante don Sancho. Con los moros, cuya furia algun tanto amansaba, se asentaron treguas por espacio de dos años. El rey de Marruecos, hecho este concierto, desde Algecira, do tenia sus reales y su gente, pasó en Africa. Don Sancho á gran priesa se fué á Toledo con color de visitar al Rey, su padre, que poco antes de Francia por el camino de Valencia y de Cuenca era llegado á aquella ciudad, fuera de que publicaba tener negocios del reino que comunicar con él. Esta era la voz ; el cuidado que mas le aquejaba era de asentar el derecho de su sucesion, que pretendia encaminar con voluntad de su padre y de los grandes. Comenzóse á tratar este negocio; encargóse don Lope de Haro de dar principio á esta prática, que dió mucho enojo al rey don Alonso. Llevaba mal se tratase en su vida tan fuera de sazon de la sucesion del reino, junto con que se persuadia que conforme á derecho sus nietos no podian ser excluidos, y por el amor que en particular les tenia pesábale grandemente que se tratase de hacer novedad. Mas por consejo del infante don Ma

nuel, su hermano, ya grande amigo de don Sancho, se determinó que se llamasen y juntasen Cortes en Segovia, con intento que allí se determinase esta diferencia. Tratóse el negocio en aquellas Cortes, y ventiladas las razones por la una y por la otra parte, en fin se vino á pronunciar sentencia en favor de don Sancho; si con razon y conforme á derecho ó contra él, no se sabe ni hay para qué aquí tratallo. Lo cierto es que prevaleció el respeto del pro comun y el deseo del sosiego del reino. Todos se persuadian que si don Sancho no alcanzara lo que pretendia no reposaria ni dejaria á los otros que reposasen. Su edad era á propósito para el gobierno, su ingenio, industria y condicion muy aventajadas, el amor que muchos le tenian grande, su valor muy señalado. Esto pasaba en Castilla; en Aragon el rey don Jaime usaba de toda diligencia para sosegar el alboroto de los moros, si pudiese por maña, y si no por fuerza. Con este intento discurria por las ciudades, villas y lugares del reino de Valencia; hobo en diversas partes muchos encuentros; cuando los unos vencian, cuando los otros. En particular al tiempo que el Rey estaba en Játiva, los suyos fueron destrozados en Lujen; el estrago fué tal y la matanza, que desde entonces comenzó el vulgo á llamar aquel dia, que era mártes, de mal agüero y aciago. Murió en la batalla Garci Ruiz de Azagra, hijo de Pedro de Azagra, señor de Albarracin, noble príncipe en aquel tiempo; fué preso el comendador mayor de los templarios. La causa principal de aquel daño fué el poco caso que hicieron del enemigo, cosa que siempre en la guerra es muy perjudicial. Ei Rey, por la tristeza que sintió de aquella desgracia, y por tener ya quebrantado el cuerpo con los muchos trabajos, á que se llegó una nueva enfermedad que le sobrevino, dejó el cuidado de la guerra al infante don Pedro, su hijo, y él se fué á Algecira, que es una villa en tierra de Valencia. Allí, aquejado del mal y desafiuciado de los médicos, entregó de su mano el reino á su hijo, que presente estaba; dióle asimismo consejos muy saluda bles para saberse gobernar. Esto hecho, él se vistió el hábito de san Bernardo con intento de pasar lo que le quedaba de vida en el monasterio de Poblete, en que queria ser enterrado. No le dió la dolencia tanto lugar, falleció en Valencia á 27 de julio; príncipe de renombre inmortal por la grandeza de sus hazañas, y no solo valiente y esforzado, sino de singular piedad y devocion, pues afirman dél edificó dos mil iglesias; yo en tiendo que las hizo consagrar ó dedicar conforme al rito y ceremonia cristiana, y de mezquitas de Mahoma las convirtió en templos de Dios. En las cosas de la guerra se puede comparar con cualquiera de los famosos capitanes antiguos; treinta veces entró en batalla con los moros y siempre salió vencedor, por donde tuvo sobrenombre y se llamó el rey don Jaime el Conquistador. Reinó por espacio de sesenta y tres años; fué demasiadamente dado á la sensualidad, cosa que no poco escureció su fama. De la reina doña Violante tuvo estos hijos: don Pedro, don Jaime, don Sancho, el arzobispo, ya muerto; doña Isabel, reina de Francia; doña Violante, reina de Castilla; doña Costanza, mujer del infante don Manuel; otras dos hijas, María y Leonor, murieron niñas; todos estos fueron hijos legítimos. De doña Teresa Egidia Vidaura tuvo á don Jaime, señor de Ejerica, y á don Pedro, señor de Ayerve, que á la muerte

declaró por hijos legítimos, y llamó á la sucesion del reino caso que los hijos de doña Violante no tuviesen sucesion. De otra mujer de la casa de Antillon hobo á Fernan Sanchez, el que arriba contamos que fué muerto por su hermano. Deste descienden los de la casa de Castro, que se llamaron así á causa de la baronía de Castro que tuvo en heredamiento. De Berenguela Fernandez dejó otro hijo, llamado Pero Fernandez, á quien dió la villa de Híjar; de todos descendieron muy nobles familias en el reino de Aragon. Lo que mas es de considerar que en la sucesion del reino sustituyó los hijos varones de doña Violante, doña Costanza y doña Isabel, sus hijas, despues de los cuatro hijos arriba nombrados y declarados por legítimos; pero con tal condicion que ni sus madres ni ninguna otra mujer pudiese jamás heredar aquella corona. Dejó mandado á su hijo echase los moros del reino, por ser gente que no se puede jamás fiar dellos, mandamiento que si en aquella edad y aun en la nuestra y de nuestros padres se hobiera puesto en ejecucion se excusaran muchos daños, porque la obstinacion desta gente no se puede vencer ni ablandar con ninguna arte, ni su deslealtad amansar con ningunas buenas obras; no hacen caso de argumentos y razones ni estiman la autoridad de nadie. El infante don Pedro, dado que su padre era muerto, no se llamó luego rey; solo se nombraba heredero del reino en sus provisiones y cartas hasta tanto que se coronase, que se hizo en Zaragoza despues de apaciguados los alborotos de Valencia, y fué á 16 de noviembre. Esta honra se guardó para aquella nobilísima y hermosísima ciudad; la Reina tambien fué coronada; y los caballeros principales, hecho su pleito homenaje, juraron á don Alonso, su hijo, que entonces era niño, por heredero de aquellos estados. A don Jaime, hermano del nuevo Rey, se dieron las islas de Mallorca y Menorca con título de rey, como su padre lo dejó mandado en su testamento y como arriba queda dicho que lo tenia determinado; diéronle otrosi el condado de Ruisellon y lo de Mompeller en Francia. Tuvo este Principe por hijos á don Jaime, don Sancho, don Fernando, don Filipe. Esta division del reino fué causa de desabrimientos y sospechas que nacieron entre los hermanos, que adelante pararon en enemistades y guerras. Quejábase don Jaime que le quitaron el reino de Valencia, del cual le hizo tiempo atrás donacion su padre, y que por el nuevo corte que se dió quedaba por feudatario y vasallo de su hermano, cosa que le parecia no se podia sufrir. Su cólera y su ambicion sin propósito le aguijonaban y aun le despeñaban, sin reparar hasta tanto que le despojaron de su estado.

CAPITULO III.

Que las discordias de Navarra se apaciguaron.

Lo de Navarra no andaba mas sosegado que las otras partes de España, antes ardia en alborotos y discordias civiles; cada cual acudia al uno de los bandos. Filipo, rey de Francia, como se viese encargado de la defensa y amparo del nuevo reino, determinó de ir en persopa á sosegar aquellas revueltas con mucha gente de guerra que consigo llevaba. Era el tiempo muy áspero, y las cumbres del monte Pirineo por donde era el paso cargadas y cubiertas de nieve; allegábase á esto la falta

de los bastimentos, á causa de la esterilidad de la tierra. Movido por estas dificultades, él se volvió del camino, pero envió en su lugar á Cárlos, conde de Arras, con la mayor parte y mas escogida de su gente. Era este caballero persona de grande autoridad por ser tio de la reina Juana; así, con su llegada hizo mucho efecto. El bando contrario, maltratado por los franceses junto á un pueblo llamado Reniega, se retiró á un barrio de Pamplona, que se llama Navarreria; íbanles los franceses á los alcances y apretábanles por todas partes. Por esto García de Almoravides, caudillo de aquella gente, y en su compañía sus parientes y aliados con la escuridad de la noche por entre las centinelas contrarias se fueron por la parte que cada cual pudo, por poblados y despoblados, y se salieron de toda la tierra. Algunos dellos fueron á parar á Cerdeña, en que por haber hecho allí su morada, hay generacion dellos el dia de hoy. Pamplona fué tomada de los enemigos, y le echaron fuego. Los que quedaron despues deste estrago, escarmentados con el ejemplo de los otros, tuvieron por bien de sosegarse; otros, acusados por rebeldes y alborotadores del reino, llamados, como no compareciesen, fueron en ausencia condenados de crimen laesae majestatis, y se ausentaron de su patria. El general francés, apaciguada que fué la discordia de los navarros y fundada la paz de la república, pasó en Castilla al llamado del rey don Alonso, y dél fué muy bien recebido y tratado magnífica y espléndidamente, como pariente muy cercano que era. Con la mucha familiaridad y conversacion el rey don Alonso se adelantó á decir que no le faltaban á él cortesanos de la misma casa del rey de Francia que le diesen aviso y descubriesen los secretos del Rey y de sus grandes. Esto, quier fuese verdad ó fingido para tentar el ánimo del Francés, él lo tomó tan de veras, que desde entonces Broquio, camarero del rey de Francia, comenzó á ser tenido por sospechoso. Acrecentaron la sospecha unas cartas suyas que enviaba al rey don Alonso en cifra, que vinieron en poder de los que le calumniaban, por haberse muerto en el camino el correo que las llevaba. Pasó el negocio tan adelante, que fué condenado en juicio y pagó con la cabeza; pero esto avino algun tiempo adelante. Doña Violante, reina de Castilla, como viese que la edad de sus nietos, que ella mucho queria, era menospreciada, y que anteponian á don Sancho, y que ella no estaba muy segura, en tanta manera pervierte todos los derechos la execrable codicia del reinar, pensó de huirse; con este intento hizo que el rey de Aragon, su hermano, viniese al monasterio de Huerta, so color de querelle alli hablar. Acompañaban á la Reina sus nietos por manera de honralla, y así con ellos se entró en Aragon; procuró de estorbárselo el rey don Alonso desque supo lo que pasaba, pero fué por demás. El pesar que con esto recibió fué tal y el coraje, que ninguna pérdida suya ni de su reino le pudiera entristecer mas. El enojo y saña del Rey se volvió contra aquellos que creyó ayudaron y tuvieron parte en la partida de la Reina; mandó prender en Búrgos, donde el Rey y don Sancho eran idos de Segovia, al infaute don Fadrique, su hermano, y á don Simon Ruiz de Haro, señor de los Cameros, varon de alto linaje y de muy antigua nobleza. Ardia la casa real y la corte en discordias, y eran muchos los que favorecian á los nietos del Rey. Simon Ruiz fué quemado en

Treviño por mandado de don Sancho; á don Fadrique hizo cortar la cabeza en Búrgos con grande odio del nuevo principado, pues eran estas las primeras señales y muestra que daba, mayormente que sin ser oidos los condenaron. Los mas extrañaban este hecho, conforme como á cada cual le tocaban los muertos en parentesco ó amistad, pero el odio estaba secreto y disfrazado con la disimulacion. Enviáronse embajadores el un Rey al otro. El rey de Castilla pedia que se le enviase su mujer y que aprobase la eleccion de don Saucho. Excusábase el rey de Aragon con que no estaba aun del todo determinado el negocio, y alegaba que en su reino tenian refugio y amparo cuantos á él se acogiesen, cuanto mas su misma hermana. Pasaron tan adelante, que hobiera el de Aragon movido guerra á Castilla, como algunos pensaban, si la rebelion de los moros de Valencia no le embarazara; los cuales, confiados en la venida del rey de Marruecos, con las armas se apoderaron de Montesa; pero estos movimientos tuvieron mas fácil fin de lo que se pensaba. Los moros, despedidos de la esperanza del socorro de Africa que esperaban, entregaron al Rey el mes de agosto, año de nuestra salvacion 1277, á Montesa y otros muchos castillos que tomaran. En este tiempo el rey don Alonso era venido de Búrgos á Sevilla; de allí envió grande armada y mucha gente de guerra á cercar á Algecira por mar y por tierra. Aquella guerra ante todas cosas tenia los ánimos de los fieles puestos en cuidado; temian que los africanos, por la vecindad de los lugares y por tener ya asiento en España y guarida propria, no acudiesen muchas veces á nuestras riberas. Sin embargo, las discordias civiles por otra parte les tenian los ánimos tan ocupados, que no se les daba mucho de todo lo al; todavía intentaron de quitalles aquel nido. El verano fué don Pedro, hijo del rey don Alonso, con poderoso ejército á la conquista de aquella ciudad. Dió la vuelta sin hacer algun efecto, con mucha deshonra y pérdida de su gente, y nuestra armada por estar falta de marineros y de soldados con la venida del rey de Marruecos fué desbaratada y presa. Deshizose el campo; los soldados unos se fueron á una parte, otros á otra. Hay quien diga que en aquel tiempo el rey de Marruecos edificó otra nueva Algecira, poco distante de la primera. El cuerpo del rey don Jaime se llevó de Valencia, donde le depositaron en un sepulcro junto al altar mayor de la iglesia catedral, y se trasladó al monasterio de Poblete, entrado ya el verano. Las exequias del difunto se celebraron espléndidamente con gran concurso de caballeros principales, que se juntaron en Tarragona por mandado del nuevo Rey.

CAPITULO IV

De diversas hablas que tuvieron los reyes

Con la partida de la reina doña Violante los reyes de Castilla y Francia comenzaron á estar muy cuidadosos por respeto de los niños infantes. El cuidado por entrambas partes era igual, los intentos diferentes y aun contrarios. El de Castilla quisiera estorbar que no se pasasen en Francia, do para su inocente y tierna edad tenian muy cierta la acogida y el amparo, en especial que don Sancho, su hijo, le ponia en esto con el deseo que tenia de asegurarse, sin descuidarse de continuar en granjcar las voluntades de grandes y pequeños con

la nobleza de su condicion, agudeza de ingenio y agradables costumbres, y con valor y diligencia apercebirse para todo lo que podia suceder. El de Francia temia que si venian á manos y poder de su tio correrian peligro de las vidas, por lo menos de perder la libertad. Sabia muy bien cuán descosos son los hombres naturalmente de mando, y que la ambicion es madre de crueldad y fiereza. Habíanse enviado sobre esta razon diversas veces de parte de Castilla y de Francia muy solemnes embajadas al rey de Aragon, cosa muy honrosa para aquel Príncipe, que fuese como juez árbitro para concertar dos reyes tan poderosos, muy á propósito para sus intentos tener suspensos aquellos príncipes y en su poder los infantes. Ventilado el negocio, finalmente se acordó que dona Violante tornase con su marido y que los infantes quedasen en Aragon sin libertad de poder ausentarse; lleváronlos al castillo de Játiva y allí los pusieron á recado. Esta resolucion dió mucha pena á doña Blanca, su madre, por parecelle que en quien fuera justo hallar amparo allí se les armaba celada, y con nuevos engaños les quitaban la libertad. Partióse pues para Aragon, mas no alcanzó cosa alguna, porque las orejas del Rey las halló sordas á sus ruegos y lágrimas; no hacia caso de todo lo que se podia decir y pensar á trucco de enderezar sus particulares. Desde allí muy enojada pasó en Francia á hablar al Rey, su hermano, y movelle á hacer la guerra contra Castilla y Aragon, si no condescendian con lo que era razon y ella pretendia. Era muy á propósito el reino de Navarra, que se tenia por los franceses, para estos intentos, por confinar con Castilla y Aragon por diversas partes. Puso esto en cuidado al rey de Aragon y al infante don Sancho; para tomar acuerdo de lo que se debia hacer, determinaron venir á habla. Señalaron para ello cierto lugar entre Requena y Buñol, acudieron allí, y se juntaron el dia aplazado á 14 de setiembre del año del Señor de 1279. En esta junta y habla, echados aparte todos los desabrimientos y enojos pasados, trabaron entre sí amistad y pusieron confederacion para valerse al tiempo de necesidad. Concluida esta habla, el rey de Aragon tomó el camino de Cataluña, que estaba alterada por las discordias de la gente principal. Armengol de Cabrera era el principal atizador destas revueltas, hijo de Alvaro de Cabrera, al cual el Rey poco antes diera el condado de Urgel, como á su feudatario y por respeto del conde de Fox; todo esto no bastó para ganalle. El Rey, visto lo que pasaba, se puso sobre la ciudad de Balaguer, cabecera de aquel estado; prendió al dicho Armengol y á su tio Rogerio Bernardo, conde de Fox, con otros señores que dentro halló; túvolos presos largo tiempo, en especial al de Fox, que se rebelara mas veces y mas feroz se mostraba; con tanto calmaron las alteraciones de los catalanes. Don Sancho se encaminó á Badajoz, donde su padre estaba, que era venido desde Sevilla á verse con don Dionisio, su nieto, rey de Portugal, con intento de hacer las paces entre él y don Alonso, su hermano, al cual pretendia por fuerza de armas echar del estado que su padre le dejó en Portugal. Alegaba diversas razones para dar color á esta su pretension, de que recebian mucho descontento las gentes de Portugal, por ver que entraba con tan mal pié en el reino, y que apenas era muerto su padre cuando pretendia despojar á su hermano y trabar

con él enemistad. Falleció en Lisboa al principio deste mismo año el rey don Alonso de Portugal, padre de don Dionisio. Vivió setenta años, reinó treinta y dos; en el monasterio de Santo Domingo de aquella ciudad que él edificó, enterraron su cuerpo. Don Sancho, luego que se hobo visto con su padre, fué por su órden á hacer levas de gente por todo el reino y apercebirse de soldados contra el rey de Granada, que á la sazon sabia estar ocupado en la obra del alcázar de aquella ciudad, llamado el Alhambra, fábrica de gran primor y en que gastó gran tesoro, ca era este rey Moro no menos diestro en semejantes primores que en el arte militar. Para movelle guerra no podian faltar achaques, y siempre los hay entre los príncipes cuyos estados alindan. Lo que yo sospecho es que el rey de Granada en la guerra de Algecira dió favor al de Marruecos, de lo cual por estar agraviados los nuestros, en el asiento que se tomó poco antes desto con los africanos no fueron comprehendidos los de Granada. Dionisio, rey de Portugal, sea por no fiarse de su abuelo, como quier que sean dudosas é inconstantes las voluntades de los hombres, sea por pensar se inclinaba mas á su hermano (como de ordinario siempre favorecemos la parte mas flaca, y aun el que es mas poderoso, en cualquier diferencia puesto que tenga mejor derecho, siempre parece que hace agravio), si bien habia llegado á Yelves, que está tres leguas de Badajoz, repentinamente mudado de parecer volvió atrás. Fué grande el enojo que el rey don Alonso recibió por esta liviandad; así, perdida la esperanza de verse con su nieto, muy desabrido dió la vuelta para Sevilla. En este tiempo Conrado Lanza, general de la mar por el rey de Aragon, persona de grande autoridad para con todos por ser pariente cercano de la reina dona Costanza, con una armada que aprestó de diez galeras corrió las marinas de Africa, mayormente las de Túnez y Tremecen, en castigo de que aquellas ciudades no querian pagar el tributo que algunos años antes concertaron. Cierto autor afirma que esta empresa fué y se enderezó para meter en posesion del reino de Túnez á Mirabusar, á quien su hermano le echara dél. Todos concuerdan que la presa que de allí llevaron los aragoneses fué grande, y que en el estrecho de Gibraltar de diez galeras que encontraron del rey de Marruecos y las vencieron, parte tomaron, parte echaron á fondo. El rey de Aragon en Valencia, donde se entretenia muy de ordinario, hizo donacion á don Jaime, su hijo, habido fuera de matrimonio, del estado de Segorve por el mes de noviembre. En Castilla de cada dia se aumentaba la aficion que los naturales tenian al infante don Sancho, y aun á muchos parecia que tra-. taba de cosas mayores de lo que al presente mostraba, y que luego que concluyese con los sobrinos, menospreciaria á su padre, que ya por su edad iba de caida, y le quitaria el mando y la corona. El padre por su gran descuido de ninguna cosa menos se recataba que desto, sin saber las práticas de su hijo, así las públicas como las secretas. Partió pues don Sancho el año luego siguiente de 1280 á la primavera con el ejército que tenia levantado la vuelta de Jaen; y con nuevas compañías que su padre le envió desde Sevilla, aumentado su ejército, entró muy pujante por las fronteras de Granada, taló y robó toda la campaña, sin parar hasta ponerse á vista de la misma ciudad, quemó muchas aldeas y pue

blos, recogió gran presa de gente y de ganados, con que volvió á Córdoba, desde allí acompañó á su padre hasta Sevilla. Con el buen suceso desta guerra ganó mayor autoridad y granjeó del todo las voluntades de la gente, cosa que él estimaba en mas que todas las demás ganancias, por asegurarse en la sucesion del reino, que era el cuidado que mas le aquejaba. Principalmente que Filipe, rey de Francia, con la aficion que tenia á los dos infantes, sus sobrinos, hacia instancia que fuesen puestos en libertad, y que en lugar de su abuelo que los pedia, se los entregasen á él. Envió pues sobre esta razon embajadores á los dos reyes; llevaron órden que al principio tratasen el negocio amigablemente, ca no tenia perdida la esperanza que hobiesen de dar oidos á tan justa demanda; si no se allanasen, como deseaba, les diesen á entender que tendrian en los franceses enemigos mortales; que él estaba resuelto de amparar la inocente edad de aquellos mozos por toda las vias y maneras que pudiese. Como los nuestros no se moviesen por amenazas ni por ruegos, se trató y acordó que para tomar algun medio, y en presencia componer todas las diferencias, los tres reyes se juntasen á habla, para lo cual se dieron unos á otros la palabra y seguridad bastante. Con esta determinacion el rey de Francia llegó á Salvatierra, el rey de Castilla á Bayona, ciudad que está en los pueblos dichos antiguamente tarbellos en los confines de Guiena. No se juntaron los reyes para tratar de las condiciones y del asiento. El infante don Sancho desbarató la junta con su astucia y con sus mañas, por temer no alcanzasen de su padre, que claramente via estar aficionado á los nietos, alguna cosa que le empeciese á él. Lo que solamente se pudo alcanzar fué que Cárlos, príncipe de Taranto, hijo del rey de Sicilia, interviniese entre los reyes y llevase los recados de la una parte á la otra ; y sin embargo, no se concluyó cosa ninguna, porque todos los intentos de los príncipes desbarataba con sus mañas don Sancho, si bien lo que los franceses pedian parecia muy justificado, esto es, que se le diese al infante don Alonso la ciudad de Jaen con nombre de rey, y como á feudatario y dependiente de los reyes de Castilla. Desbaratada que fué la junta, todavía los reyes de Francia y Aragon se vieron en Tolosa para tratar deste negocio entre sí. El fruto desta habla no fué mayor que el de antes, en tanto grado, que parecia hacian burla del rey de Francia. Solo se sacó de esta junta que el rey de Francia prometió debajo de juramento dejaria el estado de Mompeller á don Jaime, rey de Mallorca, porque antes desto pretendia ser suyo y quitársele. Muy alegre quedó el infante don Sancho de que con todo el esfuerzo que aquel Rey hizo y con tantas porfías no se habia alcanzado de los reyes cosa alguna que fuese en pro de los infantes, sus sobrinos. Solo se recelaba de la inconstancia de su padre, por la compasion que mostraba tener de aquella tierna edad, no viniese á favorecer los nietos, ca de estar mudado de parecer se vian manifiestas señales. Y muchos que con diligencia y cuidado consideran los enojos de los príncipes y sus inclinaciones, por entender esto no cesaban de irritar al rey don Alonso contra su hijo, y contalle y encarecelle sus desacatos. Decian que estaba apoderado de todo el gobierno, que todo lo trastornaba y revolvia conforme á su antojo, que no estimaba en nada su real autoridad y

grandeza. Era el rey don Alonso de ingenio vario, mudable, doblado, tenia en sus acciones una maravillosa inconstancia, falta que con la edad suele tomar mas fuerza. Don Sancho, por entender estas cosas, determinó ayudarse de socorros extraños y de fuera, y hacerse amigo del rey de Aragon y prendalle, en que puso mucha diligencia. Envióle sobre esta razon y con este intento sus embajadores, primero á don Gonzalo Giron, maestre de Santiago, despues al marqués de Monferrat. La suma de la embajada era que se juntasen para tratar de sus haciendas y de cosas de mucha importancia. Acordado esto, los reyes don Alonso, don Pedro y tambien el infante don Sancho se juntaron entre Agreda y Tarazona en un pueblo que se llama el Campillo. Fué esta junta á 27 de marzo del año de 1281 Asentóse confederacion entre aquellos dos reinos de tal guisa, que los que fuesen amigos del uno fuesen amigos del otro, y lo mismo de los enemigos, sin exceptar á persona alguna; que el que primero quebrantase este concierto, pagase de pena diez y seis mil libras de plata. Dieron al rey de Aragon en esta junta á Palazuelos, Teresa, Jera, Ayora, y á don Manuel, hermano del rey don Alonso, cuyas eran estas villas, dieron en reçompensa la villa de Escalona. Esto fué lo que se trató en público; de secreto se acordó que los dos reyes acometiesen el reino de Navarra y se enseñoreasen dél; señalaron otrosí la parte que á cada cual habia de pertenecer acabada la conquista. Ultra desto, se le concedió á don Sancho que los infantes estuviesen en el castillo de Játiva á buen recado. El cual, despedida la junta, en Agreda donde fué con los dos reyes, para obligar mas al rey de Aragon y ganalle mas la voluntad, le prometió y aseguró muy de veras que como su padre falleciese, le dejaria todo el reino de Navarra para que le encorporase en la corona de Aragon, y ultra desto le daria en Castilla la villa de Requena con todos los lugares de su jurisdicion, que están hacia el reino de Murcia y á la raya del de Valencia. Andaba su partido en balanzas, y su ánimo dudoso entre el miedo y la esperanza; por esto no le parecia vergonzoso y feo comprar su seguridad á costa de tantas promesas. Don Juan Nuñez de Lara, en aquellos tiempos varon grave y poderoso, segun se ve en las historias, era señor de Albarracin por via de dote con doña Teresa, hija de dou Alvaro de Azagra, que fué señor de Albarracin, y por consiguiente nieta de don Pedro Rodriguez de Azagra. Dende allí por la fortaleza del lugar y por estar á las rayas de Aragon y Castilla tenia costumbre de hacer correrías en ambas partes y solia llevarse muchos despojos, además que recebia debajo de su amparo y proteccion á todos aquellos que de los dos reinos acudian á él por delitos que hobiesen cometido. Particularmente don Lope Diaz de Haro, señor tan poderoso, se vino y metió en aquella ciudad, por estar muy mal enojado con don Sancho y con el rey de Castilla á causa de la muerte del infante don Fadrique y del señor de los Cameros. Trataron entre sí don Sancho y el rey de Aragon en Tarazona de dar órden de conquistar aquella ciudad, y deshacer á don Juan de Lara. El rey don Alonso se fué á Búrgos á celebrar las bodas de sus hijos don Pedro y don Juan. A don Pedro dió por mujer una hija del señor de Narbona, y á don Juan una hija del marqués de Monferrat, que fué lo mas que se sacó y se efectuó con

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